Las grandes estrellas de la música, especialmente las del rock, levantan oleadas de admiración entre todos sus admiradores hasta tal punto que se convierten en multitudinarias manifestaciones de masas. Si en los años sesenta comenzaron a generalizarse gracias a The Beatles y la Beatlemanía y siguieron con los Rolling Stones y tantos grupos y cantantes, el fenómeno no había nacido ni con ellos, ni siquiera en esos momentos.
Hubo un tiempo en que los virtuosos cantantes solistas provocaban arrebatos entre sus admiradores, especialmente los castrati que triunfaban en los escenarios como Farinelli, Il Senesino o Nicolini. Pero a los largo de la segunda mitad del XIX, el primero de los músicos que generó oleadas de admiradores como los fenómenos de masas que estamos acostumbrados a ver en nuestro tiempo con cantantes y deportistas fue uno de los grandes pianistas de la historia de la historia de la música.
Cuando se cumplen 210 de años del nacimiento Franz Liszt, el pianista que causaba furor entre sus seguidores en cada uno de sus conciertos y que se convirtió en el primer fenómeno de este tipo de la historia de la música, te invito a recordar algunos datos de su biografía y por qué llegó a convertirse en un fenómeno que trascendía las meras interpretaciones en las salas de música. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!
Nacido el 22 de octubre de 1811 en Raiding, una ciudad fronteriza que pertenecía en aquella época a Hungría y ahora a Austria, Liszt Férenc (los húngaros anteponen el apellido al nombre), era hijo de Adam Liszt quien antes se había hecho llamar el hermano Mateo como franciscano antes de contraer matrimonio con Anna Lager, una obrera de una fábrica de jabón. El único hijo del matrimonio heredó la afición por la música de su padre, que dominaba el violín, el violonchelo o el piano y llegó a dirigir la orquesta de la corte de Weimar, y el amor por la improvisación de sus recuerdos de los gitanos que iban y venían cargados con sus violines en su continuo deambular por las plazas de localidades como Raiding.
Músico precoz, a los ocho años había conquistado a una aristocracia vienesa ávida de niños prodigios como Mozart, había tenido a los doce un encuentro con Beethoven del que hemos tratado en Un encuentro entre dos genios: Beethoven y Liszt, y se dirigía en ese 1823, tras una gira por distintas ciudades, con su padre a París con la intención de que ingresar en el conservatorio. El director de la institución, el prestigioso compositor Luigi Cherubini le negó la matrícula por una norma que él mismo había impuesto según la que sólo podían estudiar en el conservatorio parisino los ciudadanos franceses, por lo que el joven Franz permaneció en la ciudad recibiendo clases de su padre.
Desde ese momento el joven Liszt adquirió un virtuoso dominio del piano, comenzó a realizar sus primeras composiciones, muchas de las cuales han desaparecido, y continuó junto a su padre su carrera de niño prodigio que le llenó de notoriedad tras sus giras por Francia e Inglaterra. En 1827, cuando apenas contaba dieciséis años, su padre enfermó de tifus y falleció dejando a un joven intérprete sin su asesoramiento. Nunca llegó a visitar su tumba.
Director de orquesta, promotor musical y escritor, Xavier Güell es un incansable luchador a favor de la música. Nacido en Barcelona en 1956 y estudiar en conservatorios de esta ciudad y Madrid, debutó como director de orquesta a los diecisiete años con la Sinfónica de Madrid y Montserrat Caballé. Estudió con Franco Ferrara, Sergiu Celibidache y Leonard Bernstein. Tras fundar Solistes de Catalunya, interpretaron toda la obra orquestal de Mozart, mientras dirigía con diversas agrupaciones obras de Mahler, Beethoven, Shumann, Brahms o Wagner.
Tras el inicio del siglo creó la productora Musicadhoy con la que trajo a nuestro país obras de los grandes compositores de la actualidad y Operadhoy con la que ha producido más de una cuarentena de óperas nuevas en distintos teatros europeos.
En 2015 publicó su primer libro La música de la memoria, al que siguieron Los prisioneros del paraíso, Yo, Gaudí y la tetralogía Cuarteto de la guerra dedicada a cuatro músicos que lucharon por su vida y su música frente a los totalitarismos y guerras que asolaron Europa: Béla Bartók, Richard Strauss, Shostakóvich y Schönberg.
En La música de la memoria, Güell se introduce en la piel de algunos de los más grandes músicos del siglo XIX para darnos a conocer en primera persona, como una ficticia autobiografía, el transcurrir de la vida y cuanto la acompaña, el amor, la soledad, la desesperanza o la alegría de compositores de la envergadura de Beethoven, Schubert, Schumann, Brahms, Liszt, Wagner y Mahler.
Nos acompaña en este paseo alrededor de Liszt uno de los textos que hacen referencia a los objetivos que el genial pianista se propuso a lo largo de su vida como compositor
Además de las mencionados poemas sinfónicos, las primeras obras que auparon al joven Liszt al puesto de gran intérprete mientras residía en Francia y hacía del francés su lengua fueron las adaptaciones para piano en unas obras que sintetizaban en un solo movimiento los temas y motivos centrales de diversas obras.
Una de estas primeras adaptaciones pianísticas fue sobre la Sinfonía Fantástica de Berlioz, una obra que el propio Liszt consideraba que estaba siendo ignorada por un público que aún no había captado la importancia capital que esta obra tenía en la historia de la música y que consiguió hacer que la obra original alcanzara la difusión que merecía.
A lo largo de su vida llegó a componer un gran número de obras de este tipo que forman casi la mitad de su producción dividas en Paráfrasis, Reminiscencias y Transcripciones, términos acuñados por el propio compositor. En ellas, el compositor se siente libre para tratar y variar el material original que utiliza, tejiendo una obra propia a partir de la obra en que se basa, centrándose en una escena, aria o tema concretos.
Así, en Réminiscences de Don Juan (Reminiscencias de Don Juan), catalogada como S.418, obra compuesta en 1841, Liszt toma la ópera de Mozart para crear una obra personal que va más allá del resumen del original o incluso una recreación del personaje, estando más cerca de la interpretación del personaje por el compositor.
Liszt comienza con una representación del enfrentamiento entre Don Giovanni y las llamas del infierno que se mueve alrededor de la recreación de la canción y dúo con que el personaje seduce a Zerlina, Là ci darem la mano. El dúo se amplía con dos variaciones que convergen en el Aria del champagne, un anticipo de lo que le espera al seductor en una noche de conquista amorosa. Ni la breve evocación final del infierno hacen apagar el estado de ánimo del seductor.
En nuestra vocación de traer música vocal a este blog nos acercamos a música basada en ópera. La interpretación corre a cargo de una de las grandes estrellas de la música clásica actual, el pianista chino Lang Lang, capaz de llenar grandes escenarios y espacios poco habituales para este tipo de música con su presencia. La grabación corresponde a su debut en el Carnegie Hall de New York en 2003 cuando el intérprete tenía veintiún años de edad.
El joven Liszt dejó de interpretar en público, se alojó con su madre en un pequeño apartamento parisino y se dedicó a impartir clases como forma de vida, mientras leía cuanto veía interesante para suplir las carencias de su educación.
Ya mostraba una compleja personalidad que Felix Mendelssohn definió como «su vida es un cambio incesante entre lo escandaloso y lo divino», alternando la vida de incansable seductor con una constante espiritualidad que le hizo plantearse en varias ocasiones tomar los hábitos religiosos.
Tras asistir a un concierto benéfico del virtuoso violinista Nicoló Paganini tomó la decisión de convertirse en un virtuoso del piano, comenzando a estudiar las técnicas interpretativas de los grandes pianistas de la época como Dreyschock y Thalberg como el efecto tres manos que desarrolla la melodía en el centro, mientras la acompañan arpegios por la zona grave y aguda consiguiendo un efecto que parece que utiliza una mano más en la interpretación.
Tras la organización de un duelo pianístico ante un público entendido entre Liszt y Thalberg auspiciado por una de sus admiradoras. la princesa Belgiojoso, esta declaró al finalizar el acontecimiento que «Sigismund Thalberg es el primer pianista del mundo y Liszt es único», aunque los críticos asistentes defendieron que hubo dos ganadores y ningún perdedor.
Poco a poco fue creciendo la fama de Liszt a la par que el intérprete introducía algunas innovaciones en su forma de presentarse a la audiencia. Hizo colocar el piano de forma lateral hacia el público en lugar de la tradicional en que el intérprete quedaba tapado por el instrumento, de forma que conseguía dos efectos: por una parte, al abrir la tapa el sonido se proyectaba hacia el público que lo percibía mejor; por otra parte, los espectadores podían verlo de perfil atrayendo la atención hacia su figura.
Habitualmente solía presentarse solo en el escenario, consiguiendo lo que él llamaba «soliloquios» y consideraba la forma más completa de expresión musical, en una época en que los escenarios estaban compartidos por un grupo de intérpretes.
Liszt sabía atraer la atención del público. Entraba solitario y majestuoso al escenario ante la mirada de los espectadores, se quitaba los guantes y los arrojaba teatralmente al suelo y comenzaba a tocar de una forma arrebatadora mientras sus manos parecían volar sobre el teclado con sus largos y delgados dedos, mientras su melena se movía siguiendo la evolución de la música. El efecto era devastador entre el público que gritaba emocionado, especialmente el femenino. Nunca antes se había visto nada parecido. Algunas espectadoras se acercaban al escenario a recoger sus guantes, el pañuelo que lucía en su traje, las cuerdas que se habían roto en el piano o las colillas de los puros que fumaba sin cesar.
El escritor Heinrich Heine inventó el término Lisztmanía para referirse a este furor que el intérprete causaba en la década de 1840 en París. Incluso los médicos llegaron a aceptar este término como forma de explicar que la atracción que causaba entre sus seguidoras era algo digno de tenerse en consideración.
El seductor Liszt no dejaba de coleccionar amantes, en un par de ocasiones llegaron a amenazarlo con una pistola si no les otorgaba sus favores, dos de ellas abandonaron a sus maridos por él y le perdonaron sus infidelidades. Con una de ellas, Marie D'Agoult, mantuvo una relación estable durante unos años y tuvo sus tres hijos, Blandine, Cosima y Daniel a los que hubieron de poner los apellidos paternos para evitar ser declarados hijos ilegítimos de su anterior esposo, el Conde D'Agoult. En esta época se dedicó a la composición, comenzando con transcripciones de obras conocidas, que aumentaron su fama, además de dedicar gran parte de sus esfuerzos y recitales a la caridad y causas humanitarias como ningún músico había hecho hasta entonces.
En 1847 conoció en Kiev a la princesa polaca Carolyne zu Sayn-Wittgenstein entablando una relación que duró gran parte de lo que le restaba de vida. La princesa lo convención para centrarse en la composición, por lo que renunció a su carrera de intérprete tras un concierto en Elizavetgrad cuando contaba con treinta y cinco años.
Pero la fuerza interpretativa de Liszt no solo las cautivaba a ellas. Un crítico ruso, Vladimir Stasov, llegó a escribir tras presenciar un recital: «Nunca habíamos estado frente a un temperamento tan brillante, apasionado y demoniaco... la actuación de Liszt fue tremendamente abrumadora».
En este segundo texto de La música de la memoria, Xavier Güell pone en boca de Liszt a quienes sentía como rivales musicales y cómo fue su relación con ellos, centrándose en las figuras de Robert y Clara Schumann y Johannes Brahms.
Las obras para piano de Liszt muestran un virtuosismo extremo que pocos intérpretes pueden llegar a desplegar, siendo obras que el compositor húngaro pensó para interpretar él mismo.
Franz Liszt desplegó su amor por la música folclórica de su tierra natal, la evocación de los músicos zíngaros itinerantes y su virtuosismo en sus Rapsodias húngaras, un grupo de diecinueve piezas que compuso entre 1846 y 1853 y continuadas entre 1883 y 1885.
La Rapsodia húngara nº 2 está escrita en Do sostenido menor y dedicada al Conde Ladislas Teleky en 1847 y publicada en 1851, aunque existe también la versión orquestal adaptada por Franz Doppler con revisiones del propio compositor. Siguiendo la tradición húngara, esta rapsodia está dividida en dos partes contrastantes el Lassan o parte lenta y el Friska o parte rápida.
La interpretación corresponde a la pianista ucraniana Valentina Lisitsa en una grabación que se realizó en la ciudad neerlandesa de Leiden en mayo de 2010. La realización nos detalla el vertiginoso, hipnótico y virtuoso juego de manos que con unos dedos tan largos y delgados nos pueden recordar a los del propio compositor e intérprete húngaro.
La fascinación que Franz Liszt causaba entre el público femenino provenía de su arrebatada personalidad entre la que era un factor importante su intensa espiritualidad. Al parecer, en su faceta de seducción eran importantes las largas conversaciones sobre la eternidad y Dios. Con Marie d'Agoult hablaba del destino de la humanidad y las promesas de la religión.
A los cincuenta y cuatro años el seductor perseguido por escándalos y líos de faldas adoptó la decisión definitiva de tomar órdenes menores y dedicarse a la composición de música sacra. En este tiempo promovió de forma altruista la obra de otros compositores como Schumann, Grieg, Smetana, Berlioz, Debussy, Fauré o Borodin, además de Wagner con quien llegó a tener una impensable relación familiar, ya que la única hija que le quedaba, Cosima, abandonó a su marido, el director von Bülow para vivir con el compositor alemán. Instalado en Weimar, fue nombrado allí Kapellmeister y dirigió la orquesta de la corte hasta 1861.
Así, en casi retirado de la composición escribió algunas de sus obras que más se acercan a lo que más adelante harían compositores como Debussy o Shönberg: Les jeux d'eaux à la Villa d'Este, Bagatelle sans tonalité o Rève-nocturne.
También se ocupó entre 1862 y 1866 en la composición de un gran oratorio, Christus, una obra que toma la vida de Jesucristo desde su nacimiento hasta su pasión y resurrección en la línea argumental de El Mesías de Händel, y que fue estrenada en Weimar en mayo de 1873.
En 1881, con setenta años sufrió una caída por unas escaleras en Weimar que le tuvo varias semanas inmovilizado y dio a conocer una serie de enfermedades y dolencias que se encontraban latentes. Cinco años después, el 31 de julio de 1886, fallecía en Bayreuth tras asistir a las representaciones del festival que su hija Cosima organizó con las habituales obras de Wagner.
La relación entre Liszt y su yerno Wagner tuvo muchos encuentros y desencuentros desde que se conocieron en la década de 1840 hasta el fallecimiento del pianista en 1886. También Xavier Gëll dedica unas páginas a desarrollar esta compleja relación desde sus comienzos, pasando por la complicada situación en que Wagner y Cosima se hicieron pareja con la oposición del pianista, las distintas concepciones que ambos tenían sobre la música, algunos comentarios en que el autor de la Tetralogía hablaba bien a Liszt de sus obras mientras las criticaba a sus espaldas, hasta llegar a un cierto entendimiento final. Nos quedamos con el texto que refleja del inicio de la relación entre ambos colosos musicales.
Nos despedimos de la figura de Franz Liszt y su valor como intérprete, compositor, seductor e iniciación de los movimientos de fascinación del público por la persona del artista como héroe de la modernidad, una situación que se repite en distintas disciplinas que van de los intérpretes de música a los deportistas o actores.
De las composiciones basadas en obras de Wagner nos acompaña, en consonancia con el texto de Güell, la primera de una de las tres piezas que conforman su S.446 Aus Lohengrin de 1854, Festspiel und Brautlied aus Lohengrin (Festival y canto nupcial de Lohengrin) en la interpretación del pianista argentino Horacio Lavandera grabado en el Festival Andino de Jujuy en 2018.
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- Güell, Xavier. La música de la memoria, Galaxia Gutenberg, 2005.
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