Estancias

Elegía desde el destierro, de Ovidio a Siberia

Durante mucho tiempo, uno de los castigos más duros que se aplicaban a quienes cometían algún tipo de delito, especialmente cuando estaba relacionado con las ideas de quienes ostentaban el poder, era la pena del destierro. 
Pese a que esta pena estaba regulada en algunos lugares de forma estricta, no era infrecuente enviar a una persona al destierro como forma de eliminar a quien podía poner en duda el poder establecido.
Muchos creadores o pensadores han padecido diversos tipos de penas por su actividad creativa, sus opiniones o determinadas infracciones a la lie, siendo la más frecuente la cárcel como en los casos de Fray Luis de León, Quevedoo Cervantes entre los casos de nuestra cultura.
A comienzos de nuestra, uno de los escritores más sobresalientes del Imperio Romano, Ovidio, fue desterrado por el emperador Octavio Augusto. En esta publicación trataremos sobre su condena, las causas y cómo afectó a su obra y su vida, acompañándola con la música de una ópera que trata de una historia sobre los trabajos forzados en el destierro de Siberia. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!

Estatua de Ovidio en Constanza

Autor entre otras obras de Las metamorfosis, Publio Ovidio Nasón nos visitó en este blog en la publicación El amor en tiempos de Roma: Ovidio y Catulo. Allí pudimos apreciar el valor de su poesía y conocer su obra más controvertida, Ars Amatoria (El arte de amar), un libro que se centraba en propuestas que chocaban con las costumbres y usos de este tema de la sociedad romana en tiempos de Augusto.
Precisamente esta obra fue la que sirvió de detonante para el momento más trascendente y definitivo de su vida y una muestra del tipo de poder que se estaba generando en el inicio del imperio romano.
En el año 8 de nuestra era, cuando contaba con cincuenta y dos años, una edad avanzada en la época, Ovidio recibió una drástica condena dictada por el emperador Augusto: Debía abandonar inmediatamente Roma y marchar al destierro en Tomos, una zona que se corresponde actualmente con Constanza, en la ribera rumana del Mar Negro. Se trataba de una  condena estricta y dura, ya que le obligaba a abandonar su patria y sus seres queridos, además de sus posesiones y establecerse en un territorio en los límites del imperio, un recóndito lugar en el frío país de los getas y los sármatas, unos bárbaros ajenos en sus costumbres, idioma y forma de vida a la que el poeta estaba acostumbrado en el epicentro del imperio.
La condena fue más dura por inesperada, ya que surgió tras un proceso secreto en la que no participó el Senado ni juez alguno y del que sólo se conoce la intervención personal de Octavio Augusto y la sentencia condenatoria. Ovidio hubo de agradecer más tarde, buscando el perdón imperial, que no fuera ni una condena a muerte ni un destierro en sentido estricto, sino una Relegatio, una condena en la que no perdía sus derechos o su ciudadanía ni el poder ser agasajado en el lugar de relegación, además de poder ser enterrado en Roma al fallecer. Lo más duro fue lo repentino e inesperado de la condena y el lugar de relegación.
Así, Ovidio, que se encontraba en la isla de Elba hubo de partir para Roma, despedirse de su familia y partir al día siguiente en un viaje que le llevaría, en pleno invierno, por los mares Adriático, Jónico y Negro hasta su lugar de destino.


En esta suerte de destierro, Ovidio escribió dos libros de poemas con los que prácticamente creó un nuevo género literario, la elegía epistolar. El primero de ellos, Tristia (Tristes) está dividido en cinco libros que tratan sobre su marcha de Roma y la llegada a su destino en Tomos. El segundo es un escrito a favor de su poesía y su persona dirigido a Augusto reconociendo su culpa y suplicando indulgencia, además de otros poemas dedicados a su esposa, a sus amigos. Los restantes libros están dedicado a los amigos que no lo han abandonado y que luchan por restablecer su nombre y devolverlo a Roma, a su esposa y diversos temas relacionados con el clima y su situación entre los bárbaros getas.
Tristia comienza con una singular personificación: Ovidio pide al libro que vaya por él a la ciudad de Roma ya que él no puede hacerlo. Trata de su color o el aspecto externo, que han de ser discretos y no le importa que esté cubierto de borrones que evoquen sus lágrimas. Alude en este mensaje a su suerte que le hace seguir con vida evocando el favor de un dios, Augusto, al que sólo le resta pedir clemencia. También le pide al libro que no hable de aquello que no viene a cuento, su Ars Amatoria, para no recordar su delito, recordando que aquella obra ya pagó su castigo; le advierte que encontrará a algunos de los amigos que lo aprecian y se emocionarán, además de recordar que la poesía surge de lo que él carece, de un alma tranquila y serena.


Este tema del destierro con trabajos forzados fue llevado a la ópera por Umberto Giordano en Siberia, una obra basada en Desde la casa de los muertos de Dostoievski y con un libreto de Luigi Illica, habitual letrista de Puccini, que lo rechazó alegando que no se sentía con ánimo de afrontar un argumento ruso. De esta forma, el libreto llegó a Giordano que estrenó la ópera en 1903 en el Teatro Alla Scala de Milán con un gran elenco, pero sin mucho éxito. Más adelante comenzaría a cosechar gran éxito desde su paso por Génova, París o Estados Unidos, siendo, al parecer, la ópera más querida por el autor y estando en la actualidad apenas representada, pese a poseer un argumento bien compensado en el que la dureza y sordidez del argumento alterna con momentos más leves y ligeros, estar la partitura cargada de la profundidad que requiere el tema, salpicada de temas de origen ruso y una pasión amorosa entre los protagonistas que amalgama, enriquece y sublima toda la historia.


Escrita en tres actos, el segundo de ellos, titulado La amante, comienza en la frontera entre Rusia y Siberia, en la posta de Omsk donde aparecerán algunos campesinos y lugareños que se cruzarán con los condenados al destierro siberiano. Giordano nos sitúa con toda su maestría compositiva en este ambiente desolado, gélido y despiadado en el Interludio del Acto II.
La Orchestra Sinfonica Nazionale della RAI di Milano bajo la dirección de Daniele Belardinelli nos ofrece este inquietante interludio en una grabación de 2013 para el sello discográfico Naxos of America.


En Tristias y Epistulae ex Ponto (Pónticas), Ovidio escribe sobre su destierro en las esteparias e insalubres tierras del Ponto. En un tono en el que se cruzan el género epistolar con el elegíaco, el escritor romano no deja de servirse del único arma que posee, la poesía a la que tanto debe por la fama que le creó y por el mal que le causó. 
Poco se sabe sobre las causas de su destierro, aunque quienes han estudiado su vida y obra entienden que el tema y contenido de su Ars Amatoria fue una parte del motivo que lo generó. Hay autores que entienden que la condena fue una medida adoptada por Augusto a un delito cometido por el poeta, ya que no hubo ningún proceso oficial. El propio Ovidio los conocía, al parecer, pero nunca lo llegó a dejar por escrito, siendo siempre enigmática cada vez que aludía al hecho, pensando en que le sería imposible obtener un perdón en el caso de ser más explícito. Según él, los motivos de su condena fueron "Carmen et error" (un poema y una equivocación), quedando meridianamente claro que el poema era su Arte de amar, que Augusto, restaurador de la moralidad pública en Roma, no podía dejar pasar por alto debido a que la consideraba una obra que defendía el adulterio y la obscenidad y negaba los valores morales que defendían su leyes y normas sobre el matrimonio.
Hay estudiosos que entienden que esa obra literaria no fue la verdadera razón de la condena y que habría que buscar un error o equivocación cometido sin intencionalidad alguna del que el escritor se lamenta en algunas ocasiones, aunque manifiesta que "ese otro motivo debía permanecer en silencio, por cuanto su revelación volvía a ofender al Emperador", aunque en Roma debía ser un secreto conocido por todos. 


Posiblemente la elegía más famosa de cuantas forman parte de Tristia es aquella que describe la última noche pasada en Roma junto a los suyos antes de partir al destierro. Escrita con una mezcla de lirismo y dramatismo, evoca de forma patética su recuerdo de aquel momento y, aunque no era la primera ocasión en que trataba en un poema sobre el tema de la despedida, en esta ocasión lo vivía y sufría en su propia vida, en una traumática vivencia personal en la que él es el protagonista, mientras el resto de personajes hacen el papel que los coros representan en las tragedias escenificadas.


Estudiante en los conservatorios de Nápoles MilánUmberto Giordano figura entre los compositores de la ópera verista que surgió en Italia a finales del XIX junto a compositores como MascagniLeoncavallo Puccini, quienes llevaron a la música escénica el naturalismo literario de Zola Ibsen.
Entre sus obras podemos destacar Mala Vita, con la que comenzó su andadura y, sobre todo dos obras que lo catapultaron al éxito internacional, Andrea Chénier, sobre el malhadado poeta de la Revolución francesa y Fedora, también de ambiente ruso.
Continuando con el Acto II, denominado La amante por el compositor, una vez finalizado el interludio, aparece un grupo de campesinos y mujeres con niños que se acercan a presenciar el paso de los prisioneros, algunos de los cuales son familiares. 
A lo lejos, en la ruta transiberiana, se oye un canto lejano que les produce la esperada agitación. Poco a poco el canto se percibe más cercano, hasta que entra en escena la columna de condenados a trabajos forzados, que entona a coro Malori! Dolori! (¡Enfermedades! ¡Dolores!), un desgarrado canto que describe ls situación en que se encuentran desde su llegada.
Una vez finalizado el coro, en un rápido diálogo, Giordano nos muestra la dureza y crueldad a la que son sometidos con la llegada del correo. 


De nuevo es la Orchestra Sinfonica Nazionale con el Coro della RAI di Milano bajo la dirección de Daniele Belardinelli nos ofrece este inquietante interludio en una grabación de 2013 para Naxos of America en una versión de audio.


¿Cuál pudo haber sido ese error que llevó a Publio Ovidio Nasón al destierro? 
En Tristia, Ovidio se refiere a una falta que no llega a ser delito, un hecho debido más a su ingenuidad que a una acción consciente, llegando a manifestar en algún verso que su equivocación había sido presenciar algo que no debía y que ofendió al propio Augusto. De estas palabras han surgido diversas teorías que tratan de explicar qué fue lo que presenció el poeta que le acarreó tan gran infortunio. Algunas de las causas que se han esgrimido son:
-El poeta habría visto desnuda, sin pretenderlo, a Livia, esposa de Augusto, mientras se bañaba en su piscina, o habría entrado en un recinto en que se celebraba una ceremonia a Isis reservada a mujeres, donde pudo contemplarla en idéntica situación.
-Se habría presentado ante el Emperador mientras estaba en un ataque de ira al ser informado del desastre de Varo y lo había ridiculizado en algunos versos que circularon de forma clandestina.
-Había descubierto accidentalmente una situación incestuosa entre el Augusto y su hija Julia.
-Había sido testigo o favorecido el adulterio de esta hija Julia o la nieta del mismo nombre de Augusto.
-Otras ideas aluden a conspiraciones para devolver el derecho de sucesión a un nieto del Emperador, la asistencia a una sesión de adivinación prohibida, aunque en estas teorías no se evidencia la falta de intencionalidad.
El caso es que desconocemos la equivocación que provocó la ira de Augusto y que llevó al confín del imperio al poeta.

Vista de la estatua de Ovidio frente al museo de Constanza

En el Libro III de Tristias, Ovidio envía una epístola a su esposa después de meses de destierro. El texto, escrito posiblemente en el invierno entre el año 9 y 10, está transcrito por un servus litteratus (esclavo letrado) que lo acompañó al destierro, al dictado del poeta enfermo. Se trata, como en muchos de estos textos, de una elegía en la que alude a su propia muerte, una suerte de testamento de un desterrado que anhela su regreso a su añorada Roma, aunque sea ya fallecido. El recuerdo, la enfermedad que lo tiene postrado en el lecho y de la que se recuperaría, el destino de sus restos mortales o su epitafio transitan por esta epístola de Ovidio.


Volviendo a Siberia, el argumento muestra la historia del nihilista Vassili, condenado a trabajos forzados y a quien su amada Stephana seguirá a la desolada región hasta encontrar la muerte, llegando a alcanzar el auténtico sentido y destino de una heroína trágica.
Terminamos este paseo con regreso sobre el destierro con un aria perteneciente de nuevo al Acto II de Siberia.
Tras la llegada del grupo de presos, entre los que se encuentra un agotado Vassili, un grupo de mujeres y niños los esperan por el camino para despedirse de ellos. Stephana, que ha dejado todo para unirse a él y a su destino se acerca a él, que trata de convencerla para que regrese. En este ambiente, le describe la terrible situación en su aria Orride steppe (Estepas horribles).


De nuevo la Orchestra Sinfonica Nazionale della RAI di Milano con la dirección de Daniele Belardinelli nos ofrece este aria Orride steppe con la interpretación del tenor Amedeo Zambon.
Podemos sentirnos afortunados al terminar de leer y encontrarnos de nuevo en nuestro hogar.
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Bibliografía y webgrafía consultadas:

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