Desde 2019, cada 25 de octubre se celebra el #DiaMundialDeLaOpera o #WorldOperaDay de cuyo origen tratamos en Feliz Día Mundial de la Ópera.
Muchas son las interacciones y relaciones que existen entre las óperas y otras artes, algunas de las cuales hemos tratado en este blog. En esta ocasión, y para celebrar el Dia Mundial de la Ópera nos acercaremos a presenciar algunos de los casos en que la ópera converge con el cine
Aunque en los primeros años de vida del cine ya se vio el juego que se podía sacar a la ópera en la gran pantalla, incluso antes de que el cine se hiciera sonoro, la relación y los trasvases han transitado en ambas direcciones, desde algunas óperas que se han grabado para la pantalla en el formato cinematográfico, hasta películas que muestran en algunas de sus momentos escenas o piezas sacadas de diversas óperas.
Te propongo celebrar el #DiaMundialDeLaOpera con algunas escenas de películas de cine que utilizan con distintas intenciones músicas de ópera. Nos acompañan Pretty Woman, Philadelphia, Una noche en la Opera y Una habitación con vistas. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!
La ópera más representada a lo largo de toda la historia es La traviata de Giuseppe Verdi, una preferencia del público que se mantiene en las dos últimas décadas, en la que aparece cada año como la más representada en todo el mundo.
Basada en La dama de las camelias de Alejandro Dumas, fue estrenada en 1853 en el Teatro La Fenice de Venecia con poco éxito en sus primeras representaciones hasta que logró el favor del público.
Números como el famoso brindis Libiam nè lieti calici o el dúo Un dì, felice eterea, ambos del primer acto; los dramáticos dúos entre Violeta y Alfredo (Amami, Alfredo) y antes con el padre de éste, Germont (Pura siccome un angelo) en el segundo, o el aria Addio, del passato bei sogni ridenti (Adiós, bellos recuerdos del pasado), un desesperado y desgarrador testamento vital, antes de unirse los amantes a la engañosa ensoñación Parigi, o caro/a, noi lasceremo (Abandonaremos París, querido/a).
Nos acompaña la escena del segundo acto en que Violeta, convencida por Giorgio Germont, decide abandonar a Alfredo. Giorgio ha ido a hablar con ella para exigirle que abandone a su hijo, ya que la relación que mantienen es un lastre para su familia, pues la sociedad no admitiría a una mujer como ella entre sus miembros.
Violeta comienza a escribir una carta de despedida, mientras el clarinete describe el dolor que la embarga. Alfredo la sorprende escribiendo, mientras las cuerdas ven creando el clima de tensión que les envuelve. Alfredo no sabe de la conversación entre Violeta y su padre y ella se ve en la obligación de fingir que sus lágrimas muestran su felicidad. Un desgarrador Amami, Alfredo muestra la tensión, mientras la música describe la huida de Violeta, que se aleja física y anímicamente de su amante.
El enlace, con subtítulos en italiano y castellano está interpretado por la soprano Stefania Bondadelli y el tenor Scott Piper.
Seguro que casi todos los que leéis estas líneas os traerá a la memoria la escena de Pretty Woman (dirigida por Garry Marshall, 1990)en que Richard Gere lleva a una representación de La Traviata a una Julia Roberts que jamás ha asistido ni ha pasado por su cabeza asistir a ninguna ópera.
Las frases con que el protagonista explica en off la sensación que se tiene al asistir por primera vez a una ópera son muy certeras y generalizables, igual que las que ella pronuncia al terminar la función. Puede que no las utilicemos con esos términos, pero la sensación sí la tenemos.
Quizás la ópera más conocida de Umberto Giordano sea Andrea Chénier, una obra basada en un personaje real, el poeta que da título a la obra y que fue uno de los primeros seguidores de la revolución hasta que sufrió la persecución por parte de Robespierre y sus seguidores, siendo arrestado y condenado a muerte por el Tribunal Revolucionario de París.
A partir de estos datos históricos, Giordano crea una ópera verista que se estrenó en el Teatro Alla Scala de Milán en 1896.
Ante la negativa de Chénier de entregar su arte a los aristócratas, Madeleine de Coigny, hija de condes, siente la admiración por el poeta que se va transformando en un amor entre dos mundos que se oponen de forma contundente e irremediablemente frontal.
En el Acto III, uno de los intrigantes se acerca a Gerard, antiguo sirviente de los Coigny para decirle que Chénier está detenido y que lo empleará como cebo para que Madeleine llegue hasta él. Gerard duda, aunque se reafirma en sus postulados revolucionarios, aunque constatando para sí que sus celos y pasiones han sustituido los ideales que tenía en un primer momento, firmando el acta de acusación sobre el poeta. Al entrar en escena Madeleine, Gerard le cuenta cómo estaba enamorado de ella desde que era pequeña en una escena que va transformándose hasta que ella se ofrece a entregarse a él para salvar al poeta de la muerte.
El júbilo de Gerard queda reducido a la nada cuando ella entona La mamma morta, un aria desgarrada con una primera parte en que narra la muerte de su madre cuando incendiaron su casa y su soledad desde entonces, y una segunda parte, conmovedora que alcanza su clímax con Ah, io son l'amore, io son l'amore!, uno de los finales de arias más grandes y dramáticos del repertorio. Este final hace cambiar la actitud del antiguo sirviente que siente la injusticia que ha cometido y piensa en liberar a Chénier, ya que no puede librarlo de las redes del tribunal.
El enlace que nos acompaña muestra la intensa fuerza de este aria en una de las voces más grandes y personales de la historia de la ópera, María Callas, La Divina. En la grabación de audio con subtítulos en castellano está acompañada por la Orchestra Sinfonica Nazionales della RAI di Roma con la dirección de Tullio Serafin y pertenece al disco Maria Callas. Liebeslieder (Canciones de amor).
En ocasiones el cine utiliza la música de ópera para transmitirnos la misma sensación que se muestra en la obra original, introduciéndonos en la piel del personaje, su dolor, sus sentimientos.
En Philadelphia (Jonathan Demme, 1993), Andrew Beckett, interpretado por Tom Hanks es despedido del bufete en que trabaja cuando se enteran que ha contraído el sida. Aunque ningún abogado quiere hacerse cargo de su demanda laboral, logra que Joe Miller (Denzel Washington) acepte su caso.
En la escena que nos acompaña, Hanks describe a Washington los sentimientos que le transmite el personaje de Madeleine mientras escucha el aria La mamma morta, llegando a una identificación total con el personaje. La interpretación del aria es la misma que acabamos de escuchar
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Junto con La Traviata, las óperas Il trovatore (El trovador) y Rigoletto forman la Trilogia Popolare que Giuseppe Verdi estrenó entre 1851 y 1853 y que significó el alcance de la madurez creadora y su consagración definitiva.
Il trovatore, que se estrenó en enero de 1851 dos meses antes de La traviata, se basa en la obra de teatro homónima del gaditano Antonio García Gutiérrez y es un drama que se sitúa entre Vizcaya y Aragón en el comienzo del siglo XV.
Con libreto de Salvatore Cammarano, Il trovatore es una obra oscura que indaga en la idea de que el odio que engendra odio y absorbe y elimina cuanto se le oponga. Una gitana es acusada de embrujar al hijo del Conde de Luna, siendo quemada pese a su inocencia. En su suplicio pide a su hija Azucena que la vengue, aunque esta se altera al llevarla a cabo: rapta al hijo del Conde, pero lanza en su confusión a su propio hijo a las llamas. Al superviviente lo cría como a su hijo. En las luchas del poder, las tierras y sus habitantes están divididos entre seguir el Conde o al Duque. Manrico, al que ha criado Azucena entre gitanos, quienes luchan junto al Duque contra el Conde que defiende os intereses del rey. El amor por Leonora enfrenta a Manrico y al Conde que se entrega al primero. El Conde encarcela y hace ejecutar a su rival, desconociendo que es su propio hermano.
El Acto II se inicia en el campamento de los gitanos donde se canta uno de los coros más famosos de Verdi -evidentemente, tras el Va pensiero del Nabuco- el coro de gitanos Vedi le fosche notturne! (Ved el cielo infinito lanza su oscuridad). Tras el festivo coro con los yunques, la oscuridad envuelve a Azucena que ha criado a Manrico en la venganza a su madre. Una balada, Stride la vampa (Crepita la hoguera) se opone al coro alegre y festivo. En dos estrofas, Azucena evoca la pesadilla que la acompaña noche y día, mientras la música recrea el crepitar de las llamas envolviéndonos en su dolor. Al finalizar, como cerrando el círculo o el paréntesis que crea la gitana, vuelven las melodías del coro que se retira.
La mezzosoprano norteamericana Dolora Zajick interpreta la balada Stride la vampa en una producción de Il trovatore representada en el Meropolitan Opera House de Nueva York en 2011 con la dirección musical de Marco Armilliato.
¿Cómo llevar una obra tan trágica y una pieza tan oscura a la gran pantalla? Nos la podemos imaginar de distintas formas que realcen estos aspectos y los lleven a formar parte de dramas. O todo lo contrario.
En su inolvidable A night at the Opera (San Wood,1935), los Hermanos Marx destrozan despiadadamente Il trovatore, alrededor de una caótica representación en la parte final del film. Comentarios hechos al público que presencia la obra, carreras entre bastidores que acaban con persecuciones en el escenario, decorados de tela que suben y bajan y que acaban rasgados... Todo contribuye a la creación del caos que acompaña a Groucho, Chico y Harpo, unos artistas que apreciaban la música, como podemos recordar en las interpretaciones de Chico al piano y Harpo al instrumento que le da nombre artístico.
Aquí tenemos el enlace que nos muestra este bendito despropósito de los Hermanos Marx en Una noche en la ópera, aunque nos quede claro si pertenece a la parte contratante de la primera parte o a parte contratante de la segunda parte.
Entre las óperas de Giacomo Puccini encontramos las últimas grandes obras del siglo XIX, pese a que se estrenaron en los primeros años del XX, pero marcaron el final de toda una época en la música italiana, antes de que llegaran a cambiarse los paradigmas musicales con autores como Stravinsky, Richard Strauss o Schönberg, por citar algunos compositores.
Madama Butterfly, La Bohéme o Tosca forman parte del repertorio actual y continúan llevándose a los escenarios cada temporada. Pero Puccini quiso añadir a su producción un grupo de obras cortas de un solo acto que se representaran juntas a las que denominó Il trittico y que Elvira Uttini recoge magistralmente en su apasionado blog en un La unidad en lo diverso: Il Trittico. De estas óperas, Il tabarro (El tabardo), Suor Angelica y Gianni Schicchi, inspiradas en cierta manera en la Divina Comedia de Dante, es la última la que ha tenido más recorrido.
Basada en un pasaje de la obra de el infierno de Dante que fue comentado de forma anónima en pleno siglo XIX, Puccini recrea en su obra la forma en que el pícaro Schicchi logra engañar y privar de su herencia a una rica familia, narrada de una forma amena y divertida.
La parte más conocida de esta ópera es una de esas arias que trascienden la obra a la que pertenecen y toman vida propia: O mio babbino caro (Oh, mi querido papaíto), una pieza en la que Lauretta intenta camelar a su padre, el propio Gianni Schicchi, para que, entre guiños, arrumacos y fingidas amenazas le deje casarse con su prometido.
La interpretación de este aria, también con subtítulos en castellano, está interpretada por la soprano británica Sally Mathews dirigiéndose a Alessandro Corbelli en el papel protagonista y la London Philharmonic Orchestra dirigida por Vladimir Jurowski en una grabación de 2005 de Puccini: Gianni Schicchi.
Si hemos apreciado tres formas diferentes de introducir la ópera en el cine, la primera mostrando el un contraste entre aficionados y entendidos y profanos; la segunda desde la total identificación de los sentimientos entre personaje y espectador, y la tercera con el más feroz de los destrozos, finalizamos esta publicación sobre la ópera en el cine con una suerte de postal.
En A Room with a view (Una habitación con vistas, James Ivory, 1985), basada en la novela homónima de E. M. Forster, el director norteamericano utiliza O mio babbino caro para acompañar unas imágenes que se mueven como una mezcla entre vistas de Florencia y una especie de flashback que recorre la relación entre los protagonistas. Otra forma de llevar la ópera al cine.
La voz de la grabación pertenece a la soprano neozelandesa retirada Kiri Te Kanawa, una de las grandes voces de las pasadas décadas.
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