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Epicteto y su "Manual de vida"

Nuestra vida está marcada por el estrés que nos produce nuestro trabajo, un calendario y un horario asfixiantes que no nos dejan tiempo más que para tener prisas y remordimientos o las presiones sociales que aceptamos -o no- y nos imponemos. A este cúmulo de situaciones podemos añadirles una situación a nivel mundial cambiante e inestable, una crisis de valores profunda y, en los últimos años, una regresión en conceptos que nos parecían tan arraigados como el valor del diálogo, la paz o el respeto por los derechos humanos.
Un paralelismo nos puede acercar a la situación que se daba hace dos mil años en el Imperio Romano, en que sus habitantes, ya fueran patricios, gentiles o esclavos, estaban sometidos a este tipo de situaciones e incertitudes. Nos podemos plantear que este paralelismo acaba de diluirse pronto y que apenas se da en la actualidad, pero podemos considerarlo en lo accesorio y accidental y que en lo fundamental encontramos más similitudes que diferencias.
En aquellos momentos se buscaban las respuestas en materias como la filosofía, mientras en nuestro tiempo lo hacemos de diversas maneras. Mientras unos buscan la afirmación en la negación de ideas diferentes a las suyas -véanse la proliferación de haters en las redes sociales-, otros lo hacen en la afirmación por los iguales -desde la búsqueda de noticias y pensamientos similares a los suyos-, mientras que otros se acercan a libros de autoayuda para acercarse al auto conocimiento y otros, por fin, luchan por gestionar su propio crecimiento personal. 
Hace dos mil años, Epicteto, un liberto y filósofo del imperio romano, reflexionó con sus discípulos sobre la relación entre el bien y el mal y nuestro libre albedrío y su dependencia de las cosas externas, unas ideas que se han ido repitiendo hasta nuestros días y que tienen vigencia entre nosotros. Son unas reflexiones que se repiten en multitud de libros de autoayuda y que lo han convertido en un clásico en nuestros días, puesto que sus palabras siguen estando vigentes y siguen hablándonos en nuestros días.
Te propongo acercarte a algunas reflexiones que Epicteto expresó hace dos mil años y que nos sirven hoy en día para nuestro propio conocimiento. Nos acompaña música de Beethoven, Händel y Vaughan Williams. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Aunque no conocemos su verdadero nombre de nacimiento, Epicteto proviene del término griego epiktetos que significa «adquirido» o «comprado». Nacido alrededor del año 55 d. C. en Hierápolis, en la Frigia, actual Turquíasiendo niño llegó a la península Itálica como esclavo donde sirvió a Epafrodito, secretario de Nerón, un personaje con quien no tuvo buena relación, según algunas referencias que dejó en sus discursos recogidos en la obra DiatribasEpicteto era rengo, cojeaba de una pierna y, aunque no se sabe con certeza si era un defecto de nacimiento, hay indicios de que pudo haber sido ocasionada por las continuas amenazas y el maltrato de su amo.
Aún con su condición de esclavo, fue discípulo del filósofo estoico Musonio Rufo, con quien entró en contacto con la filosofía de los estoicos.


En aquel tiempo, la filosofía no era una disciplina, ni una estructura de saberes agrupados en torno a una profesión o a una actividad literaria, sino una forma de entender la vida, en esencia, un arte de vivir. Así, el fin de la filosofía no era alcanzar unos estudios, un título u obtener unos ingresos al enseñarla, sino que era una forma de conseguir un enriquecimiento personal, una forma de ser más razonable, más justo, más honesto y más libre. 
El estoicismo fue fundado por Zenón de Citio a partir de la filosofía de los cínicos. En ambas escuelas se reflexionaba sobre la separación del bien y el mal, el desapego de temas como la riqueza o el éxito social y la ataraxia, la serenidad de espíritu. Estas escuelas fueron las que dominaron el pensamiento en la Roma del primer siglo de nuestra era, aunque eran consideradas un peligro para el pensamiento, hasta el punto que algunos filósofos fueron desterrados por Nerón, mientras, más adelante, Vespasiano y Domiciano expulsaron a todos los filósofos al considerar que sus enseñanzas atentaban contra los principios del imperio.
Nos acompaña el Enquiridión o Manual de vida de Epicteto, una obra que hay que situar en esta reflexión ética del pensamiento, una obra que recoge parte  del pensamiento de Epicteto.
Conocer lo que podemos o no podemos controlar, buscar una vida plena o definir la persona que queremos ser desde la reflexión y la contemplación, entra dentro de estas reflexiones, de las que nos acercamos a la primera de ellas. En estos pensamientos, Epicteto extrae sus ejemplos de la vida cotidiana de su tiempo, pero que podemos trasladar sin esfuerzos a nuestras vivencias. 


Insertado en este pensamiento filosófico, hay obras musicales que nos acercan a sus planteamientos y que nos ayudan a reflexionar mientras las oímos o vamos leyendo.
La primera pieza musical que nos acompaña pertenece a un conjunto de piezas de escritas como música incidental para acompañar una representación teatral.
Beethoven compuso la música para una representación de la tragedia Egmont de Goethe formada por una obertura y nueve piezas más para voces de soprano, narrador y orquesta sinfónica. De ellas es la obertura el número más interpretado, formando parte del repertorio habitual de muchas orquestas.
Compuesta entre 1809 y 1810, este Op. 84 se estrenó en Viena en junio de este año con éxito de público y crítica, narrando la historia del Conde de Egmont, héroe nacional de los Países Bajos y su lucha contra los españoles que finaliza con su encarcelamiento y muerte.
El estilo grandilocuente de Beethoven, la elevación de pensamiento que muestra la orquesta frente a las frases que enuncian los vientos individualmente, nos muestra una música enérgica, oscura para la tiranía con sonidos heroicos de la revolución que finalizarán con los acordes de la victoria moral.
La interpretación corre a cargo de la Radio Filharmonisch Orkest del Concertgebouw de Amsterdam dirigida por Karina Cnellakis en una grabación que se realizó el primero de marzo de 2020.


Igual que su admirado Sócrates, Epicteto no dejó nada escrito, sino que sus enseñanzas han llegado hasta nosotros gracias a sus discípulos, sobre todo gracias a Lucio Flavio Arriano, un joven de familia adinerada que sobre el año 108 viajó desde su Nicomedia natal en Asia Menor hasta la escuela de Epicteto para recibir sus enseñanzas de retórica y filosofía. Arriano de Nicomedia, que llegaría a ser un político influyente y uno de los escritores más brillantes de su época recopiló y publicó obras sobre las enseñanzas del filósofo estoico.
Apenas quedan muestras de estas enseñanzas como son las siguientes:
-Los cuatro libros de Diatribas, un conjunto de discursos del pensador recogidos de viva voz por Arriano durante los mismos, aunque no parece que estén completos, puesto que en el Manual hay textos que no aparecen aquí.
-El Enquiridion o Manual, que presenta un extracto de las ideas recogidas en las Diatribas.
-Veintinueve fragmentos más sobre el pensamiento de Epicteto, recogidos por diversos autores: Stobeo (23 de ellos), Aulo Gelio (2), Arnobio (1) y el emperador Marco Aurelio (3).
Las copias sueltas de Arriano fueron circulando entre amigos y conocidos, por lo que él mismo decidió unirlos en una publicación que él denominó Disertaciones de Epicteto que tuvieron tanto alcance que volvió a reelaborarlas en forma de razonamientos y sentencias más o menos breves, dando forma definitiva a este Enquiridión o Manual de vida.


De esta forma, la naturaleza de este escrito no es un tratado rigurosamente reglado, sino un conjunto de notas que Arriano fue tomando cuando escuchaba a Epicteto«De cualquier cosa que decía, yo tomaba nota de su pensamiento y de la sinceridad de su discurso, palabra por palabra y para mi propio uso».
También refleja que el filósofo no era vanidoso, y que, en sus discursos, «no aspiraba a más, sino a mover los ánimos de los oyentes hacia las cosas mejores».
Nos acompaña a continuación una serie de reflexiones más escuetas, algunas casi aforismos, que aparecen numeradas tal como vienen en el manual.


En ocasiones no somos capaces de apreciar lo que vemos y nos rodea. Una mirada simple y sincera, quizás más detenida de lo habitual nos ayuda a centrarnos en nuestro conocimiento y en valorar lo que nos acompaña.
Es lo que nos ocurre con la música que nos acompaña a continuación y en la que podemos detenernos durante unos minutos. En su ópera JerjesGeorg Friedrick Händel hace que el protagonista se fije en algo de lo más sencillo, un plátano, un árbol bajo cuya sombra se cobija del calor.


La pieza es el primer aria de la ópera, cantada por el propio Jerjes que, en el original, estaba interpretado por una voz de soprano, en aquel tiempo por un castrato. 
En esta ocasión, se trata de una grabación en formato de video clip realizado por Olivier Simonnet con la mezzo soprano romana Cecilia Bartoli acompañada por Il giardino armonico dirigido por su alma mater Giovanni Antonini y recogida en su álbum Sacrificium: El arte de los castrati.


El trato de Epafrodito no hubo de resultar agradable a Epicteto, pues en ocasiones se refiere a amenazas como «puedo encadenarte» o recuerda los malos tratos que reciben sus esclavos con un «recibirá golpes o no tendrá comida».
Indirectamente, Epicteto nombra en sus discursos la libertad, un estado al que aludió en diversas de ocasiones, incluso hablando de los esclavos fugitivos, al preguntarse: «¿Con qué cuentan al huir de sus dueños? ¿Con campos, servidores o vajillas de plata? Con nada, sino con ellos mismos».
Pese a todo, Epafrodito le permitió asistir a las lecciones de Musonio Rufo, un maestro estoico exigente como aparece en las Disertaciones, al mencionar que decía que los jóvenes filósofos se aferraban a la doctrina estoica cuanto más se les desairaba. Al propio Epicteto lo provocaba diciéndole los castigos que iba a infringirle su amo a lo que éste le respondía de una manera muy estoica: «¡Cosas humanas!»
Más adelante, Epafrodito le concedió la libertad y, aunque no se sabe cuándo, en el año 94 ya era libre. Tras una intervención de Musonio Rufo en la política y por haber participado en la conjura de Pisón, fue expulsado en varias ocasiones, la última de ellas por Domiciano junto con otros filósofos estoicos.

Epicteto. World History Encyclopedia. Retrieved from https://www.worldhistory.org/image/3388/epictetus
Tras su exilio, el liberto Epicteto se estableció en Nicópolis, una ciudad del noroeste griego, donde impartió clases de ética y moral a un grupo de alumnos entre los que se encontraba Arriano. Además de tratar en sus reflexiones sobre lo que está bajo nuestro control o fuera de él, razonó sobre dos conceptos básicos: el de la Prohairesis -que se puede traducir como voluntad o libre albedrío-, que nos distingue de los demás seres vivos, y la Dihairesis, una idea que toma de Sócrates y Platón, que es el método que utiliza nuestro libre albedrío para distinguir lo que está bajo nuestro control de lo que está fuera de él. 
En esencia, el pensamiento de Epicteto nos habla de que somos nuestro propio bien y nuestro propio mal, puesto que la facultad de elegir se haya en nuestro propio albedrío. Como consecuencia de su filosofía, no debemos consentir que las cosas externas influyan en nuestras decisiones ni alteren nuestro estado de ánimo, pues al estar fuera de nuestro control, no podemos evitar que ocurran, pero sí podemos permitir o evitar que nos afecten. Si conocemos la naturaleza de las cosas nos encontraremos en condiciones de llevar una vida equilibrada y serena.
El texto que sigue nos habla de las reglas morales que hemos de imponernos a nosotros mismos y la aplicación de los principios morales que deben regir la filosofía.


El último de los pasajes musicales está pleno de equilibrio y serenidad. Se trata de una música que nos puede servir como fondo de meditaciones a estas palabras o como punto de inflexión al que dedicar unos minutos de atención plena.
Se trata de la Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis, un desarrollo puro, intenso y emotivo sobre una melodía del compositor inglés del siglos XVI que de Ralph Vaughan Williams compuso a comienzos del pasado siglo.
La interpretación corre a cargo de la Toronto Symphony Orchestra dirigida por Peter Oundjian en una grabación que se realizó en el Koerner Hall de la ciudad canadiense dentro del Toronto Summer Music Festival.


Epicteto vivió solo y pobre mientras impartía sus enseñanzas en Nicópolis, contándose entre sus datos biográficos que, ya anciano, recogió a un niño abandonado a quien le proporcionó una mujer para que lo cuidara. Su escuela fue tan conocida que el emperador Adriano se trasladó hasta ella para visitarlo en los últimos días de su vida. 
Su fallecimiento ocurrió hacia el 135 de nuestra era cuando el antiguo esclavo rondaba los ochenta años de edad.


El nombre del libro que nos acompaña, el Manual de vida o Enquiridión, proviene del término griego Enchiridion que aludía a todo objeto que puede agarrarse con una mano, el puño o un mango. Está formado por la preposición «en» y el adjetivo «chiridion» que procede del sustantivo «chir» (mano), un significado que alude a todo lo que se puede coger en o con la mano, de donde pasó a designar objetos como «puñal».
Más adelante toma la acepción del libro que, pudiéndose llevar en la mano o teniéndolo a mano, trata de lo más sustancial de un asunto, es denso en el sentido que contiene mucha doctrina o materia. Este es el sentido de Enquiridión, como Manual, un libro que tener a mano y que recoge los principios del pensamiento filosófico de Epicteto.
Este Manual de vida comenzó a adquirir más popularidad que las Diatribas a partir del siglo IV, como la versión de San Nilo que pasó a servir de modelo para la vida cristiana, o los Comentarios de Simplicio en el siglo VI.
En 1453 fue traducido al latín por Peretti, mientras que a finales de ese siglo una nueva traducción latina de Anelo Poliziano sirve de base para nuevas traducciones y comentarios del Manual. Incluso el propio Francisco de Quevedo llegó a publicar una versión en verso del Inquiridión como Doctrina de Epicteto puesta en español con consonantes. En nuestro tiempo, las enseñanzas de Epicteto se utilizan, deslavazadas y sueltas, en diversos libros de autoayuda.


El último de los textos que nos acompaña de este Manual de vida de Epicteto nos ofrece unos consejos tan válidos en el tiempo en que fueron explicados oralmente como en la actualidad.


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Bibliografía y webgrafía consultadas:

Miremos a los océanos

#DiaMundialdelosOceanos

Nuestro planeta azul debe su color a las aguas de los mares y océanos que lo cubren en las tres cuartas partes de su superficie, por lo que sería más exacto llamarla planeta Agua.
Se calcula que en sus aguas habitan más de 700.000 especies, de las cuales muchas aún las desconocemos. Además, los científicos calculan que aproximadamente el la mitad el oxígeno de nuestro planeta proviene del fitoplancton marino.
Como muchos de los Días Internacionales que celebramos, su mera existencia es en muchas ocasiones una llamada de atención a una situación sobre la que necesitamos reflexionar.
Así, cada año celebramos el 8 de junio el #DiaMundialdelosOceanos con múltiple objetivo de hacernos conscientes de que:
El cambio climático está haciendo aumentar las temperaturas marinas, lo que supone un riesgo para la vida de los océanos por el calentamiento de los polos y el aumento del nivel del mar que, poco a poco va invadiendo zonas costeras de baja altura con la consiguiente pérdida de hábitats humanos.
La sobrepesca que comienza a afectar al equilibrio de los ecosistemas marinos.
Además de que el uso abusivo de los plásticos ha llegado a amenazar a muchas especies marinas y, a través de las corrientes marinas, ha llegado a generar algunas de las islas más grandes de nuestros mares.
Te propongo unas reflexiones, textos y músicas relacionados con los océanos y mares para celebrar el #DiaMundialdelosOceanos y su importancia en la vida de nuestro planeta. Nos acompañan Walt Whitman, Herman Melville, José Luis Sampedro, Vaughan Williams, Britten y Vivaldi. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


En la relación de los mares y, de modo especial los océanos, podemos distinguir diversos momentos a lo largo de la historia. En un periodo mítico inicial, el océano poseía el estigma de los misterioso y lo peligroso, transitando con el paso de los siglos de lo infinito e inabarcable a la condición de lo conocido y limitado, pese a que aún hoy en día hay mucho desconocimiento de los océanos, sus fondos y habitantes. En el momento histórico en que nos encontramos, podemos añadir a esas condiciones el estado de peligro en que se encuentra debido a la acción de los seres humanos en plena era del Antropoceno.
También los océanos han sido en un primer momento de las civilizaciones una frontera que ha servido como elemento de desconocimiento y separación. Pensemos que hasta finales del siglo XV no se comenzaron a encontrarse las viejas y antiguas Eurasia y África con el continente americano. Poco a poco, con el paso del tiempo, mares y océanos han ido cambiando este rol de frontera por el de puntos de encuentro, lugar de intercambio de cultura, comercio y civilización, como ha ocurrido desde hace milenios con el Mediterráneo, el Índico o los mares del sudeste asiático.
Los mares y océanos han transmutado también su relación con nosotros desde ser considerados fuentes inagotable de alimentos para el ser humano -son la mayor fuente de proteínas que utilizamos-, hasta convertirse en la fuente limitada que debemos cuidar y proteger debido a la pesca a gran escala y usos antiguos como la captura de ballenas y grandes cetáceos.
El vergonzoso vertedero global en que estamos convirtiendo los ríos, mares y océanos es otro de los grandes problemas que estamos creando con una invasión de plásticos y microplásticos que deambulan por todo el planeta, nuestros propios cuerpos incluidos.

Albert Bierstadt. Orilla de mar esmeralda (1878)
Considerado el sucesor de Edward Elgar, Ralph Vaughan Williams creó un lenguaje musical muy personal gracias a la incorporación de influencias folclóricas y la diferenciación del modelo alemán imperante. Pariente lejano de Charles Darwin y compañero de estudios del filósofo Bertrand Russell, este le introdujo en la lectura de la poesía de Walt Whitman, algunos de cuyos poemas utilizó como fuente de inspiración para ponerles música.
Así, su primera sinfonía, titulada A Sea Symphony (Una sinfonía marina), compuesta entre 1903 y 1909 se basa en poemas el poeta norteamericano incluidos todos en su antología fundamental (Leaves of grass) Hojas de hierba.
Vaughan Williams comenzó su composición por el tercer y segundo movimientos con la intención de titular su sinfonía Song of the Sea, cambiándolo por Ocean Sympony al componer un cuarto movimiento que acabó descartando. Al incluir textos de Whitman, la obra está escrita para orquesta, soprano, barítono y coro, utilizando poemas de los citados Los restos del naufragio en los tres primeros movimientos y Viaje (o Pasaje) a la India en el cuarto. Finalmente, y con el título indicado, se estrenó en el Festival de Leeds en octubre de 1910. 
El primer movimiento tiene por título A sonf for all seas, all ships (Una canción para todos los mares, todos los barcos), comienza con una fanfarria a la que sigue el coro cantando unos versos de Canto de la Exposición como introducción, con dos temas melódicos que aparecerán en los siguientes movimientos. A continuación, el barítono inicia un recitativo correspondiente a los versos que dan título al movimiento, el coro hace hincapié en sus palabras apoyado por la orquesta y la percusión. A partir de este momento se establece un diálogo entre el barítono y el coro con diversas estructuras que se desarrolla en la primera parte de este movimiento.

El enlace nos ofrece una versión de la parte inicial del primer movimiento de A Sea Symphony de Vaughan Williams con subtítulos en castellano, en una interpretación de la Orquesta y Coro de RTVE y el barítono Rodrigo Esteves dirigidos por Adrian Leaper que se interpretó en el Teatro Monumental de Madrid en noviembre de 2010 y que está presentado por la soprano Raquel Lojendio. 


El primero de los textos que nos acompaña es, en realidad, el poema de Walt Whitman que Vaughan Williams utilizó para el primer movimiento de su sinfonía.
En Hojas de hierba & selección de textos se recogen todos los textos que utilizó el compositor, especialmente de sus poemarios Los restos del naufragio, Viaje o Pasaje a la India y Canto de la Exposición, que sirve a modo de introducción.
Estos poemas, como la mayoría de los suyos, reflejan la visión particular de Whitman, con la creación de un nuevo lenguaje épico alejado de la narración lineal y la visión jerárquica de la sociedad. Así, nos presenta una visión social abierta, dinámica, sin privilegios, una suerte de puzle en la que cada individuo es una pieza única que se relaciona con las demás, una odisea circular que conforma un conjunto vertiginoso, que mira en todas direcciones, en una visión de lo pequeño y personal a lo cósmico y universal, que abraza todo lo que es y se conoce.  
El texto recoge los breves versos que sirven de grandiosa introducción a los que siguen el Canto para todos los mares y todos los barcos, la primera de cuyas dos partes ha cantado el barítono en el inicio del primer movimiento de la sinfonía.


Si deseas finalizar la audición del primer movimiento de A Sea Symphony, continúa en el enlace siguiente. 
La soprano comienza la segunda parte de este movimiento que desarrolla la continuación del poema whitmaniano. Entra acompañada por el metal en la parte más dramática, al que sigue un coral que nos acerca al clímax del movimiento, para continuar con la intervención del barítono, una nueva intervención del coro y la soprano, hasta finalizar con una sosegada coda.

La interpretación es continuación de la anterior, con los mismos intérpretes y la participación de la soprano Raquel Lojendio que lo presentaba.


La vida de millones de seres humanos depende de alguna actividad relacionada con los océanos y mares, fundamentalmente de la pesca y las profesiones relacionadas con el turismo y el comercio, además de aquellos que habitan en las inmediaciones de las costas.
El cambio climático no sólo influye en el deshielo de los polos y el consiguiente aumento del nivel del mar, también genera una variación en los regímenes de las precipitaciones y un aumento de la desertización. La velocidad a la que se produce el deshielo es significativamente superior al aumento de temperatura, lo que conlleva un aumento del nivel del mar, con la invasión de zonas costeras bajas, una disminución de la salinidad marina que acarrearía un cambio en los ecosistemas y en las corrientes marinas.

Katsushika Hokusai. Ocean waves (1833) Gimet Museum, París
En ese periodo de tiempo en que la relación entre el ser humano y los mares se movía ente lo misterioso y lo mítico, nuestra actitud se acercaba a lo épico. Profesiones como la de pescadores, recolectores de perlas u otros animales del fondo marino tenía asumido la peligrosidad y el riesgo que conllevaban sus trabajos. Las condiciones del mar, las súbitas y peligrosas tempestades o los accidentes eran difíciles de asumir por trabajadores y familiares que, ineludiblemente veían inevitables dejar de ejercer esas profesiones tradicionales.
A esa épica de los trabajos del mar se añadían algunas que tenían un añadido en su peligrosidad, la pesca de grandes cetáceos, una práctica que cada día está desapareciendo más, afortunadamente, aunque aún se desarrolle en algunos países, pese a la opinión pública que tiene en su contra.
En esa época y esos usos ya remotos de finales del XIX, un libro agigantó esta leyenda, una obra que planteaba una lucha mítica.
Publicada en 1851 por Herman Melville, Moby Dick está centrada en la industria de la pesca ballenera en la que los recién nacidos Estados Unidos iba a la cabeza. Se trataba en aquellos años de una actividad tan peligrosa, escabrosa y sanguinaria como rentable que a Melville le proporcionaba una metáfora sin igual. Los desesperados marineros podían representar a los guerreros griegos de Homero que luchan de forma épica y heroica. El puerto de partida, Nantucket, junto a la costa de Massachussets, un lugar que había caído en decadencia tras unas décadas de florecimiento pesquero. Con estos elementos, Melville crea una novela que busca crear la cultura de una nueva nación que aún carece de expresión propia. En esta arriesgada novela lo consiguió, más con el paso del tiempo que en un primer momento.
En una novela complicada de leer, extensa y con un tema que hay en día sólo leemos desde el el punto de vista del mito, el propio escritor escribía a una amiga al publicar la novela, desanimándola de su lectura:

«No lo compre, no lo lea, pues en modo alguno es el tipo de libro apropiado para usted. Nos es un pedazo de seda fina de Spitaffields, es, por el contrario, de la horrible textura de un lienzo que ha de tejerse con cables y calabrotes de barco, un viento polar lo atraviesa, pájaros de presa se ciernen sobre él».

Pero nos sirve su propósito para esta publicación sobre los océanos y mares el inicio de Moby Dick. Tras su inolvidable frase inicial, «Llamadme Ismael», este narrador dedica el primer capítulo a hacer ver al lector por qué razón decidió embarcarse en el Pequod, qué motivo le llevan a elegir el mar periódicamente.


Uno de los más grandes compositores del siglo XX, Benjamin Britten estrenó en 1945 su ópera Peter Grimes en la que introdujo una serie de interludios que situaba a los espectadores en los cambios de escena con una maestría inigualable que evoca los paisajes costeros de Aldeburgh, la ciudad donde transcurre la historia a la vez que ayuda a mostrar la confusión que los personajes tienen en sus mentes.
Extraídos de la ópera original, Britten creó una suite sinfónica, su Op. 33a con el simple título de Cuatro interludios marinos de Peter Grimes. Los títulos de los distintos interludios son: Amanecer, Mañana de domingo en la playa, Claro de luna y el que nos acompaña a continuación, La Tormenta.
Situado en la escena segunda del Acto I de Peter Grimes, Storm (La tormenta) se interpreta en último lugar, evocando el viento y la lluvia de la tempestad la cólera que siente el protagonista.
Comienza con Grimes al aire libre mientras se aproxima una tormenta y finaliza en un pub donde los habitantes de Aldeburgh esperan que pase la misma. La melodía que se oye al finalizar la tormenta sigue a las palabras que Grimes acaba de entonar: «¿Qué puerto acoge la paz, lejos de los maremotos y las tormentas?», la misma melodía que se oirá cuando Peter se esté hundiendo con su barco.

La American Youth Symphony dirigida por Juan Felipe Molano interpreta este cuarto y último de los Interludios marinos de Peter Grimes en un concierto que se celebró en febrero de 2017 en la UCLA's Royce Hall californiana.


Proteger y cuidar los océanos y mares para conservar su fauna y flora supone no sólo salvaguardar una fuente de alimentación, sino preservar una parte importante del oxígeno de nuestro planeta. Algunos de los consejos que se nos proponen para conservarlos en las mejores condiciones son:
Reducir nuestro consumo de pescado procedente dela sobrepesca, evitando que se esquilmen poblaciones que no se puedan recuperar.
Evitar el uso de los plásticos, de modo especial los de un solo uso, puesto que la inmensa mayoría acabará, casi inevitablemente e inconscientemente, en cualquiera de las aguas de nuestro planeta.
Tomar conciencia de la importancia de realizar batidas de limpieza en las playas, como manera de evitar que los residuos terminen en el mar
Reducir nuestro consumo de CO2 y energía para minimizar los efectos del cambio climático que están produciendo el derretimiento de los polos y la subida del nivel del mar.

Ivan Aivazovsky. La novena ola (1850) Museo Ruso, San Petersburgo
Funcionario de Aduanas, economista, Catedrático de Estructura Económica en la Universidad Complutense, asesor económico en la Subdirección General de Aduanas, profesor en la Escuela Diplomática, el Instituto de Estudios Fiscales y Subdirector del Banco Exterior, José Luis Sampedro publicó obras de carácter económico en las que destacó su lucha por una economía más humana y solidaria que contribuyera a desarrollar la dignidad de los pueblos. Esta faceta humanista también la desarrolló en sus obras literarias de carácter narrativo como El río que nos lleva, Octubre, octubre, La sonrisa etrusca o El amante lesbiano, entre otras novelas.
Con Mar al fondo, Sampedro crea una colección de relatos que evocan el espíritu y la personalidad de diversos mares desde la perspectiva de quienes lo habitan. El Ártico y el Antártico, los Mares del Sur, el Amarillo, el Mediterráneo, el Báltico, el Índico, el Caribe o el Egeo desfilan por este libro mostrando sus almas y las emociones de sus habitantes. Según las propias palabras del escritor, «mi actitud al escribir estas líneas es la del niñito que, jugando en la playa, encuentra sobre la arena una concha nacarada, o un guijarro pulido por las olas, o un corcho desprendido de las redes y, conquistador de semejante maravilla, corre hacia la madre a ofrecerle el humilde tesoro y la hazaña de haberlo hallado».
Con esta idea, el último de los textos que nos acompaña en esta publicación sobre los mares y océanos está sacado de su narración dedicada al Caribe, en cuyo extracto podemos observar uno de los peligros que azotan la pesca en nuestros días.


Para finalizar esta mirada hacia los océanos y mares nos despedimos con una obra musical del barroco. Compuesta y publicadapor Antonio Vivaldi en la década de 1720, La tempesta di mare es un concierto para flauta incluido en sus Seis conciertos para flauta, Op. 10, y del que existen diversas versiones del mismo compositor.
Breve, dentro del estilo concertante que Vivaldi desarrolló, La tempesta di mare está dividido en los tres movimientos habituales: Alegro, Largo (desde 2'45'') y Presto (a partir de 4'33'') que refleja ese gusto que se tenía en la época por evocar y representar los fenómenos de la naturaleza.
Con la mirada y el oído puestos en el océano, nos acompaña este concierto de Vivaldi con Il Giardino Armonico y el incansable Giovanni Antonini como solista y director, en una interpretación que se realizó en la Residence Wurzburg en el verano de 2010 para celebrar el 25 aniversario de esta prestigiosa agrupación italiana.


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Bibliografía consultada:

De turistas y viajeros

Los viajeros ven lo que quieren ver. Los turistas ven lo que han venido a ver.
G. K. Chesterton

Viajar nos acerca a nuestras raíces nómadas, a aquellos tiempos que se remontan al comienzo de la humanidad, una condición que hizo que los seres humanos evolucionáramos hasta llegar a ser lo que somos y como somos en la actualidad.
El viaje, y todo lo que supone, forma parte de nuestra forma de ser al propiciar el descubrimiento de lugares lejanos y distintos, el conocimiento de costumbres ajenas, el acercamiento a culturas diversas, tan similares o diferentes de la nuestra.
También supone un tiempo de desconexión de nuestra realidad cotidiana en la que nos hacemos a la idea de romper con ella, aunque sólo sea un tiempo.
Mas nuestra disposición al viaje nos acerca a este periplo de formas diversas, pudiendo actuar como simples turistas o como auténticos viajeros.
En un periodo en que proliferan los viajes, tras la pausa que supuso en las vidas de todos la llegada de Covid-19 a partir de 2020, las distintas modalidades de turismo están volviendo a retomar sus rutinas, desde el turismo de sol y playa al cultural, pasando por el de eventos deportivos o los destinos naturales, sin olvidar aspectos tan comunes a todos ellos como el gastronómico o el ocio.
El viajero, en cambio, busca más la oportunidad de mimetizarse con el paisaje y las condiciones de quienes lo habitan, aprehender su esencia, llevándose para el regreso a casa una piel con la que enriquecer la propia esencia y condición.
Te propongo una reflexión entre libros y músicas sobre turistas y viajeros y la forma en que se afrontan los viajes. Nos acompañan la Premio Nobel Olga Tokarczuk, Robert L. Stevenson y la música de Vaughan Williams. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


El hecho de viajar no nos convierte en viajeros. Para el polifacético Hugo Claus«los auténticos viajeros se sumergen en el extranjero, se hunden en ello, se igualan a ellos, adquieren el color de lo extranjero», sin importar que se refiera a distintas regiones o a países con este término.
 
Autor de El extraño caso del doctor Jekyll y Mister Hyde, La flecha negra o El señor de Ballantree, la fama le había llegado a Robert Louis Stevenson antes, cuando publicó por entregas su novela La isla del tesoro (1882), una obra que le dio fama universal.
Nacido justo en la mitad del siglo en la escocesa Edimburgo, sus continuas enfermedades, especialmente la tuberculosis, le hicieron abandonar junto a su familia la húmeda Gran Bretaña en busca de lugares con un clima más benigno y saludable.
Además de sus novelas, Stevenson escribió poemas que fueron recopilados en algunos volúmenes como Song of travel (Cantos de viaje), una selección de su faceta poética que recoge una de sus características, el hecho de ser un impenitente e incansable viajero en busca de lugares exóticos.
El poema El vagabundo representa ese espíritu indómito y viajero de quien abandona el hogar de su infancia para adentrarse en un recorrido sin retorno al mismo. En la publicación original de Stevenson aparece bajo la anotación «Para una melodía de Schubert», porque el autor la escribió pensando en algunos de los lieder del compositor austriaco, con certeza, sobre alguna de las melodías de La bella molinera o El viaje de invierno.


Hablar de Ralph Vaughan Williams es hacerlo de uno de los más grandes compositores nacionalistas ingleses, si no el más grande de ellos. Sucesor de Edward Elgar, amigo personal de Bertrand Russell desde que estudiaron en el Trinity College de Cambridge y discípulo de Charles Stanford, Hubert Parry, el alemán Max Bruch o Maurice Ravel, entre otros, creó un lenguaje musical muy personal que se separó del modelo alemán imperante.
Basado en Songs of travel, de Robert L. Stevenson, Vaughan Williams compuso un ciclo de canciones bajo el mismo título que publicó en 1905 y 1907 y recogía en su momento siete de los poemas del escritor de Edimburgo.
El primero de ellos, The vagabond (El vagabundo) aparece bajo la anotación «Para una melodía de Schubert», porque el escritor la escribió pensando en algunos de los lieder del compositor austriaco, con certeza, sobre alguna de las melodías de La bella molinera o El viaje de invierno.
En él se nos presenta el personaje del auténtico viajero, aquel que no tiene en su periplo la intención de regresar a un hogar. Este primer poema está compuesto por Vaughan William como una declaración de intenciones, presentando el constante ritmo del caminar de quien presume de su abandono y soledad, de quien se conforma con buscar «el cielo sobre mi cabeza y un camino para mis pies». Sólo en los últimos versos una cierta melancolía vence al vagabundo que intercala la nostalgia entre su resolutiva arrogancia. 
El barítono John Tomlison es quien interpreta The vagabond en una versión orquestal acompañado por la orquesta de la BBC dirigida por Barry Wordsworth en la tradicional The last night of the Proms que cerró el ciclo anual de 1993. El aspecto físico tan particular del cantante nos ayuda a evocar al vagabundo del poema, al darnos la impresión de que él mismo lo es, acaba de arreglarse para cantarnos y ha recogido de uno de los caminos por los que transita un adorno para su atuendo.


En el fondo, todos somos, en mayor o menor grado, turistas más que viajeros. Visitamos lugares con la intención de encontrar algo distinto a nuestro paisaje exterior e interior cotidianos, algo digno de ser recordado por nosotros. Volviendo al razonamiento de Hugo Claus, en El deseo se refiere también a los turistas en oposición a los viajeros: «Nosotros somos turistas, como máximo buscamos algo raro, algo picante que podamos contar después.»


Premio Nobel de Literatura en 2018, aunque otorgado al año siguiente, Olga Tokarczuk ha ejercido como una auténtica viajera durante su vida. En Los errantes, un libro que nos acompañó en Caminantes y viajeros: Los errantes, la escritora polaca construye un singular retablo de personas, personajes y situaciones que trasladan el sentido del tránsito y del auténtico viajero a los lectores.
Pero antes de sumergirnos en este mundo del continuo movimiento, del renunciar a echar raíces en ningún lugar, Tokarczuk nos presta la imagen de su familia, sus padres, unos auténticos turistas que pasaban cada año un tiempo de movimiento para regresar de nuevo a sus hogares en un tiempo en que se iba convirtiendo en popular moverse en caravanas.


Compositor de música sinfónica, de cámara y vocal, coreógrafo de algunos de sus ballets, organista, director de orquesta, musicólogo o compositor de bandas sonoras para el cine, tanto de ficción como documental, Vaughan Williams mostró su faceta más personal al acercarse, por una parte, al folclore de su patria y coleccionar obras que llevó a sus composiciones instrumentales y, por otro lado, a leer diversos poetas y poner música a algunas de sus obras. Entre ellos, Vaughan Williams admiraba y llevó al pentagrama a partir de obras de Barnes, Tennyson, los hermanos Dante Gabriel y Christina Rossetti, además del citado Stevenson. Años más tarde, gracias a su amistad con Russell descubriría la obra de Walt Whitman, un poeta que le marcaría profundamente y cuyos versos de medida libre, llevaría también al pentagrama.
El sexto de los nueve poemas que configuran Songs of travel, es The infinite shining heavens, en la que escritor y compositor nos muestran su admiración por la serena contemplación del cielo, una mirada que, enfocada hacia las alturas, permite albergar el consuelo de aquello que sirve para relativizar cuanto nos acontece a diario.


El bajo-barítono galés Bryn Terfel, uno de los cantantes triunfadores en los escenarios operísticos de nuestros días, nos acerca a esta contemplación del cielo estrellado en una grabación de audio perteneciente a su disco de 1995 The vagabond para la Deutsche Grammophon de 1995 con la dirección musical de Malcolm Martineau.


La infancia de Robert L. Stevenson en Edimburgo estuvo marcada por las enfermedades, especialmente la tuberculosis, lo que le alejó de cualquier actividad física y propició su afición por la lectura que acrecentó con los largos periodos de convalecencia. Esta afición desembocó en su inclinación por la literatura que, en los primeros años se compaginó con el estudio de Ingeniería Náutica, más por influencia de su padre, que por interés personal. Tras abandonar estos estudios se dedicó al de leyes, comenzando a practicar la abogacía al tiempo que la alternaba con sus primeros escritos más o menos profesionales a partir de los veinticinco años.
Mas su salud exigía un cambio de aires, los síntomas de la tuberculosis se acrecentaron y se dirigió a Francia. Allí conoció a la que sería su esposa, Fanny Osbourne. Ambos se enamoraron y ella, una norteamericana separada, partió para California para tramitar su divorcio. Un año después se casaron, viviendo un tiempo en Calistoga, una ciudad del Lejano Oeste americano.
Tanto las narraciones como los poemas de Stevenson muestran una equilibrada simbiosis entre la vida aventurera y unos personajes cargados de una dualidad moral, como podemos observar en Jekyll y Hide o Long John Silver, el inolvidable John Silver el Largo de La isla del tesoro.
No todos los poemas que Stevenson presenta en Cantos de viaje aluden de forma directa a este tema. En Bright is the ring of words, el escritor escocés evoca el sonido de las palabras, en general, cercándonos no sólo a sus sonidos, sino a las evocaciones que sugieren en tanto poemas y canciones. Algo tan efímero i volátil como la palabra, que finaliza cuando se pronuncia, se escucha y desaparece su sonido, tiene la propiedad de permanecer entre quienes la anhelan y desean incluso cuando el autor o quienes las pronuncian han desaparecido.


Incansable recopilador de canciones del folclore inglés -llegó a transcribir más de ochocientas melodías que fue publicando-, Vaughan Williams participó de ese interés etnográfico que llevó a Leos Jannacek a hacer lo propio con la música popular checa o a Béla Bártok y Zoltan Kodaly con la húngara. Este esfuerzo e interés propició que la música instrumental del compositor inglés se enriqueciera con la inclusión de algunas de estas melodías populares en ellas.


No podía dejar pasar Vaughan Williams un poema como este dedicado al luminoso sonido de las palabras para ponerle música, llegando a ocupar el nº 7 de su ciclo de poemas sobre la obra de Stevenson.
En esta ocasión es el barítono Samuel Kidd quien interpreta el poema de Vaughan Williams acompañado al piano por Michael Delfin en el Junior Recital celebrado en abril de 2017.


Experimentar que cuando viajamos somos más viajeros que turistas es un camino complejo que nos aparta de tópicos y comparaciones a la búsqueda del sentido, el color, la cultura o lo singular del lugar al que nos desplazamos. En tiempos pasados era poco frecuente este deambular de un lugar a otro, al no encontrarse al alcance de muchos económicamente.
Además, los vehículos ayudaban, en cierto modo, a intentar acercarse a los modos de vida, las costumbres y usos de los lugares visitados, en cuanto que los medios de transporte tardaban un tiempo en llegar a su destino, tiempo que el viajero disponía para acercarse mentalmente y asimilar el lugar de visita. Actualmente, primero con los trenes y barcos, más adelante con los aviones, el paso del lugar de residencia al de destino tiene una inmediatez que, por un lado facilita el rápido acercamiento mental, por otro, lo dificulta al pasar, en un mismo día, de un lugar a otro.

 
Buscando climas más sanos, el matrimonio se estableció en Suiza, regresando a Edimburgo, más adelante se instalaron en Nueva York, trasladándose a la costa oeste hasta San Francisco. Tras la estancia en los Estados Unidos, Stevenson y su familia acabaron visitando las islas del Pacífico Sur y estableciéndose en Samoa. Allí se implicó en la vida local estableciendo una relación cordial con los aborígenes que llegaron a bautizarlo como Tusitala (El que cuenta historias). 
De su estancia en las islas publicamos en este blog El regalo de cumpleaños de Robert L. Stevenson, una singular historia entre el escritor y la hija del comisionado de los Estados Unidos en la isla.
Ese amante de los viajes y las aventuras, Robert Louis Stevenson falleció de una hemorragia cerebral en 1894 cuando apenas contaba con cuarenta y cuatro años de edad y se encontraba escribiendo su novela más ambiciosa, Weir of Hermiston.

Nos quedará siempre ese errante deambular de Stevenson y su familia que le llevó a recorrer, amar y transmitirnos las sensaciones y los viajes, ese desplazarse de un lugar a otro, sin intención de retorno, aunque sin abandonar los recuerdos y sentimientos del hogar de los primeros años.
Estas sensaciones las recogió en Whither must I wander?, quizás en los momentos que dejó atrás su hogar en Edimburgo para buscar otros destinos, en el tono evocador y nostálgico de quien emprende un viaje que no tendrá regreso.


De entre los poemas que Vaughan Williams incluyó en su ciclo Songs of travel, originalmente eran siete composiciones las que se publicaron en 1905 y 1907. Más adelante aparecieron dos nuevas. Esta Whither must I wander, que apareció publicada en una revista en 1902, y I have trod the upward and the downward slope que fue encontrado entre sus papeles tras su fallecimiento, una canción cargada de referencias musicales al resto de canciones del ciclo. Así, hasta el 21 de mayo de 1960 no fue interpretado por primera vez el ciclo completo.

Es inevitable que el compositor inglés no evocara el Viaje de invierno de Schubert en su ciclo. En Whither must I Wander?, Vaughan Williams utiliza una de las tonalidades más utilizadas por Schubert en su obra, Do menor, para otorgarle el aire triste y de añoranza que el poema exige, además del uso de una melodía simple pero eficaz, el uso libre de la forma estrófica, el uso del tono declamado y un acompañamiento parco y rico a la vez.
De nuevo es el barítono Bryn Terfel quien interpreta Whither must I Wander? en el disco The vagabond para la Deutsche Grammophon de 1995 con la dirección musical de Malcolm Martineau.

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Bibliografía y webgrafía consultadas: 
  • Stevenson, Robert Louis. Cantos de viaje. Trivillus. Selección de Jacobo Satrústegui y traducción de Txaro Santoro y José María Álvarez. 2017
  • Tokarczuk, Olga. Los errantes, Editorial Anagrama, 2019.