Hay obras que mantienen un esquema argumental que se repite una y otra vez basado en el éxito y la fidelidad del público al mismo. En la literatura y la ópera románticas este esquema se retoma una y otra vez con variaciones en los personajes y la situación histórica en que se desarrolla. Aún en nuestros días es el más utilizado en literatura, cine, ballet, ópera o música.
Te propongo un paseo por el esquema romántico que desarrollan algunas obras desde el siglo XVI hasta hasta las óperas belcantistas y que aún continúa desarrollándose, con obras de Shakespeare y Bellini y la voz excepcional de Cecilia Bartoli. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!
Te propongo un paseo por el esquema romántico que desarrollan algunas obras desde el siglo XVI hasta hasta las óperas belcantistas y que aún continúa desarrollándose, con obras de Shakespeare y Bellini y la voz excepcional de Cecilia Bartoli. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!
Romeo y Julieta, de Théodore Chasseriau |
Vincenzo Bellini es uno de esos músicos que nos dejaron pronto, muy pronto. Como Mozart o Schubert, Bellini murió con poco más de treinta años, en un momento en que había alcanzado su madurez como compositor y que su fulminante fallecimiento dejó en el inicio una carrera que tenía que haber llegado más lejos.
Nacido en Catania (Sicilia) en 1805 falleció en las afueras de París en 1835 tras una rápida enfermedad intestinal que terminó con su vida en menos de una semana.
Bellini se formó en el conservatorio de Nápoles, poseía un gran conocimiento de la cultura operística italiana y de la obra sinfónica de Haydn y Mozart. Pero su forma de componer no era fácil. Escribía poco a poco, volvía a reescribir lo que había compuesto, dejaba las partituras un tiempo y se dedicaba al descanso y el ocio. En pocos años compuso once óperas, a veces reutilizando material de alguna de las anteriores.
Pero estaba dotado por esa capacidad, al alcance de pocos, de crear obras imperecederas. De sus últimas óperas nos quedan tres grandísimas obras que aún se siguen llevando a escena regularmente en la actualidad y que representan lo mejor del período belcantista: La Sonnambula, Norma e I Puritani. Tres obras maestras.
Estas óperas representan como pocas el estilo y el esquema que predominaba entre 1820 y 1840: Aquellos argumentos presentan un amor cargado de pasión pero infeliz, unas relaciones entre las familias llenas de viejos odios y rencores que se sitúan en un marcho histórico reconocible. Todo crea un caldo de cultivo para que el final se desarrolle en un doble camino: un amor infortunado o un final feliz. Todo muy en el marco del amor romántico, como si la historia de Romeo y Julieta se variase y derivase en muchas otras similares.
Pero este argumento se repite con éxito una y otra vez y avanza hacia personajes femeninos, maravillosas heroínas románticas locas de amor que han proporcionado las más grandes páginas del Bel canto. El dramatismo exigía escenas de locura para que la protagonista, la prima donna, la diva (la divina) diera rienda suelta a lo inhabitual: el virtuosismo, las exhibiciones y acrobacias vocales, la espectacularidad de la coloratura. Todo servía para que los espectadores admitieran estas expresiones musicales como parte de la liberación de los atormentados sentimientos de las protagonistas.
La grandeza de William Shakespeare radica en su capacidad para observar y reflejar en la escena gran parte del espectro de lo más genuinamente humano que hay en todos nosotros.
Uno de sus mayores logros consiste en describir los distintos grados del amor. Gracias a Romeo y Julieta se incorporó al vocabulario habitual de su idioma la expresión to fall in love (enamorarse), en una de las primeras obras en que profundizó sobre este tema. Otelo ahonda en el infierno mental que puede llegar a ser una relación por culpa de los celos. Macbeth refleja un matrimonio devorado por un amor destructivo. Antonio y Cleopatra le sirve para estudiar la destrucción y la ceguera que la pasión desatada provoca.
El argumento de Romeo y Julieta es de sobra conocido, un amor trágico e imposible por la enemistad de sus familias, Montescos y Capuletos. Desde hace más de cuatrocientos años, la historia de los amantes de Verona ha fascinado a los espectadores y ha servido como fuente de inspiración para numerosas películas, óperas y composiciones musicales de todo tipo, además de proporcionar un esquema argumentístico que ha sido variado con los más inimaginables personajes y situaciones.
El desgarro de los sentimientos de sus personajes se presenta como una de las características más habituales de las obras románticas, siendo escrita la obra original algo más de dos siglos antes de desarrollarse este periodo artístico.
Pese a ser universalmente conocidos sus protagonistas, no es una obra que se suela leer directamente en el original del dramaturgo inglés. Se trata, pues, de una historia tan conocida como tan poco leída. El lado trágico de la historia, con el consabido final se puede apreciar en multitud de escenas de la obra, como en estos versos recitados entre Romeo y Fray Lorenzo, un personaje que hace de puente entre los amantes, una vez que éste le comunica que ha sido condenado al destierro por el Príncipe.
La Sonnambula es una adorable opera semiseria en dos actos con libreto de Felice Romani que se basa en un argumento de Eugène Scribe para un ballet-pantomima llamado La Somnanbule ou l'Arrivée d'un nouveau seigneur. Romani, el libretista que acompañó a Bellini en la mayoría de sus óperas crea un argumento en que la protagonista Amina sufre una de esas que podríamos llamar patologías románticas, el sonambulismo, que hace que el amor de la heroína se mueva entre el sueño y la realidad, un tema realmente atractivo en la ópera belcantista.
El final de la ópera nos presenta un contraste muy del gusto romántico en dos intervenciones de Amina. Mientras todos sospechan de su infidelidad, en pleno episodio de sonambulismo la protagonista camina sobre las alturas de un edificio. Habla en sueños sobre su amor por Elvino mientras canta desgarrada, desesperada, el aria Ah! non credea mirarti. Una vez finalizado el recorrido y fuera del peligro de caer, interpreta en uno de esos finales felices sublimes la cabaletta final Ah! non giunge. Entre una y otra hay diversas intervenciones de Elvino y los coros de campesinos.
Nacido en Catania (Sicilia) en 1805 falleció en las afueras de París en 1835 tras una rápida enfermedad intestinal que terminó con su vida en menos de una semana.
Bellini se formó en el conservatorio de Nápoles, poseía un gran conocimiento de la cultura operística italiana y de la obra sinfónica de Haydn y Mozart. Pero su forma de componer no era fácil. Escribía poco a poco, volvía a reescribir lo que había compuesto, dejaba las partituras un tiempo y se dedicaba al descanso y el ocio. En pocos años compuso once óperas, a veces reutilizando material de alguna de las anteriores.
Pero estaba dotado por esa capacidad, al alcance de pocos, de crear obras imperecederas. De sus últimas óperas nos quedan tres grandísimas obras que aún se siguen llevando a escena regularmente en la actualidad y que representan lo mejor del período belcantista: La Sonnambula, Norma e I Puritani. Tres obras maestras.
Estas óperas representan como pocas el estilo y el esquema que predominaba entre 1820 y 1840: Aquellos argumentos presentan un amor cargado de pasión pero infeliz, unas relaciones entre las familias llenas de viejos odios y rencores que se sitúan en un marcho histórico reconocible. Todo crea un caldo de cultivo para que el final se desarrolle en un doble camino: un amor infortunado o un final feliz. Todo muy en el marco del amor romántico, como si la historia de Romeo y Julieta se variase y derivase en muchas otras similares.
Pero este argumento se repite con éxito una y otra vez y avanza hacia personajes femeninos, maravillosas heroínas románticas locas de amor que han proporcionado las más grandes páginas del Bel canto. El dramatismo exigía escenas de locura para que la protagonista, la prima donna, la diva (la divina) diera rienda suelta a lo inhabitual: el virtuosismo, las exhibiciones y acrobacias vocales, la espectacularidad de la coloratura. Todo servía para que los espectadores admitieran estas expresiones musicales como parte de la liberación de los atormentados sentimientos de las protagonistas.
Romeo y Julieta, de Marc Chagall |
La grandeza de William Shakespeare radica en su capacidad para observar y reflejar en la escena gran parte del espectro de lo más genuinamente humano que hay en todos nosotros.
Uno de sus mayores logros consiste en describir los distintos grados del amor. Gracias a Romeo y Julieta se incorporó al vocabulario habitual de su idioma la expresión to fall in love (enamorarse), en una de las primeras obras en que profundizó sobre este tema. Otelo ahonda en el infierno mental que puede llegar a ser una relación por culpa de los celos. Macbeth refleja un matrimonio devorado por un amor destructivo. Antonio y Cleopatra le sirve para estudiar la destrucción y la ceguera que la pasión desatada provoca.
El argumento de Romeo y Julieta es de sobra conocido, un amor trágico e imposible por la enemistad de sus familias, Montescos y Capuletos. Desde hace más de cuatrocientos años, la historia de los amantes de Verona ha fascinado a los espectadores y ha servido como fuente de inspiración para numerosas películas, óperas y composiciones musicales de todo tipo, además de proporcionar un esquema argumentístico que ha sido variado con los más inimaginables personajes y situaciones.
Francis Sydney Muschamp, Romeo and Juliet |
El desgarro de los sentimientos de sus personajes se presenta como una de las características más habituales de las obras románticas, siendo escrita la obra original algo más de dos siglos antes de desarrollarse este periodo artístico.
Pese a ser universalmente conocidos sus protagonistas, no es una obra que se suela leer directamente en el original del dramaturgo inglés. Se trata, pues, de una historia tan conocida como tan poco leída. El lado trágico de la historia, con el consabido final se puede apreciar en multitud de escenas de la obra, como en estos versos recitados entre Romeo y Fray Lorenzo, un personaje que hace de puente entre los amantes, una vez que éste le comunica que ha sido condenado al destierro por el Príncipe.
La Sonnambula es una adorable opera semiseria en dos actos con libreto de Felice Romani que se basa en un argumento de Eugène Scribe para un ballet-pantomima llamado La Somnanbule ou l'Arrivée d'un nouveau seigneur. Romani, el libretista que acompañó a Bellini en la mayoría de sus óperas crea un argumento en que la protagonista Amina sufre una de esas que podríamos llamar patologías románticas, el sonambulismo, que hace que el amor de la heroína se mueva entre el sueño y la realidad, un tema realmente atractivo en la ópera belcantista.
El final de la ópera nos presenta un contraste muy del gusto romántico en dos intervenciones de Amina. Mientras todos sospechan de su infidelidad, en pleno episodio de sonambulismo la protagonista camina sobre las alturas de un edificio. Habla en sueños sobre su amor por Elvino mientras canta desgarrada, desesperada, el aria Ah! non credea mirarti. Una vez finalizado el recorrido y fuera del peligro de caer, interpreta en uno de esos finales felices sublimes la cabaletta final Ah! non giunge. Entre una y otra hay diversas intervenciones de Elvino y los coros de campesinos.
Incansable, inquieta, una auténtica diva de las pocas que quedan en la actualidad, la romana Cecilia Bartoli es una de las voces más personales y carismáticas de la actualidad. Esa personalidad en la Bartoli es arrolladora y contagiosa, mostrando un sensibilidad absoluta y una delicadeza en el canto que no deja a nadie indiferente. Su forma de cantar, muy fiel a su estilo, presenta una agilidad vocal extraordinaria con tesituras que van desde mezzosoprano a soprano y una facilidad asombrosa para la coloratura.
Cecilia Bartoli ha encontrado su lugar en la música actual. Su talento, sus conocimientos musicales, su trabajo para rescatar músicas olvidadas o poco conocidas son incuestionables. Con una voz que suele cantar en pocas ocasiones óperas completas, sus recitales son los momentos en los que desarrolla sobre el escenario su expresiva personalidad, su inquieta musicalidad. Cada trabajo de investigación, cada publicación que realiza atraen la atención que queda colmada con las expectativas. Su Vivaldi operístico de 1999 llegó a vender varios millones de copias. Mozart Arias, Sospiri, Opera Proibita, María (dedicado a la cantante María Malibrán) o Sacrificium son algunos de sus trabajos donde se aúnan la investigación, el gusto por la elección del repertorio y el trabajo meticuloso.
En el enlace interpreta, con ese estilo a lo Bartoli, muy personal y más cercano al estilo barroco que belcantista, el aria Ah! non credea mirarti seguida, como si fuera una sola pieza por la cabaletta final Ah! non giunge.
La Sonnambula |
Cecilia Bartoli ha encontrado su lugar en la música actual. Su talento, sus conocimientos musicales, su trabajo para rescatar músicas olvidadas o poco conocidas son incuestionables. Con una voz que suele cantar en pocas ocasiones óperas completas, sus recitales son los momentos en los que desarrolla sobre el escenario su expresiva personalidad, su inquieta musicalidad. Cada trabajo de investigación, cada publicación que realiza atraen la atención que queda colmada con las expectativas. Su Vivaldi operístico de 1999 llegó a vender varios millones de copias. Mozart Arias, Sospiri, Opera Proibita, María (dedicado a la cantante María Malibrán) o Sacrificium son algunos de sus trabajos donde se aúnan la investigación, el gusto por la elección del repertorio y el trabajo meticuloso.
En el enlace interpreta, con ese estilo a lo Bartoli, muy personal y más cercano al estilo barroco que belcantista, el aria Ah! non credea mirarti seguida, como si fuera una sola pieza por la cabaletta final Ah! non giunge.
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