Estancias

#ViajedeOtoño. Sevilla, nos mueven los tópicos

No sólo el viaje nos lleva al corazón del lugar visitado. Queramos o no, los clichés de la memoria, de los recuerdos, de lo visto y oído, ayudan a la simplificación y al conocimiento y la búsqueda del acercamiento a lugares que deseamos visitar.
Continuamos después de varias entradas este #ViajedeOtoño en las que estamos haciendo un recorrido literario, emocional y musical por algunas ciudades y países.
Cuántas ciudades y países hay que nos traen a la imagen un acontecimiento, un personaje o un edificio que nos los muestran desde un punto de vista simplificado. Pero esta imagen es la que nos atrae y nos lleva a desear visitarla y después de conocerla, en muchas ocasiones, a hacerla parte de nuestras vidas.

En esta entrada, en nuestro #ViajedeOtoño iremos a Sevilla de la mano de esos tópicos que la hacen reconocible en todo el mundo a través de los libros y la música con las figuras de un seductor y un barbero polifacético y multiusos.


Una de las piezas teatrales más representadas en nuestro país es la obra que José Zorrilla situó en Sevilla, Don Juan Tenorio. Con esta obra, el personaje que había tenido una trayectoria anterior con diversos autores, especialmente con El burlador de Sevilla de Tirso de Molina. Tras varios años de representación, una década después de su estreno, tan arrollador fue el éxito del Don Juan que se instauró la costumbre de representarlo el 1 de noviembre, coincidiendo con el día de Todos los Santos.


Zorrilla, que malvendió los derechos y no pudo sacar beneficio de las representaciones, llegó a repudiar su Tenorio en su escrito Cuatro palabras sobre mi Don Juan Tenorio: "Yo no digo todas estas cosas porque deteste ni desprecie mi Don Juan. No, yo lo amo: es mi hijo, o mejor dicho, es mi aborto, puesto que yo mismo reconozco en él tantos y tan grandes defectos (...) que ha sostenido treinta años de pelea por la reputación de su padre ausente y procaz, insolente, temerario y provocador, se ha paseado por todos los teatros sin encontrar un rival que le haya hecho sombra"
En las vísperas de Todos los Santos, comparto una de las partes más conocidas de Don Juan Tenorio, la llamada Escena del sofá.























La ópera El barbero de Sevilla de Gioacchino Rossini se tituló inicialmente Almaviva, ossia l'Inutile Precauzione (Almaviva o la Inútil Precaución) para evitar la coincidencia con la ópera del mismo título de Giovanni Paisielo. En su estreno en Roma fue dirigida por el compositor y cantada por el famoso tenor sevillano Manuel García cosechando un rotundo fracaso, en parte por los abucheos premeditados de los partidarios de la obra de Pasielo. A partir de la segunda representación se convirtió en la obra exitosa que es hoy. La obertura original también fue un fracaso y Rossini tuvo que sustituirla por la que utilizó en sus óperas Aureliano de Palmira y Elisabetta, Regina d'Inglaterra, que es la que conocemos actualmente.


























La cavatina para barítono Largo al factotum es una de esas piezas que han transcendido el ámbito de la ópera para pasar a formar parte de eses melodías que todos reconocen y se asocia a un contexto y un personaje determinados. Rossini utiliza su famoso crescendo para transmitirnos la alegría de vivir, el entusiasmo vital y la felicidad contagiosa del personaje.  



En una plaza sevillana, al amanecer Figaro se presenta a sí mismo, canturreando. Enlazo varias versiones de la pieza.

La primera, con subtítulos en castellano está interpretada por Gino Quilico en la ópera de Sttugar.



La segunda interpretación corresponde al barítono Thomas Hampson en una gala celebrada en el Metropolitan Opera House de New York, en que dentro de una reunión, se recrean distintas piezas operísticas.


Para finalizar una impecable puesta en escena de Leo Nucci, uno de los Fígaro más reconocidos en los últimos años en una interpretación en el Teatro Reggio de Parma.


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#ViajedeOtoño: Japón, una mariposa en el paisaje

Sumergirnos en un viaje o en otra cultura no siempre nos lleva al corazón o al alma del lugar visitado. Tras el término Lejano Oriente, un poco por la distancia, otro tanto por la diferencia cultural, escondemos otros tópicos que nos alejan de la mirada con que captamos realidades más cercanas.

Viajamos a Japón de la mano de dos visiones, una de un escritor del país, Haruki Murakami, otra de un compositor que ayuda a la consolidación del tópico extranjero, el italiano Giacomo Puccini y su obra Madame Buterfly. Ambas miradas aportan el terrible dolor de la soledad, ese desesperanzado sentimiento que nos aparta de los demás incluso rodeado de personas.


Haruki Murakami, sempiterno candidato al Nobel, uno de los escritores actuales con un estilo más personal, presenta en sus obras unos personajes alejados de la tradición japonesa y más cercanos a los gustos occidentales, enredados en su mundo interior. La relación entre sus protagonistas, los libros o las bibliotecas y la música hacen que sus obras tengan una estructura única y personal.


Después de acompañarnos en este blog en Tres miradas a una biblioteca y una doble canción renacentista, nos esboza un paisaje fundamental y básico, determinante en el desarrollo de su libro Tokio Blues, una obra en la que nos relata las pérdidas y renuncias que implican el proceso de maduración que vive el protagonista.




Cuando a comienzos del siglo XX Giacomo Puccini estrenó Madama Butterfly se convirtió en el único fracaso que tuvo en su carrera. Basada en una obra teatral de David Belasco, sin diálogos, de un cuarto de hora de duración y que causó sensación en su época, Puccini quiso plasmar en su ópera la vigilia de Cio-Cio-San (Mma. Butterfly), una escena que narra musicalmente la espera durante toda la noche de su amado Pinkerton, un americano que se encaprichó de ella y que se ha casado en Estados Unidos. Después de unos arreglos entre el segundo y tercer acto, la obra se consolidó como una de las más exitosas de su carrera.



Puccini mostró siempre interés en recrear los ambientes de sus obras. Para Madama Butterfly realizó un profundo trabajo de investigación. Estudió la música japonesa, de la que incorporó a la obra varios fragmentos genuinos, entre ellos el himno imperial, además de costumbres, arquitectura y ritos del país.



El aria Un bel di vedremo (Un bello día veremos) transmite un dramatismo inmenso. Butterfly acaba de enterarse por carta que Pinkerton se ha casado con una americana y viaja a Japón. Al oír el cañonazo en el puerto anunciando la llegada de un barco, Cio-Cio-San está segura de que su amado dejará a su esposa y regresará a su lado. Cuenta a su acompañante Suzuki cómo lo recibirá.
Lo tremendo de la situación, y Puccini nos lo hace saber, es que todos, Butterfly, su sirvienta, nosotros, sabemos que no hay esperanza, que está sola. Una pieza que no se puede oír sin dejarnos un nudo en la garganta.





Tras esta versión interpretada por Florencia Fabris en Buenos Aires en 2010, una recreación del aria y el personaje extraída de la película de animación L'Opera Imaginaire.

mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm

Para terminar, una versión de audio con interpretación de la soprano neozelandesa Kiri Te Kanawa, una de las voces más limpias y con mejor dicción de las últimas décadas.

No se trata de Japón sólo lo que une las obras de esta entrada


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#ViajedeOtoño. Viena, la ciudades dentro de la ciudad

¿Qué vemos cuando visitamos una ciudad?
Vida y dolor, equilibrio y sufrimiento, desgarro y felicidad. La esencia de la vida está presente allí donde aparecemos los seres humanos.
Hay lugares que no sólo muestran lo que son. En ellos podemos vislumbrar lo que fueron en distintos momentos, qué personajes transitaron por ellos, qué papel jugaron en la historia los acontecimientos que transcurrieron por sus calles, sus edificios o sus habitantes.
Visitar una ciudad y quedarnos con sus centros comerciales, sus restaurantes de multinacional presentes con la misma imagen en todas las ciudades y no aprehender su cultura, su historia, lo que nos cuentan sus edificios, sus rasgos característicos, es desaprovechar una visita perdiendo la oportunidad de apreciar decenas de miradas distintas.
Seguimos nuestro Viaje de otoño después de Aún hoy, cada madrugada, Praga y En busca de América, nos acercamos a Viena.


Dos miradas nos acercan a esta ciudad centroeuropea. Por un lado nos acompaña el escritor Stefan Zweig, uno de los más prolíficos ensayistas, biógrafos y novelistas de la primera mitad del siglo XX. La música viene de la mano de Richard Strauss y pertenece a uno de los momentos claves de su ópera El Caballero de la Rosa.
La vida de Zweig vida está marcada, como tantos, por la sucesión de conflictos bélicos, el exilio y la certeza de la pérdida de su identidad entre la que contaba con el europeísmo que siempre mantuvo. Su habilidad para comprender el sufrimiento de las personas era formidable y supo transmitirlo en su obra. 






 En esta ocasión el texto pertenece a su libro El mundo del ayer, una obra en la recuerda el sueño compartido por su generación de una Europa en paz unidad por el arte y la cultura. Zweig se erige en la voz de toda una generación de pensadores y artistas que fue derrotada por la barbarie y la inhumanidad que asoló a todo el continente.


Tras esta dura mirada, la música nos acerca a Viena de una forma más amable de la mano del muniqués Richard Strauss, sin ningún lazo familiar con la conocida familia de músicos austriacos. Strauss, que había revolucionado el mundo operístico de comienzos de siglo con Salomé y Electra, decidió realizar una obra al estilo de Mozart. Los personajes y las situaciones están en la línea de las obras del autor de Salzburgo. El personaje de Octavian está interpretado por una mezzo igual que el Cherubino de Las bodas de Fígaro, mientras que La Mariscala recuerda a La Condesa. Hay entradas, salidas, parientes que aparecen, confusión de papeles y griterío. Incluso algunas notas homenajean temas de otras obras suyas.






 El libreto, como el de otras óperas es obra de Hugo von Hofmannsthal y se estrenó en Dresde en 1911. Uno de los momentos culminantes de la obra es el momento en que, siguiendo una costumbre de la época, un joven aristocrático, Octavian, lleva una rosa de plata a Sophie en nombre del barón Ochs, su novio, un arrogante aristócrata arruinado que desea con ella un matrimonio de conveniencia. Cuando Octavian y Sophie se encuentran el uno frente a la otra, los dos muchachos sienten algo extraño, una indescifrable turbación. Él queda encantado por la gracia de ella y se refrena con esfuerzo para no reaccionar encantado por su gracia y se refrena con esfuerzo para no reaccionar cuando el tosco barón intenta besarla ante todos.








Strauss consiguió lo que llamó el tono de la plata, una delicada mezcla de tonos agudos a cargo de tres flautas, tres violines, un arpa y una celesta, con el que quiso traducir al lenguaje musical el brillo de la plata y el motivo decorativo de la rosa, típicos del estilo Jugensdstil, del que Gustav Klimt es el más conocido representante en pintura.




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#ViajedeOtoño: En busca de América

Los auténticos viajeros se sumergen en el paisaje, se mimetizan, toman el color del lugar en el que están.
Siguiendo Un viaje de otoño que comenzó la semana pasada en un intento de acercarnos a Praga con Aún hoy, cada madrugada, esta semana cambiamos de continente. 


Buscando la esencia del país, los periodistas y escritores rusos Ilyá Ilf y Evgeni Petrov viajaron a Estados Unidos en 1935 en plena gran depresión. Llegaron a New York en los primeros días del mes de octubre y sus experiencias de varios meses las publicaron en el ensayo fotográfico American road trip, que se convirtió en libro con diversos títulos: Fotografías americanas, América de oro o América de una planta.


Después de recorrer el país de costa a costa, de New York a California regresando al punto de origen a bordo de un Ford, y acompañados de una cámara Leica, mostraron sus puntos de vista sobre la sociedad americana del momento para su público soviético, siendo críticos con las desigualdades sociales que encontraron y llegando a alabar determinados aspectos de la cultura y la forma de vida americanas.



Pienso que el texto es lo suficientemente explícito, por lo que no he querido colocar la imagen que lo acompaña, pero si la deseas contemplar, es fácil encontrar en la red.




En 1935, dos años antes de su prematuro fallecimiento, George Gershwin estrenó su ópera Porgy and Bess. Con ella relegó a los compositores europeos como Richard Strauss o Puccini que ocupaban el espacio escénico estadounidense, acompañados por héroes de otras épocas: reyes, guerreros, sacerdotisas galas o barberos andaluces. Los protagonistas eran afroamericanos descendientes de esclavos en los suburbios de Charlestone y compartían los mismos rasgos, acentos, voces y melodías que se oían en las calles. Surgió así, tras unos años de pausa, la gran ópera nacional americana, que causó una sensación sin precedentes tras una gira por todo el país y, después, por toda Europa en la década de los años 50.



Tras un viaje para enriquecer su experiencia personal, en el verano de 1935 finalizó la obra. Llegó a escribir: "Tengo a la música por algo tan maravilloso, que ni puedo llegar a creer que sea yo quien haya escrito alguna melodía". Nos acompaña una de las piezas más conocidas de la obra, el aria nana Summertime.





Summertime es de estas piezas que ha seguido una vida independiente de la obra en la que surge. Ha sido versionada en multitud de ocasiones, acariciando las voces negras sus notas y presentándola por todo el mundo. Las sonidos y las voces de Ella Fitzgerald y Louis Armstrong la recrean de forma excepcional en esta versión sólo audio.




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#ViajedeOtoño. Aún hoy, cada madrugada, Praga

¿Y si cuando viajamos dejamos de hacerlo como turistas para convertirnos en auténticos viajeros? 
No es frecuente que utilicemos el otoño como momento para desplazarnos fuera de nuestra residencia. Estamos marcados por la temporalidad del verano y algunos otros momentos a lo largo del año.
El otoño nos ofrece una sensación de recogimiento propio de nuestros ritmos laborales y el progresivo acortamiento de los días que proporciona oportunidades para el incremento de nuestra vida interior.



Te propongo la continuación de nuestro #ViajedeOtoño. No uno que nos lleve a visitar y medir con nuestros sentidos lo que ya conocemos y compararlo con lo que visitamos. Salir de esa continua visión de lo nuestro, lo que tenemos y vivimos en lo que estamos conociendo, para poder llegar al fondo de la esencia de la vida en otros lugares.
Seguro que hay un pasado viaje, un antiguo libro, una película concreta, que te pueden acercar a un lugar, en el que desde la distancia de tu hogar convertirte, no en un turista, sino en un viajero que se mimetiza con el lugar del viaje, sus costumbres, su estilo, se gente, sus calles o sus emociones.














El#ViajedeOtoño que te propongo es a la capital de la antigua BohemiaPraga, la capital de la República Checa. Una ciudad con un encanto y una personalidad difíciles de olvidar para quienes la visitamos en alguna ocasión.
El filólogo italiano Angelo Maria Ripellino, un enamorado de su cultura, nos sumerge en la ciudad, en sus vaivenes, sus personajes y su corazón en su voluminosa y más que amena obra, de la que te enlazo este certero comentario extraído del blog Confieso que he leído




 
En Praga Mágica, un libro abundante, erudito y detallado, Ripellino hace un retrato, un mosaico casi inacabable, un relato exhaustivo por el que pasan todas las culturas, todos los personajes, las creaciones, el barrio judío, Kafka, el Golem, la alquimia o la literatura que surgió en una de las ciudades con más personalidad y encanto de toda Centroeuropa.  





Bedric Smetana, el padre de la música nacional checa, de quien conocimos en primer lugar su poema sinfónico Ma Vlast (Mi Patria), gracias sobre todo a la inolvidable descripción en que nos recrea de forma geográfica, histórica y folclórica el transcurrir del río Vltava (Moldava) nos acompaña con su ópera Prodaná nevésta (La novia vendida).  



Bohemia. En la plaza del pueblo, junto a la iglesia, los campesinos celebran alegres la fiesta mayor. Marenka no participa en la celebración porque la obligan a casarse con el ignorante e ingenuo Vasek, aunque ella ama profundamente a Jenik. Un argumento universal que hizo que la obra triunfara en toda Europa.
Tres variantes del coro de inicio nos acompañan. La primera, festiva, lúdica, más informal, estudiantil y amateur, pero que nos transmite la alegría de la pieza. Interpreta en una versión para voces femeninas el Coro CDA de Virgina dirigido por Rollo Dilworth.


La segunda versión está grabada en 1980 con la dirección de Zdenek Kosler. La adaptación de la obra a la fonética checa y, sobre todo los giros melódicos tan característicos de la música de Smetana, nos acercan a la música popular en que se inspira.



La última audición es la que nos ofrece un sonido mejor registrado, aunque no he podido conocer quienes la interpretan.


Una interesante pieza del repertorio de coros de ópera, digna de cualquier concierto y agrupación.

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