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Adriana Lecouvreur: El teatro dentro del teatro

Decía Shakespeare que la vida es un teatro en la que todos representamos nuestro papel. Hay ocasiones en que el escenario es el mismo protagonista de las obras que se representan, en que se recrea el teatro dentro del teatro, a veces como homenaje, a veces mostrando la vida de actores o autores.
Hay una obra fascinante que narra la historia real de una de las grandes actrices de la Comédie-Française, un personaje que ocupó durante unos años el trono de la interpretación hasta su extraña muerte en plena madurez. Nos acompañan obras de Racine y Cilèa para recrear la historia de Adriana Lecouvreur. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!



Hay ocasiones en que lo que se espera de cada uno de nosotros no es lo que acabamos siendo, que las expectativas que se han creado no se corresponden con lo que nos depara nuestra existencia existencia y nuestros gustos, deseos e intereses nos acercan a otras experiencias vitales.
Francesco Cilèa tenía que haber sido abogado como lo fue su padre y deseó que su hijo continuara su exitosa carrera en su Nápoles natal, pero acabó siendo compositor, labor que compaginó con la dirección de varios conservatorios y la docencia musical.
Jean Racine se educó con los jansenistas, un movimiento religioso que veía en el teatro una forma de relajación de las costumbres, y estudió filosofía mientras se preparaba para ejercer la carrera eclesiástica. No llegó a cumplir las expectativas familiares.
Adrienne Couvreur estaba predestinada a tener una vida larga y llena de éxitos, pero falleció a los treinta y ocho años. En nuestros días, la Couvreur habría sido una de las grandes actrices, uno de esos personajes que se atreverían a interpretar a cualquier personaje, mostrando su arrolladora personalidad, su versatilidad para actuar tanto en comedias como en grandes dramas, la naturalidad con interpretaba en las tablas frente al impostamiento artificial de la época y su interés por adecuar el vestuario al propio de la época en que se desarrolla la acción. En lugar de interpretar las obras de Jean Racine, en nuestro tiempo lo haría con los textos y guiones de los grandes dramaturgos y cineastas actuales.
Desde que debutó en 1713 en teatros de provincia hasta que entró a formar parte de la exigente Comédie-Française cuatro años más tarde, la vida de la gran diva de los escenarios franceses estuvo llena de éxitos en lo profesional acompañada de una vida personal extraña y errática, con varios hijos de padres diferentes.



El éxito descomunal de los años de la Comédie-Française acompañó a la actriz, que cambió su nombre artístico por Lecouvreur, con diversas aventuras amorosas, las últimas de las cuales lo relacionaron con el Conde Maurizio de Sajonia, quien también se relacionaba con la Princesa de Bouillon, enemiga declarada de Adrianne. Este triángulo finalizó con la misteriosa muerte de la actriz a los treinta y ocho años, lo que contribuyó a acrecentar la figura mítica de la Lecouvreur
Su historia ha llegado al cine de la mano de Sarah Bernhardt, en una versión de 1913 antes de que el cine fuera sonoro, a la opereta con Adrienne de Walter Goetze, de nuevo al séptimo arte con Dream of love, según la obra teatral de Scribe y la interpretación de Joan Crawford en la película que llevaba el nombre de la protagonista. Hay hasta tres versiones operísticas basadas en la vida de la gran actriz francesa.
La más conocida es la de Francesco Cilea, una ópera que se inscribe, aunque con ciertas licencias, dentro del movimiento del verismo que se desarrolló entre la última década del siglo XIX y la primera del XX con obras como Cavalleria Rusticana de Mascagni o Pagliacci de Leoncavallo.



En su Adriana Lecouvreur Cilea deja claro desde el primer momento que en el escenario se desarrolla una obra sobre un personaje que vive en y para el escenario. Cuida de forma especial la primera aparición de Adriana, a la que hace entrar con un libreto en la mano preparando una escena. Su aria Io son l'umile ancella (Solo soy una humilde servidora) la presenta en su modestia como un elemento al servicio del genio creador.



En el enlace podemos apreciar la interpretación de Daniela Dessi en la entrada en escena de Adriana Lecouvreur en una representación llevada a cabo en el año 2000 en el Teatro Alla Scala de Milan con la dirección de Roberto Rizzi.


Jean-Baptiste Racine es uno de los tres grandes autores de la época dorada del teatro francés en pleno siglo XVII junto con Corneille y Molière. Tras su educación y formación, abandona la idea familiar de dedicarse a la vida eclesiástica y compone algunas obras que le dan nombre hasta que llega su consagración con Andrómaca cuando el incuestionado Corneille tiene sesenta años y él apenas llega a los treinta. 
Diez años más tarde Fedra se revela como la obra más lograda de Racine. Basada en el mito griego, Eurípides fue el primero en representar en un escenario el amor incestuoso y fatal entre la esposa de Teseo e Hipólito su hijastro. Fedra no es como una Madame Bovary casada con un vulgar e infeliz marido cualquiera, sino con un gran héroe, un seductor legendario. También Séneca escribió sobre el personaje, como hizo Racine, quien agregó el tema de los celos y una pasión fatal que hizo modificar el sentido de la historia. En este drama el autor francés se muestra un profundo conocedor del alma humana, desarrollada en unos versos con una precisión y métrica perfectos. La mitología se conjuga como un entramado que sirve como elemento para expresar los fantasmas del amor, la pasión y el destino, con una Fedra que se mueve empujada por una pasión interior culpable, ciega e irresistible, que ama sin poder evitarlo a su hijastro Hipólito en un adulterio involuntario, ya que cree muerto a su marido, en un amor que considera odioso y que sólo encuentra a la muerte como salida.



Uno de los momentos más conocidos, con una fuerza dramática descomunal, une al autor y la intérprete. Una de las escenas más conocidas, ideal para una actriz como Adrianne Lecouvreur es el monólogo de Fedra en la tercera escena del tercer acto. 




Ante un monólogo como éste, Cilea no podía dejar pasar la ocasión de llevarlo a su ópera, recrear uno de los momentos en que la actriz lo escenificó. El tercer acto de Adriana Lecouvreur finaliza con una representación en el teatro del palacio del Príncipe de Bouillon en el que la protagonista recitará este monólogo. Durante el mismo, Adriana se fija en la Princesa en la que reconoce a su rival, la dama que ama también a su querido Maurizio y le dirige con intención las últimas frases atacando su moralidad, mensaje que ésta recoge y se promete vengar.


El enlace con el monólogo que cierra el tercer acto pertenece a la misma grabación del Teatro Alla Scala con Daniela Dessì interpretando al personaje protagonista.


Fedra no tiene, no puede tener ya que de mitos se trata, un final que no sea el que el destino marca. En su madre Pasífae lleva el peso de lo abominable al unirse ésta al toro Minos, uno de los jueces del Averno, para engendrar a su hermanastro el monstruoso Minotauro, mitad hombre mitad bestia.
Racine hacer bajar a Fedra hasta el mundo de los muertos por un lento camino para subyugarnos con la musicalidad de sus palabras, el ritmo de sus versos y lo inevitable de la historia. El final de la obra enfrenta a una moribunda protagonista con su esposo, en un descenso a las simas del infierno ante lo irremediable de su pasión, mientras recibe el apoyo del heroico Teseo.



Después de esta obra, en la cima de su arte, Racine, de quien tanto esperaba toda la sociedad francesa, vuelve a dar un giro a las expectativas. Se casa y lo nombran historiógrafo del rey Luís XIV, finalizando su trabajo dramático. Dos obras menores escribió después, por encargo y sin demostrar excesivo interés. ¿Volvieron sus ideas jansenistas? ¿Le pareció más importante dedicarse a gloriar las excelencias de su monarca? Sin que tengamos certezas, Fedra se convirtió a la vez en la cumbre y el final de su carrera, en una vida que aún se prolongó más de veinte años. 

La trama de Adriana Lecouvreur de Cilèa presenta a la protagonista y su amante el conde Maurizio de Sajonia. El Príncipe de Buillon ama a la Duclos, una actriz rival de Adriana, aunque recela que ésta lo engañe. En realidad es su esposa la princesa quien lo engaña, ya que Maurizio ha comenzado con ella una relación amorosa por intereses políticos. Cuando el conde se despide de ella definitivamente, despechada le envía un ramo de flores envenenadas. Adriana muere en brazos de su amante.
Aunque hemos centrado esta entrada en las arias de Adriana, Cilèa da a todos los protagonistas un estilo personal y unos momentos para mostrarlos. El conde Maurizio canta un aria apasionada, La dolcisime effigie, la princesa, un tema cargado de odio rítmico y oscuro, Acerba voluttá.



El final de Adriana Lecouvreur recrea la muerte real de la protagonista antes de llegar a los cuarenta años, con toda una vida por delante. La princesa de Bouillon envía un ramo de flores envenenado como si llegaran de parte de Maurizio. Adriana piensa que son una ruptura ya que éste le devuelve el ramo que un día ella le entregó. Al olerlo, un fuerte olor molesta su garganta y, desanimada, ordena que se retiren todos. Al llegar Maurizio, le confirma que la ama, pero los efectos del veneno son irreversibles y Adriana muere en sus brazos.



Poveri fiori (¡Pobres flores!) es el aria final que Adriana entona tras un diálogo con Michonnet, el director de la Comédie-Française, en una interpretación de una de las grandes voces del siglo XX, Mirella Freni en una grabación recogida en 1989 en el Teatro Alla Scala de Milán acompañada por Alessandro Cassi.



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Bibliografía utilizada: 
  • Alier, Roger: Guía universal de la ópera. Ediciones Robinbook, S.L. 2007
  • Batta, András: Ópera. Compositores. Obras. Intérepretes. Könemann Verlagsgesellschaft mbH, 1999.
  • Corneille. Racine. Teatro. Clásicos franceses. Biblioteca Universal del Círculo de Lectores. Colección dirigida por Martín de Riquer. Valencia 1996
Páginas web interesantes:
  • http://www.kareol.es/obras/adriana/adriana.htm 
  • https://elpais.com/cultura/2015/01/14/actualidad/1421267720_559038.html 

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