Estancias

Verduras, hortalizas, versos y sentimientos

Letras y músicas veganas

En cuestión de alimentos los seres vivos de nuestro planeta, incluidos los seres humanos, disponemos de una enorme variedad para nuestro sustento, crecimiento y desarrollo. 
Para el mantenimiento de nuestros organismos, la vasta cantidad y variedad de alimentos que conocemos nos proporcionan todos los nutrientes que necesitamos, además de otras sustancias como los oligoelementos que, por definición, necesitamos en pequeñas cantidades para nuestro crecimiento y desarrollo. Así, además de los consabidos carbohidratos, proteínas, vitaminas o grasas, necesitamos el aporte de esas pequeñas cantidades de estos elementos como potasio, cloro, sodio, calcio, fósforo, hierro o manganeso para tener una vida saludable.
De esta forma, los alimentos nos proporcionan los nutrientes que necesitamos en una enorme variedad de productos, sabores, aspectos, colores y presencia que los convierten en apetecibles y deseados. 
El gran problema es la injusta distribución que de ellos hacemos, con una sobreabundancia y despilfarro en unas sociedades, mientras otras padecen auténticas penurias alimenticias, una situación que debemos plantearnos para solucionarla de forma definitiva. Mientras se producen alimentos para toda la población, no llega a todos en las condiciones que cada uno necesita.
Cada civilización, cada país, región o localidad ha aprovechado, utilizado a su modo y creado un uso de los alimentos que ha tenido en su entorno, creando una cultura gastronómica que la comunicación y el intercambio cultural primero, y la globalización más adelante, ha ido convirtiendo en universales conocidos, hasta el punto que algunos han sido declarados Patrimonio Inmaterial de la Humanidad como la Dieta Mediterránea o las Cocinas Tradicionales Francesa, Japonesa y Mexicana. En estas cuatro culturas gastronómicas, la Unesco ha reconocido los valores culturales y sociales que poseen, independientemente de su valor nutricional.
La búsqueda de una alimentación saludable ha ido modificando algunos usos gastronómicos, eliminando determinadas costumbres como el uso frecuente de comidas grasas o raciones más abundantes, la utilización de técnicas culinarias más sanas, como el cocer alimentos al vapor frente a los fritos, la compra de productos de proximidad o el consumo de productos más saludables. 
Entre estos últimos, se está decantando la mayor utilización de productos de origen vegetal frente a los de origen animal, culminando en algunos casos con la adopción por un gran número de personas de las dietas vegetarianas y veganas.
En esta publicación te propongo un paseo por textos y músicas relacionados con las verduras, hortalizas y ensaladas, una forma de alimentación sana y saludable. Nos acompañan Wislawa SzymborskaPablo NerudaAlberto CortezSerrat Mateo Flecha el Viejo. Lleven entre nosotros décadas o siglos, estos acompañantes vienen frescos como hortalizas recién sacadas del huerto. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Pese a que en esta publicación tratemos textos y músicas relacionados con algunas verduras y hortalizas, queremos hacer presentes todas ellas en su representación. 
Nuestro primer acompañante es un producto modesto, cotidiano, que no suele protagonizar nuestras comidas, pero es un acompañante fiel y constante en nuestra alimentación: la cebolla.
Con propiedades bactericidas y fungicidas, la cebolla es rica en minerales, vitaminas (A, B, C, E) y oligoelementos como calcio, magnesio, cloro, cobalto, hierro, cobre, fósforo, yodo, níquel, potasio, silicio, cinc, bromo y azufre, este último le proporciona su sabor picante característico y, al disolverse con rapidez en el agua produce ese ácido sulfúrico que nos hace llorar cuando la cercenamos con el cuchillo.

Giuseppe Arcimboldo. El verano (1563) Museo de Historia del Arte. Viena
La poeta polaca Wislawa Szymborska, acompañante asidua de este blog, nos acompaña con uno de sus poemas. Como otros poetas polacos Szymborska es superviviente de la Segunda Guerra Mundial y la dictadura estalinista, debiendo interrogarse sobre el sentido de Europa en esas décadas, eludiendo las respuestas simplistas que mostraban un simple paréntesis entre periodos civilizados, para señalar que esa barbarie estaba gestándose en lo más profundo de esta cultura.
Ganadora del Nobel de Literatura en 1996, Szymborska es una incansable defensora de la historia del pensamiento humano en unos momentos en los que nos venimos instaurando en un culto a la ciencia, necesario, pero no excluyente del pensamiento y la filosofía.
En su obra poética fue desligándose de la influencia del acaparador partido comunista polaco con obras que abarcan medio siglo desde su inicial Por eso vivimos (1952), Preguntas a mí mismaLlamando al Yeti, Sal, Si acaso, El gran número, Fin y Principio o su última obra, Aquí (2009), para ofrecernos un opus donde la filosofía y la poesía se funden en un todo indisoluble.
Publicado en 1976, Wielka liczba (El gran número) es un poemario con casi una veintena de poemas entre el que se encuentra Cebula (La cebolla) y que podemos encontrar dentro de su antología Paisaje con grano de arena. La simplicidad de esta hortaliza, repetida en su forma, frente a la variedad de partes con diferentes funciones en que se conforma nuestro propio organismo da pie a la Szymborska para su -en sus propias palabras- cebollil reflexión.


Es más que probable que este poema, su título y su contenido nos hayan evocado el poema de Miguel Hernández que tantas veces hemos escuchado cantar a Joan Manuel Serrat, una canción que se ha convertido en todo un clásico de nuestra cultura musical.
Inspirado en la correspondencia entre Miguel Hernández y su esposa mientras él estaba encarcelado en plena contienda civil, ella se lamentaba de que sólo disponía de pan y cebollas para alimentarse y poder amamantar a su hijo recién nacido. De esta correspondencia surge uno de los poemas a la vez más hermoso y terrible de nuestra literatura. En Las nanas de la cebolla el poeta oriolano utiliza las seguidillas compuestas, formadas por un cuarteto seguido de un estrambote de tres versos en que alterna los heptasílabos con los pentasílabos, en una sucesión de estrofas que se superponen como las capas de la hortaliza.
Aunque popularizada por Serrat, la música fue compuesta en 1973 por el cantautor argentino Alberto Cortez y nos acompaña en una versión poco habitual donde ambos cantantes van alternándose en cada una de las estrofas, con su timbre, vocalidad y personalidad interpretativas propias en una grabación correspondiente al disco Coincidencias de 1990.
Aíslate de cualquier distracción, ponte los auriculares si los necesitas y, si notas que te corren unas lágrimas, especialmente en el crescendo que hay a mitad de la canción, no lo dudes: los sulfuros volátiles de la cebolla se han convertido en ácido sulfúrico y te hacen llorar.


De las nanas pasamos a la oda, de la cebolla a la alcachofa.
De origen egipcio, la alcachofa se extendió por la antigua Grecia, llegando a nuestro país con los árabes, siendo en la actualidad el segundo productor mundial tras Italia.
Rica en fibra, reduce la glucosa en la sangre y la acidez estomacal, mientras ayuda al estreñimiento y frena el envejecimiento al aportar muchas vitaminas y minerales como el calcio, fósforo, potasio o sodio. Aunque se desperdicie parte de su flor, la parte que solemos comernos, combate el colesterol y sus flavonoides nos defienden de enfermedades cardiacas.

Pierre Renoir. Cebollas (1881). Clark Art Institute. Williamstown (Massachusetts)
Pablo Neruda se nos presenta siempre como uno de los grandes poetas en nuestro idioma de todo el siglo XX. Premio Nobel de Literatura en 1971, su poesía posee un extraordinaria fuerza creadora, con una vitalidad arrolladora y una sagaz coherencia.
En sus Odas elementales, Neruda realiza una suerte de inventario, un mirar, observar y replantear una serie de elementos: animales, oficios, personajes, ciudades u objetos que están presentes en nuestra vida y que, pasen o no desapercibidos, merecen nuestra atención. Así, el poeta chileno dedica su variopinta atención al aire, al hilo de coser, al cobre, al pan, a la noche o al «caldillo del congrio» entre otros muchos protagonistas.
Dividido en tres libros de odas, el primero, estas Odas elementales, fue publicado en 1954 y, como su nombre indica, está dedicado a las cosas simples. Entre ellas, nos acercamos a esta Oda a la alcachofa, a la que opone la rígida coraza de guerrero que la cubre frente a su tierno corazón, mientras su bélico atuendo aturde y abruma al resto de verduras, frutas y hortalizas, que se alejan de ella.




En su enciclopédica obra Tesoro de la lengua castellana o española (1611), Sebastián de Covarrubias nos dice:

«Y porque en la ensalada echan muchas yerbas diferentes, carnes saladas, pescados, azeytunas, conservas, confituras, yemas de huevos, flor de borraja, grageas y de mucha diversidad de cosas se haze un plato, llamaron ensaladas un género de canciones que tienen diversos metros, y son como centones, recogidos de diversos AUTORES. Éstas componen los Maestros de Capilla, para celebrar las fiestas de la Natividad; y tenemos de los Autores antiguos muchas y muy buenas, como El molino, La bomba, El fuego, La justa».

Así, tras el nacimiento y consolidación de la polifonía se popularizaron las Ensaladas como mezcla de canciones, algunas de ellas populares, unidas por textos que sirven de nexo de unión, con versos, metros, idiomas y ritmos distintos que se van configurando en melodías que se cantan a tutti, a solo o a dúo, al unísono, en canto homófono o contrapunto, en una variedad que hace honor a su nombre. 
Suelen finalizar con una máxima o moraleja, en ocasiones en latín, que siguen dan culminación a la historia en la clave de la época: «docere et delectare», enseñar y divertir.
De esta manera, para estas ensaladas que nos acompañan cambiaremos tomates, lechugas y otras hortalizas por las distintas métricas, géneros, versos, músicas e idiomas para descubrir las canciones populares, madrigales, villancicos y romances que la forman.

Paul Cézanne. Bodegón con cebollas (1895-8) Museo de Orsay (París)
Publicadas en 1581 en Praga por su sobrino Mateo Flecha el joven con el título de Las ensaladas de Flecha, maestro de capilla que fue de las Serenísimas Infantas de Castilla, recopiladas por F. Matheo Flecha su sobrino, Abad de Tyhan y Capellan de las Majestades Ceasreas, con algunas suyas y de otros autores, por el mesmo corregidas y echas estampar, este título, casi una ensalada por su extensión, recoge obras de Mateo Flecha el Viejo, el gran impulsor del género, su sobrino y autores como Bertomeu Cárceres, cuya ensalada La trulla nos acompañó hace unas semanas.

Una vez centrada nuestra atención en diversas verduras y hortalizas, y pensando en sus propiedades, nos acercamos a una de las más populares Ensaladas de Mateo Flecha el Viejo, La bomba.
La versión que nos acompaña está interpretada por el grupo Vandalia, con la soprano Rocío de Frutos, el alto Gabriel Díaz, el tenor Víctor Sordo y el bajo Javier Cuevas, acompañados a la flauta por Tamar Lalo, al arpa por Sara Águeda y a la vihuela por Ariel Abramovich.

En esta interpretación, perteneciente al concierto La música de los Reyes Católicos. Juegos de amor cortesano (Laredo, 1496) celebrado en la Fundación Juan March en su sede de Madrid en marzo de 2019, las cuatro voces con su acompañamiento musical tejen un entramado de melodías, armonías y voces con subtítulos en castellano que facilitan el seguimiento y disfrute de la obra. 


Una vez inmersos en la enorme variedad de vegetales y su valor alimenticio, continuamos con las ensaladas en su vertiente literaria y con la compañía de Pablo Neruda, su prodigiosa fuerza verbal y su mirada que alcanza desde las fuerzas telúricas a la lucha contra la opresión o el canto íntimo al amor.
En Cien sonetos de amor, Neruda divide el poemario en las partes del día: Mañana, Mediodía, Tarde y Noche, alcanzando la cima de su poesía amorosa, eludiendo la métrica, estrofas y rima habituales, alterándolas cuando le conviene, manteniéndolas cuando lo desea.
En su dedicatoria a su amada Matilde Urrutia, Neruda escribe, entre otras: 

«Señora mía muy amada, gran padecimiento tuve al escribirte estos mal llamado sonetos y harto me dolieron y costaron, pero la alegría de ofrecértelos es mayor que una pradera. Al proponérmelo bien sabía que al costado de cada uno, por afición electiva y elegancia, los poetas de todo tiempo dispusieron rimas que sonaron como platería, cristal o cañonazo. Yo, con mucha humildad, hice estos sonetos de madera, les di el sonido de esta opaca y pura substancia y así deben llegar a tus oídos».

En su Soneto XXXVI, el poeta chileno se refiere a su amada Matilde en una amalgama propia de las ensaladas que hemos traído a esta publicación, a su personalidad que todo lo hace, domina y acomete. Sírvanos como muestra de una nueva ensalada literaria. 


Nacido en la localidad catalana de Prades en 1481, Mateo Flecha el Viejo comenzó a trabajar en 1522 en la Catedral de Lleida como cantante y más adelante como maestro de capilla.
Tras trasladarse a Guadalajara, continuó en Valencia con la dirección de la capilla musical del Duque de Calabria, también conocido como Cancionero de Upsala, en cuyo cancionero se hayan algunas de sus ensaladas, antes de aparecer en la antes mencionada publicación de Praga que recopiló su sobrino.
Inicialmente las ensaladas, de las que es el máximo exponente, se relacionaban con las fiestas navideñas, pese a la amalgama que se han señalado anteriormente. De las once cuyos títulos se conocen, sólo han llegado hasta nuestros días seis: Jubilate, El fuego, La bomba, La negrita, La guerra y La justa.
Nuestra última publicación, más vegetariana que nunca, es una de las celebradas composiciones de Mateo Flecha el Viejo, en esta ocasión su ensalada La bomba, una obra que narra los peligros de los viajes a través del océano, del cual, salvará a los viajeros la presencia de El Salvador recién nacido.
Los intérpretes de esta versión son King's Singer acompañados por The Harp Consort, en una versión solo de audio con el texto para poder seguirla en su integridad.

Con esta nueva ensalada en la que cambiamos tomates, pimientos, lechugas y otras verduras por letras de poemas y músicas, finalizamos esta publicación. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Bibliografía y webgrafía consultadas:

Cuando la naturaleza recupera su sitio

Si desapareciéramos los seres humanos, la naturaleza no tardaría en recuperar todo lo que le hemos ido quitando y restablecer el equilibrio en nuestro planeta.
Sabemos que la naturaleza es sabia y que, más tarde o temprano, acabaría volviendo a ocupar su espacio si la dejáramos.
Queremos creer que nuestras actuaciones son fuertes y perdurables, que somos constantes y persistentes, teniendo como pruebas o ejemplos construcciones milenarias como las pirámides de Egipto o Centroamérica, la Gran Muralla China o multitud de castillos, palacios e iglesias.
Mas, si nos fijamos con más detalles, observamos que estas construcciones erigidas por la humanidad han estado durante mucho tiempo abandonadas y casi en estado ruinoso, que muchas de ellas han desaparecido irremediablemente y, sólo a costa de un ingente esfuerzo material, personal o económico, han podido sobrevivir hasta nuestros días.
Basta observar cómo en cualquier grieta de las paredes, en los huecos entre losetas, piedras o adoquines, o en las roturas de elementos como tejas o cristales, surgen constantemente muestras del poder de la naturaleza que comienza a mostrar su fuerza invasora. Qué seria de nuestros hogares, calles, edificios, parques o carreteras si no estuviéramos constantemente manteniéndolos y luchando contra ese poder regenerador de la naturaleza.
Ese poder natural ha llegado a invadir lugares donde los seres humanos se habían asentado, pensando en la constancia y durabilidad del esfuerzo humano, en el dominio sobre las fuerzas naturales a las que ha ido arrebatando su espacio vital.
Las obras distópicas, e incluso, las de ciencia ficción nos presentan con bastante frecuencia unos escenarios postapocalípticos en los que alguna catástrofe natural o la propia acción bélica del hombre han acabado por destruir nuestras civilizaciones. En estas obras aparecen ineludiblemente lugares abandonados, destruidos e invadidos por una fuerza de la naturaleza que se manifiesta en la abundancia de plantas y animales a los que habíamos desplazado de su espacio vital.  
Cuántas civilizaciones se han perdido, mientras sus monumentos han quedado destruidos: Mesopotamia, Egipto, Grecia, Roma, por ejemplo, en la vieja Eurasia, mientras aztecas o incas han perdido ciudades, edificios o pirámides que han sido totalmente invadidos por la fuerza de la naturaleza.  
Te propongo un paseo por textos en los que la fuerza de la naturaleza ha invadido construcciones y reflejan la fuerza que esta tiene para recuperar su lugar. Nos acompañan obras de Gabriel García Márquez, Umberto Eco, Daphne du Maurier, TchaikovskyRimsky-Korsakov y Franz Waxman.

Embarcación abandonada desde comienzos del siglo XX en Sydney (Australia)

En esta publicación nos acompañan tres textos, uno sacado del comienzo de una novela, otro en el que se indica uno de los varios anuncios de la destrucción con que acabará la obra y otro que nos muestra la destrucción e invasión de un próspero lugar al final del libro. Las músicas que nos acompañan reflejan también esas invasiones de la naturaleza y pertenecen a una banda sonora, un ballet y una ópera.
Hay libros que tienen comienzos inolvidables y que una vez que los recordamos nos evocan, invariablemente, la historia que leímos. Es el caso de Rebeca, la novela de Daphne du Maurier que fue llevada al cine por Alfred Hitchcock, en una versión bastante fiel a la obra original.
Su comienzo nos lleva al sueño de la protagonista -de la que desconocemos el nombre, tal es la fuerza de Rebeca- que nos acerca a la abandonada posesión de Manderley en la que vivía.


La fuerza con que la naturaleza ha ido tomando posesión de los terrenos que antes fueron suyos, frente a la ordenada creación de jardines, setos y caminos arbolados, muestra esa fuerza arrolladora.
Pocos inicios hay tan potentes como ese «Anoche soñé que había vuelto a Manderley» de las versiones literaria y cinematográfica.


La novela de Daphne du Maurier fue llevada al cine por Alfred Hitchcock en la que sería su primera película americana. La música del film fue compuesta por Franz Waxman quien creo una banda sonora efectista y que se ha convertido en todo un clásico desde los primeros temas que suenan acompañando los títulos de crédito, en una partitura impetuosa y exuberante que transmite las emociones por las que atraviesan los personajes.
Dividida en Título principal, Prólogo y Escena de apertura, nos acompaña el inicio de esta banda sonora cuyos primeros compases tantas veces pudimos oírlos al comienzo de los programas de El mundo de la fonografía del inolvidable José Luis Pérez de Arteaga.
Este memorable primer tema principal, bullicioso que crece desde sus primeros acordes es seguido por Foreward, un tema secundario melancólico que  da paso al alegre y juguetón Marriage que evoca la boda y se va volviendo menos sutil al finalizar con la presentación del ama de llaves, la Sra. Danvers.


En su tesis doctoral, García Márquez: Historia de un deicidio, Mario Vargas Llosa señalaba que «Cada novela es un deicidio secreto, un asesinato simbólico de la realidad. Un escritor no elige sus temas, los temas lo eligen a él. García Márquez no decidió escribir ficciones a partir de sus recuerdos en Aracatata. Ocurrió lo contrario: sus experiencias de Aracataca lo eligieron a él como escritor». Con estos términos, Vargas Llosa se refería a la novela que fue el origen del Boom de la literatura Latinoamericana.
Publicada en 1967, Cien años de soledad posee también uno de esos inicios que se han tornado inolvidables: «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo».
En cierto modo, Cien años de soledad es un libro de configuración bíblica, en el sentido que comienza con un Génesis y finaliza con un Apocalipsis. Además, su lenguaje y otras alusiones refuerzan esta idea. Además del Génesis, hay alusiones al Éxodo, tras los dos años de travesía que hubieron de realizar para llegar al otro lado de la sierra para encontrar su tierra prometida. Remedios la Bella asciende al cielo sin que a nadie le extrañe, salvo la pérdida de un juego de sábanas que echa de menos Fernanda del Carpio. También son mencionadas las plagas, en esta ocasión por las del insomnio, las guerras civiles y la de amnesia, mientras que no falta tampoco un diluvio de casi cinco años, desatado según todas las voces por el poderoso Mr. Brown de la compañía bananera. Finalmente, la obra concluye con un apocalipsis que se ha venido anunciando en diversos parajes de la obra como punto y final a la historia de los Buendía.

Ruinas de Angkor Wat (Camboya)
Una de estas situaciones en que se viene anunciando la destrucción de la saga nos muestra ese poder omnímodo e invasor con que la exuberante naturaleza viene a reclamar lo que le pertenece y que domina cuando las fuerzas no pueden detenerla.
Santa Sofía de la Piedad es un personaje conformista, resignado, silencioso y casi invisible a quien García Márquez otorga la «rara cualidad de no existir por completo sino en el momento oportuno» y a cuya familia Pilar Ternera entregó todos los ahorros de su vida para que acabara como la compañera de Arcadio, el hijo del José Arcadio primero y a quien le dio tres hijos: Remedios la Bella, José Arcadio Segundo y Aureliano Segundo. Santa Sofía de la Piedad es uno de los escasos habitantes del pueblo que escapan del desenlace apocalíptico.


De la música de cine pasamos a la de ballet, y qué mejor historia para evidenciar el paso del tiempo y la invasión que la naturaleza hace ocupando el espacio que uno de los cuentos infantiles más conocidos.
Basado en el conocido cuento de Charles Perrault y con un libreto del coreógrafo Marius Petipa junto con Iván Alexandrovtsch Wsewoloschsky, en enero de 1890 se estrenó en el Teatro Mariinsky de San Petersburgo el ballet La bella durmiente con música de Peter Ilich Tchaikovsky, uno de tres grandes ballets del compositor ruso, posterior a El lago de los cisnes y anterior a El Cascanueces.
La historia que nos acompaña transcurre en la segunda escena del Acto II. Tras una cacería con su séquito, el príncipe Desiré queda solo y el Hada Lila le muestra una visión de la princesa que lleva dormida desde hace cien años en un lugar inaccesible por la vegetación que ha crecido durante ese tiempo. A medida que la visión se desvanece, el príncipe pida al Hada que la lleve junto a ella, logrando traspasar la vegetación y quienes la guardan, llegar al palacio y, como es obvio en esta historia, despertarla con un beso.
Cada versión y decorado son diferentes, en esta producción de 2018 del Royal Ballet del Royal Opera House de Londres con Vadim Muntagirov y Marinela Núñez (Nunez para los ingleses).


La tercera obra que nos acompaña es otra novela, en este caso de ambientación histórica medieval que transcurre en un monasterio, la excelente El nombre de la rosa de Umberto Eco.
Experto en semiótica, este filósofo y escritor italiano nos sumergió en el interior de una abadía benedictina durante siete intensas jornadas en descomunal novela en que se une la trama policiaca, la crónica medieval, la novela gótica, en la que se incluye la reconstrucción de las formas de pensar y sentir de la época, un amor por los libros y las bibliotecas y una trama policiaca a cargo de Guillermo de Baskerville, un personaje que sirve de homenaje a Sherlock Holmes (y la obra El sabueso de los Baskerville) y al filósofo Guillermo de Ockham, de los que toma nombre y apellido.

Ciudad minera abandonada de Kolmanskop (Namibia)
Contada por el joven Adson de Melk, la novela finaliza con un viaje que el narrador realiza a la derruida abadía donde transcurre la historia, el estado en que la encuentra y cómo los vestigios de lo que fuera un próspera edificación humana han sido invadidos por la flora y la fauna que la naturaleza ha llevado al lugar.


Basada en dos leyendas populares rusas, la salvación de la ciudad de Kitezh que se volvió invisible cuando fue atacada por los mongoles y la de la joven Fevróniya de Múrom, Nikolai Rimnsky-Korsakov estrenó su ópera La ciudad invisible de Kitezh también en el Teatro Mariinsky de San Petersburgo en 1907.
La ópera transcurre en cuatro escenarios diferentes, tres de ellos mundanos y el otro místico. El primero de ellos, el bosque representa la naturaleza, el hogar de la joven Fevróniya, un lugar puro y lleno de armonía. El segundo, la Pequeña Kitezh es el escenario de la vida cotidiana, donde habita la gente normal, del que procede también el vagabundo Grishka Kuterma, que prefiere servir al mal, mientras el tercero es la residencia del príncipe Yuri Kitezh el Grande. El lugar espiritual es la Gran Kitezh, la residencia del bien y símbolo de la patria ideal.

Valle de los molinos. Sorrento (Italia)


Finalizamos esta publicación sobre lugares en los que la fuerza de la naturaleza le hace recuperar su sitio con el aria del príncipe Yuri entona un lamento por la posible destrucción de la ciudad que presiente, su final, ante la idea en el momento de su fundación de que permaneciera en pie durante siglos. 


Este lamento que está interpretado por la profunda voz de bajo de Boris Christoff, en una grabación discográfica de HMV de 1952 con la Philarmonia Orchestra dirigida por Wihelm Schüchter.

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Bibliografía y webgrafía consultadas:
  • Du Maurier, Daphne. Rebeca. Traducción de Fernando Calleja. Editorial DEBOLSILLO.
  • García Márquez, Gabriel. Cien años de soledad. Editorial DEBOLSILLO.
  • Eco, Umberto. El nombre de la rosa. Traducción de Tomás de la Ascensión Recio y Ricardo Pochtar.

Las cinco estaciones de Cervantes

Nadie ignora que las estaciones astronómicas del año son cuatro y que sus comienzos y finales coinciden con los solsticios de verano e invierno y los equinoccios de primavera y otoño.
Estas estaciones las hemos asociado a algunos acontecimientos anuales que van desde el renacer tras el frío invierno, la floración, el crecimiento y recogida de los frutos o la caída de las hojas hasta concluir con el nuevo letargo invernal. Las sensaciones que nos producen estas estaciones, las fiestas con las que nuestras culturas las celebran o nuestras propias costumbres las asocian a nuestras formas de vida.
Las estaciones del año también han sido utilizadas en múltiples ocasiones por pintores, poetas, músicos o distintos tipos de artistas para reflejar las características, sensaciones o sentimientos que les evocan. También han servido para crear diversos recursos literarios en que se trataban la fugacidad del tiempo, el sentido cíclico que se reitera constantemente o la comparación del ciclo anual con las etapas de nuestra vida.
Desde un punto de vista lingüístico, las estaciones tienen orígenes distintos, unas desde un punto de vista etimológico, mientras el otoño posee una denominación desde el punto de vista descriptivo.
Te invito a un paseo por las cinco estaciones del año según refleja el autor de El Quijote en sus obras. ¿Te animas a conocer cuáles son esas cinco estaciones del año para Cervantes? Nos acompañan interesantes músicas de su época y agrupaciones especializadas en ellas. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!

Estatua de Miguel de Cervantes en La Palma del Condado (Huelva)
En la publicación de la Universidad Complutense de Madrid titulada Divertimento filológico sobre el otoño, el profesor de la Universidad de Sevilla, crítico y traductor Francisco García Tortosa realiza un estudio en el sentido indicado en el título. García Tortosa analiza los términos astronómicos estacionales, sus formación filológica y su comparación entre diversos idiomas, centrando su mirada en la estación otoñal.
A esta publicación pertenece el primer texto que nos acompaña y que nos sirve como punto de partida para indagar sobre las cinco estaciones a las que se refiere Cervantes, además de diversas consideraciones sobre el origen etimológico de las estaciones y su utilización en el lenguaje tradicional.


Las músicas que nos acompañan en esta publicación pertenecen a la época de Cervantes. Unas fueron compuestas cuando el escritor tenía aún poca edad y de otras no tenemos la certeza de si cuando se compusieron aún estaba vivo o ya había fallecido. Tampoco tenemos la evidencia de que el genial escritor las escuchara o conociera, aunque sí tenemos la convicción de que representan su época y nos parece razón suficiente para que nos acompañen.


Fundado en Pamplona en 2014 el Ensemble Tylman Susato  está compuesto por cuatro o cinco miembros -dependiendo del repertorio- con la intención de interpretar y difundir música antigua, desde el periodo medieval al renacentista y barroco.
Formado por Ana Olaso (canto, percusión, arpa y órgano positivo), Clara Biurrum (canto viola da gamba y órgano positivo), Alfonso Zoco (canto, flautas de pico y corneto) e Iñaki Amézqueta (canto, viola de brazo renacentista, clavecín y órgano positivo), dedican su actividad profesional a la docencia musical que compaginan con la participación en agrupaciones musicales de diversos estilos y la pertenencia a la agrupación citada. 
Toman su nombre como homenaje al compositor y trompetista del siglo XVI, más conocido por fundar en Amberes la primera editorial musical de los Países Bajos. Los miembros del Ensemble Tylman Susato crean programas en los que abordan sus conciertos con la difusión de obras de las épocas señaladas de forma didáctica con pequeñas explicaciones y diálogos con el público sobre las obras que interpretan. Entre sus programas podemos citar. Música para cantar y danzar en la Europa de los siglos XV al XVII o Música europea en la época de Santa Teresa de Jesús (ambos de 2015), La relación de Miguel de Cervantes y William Shakespeare con la música (2016) en la conmemoración del cuarto centenario del fallecimiento de ambos autores, Velázquez y Monteverdi: Cruce de caminos (2018), que recrea un hipotético encuentro multidisciplinar entre ambos artistas y sus obras. En la presente temporada presentan el programa Inferno, Purgatorio, Paradiso, con músicas en torno a la Divina Comedia de Dante. Como podemos observar, despliegan toda una vocación de investigación y de carácter didáctico musical.
Perteneciente a su programa dedicado a la relación de Shakespeare y Cervantes con la música, el Ensemble Tylman Susato interpreta la conocida Un sarao de la chacona de Juan de Arañés, una danza cantada que apareció en su Libro segundo de tonos y villancicos, publicado en Roma en 1624, varios años después del fallecimiento de Cervantes, pero que bien pudo ser interpretada en su presencia y escuchada por el propio Cervantes antes de su publicación.
Se trata de una versión adaptada a la formación del Ensemble y en la que destacan el juego con que se inician y finalizan algunas frases pasando de un instrumento a otro, el canto a solo o en grupo según sea la letra o el estribillo y los juegos de sonidos y ecos. Pensada esencialmente para ser cantada en directo, la grabación sólo nos permite intuir todos los matices que despliegan de la interpretación.
Habituales del área geográfica a la que pertenecen, la grabación fue realizada en su concierto Che gioir, che languir llevado a cabo el 12 de octubre de 2019 en la Iglesia de los Carmelitas de Villafranca (Navarra), dentro de la programación del FestRibAl 2019 (Festival de Música Barroca de la Ribera Alta).


El texto cervantino al que hace referencia García Tortosa pertenece al Capítulo LIII de la Segunda Parte de El Quijote en el que se narra cómo finalizó el gobierno de Sancho Panza.
En él, Cervantes pone en palabras de Cidi Hamete Benengeli, ese historiador arábigo manchego que nos descubre a nuestro personaje más universal en sus papeles Historia de don Quijote de la Mancha el razonamiento sobre las cinco estaciones anuales.
En el Capítulo LIII de la Segunda Parte de Don Quijote de la Mancha, las estaciones suponen un recurso trata de la fugacidad de la vida, del vertiginoso paso del tiempo para introducirnos en la brusca finalización, deshaciéndose como el humo, del gobierno que el escudero realizó en la Ínsula Barataria por la burlesca determinación del Duque y la Duquesa.
Una vez finalizada la alusión a las estaciones no podemos resistirnos a dejar correr unos párrafos la historia para situarnos en la trama que le organizaron al bueno y sensato de Sancho.


Bartomeu Cárceres
fue un compositor valenciano del siglo XVI del que apenas se tienen datos. Relacionado con la corte valenciana de Fernando II de Aragón, duque de Calabria, una carta de pago de 72 ducados en 1546 revela que formaba parte de de la capilla musical del citado duque como 
«pautador de libros» o copista musical.
En el Cancionero de Gandía, que se encuentra en la Biblioteca de Catalunya se encuentran algunas de sus obras, que bien pudieron ser escuchadas por Cervantes. Inscrita dentro de las Ensaladas, esas obras popularizadas por Mateo Flecha el Viejo, La Trulla es una de las obras que se conocen de Cárceres.


Grabada en 2012 en la Lonja de la Seda de Valencia por la Capella de Ministrers con la dirección del chelista Carles Magramer con motivo de la presentación de su libro disco Batailla in Spagnol, el enlace nos muestra la Pavana y Gallarda de la ensalada La Trulla en una cuidada producción en la que la lenta y cortesana Pavana precede a la animada y más improvisable Gallarda con la que suele aparecer en contrastado acompañamiento.


A lo largo de su prolífica obra literaria, Cervantes utiliza las estaciones del año en su sentido astronómico de forma general, aunque en ocasiones decide que estas estaciones figuren como recursos con distintas funciones: En ocasiones se trata, como hemos visto, de la fugacidad y la rapidez con que transcurre la vida; en otras, como elemento descriptivo de la época en que se desarrolla la escena. No faltan los momentos en que una situación se compara y asimila con las características de una estación:

Pasó la furia del invierno helado, 
y, aunque el fuego de amor quedó en su punto,
llegó la deseada primavera. (La Galatea)

Y el regalado y tierno 
mirar de aquello ojos sólo era
porque mi primavera 
se convirtiese en desabrido invierno. (La Galatea)

Para él todos los tiempos del año le eran dulce y templada primavera. (La ilustre fregona)

Crezcan las simples ovejuelas mías
en el cerrado bosque y verde prado,
y el caluroso estío e invierno helado
abunde en yerbas verdes y aguas frías. (La Galatea)

Vamos, y espere mañana
vuestro invierno primavera. (El laberinto de amor)

Triste gemido a mi canto
ha dado tu mano fiera;
invierno a mi primavera
y a mi risa amargo llanto. (La Galatea)


Hay, al menos una referencia más a estas cinco estaciones en la obra cervantina en su última novela, Los trabajos de Persiles y Segismunda, obra publicada póstumamente en 1617, un año después del fallecimiento del escritor, en seis lugares, Madrid, Barcelona, Valencia, Pamplona, Lisboa y París, de forma casi simultánea, lo que indica el interés que despertaban las obras del autor de El Quijote.
Adscrita dentro de las llamadas novelas bizantinas, Los trabajos de Persiles y Segismunda es una obra repleta de aventuras y narra la separación de dos jóvenes enamorados que acaban encontrándose felizmente al final de la obra. Sus protagonistas, los príncipes nórdicos Periandro y Auristela, que cambiarán sus nombres a los que figuran en el título al llegar, tras un largo peregrinaje, a Roma y contraer matrimonio, no sólo son personajes, sino la representación de los ideales amantes cristianos, mientras personajes como Rosamunda o Clodio representan la lascivia o la maledicencia respectivamente. Cervantes consideraba esta obra su mejor novela. 
En el relato que nos ocupa, perteneciente al segundo de los libros de esta novela, la alusión a las cinco estaciones, de las que está ausente el invierno, procede de la exuberante descripción del lugar que realiza el protagonista Periandro, como si de un maravilloso país de Jauja se tratara, y que toma sentido en la confluencia de todas las estaciones citadas con las frutas que observan.


Finalizamos este entretenimiento literario sobre las cinco estaciones cervantinas con una obra anónima del siglo XVI o XVII recogida en el Cancionero de Múnich. Durante su estancia en Madrid en la corte de Felipe IV entre 1624 y 1625, Wolfgang Wilheim, Conde Palatino y Duque de Neuburg encargó a Claudio de la Sablonara que le copiara una serie de canciones de su agrado correspondientes a la música cortesana, por lo que la citada colección responde a los nombres de Cancionero de Sablonara o de Múnich.
En él se recogen 75 tonos o canciones polifónicas a dos, tres o cuatro voces procedentes de la Capilla Real de los compositores más conocidos en su época como Juan Blas de CastroJoan Pau PujolMateo RomeroÁlvaro de los RíosGabriel Díaz BessónMiguel de ArizaJuan PalomaresJan de TorresJuan Bono o Diego Gómez, además de dos obras anónimas. Romances, villancicos -en su acepción original-, endechas, seguidillas o folías son los tipos de composiciones que conforman este Cancionero de Múnich que se encuentra recogido en la Bayerische Staatbibliothek (Biblioteca Estatal de Baviera).

Ilustración de Gustave Doré para El Quijote
La última obra que nos acompaña es una de las dos piezas anónimas, De tu vista zeloso. Compuesta para cuatro voces, estas «Seguidillas en eco» tienen en cada una de sus estrofas un verso que termina con una palabra contenida en la palabra anterior, a modo de eco. La temática abunda en el asunto de los celos y el engaño a los maridos a los que sus mujeres califican como gamos o toros, aludiendo a los engaños que tienen con ellos.
La versión que enlazamos pertenece al disco Música en la obra de Cervantes de PRO MVSICA ANTIQVA DE MADRID dirigido por Miguel Ángel Tallante en el que se desarrollan cuatro de las trece estrofas que tienen estas seguidillas. No te las pierdas.

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Bibliografía y webgrafía consultadas: