Estancias

Aquel viaje que (no) hicimos

Viajar es una experiencia vital, una manera de aprender más sobre ti mismo y sobre los demás, de forma que el destino de cualquier viaje no debe ser solo un lugar, sino que debe aportarnos una nueva perspectiva de ver las cosas, de entender la riqueza del mundo en el que vivimos, de mejorar nuestra tolerancia.
En un mundo difícil de entender, cargado de una prisa constante, de un incesante ruido cargado de gritos que nos acompañan desde que nos levantamos hasta el trabajo o el ocio, el viaje puede ser tomado como una nueva experiencia o un tiempo de absoluto descanso. Así, para muchos, viajar supone estar durante unos días tumbados en la playa de su país o en lugares paradisíacos, descansar del estrés en un crucero o realizar un viaje organizado donde observar algunos lugares comunes antes de volver a la rutina.
Así, cada viaje se convierte en una experiencia distinta para quien lo practica, dependiendo de sus necesidades e intereses. Hay acontecimientos, deportivos e incluso culturales, en que se organizan grandes desplazamientos para presenciarlos, llevando a quienes asisten de un lugar a otro, para volver en un rápido regreso. Ser viajero no es ser turista, desde el momento en que un viaje supone un recorrido interior a la par que el exterior.
En Una habitación con vistasE. M. Forster cuenta una anécdota sobre la invasión de turistas. Uno de los personajes narra. 


-Conocen la historia de la muchacha americana que pregunta a su 
padre: "Dime papá, ¿qué viste en Roma?" Y el padre le responde:
 "Pues creo que en Roma es donde vimos al perro de color canela".

Frente a este adocenamiento, cada viaje posee una singularidad que comienza desde la preparación del viaje hasta su realización, además de la experiencia que deja en el viajero. Pero no siempre salen los viajes tal como se proponen, incluso en ocasiones no llegan a desarrollarse. 
Te propongo un paseo por algunas experiencias de viajes y su organización hasta otros que no llegaron a realizarse. Nos acompañan obras de algunos de los autores más creativos e innovadores. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!



Pocos escritores se han movido tanto en la vanguardia de la literatura, en la experimentación y la búsqueda de nuevos caminos como Julio Cortázar. Sus escritos se mueven entre el relato corto, la prosa poética y obras de gran formato como Rayuela, rompiendo el concepto de lo temporal, con personajes que poseen una autonomía y una gran profundidad psicológica, moviéndose en la delicada línea que separa lo real y lo fantástico. Creador también de nuevos formatos literarios, Cortázar aportó un significado de calidad a la literatura hispanoamericana del siglo XX.
Escrito al alimón con su esposa Carol Dumlop, Los autonautas de la cosmopista  o un viaje atemporal París - Marsella es el último libro del autor franco argentino, publicado cuando ella ya había fallecido y un año antes de que él lo hiciera.
Narra un viaje por la autopista del sur desde Paris hasta Marsella, siendo pues, uno de esos libros de viajes, pero con el inconfundible sello y sentido del humor del escritor.

Todos los viajes son diferentes, cada uno posee una dosis de aventura e incertidumbre, unas características que lo hacen deseable por algunas razones concretas diferentes a otros, distinto para cada viajero.
También los preparativos son parte del viaje. Desde la elección del lugar donde se desea ir, las razones que lo motivan, seleccionar qué se quiere conocer allí, dónde dirigir los pasos y la mirada, son alicientes al viaje.
Esta primera mirada hacia el viaje también supone una diferencia. En Los autonautas de la cosmopista, Cortázar nos cuenta, insertando una carta, como fueron los preliminares de su viaje.



Cada viaje es diferente e indudablemente prepararlo para una o varias personas es diferente que organizarlo para un grupo numeroso. Es lo que tienen los viajes organizados que se llevan a cabo por algunas agencias especializadas. Personas que no se conocen acaban compartiendo itinerario, experiencias y convivencia.
Una de las más particulares composiciones de Gioacchino Rossini es Il viaggio a Reims (El viaje a Reims), una obra de circunstancias a mitad de camino entre la ópera y la cantata escénica en dos actos, fue estrenada en 1825 en el Théâtre des Italiens de Paris para celebrar la coronación, al estilo de sus antepasados, de Carlos X de Francia en Reims. La obra sólo tuvo tres representaciones y Rossini aprovechó casi toda la música para su nueva ópera Le comte Ory.
Hasta el Festival de Pesaro de 1984 no volvió a representarse y su estreno en España fue en el Palacio de la Ópera de A Coruña en 2000.
El argumento hace coincidir a un grupo de viajeros de distintas nacionalidades en un balneario desde donde partirán a Reims para asistir a la coronación. Allí se encuentran representados distintos personajes y nacionalidades a la espera de la salida. Una vez decidida la partida encuentran que no hay transporte disponible para todos, por lo que deben renunciar a su viaje y deciden realizar una celebración entre ellos.

Posiblemente la parte más conocida de Il viaggio a Reims sea el Gran pezzo concertato (Gran pieza concertada), la única pieza de la historia de la música escrita para catorce solistas sin coro y en la que podemos observar que también Rossini es capaz de innovar. Cuando conocen que no hay caballos para ir a Reims cantan trece voces, pero tras la aparición de la carta, en la cabaletta -la parte final más animada de la pieza- ya están presente todos los cantantes. El texto de la primera parte -el cantabile- es una mezcla de frases comunes en los libretos de ópera (Cruda sorte, Oh Dio, Palpitando va il mio core, Penar mi fa...) pero Rossini los eleva con su música. En la cabaletta la brillantez rossiniana aparece lucir como en pocas obras suyas, transformándose la frustración por no poder asistir a la coronación en la ilusión de una gran celebración en París. El Tra dolce e cari palpiti de esta cabaletta va pasando de una voz a otra hasta concluir en una explosión de alegría sin igual.
La interpretación de este Gran pezzo concertato de Il viaggio a Reims de Rossini corresponde a una grabación que se celebró en el Palacio de la Ópera de Bellas Artes de México D.F. en 2016 con la orquesta titular y la dirección de Iván López Reynoso. Este concertato está formado por tres piezas unidas: Ah! A tal colpo inaspettato (¡Ah! Qué golpe tan inesperado), seguida de Signori, ecco una lettera (Señor, aquí tengo una carta), para terminar con la cabaletta Tra dolci e cari palpiti (Entre dulces y queridos latidos).



Narrado de forma singular entre un lenguaje literario, poético y un cierto sentido del humor, como anunciaba Cortázar en su carta, los autores dedican unos capítulos de Los autonautas de la cosmopista a los preliminares del viaje. La organización de los objetos a llevar consigo, el abastecimiento con la ayuda de amigos comunes y, de manera especial, las que podríamos denominar las reglas del juego que seguirían durante el viaje y el pensamiento de cómo transmitir la experiencia a los lectores son parte fundamental del libro. 
Salpicado de las imágenes que Carol Dunlop aportó como fotógrafa y de ingenuos dibujos con el recorrido llevado a cabo, los autores transportaron un periplo, que en cualquier otra ocasión sería anodino, al lenguaje épico de los viajes de los grandes descubrimientos. Así, casi de manera entre onírica y surrealista, comparan su desplazamiento con los viajes de Marco Polo o Cristóbal Colón, manteniendo un delicado sentido del humor que atraviesa, como la misma autopista, de arriba abajo las páginas del libro.
Pese a la pasión de Cortázar por la búsqueda de medios y caminos literarios, los explícitos títulos de los capítulos remiten a la evocación de las novelas clásicas.
En las primeras páginas comparten con los lectores la presentación de los protagonistas de la expedición: Lobo, Osita y Fafner.

Mientras se organizan los preparativos del viaje es momento de dejar ya dispararse la imaginación, de hacer que la mente vaya tomando consciencia de lo que se espera del viaje.
Una obra que tuvo un enorme éxito desde su estreno es una zarzuela de Manuel Fernández Caballero que se basó en la novela de Julio Verne Los hijos del Capitán GrantEstrenada en 1877 como Novela cómico-lírica-dramática en cuatro actos y dieciocho cuadros, Los sobrinos del Capitán Grant es una zarzuela con libreto de Miguel Ramos Carrión que cuenta las disparatadas peripecias que siguen al descubrimiento de un mensaje del capitán Grant encontrado en el interior de un besugo preparado para la cena de Navidad por el subteniente Mochila. Tal argumento es una excusa para ofrecer un viaje a través del navío Escocia que va pasando por América del Sur hasta Australia en busca del tesoro del citado capitán.
La combinación de situaciones cómicas con una partitura repleta de motivos americanos y melodías cuando menos exóticas fue el aliciente para el éxito de esta obra que ha vuelto a pisar los escenarios con éxito hace unos años.
Esa promesa del viaje la podemos sentir en una de sus piezas emblemáticas, la barcarola Así escuchando de la mar, una de esas melodías que han pasado a formar también parte del repertorio de las agrupaciones vocales, una de las primeras obras que tuve la suerte de interpretar con los compañeros de la Coral Polifónica de La Palma del Condado y la dirección, entonces, de Miriam Álvarez.
La interpretación corresponde a una agrupación amateur, la Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo con Rubén Díez al piano y la dirección de Miguel Ángel Campos.




La preparación y el posterior viaje de Cortázar y Dunlop superponía a la carga de optimismo y humor una condición difícil. Ambos tenían una enfermedad terminal, pero curiosamente -eran otros tiempos- ninguno de ellos sabía la suya, pero sí la de su pareja. De esta forma, cada uno sabía que era el último viaje con su pareja, lo que también dio una carga de romanticismo e intimidad al viaje y a la obra. Así en estas circunstancias continuaron sus preparativos y emprendieron la marcha tal como habían planeado.
Nos detenemos de nuevo en las explicaciones que los autores, en las que se ve indudablemente el estilo de Cortázar, explicando las razones del nombre de Fafner para su Volkswagen Combi roja entre los protagonistas del viaje. Aún no ha comenzado realmente el viaje.



Nos encontramos en medio de un paréntesis en esta publicación, un receso en el trato de los viajes que, si lo deseas, puedes saltar.
Wagner, como apunta Cortázar hizo a transitar al gigante Fafner por su Tetralogía El anillo del Nibelungo. En su primera parte, El oro del Rhin aparece junto con su hermano Fasolt como uno de los gigantes que construyó el Walhalla para Wottan. Su ambición le hizo matar a su hermano para quedarse con el anillo del enano Alberich junto con un yelmo mágico que le hacía convertirse en Dragón al ponérselo.
En la tercera de las partes de la Tetralogía vuelve aparecer, ya con su imagen de dragón en Siegfried (Sigfrido), donde este héroe sin miedo acaba con su vida.
El enlace nos lleva a una producción de Siegfried con Lance Ryan como el protagonista y Rafal Siwek como la voz de Fafner llevada a cabo por The Baravian State Opera en 2012 bajo la dirección musical de Kent Nagano.



Según el editor de Cortázar, este libro fue "una carta de amor de Julio a Carol." Ella falleció en 1982. "Carol se me fue como un hilito de agua ente los dedos el martes dos de este mes. Se fue dulcemente, como era ella, y yo estuve a su lado hasta el fin, los dos solos en esa sala de hospital donde pasó dos meses, donde todo resultó inútil".
En 1983 se publicó Los autonautas de la cosmopista. Al año siguiente fallecía Julio Cortázar, ambos de leucemia.
No es, no ha sido la intención continuar en esta publicación con este viaje que fue entre Julio y Carol, entre Lobo y Osito desplazándose en las entrañas de Fafner

En ocasiones, el viaje que deseamos no llega a realizarse. Hay circunstancias que lo impiden, no hay más que pensar en un diminuto virus para reconocerlo, aunque estas razones pueden ser variadas. 
Escritora y poetisa polaca fallecida en 2012, Wislawa Szymborska residió desde los 8 años hasta su fallecimiento en Cracovia.
Tras sus estudios de secundaria encontró trabajo en los ferrocarriles para realizar más tarde estudios universitarios de Lengua y Literatura Polaca y Sociología que no finalizó por razones económicas.
En la universidad comenzó a colaborar en revistas literarias donde fue publicando artículos de crítica literaria así como sus poemas iniciales. Tras publicar sus primeros libros Dlatezo zyjemy (Por eso vivimos) y Pytania zadawane sobie (Preguntas a mí misma), renegó de ellos al considerarlos excesivamente apegados al realismo socialista imperante.
Su tercer libro, Wolanie do Yeti (Llamando al Yeti) la acerca más a lo que sería una obra muy personal en la que se cruzan poesía y pensamiento filosófíco. Szymborska, una superviviente de la guerra que asoló Europa y de los regímenes comunistas que doblegaron la zona este del continente, lucha porque no desaparezca esta rama del pensamiento y del saber, frente al desarrollo de las ciencias, por encontrar una interpretación a los acontecimientos que vayan más allá de considerarlos un simple paso atrás en la evolución de la civilización y la cultura del continente. Así, vislumbra que esta barbarie y el genocidio que trajo consigo eran consecuencia de unas condiciones que se estaban fraguando desde hace siglos.
En su tercer libro Llamando al Yeti, Szimborska encuentra su lenguaje y su pensamiento. Comienza a hablarse a sí misma y a quienes la leen del todo y de la nada. Desde lo más metafísico y profundo a lo más nimio que vemos a nuestro alrededor, iluminando lo que piensa de distintas perspectivas, de miradas nuevas y diferentes enriqueciendo la realidad observada.
Su acercamiento al viaje nos lleva a ese viaje que no se realiza, a aquel que se planifica pero no sucede, mirándolo desde múltiples ángulos, confrontando lo que debe ser con lo que es, lo que propugna la realidad imperante -casi impuesta- con la ignorancia, lo que en un lugar parece fundamental, con lo que carece de valor.



Vivimos en la época de la exigencia y de la insatisfacción, del grito constante y el ruido excesivo, de la falta de tiempo para la interiorización. Nuestras vidas se han convertido en una alocada carrera hacia el final de cada jornada para volver a comenzar. Las prisas, el ruido y el griterío que nos invaden marcan la incapacidad de comprender el mundo en que vivimos.
Así, el viaje se queda con frecuencia en la mirada superficial, en sensaciones estereotipadas, en una forma de huir de la rutina diaria.



José María Sánchez-Verdú es uno de los compositores más prometedores de la actualidad. Natural de Algeciras (1968), desarrolla su actividad creativa en la composición de obras en las que convergen culturas y lenguajes artísticos, alternando lo más tradicional con la absoluta vanguardia. En sus obras transmite su labor de investigación de nuevos lenguajes con el uso de repeticiones y simetrías, el valor del silencio poniéndolo en valor con el sonido o haciendo sonar los mismos instrumentos de la orquesta de modo diferente a lo habitual.
Un encargo del desaparecido Jesús López Cobos para el Teatro Real de Madrid cristalizó en 2007 en su ópera El viaje a Simorgh, una obra que lleva la música al siglo XXI, haciendo que el público se enfrente a formulaciones musicales y literarias nuevas.
Para El viaje a Simorgh Sánchez-Verdú utilizó la novela Las virtudes del pájaro solitario de Juan Goytisolo, una obra sobre la que el escritor imaginó la aparición de la muerte como una ópera, pese a su aversión a sacar su obra a cualquier medio que no sea el literario.
El libreto, escrito por el propio Sánchez-Verdú, adapta libremente la novela incluyendo textos de San Juan de la Cruz, Ben al Farid, El cantar de los cantares o Leonardo da Vinci, hablando sobre la exclusión de quienes viven en los márgenes de la sociedad y de las normas. Una posición en la que, en cierto modo, todos podemos sentirnos en un mundo que nos zarandea.
El enlace nos presenta el Prólogo de El viaje a Simorgh con Ara Malikian en el solo de violín e imágenes del pintor Frederic Amat, quien aparece en los créditos como "vestidor de escena" en esta producción del Teatro Real de Madrid dirigida musicalmente por Jesús López Cobos.



Nuestra reflexión sobre los viajes que fueron o no llegaron a serlo continúa con la poesía de Szymborska.
Miembro de la versión del partido comunista polaco del que se fue alejando hasta contactar con los disidentes, compaginó la escritura con la traducción de obras literarias francesas y su presencia en asociaciones de escritores, hasta ser galardonada con el Premio Nobel de Literatura en 1996.
Publicado en nuestro país como Paisaje con grano de arena, en este libro se recoge una suerte de antología de la poetisa donde aparecen Llamando al Yeti, Sal, ¡Qué monada!, Acaso, El gran número, Hombres en el puente y Fin y principio.
A ¡Qué monada! pertenece nuestra última aproximación a los viajes, en este caso, una reflexión sobre el no viaje, sobre lo que iba a ser y no fue, un acercamiento entre filosófico y existencialista, una mirada perdida mientras estamos cómodamente sentados en un sillón una tarde de domingo.


Nuestra última mirada se dirige de nuevo a El viaje a Simorgh, una obra que, entre otras cosas, rompe el esquema habitual de una ópera entre música y libreto. 
El propio Sánchez-Verdú dejó escrito: "Yo no me considero un libretista y huyo de esa terminología. En mi adaptación apenas queda nada en cuanto a la palabra, pero está la esencia de la novela. Prefiero hablar de partitura y en ella hay partes gestuales, partes de texto, parte de colores."



La dirección de escena y las imágenes junto con el decorado que acompañaron la producción del Teatro Real fueron ideadas por Frederic Amat. "Para mí ha sido un largo viaje con una aventura complicadísima que se ha ido enriqueciendo. Hay proyectos con destinos inevitables, llenos de luz. (...) Ha sido una gran experiencia el hacer de narrador visual de la narración literaria de Goytisolo."
Finalizamos este recorrido con Elogio, una de las 7 más 7 escenas de cada acto que, como número místico, posee la obra de Sánchez-Verdú. La producción, como en el caso anterior corresponde al Teatro Real de Madrid.
Según palabras del compositor, cuando nos enfrentamos a cualquier obra de arte, sea musical, literaria, arquitectónica o escultórica, "hay que sentir más que comprender."



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Bibliografía y webgrafía consultadas:
  • Cortázar, Julio y Dunlop, Carol. Los autonautas de la cosmopista. Ed. Alfaguara, 1996. 
  • Szymborskaa, Wislawa. Paisaje con grano de arena. Ed. Lumen, 2019. Traducción de Ana María Moix, Wojciech Slawomriski y Jerzey Slawomiski.
  • Simorgh inicia el viaje en el Real. Artículo.
  • Video entrevista a Sánchez-Verdú. 
  • Batta, András. Ópera. Compositores, obras, intérpretes. Könemann Verlagsgesellschaft mbHl, 1999, Colonia (Alemania)
  • Alier, Roger. Guía universal de la Ópera. Ediciones Robinbook, S. L. 2007, Barcelona. Ma non troppo.

2 comentarios:

  1. Wow! Fascinante las conexiones que haces! Lo de Cortázar y Dunlop parece ficción (eso de no saber la propia enfermedad, pero sí la del otro de forma simultánea) 🐾

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    1. Gracias, Rosa.
      Lo de Cortázar y Dunlop en este momento sería impensable, pero hubo un tiempo en que sucedía.
      Tú también entiendes de conexiones y asociaciones mentales. Aquí comenzaron gracias al Yeti.
      Un abrazo :-)

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