Estancias

Soy Truman Capote. Soy un genio

Hay creadores que se convierten en protagonistas al mismo nivel que sus obras. Si la mayoría de autores desarrollan todos sus esfuerzos en mostrarnos a través de sus obras sus pensamientos, su visión de la sociedad y del mundo, dejando su vida en un discreto lugar, otros no tienen reparos en dejar que su propia vida sea también expuesta al público.
Es el caso de Truman Capote, simultáneamente un escritor y un personaje asiduo a lo que se denominaba «ecos de sociedad» hasta que cayó en una espiral de autodestrucción al desvelar en uno de sus libros detalles íntimos de los miembros de esa sociedad en la que se desenvolvía.
Truman Capote, del que se cumplen cien años de su nacimiento ocurrido el 30 de septiembre de 1924, está considerado uno de los mejores y más controvertidos narradores norteamericanos del siglo XX. 
En esta publicación te propongo recordar su figura y tres de sus obras más conocidas al cumplirse en 2024 el centenario de su nacimiento, acompañada de música que, de una u otra forma, tiene relación con su obra. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!



Licenciado en Derecho, Arch Persons estaba convencido de que tendría una vida rica y desahogada, igual que su joven esposa Lillie Mae Faulk, de diecisiete años, Miss Alabama, una huérfana que vivía en casa de unos parientes lejanos. En plena luna de miel, el novio le dijo a la joven que se había quedado sin fondos y que se volviera a Monroeville con sus parientes, mientras él se rehacía y pudieran comenzar la lujosa vida que se merecían.
Convencida de que su futuro dependería de ella, comenzó a estudiar en una escuela de negocios, hasta que un día un mareo le hizo comprender que estaba embarazada y que su vida cambiaba definitivamente. Volvió con su esposo hasta que a finales de septiembre nació en un hotel de Nueva Orleans el pequeño Truman Streckfus Persons.
Su infancia estuvo marcada por la soledad y el abandono, ya que sus padres vivían en habitaciones de hotel y por las noches se iban echando la llave de la habitación, advirtiendo a los empleados que no se dejaran embaucar por los calculados gritos del niño. Ya mayor contaba: «Era una pesadilla constante. Tenía miedo de que nunca regresaron. Recuerdo aquellos años como un estado continuo de tensión y miedo».
Con siete años de edad, sus padres se divorciaron, él se despreocupó totalmente del niño, y ella se mostraba excesivamente cariñosa con el pequeño, aunque seguía dejándolo solo o encerrado en su habitación cuando se iba con sus amantes. También recordó Truman aquellos momentos: «Mi madre se acostaba con un hombre de San Luis. Yo sólo tenía dos años, pero recuerdo hasta el color moreno de su pelo. Estábamos en casa de él y yo dormía en el sofá. Me desperté cuando estaban discutiendo. Él sacó una corbata y comenzó a estrangularla. Se paró porque comencé a gritar histérico».
En una ocasión en que estaban en casa de sus parientes en Monroeville, los jadeos amorosos de su madre y el amante de turno despertaron a sus abuelos que acabaron echando a su madre de la casa. El pequeño Truman quedó en el pueblo con sus ancianos parientes y la  compañía de una niña, Harper Lee, la autora de Matar a un ruiseñor, de cuya intermitente amistad a lo largo de los años tratamos en Harper y Truman, dos niños que jugaban juntos.
De vez en cuando regresaba su madre, estaba varios días y, cuando el niño pensaba que se lo llevaría con ella, volvía a irse, dejándolo llorando en medio de la carretera viendo cómo su coche se alejaba. 
Esta desgraciada infancia marcó de forma determinante la vida de Truman que manifestaría muchos años después: «Ahora mismo puedo recordar aquella habitaciones de San Luis y Nueva Orleans. Desde entonces tengo sentimientos de claustrofobia y abandono. Mi madre me encerró con llaves y jamás he logrado salir». 

En el fondo, todos los personajes de Truman Capote son niños o adultos que aún no han terminado de despegarse de la infancia. Tras su primer gran éxito, Otras voces, otros ámbitos, vinieron otros como Un árbol de noche y otros cuentos, El arpa de hierba o Se oyen las musas. Pero de todos estos primeros, el libro que quizás le reportó más éxito por haber sido llevado a la gran pantalla fue Breakfast at Tiffany's (Desayuno en Tiffany's o Desayuno con diamantes, 1958).

El joven Truman Capote, fotografía de Carl van Vechten (1948)
Es una obra que surgió tras un tiempo de experimentación en la que Capote narra una historia liviana en apariencia, ágil y fresca en su estilo, con un escenario relajado, divertido y con toques de ironía en el que casi no se aprecia que la historia ocurre en el Nueva York de la Segunda Guerra Mundial. El narrador es uno de los vecinos del edificio donde vive Holly Gollightly que va recordando la historia de la joven de apenas 18 años, descarada, alocada y sincera, una muchacha sin mala intención que casi no sabe qué día es, que no tiene trabajo y que tan sólo obtiene las propinas que le dan algunos hombres con los que se relaciona para ir al tocador.
El primer texto que nos acompaña asistimos a una conversación leve, cambiante en el tema que nos va mostrando la filosofía de vida de Holly.


En Nueva York Lillie Mae se reencontró con un coronel retirado del ejército español en Cuba a quien había conocido en Nueva Orleans. José García Capote había hecho una pequeña fortuna en Walt Street y pudo ofrecer a la joven de veinticuatro años -que ahora respondía al nombre de Nina- todo lo que había soñado. Recuperaron al niño a quien Capote adoptó legalmente dándole su apellido, aunque siguió quedándose solo encerrado cuando sus padres salían cada noche.
Truman Capote estudió en el Trinity School y la St. John's Academy neoyorkinos, abandonando este último para entrar a trabajar en The New Yorker como el más joven de sus reporteros. Aunque su trabajo era tan simple como seleccionar los chistes que se publicarían cada día o recortar periódicos, estaba decidido a ser escritor, rico y famoso, por lo que vestía con elegancia para que todos en la redacción supieran hasta dónde iba a llegar.
En esta etapa comenzó a publicar sus primeros relatos, historias de soledad, de misterio o terror. Uno de ellos, Miriam, publicado en la revista Mademoiselle que obtuvo el prestigioso Premio de narraciones breves O. Henry.

Truman Capote cuando escribió Desayuno en Tiffany's (1958). Phyllis Cert
474-capote por Phyllis Cerf, 1958
La fama que le otorgó Breakfast at Tfiffany's le debe mucho a la versión cinematográfica que dirigiera en 1961 Blake Edwards con George Peppard y una inolvidable Audrey Hepburn, que hace que no podamos imaginarnos a Holly Golightly con otra imagen.
Nos acompaña la canción Moon river, con letra de Johnny Mercer y música de Henry Mancini compuesta expresamente para ser interpretada en esta película por Audrey Hepburn y con la que obtuvieron el Oscar a la mejor canción de ese año. Aunque con algunas frases poco traducibles, la versión nos muestra a la joven Holly en la ventana de su habitación mientras su vecino, el anónimo narrador se asoma al oírla cantar. Inolvidable.


Cedo por unos momentos la palabra al propio autor que trata de sus primeros momentos en el mundo de la escritura tal como lo detalla en el prólogo del libro Música para camaleones:


A los veintitrés años publicó su primera novela Other voices, other rooms (Otras voces, otros ámbitos, 1948) un libro del que también traté en Harper y Truman, dos niños que jugaban juntos,. De nuevo, en el prefacio de Música para camaleones, Capote se vuelve a referir a esta obra y a sí mismo: «Otros desecharon el libro como si fuese una rara casualidad: "Es sorprendente que alguien tan joven pueda escribir tan bien". ¿Sorprendente? ¡Sólo había estado escribiendo día tras día durante catorce años!»

Posiblemente su novela más conocida sea In col blood (A sangre fría, 1966), con la que inauguró un nuevo género: Nonfiction novel (novela de no-ficción o novela testimonio), una  obra que aunaba la credibilidad de una noticia, la inmediatez de una película, la precisión de un poema y la profundidad de un relato. En ella trata del asesinato, sin un motivo aparente, de los miembros de una familia de granjeros de Kansas.
Al leer la noticia decidió dirigirse a Holcomb para conocer los detalles de primera mano y entrevistar a los vecinos de la localidad acompañado de su amiga de la infancia Harper Lee, la autora de Matar a un ruiseñorSin ella, que le facilitó el acercamiento a quienes recelaban de un periodista y escritor famoso y homosexual, no habría podido acercarse a aquellos recelosos habitantes.
Descartada la idea del reportaje periodístico, Capote profundizó en los asesinos, se entrevistó con ellos en la prisión de Lansing, accedió a las transcripciones del juicio y se implicó emocionalmente para escribir un libro en el que no habría ficción, sino un relato real contado por un narrador omnisciente.
Agobiado por la intensa vida social que llevaba, comprendió que nunca podría escribir con los más de 4.000 folios de información el libro ni en Kansas ni en Nueva York, así que se fue a Palamós en la Costa Brava, donde había pasado varios veranos para escribir, no la mera reseña de un crimen, sino la historia de una familia honrada y trabajadora que fue asesinada inexplicablemente en plena noche por dos desconocidos.
Tras diversas vicisitudes entre las que surgieron rumores como que uno de los asesinos había escrito un relato sobre el crimen para publicarlo, lo que supondría una competencia para la novel, los asesinos fueron ahorcados en abril de 1965, pese a algunas presiones para evitarlo. A sangre fría apareció publicada al año siguiente y estuvo ocho meses en la lista de los libros más vendidos del país. 
En uno de esos actos sociales de los que tanto gustaba, en noviembre de 1966, Truman Capote organizó una Gala en blanco y negro, con los 500 invitados vistiendo esos tonos en el Hotel Plaza neoyorquino. 
A partir de esta historia y del libro A sangre fría hay dos películas. En Truman Capote (o, simplemente Capote, 2005), de Bennett Miller, con el protagonista interpretado por Philip Seymour Hoffman, en la que se cuenta el proceso de investigación entre el escritor y Harper Lee y la génesis del libro. Justo un año después de publicarse éste, Richard Brooks dirigió In cold blood (1967) donde se recrean los sucesos narrados en el mismo. Ambas películas suelen estar disponibles en las distintas plataformas audiovisuales.

Truman Capote en el aeropuerto de Ámsterdam para presentar la película A sangre fría (14/3/1968). Fotografía de Eric Koch para Anefo.
Para acompañar el siguiente texto te propongo una pieza compuesta por Michael Danna perteneciente a la banda sonora de la película Truman Capote publicada en Capote, the album bajo la dirección musical de Nicholas Dodd. Se trata de N. Y. ReadingOírlo añade una tensión que propicia la lectura.


En el texto siguiente, se recogen algunas de las impresiones que el periodista y escritor recogió de sus primeros días de investigación entre uno de los policías que investiga el caso y los vecinos de Holcomb antes de comenzar a profundizar en el asesinato de la familia Clutter.


El éxito literario le llevó, como decía, al éxito social, convirtiéndose en un asiduo de las fiestas de la alta sociedad norteamericana. Homosexual -vivió con su pareja el actor Jack Dunphy desde 1948, aunque tuvo multitud de amantes-, frívolo, chismoso e interesado, utilizó sus informaciones y secretos de algunas damas de esa alta sociedad que lo habían tenido por confidente para darlos a conocer en Answered Prayers (Plegarias atendidas, 1986), una obra que quedó inconclusa al adelantar algunos capítulos y sentir que esas personas lo consideraban un traidor. Aunque ya lo estaba, esta situación lo precipitó de forma irremediable al infierno del alcohol y las drogas.

Truman Capote (1966)
Dada la proximidad en el tiempo de Truman Capone, me parece interesante escuchar al propio autor, más un personaje que un escritor, en esta grabación correspondiente a The Dick Cavett Show del 25 de mayo de 1971 en el que podemos contemplar su pose ante las cámaras, su aflautada voz de niño y la impostación del personaje, mientras charla con el presentador y dos invitados, entre los que se encuentra el inigualable Groucho Marx. La conversación deriva, como es de esperar estando el genial humorista, hacia temas casi intraducibles por los juegos de palabras y desviaciones del tema que tratan. Si lo deseas, puedes activar la traducción simultánea. 


Uno de los últimos libros interesantes de Truman Capote es Music for chameleons (Música para camaleones, 1980), un título algo enigmático pero que podría aludir a sus cualidades literarias y a su estilo que se va adaptando continuamente, y que toma de la primera de las narraciones del volumen. Dividido en tres partes, en la primera encontramos seis piezas breves, en la segunda una inquietante novela corta, Ataúdes tallados a mano, mientras la última parte incluye siete conversaciones y retratos de distintos temas, recursos y estilos, en en último de los cuales, muestra un retrato-conversación con imaginario gemelo suyo en el que se definió: «No soy un santo. Soy alcohólico, soy drogadicto, soy homosexual. Soy un genio».
Es un libro ciertamente camaleónico en que muestra todos los registros de la narración que domina a la perfección, casi como una fuga musical que va cambiando de instrumento y tono, que va adquiriendo diversos colores y matices a través de lo que siempre buscó, una escritura sencilla, directa y limpia como un arroyo de montaña.

Cartel para el documental The Capote tapes de Ebs Burnough (2019)
Nos acompaña el cuarto relato de la tercera parte de Música para camaleones, Derring-do (Intrepidez), en el que narra, en primera persona, una situación que vivió en el estado de California a cuento de las conversaciones que mantuvo con un preso acusado de un asesinato que le confesó y una citación policial. 


En su prolífica carrera no podía faltar su acercamiento al género musical. En 1954 escribió el libreto para el musical House of flowers (La casa de las flores) con música de Irving Arlen. Estrenada en el Teatro Alvin de Broadway el 30 de diciembre de 1954, fue dirigida por Peter Brook con un reparto encabezado por Pearl Bailey con Diahann Carroll y Juanita Hall llegando a las 165 funciones, reponiéndose de nuevo en 1992.

Truman con Pearl Bailey (en el centro) y Gloria Vandebilt (1955)
El enlace nos muestra un vídeo homenaje a la protagonista de House of flowers, la polifacética actriz, bailarina y cantante Pearl Bailey que interpreta uno de los números más conocidos de este musical, Don't like goodbyes (No me gustan las despedidas). 


El 25 de agosto de 1984, a un mes de cumplir los sesenta, se despertó en la casa de Joanna Carson. Estaba pálido y agotado. Aunque la esposa del presentador Johnny Carson pensó que el desayuno se sentaría bien y le daría fuerzas, Truman no la dejó moverse de la habitación. Estuvo hablando varias horas, casi todo el tiempo sobre su madre. Joanna quiso llamar a una ambulancia pero él se negó: «No quiero volver a pasar por todo esto. Si te importo, no hagas nada. Déjame ir». Desde ese momento sólo habló en susurros: «Mamá..., mamá» y «siento frío». Falleció a las 12:21 horas. La autopsia confirmó que no había alcohol en su sangre, pero sí un cóctel de barbitúricos y otras sustancias sin identificar.

Capote en su apartamento en la época en que publicó Música para camaleones (21/7/1980)
No puedo finalizar esta publicación sin avanzar unos párrafos en el relato de Intrepidez en el punto en que quedó, así que el texto continúa avanzando donde Truman Capote nos dejó, con la agilidad propia del autor que coincide con la que la situación requiere. 


Como ves, fue la protagonista de House of flowers la que apareció en el momento oportuno mientras estaba en la cabina. S
i deseas leer cómo concluye este retrato-relato, puedes hacerlo en el siguiente enlace: Intrepidez leyendo a partir de la página 135.

Con este relato concluye este homenaje a un escritor y personaje tan genial como controvertido, uno de los puntales de la literatura norteamericana del siglo XX, con algunas obras maestras para leer y reflexionar sobre el uso del lenguaje, el estilo literario y cómo la fama puede llegar a afectar a los creadores.

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Bibliografía y webgrafía consultadas:
  • Capote, Truman. Desayuno en Tiffany's. Editorial Anagrama S. A. U., Colección Compactos, traducción de Enrique Murillo, Barcelona (1990). ISBN: 9788433920171.
  • Capote, Truman. A sangre fría, Editorial Anagrama, colección Panorama de Narrativas, traducción de Jesús Zulaika Goicoechea (1987). ISBN: 9788433928023.
  • Capote, Truman. Música para camaleones, Editorial Anagrama S. A. U., traducción de Benito Gómez Ibáñez, Barcelona (2006). ISBN: 9788433914361.
  • Danna, Michael. Capote, the album, Metro-Goldwyn-Mayer Music Inc and Columbia Pictures Industries, Inc.

Los planetas y Gustav Holst

Observar lo que nos rodea es signo de curiosidad que nos muestra nuestra capacidad de aprender. Nos permite conocer lo que tenemos al alcance de nuestros sentidos y posibilita que muestra mente e inteligencia crezcan al relacionar e intentar comprender lo observado, vivido y sentido.
Desde los tiempos más remotos hemos tenido la curiosidad de observar lo que nos rodea, en primer lugar como mecanismo de defensa ante depredadores y diversos peligros, más adelante para poder construir un entorno más seguro, protector, avanzado y cómodo. 
Esa observación que hemos completado con el aprendizaje que se ha implantado en nuestras sociedades, nos ha llevado a desarrollar la vida que tenemos en la actualidad, una vida llena simultáneamente de grandes avances en el desarrollo y calidad de vida y de contradicciones en su distribución, equidad y respeto al medio ambiente y al planeta.
Observar el entorno urbano en el que vivimos para desenvolvernos en él y, en función de nuestras posibilidades mejorarlo es fundamental en nuestras vidas. Pasear por la naturaleza observando los paisajes, sus plantas y animales, además de despejar nuestros problemas y el estrés diario, es una forma de sentirnos parte de ella, de encontrarnos en contacto y en armonía con nuestro planeta.
Pero hay una observación, como mirar por encima de nuestras cabezas en la profundidad del cielo nocturno, que cada vez nos cuesta más trabajo por distintas razones: la contaminación lumínica que inunda nuestros pueblos y ciudades, la falta de tiempo y el tener que desplazarnos buscando lugares adecuados para realizarla, que limitan una actividad que nos acerca a nuestra propia esencia.
Este mirar al cielo sirve de argumento para celebrar años del nacimiento de un compositor que dedicó una de sus obras, quizás la más conocidas de todas, a los vecinos que nos acompañan en nuestro viaje alrededor del sol, los planetas.
Aprovechando que se cumplen años del nacimiento el 21 de septiembre de 1874 de Gustav Holst, te propongo un paseo por su obra más conocida, Los planetas. Nos acompañan en el viaje textos de Voltaire y Carl Sagan. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere! 


Gustav Theodore von Holst nació en Cheltenham, como decía, el 21 de septiembre de 1874, por lo que en 2024 se celebra el sesquicentenario de su nacimiento. Hijo del organista y director del coro de la iglesia de la localidad y de una cantante y pianista, desde pequeño comenzó a tocar piano, violín y trombón, hasta estudiar composición en el Royal College of Music de Londres.
Aunque llegó a tocar de modo profesional el trombón, prefirió centrar su vida en la enseñanza musical en las escuelas a partir de 1903 y, poco a poco, se fue abriendo el camino como compositor.
Su fama comenzó a crecer a partir de 1920 con la publicación de dos obras, El himno de Jesús para orquesta y coro y Los planetas, estrenada un par de años antes.
Aunque podamos pensar que esta suite orquestal que nos acompaña tiene relación con la ciencia y la astronomía, en realidad nada la une a esta ciencia que vivía un momento interesante en los años en los que Holst la compuso.

Gustav Holst, fotografía de Herbert Lambert (1921), National Protrait Gallery
En 1913, Holst viajó con unos amigos artistas a Mallorca donde le iniciaron en el estudio de la astrología. A su regreso, quedó fascinado por la lectura de What is a Horoscope and How is it cast? del astrólogo Alan Leo, por lo que se interesó aun más en esta materia y decidió componer una suite para orquesta en ese mismo año. 
Su intención era escoger un aspecto de cada planeta y componer una obra a partir de él, sin otro motivo más que entretener eliminando significados astronómicos o de cualquier otro tipo. Se propuso analizar las características de la personalidad de quienes conocía a partir del signo del planeta bajo el que habían nacido, llegando a dejar de lado más adelante, en cierta medida, los aspectos astrológicos para centrarse en su propia creatividad.
Así, ese mismo año comenzó a preparar la primera pieza planetaria, Mars, the bringer or war (Marte, el portador de la guerra). Este planeta se asocia en astrología con la confianza y autoafirmación, además de la energía, la fuerza, la impulsividad o la ambición. Para Alan Leo, los nacidos bajo el dominio de Marte son aficionados a la libertad y la independencia, son fiables en su coraje y aficionados a la aventura y el progreso, relacionándose con el dios mitológico que da nombre al planeta, el antiguo dios de la guerra y que se refleja en el color rojo con el que lo vemos.
Con estos mimbres, Holst parte de una quietud para alcanzar en segundos el augurio de una confrontación bélica. Es conveniente recordar que cuando comenzó a escribir este movimiento no había comenzado la Primera Guerra Mundial, pero cuando se estrenó ya había finalizado. En este movimiento bélico podemos intuir instrumentos de destrucción como ametralladoras, tanques o bombas, así como música que nos evoca fanfarrias guerreras. A lo largo del movimiento, una repentina calma es el preludio de un ataque aún más violento hasta finalizar abruptamente. Se trata de una pieza hipnótica, horrible en su concepto, pero bella en su forma, que se acerca más al dios de la guerra que a los conocimientos que se tenían en aquel tiempo del planeta rojo.

Nos acompaña Los Angeles Philharmonic Orchestra dirigida por su titular, el venezolano Gustavo Dudamel en una interpretación que se grabó en agosto de 2017 en The Hollywood Bowl.


Pese a la relación que establece Holst en su obra, me parece interesante compartir el punto de vista astrológico con otros distintos, como el relacionado con el pensamiento filosófico y el meramente astronómico.
Los planetas se conocen desde la antigüedad clásica hasta el punto de que su nombre proviene del griego πλανήτες (planétés) cuyo significado es «errante», diferenciándolos así de las estrella que permanecen fijas en el cielo y que cambian paulatinamente sus posiciones con el transcurso del año, las constelaciones y la época del zodiaco en que nos encontremos.

Ilustración del sistema solar de Juan d'Olivar para la novela "Entretiens sur la Pluralité des Mondes" (1686), grabado a buril
Entre sus muchos escritos, Voltaire nos remite a cuentos, historias y razonamientos de tipo filosóficos. En Cartas filosóficas y otros escritos se recogen algunos textos que tratan sobre la evolución del pensamiento, varios de ellos relacionados con nuestras observaciones celestes a lo largo del tiempo.
En otro de esos escritos, Cielo de los antiguos, utiliza la metáfora del gusano de seda en los siguientes términos:

Si el gusano de seda diera el nombre de cielo a la pelusilla que forma su capullo, razonaría igual que razonaron los antiguos, dando a la atmósfera el nombre de cielo, que es, como dice Fontenelle, la seda de nuestro capullo. Creyeron los antiguos que los vapores que exhalan los mares y la tierra y que forman las nubes, los meteros y los truenos eran la morada de los dioses. Los dioses descienden siempre de nubes de oro en  las obras de Homero, y por eso todavía hoy los pintores los representan sentados en una nube.

En el escrito que nos acompaña, Cielo material, Voltaire razona sobre cómo ha ido evolucionando esta idea a través del tiempo y cómo en determinados momentos ha avanzado el conocimiento de los planetas y cómo en otros han ido retrocediendo estos razonamientos científicos. Al hablar de los planetas, es interesante también comprobar que en el tiempo en que escribió este texto sólo se conocían cinco planetas principales.


Una vez compuesto Mars, Holst terminó de diseñar su obra a la que llamó inicialmente Seven pieces for Orchestra y que más adelante titularía definitivamente The planets.
Aunque los planetas de nuestro sistema solar son -eran- nueve, en esta obra solo aparecen siete. Plutón, que la comunidad científica ha descatalogado como planeta en los últimos años, aún no había sido descubierto cuando se compuso la obra y Holst decidió prescindir de nuestro planeta en su trabajo, considerando que la inmensa mayoría de las obras compuestas hasta entonces ya hablaban de nuestro planeta.
Además, decidió que el orden de las piezas no sería el habitual por proximidad hacia el sol, sino que comenzaría por la primera compuesta, Marte, una obra que posee la fuerza y la atracción suficiente para iniciar una obra.
Pocos días antes del estreno Holst indicaba que no era necesario un programa que explicara las piezas y que bastaba solo con el título de cada una para guiar la imaginación del oyente y que pudiera apreciar la riqueza y brillantez de esta música original, dramática y, en cierto modo, exótica y extraterrestre.


Te propongo dar un salto en la obra y dirigirnos al penúltimo planeta y movimiento. Uranus, the magician (Urano, el mago) comienza con un grupo de cuatro notas que van a aparecer de forma recurrente en todo el movimiento, en ocasiones como parte de la melodía principal, en otros casos, como parte contrastante de la misma. La pieza, con esas cuatro notas iniciales, recuerda de forma nítida a El aprendiz de brujo de Paul Dukas, que muchos tenemos asociado a Mickey Mouse en la película Fantasía. Holst presenta a este planeta como un mago cuya música sugiere la ejecución de trucos de magia de los que el propio mago se vanagloria hasta desembocar en una marcha grandiosa y algo ufana y fanfarrona que finaliza con un silencio. Tras este, comenzando por el arpa, la música se vuelve etérea e ingrávida como el espacio exterior para recordarnos dónde se encuentra el planeta. 

La música que nos acompaña corre a cargo de la BBC Symphony Orchestra dirigida por Susanna Mälkki en una interpretación que se llevó a cabo en el Royal Albert Hall londinense en junio de 2015 dentro de los Proms de esa temporada. 


Del texto de Voltaire, más relacionado con la historia del pensamiento nos acercamos a otro del que quizás sea el mayor divulgador de la astronomía del siglo pasado.
Carl Sagan (1934-1996) estudió en la Radway High School de New Jersey y se graduó como físico a los veinte años, doctorándose años después en Astronomía y Astrofísica. Compaginó sus clases en la universidad de Harvard con su participación en la NASA en el proyecto Mariner 4 que llevó a Marte la primera sonda espacial en 1965. Más adelante ingresó en la Universidad de Cornell, en Ithaca, New York, donde se convirtió en el director del Laboratorio de Ciencias Espaciales. Fue cofundador y presidente de la Sociedad Planetaria, la mayor organización sobre estudios e intereses espaciales. Volvió a participar en la NASA en la misión Apolo 11 hacia la Luna y en la Mariner 9, de nuevo a marte.
Su fama entre el gran público le llegó cuando decidió utilizar la televisión para divulgar la astronomía, la historia y la cosmología con su serie de programas Cosmos, la serie científica de mayor éxito en la historia de la televisión. 


Como consecuencia de esta serie publicó su libro Cosmos, en el que logra que las ideas científicas sean comprensibles y apasionen a los lectores desde la hipótesis del Big-bang hasta el conocimiento del espacio, el surgimiento de la vida en nuestro planeta o la posibilidad de que pueda existir en otros remotos lugares.
Nos acompaña un texto del capítulo inicial de Cosmos, En la orilla del océano cósmico en el que Sagan realiza un viaje por el espacio sideral que finaliza acercándose a lo que denomina «el patio de casa», nuestro sistema solar, el lugar donde desarrollamos nuestra vida y del que tan poco conocemos.


Para crear una obra que sugiriera música extraterrestre, en el sentido literal de la palabra, Holst tomó una serie de decisiones. Entre ellas se encontraba dar a cada movimiento una personalidad diferente, crear una suerte de estado de ánimo, lo que alejaba a la obra del modo sinfónico que el compositor no deseaba utilizar. 
Por otra parte, creyó necesario utilizar una gran orquesta con algunos instrumentos poco usuales que le ayudaran a crear esas atmósferas y estados de ánimo, incorporando el oboe bajo, la tuba tenor, la flauta contralto, el órgano y pasando a seis en lugar de cuatro el número de trompas, así como el uso de dos juegos de timbales.
Se inspiró en compositores como su amigo Ralph Vaughan Williams o Stravinsky, especialmente en El pájaro de fuego o Petrushka, cuya orquestación, los ritmos reiterativos y sus cambios súbitos llevó a su obra.

Portada de Los planetas (1921), una de las doscientas copias que se hicieron
En otro giro por el sistema solar, te acerco ahora al segundo, tanto de nuestro planetario como de la obra. Venus, el portador de la paz representa todo un contraste con el Marte que abre la obra. Evitando, o quizás no, el significado y el nombre de la diosa del amor, Holst transforma ese amor en armonía y crea una atmósfera que más parece interpretada por una orquesta de cámara que por una de más de cien instrumentos, proporcionando un sonido íntimo y sereno. Aquí aparecen en primer plano dos arpas, el carrillón y la celesta -un instrumento apenas conocido en aquel momento-. El compositor crea un movimiento hacia adelante y atrás con dos acordes que se van alternando, las arpas se van adornando con la música de las flautas y los cornos, enriqueciendo la armonía la presencia de un escueto violín solista. Una sugerente sensualidad va evolucionando hacia un sereno desvanecimiento. 
La música está interpretada por The Royal Liverpool Philharmonic Orchestra dirigida por Sir Charles Mackerras en una versión meramente orquestal que nos permitirá seguir adentrarnos en el texto siguiente sobre este planeta.


Contrastando con la visión cosmológica y el estado de ánimo que nos propone Gustav Holst, nos acercamos a otro texto de Carl Sagan.
En Un punto azul pálido: Una visión del futuro humano en el espacio, un libro que nos acompañó en el blog en Un punto azul pálido y lejano, el científico nos ofrece una apasionante visión del universo, mostrando cómo la ciencia a cambiado la comprensión de nuestra situación y nos alienta a valorar cómo vamos a utilizar esos conocimientos.

En el texto que nos acompaña, Sagan dirige nuestra mirada, en primer lugar hacia el Venus que observamos en el cielo, para acercarnos, poco a poco, al conocimiento que vamos adquiriendo a través de la ciencia. 


Los planetas se preestrenó en el Queen's Hall de Londres el 29 de septiembre de 1918, durante las últimas semanas de la Primera Guerra Mundial gracias a la insistencia de Adrian Boult, que dirigió la obra desde el pódium. Los músicos tuvieron las partituras apenas dos horas antes de interpretarla y buscaron a un grupo de miembros del coro de Holst y otros cercanos para interpretar Neptuno, la única página vocal de la obra, aunque sin texto. Aunque fue una suerte de concierto privado al que solo asistieron algo más de doscientos socios, Holst lo consideró como el estreno de la obra.
Meses más tarde se volvieron a interpretar algunos de los movimientos, dirigidos por Boult o el propio compositor, aunque el estreno completo se llevó a cabo en un concierto público el 15 de noviembre de 1920 con la Simphony Orchestra of London bajo la dirección de Albert Coates.


La música de Los planetas se ha utilizado en diversos medios, desde la televisión a la publicidad y ha tenido influencia en compositores posteriores. Si hay estudios que muestran la influencia en John Williams de la música de Wagner para para la composición de Star Wars (La guerra de las galaxias), también es conocido que se inspiró en la obra de Holst por haber escrito música sobre el espacio exterior cargada de un sentido dramático que se adaptaba a la idea de lo que se pretendía representar en la pantalla.
La última visita planetaria la realizamos a nuestros vecinos nos acerca a la que quizás es la pieza más conocida y utilizada en otros medios. La palabra jovial deriva del latín ioviâlis referido a Jove o Júpiter con la acepción, según el Diccionario de la R. A. E., de «alegre, festivo y apacible». En este sentido lo presenta Holst: Júpiter, el portador de la alegría. El planeta más grande de nuestro sistema, para los astrólogos un símbolo del poder, la riqueza o la posición queda aquí representado como el que transmite la alegría. Es la pieza de estilo más inglés de toda la obra, con una variedad de melodías joviales que se cruzan y transitan por todo el movimiento. Una enérgica melodía inicial es seguida por un tema más serio digno y majestuoso como una suerte de desfile, para finalizar con la melodía del comienzo. Seguro que la música te suena.

La interpretación corre de nuevo a cargo de la BBC Symphony Orchestra dirigida en los Proms de 2015 por Susanna Mäkki y grabada en el Royal Albert Hall de Londres el 27 de julio ese año.


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CONTENIDO EXTRA: Si deseas hacerlo ahora o volver más adelante para escuchar la obra completa puedes seguirla en el siguiente enlace en el que se va mostrando en la parte inferior de pantalla el movimiento que se está interpretando. 
La Sinfonierorchester - Frankfurt Radio Symphony acompañada por el coro  Vokalensemble de la organización para el movimiento de Neptuno está dirigida por Hugh Wolff en una interpretación que se llevó a cabo en Alte Oper Frankfurt el 10 de febrero de 2023.


Bibliografía y webgrafía consultadas:

Me llamo Erik Satie como todo el mundo

Je m'apelle Erik Satie comme tout le monde

Hay creadores que te fascinan por sus obras. Algunos lo hacen, además, por su visión de la realidad o del futuro; otros añaden también su personalidad, su vida y su forma de afrontarla como un condicionante o una consecuencia que nos ayuda a entender mejor sus obras.
Así, nos encontramos con autores que, más allá de sus creaciones, nos permiten relacionar sus vidas con sus obras. Es el caso de Beethoven, el incansable trabajador incomprendido en su tiempo que hubo de luchar contra su sordera y revolucionó el sentido del mensaje musical. O el de Mozart, ese genio precoz e indiscutible con una facilidad única para la creación musical. O Cervantes, el escritor que nos mostró la riqueza de nuestro idioma mientras renovaba el género de la novela. Son tantos los autores que a cada uno lo tenemos asociado, casi de forma indisoluble, con sus obras.
Erik Satie es uno de esos creadores que siempre me ha llamado la atención más allá de sus obras por su personalidad excéntrica, sus escritos, su forma de vida y los títulos e indicaciones de algunas de sus composiciones.
Te propongo indagar en la vida y obra de Erik Satie, uno de los creadores más revolucionarios, inconformistas e iconoclastas a través de sus escritos y músicas, mostrándonos su original y excéntrica personalidad. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Irreverente, excéntrico, polifacético y revolucionario, Erik Satie apareció en el panorama musical francés entre finales del XIX y comienzos del pasado siglo. Nacido en Honfleur (1866), siendo un niño se fue a vivir a París donde vivió prácticamente el resto de su vida. Fue un personaje que dejó escritas parte de sus reflexiones en diversas publicaciones, mostrando lo original y extraordinario de su pensamiento libre de ataduras. Estos escritos, repletos de un sentido del humor, cargados de ironía y originalidad fueron publicados en periódicos parisinos y recopilados después en obras con títulos que reflejan lo original y extraordinario de su pensamiento.
Huérfano de madre, volvió a su localidad natal para ser educado por su abuelo y un tío que le inculcaron la costumbre de fantasear y disfrutar con historias fabulosas. Tras demostrar aptitudes para la música, al volver a París, entró en el conservatorio de la capital francesa, aunque su aversión a la disciplina, las normas y al trabajo constante le hizo cambiar las clases por los cabarets de Montmartre
Poco a poco se fue formando una personalidad única en la que confluyen muchas y diversas aristas: Satie era un antiwagneriano radical, lo que podríamos llamar un «espantaburgueses» (quienes eran la mayoría de usuarios del arte y la música), o un iconoclasta que mostraba la misma aversión a la Academia oficial que la que ésta le profesaba a él. 
También entró en contactos con grupúsculos radicales tanto artísticos como vitales, como la Orden Rosa-cruz del Temple y del Grial creada por Joséphin Péladan que organizaba eventos artísticos y de la que fue nombrado uno de sus compositores principales componiendo una obra como Le fils des Étoiles (El hijo de las estrellas). Al entender que era considerado discípulo de Péladan, algo que él no consentía al no sentirse discípulo de nadie, abandonó esa sociedad y fundó la Iglesia Metropolitana de Arte de Jesús Conductor, del que él sería su líder, maestro de capilla y único miembro y cuya única finalidad era «atacar a la sociedad por medio de la música y la pintura». En este ámbito compuso su Messe des pauvres (Misa de los pobres), una obra para piano y coro que fue orquestada en 1990 por Maurice OhanaTambién entabló contacto con agrupaciones tan distintas como el movimiento surrealista o el dadaísmo, aunque nunca quiso entrar a formar parte de ellos.
En diversos periódicos y revistas parisinos fue publicando sus pensamientos, mostrando una peculiar forma de presentarlos, próxima a esos movimientos vanguardistas y a su original personalidad.
En Sobre música, músicos y otras memorias se recogen algunas de estas publicaciones que se recopilaron en obras cuyos títulos reflejan su originalidad: Memorires d'un amnésique (Memorias de un amnésico), Cahiers d'un mammifere (Cuadernos de un mamífero), Chroniques musicales (Crónicas musicales) y Observations d'un imbécile (Moi) (Observaciones de un imbécil (yo)).
El primero de los textos que nos acompañan refleja lo singular de su pensamiento trufado de un innegable y socarrón sentido del humor. Sus pretendidos y estrictos horarios, su alimentación a base de alimentos blancos, sus hábitos a la hora de dormir y soñar y otros detalles nos acercan a una profunda originalidad y desbordante imaginación. Ya podemos observar  que es todo un personaje.


Tras dejar el Conservatorio de París y entregarse a música en los cabarets, su obra fue tomando personalidad. Amante de los modos antiguos, ideó una suerte de medievalismo imaginario con el empleo de escalas inusuales con las que luchó contra el romanticismo evitando entrar en los postulados del dodecafonismo para desplazar el centro de la música de la tensión armónica al timbre, el color e incluso el ritmo.
Además, Satie incluye en sus obras unas indicaciones que sustituyen a las que habitualmente se utilizan. Expresiones tan particulares como «interpreta con la punta de tu pensamiento», «ármate con clarividencia», «sobre la lengua», «toca como un ruiseñor con dolor de muelas», «retire la mano y métasela en el bolsillo», «en el más profundo silencio», «con el rabillo de la mano», «con un candor recatado pero conveniente» o «con lágrimas en los dedos» recorren sus partituras.

Alfred Frueh, caricatura de Erik Satie (1917)
También fue amigo de Debussy de quien comentó: «Desde la primera vez que lo vi, sentí como un flechazo y sólo quería estar junto a él». La amistad, con algunos altibajos en los que se llegó a burlarse de él, duró toda su vida. Pese a que Debussy -seis años mayor- influyó en Satie, no es menos cierto que sin la obra de éste no habría llegado a los niveles que alcanzó su creación.
Satie disfrutaba enormemente tocando el piano en el Auberge du Clou o Le Chat noir mientras componía sus primeras obras en las que introdujo las armonías modales citadas. 
Basadas en antiguas danzas espartanas en las que jóvenes desnudos bailaban mientras imitaban posturas de lucha o pugilismo mencionadas por Jenofonte, Platón y Plutarco, en 1887-1888 compuso un tipo de obra nueva, sus Trois gymnopédies, piezas para piano que rompían con la tradición occidental para alcanzar un lenguaje simple y novedoso. Los dieciocho primeros compases de la primera de ellas utilizan tan sólo seis notas y no tienen desarrollo ni transición, representando tan solo un instante que se prolonga hasta el final.
Nos acompaña esta Gymnopédie nº 1, una obra que para algunos es una de las composiciones más melancólicas de todo el repertorio, como señala Jaime Altozano en La obra de piano más triste de la historia y que desprende un innegable lirismo. La interpretación corre a cargo de la pianista georgiana Khatia Buniatishvilli, una de las más grandes intérpretes de nuestros días en una grabación que pertenece a su disco Labyrinth.


Siempre me ha parecido interesante indagar y descubrir datos sobre Satie
Pese a su aversión a la música oficial y hacia los burgueses, con sus primeras obras comenzó a recibir ingresos con sus primeras composiciones, aunque nunca le sacaron de la pobreza más feroz y austera. De hecho, con sus primeros beneficios no tuvo más que para comprarse... ¡dos ladrillos!
Durante unos años compartió un dormitorio en Montmartre con el escritor Contamine de Latour, además de unos pantalones de gala que utilizaban a medias para evitar tener que gastarse un dinero que no tenían. Como contó a un amigo, el escritor Latour lo utilizaba durante el día y Satie lo recibía por la tarde, por lo que podía  estar hasta la madrugada tocando en el cabaret Le Chat noir con un atuendo adecuado. 
Poco más adelante llegó a comprarse siete trajes de pana exactamente iguales que fue su único atuendo durante los siguientes diez años.
Más adelante conoció a la pintora impresionista Suzanne Valadon con la que tuvo su única relación sentimental conocida durante unos seis meses, mudándose ella a una habitación cercana a la suya. Satie le escribía cartas apasionadas y le dejaba notas repartidas por la habitación hasta que la relación se rompió. Según él, por su propia iniciativa, contactando con la policía parisina para que lo protegiera de aquella mujer que iba a los mismos lugares que él. Tras ese episodio sentimental compuso su obra Vexations (Vejaciones), una pieza de apenas trece compases y poco más de un minuto de duración, pero que debería interpretarse 840 veces con una duración cercana a las veinte horas, para lo cual el intérprete habría de hacer ejercicios de meditación y relajación. La obra fue estrenada cuarenta años después por John Cage con la presencia de Andy Warhol.

Satie y Debussy en la puerta de la casa del último en la calle Bois de Boulogne de París, fotografía de autor desconocido, 15 de abril de 1917

Vuelvo de nuevo a compartir uno de los escritos recopilados eSobre música, músicos y otras memorias, extraído también de Memorias de un amnésico en el que vuelve a escribir con ese singular sentido del humor y pensamiento particular. El gusto de Satie por los animales quedó reflejado en algunas de sus publicaciones: «He guardado hacia los animales una verdadera simpatía. Hay algunos que me gustan mucho: el bogavante, por ejemplo, pero sienta mal a mi estómago, desgraciadamente para él, porque de lo contrario lo comería con frecuencia».
En el siguiente texto trata sobre la inteligencia que atesoran los animales y su sentido de la musicalidad, vistos desde el punto de vista antropológico. No me digas que no se adelanta a su tiempo.


Tras pasar su etapa más mística con su incursión en los rosacrucistas y su Iglesia Metropolitana, en plena crisis creativa con treinta y nueve años decidió entrar en la Schola Cantorum, una de las instituciones musicales más prestigiosas y conservadoras para estudiar contrapunto.
Tras triunfar entre la burguesía algunas de sus obras gracias al patrocinio de autores como Ravel, Satie multiplica sus composiciones con tono humorístico realizando burlas y parodias con el uso de temas populares. Aparecen así obras con títulos como Piezas frías, Embriones disecados, Tres valses distinguidos con exquisito mal gusto, Preludios flojos para un perro, Cosas vistas de derecha a izquierda sin gafas o Sonatina burocrática.

Santiago Rusiñol, Satie tocando el armónium (1891)
Denostado por unos y admirado por otros, Satie comenzó a formar parte de la vanguardia musical y a ser objeto de interés por los nuevos compositores, especialmente el Grupo de los Six. Entre sus ideas que apuntaban hacia el futuro, llegó en 1917 la idea de su Musique d'ameublement (Música de mobiliario), una música sin intención artística, con el mismo sentido que un sillón o un sofá: proporcionar confort al usuario. Lo explicó así años más tarde en una carta escrita el 1 de marzo de 1920 al escritor vanguardista Jean Cocteau:

La música de mobiliario es fundamentalmente industrial. El hábito -el uso- de hacer música en ocasiones en las que la música no tiene nada que ver. Allí tocamos valses, fantasías de óperas y otras cosas parecidas, escritas con otro fin. Queremos establecer una música hecha para satisfacer necesidades "útiles". El arte no entra en esas necesidades. La música de mobiliario crea una vibración, no tiene otro propósito; cumple el mismo papel que la luz, el calor y el confort en todas sus formas.

Exijan música de mobiliario.
Ni reuniones, ni asambleas, etc. sin música de mobiliario.
No se case sin música de mobiliario.
No entre en una casa en la que no haya música de mobiliario.
Quien no ha oído la música de mobiliario desconoce la felicidad.

No se duerma sin escuchar un fragmento de música de mobiliario o dormirá usted mal.

Es estreno de esta Música de mobiliario en una galería de arte fue un suplicio para el compositor. Cuando comenzó a sonar, los asistentes se apresuraron a dejar lo que estaban viendo, buscar asiento y atender la música, mientras el compositor no paraba de vociferar indicándoles que siguieran paseando, que hablaran y que no escucharan la música. Fue un tipo de obra totalmente incomprendida en su momento y que hoy está más que utilizada.
Ese es el fundamento de algo tan habitual hoy como la música de ambiente que se pone en lugares públicos como aeropuertos, estaciones, salas de espera, supermercados o las que nos hacen escuchar mientras esperamos al teléfono. O, como finaliza la carta a Cocteau, la que nos ponemos para dormir, no una que nos apasione y nos impida conciliar el sueño, sino la que nos lleve directamente a él.  

El rechazo que tuvo en varias ocasiones para ser admitido en la Academia de Bellas Artes unido a los comentarios de su amigo Debussy de que su música no tenía una estructura formal tuvieron respuesta en Satie. En 1903 y tras varios días de trabajo se presentó ante su amigo con una nueva obras. Tres morceaux en forme de poire (Tres piezas en forma de pera), un título que muestra su innegable dominio del sarcasmo y del sentido del humor, ya que en realidad no posee tres partes sino siete, ni tienen, por supuesto, forma de pera. 
Escrita para piano a cuatro manos, es una obra en la que confluyen definitivamente los dos estilos que serán el sello de Satie: la música popular y la música culta y elevada 
Nos acompaña esta Tres piezas en forma de pera interpretada por los pianistas Alexandre Tharaud y Eric Le Sage con los siguientes títulos e indicaciones, algunas de ellas reutilizadas de composiciones anteriores:
1- Manière de Commencement (Manera de comenzar), utilizada en la Gnossienne del primer acto de Les fils des étoiles, 1891.
2- Prolongation du même (Prolongación de lo mismo), usada en Le roi Soleil de Plomb, obra inconclusa e inédita, 1900.
3- Primera pieza (Lentamente), compuesta en 1903.
4- Segunda pieza (Enérgica), utilizada en Napoleon Imperial, 1901.
5- Tercera pieza (Brutal), compuesta en 1903.
6- En plus (Más), utilizada en Dance para orquesta en 1896 y no publicada.
7- Redite (Repetir), utilizada en Le boeuf Angora (El buey de Angora), sobre 1901.

He buscado una versión de audio de forma que, como si fuera Música de mobiliario te propongo escucharla, si lo deseas, mientras continúas leyendo esta publicación.


Después de haber pasado por la Schola Cantorum, Satie comenzó a cambiar no sólo su estilo y pericia compositiva, sino también sus hábitos. Dejó sus trajes de pana y los sustituyó por otro uniforme consistente en un traje con cuello postizo, bombín y paraguas. Además, por sus problemas económicos dejó su habitación y alquiló un minúsculo cuarto en Arcueil, a unos diez kilómetros de París. Llegar al centro le suponía mucho tiempo de caminata y, pensando en que no le atracaran por el camino, siempre llevaba en su bolsillo un martillo para defenderse. En ese cubículo estuvo viviendo los veintisiete últimos años de su vida sin permitir que absolutamente ninguno de sus amigos entrara en él.
El Gymnopédiste, como él mismo se presentaba en Le chat noir (El gato negro) de Montmartre, era uno de los compositores, junto a Debussy y otros, que comenzaron a renovar la música francesa y europea partiendo de cero, una música basada en lo popular y automatizada y que se encaminaba hacia la brillantez y luminosidad de la vida cotidiana, frente a la vanguardia de Viena que se dirigía a unos modelos alejados de lo popular.

Santiago Rusiñol, Erik Satie, bohème (1891), Museo Staedel (Frankfurt)
El texto que he seleccionado a continuación pertenece a una publicación de Les feuilles libres publicado por él en 1924 y que fue recopilado en Otras memorias. En él realiza una autobiografía con ese estilo tan peculiar en el que el sentido del humor es la forma primaria de relacionarse.


Irremisiblemente pobre durante toda su vida, pese a que en los artículos que publicaba hablara de sus criados, los últimos años de su vida siguieron marcados por su personalidad estrambótica, sus originales composiciones que crearon diversas controversias y una creciente influencia entre los jóvenes compositores. También dedicó muchos artículos periodísticos a luchar contra sus grandes enemigos: los críticos musicales a los que denostaba y con los que se metió agriamente hasta el punto de acabar en diversos juicios. 
Su música cada vez se hizo más desnuda y esencial, sin adornos de ningún tipo, buscando una simpleza y sencillez que se acompañaba en la mayoría de las ocasiones de ritmos tranquilos y serenos.

En los últimos meses de su vida, ya ingresado en el hospital Saint-Joseph recibió las visitas del compositor Darius Milhaud y su esposa, quienes le atendieron y acompañaron junto a otros amigos. Uno de ellos, el joven compositor Henri Sauguet dejó escrito sus últimos momentos acaecidos en 1925:

Falleció tranquilamente a las 8 de la tarde del 1 de julio, después de recibir los últimos sacramentos de la Iglesia. (...) Sus últimas palabras fueron «Ah! Las vacas...»

Tras su muerte, Milhaud, el hermano de Satie y Robert Caby entraron en el cuarto de Arcueil en el que había vivido el último cuarto de siglo para recoger sus pertenencias. En medio del desorden y una suciedad de años, encontraron sus trajes de pana, ¡cien paraguas!, varios sombreros y bastones, multitud de cartas y composiciones sin publicar de las que nadie tenía noticias, infinidad de papelitos con anotaciones y el retrato que le hizo Suzanne Valadon. También aparecieron miles de dibujos guardados en cajas de puros e inscripciones escritas sobre pequeños trozos de cartulina.
Darius Milhaud describió la escena, mientras se quejaba amargamente por la falta de atención que las instituciones y la sociedad habían dispensado a su amigo:

Parece mentira que Satie hubiera vivido en tal pobreza. El hombre cuya vestimenta impecable y limpia le daba un aspecto de funcionario modelo no tenía literalmente nada a su nombre que valiera un céntimo: una cama miserable, una mesa con los objetos más insospechados, una silla y un armario casi vacío con una docena de trajes de pana pasados de moda, nuevos e iguales. En cada rincón de la habitación había amontonados papeles viejos, sombreros y bastones. Sobre el antiguo piano roto, con los pedales sujetos con cuerdas, había un paquete con matasellos de varios años antes que había sido abierto por una esquina para ver qué contenía: un cuadro, seguramente un regalo de año nuevo. Sobre el piano encontramos obsequios de una entrañable amistad: una edición de lujo de Debussy, poemas de Baudelaire... Con su meticulosidad habitual había ordenado en una caja de puros más de cuatro mil papelitos con dibujos y textos extravagantes que hablaban de tierras encantadas, de charcas y pantanos de la época de Carlomagno.

Hasta tal punto estaba abandonado el cuarto, que la partitura de su ópera para marionetas Geneviève de Brabante que Satie creyó haber olvidado en un autobús apareció meses después caída detrás del piano mientras realizan una exhaustiva limpieza.

Suzanne Valadon, retrato de Erik Satie (1983), Musée National d'art moderne
Junto con las Gymnopédies, las Gnossiennes son otras de las piezas de Satie que han quedado entre las más apreciadas por el público. Si en aquellas, el nombre tenía un origen reconocible, en estas, el término es una invención del compositor, aunque se han elaborado diversas teorías sobre el origen del mismo.
Las Gnossiennes son un grupo de seis composiciones publicadas en dos grupos de tres entre 1893 y 1897 y que tuvo distintas reediciones, modificando el orden de las mismas y las dedicatorias.
La pieza que nos acompaña es la primera de las Gnossiennes, una de esas obras que a todos nos suenan aunque no sepamos de qué. Con la indicación Lent (Lento) y compuesta en 1890, es una pieza que hoy nos puede parecer poco revolucionaria, pero que en su momento rompió con la estética del romanticismo. Su melodía simple que se mueve dentro de un tono menor con evocaciones de música oriental se acompaña con acordes de tónica con tonalidades grises creando una obra tranquila y melancólica.
La interpretación corre a cargo de Alessio Nanni con un piano Steinway y fue grabado en noviembre de 2009. 
De esta forma finalizo esta publicación sobre un personaje tan minusvalorado y sobrevalorado a la vez como Erik Satie y que tendrá una continuación con uno de sus ballets próximamente.

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Si deseas más información sobre Erik Satie, su vida y sus obras, puedes acercarte a los enlaces que he utilizado para esta publicación.

Bibliografía y webgrafía consultadas: