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Dedicatorias con arte

A ti, que lees esta publicación

Cuando disfrutamos una obra de arte nos acercamos a lo que nos dice, a su mensaje, a la forma en que se comunica, en ese estilo que nos atrae y nos llama la atención.
En ocasiones, obras como un poema o una canción han surgido alentadas por una persona amada o un ser admirado. En otras, son las personas cercanas las que colaboran para que el autor exprese en sus obras todo cuanto tiene en su interior, o se inspire en otros autores o en sus obras para nuevas creaciones.
De estas y otras situaciones han surgido, como una muestra de agradecimiento y reconocimiento, las dedicatorias en muchas obras, especialmente en la literatura, el cine o la música. De algunas de ellas trataremos en esta publicación.
Te invito a pasear por algunas dedicatorias que inician algunas obras literarias y musicales. Nos acompañan Cervantes, Beethoven, C. S. Lewis, Shostakóvich y Saint-Exupéry. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


El oficio de escritor participaba en sus inicios de unas connotaciones diferentes a las que ha adquirido en épocas posteriores. En la antigüedad clásica griega y romana, escribir se circunscribía a unos círculos reducidos en los que los autores solían crear obras por encargo de mecenas poderosos en detrimento de aquellas que escribían por iniciativa propia.
Una vez generalizada la edición de libros con la llegada de la imprenta de tipos móviles de Gutenberg, se comenzó a regularizar la publicación de autores con cierta independencia, aunque en muchas ocasiones publicaban bajo el amparo de nobles poderosos que podían facilitar su acceso al reconocimiento del público lector.
Así, muchos libros publicados a partir de los siglos XV o XVI comenzaban con una dedicatoria laudatoria con la idea de que estos personajes protegieran a los autores. Como muestra de este tipo de dedicatorias, nos quedamos con la que Miguel de Cervantes dedica en la novela más universal a don Alonso Diego López de Zúñiga Sotomayor y Guzmán, Duque de Béjar y Marqués de Gibraleón entre otros muchos títulos, un noble que acogió también a autores como Góngora
En el inicio de El Quijote encontramos en primer lugar el texto que indica el pago de la tasa correspondiente para su publicación al que sigue un testimonio que descarta las erratas y que, por mera curiosidad, nos acompaña a continuación.


Tras estos dos pequeños y protocolarios textos aparece otro en el que se autoriza la publicación en nombre del rey Felipe III por un tal Juan de Amézqueta. Una vez finalizados estos escritos encontramos la dedicatoria que es nuestro objetivo y que nos acompaña a continuación.


En el mundo de la música, el inicio a partir de los mismos siglos es similar, con obras que se publican en ediciones para profesionales y aficionados a la música que las adquieren para su utilización. Hasta los tiempos de Beethoven y más adelante, los compositores y músicos en general eran asalariados de los aristócratas que tenían la misma condición que los sirvientes.
Basta recordar que compositores tan fundamentales como los siguientes vivieron durante gran parte de su vida con esta condición. Bach no dejó de ser el cantor de la Iglesia de Santo Tomás de Leipzig, teniendo entre sus obligaciones la composición, ensayos e interpretación de piezas para el repertorio litúrgico durante todos los cultos de la iglesia, además de dar clases de música a los alumnos del coro. Que Haydn estuvo durante la mayor parte de su vida al servicio de los condes Esterházy, trasladándose donde sus señores se desplazaban, vistiendo la librea de sus criados con los que compartía mesa a diario, además de componer e interpretar las obras que se le pedían con rigurosa regularidad. Mozart estuvo, igual que su padre, al servicio del arzobispo Colloredo de Salzburgo hasta que obtuvo la liberación de su compromiso, con la conocida expulsión que fue precedida de una denigrante patada en el trasero, mientras buscaba la libertad para sus composiciones e interpretaciones. Estos y otros autores de sus épocas dedicaron algunas de sus obras a sus patronos. 
Y llegamos a Beethoven, un compositor que estuvo durante una gran parte de su vida bajo el mecenazgo de diversos aristócratas a los que dedicó algunas de sus obras, además de a diversos amigos y conocidos. Podemos afirmar que Beethoven es uno de los compositores que más obras dedicó, aunque la dedicatoria más conocida está relacionada con su Tercera Sinfonía y Napoleón.


En Beethoven, Maynard Solomon realiza una amplia y detallada biografía del compositor de Bonn, un genio libre que transformó la música del clasicismo, viviendo desde el Antiguo Régimen, pasando por las consecuencias de la Revolución Francesa, el imperio de Napoleón, el Congreso de Viena y todos los movimientos sociales, políticos y culturales de las primeras décadas del siglo XIX.
A partir de la dedicatoria de su Tercera Sinfonía a Bonaparte, Solomon reconstruye a partir de testimonios y otras fuentes esta dedicatoria que finalizó con la denominación de esta obra con el nombre con el que la conocemos ahora: Sinfonía Heroica.


La imagen nos muestra la primera página original de esta Tercera Sinfonía de Beethoven con las inscripciones y correcciones indicadas. Más adelante aparecería con la frase italiana Intitulara Bonaparte (Titulada Bonaparte) y la frase en alemán Geschriben auf Bonaparte (Escrito para Bonaparte), indicando a su editor que se retractaba de haber eliminado la dedicatoria inicial y que el título de la sinfonía es realmente Bonaparte, apareciendo en la edición de 1806 con el título italiano de Sinfonia Eroica, composta per festegiare il sovenire di un grande Uomo (Sinfonía herioca, compuesta para celebrar la memoria de un gran hombre).

 
Nos acompaña el tercer movimiento de esta sinfonía. En lugar del Minuetto habitual, Beethoven lo sustituyó por un Scherzo, Allegro vivace, una broma (que es su significado literal), un movimiento ligero y alegre que desafiaba las convenciones de las sinfonías. 
Tras las cuerdas entran el oboe y las flautas para dar paso a la orquesta que contrasta con la marcha fúnebre del segundo movimiento, y donde se puede apreciar que Beethoven utiliza las sorpresas y los cambios de acento para mantener al oyente en una escucha atenta y desenfadada.
El estonio Paavo Järvi dirigió esta interpretación de la Deutsche Kammerphilharmonie de Bremen en el Beethovenfest de Bonn de 2019, un año antes del doscientos cincuenta aniversario del nacimiento del compositor.


Con el paso del tiempo las dedicatorias de los libros pasaron de estar destinadas a los protectores a ampliar el abanico de destinatarios, en la mayoría de las ocasiones quedando reducidas a una frase de agradecimiento.
De todas formas, se trata de un inicio de libro poco llamativo, puesto que cuando el lector va a adentrarse en la aventura de involucrarse en una creación que desconoce o de la que tiene solo referencias, bien de críticas o comentarios, bien por seguir la obra del autor, esa dedicatoria suele pasar desapercibida.
La mayor parte agradecen a personas cercanas el haber facilitado, de una u otra forma la escritura y publicación del libro. Algunas son ingeniosas y muestran la agudeza del autor, como:

Dedico esta edición a mis enemigos, que tanto me han ayudado en mi carrera.

Camilo José Cela en la edición de 1973 de La familia de Pascual Duarte.

O bien señalan alguna evocación o recuerdo:

A la memoria de Aguedilla, la pobre loca de la calle del sol, que me mandaba moras y claveles.

Juan Ramón Jiménez en Platero y yo.

De todas estas dedicatorias que deambulan entre lo original, lo anecdótico, lo ingenioso y lo sentimental se pueden encontrar publicaciones en la red que sacien la curiosidad de los lectores.


En un libro tan épico como Moby Dick, en el que no se muestra solo la lucha del hombre contra la naturaleza, sino, sobre todo, las obsesiones y la lucha consigo mismo, su autor, Hermann Melville lo dedicaba de manera anodina. En este caso, lo que lo trae a esta publicación no es la dedicatoria en sí, sino el escrito con que el autor (des)animaba a una de sus conocidas para su lectura.

En este tipo de dedicatorias, algunas muestran más de una mera alusión a alguna persona. Es el caso de C.(Clive) S. (Staapes) Lewis, el autor de Las crónicas de Narnia, quien dedica el primero de los volúmenes, El león, la bruja y el armario a su ahijada en estos términos, más que apropiados para una historia juvenil.


En la música es menos práctico y conocido el tema de las dedicatorias por una razón práctica: los libros de canciones, libretos o partituras en general no son adquiridos por un público mayoritario, sino por profesionales de la música o, en el caso de adaptaciones de obras, por aficionados capaces de interpretarlas.
Así, además de una dedicatoria al comienzo de la obra, se suelen utilizar otros medios para que quienes escuchan las obras reconozcan la admiración que tienen por determinado compositor. El más conocido es utilizar un trozo de una composición de ese autor e insertarlo en la propia obra como forma de homenaje.
En este sentido nos acercamos al libro El ruido eterno, subtitulado Escuchar el siglo XX a través de su música del crítico musical de The New Yorker Alex Ross en el que realiza un recorrido por los estilos, modas, innovaciones y músicas enfrentadas del pasado siglo.


Así, Ross nos muestra cómo Dmitri Shostakóvich dedicó su 14ª Sinfonía a Benjamin Britten, un compositor con el que tenía una relación de amistad. En ella, el compositor ruso estampó el nombre del inglés en la portada de su sinfonía, además de utilizar algunas citas de sus obras y su estilo en la sinfonía.
Alex Ross nos detalla la historia acompañada de una extraña y en un principio inquietante anécdota ocurrida el día del estreno de su decimocuarta sinfonía.


La música que nos acompaña es precisamente el extracto de esa Decimocuarta Sinfonía de Dmitri Shostakóvich en el que se emplean los versos ¡Oh, Delvig, Delvig! a los que hace referencia Alex Ross.
La grabación de este fragmento con el poema de Kochelbecker interpretado por el bajo Félix Flores está dirigida por Migran Agadzhanian.


Pero quizás, de todas las dedicatorias de libros la más conocida, emotiva y en consonancia con el contenido de la obra sea la que Antoine de Saint-Exupéry escribió para agradecer a Leon Werth su amistad incondicional. Escritor de origen judío, pacifista y antimilitarista confeso, Werth era una persona servicial y generosa, que prefirió una vida humilde y digna para no renunciar a sus principios. Como queda de manifiesto en la correspondencia entre ambos, Saint-Exupéry lo consideraba -pese a sus diferencias- no sólo el más querido de sus amigos, sino su conciencia, su «moral».


Con la dedicatoria de Le petit prince (El principito) concluye esta publicación en la que ponemos la mirada en una parte de las obras que pasa desapercibida en muchas ocasiones.


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Bibliografía y webgrafía consultadas:

8 comentarios:

  1. Hola Miguel Ángel,
    Me ha encantado la última dedicatoria, la de Saint-Exupéry, me ha parecido genial; además de que llevaba toda la razón, todos llevamos (o llevábamos) un niño dentro. Muy buen artículo, como siempre, trayéndonos unas curiosidades más que interesantes.
    Un abrazo!

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    1. Gracias, Antonio.
      Aunque hoy en día prácticamente todas las obras tienen dedicatorias, algunas muy originales, la de Saint-Exupéry es muy entrañable y filosófica.
      Un fuerte abrazo :-)

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  2. Hola, Miguel: curiosa entrada, a mí me gustan las dedicatorias porque algunas son muy simbólicas. Cuando publiqué mi primer libro, me pensé muy mucho la dedicatoria y al final salió del estilo de Cela en el libro de Pascual Duarte, mucha gente después me ha preguntado por ella, más casi que por el libro en sí... Las siguientes dedicatorias fueron menos sinceras y, quizá, emotivas, vamos, lo normal, a la familia, etc. En fin, lo dicho, muy curiosa tu entrada.
    Un abrazo. :)

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    1. Gracias, Merche.
      Me parece muy interesante tu experiencia con las dedicatorias, especialmente con la de tu primer libro. Espero que sigas teniendo que pensar muchas más.
      Un fuerte abrazo :-)

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  3. Son muy curiosos el testimonio sobre las tasas, la dedicatoria y el que descarta las erratas. Este último no se moja prácticamente nada. A pesar de que los artistas, hasta los de gran fuste, eran asalariados de los aristócratas y de que los consideraran como sirvientes, el talento de algunos descolló muy por encima de ese sometimiento mundano.
    Gracias por compartir, como siempre, contenidos de calidad.

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    1. Gracias por tu comentario, Marcos.
      Aunque la publicación se centra en las dedicatorias, no pude resistirme a dar paso a este inicio de El Quijote, algo común en libros de la época. En cuanto a las dedicatorias, has comprobado que han evolucionado mucho desde que estaban al amparo de poderosos hasta nuestros días, que están bajo otro poder totalmente diferente.
      Un fuerte abrazo :-)

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  4. Hola Miguel, que dedicatorias nos muestras dignas de la mejor pluma. La última,... pido perdón a los niños por haber dedicado este libro... Me parece una genialidad. Me encantó. Un abrazo

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    1. Muchas gracias, Nuria.
      Pese a que en los últimos siglos ha sido cada vez más frecuente el uso de las dedicatorias, esta de Saint-Exupéry es una maravilla.
      Un fuerte abrazo :-)

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