Estancias

Las ciudades errantes

¿De dónde surge la creatividad? ¿Qué hechos o ideas posibilitaron que un autor llegara a crear una obra? 
Hay muchos casos en que el autor cuenta cómo surgió la idea que le llevó a escribir un libro, componer una canción o música determinada, una pintura o escultura. En cambio, hay otras de las que desconocemos su génesis y sólo a base de conjeturas, entresacando datos de uno y otro sitio se puede llegar a suponer cómo llegaron a ser realidad.
La sensibilidad del creador parte en muchos casos de su experiencia, de otra obra anterior que lo inspira, de una percepción de la realidad que ve injusta, de un suceso o incluso de un sueño.
Te propongo dos miradas a obras que crean una realidad poética de tipo legendario a partir de unas carpetas con anotaciones y un accidentado viaje. Nos acompañan un peculiar libro de Italo Calvino y una balada de uno de los más grandes y controvertidos compositores de toda la historia.


En Las ciudades invisibles Italo Calvino recrea una serie de ciudades inexistentes, todas con nombres de mujer y que responden a determinados temas: la ciudades continuas, las escondidas, los símbolos, el deseo, los intercambios, el nombre, la memoria o los muertos. Estos temas se repiten hasta nueve veces en una serie de relatos que nacen del desorden, sin importar dónde está el inicio o el término, pudiéndose leer desde el comienzo al final o al revés, o comenzarlo por el centro, sin cronología alguna, como el juego que propone Cortázar en Rayuela
Este devenir anacrónico, la seriación desordenada, el fluir de la recreación utiliza el pretexto de una conversación en la que el mismo Marco Polo, como si fuera Sherezade en Las mil y una noches, narra al Kublai Kan las experiencias de las supuestas ciudades visitadas, sin trama argumental, utilizando bocetos asociados a cada uno de los lugares y que permanecen incompletos, como el inicio de una historia que no se llevará a cabo.



Italo Calvino escribió Las ciudades invisibles a intervalos, como relatos o poemas compuestos según la inspiración, a modo de bocetos que iba guardando en carpetas según su costumbre hasta plantearse qué libro podría haber en ellos. La carpeta viajó de ciudad en ciudad siendo completada según estados de ánimo, a veces las ciudades tristes, en ocasiones las ciudades bajo las estrellas o entre las basuras. Pero no encontraba la forma del libro, "ese lugar en que el lector podía perderse, buscar un camino o una reflexión, una o varias salidas, un algo que justificara la lectura". El hilo, la trama surgió, como decía, con Marco Polo narrando sus viajes a Kublai, Kan de los Tártaros, aunque históricamente no sea kan de éstos, sino de los Mongoles tal como dice el famoso viajero en sus relatos, esta vez sí históricos.



Qué sería de nuestra existencia si las experiencias que vivimos no tuvieran en cuenta el orden en que han ocurrido o bien ocurrirán. ¿Seríamos los mismos si lo que nos sucedió en nuestra infancia aún estuviera por llegar? ¿Si las cicatrices de los últimos meses las cargáramos desde hace décadas? 
Luchando contra la secuencia temporal a la que la vida nos acostumbra, te propongo que te internes, con toda la curiosidad de quien se aventura por los sendero, calles, laberintos y estelas de caminos y mares, en una de las Ciudades de los Intercambios tal como la imaginó y recreó Italo Calvino.




Director de orquesta desde los veinte años, admirador desde niño del teatro, a los cinco vio su primera ópera, a los diez quedó admirado con El cazador furtivo que el propio autor Carl María von Weber dirigió en Dresde. Antes había interpretado al joven Guillermo Tell, mientras su hermana Klara hacía de Walter Tell y su padrastro Geyer representaba a Gessler. Desde pequeño quedó prendado por los ropajes extravagantes y disfrutaba maquillándose. Años después volvió a quedar fascinado al escuchar cantar a Wilhelmine Schröder-Devrient en El vampiro
Todo su vida buscó sus orígenes entre su padre Carl Friedrich Wilhelm, fallecido el año de su nacimiento, y Ludwig Geyer, pintor y actor amigo de la familia, que casó con su madre al año siguiente. La prohibición de preguntar sobre su origen y la búsqueda de su padre acompañó a Richard Wagner toda su vida a la par que sus personajes lo hacían en sus obras: ParsifalTristán o Sigfrido no conocieron a sus padres, los dos últimos tenían padrastro; Lohengrin debía ocultar su nombre y su identidad, Siegmund en La Walquiria lo conoce, pero no sabe quién es realmente. 
Apasionado, excesivo, beligerante, revolucionario en la música y en los levantamientos populares como en el de 1849 que le llevó al exilio, de ardiente temperamento, megalómano, arruinado varias veces, la personalidad de Wagner representa al artista completo del siglo XIX y su influencia se extiende hasta la actualidad. Cuántas bandas sonoras de películas y series de las mismas utilizan las técnicas y elementos que él creó.
Director de orquesta, innovador de la escena y el teatro, Wagner sentó las bases de las representaciones operísticas tal como las conocemos en la actualidad. Diseñó el teatro de Bayreuth, ideó el foso para la orquesta con la finalidad de dar más protagonismo a la escena y las voces. Reformó la estructura de la ópera para dar más importancia al todo que a sus partes: el texto, la música, los cantantes, el decorado están al servicio de la obra. Todo era controlado por él, desde los libretos que escribía, a la disposición de los músicos en el foso, pasando por la escenografía, el vestuario o los cantantes. Desarrolló el leitmotiv en sus obras, ese tema musical que está vinculado a un personaje, una idea e incluso un objeto y los simboliza, recuerda y evoca a lo largo de toda la obra. 



Estrenada a comienzos de 1843, El holandés errante o El buque fantasma surge tras una accidentada travesía hacia Londres del propio autor: "El miércoles a las dos y media de la tarde nos considerábamos perdidos. No eran las terribles embestidas del mar embravecido, que lanzaban constantemente el buque a la aventura, ora en una sima profunda, ora en la cresta de empinadísimas olas, lo que me hacía sentir el horror de la muerte. Lo que me estremecía era el desaliento de los marineros y las miradas desesperadas que nos dirigían acusándonos en su superstición, de ser la causa del inevitable naufragio. El propio capitán, en el momento más crítico, pareció lamentarse de habernos admitido a bordo. A su entender, no cabía duda de que nosotros éramos la causa de la desdichada travesía".
Tras esta experiencia la obra tiene, según el compositor, un origen dramático y musical. La Balada de Senta puede considerarse el momento cumbre de la obra. "Escribí el texto y la melodía de la balada de Senta antes de haberme puesto a trabajar en El holandés. Inconscientemente, deposité en ese fragmento los gérmenes temáticos de la partitura entera; tanto fue así, que una vez acabada tuve la intención de llamarla Balada Dramática".
Esta Balada de Senta (Johohoe!) consta de tres estrofas, a través de las cuales relata la historia del Holandés Errante, su maldición, su penoso vagar por el mundo y su anhelo de salvación a través de la redención por amor. Todo este relato está lleno de onomatopeyas. La incredulidad de las muchachas que hilan se transforma en interés por la convicción con que Senta narra la historia. Finalmente ésta afirma rotunda que será ella la salvación del Holandés, lo que alarma a las hilanderas. La evolución desde la alegre escena del canto de las muchachas previo a la balada hasta el final melancólico de ésta marca toda la evolución dramática de la obra.


El enlace muestra una interpretación de Vida Mikneviciute con la Latvian National Opera and Ballet dirigida por Martins Ozolins.


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