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Duelos musicales: Mozart y Clementi

Hay ocasiones en que nos enfrentamos a un reto y debemos superarlo para continuar en nuestro camino, como cuando nos presentamos a una entrevista de trabajo, una oposición o una competición deportiva. Son momentos en que debemos mostrar nuestros conocimientos, aptitudes o habilidades y tienen un resultado directo como es encontrar un trabajo, ganar un concurso o, simplemente, medir nuestras fuerzas y capacidades.
Hay unas circunstancias en las que se evidencian de forma clara y precisa: En las elecciones, el resultado determina quien gobierna y quien no, en las competiciones deportivas quien se erige en campeón. Son situaciones en las que uno de los participantes alcanza el objetivo principal, mientras otros se deben conformar con otros más a su alcance.
En algunos casos esa suerte de competición es un duelo, un enfrentamiento entre dos participantes y no entre un grupo más numeroso, como en el caso de las elecciones con distintos partidos o competiciones deportivas con numerosos participantes. Nos encontramos entonces con el concepto de duelo, un combate o lucha -en distintos sentidos- entre dos personas o grupos por un reto, un concurso o un desafío.
Es habitual presenciarlo en los deportes, donde dos adversarios, jugadores o equipos disputan un enfrentamiento del que uno de ellos saldrá vencedor, pero poco habitual en ámbitos como la música. 
En esta última sí que existen diversos tipos de concursos, tanto los de interpretación instrumental como vocal o de dirección, pero en ellos el galardón final es lo único importante para las carreras de los participantes, pese a la dificultad de discernir quién es mejor en esa especialidad.
Pero hubo un tiempo en el que se llevaron a cabo duelos de interpretación con el fin de decidir quién de los virtuosos era el mejor. Eran otros tiempos, otras circunstancias y otras costumbres.
Te propongo conocer cómo se desarrolló y con qué resultado finalizó uno de los duelos musicales que enfrentó al piano a Mozart y Clementi en Viena a finales de 1781. Nos acompañan algunas de las músicas que se pudieron escuchar en esa velada. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!



Hubo un tiempo en que los músicos aún no tenían la consideración de artistas que alcanzaron más tarde y desarrollaban sus vidas al amparo de quienes los pagaban y mantenían, principalmente la realeza y la nobleza, además de la Iglesia, que mantenía su propia forma de patrocinio otorgando a quienes participaban en las ceremonias y sus correspondientes composiciones un lugar predominante en la música.
Desde los reyes y emperadores hasta los distintos grados de la nobleza tenían sus propios músicos en la corte para componer e interpretar obras que realzaran su importancia, pero a los que consideraban entre sus sirvientes y comían, por ejemplo, con el servicio. 
En un tiempo en que la fama de un intérprete llegaba más lejos que él mismo, puesto que cada músico solía residir en una ciudad y eran poco frecuentes los movimientos para ir de una ciudad a otra interpretando, se produjeron algunos duelos propiciados por los nobles que los patrocinaban cuando en esa ciudad aparecía algún músico con la intención de residir en ella o dar a conocer su fama. ¿Será mejor intérprete nuestro intérprete que el que llega y desea -o no- establecerse aquí? Con esta premisa comenzaron a desarrollarse algunos duelos, especialmente de pianistas reconocidos. Estos duelos fueron trascendiendo de los salones de la aristocracia y la nobleza y llegaron a ser reflejados en los periódicos y las crónicas de su tiempo. 
Algunos de ellos han pasado a la historia, como el que se refleja en la biografía de Johann Sebastian Bach frente a Louis Marchand, un virtuoso francés que viajó hasta Alemania a conocer al maestro de Eisenach en 1717 y lo retó a un duelo que organizó Federico II de Prusia, pero al escuchar cómo se ejercitaba antes del mismo, decidió abandonar y marcharse a su casa.
Al menos tres retos hay recogidos del joven Beethoven en Viena, contra Abbé Gelinek en 1791, Joseph Wölfl en 1799 y Daniel Steibelt al año siguiente, en el que el compositor de Bonn no encontró rivales para su genio al teclado y su capacidad de improvisación. Quizás el último gran duelo que reflejaron los periódicos fue el de dos de los grandes virtuosos del XIX, Franz Liszt y Sigismond Thalberg que se celebró en un salón parisino en 1837.

Del duelo que nos ocupa tenemos información procedente de diversas fuentes, aunque incompletas, lo que ha llevado a que aparezcan referencias en diversas obras. 
Apasionado egiptólogo, divulgador y novelista, Cristian Jacq es conocido por sus libros ambientados en el antiguo Egipto, aunque ha dedicado algunas obras a tratar la figura de Mozart, del que tiene publicadas cuatro novelas en las que relaciona su biografía con ese tema egipcio y la masonería en la que estuvo el compositor en los últimos años de su vida.
En Mozart II: El hijo de la luz, encontramos la siguiente referencia al duelo que nos ocupa, que ocurrió en un momento crítico la vida del compositor.


En efecto, el duelo se llevó a cabo la Nochebuena de 1781 cuando Mozart contaba con veinticinco años y acababa de establecerse en Viena.
Muzio Clementi, por su parte, había nacido en Roma cuatro años antes que su oponente y vivía de su virtuosismo en Londres desde 1767. El verano de 1780 había iniciado una gira para mostrar por Europa su doble faceta de compositor e intérprete. Después de recalar varios meses en París y tocar para Maria Antonieta, llegó a Viena donde el citado 24 de diciembre fue convocado por el emperador Joseph II.
Clementi, además de intérprete virtuoso ya era un compositor reconocido con seis sonatas para piano, varias más para dúos de piano y otros instrumentos y diversas variaciones sobre temas populares. 
Tras más de un año en Viena, en mayo de 1782 continuó su gira en dirección a Suiza y después Lyon desde donde regresó a Londres.
Además de sus obras, su nombre está ligado a la historia de la música por ser uno de los primeros compositores que creó obras para el piano que tenía aún una corta existencia y por sus obras de carácter pedagógico como Gradus ad Parnassum.


El emperador y su esposa habían recibido al Gran Duque de Rusia Pablo Petrovich y a su esposa la Gran Duquesa María Fyodorovna que estaban realizando una visita por diversos países de Europa que les ocupó hasta 1782. Mientras los anfitriones cenaban con los invitados y su numeroso séquito, los intérpretes hicieron lo propio en las cocinas de palacio donde se encontraron, después de haber sido convocados sin previo aviso y sin conocer el motivo exacto. 
Los datos que se conocen provienen en su mayoría de algunas cartas que el compositor de Salzburgo envió a su padre en diversos momentos posteriores. 
Una vez concluida la cena con un ambiente distendido fueron llamados al salón Mozart y Clementi. Allí encontraron dos, en lugar del piano habitual que solía haber. Los presentes tomaron partido por uno u otro contendiente. El emperador lo hizo por Mozart, mientras su esposa María Josefa lo hace por Clementi.
A indicación del emperador, fue este último quien comenzó, por ser el visitante y, además ser romano, por lo que dio preferencia a la ciudad sede de la Iglesia católica
Clementi improvisó y después tocó su Sonata Op. 24, nº 2 a la que siguió su Toccata Op. 11, ambas obras de una gran complejidad técnica y virtuosismo.
Nos acompaña la primera de las obras, su sonata, dividida en tres movimientos. El primero, indicado como Allegro con brío tiene un tema desarrollado con agilidad e ingenio, con modulaciones y brillantes pasajes de octavas que cimentaron la fama de Clementi. El segundo movimiento es un Andante quasi allegretto amable y galante, mientras el tercero es un Rondó indicado como Allegro assai que muestra el gran virtuosismo en ambas manos que debe tenerse al tocarlo.
La interpretación corre a cargo de Soomi Song en un recital que se celebró en el Robert J. Werner Recital Hall del College-Conservatory of Music de la Universidad de Cincinnati el 5 de febrero de 2015.


El año que estaba a punto de finalizar, 1781, es uno de los más decisivos en la vida de Wolfgang Amadeus Mozart, el año de su emancipación e independencia, tanto musical como personal hasta establecerse en Viena como el primer músico independiente de la historia. 
Desde enero habían vuelto las desavenencias con el arzobispo Colloredo que lo requería en Salzburgo tras haber estrenado su ópera Idomeneo, rey de Creta en Múnich. En marzo lo acompañó con su séquito a Viena, donde el padre del prelado estaba enfermo, momento en el que pudo valorar las oportunidades que le podía ofrecer la capital del imperio. Con la relación entre el músico y el eclesiástico cada vez más deteriorada, el 8 de junio, Mozart renunció a todos sus cargos en la corte salzburguesa y se dirigió a Viena. Sus primeros pasos consistieron en buscar mecenas que le proporcionasen fuentes de ingresos. A través del barón van Swieten organizó suscripciones a sus conciertos, compuso obras que pudieran gustar al público habitual además de al femenino e impartió clases de piano. También aprovechó los beneficios que le podían proporcionar las Akademien, conciertos privados en palacios de nobles o burgueses en los que se interpretaban obras suyas o de otros compositores. Así, el 23 de noviembre organizó uno en la mansión Auenhammer con invitados como el citado barón van Swieten, el banquero Wetziar o la condesa Thun.
También fue fundamental el reencuentro con la familia Weber a la que conocía de antes. Fallecido el padre y casada Aloysia, de la que había estado enamorado, la madre regentaba una casa de huéspedes junto a sus tres hijas. Wolfgang se enamoró entonces de Konstanze y conocemos, gracias a su correspondencia, las profundas reticencias que Leopold, su padre, oponía al enlace de su hijo, pretextando que la madre estaba buscando esposos para sus hijas.
En esta encrucijada de su vida profesional y personal, Wolfgang fue convocado al palacio de Hofburg para participar en la velada de Nochebuena.


Una vez finalizado el primer turno de Clementi llegaba el de Mozart quien, vista la habilidad del romano, sorprendió a todos interpretando al piano la melodía de una sencilla canción francesa, Ah! Vous dirai-je, maman (¡Ah! Os diré mamá), una obra de 1761 que se hizo tremendamente popular inmediatamente.

A esta canción, conocida con muchos nombres, sobre todo con los de Twinkle, twinkle little star o Campanitas del lugar, le sucedió una serie de improvisaciones que hicieron las delicias de los asistentes por su hondura y complejidad y con las que Mozart desplegó una gran cantidad de emociones diferentes logrando que la audiencia quedara embelesada.
Al ser una obra improvisada no había constancia en el momento de celebrarse el duelo, pero meses más tarde las llevó a la partitura en una obra que debe ser muy similar a la que improvisó en aquella jornada.
Las Doce variaciones sobre Ah, vous dirai-je, Maman (Kv 265/300e) parece que fueron compuestas en 1782 y publicadas por primera vez en 1785. Consta, como su nombre indica, del tema de la melodía principal y doce variaciones, de las cuales, las dos últimas cambian el tempo hacia Adagio y Allegro

Aleksander Orlowski, retrato de Muzio Clementi (1810) treinta años después del duelo  
Steven Lubin en un fortepiano copia de un original de 1785 interpreta estas variaciones, introduciendo una de creación propia tras la 8ª de Mozart. Observar las manos del intérprete nos permite apreciar la simpleza de la melodía original y cómo se van matizando y transmitiendo emociones con cada nueva variación.


Tras la intervención de Mozart, la gran princesa Fyodorovna propuso que tocasen a primera vista una sonata de Paisiello, al parecer terriblemente escrita a mano por el propio compositor. Mientras Mozart tocó el Allegro, Clementi hizo lo propio con el Adagio y el Rondó. Continuó la velada con unas variaciones sobre esta pieza y otras  más de las que apenas se tienen referencia. En una carta dirigida a su padre pocos días más tarde, relata también el uso que hicieron de dos pianos y el estado en que se encontraba uno de ellos.  
Aparte de la rivalidad que se creó en esa velada, se confrontaron dos formas de entender la interpretación del piano: Por un lado, la ejecución con virtuosismo que se desarrolla en la segunda mitad de XVIII dirigida a un nuevo público burgués, que paga una entrada para compartir estas sensaciones; por otro, una forma de componer para un público cultivado, sensible e ilustrado.

Johann Nopomuk della Croce, detalle de Mozart extraído del retrato familiar (1780), una año antes del duelo.
El duelo prosiguió con varias improvisaciones más y se propuso que los aplausos hacia uno u otro intérprete determinarían el ganador. Tan igualado estuvieron los vítores, que el propio José II dictaminó diplomáticamente que el enfrentamiento había finalizado en un empate.
Sin embargo, los propios intérpretes acordaron que Mozart había vencido, quizás por la personalidad agradable y bondadosa del italiano. El propio Clementi llegó a escribir más tarde: «Hasta ese momento no había escuchado a nadie interpretar con tanto espíritu y gracia. Me abrumó de modo especial un adagio y muchas de las variaciones sobre el tema elegido por el emperador, sobre el que los dos debíamos ejecutar alternativas».
Nos acompaña un extracto de la carta que Mozart envió a su padre el 16 de enero siguiente en el que relata parte del duelo, documento del que se obtiene la mayor parte de la información que se tiene de este evento. Se trata de una publicación de Wolfgang Amadeus Mozart, Briefe und Aufzeichnungen. Gesamtausgabe, (Cartas y registros. Edición completa), Kassel, Barenreiter, 1962-1975, recogida en el volumen 3, páginas 192-194.

Mozart y Clementi recibieron como obsequio una copa de plata con monedas de oro cada uno, finalizando la velada al comenzar la Misa del Galloabandonaron el Hofburg alrededor de las 2 de la madrugada de esa Nochebuena de 1781 y, al parecer, no volvieron a verse más, pese a que el romano permaneció en Viena unos meses más hasta mayo.
Para el genial compositor salzburgués este encuentro fue un momento importante puesto que se ganó el favor del emperador lo que supuso que se fuera conociendo su nombre y prestigio en la capital del imperio.
En agosto de 1782 contrajo matrimonio con Konstanze Weber pese a la oposición de su padre. Pocos meses antes habría pasado al pentagrama las variaciones sobre la melodía francesa que interpretó en el duelo.
Años más tarde, en una de sus últimas obras, la conocidísima La flauta mágica, utilizó el tema del primer movimiento de la Sonata Op. 24 de Clementi. Éste hubo de soportar desde entonces los comentarios que recibía de que había utilizado música de Mozart para su sonata, debiendo explicar en cada ocasión y en cada nueva reedición que él había compuesto esa sonata, ¡diez años antes!

Pianoforte de Anton Walter fabricado en Viena en 1795, similar al que utilizó Mozart.
Hasta aquí llega la publicación. Si tienes  interés y tiempo puedes volver en otro momento a seguir el siguiente enlace, titulado Mozart versus Clementi: A virtual competition, en el que se recrea lo que pudo haber sido aquel duelo. Se trata de una interpretación grabada en 2008 por Robert Hill en un fortepiano construido por K. Hill a partir de un original de Anton Walter de alrededor de 1790.

El programa es el siguiente:
  • Muzio Clementi: Sonata Op. 24, nº 2 (Allegro con brío con cadenza de Robert Hill, Andante quasi allegreto y Rondó-Allegro assai).
  • W. A. Mozart: Sonata en Do mayor, KV 330 (Allegro moderato, Andante cantabile y Allegretto).
  • Muzio Clementi: Sonata en La menor, Opus 7, nº 3 (Allegro con spirito, Lento e cantabilie y Presto).
  • W. A. Mozart: Adagio en Si menor, Kv 540.
  • Muzio Clementi: Sonata en Do mayor, Op. 33, nº 3 (Allegro con spirito con cadencia del autor, Adagio cantabile con expressione con cadencia de Robert Hill y Rondó- Presto).
  • W. A. Mozart: Adagio cantabile de la Sonata en Re mayor Kv 284/III, variación nº 11.
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Bibliografía y webgrafía consultadas:

2 comentarios:

  1. Me ha encantado la entrada. La música es bellísima y entiendo la desesperación de Clementi cuando le dijeran que había copiado de MOzart la melodía que él había creado años antes de conocer al genio austríaco.
    No sabía que Christian Jacq había escrito sobre Mozart. Sus novelas sobre Ramsés sí las he leído.
    Un fuerte abrazo.

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    1. Gracias, Mercedes. Tuvo que ser una velada interesante con dos genios de la interpretación.
      Un fuerte abrazo :-)

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