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#OperaEnZapatillas. El murciélago de Strauss

En el universo de la ópera hay obras que aparecen, triunfan y desaparecen y otras que permanecen continuamente en el repertorio. Habitualmente son obras que muestran los más profundos y universales sentimientos, anhelos y aspiraciones humanos, aunque en algunas ocasiones se vuelven universales obras de una entidad menor como óperas cómicas u operetas.
En este blog hemos dedicado algunas publicaciones a acercarnos desde la comodidad de nuestro hogar a disfrutar de algunas de las ópera fundamentales del repertorio en una sección a la que hemos titulado #OperaEnZapatillas. En esta sección presentamos información sobre determinadas obras, algunos de sus momentos destacados y finalizamos con una propuesta para presenciar una versión de las mismas, con toda la familiaridad que nos proporciona estar cómodamente instalados.
Die Fledermaus (El murciélago) es una de esas obras que han permanecido en los repertorios de los escenarios de ópera desde su estreno. La música de Johann Strauß II es tan chispeante y ligera como los valses y polkas a que nos tiene acostumbrados, con un libreto tan magistralmente engarzado como sencillo e intrascendente. Se trata de una obra que enlaza y encaja con algunas celebraciones festivas e invernales como las de fin de año o las fechas previas al carnaval.
En esta nueva publicación de Ópera en Zapatillas (#OEZ) te invito a dejarte arrastrar por una obra maestra, la opereta El murciélago de Johann Strauß desde la comodidad de tu casa y disfrutar de su música y un argumento desenfadado. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Habitualmente, las obras artísticas muestran el momento social o cultural del periodo en que se crean y desarrollan, pasando a ser universales cuando trascienden de su tiempo y momento. Una obra como El murciélago, con casi siglo y medio de existencia debe tener algo que la haga permanecer en los carteles desde su estreno hasta la actualidad.
Tras la revolución de 1848, la situación política de Austria tomó un rumbo liberal, lo que afectó en la década de 1860 a los aspectos sociales, económicos, además de las manifestaciones artísticas como la música o la arquitectura, a la par que la decadencia de la aristocracia daba paso a una burguesía emergente. Viena se erigió en un baluarte de la nueva clase media, eminentemente industrial, ávida de negocios y dinero fresco, que desarrollaba una vida urbana, intelectual y con unos valores liberales que sustituyeron al absolutismo anterior.
Estos movimientos trajeron consigo una dedicación al placer, con un florecimiento del tiempo nocturno donde deslumbraban las fiestas pintorescas, los bailes de disfraces o cualquier tipo de eventos frívolos. Los cambios urbanísticos en la ciudad, como la creación de la Ringstraße o la canalización del Danubio unido a la llegada de una bebida costosa como el champán a este ambiente o la aparición de la música de los Strauß, hizo que Viena se erigiera en símbolo de lujo, amor al arte y éxito económico.
El emperador Francisco José planeó la Exposición Universal en 1873 para celebrar el surgimiento de esta nueva Viena bajo el lema Kultur und Bildung (Cultura y Educación) en los terrenos del Prater. Apenas ocho días después de la inauguración la bolsa de Viena quebró, se perdieron fortunas de la noche a la mañana, desaparecieron la estabilidad y el sueño de la riqueza. 
El final del siglo que se acercaba acentuó la decadencia de la ciudad con la aparición de una arquitectura radicalmente opuesta a la anterior, una música revolucionaria, pinturas sensuales que causaban escándalo o el nuevo psicoanálisis. 
Pero antes de esto, en 1874, un año después de la exposición, Johann Strauß II presentaba en los escenarios su opereta más conocida, Die Fledermaus (El murciélago), una obra que mostraba un retrato de los excesos y celebraciones de la década anterior y que fue un fracaso en su estreno hasta que regresó de triunfar en Berlín y no dejó de representarse.

Elenco para El murciélago en el Gran Teatro del Liceu de febrero de 1961
El texto que nos acompaña pertenece al programa de mano que el Teatro del Liceu de Barcelona realizó para las representaciones de El murciélago en la lejana temporada de invierno 1960-1961. De él, entresacamos la reseña que el teatro barcelonés realiza de la familia Strauß, llamándonos la atención la traducción con que algunas de las músicas, en especial los valses, se denominaban hace más de medio siglo. Todo un documento histórico.


La música con la que iniciamos esta publicación sobre la opereta de 
Strauß no podía ser otra que la obertura de la obra, una música que forma ya parte de los conciertos sinfónicos y que a algunos nos trae evocaciones de sopas instantáneas, ya que una de sus melodías la escuchamos muchos por primera vez gracias a la publicidad.
El elegante Carlos Kleiber dirigiendo a la Wiener Philharmoniker nos acerca esta Obertura de la opereta El murciélago en una grabación perteneciente al Concierto de Año Nuevo de Viena de 1989. Todo melodías y elegancia en el más puro estilo Strauß.


El libreto original de Die Fledermaus se basa en la comedia Le Réveillon (Un banquete de medianoche) que Henri Meilhac y Ludovic Halévy ofrecieron a Offenbach, rechazando éste la posibilidad de llevarla a los escenarios. Inspirado en la misma, Roderich Benedix escribió Das Gefängnis (La prisión) que, salvando las reticencias del conflicto franco-prusiano, se convirtió en un libreto por Carl Haffner y Richard Genée que Johan Strauß II aceptó y se dispuso a poner música.
La obra, que constaba de una gran escena de baile en la parte central, fue compuesta en menos de dos meses, encargándose el compositor de las melodías, mientras el propio Geneé se encargaba de la instrumentación de las mismas. Al parecer, sólo la obertura y las csardas son las únicas piezas escritas íntegramente por Strauß .
El murciélago se nos presenta como una obra cuyos personajes carecen de buenas intenciones y disfrutan con el mal ajeno, engañándose unos a otros dentro de un libreto intrascendente y banal que nos puede acercar a algunas fiestas y celebraciones que se llevan a cabo en nuestros días, quizás con el fin de olvidar los problemas que aquejan a la sociedad.

Cartel original para el estreno de Die Fledermaus en Viena (1874)
Nos acercamos a partir de este momento a desarrollar el argumento de la obra, con una necesaria introducción para situarnos en el contexto de la acción.
Durante un baile de disfraces, Einsenstein iba disfrazado de mariposa mientras su amigo el notario doctor Falke iba de murciélago. Los dos habían bebido abundantemente, pero el letrado estaba más ebrio que su amigo, por lo que de camino a casa, Einsenstein lo dejó durmiendo en un portal. Al despertarse, en pleno día, Falke hubo de atravesar toda la ciudad para llegar a su casa con su disfraz de murciélago, siendo objeto de las burla de los niños y cuantos se encontraba por la calle.
Falke, que no olvida el bochorno, trama una dulce venganza, aprovechando que su amigo ha tenido un traspiés con la justicia, agravada por la ineptitud de su abogado Blind, siendo condenado a ocho días de ingreso en prisión.
Extraído también del citado programa de mano que el Teatro del Liceu editó para las representaciones de El murciélago de la temporada de invierno 1960-1961, nos acercamos a un resumen del Acto I.


De este acto enlazamos ahora con el momento en que Rosalinde se despide de su esposo lamentándose de los días que van a estar separados con la incorporación de Adele más adelante. Se trata de un trío que muestra que todo está permitido en esta comedia y en la que cada personaje sabe mucho más de lo que expresa, al comprobar que los tres personajes se mienten y comportan hipócritamente. Este contraste entre lo que quieren expresar y sus sentimientos reales y escondidos se manifiesta musicalmente en el cambio de ritmos y la melodía que les sale del interior cada vez que entonan O je, wie rührt mich dies (Oh, Jesús, que triste es).  


El enlace que nos acompaña del trío So muss allein ich bleiben (Entonces, espero quedarme sola) está interpretado por Pamela Cobum como Rosalinde, Eberhard Wachter como Eisenstein y Janet Perry en el rol deAdele, todos ellos dirigidos en 1987 por Carlos Kleiber y con subtítulos en portugués.


El estreno se produjo el 5 de abril de 1874 en el Theater an der Wien, el mismo en que Mozart estrenó La flauta mágica o Beethoven su Fidelio, bajo la dirección del propio compositor, como decíamos antes, tras la crisis bursátil y con un público que no estaba preparado para las comedias y que hubo de esperar al éxito por Europa para aceptar la obra. A finales de ese mismo año se estrenó en el Stadt Theatre de Nueva York, mientras dos años después se estrenaba en el Alhambra Theatre londinense en una versión en inglés. El estreno en Berlín dio el espaldarazo que faltaba a la obra, superando las trescientas representaciones en las cuatro primeras temporadas. En 1877 se estrenó en París bajo el título de La Tzigane tras introducir algunos cambios en el libreto y añadir algunos números musicales que provenían de la opereta Cagliostro in Wien del propio Strauß.

Imagen de la producción de Die Fledermaus en el Met de Nueva York (2013)
Continuamos con el desarrollo del Acto II según el  citado programa de mano del Teatro del Liceu para sus representaciones a partir del 3 de febrero de 1961. El escenario se traslada en este acto al lujoso salón del palacio que el Príncipe Orlovsky pose en las afueras de Viena, donde confluyen todos los personajes que se recrean en la simulación de lo que no son y el engaño. El papel del anfitrión, un príncipe de origen húngaro, suele ser interpretado por una mezzosoprano.


Dentro de este juego de engaños y simulaciones, Einsenstein reconoce públicamente a su camarera Adele en la invitada Olga. Falke y Orlovsky enredan para convencerlo de que está equivocado, propiciando que Adele le haga reconocer ante todos los invitados su error con este aria que es replicada por todos los presentes: Mein herr Marquis (Mi querido marqués).


La interpretación corresponde a la soprano Regula Mühlemann acompañada por la Vienna State Opera Chorus & Orchestra dirigidos por Cornelius Meister en una grabación que se realizó en la Wiener Staatsoper la víspera de año nuevo de 2020.


Antes de continuar con la sinopsis del último acto nos de tenemos a considerar algunas reflexiones sobre esta opereta recogidas en la enciclopedia Ópera. Compositores, obras, intérpretes dirigida por András Batta y editada por Könemann Verlagsgesellschaft mbHl en 1999 en Colonia (Alemania).

Moneda de 5€ en plata en formato eneagonal de la Münze Österreichi (Casa de la moneda de Austria) para conmemorar en 2015 la opereta de Johann Strauß
Escritos por Sigrid Neef, los textos que nos acompañan aportan consideraciones sobre la obra, la ciudad en que se desarrolla, el ambiente que se vivía en la época en que se estrenó, además de algunos de los montajes más sobresalientes que se han llevado a escena.
Quizás ese estado al que alude Karl Kraus sea aplicable a nuestras realidades y sea uno de los motivos por los que la obra no ha dejado de triunfar.


Dentro de la fiesta que el príncipe Orlovsky (escrito con la grafía Orlofsky en algunos libretos) da en su palacio, uno de los números más reconocidos y agradecidos por el público es el momento en que el anfitrión dedica, en forma de polka, uno de los brindis al rey de los vinos: el champán.


Los sucesivos brindis corren a cargo de la mezzosoprano Zoryana Kushpler como el Príncipe Orlovsky, la soprano Daniela Fally en el rol de Adele y el tenor Kurt Streit como Einsenstein, dodos ellos dirigidos musicalmente por Franz Welser-Möst y Otto Schenk a cargo de la grabación en formato de película.


En un sentido estrictamente estadístico, durante la temporada en que se realiza esta publicación, en el año 2022, es la opereta más representada, después de obras tan importantes como La flauta mágica, Carmen, La Bohème, La traviata, Tosca, Las bodas de Figaro, Madama Butterfly o Don Giovanni,  ocupando el noveno lugar en cuanto al número de representaciones con 857 repartidas en 147 producciones en todo el planeta a lo largo del año.

Escena de una producción de Die Fledermaus en el Met de Nueva York (2013)
Continuamos con el desarrollo del argumento de la obra con la sinopsis del Acto III, dividido en dos cuadros, el primero en la cárcel y el segundo de regreso al salón del príncipe Orlovsky, aunque en algunas producciones suelen desarrollarse ambos cuadros en el marco de la prisión donde acaban afluyendo todos los personajes, alentados por el intrigante y vengativo murciélago, el letrado Falke.


Hasta aquí llega esta publicación sobre El murciélago, la opereta más conocida y famosa, por encima de obras como El barón gitano del propio Strauß o La viuda alegre de su rival Franz Lehar.
Faltos de tiempo como estamos siempre, el último vídeo nos presenta la obra completa con subtítulos en castellano. Quizás sea el momento de dejarlo ahora y buscar el tiempo propicio en los próximos días para disfrutar de esta obra maestra, bien toda seguida, bien visionando cada acto.

Apoteosis en el palacio del príncipe Orlovsky en la producción de Die Fledermaus del Met de Nueva York (2013)
La versión corresponde a una grabación que se realizó en 1987 en la Staatsoper de Múnich con la dirección del siempre elegante Carlos Kleiber y con el siguiente reparto: Eberhard Wachter en el rol de Eisenstein, Pamela Coburn como Rosalinde, Josef Hopferwieses como Alfred, Benno Jusche en el papel de Frank, el director de la prisión; Brigitte Fassbaender es el príncipe Orlovsky, Wolfgang Brendel el letrado e instigador Falke y Janet Perry es la camarera Adele. Les acompañan la Bavarian State Opera Chorus & Orchestra de la citada capital muniquesa.

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Bibliografía y webgrafía consultadas:

2 comentarios:

  1. Ya la vi, como te comenté. Impresionante, mira que nunca fuy aficionado a esta rama del arte, pero estoy descubriendo que es arte puro en su máxima esencia.
    Un saludo AMIGO.

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    1. Me alegra que te haya gustado, Jerónimo.
      Es una obra con un argumento entretenido y una música pegadiza, muy en el estilo de Strauss.
      Un fuerte abrazo :-)

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