Estancias

La vida entre los libros

Buchmendel - Mendel el de los libros de Stefan Zweig 

Leer un libro es abrir una ventana a un nuevo mundo. Es dejar entrar en tu vida nuevos elementos, a veces inesperados, pero siempre diferentes y enriquecedores.
Quienes dedican sus vidas a los libros -escritores, bibliotecarios, libreros...- ayudan a que crezca en nosotros el placer por leer y entrar en esos mundos que sólo nos ofrece la literatura.
De entre todos los libros hay autores que fijan y centran su mirada precisamente en los libros y lo que les rodea. Todos tenemos en la mente algunas obras cuyos protagonistas son los libros o quienes dedican su vida a ellos. 
Te propongo dedicar unos minutos a conocer uno de esos personajes que dedican su vida a los libros, únicamente a ellos. Nos acompañan obras de Stefan Zweig y Gluck. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Los libros amarillos (1887) Vicent van Gogh
Nacido en Viena en 1881, la vida de Stefan Zweig está ligada a los libros y la literatura en la que ha trabajado en prácticamente todos los géneros. Sus ensayos ahondan en los problemas culturales, políticos y sociales tanto de su época como de la anterior a la que vivió. Sus novelas muestran la lucha de los individuos de nuestra época con sus pasiones, sus dudas y rebeldías. Sus biografías, siempre rigurosas, muestran el lado más humano a la vez que el más admirado genio que los protagonistas poseen. Zweig es un erudito, un ilustrado que no quiere mostrarse de esta manera, sino que busca en todo momento dar a conocer el sentido de su obra, el equilibrio de lo tratado. En todas sus obras destaca siempre un afán por mostrar a sus lectores la fortaleza de la unidad y la unión de las culturas y los pueblos acompañados de una profundidad psicológica y filosófica que desea transmitir continuamente en su literatura. Las crisis profundas de la primera mitad del siglo XX, los movimientos provocados por las guerras en un pacifista irredento como él, el fin de una época que devino en la destrucción de las estructuras conocidas por la barbarie de la sinrazón son siempre los motivos que movieron a Zweig a escribir. 
De entre sus obras traemos en esta ocasión un retrato pequeño, una miniatura de narración basada en uno de los motivos que más lo acompañaron en su periplo vital: el amor a los libros.
Buchmendel (Mendel el de los libros), así con una sola palabra, con esa concisión con que el idioma alemán concentra significados, es un pequeño libro de apenas una treintena de páginas que se centra en la figura Jakob Mendel, un librero de viejo que pasa su vida entre catálogos de libros en uno de los muchos cafés de la Viena de comienzos del siglo XX.
El amor a los libros, la vida dedicada a ellos es el tema sobre el que se mueve la narración, además de presentarnos un retrato de un personaje que se hará inolvidable a quien lo lea.



Un aguacero sorprende a nuestro narrador, que entra en un café próximo a protegerse de la lluvia tras años fuera de la ciudad. Una vez dentro, el narrador -¿por qué no Zweig?- comienza a recordar algunos elementos del café, un lugar en el que sabe que ha estado hace lustros. Así nos introduce en el recuerdo de quien será el centro de la obra.



Zweig, un europeista convencido, un escritor al que deberíamos rescatar de su estado de semi olvido, no deja de mover los datos y los detalles por donde viene bien a sus intereses. El café recibe su nombre de uno de los músicos más notables del siglo XVIII, Christoph Willibald Gluck, uno de los grandes reformadores de la historia de la ópera. Frente a la costumbre de la época en la que los compositores debían someterse a la dictadura de las sopranos o los castratos, adaptando sus arias, algunos números o argumentos a sus deseos e intereses, Gluck indagó en las razones que tenían a la ópera seria en crisis. De aquí surgió la idea de someter la ópera al drama, otorgando una estructura más acorde a los argumentos que a los caprichos de los divos. Pero esto es otra historia y tendrá su momento en este blog.
El hecho sintomático es que Zweig se fija entre otros cualesquiera en el nombre de Gluck para denominar el café donde realizaba su vida Mendel. Entre las óperas del compositor destacan Orfeo y Eurídice, sobre el conocido mito, Alceste o Ifigenia en Áulide
De Orfeo y Eurídice nos acompañan en este momento el aria de Amore (Cupido) en el que advierte a Orfeo de que no debe mirar a su amada Eurídice hasta que no salgan de los infiernos, ya que la perderá para siempre si lo hace.
El aria de Amore Se il dolce suon (Si el dulce sonido) seguida de Gli sguardi trattieni (Contén tu mirada) del Orfeo ed Euridice de Gluck está interpretada por Vaia Mani en el concierto de Caprile Iluminata que se celebró en junio de 2018 con la dirección de Salvatore Francavilla.



Una vez el narrador trae a su memoria y a nosotros el lugar donde conoció a Mendel, sus recuerdos se desencadenan. Vuelve a rememorar la inconfundible figura del librero y su proverbial capacidad de concentración. La capacidad descriptiva de Zweig nos lo presenta de una manera inconfundible como uno de esos personajes a los que podemos reconocer y recordar con la familiaridad de alguien a quien vemos con frecuencia.


El Orfeo y Eurídice de Gluck posee una de esas piezas no cantadas que pasan a formar parte de nuestra cultura, una de esas músicas que nos suenan aunque no sepamos bien dónde las hemos oído. La danza de los espíritus benditos o de las ánimas benditas es, como su nombre indica, una pieza de ballet dentro de una ópera, una concesión a la tradición de la gran ópera francesa, en la que el ballet era requisito imprescindible.
La simbiosis entre esta pieza orquestal, en la que la flauta se erige en protagonista, y nuestro Mendel es proverbial. Un personaje que no vive con los pies en el suelo, que no ha prestado atención jamás a la música, un alma que no habita en el mundo de los mortales, sino en el suyo propio, el que está formado por libros, catálogos, inventarios, títulos o traducciones, bien puede considerarse uno de esos espíritus benditos de Gluck.
En esta ocasión se adecua a acompañar a la lectura del relato de Zweig mientras se escucha la música. La unión entre música y literatura en esta ocasión es quasi perfecta.


Zweig continúa su relato narrando el primer encuentro que tuvo con Mendel. Curiosamente el autor quiere que la búsqueda sea sobre una bibliografía de Mesmer, un curioso médico autor de teorías paracientíficas sobre magnetismo animal que fue mecenas de Mozart, ya que en el teatro del jardín de su casa palacio estrenó éste su primera ópera, una obra para marionetas, Bastián y Bastiana. Como podemos observar, los datos que utiliza Zweig no dejan de mostrar sus conocimientos, aunque sean de forma subliminal.


En el segundo acto de Orfeo y Eurídice Gluck nos presenta el Coro de las Furias que interpreta Chi mai dell'Erebo. En una horrible caverna más allá de la laguna Estigia un grupo de Furias y espectros surge de entre las llamas y el humo para interpretar este coro al que sigue un baile.



La interpretación corresponde a la adaptación Orphée, un opéra imaginaire interpretada por L'Ensemble Baroque de Toulouse y el Choeur Baroque de Toulouse con la dirección de Michel Brun.


El relato continúa con la propuesta que el narrador hace a Mendel y cómo éste responde. Zweig logra que nos pongamos en su lugar para sentir en nosotros mismos la enorme admiración que un personaje como este librero provoca en quienes le oyen.



Desgraciadamente la historia de este librero de viejo se trueca en drama con la irrupción de la Gran Guerra, un conflicto devastador del que Mendel ni se llegó a enterar. Pese a la movilización para el ejército, con los cambios de personas que entran y salen de un café vienés, las noticias que a diario aparecen en los periódicos, los temas de las conversaciones de los tertulianos, las bajas provocadas en el campo de batalla no fueron suficientes para que Mendel saliera de su ensimismamiento y su vida entre libros para darse cuenta de la realidad que lo rodeaba.
No fue la brutalidad de la guerra, ni el devastador aumento de los muertos, ni la desgarradora desaparición de la sociedad tal como se conocía los que acabaron con Mendel. Fue la increíble estupidez humana, la irracional burocracia la que fueron minando su persona.
Pero eso es parte del desarrollo de esta historia con un protagonista tan singular como enciclopédico, de memoria tan magnífica como estéril. El libro de Zweig, que se lee en un rato en sus pocas páginas, es una invitación a conocer y hacer formar parte de nuestra vida de un personaje que puede llegar a ser más cercano e inolvidable para nosotros que algunos reales a los que hemos conocido.
Naturaleza muerta con libros y violín. Jan Davidsz de Hemm (1606-1684)
Con Mendel en la memoria, nos despedimos con el aria más conocida de Orfeo y Euridice. Philippe Jaroussky, posiblemente el mejor contratenor de nuestros días interpereta Che faró senza Euridice (Qué haré sin Euridice), una aria que Gluck introdujo en la versión que se estrenó en Nápoles en 1774, doce años después del estreno de la ópera en Viena
La calidad de la voz de Jaroussky, el uso de las matizaciones para transmitirnos las emociones, la amplitud de su registro, la naturalidad con que canta y la eliminación de adornos superfluos e innecesarios hacen que esta interpretación sea una de las mejores versiones que se pueden oír en la actualidad.
El vídeo, que corresponde a una grabación que se llevó a cabo en mayo de 2018 está dirigida por Diego Fasolis y pertenece a una edición de Orfeo ed Euridice con Amanda Forsythe para Wagner Classics.


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Bibliografía y webgrafía consultadas:

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