Estancias

Miremos a los océanos

#DiaMundialdelosOceanos

Nuestro planeta azul debe su color a las aguas de los mares y océanos que lo cubren en las tres cuartas partes de su superficie, por lo que sería más exacto llamarla planeta Agua.
Se calcula que en sus aguas habitan más de 700.000 especies, de las cuales muchas aún las desconocemos. Además, los científicos calculan que aproximadamente el la mitad el oxígeno de nuestro planeta proviene del fitoplancton marino.
Como muchos de los Días Internacionales que celebramos, su mera existencia es en muchas ocasiones una llamada de atención a una situación sobre la que necesitamos reflexionar.
Así, cada año celebramos el 8 de junio el #DiaMundialdelosOceanos con múltiple objetivo de hacernos conscientes de que:
El cambio climático está haciendo aumentar las temperaturas marinas, lo que supone un riesgo para la vida de los océanos por el calentamiento de los polos y el aumento del nivel del mar que, poco a poco va invadiendo zonas costeras de baja altura con la consiguiente pérdida de hábitats humanos.
La sobrepesca que comienza a afectar al equilibrio de los ecosistemas marinos.
Además de que el uso abusivo de los plásticos ha llegado a amenazar a muchas especies marinas y, a través de las corrientes marinas, ha llegado a generar algunas de las islas más grandes de nuestros mares.
Te propongo unas reflexiones, textos y músicas relacionados con los océanos y mares para celebrar el #DiaMundialdelosOceanos y su importancia en la vida de nuestro planeta. Nos acompañan Walt Whitman, Herman Melville, José Luis Sampedro, Vaughan Williams, Britten y Vivaldi. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


En la relación de los mares y, de modo especial los océanos, podemos distinguir diversos momentos a lo largo de la historia. En un periodo mítico inicial, el océano poseía el estigma de los misterioso y lo peligroso, transitando con el paso de los siglos de lo infinito e inabarcable a la condición de lo conocido y limitado, pese a que aún hoy en día hay mucho desconocimiento de los océanos, sus fondos y habitantes. En el momento histórico en que nos encontramos, podemos añadir a esas condiciones el estado de peligro en que se encuentra debido a la acción de los seres humanos en plena era del Antropoceno.
También los océanos han sido en un primer momento de las civilizaciones una frontera que ha servido como elemento de desconocimiento y separación. Pensemos que hasta finales del siglo XV no se comenzaron a encontrarse las viejas y antiguas Eurasia y África con el continente americano. Poco a poco, con el paso del tiempo, mares y océanos han ido cambiando este rol de frontera por el de puntos de encuentro, lugar de intercambio de cultura, comercio y civilización, como ha ocurrido desde hace milenios con el Mediterráneo, el Índico o los mares del sudeste asiático.
Los mares y océanos han transmutado también su relación con nosotros desde ser considerados fuentes inagotable de alimentos para el ser humano -son la mayor fuente de proteínas que utilizamos-, hasta convertirse en la fuente limitada que debemos cuidar y proteger debido a la pesca a gran escala y usos antiguos como la captura de ballenas y grandes cetáceos.
El vergonzoso vertedero global en que estamos convirtiendo los ríos, mares y océanos es otro de los grandes problemas que estamos creando con una invasión de plásticos y microplásticos que deambulan por todo el planeta, nuestros propios cuerpos incluidos.

Albert Bierstadt. Orilla de mar esmeralda (1878)
Considerado el sucesor de Edward Elgar, Ralph Vaughan Williams creó un lenguaje musical muy personal gracias a la incorporación de influencias folclóricas y la diferenciación del modelo alemán imperante. Pariente lejano de Charles Darwin y compañero de estudios del filósofo Bertrand Russell, este le introdujo en la lectura de la poesía de Walt Whitman, algunos de cuyos poemas utilizó como fuente de inspiración para ponerles música.
Así, su primera sinfonía, titulada A Sea Symphony (Una sinfonía marina), compuesta entre 1903 y 1909 se basa en poemas el poeta norteamericano incluidos todos en su antología fundamental (Leaves of grass) Hojas de hierba.
Vaughan Williams comenzó su composición por el tercer y segundo movimientos con la intención de titular su sinfonía Song of the Sea, cambiándolo por Ocean Sympony al componer un cuarto movimiento que acabó descartando. Al incluir textos de Whitman, la obra está escrita para orquesta, soprano, barítono y coro, utilizando poemas de los citados Los restos del naufragio en los tres primeros movimientos y Viaje (o Pasaje) a la India en el cuarto. Finalmente, y con el título indicado, se estrenó en el Festival de Leeds en octubre de 1910. 
El primer movimiento tiene por título A sonf for all seas, all ships (Una canción para todos los mares, todos los barcos), comienza con una fanfarria a la que sigue el coro cantando unos versos de Canto de la Exposición como introducción, con dos temas melódicos que aparecerán en los siguientes movimientos. A continuación, el barítono inicia un recitativo correspondiente a los versos que dan título al movimiento, el coro hace hincapié en sus palabras apoyado por la orquesta y la percusión. A partir de este momento se establece un diálogo entre el barítono y el coro con diversas estructuras que se desarrolla en la primera parte de este movimiento.

El enlace nos ofrece una versión de la parte inicial del primer movimiento de A Sea Symphony de Vaughan Williams con subtítulos en castellano, en una interpretación de la Orquesta y Coro de RTVE y el barítono Rodrigo Esteves dirigidos por Adrian Leaper que se interpretó en el Teatro Monumental de Madrid en noviembre de 2010 y que está presentado por la soprano Raquel Lojendio. 


El primero de los textos que nos acompaña es, en realidad, el poema de Walt Whitman que Vaughan Williams utilizó para el primer movimiento de su sinfonía.
En Hojas de hierba & selección de textos se recogen todos los textos que utilizó el compositor, especialmente de sus poemarios Los restos del naufragio, Viaje o Pasaje a la India y Canto de la Exposición, que sirve a modo de introducción.
Estos poemas, como la mayoría de los suyos, reflejan la visión particular de Whitman, con la creación de un nuevo lenguaje épico alejado de la narración lineal y la visión jerárquica de la sociedad. Así, nos presenta una visión social abierta, dinámica, sin privilegios, una suerte de puzle en la que cada individuo es una pieza única que se relaciona con las demás, una odisea circular que conforma un conjunto vertiginoso, que mira en todas direcciones, en una visión de lo pequeño y personal a lo cósmico y universal, que abraza todo lo que es y se conoce.  
El texto recoge los breves versos que sirven de grandiosa introducción a los que siguen el Canto para todos los mares y todos los barcos, la primera de cuyas dos partes ha cantado el barítono en el inicio del primer movimiento de la sinfonía.


Si deseas finalizar la audición del primer movimiento de A Sea Symphony, continúa en el enlace siguiente. 
La soprano comienza la segunda parte de este movimiento que desarrolla la continuación del poema whitmaniano. Entra acompañada por el metal en la parte más dramática, al que sigue un coral que nos acerca al clímax del movimiento, para continuar con la intervención del barítono, una nueva intervención del coro y la soprano, hasta finalizar con una sosegada coda.

La interpretación es continuación de la anterior, con los mismos intérpretes y la participación de la soprano Raquel Lojendio que lo presentaba.


La vida de millones de seres humanos depende de alguna actividad relacionada con los océanos y mares, fundamentalmente de la pesca y las profesiones relacionadas con el turismo y el comercio, además de aquellos que habitan en las inmediaciones de las costas.
El cambio climático no sólo influye en el deshielo de los polos y el consiguiente aumento del nivel del mar, también genera una variación en los regímenes de las precipitaciones y un aumento de la desertización. La velocidad a la que se produce el deshielo es significativamente superior al aumento de temperatura, lo que conlleva un aumento del nivel del mar, con la invasión de zonas costeras bajas, una disminución de la salinidad marina que acarrearía un cambio en los ecosistemas y en las corrientes marinas.

Katsushika Hokusai. Ocean waves (1833) Gimet Museum, París
En ese periodo de tiempo en que la relación entre el ser humano y los mares se movía ente lo misterioso y lo mítico, nuestra actitud se acercaba a lo épico. Profesiones como la de pescadores, recolectores de perlas u otros animales del fondo marino tenía asumido la peligrosidad y el riesgo que conllevaban sus trabajos. Las condiciones del mar, las súbitas y peligrosas tempestades o los accidentes eran difíciles de asumir por trabajadores y familiares que, ineludiblemente veían inevitables dejar de ejercer esas profesiones tradicionales.
A esa épica de los trabajos del mar se añadían algunas que tenían un añadido en su peligrosidad, la pesca de grandes cetáceos, una práctica que cada día está desapareciendo más, afortunadamente, aunque aún se desarrolle en algunos países, pese a la opinión pública que tiene en su contra.
En esa época y esos usos ya remotos de finales del XIX, un libro agigantó esta leyenda, una obra que planteaba una lucha mítica.
Publicada en 1851 por Herman Melville, Moby Dick está centrada en la industria de la pesca ballenera en la que los recién nacidos Estados Unidos iba a la cabeza. Se trataba en aquellos años de una actividad tan peligrosa, escabrosa y sanguinaria como rentable que a Melville le proporcionaba una metáfora sin igual. Los desesperados marineros podían representar a los guerreros griegos de Homero que luchan de forma épica y heroica. El puerto de partida, Nantucket, junto a la costa de Massachussets, un lugar que había caído en decadencia tras unas décadas de florecimiento pesquero. Con estos elementos, Melville crea una novela que busca crear la cultura de una nueva nación que aún carece de expresión propia. En esta arriesgada novela lo consiguió, más con el paso del tiempo que en un primer momento.
En una novela complicada de leer, extensa y con un tema que hay en día sólo leemos desde el el punto de vista del mito, el propio escritor escribía a una amiga al publicar la novela, desanimándola de su lectura:

«No lo compre, no lo lea, pues en modo alguno es el tipo de libro apropiado para usted. Nos es un pedazo de seda fina de Spitaffields, es, por el contrario, de la horrible textura de un lienzo que ha de tejerse con cables y calabrotes de barco, un viento polar lo atraviesa, pájaros de presa se ciernen sobre él».

Pero nos sirve su propósito para esta publicación sobre los océanos y mares el inicio de Moby Dick. Tras su inolvidable frase inicial, «Llamadme Ismael», este narrador dedica el primer capítulo a hacer ver al lector por qué razón decidió embarcarse en el Pequod, qué motivo le llevan a elegir el mar periódicamente.


Uno de los más grandes compositores del siglo XX, Benjamin Britten estrenó en 1945 su ópera Peter Grimes en la que introdujo una serie de interludios que situaba a los espectadores en los cambios de escena con una maestría inigualable que evoca los paisajes costeros de Aldeburgh, la ciudad donde transcurre la historia a la vez que ayuda a mostrar la confusión que los personajes tienen en sus mentes.
Extraídos de la ópera original, Britten creó una suite sinfónica, su Op. 33a con el simple título de Cuatro interludios marinos de Peter Grimes. Los títulos de los distintos interludios son: Amanecer, Mañana de domingo en la playa, Claro de luna y el que nos acompaña a continuación, La Tormenta.
Situado en la escena segunda del Acto I de Peter Grimes, Storm (La tormenta) se interpreta en último lugar, evocando el viento y la lluvia de la tempestad la cólera que siente el protagonista.
Comienza con Grimes al aire libre mientras se aproxima una tormenta y finaliza en un pub donde los habitantes de Aldeburgh esperan que pase la misma. La melodía que se oye al finalizar la tormenta sigue a las palabras que Grimes acaba de entonar: «¿Qué puerto acoge la paz, lejos de los maremotos y las tormentas?», la misma melodía que se oirá cuando Peter se esté hundiendo con su barco.

La American Youth Symphony dirigida por Juan Felipe Molano interpreta este cuarto y último de los Interludios marinos de Peter Grimes en un concierto que se celebró en febrero de 2017 en la UCLA's Royce Hall californiana.


Proteger y cuidar los océanos y mares para conservar su fauna y flora supone no sólo salvaguardar una fuente de alimentación, sino preservar una parte importante del oxígeno de nuestro planeta. Algunos de los consejos que se nos proponen para conservarlos en las mejores condiciones son:
Reducir nuestro consumo de pescado procedente dela sobrepesca, evitando que se esquilmen poblaciones que no se puedan recuperar.
Evitar el uso de los plásticos, de modo especial los de un solo uso, puesto que la inmensa mayoría acabará, casi inevitablemente e inconscientemente, en cualquiera de las aguas de nuestro planeta.
Tomar conciencia de la importancia de realizar batidas de limpieza en las playas, como manera de evitar que los residuos terminen en el mar
Reducir nuestro consumo de CO2 y energía para minimizar los efectos del cambio climático que están produciendo el derretimiento de los polos y la subida del nivel del mar.

Ivan Aivazovsky. La novena ola (1850) Museo Ruso, San Petersburgo
Funcionario de Aduanas, economista, Catedrático de Estructura Económica en la Universidad Complutense, asesor económico en la Subdirección General de Aduanas, profesor en la Escuela Diplomática, el Instituto de Estudios Fiscales y Subdirector del Banco Exterior, José Luis Sampedro publicó obras de carácter económico en las que destacó su lucha por una economía más humana y solidaria que contribuyera a desarrollar la dignidad de los pueblos. Esta faceta humanista también la desarrolló en sus obras literarias de carácter narrativo como El río que nos lleva, Octubre, octubre, La sonrisa etrusca o El amante lesbiano, entre otras novelas.
Con Mar al fondo, Sampedro crea una colección de relatos que evocan el espíritu y la personalidad de diversos mares desde la perspectiva de quienes lo habitan. El Ártico y el Antártico, los Mares del Sur, el Amarillo, el Mediterráneo, el Báltico, el Índico, el Caribe o el Egeo desfilan por este libro mostrando sus almas y las emociones de sus habitantes. Según las propias palabras del escritor, «mi actitud al escribir estas líneas es la del niñito que, jugando en la playa, encuentra sobre la arena una concha nacarada, o un guijarro pulido por las olas, o un corcho desprendido de las redes y, conquistador de semejante maravilla, corre hacia la madre a ofrecerle el humilde tesoro y la hazaña de haberlo hallado».
Con esta idea, el último de los textos que nos acompaña en esta publicación sobre los mares y océanos está sacado de su narración dedicada al Caribe, en cuyo extracto podemos observar uno de los peligros que azotan la pesca en nuestros días.


Para finalizar esta mirada hacia los océanos y mares nos despedimos con una obra musical del barroco. Compuesta y publicadapor Antonio Vivaldi en la década de 1720, La tempesta di mare es un concierto para flauta incluido en sus Seis conciertos para flauta, Op. 10, y del que existen diversas versiones del mismo compositor.
Breve, dentro del estilo concertante que Vivaldi desarrolló, La tempesta di mare está dividido en los tres movimientos habituales: Alegro, Largo (desde 2'45'') y Presto (a partir de 4'33'') que refleja ese gusto que se tenía en la época por evocar y representar los fenómenos de la naturaleza.
Con la mirada y el oído puestos en el océano, nos acompaña este concierto de Vivaldi con Il Giardino Armonico y el incansable Giovanni Antonini como solista y director, en una interpretación que se realizó en la Residence Wurzburg en el verano de 2010 para celebrar el 25 aniversario de esta prestigiosa agrupación italiana.


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Bibliografía consultada:

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