Estancias

Paseando por lugares ficticios

En las narraciones, las historias poseen un tema y un argumento que se desarrollan a través de unos personajes y transcurren en un lugar y un tiempo determinados. En la decisión del autor nos encontramos toda una gama de posibilidades que va desde el realismo a la fantasía, de la fiel representación de la realidad a la ensoñación, de la recreación de caracteres, personajes y lugares a la creación de los mismos.
El paisaje, el lugar y el ámbito donde se desarrollan estas obras también siguen estas fluctuaciones, decidiendo el autor qué características tiene el lugar en el que se desarrolla la obra. Así, nos encontramos obras que transcurren en lugares reconocibles por los lectores, otras en los que nos evocan a una mezcolanza de diversos lugares que el autor considera relevantes para su historia, y otras en las que el autor crea un lugar único, inexistente que sirve para dad entidad a la narración, creando en su imaginación y en la de los lectores y espectadores un universo nuevo.
Toda esta gama de lugares ha sufrido una evolución en el desarrollo narrativo en los últimos siglos. Si en el XIX, el desconocimiento de horizontes ajenos lo utilizaba el autor para detallar las características del lugar donde desarrollaba su historia, de forma que los lectores lo fueran conociendo, con el transcurso del tiempo, y dado el hecho de que la globalización, las imágenes y los viajes hacen que reconozcamos cada vez más lugares, esta descripción cada vez es menos necesaria y, por lo tanto, utilizada.
En esta publicación te propongo realizar un paseo por algunos lugares ficticios procedentes de obras literarias y musicales. Nos acompañan obras de García Márquez, Sánchez Ferlosio, Tolkien, Rimsky-Korsakov y Mozart. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!

Konstantin Ivanovich Gorbatov, Una ciudad hundida La ciudad invisible de Kitezh (1933)
Si en la literatura es un recurso utilizado con cierta frecuencia la creación de lugares ficticios, en la música, su consideración es diversa. Las obras musicales tienen distintos tipos de intenciones y formulaciones. Por un lado, pueden seguir un esquema a base de distintos temas musicales y sus desarrollos; por otra parte, pueden reflejar con una gran riqueza las impresiones y sentimientos que tanto un paisaje, como un lugar o un hecho producen en el compositor. Así, se crean paisajes sonoros que hacen referencia a los mencionados anteriormente, como las impresiones que nos dejan una ciudad, un país, un hecho o sentimiento.

Basada en dos leyendas populares, la salvación mágica de una ciudad y la historia de una joven que posee dones celestiales como la fe, la esperanza y la humildad, que le permite, dentro de la simpleza del «pobre tonto», en este caso de la joven Fewronija, salvar y redimir a toda una ciudad, Nikolai Rimsky-Korsakof compuso Skasanija o newidinom grade Kiteshe i dewe Fewronije (La leyenda de la ciudad invisible de Kitezh y la joven Fewronija).
Con libreto de Vladimir Belski, la obra fue estrenada en el Teatro Mariinski de San Petersburgo en febrero de 1907. La historia se desarrolla en tres lugares, dos  terrenos y uno místico, la ciudad invisible o la celestial Gran Kitezh. La acción transcurre en el bosque, en la ciudad denominada Pequeña Kitezh y en la residencia del príncipe Kitezh el Grande. El primero, el bosque, representa la naturaleza, el lugar donde vive Fewronija, puro, libre y lleno de armonía; el segundo, la Pequeña Kitezh, muestra el escenario de la vida cotidiana, el lugar donde reside la gente normal, incluido Grishka Kuterma, el vagabundo que sirve al mal; mientras el tercer escenario, la Gran Kitezh es la residencia del bien, el símbolo de la patria ideal. Así, en esta ópera, Rimsky-Korsakov nos plantea un debate entre el bien y el mal en un múltiple y ficticio escenario, en el que se plantea esta lucha entre unos principios que están presentes en la condición humana, sin que ninguno de ellos finalice ni vencedor ni vencido.
Nos acercamos a la Pequeña Kitezh en el Acto II, en cuyo inicio Rimsky-Korsakov nos describe la abigarrada vida de la ciudad. Los habitantes se agrupan en la plaza a la espera del vehículo nupcial que acerca a la joven Fewronija desde el bosque hasta la lujosa mansión donde vivirá. Aparecen personajes populares como el adiestrador de osos, tañedores de gusli, mendigos y prestidigitadores.
Aquí, el compositor ruso crea una ciudad a semejanza de muchas de las que forman su Rusia natal en la que la acción dramática se enriquece con la presentación de tipos y personajes populares reconocibles para el público.


La música que nos acompaña pertenece al disco The legend of the invisible City of Kitezh de la orquesta Mariinsky Orchestra de San Petersburgo y el Kirov Chorus editado en 1999 bajo la dirección de Valery Gergiev para el sello discográfico Philips.


El primer tipo de lugar ficticio literario que nos acompaña parte de la realidad del entorno que lo rodea, un lugar que surge en la mente del autor como un espacio que toma partes y características de lugares próximos al escritor -como el que acabamos de apreciar- y que lo utiliza para tratar y exponer la historia que desea contar. Un elemento surge de un lugar determinado, otro de otro distinto, hasta configurar un nuevo espacio que sirve al autor para sus fines.
Estos lugares participan simultáneamente del poder del anonimato que le resguarda de otros lugares de los que pretende contar la historia y de la creación de un entorno único y novedoso, un modelo que sirva al autor para moverse a su discreción para narrar cuanto desea al lector.

Casa familiar de Gabriel García Márquez en Aracataca en la década de 1970
En este sentido nos acercamos a uno de los más (re)conocidos lugares de la literatura del siglo XX, Macondo, la genial creación de Gabriel García Márquez en Cien años de soledad.
Basada en sus recuerdos de infancia donde vivió con sus abuelos en su Aracataca natal, García Márquez configura con ellos el mítico poblado de Macondo sino también la casa de los Buendía, inspirada en la propia vivienda familiar.
A esta última recurrió en varias ocasiones al recordar un lugar enorme desde su visión infantil, un lugar lleno de memorias y de rincones prohibidos. Llegó a escribir sobre ella en varias ocasiones. En Historia de un deicidio, Mario Vargas Llosa reproduce estas palabras tomadas de distintas conversaciones con el autor de Cien años de soledad:

En cada rincón había muertos y memorias, y después de las seis de la tarde, la casa era intransitable. Era un mundo prodigioso de terror. Había conversaciones en clave (...). En esa casa había un cuarto desocupado en donde había muerto la tía Petra. Había un cuarto desocupado donde había muerto el tío Lázaro. Entonces, de noche, no se podía caminar en esa casa porque había más muertos que vivos. A mí me sentaban, a las seis de la tarde, en un rincón y me decían: «No te muevas de aquí porque se te mueves va a venir la tía Petra que está en su cuarto, o el tío Lázaro, que está en otro.» Yo me quedaba siempre sentado.

Esta relación, que finalizó con el fallecimiento del abuelo, sirvió al escritor colombiano para mostrarlo como héroe en diversos momentos de su más aclamada novela y para crear, tanto el mítico Macondo como las viviendas de sus protagonistas.
¿A quién de nosotros no nos evoca ese mundo estas letras que nos acompañan?


En las obras musicales escénicas como las óperas es poco frecuente el hecho de crear un lugar imaginario en el que desarrollar la obra, limitándose en la mayor parte de los casos, a situar el desarrollo de la acción en un país, ciudad o territorio indeterminados.
Así, nos acompaña una obra que crea un extraño y singular espacio ficticio a partir de un cuento con tintes masónicos, unas procedencias diversas de protagonistas y espacios y unos personajes populares que acercan al espectador a la obra. 

Ilustración de Lucía Rivera
Estrenada en 1791, pocos meses antes de fallecer, Die Zauberflöte (La flauta mágica) es la obra más representada de Wolfgang Amadeus Mozart, y la segunda que más veces se ha llevado a los escenarios de todo el mundo tras La traviata en la última década.
Según indica el compositor en el libreto, Tamino es un príncipe japonés, mientras Pamina habita en el palacio de Sarastro en una lujosa habitación egipcia, mientras la reunión que celebran los sacerdotes en el Acto II se desarrolla en un bosque de palmeras. En resumidas cuentas, Mozart opta por confluir en su singspield en uno sólo distintos y exóticos lugares para un cuento que es una parábola relacionada con el movimiento masón.
Nos acompaña la obertura de La flauta mágica en una versión grabada en el Festival de Salzburgo de 2006 con la Wiener Philharmoniker Orchestra con la dirección de Ricardo Mutti.


En otras ocasiones, el autor no se circunscribe a un lugar que tenga las características de varios otros para su obra, sino que su intención es la de crear un mundo y una civilizaciones nuevos, un sistema y un modo de vida, de pensamiento que se aleje, desde su origen hasta su desarrollo, de la forma en que se ha gestado y es nuestra sociedad.
Son narraciones más complicadas que suponen para el autor una creación más compleja, con la generación de toda una filosofía vital que va desde la misma forma de vida hasta la denominación de los personajes, la toponimia de los lugares en los que se desarrolla la historia, o cualesquiera de los detalles que conforman la historia.
En este ámbito creativo nos acercamos a una obra de Rafael Sánchez Ferlosio. Tras ganar el Premio Nadal en 1955 y el año siguiente con El Jarama, el escritor nacido en Roma, donde su padre ejercía de corresponsal periodístico, dedicó su vida a las letras con obras como cuentos y ensayos de diversa índole. Fue tres décadas más tarde cuando salió a la luz la obra que nos acompaña a continuación.

Ilustración de Rafael Sánchez Ferlosio
En 1986, Sánchez Ferlosio publicó El testimonio de Yarfoz, una obra en la que creaba un mundo a partir del relato del protagonista. El escritor ahondaba en su creación al inscribir este texto biográfico del hidráulico Yarfoz sobre su admirado príncipe Nébride como un añadido incluido por Ogai el Viejo, relator de las guerras de los territorios ribereños del río Barcial, como un Apéndice del Libro II por el interés encontrado en el relato y por el futuro destino que algunos de sus protagonistas tendrá en la mencionada obra La Historia de las guerras barcialeas.
Así, Sánchez Ferlosio nos presenta este texto como una pequeña parte de una obra de un alcance y una ambición mayores. Allí, además de una filosofía, una ciencia y una sociedad, el escritor se detiene en mostrarnos algunas de las ciudades y sus disposiciones como Esteverna, Escescésina y las cercanas Gromba Feceria y Gromba Salamnea. Pero el accidente geográfico que marca la diferencia entre pueblos vecinos como Grágidos, Atánidas, Iscobascos, Fecerios y Salamneos es el Meseged, un término que aludía tanto a una catarata como a una sierra, una escarpadura, una pared en la roca, como a un escalón. En resumidas palabas, el Meseged nombraba a todas esas estructuras que se refería a una enorme falla que al citar, aludía a todos esos accidentes simultáneamente.
Este enorme escalón se separaba los territorios y a los habitantes de distintos grupos nos muestra en El testimonio de Yarfoz una descomunal obra de ingeniería que une a estos pueblos de la separación que el medio físico les ha causado.
Dejemos que Yarfoz en compañía del príncipe Nébride nos adentre, a la par que ellos, en el intrincado camino que une la parte alta y la baja del Meseged creado por la mente de Rafael Sánchez Ferlosio.


Finalizamos la parte musical de este paseo por lugares imaginados con un regreso a La leyenda de la ciudad invisible de Kitezh
Tras un ataque de los tártaros se rompe la idílica vida en la ciudad. Este asalto representa el origen de la maldad, el castigo de los dioses que muestra el sentimiento de catástrofe universal que dominaba a los intelectuales europeos y, especialmente, a los rusos, aunque también aparecían rasgos religiosos o las ideas de Tolstói sobre la tolerancia y la generosidad en la ciudad de Kitezh.
El hecho que da nombre a la ópera se produce al final del Acto III, antes del desenlace que se producirá en el siguiente.

Boceto escenográfico de Viktor Vasnetsov para la ópera de Rimsky-Korsakov (1907)
Tras vencer los tártaros -ese enemigo, símbolo de la maldad, que siempre aparece en los cuentos populares rusos-, acampan a orillas del lago frente a la ciudad. Tras una lucha por el botín entre algunos, y mientras duermen, la joven inocente y pura Fewronija desata en un gesto de piedad al traidor Kuterma. Ambos huyen hacia el bosque y, al amanecer comienzan a repicar las campanas. En las aguas del lago se reflejan las cúpulas de la Gran Kitezh, pero en la orilla no se ve la ciudad. Ante tal hecho, los tártaros huyen presas del terror


La grabación pertenece al mismo disco con la orquesta Mariinsky Orchestra de San Petersburgo y el Kirov Chorus bajo la dirección de Valery Gergiev para el sello discográfico Philips.


Si nos hemos acercado a distintos tipos de obras que afrontan la creación desde diversos puntos de vista, la última nos acerca al tema fantástico, un universo plagado de seres que viven y habitan un mundo diferente al que vivimos, con sus características y peculiaridades. Son personajes que se acercan más a la literatura de evasión que a la de tipo social, pero que tiene multitud de seguidores, máxime cuando estas obras trascienden a la gran pantalla.
En este grupo de obras encontramos a uno de los más grandes escritores de este género, John Ronald Reuel Tollien.

Ilustración de Jemima Catlin
Conocido como J. R. R. Tolkien, sus obras más conocidas son El Hobbit y El señor de los anillos, obras que han alcanzado fama mundial. Escrita durante la década de los años '20 del pasado siglo, The Hobbit, or there and back again, conocido simplemente como El Hobbit es una obra que Tolkien escribió para leer a sus hijos pequeños, aunque el manuscrito fue pasando de mano en mano hasta llegar a una editorial que propuso al escritor su publicación. La obra, que transcurre durante la Tercera Edad del Sol de la Tierra Media, tuvo durante las siguientes décadas la continuación en El señor de los anillos, una obra que continuaba el universo creado con humanos a los que acompañan seres antropomorfos como los hobbits, enanos y elfos que las habitan y que el propio autor definía como legendarium.
Este lugar ficticio literario está presente en muchos de nosotros gracias a la adaptación al cine, pero no deja de llamarnos la atención cuando nos acercamos a él a través de la pluma de J. R. R. Tolkien.

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Bibliografía y webgrafía consultadas:
  • García Márquez, Gabriel. Cien años de soledad, edición ilustrada por Lucía Rivera, Literatura Random House, 2017.
  • Sánchez Ferlosio, Rafael. El testimonio de Yarfoz, Editorial DeBolsillo, 2015. 
  • Tolkien, J. R. R. El Hobbit, ilustraciones de Jemima Catlin, Editorial Minotauro, 2020. 
  • Rimsky-Korsakov, Nikolai. The legend of the invisible City of Kitezh, Philips, ASIN: b00002df33.
  • www.kareol.es: Letras y traducciones de óperas y música vocal.
  • Batta, András. Ópera. Compositores, obras, intérpretes. Könemann Verlagsgesellschaft mbHl, 1999, Colonia (Alemania)

8 comentarios:

  1. Hola, Miguel, qué importante es el lugar en una obra, al menos literaria, ya he leído en tu artículo que en la música no es tan relevante como en la literatura... A mí me gustan los lugares fantásticos, para realidad ya tenemos la vida real y con ella tenemos bastante. Así que me quedo con Tolkien y la última foto que pones que es muy bonita, aunque he de reconocer que no he podido leer El señor de los anillos, no fui capaz de pasar de los primeros capítulos y eso que me encanta la fantasía... No sé, habrá que retomarlo alguna vez. He leído por ahí que hay que empezar por el Hobbit, para luego leer El señor de los anillos, así que quizá hago eso...
    Genial artículo, Miguel, como siempre.
    Un abrazo. :)

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    1. Gracias, Merche.
      En las óperas quizás no sea tan utilizado el inventar el lugar donde se desarrolla la acción. A veces no se menciona, pero se sobreentiende o no tiene importancia en el argumento; en otros casos se circunscribe a un lugar concreto y determinado. Pero la música instrumental sí es propicia para crear espacios y lugares sonoros.
      Hay lugares fantásticos que nos acompañan siempre, como señalas, y estos de Tolkien sirven para recrear historias únicas. Comenzar por El hobbit es una opción interesante.
      Un fuerte abrazo :-)

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  2. Hola, Miguel. Me ha encantado el corto de La leyenda de la ciudad invisible de Kitezh y te escribo este comentario envuelta en la música de La flauta mágica de Mózart. ¡Qué maravilla! Hoy he disfrutado con tu artículo porque para mí son los grandes de los grandes.
    He acabado de leer “Te dedico mi silencio” de Vargas Llosa. No será una de sus grandes novelas, pero su narrativa arrolladora, extraordinaria, te deleita. Y ahora me encuentro en Macondo. Me alojo en la casa de los Buendía. Y me da pena porque el tiempo va pasando y la casa se va a cerrar porque llega su final. Es la segunda vez que leo esta novela y no será la última. Y en el género fantástico nos traes a El Hobbit de Tolkien, ¿qué más se puede pedir? Un regalo fantástico. ¡Gracias!
    Un fuerte abrazo.

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    1. Muchas gracias, María Pilar.
      He leído varias obras de Vargas Llosa, pero tengo esta pendiente. Seguro que la leo pronto y me dejo envolver de nuevo por su escritura.
      Me alegra que te hayas dejado atrapar por estos lugares tan especiales.
      Un fuerte abrazo :-)

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  3. Hola Miguel, que estupenda música compartes con tu recorrido literario. "Cien años de soledad " una maravilla literatura de García Márquez. La leyenda de la ciudad invisible de Kitezh, un vídeo fantástico. Cómo la saga del Hobbit. Tolkien también es uno de los grandes, al menos para mí que me recuerda lo emocionante que es un mundo fantástico.
    Un post que maravilla, sinceramente me encantó. Un abrazo

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    1. Muchas gracias, Nuria.
      Son obras geniales que logran transportarnos al mundo que desea el autor. Quizás la menos conocida sea la ópera de Rimsky-Korsakov, aunque se la considera la ópera más lograda del compositor.
      Un fuerte abrazo :-)

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  4. Estoy muy de acuerdo con la evolución que comentas en la descripción de los lugares que hacen los escritores en sus obras en función de la época. Si leemos que un autor habla de Amsterdam, Londres, Paris, Praga, Bruselas… lo más probable es que no necesitemos que profundice casi nada.
    La comparación que haces entre los lugares descritos en la música y en la literatura me parece muy original y oportuna. Pienso que reflejar las impresiones y sentimientos que ejercen un paisaje, un lugar o un suceso en el autor y en el compositor es algo que ambos buscan en sus obras de igual modo, transmitiendo sensaciones. Como bien dices, los compositores crean paisajes sonoros.
    “La leyenda de la ciudad invisible” me parece muy sugerente. Adiestradores de osos, tañedores de gusli, mendigos y prestidigitadores… un elenco diverso y enriquecedor del gran Rimsky-Korsakov.
    El audio de Valery Gergiev me recuerda a un ballet ruso interpretando una escena popular con cosacos como acompañamiento, no sé por qué.
    Macondo es sin duda una creación genial de García Márquez. Me encanta la frase sobre la casa de los Buendía de “Historia de un deicidio”:
    “En esa casa había un cuarto desocupado en donde había muerto la tía Petra. Había un cuarto desocupado donde había muerto el tío Lázaro. Entonces, de noche, no se podía caminar en esa casa porque había más muertos que vivos”.
    Y también:
    “En pocos años, Macondo fue una aldea más ordenada y laboriosa que cualquiera de las conocidas hasta entonces por sus 300 habitantes. Era en verdad una aldea feliz, donde nadie era mayor de treinta años y donde nadie había muerto”.
    Me has desvelado algo que desconocía totalmente (no soy asiduo a la ópera precisamente) y es que Mozart aglutina en “La flauta mágica” distintos y exóticos lugares para una narración que además es una parábola relacionada con el movimiento masón, nada menos. Sorprendente.
    No he leído “El testimonio de Yarzof” de Sánchez Ferlosio, pero lo que cuentas acerca del argumento lo hace muy atractivo, para lectores como yo al menos. Un accidente geográfico salvado mediante una gigantesca obra de ingeniería… me seduce y anima a leer la obra, desde luego que si.
    ¿Y qué decir de las obras de J.R.R.Tolkien? Sin palabras.
    Enhorabuena, un post magnífico.
    Saludos.

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  5. Gracias por tu comentario, Marcos.
    En el XIX era habitual describir lugares para crear los deseos de conocerlos y visitarlos, pero en la actualidad, no es necesario, lo que hace cambiar la intención del autor.
    Los recuerdos que García Márquez tenía de la casa de sus abuelos, en la que vivió cuando sus padres se fueron a trabajar a Riohacha le sirvieron para crear el universo de Macondo.
    La ópera de Rimnsky-Korsakof crea esa ciudad a partir de leyendas y ese imaginario abigarrado de personajes, animales, ruidos y aglomeraciones que se veían en tantas ciudades rusas.
    En cuanto al libro de Sánchez Ferlosio, crea una civilización totalmente distinta a las conocidas. Tiene la genialidad de crear un paisaje, unas ciudades y una forma de vivir muy originales.
    Un fuerte abrazo :-)

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