Todos y cada uno de nosotros somos hijos de la Tierra, el planeta que es nuestra casa y en el desarrollamos nuestra existencia.
Los seres humanos, junto con el resto de seres vivos formamos parte consustancial de nuestro planeta, en los que no podemos dejar de lado la importancia que tienen en la vida que se desarrolla en nuestro universo particular elementos inertes como montañas, ríos, llanuras, mares y océanos.
Sentirnos miembros del enorme ecosistema Tierra supone compartir la vida que se desarrolla en él y colaborar, dentro de nuestros límites y posibilidades, en su funcionamiento. Se trata de un asunto crucial y delicado en cuanto que hemos de ser conscientes de anteponer actitudes y acciones que contribuyan a su cuidado y mantenimiento antes que los relacionados con un consumo irresponsable.
Formar parte de este mundo singular supone sentirnos miembros de cada uno de los lugares que lo forman, enriquecernos apreciando las diferencias y peculiaridades de cada lugar, grupo de personas, culturas o costumbres. Consiste en sentir que formamos parte de aquí y de allá, de nuestro entorno cercano y de los más recónditos lugares. Cuanto más conocemos, más humanos, complejos y completos nos sentimos y más unidos a un todo universal.
No hay lugar en estos casos a las luchas y batallas, a la imposición de los criterios propios a base de destruir a los diferentes, a la supremacía por la devastación y la destrucción que conllevan las guerras.
Tras muchos siglos en que las civilizaciones se formaban a partir de luchas y conquistas, los seres humanos comenzamos a apostar por una lucha diferente, la formación y consolidación de un mundo más universal y solidario, un planeta donde impere el respeto por los diferentes, la aceptación de culturas y costumbres y en el que los conflictos bélicos desaparezcan de una vez por todas. En el que los poderosos no acaparen todo el poder económico, el progreso llegue a todos los lugares y el hambre, la pobreza y la violencia desaparezcan.
En esta publicación te propongo una mirada sincera, acogedora y universal a la riqueza y variedad de nuestro planeta de mano de la poesía de Walt Whitman acompañada de músicas que aporten y complementen esa mirada. Nos acompañan Beethoven, Händel, Haydn y Mozart. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!
Walt Whitman editó por sus propios medios su primeros poemas, Hojas de hierba, en 1855, un libro que fue corrigiendo, reeditando y ampliando a lo largo de su vida, mostrando una de las personalidades más originales, personales, fuertes e individuales que ha dado la literatura de Estados Unidos a lo largo de su historia.
Incluido en su monumental Leaves of grass (Hojas de hierba), Salut au monde! (¡Saludo al mundo!, con el título original en francés) es un conjunto de poemas escrito en forma de coloquio consigo mismo que comienza con
¡Oh, toma mi mano, Walt Whitman!
al que sigue la pregunta
¿Qué se ensancha dentro de ti, Walt Whitman?
que es respondida por una serie de poemas convertidos en extensos catálogos que reflejan lo que el poeta vive, ve, siente y oye por y hacia todo el mundo.
El tercero de los poemas de Salut au monde! comienza con la pregunta ¿Qué oyes, Walt Whitman? y que nos muestra la variedad de cantos, gritos, danzas y sonidos que surgen de oficios, personas, objetos o animales de cualesquiera de los rincones de nuestro planeta.
Esa visión que acoge a todas las diferencias, que integra todo cuanto se oye se refleja en una de las obras de madurez de Joseph Haydn, Die Schöpfung (La Creación), catalogada como Hob XXI.W), un oratorio inspirado en una obra como El Mesías de Händel en el que pretendía «escribir una obra que proporcione fama eterna a mi nombre». Compuesta a partir de los relatos de la creación del mundo según el Génesis bíblico y con un libreto del barón Gottfried van Swieten, el oratorio fue compuesto entre 1796 y 1798 y se estrenó a finales de abril de ese mismo año en Viena, cuando el compositor se acercaba a los setenta años de edad.
La obra está dividida en tres partes a través de piezas instrumentales, recitativos, coros y arias. En las dos primeras partes los solistas son los arcángeles Gabriel, Uriel y Rafael, representados por voces de soprano, tenor y bajo respectivamente, mientras en la última, el protagonismo corresponde a Uriel, Adán y Eva, estos últimos interpretados por bajo o barítono y soprano.
Para acompañar esa visión que abarca a toda la tierra del poema de Whitman, nos quedamos con el nº 18 de La Creación, un trío interpretado por los arcángeles con el que el compositor austriaco nos muestra y comparte las maravillas de la creación.
La interpretación de este trío In holder Anmut stehn corresponde a Teresa Seidl, Christian Elsner y Michael Wolie con el Cracow Philharmonic Chorus y la Cracow Philharmonic Orchestra de la ciudad polaca, todos dirigidos por Roland Bader, en una grabación para Naxos Digital Services. Como en el resto de la publicación, puedes seguirlo siguiendo la lectura en el texto del libreto o haciéndolo con el poema de Whitman.
Nacido en Long Island, junto a Brooklyn, Nueva York, en 1819, Walt Whitman era hijo de un modesto carpintero y granjero, desarrollando los más diversos profesiones, desde maestro de escuela a director de periódicos, pasando por tipógrafo, carpintero, empleado público o enfermero durante la Guerra Civil americana. Su educación reglada se limitó a la escuela primaria, adquiriendo su formación vital de las diversas fuentes a las que se acercó: la vida urbana, el contacto directo y singular con la naturaleza, su abundante, intensa y desordenada afición a la lectura o sus experiencias laborales, especialmente las de tipo periodístico.
En esta profesión trabajó en una decena de periódicos como The New York Aurora, The Evening Tattler, The New York Statesman o The Daily Plebian, hasta trabajar como editor jefe en el Brooklyn Daily Eagle, donde ejerció el cargo hasta que fue despedido por sus manifestaciones contrarias a la esclavitud que iban contra las ideas del dueño del periódico. De allí pasó a lanzar un nuevo periódico, el Daily Crecent de Nueva Orleans, en el que permaneció unos meses.
Con su publicación de Hojas de hierba y los textos que le fue añadiendo, Whitman se erige en un escritor en la transición entre el trascendentalismo y el realismo filosófico, siendo llamado el «padre del verso libre». Su producción muestra una conciencia individual potente, una persona en su plenitud y vitalidad interior, lejos de la narración y los recursos literarios innecesarios y que muestra sus textos al lector, como escribe en Cantos de despedida
«Camarada, esto no es un libro:
quien lo toca, toca a un hombre»
El séptimo de los poemas se inicia con una nueva pregunta, ¿Qué ves, Walt Whitman?, entre cuyos versos de respuesta aparecen visiones de todo el planeta, en las que alternan algunas negativas como campos de batalla, enterramientos de guerreros o árboles arrancados con otras que nos acercan al esa diversidad que puebla nuestro planeta y a la que nos sentimos invitados a unirnos por el poeta.
Es la acción de los seres humanos la que rompe este equilibrio que encontramos en la naturaleza y en los esfuerzos que tantas personas han realizado y realizan para continuar manteniéndolo mientras desarrollan su existencia.
Nos acompaña ahora la obra en la que Haydn se inspiró para La Creación, el oratorio más conocido de Georg Friedrich Händel, El Mesías.
Catalogado como HWV 56, Messiah se basa en distintos textos de inspiración bíblica reunidos y adaptados por Charles Jennens y que se estrenó en Dublín el 13 de abril de 1742 y en Londres el año siguiente, en ambos lugares con un tibio recibimiento. En pocos años comenzó a ganar popularidad, convirtiéndose en una de las obras más interpretadas y reconocidas de todo el repertorio musical, especialmente su número más famoso, el Hallelujah!
Acercándonos al comienzo del poema anterior, nos acompaña el aria para bajo Why do the nations...? (¿Por qué las naciones...?) que nos acerca a esos tiempos en que las ambiciones, el miedo a las amenazas o la imposición frente al razonamiento rompen ese equilibrio que nos permite avanzar en el respeto, la concordia y el acuerdo.
El barítono Teddy Tahu Rhodes interpreta, furioso y enérgico Why do the Nations perteneciente a la segunda de las tres partes en que se divide El Mesías de Händel con la Orchestra of the Antipodes (un nombre interesante y sugerente para esta publicación dedicada a Walt Whitman) bajo la dirección de Antony Walker.
Segundo de los ocho hijos de Louisa van Velsor de origen holandés y Walter Whitman, de quien tomó el nombre, su padre era una persona de escasa formación, pero de un acendrado americanismo, hasta el punto de que llamó a tres de sus hijos con los nombres de George Washington, Thomas Jefferson y Andrew Jackson. Con el tiempo, su padre tuvo problemas con la bebida, igual que su hermano Andrew que falleció joven, mientras Jesse sufría violentos desequilibrios mentales, Edward padecía un retraso intelectual que le tuvo incapacitado para cuidarse y su hermana Hannah, con brotes psicóticos, se vio maltratada por su esposo.
En este ambiente se formó y desarrolló la personalidad de Whitman, buscándose la vida por sí mismo en la variedad de trabajos que acometió. Antes de Hojas de hierba publicó en 1842 la novela Franklin Evans, el borracho, una obra contra la plaga del alcoholismo que asolaba al país y a su propia familia, que alcanzó tan poco éxito que decidió buscar otros caminos.
Inmerso en una difícil situación económica, entre 1849 y 1855 Whitman se vio obligado a abrir un colmado que convirtió en librería e imprenta, mientas trabajaba, con escaso éxito, en la construcción y continuaba su colaboración con distintos periódicos como el Evening Post. Con el poco dinero ahorrado autopublicó en 1855 la primera edición de Leaves of grass que él mismo diseñó y compuso los tipos de imprenta, mostrando poca pericia, ya que abundan las erratas. Esta primera edición constaba de 95 página con doce poemas sin títulos y un prólogo -que no aparecería en las sucesivas reediciones-, y cuya autoría no aparecía en la cubierta, sino en la página de créditos, con un grabado en el que el autor, Walter Whitman, se mostraba con desaliño proletario y una media sonrisa. Apenas se vendieron algunos de los 795 ejemplares, mientras que algunos se enviaron a distintos autores y el propio Whitman realizó reseñas sobre el libro en algunos de los periódicos con los que colaboraba.
Tras la pregunta que abre el séptimo de los poemas de Salut au monde, el siguiente continúa con la respuesta a la pregunta ¿Qué ves, Walt Whitman?, continúa el autor con una enumeración en la que se cruzan animales, personas, profesiones y elementos de la naturaleza que observa, finalizando con las afirmaciones que muestran su sintonía y sentimientos a lo universal con los versos que se inician con la expresión «soy de...».
Tras la furiosa diatriba de la música de Händel en su Messiah del aria Why do the nations, nos acercamos a la única ópera de Beethoven, Fidelio.
Estrenada en 1805 en el Theater an der Wien de la capital austriaca, Fideio oder die eheliche Liebe (Fidelio o el amor conyugal, Op. 72) con un libreto de Joseph F. Sonnleithner de la que se trató en este blog en La libertad, Beethoven y Fidelio, la ópera narra cómo Leonora, disfrazada como el guardia de la prisión Fidelio rescata a su esposo Florestán de la condena a la que está sometido por cuestiones políticas.
De esta obra, los aires libres y universales de Whitman nos acercan al coro de prisioneros que forman la escena novena del Acto I de Fidelio, el momento en que los prisioneros salen unos momentos de sus celdas y mezclan las sensaciones que sienten al respirar el aire libre con la libertad, unas sensaciones que desaparecen cuando deben regresar de nuevo a su lugar de confinamiento.
Este coro de prisioneros O welche Lust está interpretado por el Coro y Orquesta de la Wiener Staatsoper dirigido en 1978 por Leonard Bernstein en una grabación para la Deutsche Grammophon.
El escaso éxito de Hojas de Hierba hizo que Whitman se animara a realizar una reedición un año más tarde. Con un tirada de 1.000 ejemplares el formato consistía ahora en un libro de bolsillo que constaba de 384 páginas y 32 poemas que ya tenían título, donde el autor ya aparecía con el nombre de Walt en lugar del Walter original, y un apéndice que incluía una carta de respuesta del escritor Ralph Waldo Emerson, el único que había alabado su obra. El éxito fue más corto que en la primera edición, vendiéndose aún menos ejemplares.
Desde el primer momento, Hojas de hierba supuso un deseo de tender la mano hacia el ciudadano común, creando un épica americana que el autor revisó y aumentó a lo largo de su vida, hasta alcanzar la edición definitiva en 1892, en la que Salut au monde se incluyó en la edición de David McKay, Publisher, Philadelphia.
Esa universalidad, el cosmopolitismo que abraza todas las diferencias, peculiaridades y singularidades se hace más presente en el poema número once de Salut au monde, que comienza, no con una pregunta, sino con la exclamación ¡Tú, quienquiera que seas! Aquí, Whitman se dirige y se funde con toda la diversidad en una nueva enumeración que todo lo alcanza, pasando del tú particular al más universal vosotros, para concluir con un íntimo y personal cada uno.
Este sentimiento universal, acogedor, que abraza a todos que nos transmite Walt Whitman lo encontramos también en la última ópera de Mozart.
Estrenada pocos meses antes de su fallecimiento, Die Zaubertlüte (La flauta mágica, Kv 620), es una simbiosis entre cuento oriental y simbología y música masónica.
El coro final del primer acto de La flauta mágica nos acerca a ese sentimiento cosmológico que abraza Whitman en su poesía.
Walt Whitman creó con Hojas de hierba y los poemas que le fue añadiendo la gran epopeya americana, una obra que muestra su voz vigorosa a la vez que sutil, simultánea al nacimiento y desarrollo de los Estados Unidos como nación.
Pese a que fue controvertido en su tiempo al ser considerado obsceno por sus referencias a una abierta sexualidad, sus poemas recogen la enorme diversidad de su país, sus extensos e inabarcables paisajes, la vasta y heterogénea población que lo conforma, el carácter indómito y natural de sus habitantes. Es parte de la formación de un nuevo lenguaje y una mirada que rompe con los cánones europeos y proclama la creación de un mundo nuevo en el Nuevo Mundo, en el que todos están llamados a ser libres e iguales.
Además, los poemas de Whitman son el retrato y la esencia de su persona que expresa sus pasiones, anhelos y sueños en cada página de su obra: el amor por la naturaleza, el erotismo, la tumultuosa vida en las ciudades, el ímpetu y la musicalidad de su voz hacen que su obra formen parte indispensable de la literatura americana y universal.
Tras un derrame cerebral, Whitman se trasladó a Camden, New Jersey, falleciendo en 1892 a los setenta y dos años de edad, el mismo año que salió a la imprenta la edición definitiva de su obra.
El último de los doce poemas -el nº 9 no existe- sirve a Walt Whitman para hacernos una suerte de recapitulación de todo lo que ha tratado en Salut au monde, desde el inicial ¡Oh, cógeme la mano Walt Whitman! pasando por las preguntas ¿Qué ves? y ¿Qué oyes? y las respuestas que las acompañan en las que su espiritu, y el nuestro, se funden en el todo que conforma nuestro vasto, complejo y enorme planeta.
No podemos dejar esta publicación sobre Salut au monde y la poesía y el pensamiento de Whitman dejando dos obras que no finalizan apuntando en la misma dirección que el poeta americano. Si Händel nos dejaba el amargo y siempre actual enfado por las luchas en Why do the nations y Beethoven hacía regresar a los prisioneros a sus celdas, volvemos a Fidelio con un nuevo coro que nos acerque a las ideas y sentimientos que nos transmite Walt Whitman.
Las escena 7ª del Acto II de Fidelio, poco antes del final de la ópera nos presenta al pueblo congregado en la plaza que asiste al comienzo del desenlace en que la libertad, la justicia y la gracia superan la opresión y la oscuridad.
La interpretación corresponde a una grabación del Coro y la Orquesta Sinfónica del Bayerischen Rundfunks dirigidos por Sir Colin Davis de 196 para Sony Classical.
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Bibliografía y webgrafía consultadas:
- Whitman, Walt. Hojas de hierba. Edición de 1892. Editorial Losada, 2009.