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Vuelta a un nuevo comienzo

Decíamos ayer... (Dicebamus hesterna die) 

Es la famosa frase que se atribuye a Fray Luis de León al regresar a su cátedra tras varios años encarcelado por la inquisición. El pasado siglo también la pronunció Miguel de Unamuno tras volver a su cargo como rector de la misma Universidad de Salamanca después del exilio en Canarias durante la dictadura de Primo de Rivera
Esta frase brillante y evocadora bien la pudieron pensar y llevar a cabo los autores que nos acompañan, además de cada uno de nosotros cuando nos incorporamos a nuestros quehaceres diarios tras esos periodos en que dejamos la rutina y cambiamos la intensidad del ritmo de trabajo. Para todos, para ellos y para nosotros supone la vuelta a un nuevo comienzo.
En la anterior publicación de este blog finalizaba la temporada del mismo con unas obras que sus autores decidieron que tuvieran continuación por diversos motivos. En algunos casos, porque la obra tenía desde el comienzo una idea más extensa y estaba prevista la continuación; en otros casos, por razones de lógico espacio por dividir la obra en diversos volúmenes, y por la duración temporal, pensando en la lógica resistencia de los lectores y espectadores. En otras ocasiones, por crear un sesgo o cambio drástico en las continuaciones de las obras originales, creando diversas miradas que acabaran conformando un mosaico más amplio. También nos encontramos con obras que tienen continuación por el interés que despertaron las obras originales, propiciando que sus autores continuaran trabajando sobre los mismos personajes, argumentos o universo literario o musical. 
Si no la has visitado, te sugiero hacerlo, ya que esta publicación es la lógica continuación de la anterior del blog, Punto y seguido. Finales que continúan donde aparecen los finales de las mismas obras que aquí continúan. 
Como norma general, en los textos aparece el nombre genérico de la obra completa, en lugar del libro al concreto al que pertenecen que está indicado en el texto que sirve de presentación e introducción.
De la misma manera que en nuestra propia vida a cada final de una situación, relación o circunstancia reaccionamos de una u otra forma para continuar adelante, en estas obras podemos observar las distintas formas que sus autores emplearon para seguir adelante y cómo enlazaron una obra con otra.
Cada comienzo surge de un final, por ese motivo, cuando lo abordamos siempre lo encontramos lleno de incertidumbres, diversas posibilidades de llevarlos a cabo, aunque lo que no debe faltarnos nunca es la voluntad y fuerza para afrontar las nuevas situaciones. 
Te propongo comenzar la nueva temporada tras el tiempo de verano con algunas continuaciones de obras que sus autores llevaron a cabo. Nos acompañan de nuevo Tolkien, Wagner, Proust, Puccini, Verdi y Ruiz Zafón. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!

Amanece un nuevo día en el pantano del Corumbel
Tras Das Rheingold (El oro del Rin), el prólogo de su Tetralogía Der Ring des Nibelungen (El anillo de los Nibelungos), Wagner acometió la primera jornada del drama musical que tenía en mente. Estrenada nueve meses después, en junio de 1870 en el Teatro de la Corte de Múnich, Die Walküre (La Valquiria) desarrolla la idea del dios Wotan de que sólo un héroe libre conseguiría el anillo robado a las hijas del Rin para salvar a los dioses de la destrucción. 
Tras engendrar con aspecto de hombre lobo a dos gemelos Siegmund y Siglinde con una mortal, un día encuentra al regresar de una cacería con su hijo que la casa del bosque ha sido destruida y ella raptada para obligarla a casarse con Hunding, un enemigo del clan familiar. Durante la boda forzada, Wotan disfrazado como forastero entró en la cabaña y clavó su espada Nothung en un fresno del que nadie ha logrado arrancarla.

La valquiria, ilustración de la producción de Bayreuth de 1876
¿Cómo pasa Wagner de una obra a otra? 
La obertura de La Valquiria nos introduce en la acción con una música vertiginosa. Mientras las cuerdas describen la huida de Siegmund, la orquesta rescata temas del prólogo El oro del Rin con los metales interpretando la entrada de los dioses en el Walhalla con que finalizaba la ópera precedente. Así, Wagner enlaza una obra con otra de una manera magistral en un lapso de tiempo que abarca algo más de la vida de los protagonistas. La obertura finaliza mostrándonos la casa donde viven Hunding y su esposa Siglinde con el enorme fresno que se pierde en una abertura del techo en la zona central y la espada Nothung clavada en el tronco. Allí llegará Siegmund.
La interpretación de este preludio al Acto I corresponde a una representación que se llevó a cabo en el Teatro Alla Scala de Milán dirigida por Daniel Barenboim en 2010. 


Pensada, planeada y publicada por J. R. R. Tolkien como una sola obra, aunque dividida en tres tomos para facilitar la lectura, El señor de los anillos se ha convertido en una obra de gran éxito desde el momento de su publicación. El universo creado por el escritor inglés a partir de leyendas de la mitología nórdica ha servido de fuente fuente de inspiración a multitud de obras fundando un género de obras de fantasía épica en el que crean tanto un universo como una civilización.
Tolkien crea un mundo que muestra la condición humana: la fuerza como forma de alcanzar el poder y la dominación del mundo, el miedo como recurso para mantenerlo en el tiempo, pero al que opone la unión y la alianza de distintos grupos y culturas para derribarlos y construir un mundo más justo, algo que estamos olvidando en los últimos años. En el fondo, el escritor inglés nos está mostrando un camino imaginario que bien podría haber culminado en la humanidad que habita nuestro planeta.

Morannon, la puerta negra de Mordor. Ilustración de Neral (2006)
Tras el final de La comunidad del anillo que aparecía en la publicación anterior, ¿cómo pasa Tolkien de una obra a la siguiente? ¿Cómo ensambla la última página del primer libro con la primera del segundo?
Tras un final con varias escenas en que Frodo y Sam se adentran camino de Mordor y el narrador indica el final del tomo, el segundo, Las dos torres comienza con el mismo poema/canción que inicia cada una de las tres partes. Inmediatamente después, la acción sigue con algunos personajes de La comunidad del anillo, centrando en su primer capítulo, La partida de Boromir, la acción en Aragorn. Aunque los amantes de la obra sepamos el devenir de la acción, no está de más que de dejes llevar por el texto de Tolkien.


Siguiendo el itinerario de la publicación precedente, toca seguir con El tríptico de Giacomo Puccini, un título que el propio autor asociaba en su título con los retablos góticos. Libremente inspirados en la obra más conocida de Dante, a Il tabarro (El tabardo) y Suor Angelica le sigue la obra que te acompaña a continuación, quizás la más conocida de las tres.
Gianni Schicchi fue un personaje histórico y conocido de Dante. Pertenecía a los contadini, campesinos que se instalaron en Florencia y se integraron entre los nuevos ricos. Dante, de origen noble, no los soportaba en general y menos a este en particular, por lo que le adjudicó un papel en su Divina Comedia. Aparece en el capítulo trigésimo del infierno, dentro del octavo círculo en el que se encuentran los falsificadores. Allí lo encuentra el autor cuando se hubo disfrazado de Buoso Donati el Viejo para dictar testamento falso.
En cambio, Puccini y su libretista Forzano cambian el sentido que le da Dante al personaje y lo hacen entrar en la ópera bufa y los personajes de la Commedia dell'Arte. En estos escenarios, los cazadores de herencia y los pícaros tenían una gran tradición, ya que en los ambientes populares eran apreciados estos personajes que utilizaban el ingenio a costa de los ingenuos engañados. En el fondo, Schicchi es un Arlequín, mientras el personaje de Simone sería Pantalone, con la típica pareja de enamorados en los que triunfa el amor, junto a las figuras habtuales del notario o el doctor.
El argumento es típico de estas obras: Buoso Donati ha muerto en su cama y su familia lo llora desconsolada y melodramáticamente pensando en la herencia, hasta que surge el rumor de que ha dejado todo su dinero al monasterio local. El sobrino Rinuccio encuentra el testamento, pero no quiere dárselo a su tía hasta que ella no acepte que si el testamente es a favor de la familia le permitan casarse con Lauretta, la hija de Schicchi. Acepta y envían a buscar a ambos, pero al abrir el testamento se confirma el rumor, todos se enfurecen y se niegan a permitir el matrimonio.
Al llegar padre e hija son recibidos con desdén, pero Rinuccio propone que Schicchi resuelva el problema y todos dejan que lo intente. Una vez que se han asegurado que nadie sabe más de la muerte de Donati, llaman a un notario, Schicchi se hace pasar por el fallecido y dicta un nuevo testamento en el que los parientes se reparten los bienes, salvo los mejores. la casa, los molinos y la mula, dejando que Schicchi decida quien se los queda, acercándose a él cada uno por su cuenta para pedirle que sean para ellos. Cuando llega el notario, el farsante dicta testamento, quedándose él con esos bienes ante la indignación de los parientes que nada pueden hacer por temor a ser descubiertos. Se va a su nueva casa y a Lauretta, que ahora tiene una dote no le ponen obstáculo para su boca con Rinuccio. La obra finaliza con el falsificador dirigiéndose al público para pedir su indulgencia con un aplauso.
Puccini muestra a los familiares de Donati con las debilidades humanas ya que aparecen en ellos las ansias de poder, la hipocresía, el afán de riqueza e incluso la xenofobia, pero no busca un discurso duro, sino que muestra un retrato delicioso de cada uno de ellos, creando un ambiente burlesco, pícaro lleno de una gran ternura.

Producción de Woody Allen para Los Angeles Opera con Plácido Domingo y Adriana Chuchman (2015)
¿Cómo trata Puccini el cambio de la obra anterior a esta? 
Es fundamental el cambio del drama interior de Suor Angelica a la comedia en el más puro estilo de la comedia del arte, lo que configura una sesión de ópera con tres obras distintas que finalizan con este sabor agradable e ingenioso que deja Gianni Schicchi en los espectadores.
La pieza que te acompaña es la más conocida de esta ópera en miniatura, un aria que hemos escuchado en multitud de ocasiones, aunque a veces con cierta confusión. Cuando Rinuccio propone su matrimonio con Lauretta, ni siquiera su padre está de acuerdo con el enlace, así que esta debe convencerlo para que acepte. 
Ante el griterío de los familiares, Rinuccio pide la mano de Lauretta, mientras que Schicchi grita Niente! (¡Nunca!) con notas descendentes. Su hija se acerca y canta O, mio babbino caro (Oh, mi querido papaíto), un aria que algunos confunden como O, mio bambino (niño) caro. Comienza con una introducción agitada y disonante, con los metales haciéndose eco del maremágnum que hay en escena. Al momento se convierte en un aria dulce y embaucadora en el que la hija amenaza con una suerte de falso chantaje con arrojarse al Arno desde el Ponte Vecchio si no se atienden sus deseos. Los Niente! descendentes del padre se convierten en delicados saltos ascendentes de Lauretta en una de las arias más deliciosas de la ópera.


El enlace muestra el comienzo de la escena que es fácil seguir de forma intuitiva hasta que finaliza el aria. 
La interpretación corresponde a una producción de la Ópera de Los Ángeles con dirección escénica y producción de Woody Allen, Plácido Domingo como Gianni Schicchi y Andriana Chuchman como Lauretta, la verdadera protagonista de este aria, en un representación que se realizó en septiembre de 2015 con la dirección musical de Grant Gershon.


El punto y seguido, que no punto y final, con que Marcel Proust finalizaba el primero de los libros que conforman  la recherche du temps perdu (A la busca del tiempo perdido) tiene continuación en unos volúmenes que estaban en la mente del escritor cuando comenzó a escribir.
En el primer libro, Por la parte de Swann, el autor francés comienza a narrar su camino sobre el amor, los celos, la ruindad, la enfermedad y la marginación a través de sus recuerdos y vivencias, hilados con un lenguaje muy similar al que hablaba el asmático escritor.
La continuación de este primer volumen es À l'ombre des jeunes filles (A la sombra de las muchachas en flor). ¿De qué forma continúa y enlaza Proust estos dos libros? 
En primer lugar, continúa el mismo tipo de narración interior, fragmentaria y detallista que en la primera entrega. Por otro lado, lo divide a su vez en dos partes. La primera, En torno a Madame Swann vuelve a mostrar personajes de la primera parte donde había dejado entrever la historia poco convencional del matrimonio de Charles Swann y Odette. En esta ocasión muestra el enamoramiento del narrador de Gilberte, la hija del matrimonio y cómo las reacciones, a veces absurdas, acaban con esta relación.
Tras ese nexo de unión nos acerca a la segunda parte de esta segunda entrega: Nombres de países: El país, en el que narra sus vivencias durante el verano en el balneario de Balbec, las relaciones que establece y en la parte final, donde conocerá a las jóvenes muchachas que dan título al libro de las que se irá enamorando y desenamorando de forma simultánea y sucesiva.

Acuarela de Bernard Soupre
¿Cómo continúa Proust a partir del final de la primera parte?
En esta ocasión no te ofrezco las primeras líneas de este segundo libro, sino que, dando un salto, te acerco a una de las reflexiones que transitan por esta obra descomunal. Proust logra mostrarnos muchos puntos de vista, generando un retrato crítico de la sociedad de su tiempo, con una narración que es a la vez iniciática, simbólica, un análisis de la naturaleza humana y una reflexión sobre la literatura en particular y sobre el arte en general.
En la segunda parte de este libro, Nombres de países: El país, el narrador conoce a un pintor, Elstir que le servirá de puente para conocer a las muchachas que transitan por Balbec. Este pintor, al que visita en su taller y con quien charla en algunas ocasiones le sirve al narrador para reflexionar sobre la mirada con que los artistas muestran aspectos de los paisajes, edificios e imágenes que ofrecen el tono poético que lo diferencia de las imágenes que miramos con ojos prosaicos.


Existen diversos modos de pasar de una obra a otra según las ideas e intereses del autor como has podido observar hasta ahora.
En la publicación precedente hablaba de la Trilogía de Verdi, esas óperas que compuso seguidas: RigolettoIl trovatore y La traviata. Ponía de esta última obra el final del segundo acto, por lo que la única continuación posible según el esquema de esta entrada del blog no es volver hacia alguna de las óperas precedentes, sino centrarnos en la continuación.

¿Cómo sigue Verdi esta ópera tras el intermedio entre el segundo y el tercer acto? Como verás, aquí aparece una nueva forma de continuación.
Tras el agitado final del Acto II, Verdi nos transporta a la habitación de una Violeta enferma, agonizante y solitaria que sólo está acompañada por su fiel Anina y las ocasionales visitas del doctor que le anuncia que sanará, aunque ambos saben que es un piadoso consuelo. Son los días de carnaval en el que contrasta este ambiente con la ruidosa fiesta en la calle.
Cuando se estrenó la ópera los aforos solían estar llenos, con una burguesía que tenía sus palcos y acudía frecuentemente a las funciones. Entre acto y acto eran frecuentes las visitas y saludos, tomar una copa e incluso cerrar algún negocio. Tampoco era costumbre como ahora llegar puntuales, por lo que a veces entraba público con la obra comenzada. ¿Cómo conseguir que esa burguesía a la que criticaba con esta ópera entrara a escuchar el tercer acto y se dejara llevar por el autor en el final de la obra?
Lo que hizo Verdi fue intercalar un interludio al comienzo del acto, una nueva obertura que llevara a los espectadores a donde él quería: la habitación silenciosa de una enferma.
El Interludio del Acto III copia la música de la obertura principal transportando la melodía a do menor, como si la tonalidad de la primera fuera un recuerdo frente a la dura realidad. Comenzando con un planísimo, Verdi sigue mostrándonos los frágiles latidos del corazón con los pizzicatos de las cuerdas y la agitada respiración de la enferma. La primera parte del preludio muestra la soledad de una Violeta derrotada por la enfermedad, abandonada por sus amigos, triste y sin recursos para vivir. Tras ese inicio, la música muestra un resquicio de esperanza, ese momento de Verdi reflejará más adelante antes de la muerte de la protagonista.

La traviata, producción de Willy Decker para Salzburgo, 2005.

El enlace nos muestra este Interludio del Acto III en una de las puestas en escena más exitosas de las últimas décadas, la realizada por Willy Decker para el Festival de Salzburgo de 2005 con dirección musical de Carlo Rizzi y que ha recorrido los mayores teatros de ópera del mundo, llegando de nuevo en este verano al Teatro Real de Madrid
En esta producción, el interludio nos muestra al personaje que representa a la muerte y al tiempo que le queda a Violeta alejando a los personajes del mundo a la que esta ha pertenecido para indicar su alejamiento y abandono, no sólo de ese ambiente, sino de la propia vida, quedando al finalizar la música la puerta irremisiblemente cerrada.
El éxito de este interludio hizo que se popularizara este tipo de introducción en cada acto en muchas óperas del verismo y de finales del XIX en general.


El punto y final a esta publicación sobre los puntos y seguido (o aparte) viene, como puedes imaginar si has leído la publicación anterior, con la tetralogía de Carlos Ruiz Zafón El cementerio de los libros olvidados. Los lectores de Zafón siempre echaremos de menos las obras que podría habernos dejado si hubiera vivido más tiempo.
Después de acercarnos al final de La sombra del viento (2002) en este último caso vuelvo a las primeras líneas del segundo libro, El juego del Ángel (2008).


¿Cómo sigue el escritor la continuación de su obra?
En este caso la tetralogía está formada por obras relativamente independientes unas de otras aunque transcurren en el entorno urbano de Barcelona, en el mismo universo literario y hay diversos nexos de unión entre unos y otros libros.
Aquí puedes encontrar una forma de iniciar enérgica, potente, que no se anda con subterfugios ni circunloquios. Ruiz Zafón va directamente a la emoción del lector desde la propia emoción del narrador y de su vanidad, con una frase con una potencia que absorbe la atención del lector desde la primera línea y que genera todo un capítulo que impide que el lector levante la vista del texto.


Esta publicación es una forma de acercarnos al comienzo de un nuevo ciclo después del descanso con el que todos, cada uno a nuestra manera, nos relajamos del ritmo acelerado durante el tiempo de verano. Y tú, ¿cómo te planteas este reto de volver a comenzar? ¿Qué proyectos tienes y cómo te los planteas? ¿Utilizarás algunos de los métodos de estos autores o alguno diferente?
 
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Bibliografía y webgrafía consultadas:
  • Tolkien, J. R. R. El señor de los anillos, Editorial Minotauro, Colección: Biblioteca J. R. R. Tolkien (2025). ISBN. 9788445019580.
  • Proust, Marcel. A la busca del tiempo perdido, traducción de Mauro Armiño, Editorial Valdemar, Colección Clásicos (2008), ISBN: 9788477023203
  • Ruiz Zafón, Carlos. El cementerio de los libros olvidados, Editorial Booket, Colección: Biblioteca Carlos Ruiz Zafón (2024) ISBN: 9788408235309.
  • Batta, András. Ópera. Compositores, obras, intérpretes. Könemann Verlagsgesellschaft mbHl, 1999, Colonia (Alemania)

Punto y seguido. Finales que continúan

La vida es una continua sucesión de inicios y finales a los que suceden otros comienzos y términos incesantemente. Si pensamos en nuestras historias personales desde su principio, hemos pasado por muchos comienzos y finales de relaciones, como las primeras personas que estaban junto a nosotros de las que muchas desaparecieron, aunque no las olvidemos. También nos ha ocurrido con aspectos tan distintos como el hogar donde nos criamos y las casas en que hemos habitado, los estudios, trabajos, las relaciones sentimentales que hemos vivido o las personas que han venido a formar parte de una nueva familia, en el caso de que la hayamos formado. Hemos tenido muchos inicios y diversos finales, pero, en muchas ocasiones, esos finales los hemos utilizado para comenzar un nuevo principio.
Las obras de arte -pintura, literatura, música, arquitectura o cine- parten de una idea de sus autores que comunican un pensamiento, una forma de ver y valorar el mundo para provocar reacciones o comunicar emociones y sentimientos. También buscan tratar y denunciar temas sociales, mostrar valores y conocimientos del tiempo en que se crean o, simplemente, buscar placer y felicidad en quienes las aprecian.
De la misma manera que sus autores idearon estas obras, en muchas ocasiones, llegaron más allá de ellas y buscaron continuarlas de distintas maneras. En unos casos, se hicieron obras arquitectónicas que tenían el mismo concepto y estilo de las que crearon. En otras, realizaron grupos de pinturas sobre un tema que poseían unos criterios comunes. En otros, escribieron libros que eran continuaciones de otros anteriores, igual que ocurrió con películas u óperas. A veces porque estaban pensadas y creadas como un grupo de ellas; en otras ocasiones surgieron a partir del éxito de las anteriores, como forma de rentabilizar el éxito obtenido.
Como el tiempo de verano marca en nuestra cultura un periodo de descanso y final de una temporada activa, igual ocurre con blogs como este, que toman un descanso en sus publicaciones, aunque seguirá activo en las redes sociales. No se trata de un final definitivo, sino de un final para continuar al comienzo de la nueva temporada, como esas obras que los autores terminan, pero que ya tienen en mente para su continuación con una nueva.
Te propongo finalizar esta temporada antes del descanso de verano con finales de obras a las que sus autores dieron continuación, en algunos casos con nuevas obras, en otros, con la continuación de las que habían terminado. Nos acompañan obras de Tolkien, Wagner, Proust, Puccini, Ruiz Zafón y Verdi. Si te gusta... ¡Comparte, comenta,


Si cada vez es más frecuente encontrar obras literarias que se desarrollan en varios libros, aprovechando la mayor parte de las veces el éxito de las precedentes, es menos habitual encontrar esta situación en obras musicales, especialmente en óperas, entre otras razones, por la escasa composición de obras nuevas. Aún así, hay varias que nos sirven de propósito para esta publicación.
No podemos negar que Richard Wagner es uno de los más grandes compositores de todos los tiempos, pese a que sus obras tengan no tengan la unánime aceptación que tienen las de otros autores. 
No podemos negar el valor artístico y musical de su Der Ring des Nibelungen (El anillo de los Nibelungos) como Gesamtkunswert (Obra de Arte total) en la que el compositor se encargó personalmente de todos los aspectos, desde la utilización de leyendas germanas, la elaboración de los libretos y la música, el diseño de Bayreuth, el teatro en el que iban a representar, los vestuarios y decorados. 


Formada por una tetralogía dividida en un prólogo y tres jornadas, El anillo de los Nibelungos está formado por El oro del Rin, La valquiria, Sigfrido y El ocaso de los dioses, su gestación le ocupó casi treinta años, comenzando el texto de la muerte de Sigfrido en El ocaso de los dioses en 1848 y estrenándose las obras entre 1869 y 1876 en el orden cronológico en que se desarrollan. En el ciclo se narran de forma épica las luchas entre dioses, héroes y otros seres mitológicos acerca del anillo que otorga el dominio del mundo entero. Aparecen algunos de los elementos que desarrolló Wagner como los leitmotiv de los personajes y un tipo de musicalidad que ha servido de modelo, entre otras, para la música cinematográfica de estos dos siglos.
El oro del Rin se estrenó en el Teatro de la Corte de Múnich en septiembre de 1869. Si bien puedes encontrar el argumento de esta ópera en diversos lugares, te invito a seguir el final de esta obra. En él, asistimos al momento en que Wotan y los demás dioses entran triunfantes en el Walhalla, su fortaleza mágica, mientras Lodge, que no puede entrar por ser un semidiós se burla de las ondinas que lamentan la pérdida del oro que custodiaban y maldice a los dioses anunciando su futura caída. Es el final de una obra que tendrá su continuación en La valquiria.
Esta entrada de los dioses al Walhalla pertenece a una producción del Metropolitan Opera House de New York, protagonizada por James Morris, Allan Held y Mark Baker y dirigida por James Levine en 1990 con subtítulos en castellano.


La primera obra literaria que nos acompaña en este final con continuación es uno de los libros de ficción más populares del siglo XX, con el que su autor creó un universo y una civilización nueva y que dio paso a un estilo del que se han nutrido infinidad de obras.
Publicada en 1954 por John Ronald Reuel Tolkien, The Lord of the Rings (El señor de los anillos) es una novela ambientada en la Tierra Media al final de su Tercera Edad, un mundo fantástico en el que los protagonistas deben luchar contra Sauron, el Señor Oscuro de Mordor, creador del Anillo único con el que controla los demás anillos que manejan el poder. La influencia de la obra de Wagner en esta novela es innegable.


Protagonizada por Frodo Bolsón, a lo largo de la historia aparecen personajes como elfos, hobbits, enanos y humanos que forman la Comunidad del Anillo con la que se enfrentan, desde la visión del héroe del pueblo llano al poder omnímodo del mal. 
Un libro tan voluminoso fue dividido en tres tomos por su autor. la citada La comunidad del Anillo, Las dos Torres y El retorno del Rey, actuando cada uno de ellos con cierta autonomía e independencia dentro de un argumento y tema comunes.
Te acompaña el final del primero de los libros, La Comunidad del Anillo, en el que Frodo Bolsón y su ayudante Sam terminan su aventura y se disponen a emprender una nueva. El final del libro muestra una advertencia de lo que el lector encontrará en el segundo volumen.


Como heredero de la tradición de la ópera italiana, Giacomo Puccini triunfó con unas obras en que mostraba la elegancia de su música y su capacidad de fusionar el recitativo dramático con cada matiz del texto para crear momentos de una melodía intensa con una personalidad muy característica.
Tras los cambios introducidos en la música de comienzos del siglo XX con obras como el Pelléas et Mélisande de DebussyLa consagración de la primavera, Petrushka o El pájaro de fuego de Stravinsky, Puccini asimila las nuevas tendencias en obras como La fanciulla del west o su inacabada Turandot
En este ámbito de obras también encontramos Il Trittico (El tríptico), un conjunto de tres óperas en un acto pensadas para representarse en una sesión y basadas en la Divina comedia: Il tabarro (El tabardo), relacionada con el infierno, Suor Angelica con el purgatoria y Gianni Schicchi con el paraíso, que es además la única relacionada directamente con la obra de Dante, al aparecer allí una mención a este personaje. Aunque los argumentos no tienen nada en común entre ellas, en las tres obras está presente la muerte: en la primera con un asesinato, en la segunda con un suicidio y en la tercera con una comedia satírica cargada de humor negro.


Estrenadas en el Metropolitan Opera House de New York en diciembre de 1918, nos quedamos en esta ocasión con la segunda ópera, Suor Angélica, una obra que se desarrolla en un ambiente místico-religioso a comienzos del siglo XVIII. En un convento de la Toscana, sor Angelica, una joven de la alta aristocracia es obligada a permanecer allí durante siete años por haber tenido un hijo natural. Sin noticias de su hijo, la visita de su tía la Principessa, un personaje orgulloso, le comunica de forma despiadada la muerte de su hijo. Desesperada y delirando, se envenena. Dándose cuenta de que ha pecado contra sí misma e implora a la Virgen que la salve. En ese delirio se produce la escena final en la que su hijo aparece de forma sobrenatural.
Nos quedamos en el momento en que casi finaliza una obra y comienza la siguiente, Gianni Schicchi, un final antes de un nuevo comienzo.
No es la última escena de esta ópera la que nos acompaña, sino la anterior, la que nos muestra el aria Senza mamma, donde lamenta con un dolor infinito la muerte de su hijo. El aria, pensada para una soprano lírico-spinto que se mueve bien en el registro grave con una potente franja aguda y el canto legato, posee una gran belleza y dificultad, mostrando la capacidad interpretativa de la cantante.
La interpretación de Senza mamma está a cargo de la soprano Barbara Frittoli en una producción del Teatro Alla Scala de Milán de 2008.


La siguiente obra es, quizás, la novela más larga de la historia de la literatura. Escrita por Marcel Proust entre 1908 y 1922 y publicada inicialmente a su costa a partir de 1913, su último volumen apareció en 1927, siendo los tres últimos publicados póstumamente. À la recherche du temps perdu, que se ha traducido como A la busca del tiempo perdido o En busca del tiempo perdido es un conjunto formado por siete novelas cuyos títulos en español son: Por la parte de Swann, A la sombra de las muchachas en flor, El mundo de Guermantes, Sodoma y Gomorra, La prisionera, Albertine desaparecida (en ocasiones traducida y publicada como La fugitiva) y El tiempo recobrado.


Novela extensa, con una forma de escritura a base de frases muy extensas, con un estilo refinado y culto de una gran belleza poética, en la que los diálogos abarcan una gran cantidad de matices, Proust abarca la realidad a través de distintas percepciones, desde el punto de vista de los distintos personajes, tratando la percepción del tiempo y sus efectos sobre la sociedad, las relaciones y, sobre todo, sobre la propia identidad del autor. Según quienes le trataron, este estilo es el que el asmático autor utilizaba en su forma de hablar habitual, con frases que evocaban, circunloquios que llevaban a otros razonamientos que se cruzaban y que, junto con James Joyce y Franz Kafka, marcaron la literatura de los primeros años del siglo XX.
En esta publicación en que se tratan finales que continúan, te propongo el final del primero de los libros, Du côté de chez Swann (Por el camino de Swann), en el que Proust finaliza con una mezcla entre los pensamientos que ha dejado en este libro, con los que continuarán en el siguiente. Un final que es parte de un camino que continúa más adelante.


La música siempre describe la condición humana. 
La última obra musical de esta publicación pertenece a un grupo de tres óperas muy particulares de Giuseppe Verdi compuestas y estrenadas entre 1851 y 1853. Son tres obras en las que Verdi se desliga de lo que llamó sus "años de galera", un tiempo en que no tenía más remedio que componer incansablemente para cumplir con unos contratos leoninos que no le dejaban tiempo para nada.
Una vez terminados esos contratos, el compositor se encontró con libertad para elegir el tema de sus obras, elegir sus libretistas y el momento y lugar donde estrenarlas. Primero fue el estreno de Rigoletto según una obra de Victor Hugo, más adelante Il trovatore, según la obra de teatro homónima del gaditano Antonio García Gutiérrez y, por último, La traviata, a partir de La dama de las camelias de Alexandre Dumas. Son tres obras que no tienen relación alguna entre ellas, más allá de esa sensación de libertad y de poder tomar las riendas de su obra y su destino.
El propio compositor dejó constancia de esta Trilogía de Verdi en su finca de Sant'Agata, donde plantó tres árboles: un plátano para Rigoletto, un roble para Il trovatore y un sauce en memoria de La traviata.


En esta ocasión no te acerco al final de una de esas obras, ya que no tendrá continuación en otra en el sentido estricto del término, sino que te muestro el final de un acto que tendrá continuación en el siguiente, apenas unos minutos después del descanso de los intérpretes y el público.
Se trata del final del segundo acto de La traviata en el momento en que la pareja formada por Alfredo y Violeta han roto sus relaciones, obligada ella por el padre de aquel y se encuentran en una reunión en la casa de Flora mientras juegan a las cartas. Es el momento dramático y violento en que Alfredo la acusa públicamente ante todos los invitados. 
La interpretación de esta escena final del Acto II corre a cargo del tenor Frank Lopardo como Alfredo, la soprano Angela Gheorghiu como Violeta y el barítono Leo Nucci como Germont en una producción de la Royal Opera House de Londres dirigida por Georg Solti en 1994.


La última obra literaria que te traigo es uno de los grandes éxitos editoriales de comienzos de este siglo y pertenece a un escritor de nuestro país. Se trata de la tetralogía El cementerio de los libros olvidados de Carlos Ruiz Zafón. Publicada entre 2002 y 2016 sus títulos nos evocan el amor por los libros, la ciudad de Barcelona en diversas épocas del siglo XX y una serie de personajes y argumentos narrativos que se entrecruzan en diversas historias que pueden leerse de modo independiente.
Formado por La sombra del viento (2002), que llegó a vender más de 10 millones de ejemplares, El juego del Ángel (2008), El prisionero del cielo (2011) y El laberinto de los espíritus (2016), forman uno de los universos literarios más inspirados de los últimos años gracias a la maestría del desaparecido Ruiz Zafón.

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Para finalizar esta publicación sobre obras que finalizan y tienen una continuación, a veces pensada de antemano, en otros casos a partir del éxito, te dejos con el final del primero de los libros, La sombra del viento, donde el escritor catalán nos evoca ese mundo del que trata la novela, marcado por el amor a los libros.

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Bibliografía y webgrafía consultadas:
  • Tolkien, J. R. R. El señor de los anillos, Editorial Minotauro, Colección: Biblioteca J. R. R. Tolkien (2025). ISBN. 9788445019580.
  • Proust, Marcel. A la busca del tiempo perdido, traducción de Mauro Armiño, Editorial Valdemar, Colección Clásicos (2008), ISBN: 9788477023203
  • Ruiz Zafón, Carlos. El cementerio de los libros olvidados, Editorial Booket, Colección: Biblioteca Carlos Ruiz Zafón (2024) ISBN: 9788408235309.
  • Batta, András. Ópera. Compositores, obras, intérpretes. Könemann Verlagsgesellschaft mbHl, 1999, Colonia (Alemania)

Cántame una nana

La tradición oral ha servido durante cientos de generaciones para transmitir una serie de valores, historias, costumbres y conocimientos. Así se han difundido la memoria colectiva y la identidad cultural a través de los años con diversas modificaciones para adaptarse, por una parte a los cambios sociales que se iban produciendo, y por otra, para acomodarse a las particularidades y singularidades de cada comunidad o grupo social (familia, localidad, región o país).
No debemos olvidad que, además en esa transmisión hay un factor particular y humano que desarrolla una interacción y conexión personal que, en muchos casos es determinante de por vida.
Las nanas forman parte de esa tradición oral que se remonta a los inicios de la humanidad y poseen una serie de patrones, claves y motivos propios que se han desarrollado en todas las culturas. Así nuestras canciones de cuna o nanas tienen su equivalencia en la ninna o nanna italiana, la lullaby anglófona, la Wiegenlied alemana o la berceuse de la cultura francesa.
Te propongo reflexionar sobre las nanas con algunas populares y otras de escritores consagrados y algunas versiones musicales clásicas. Nos acompañan obras de Federico García Lorca, Rafael Alberti, Rosa Conde, Manuel de Falla, Brahms y Arvo Pärt. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere! 


La finalidad primordial de la canción de cuna es ayudar a conciliar el sueño a los niños pequeños. La unión de la voz maternal -el primer vínculo entre el recién nacido y su madre- con el balanceo en los brazos o de la cuna, las primeras palabras que se le dicen al pequeño y el ritmo pausado y cadencioso favorecen la llegada del sueño a través de esa voz reconocible y protectora.
Las nanas se podrían agrupar a partir de varios criterios. Por una parte, las que se cantan a los niños recién nacidos o a los que son algo más mayores. Para los primeros, es más importante el sonido de la voz materna -o de un familiar directo como padre o abuelas- que el mensaje en sí, nada inteligible en el que se usan palabras con una carga afectiva o diminutivos.
En algunos casos se atemoriza a los niños para que se duerman, aunque éstos no sean conscientes del mensaje. Es el caso de esa nana que dice:

Duérmete, niño,
que ahí viene el coco,
y se lleva a los niños
que duermen poco.
 
El conocimiento del niño hacia la madre viene antes por el sonido de su voz que por su propio rostro, quizás oída desde el seno materno. Poco importan las palabras en estas nanas para los recién nacidos, sino el hecho de que la madre lo acuna, lo mece y le cante en un diálogo entrañable a la hora de dormir. Forman parte de la urdimbre primigenia, según Rof Carballo y, en palabras de Gabriel Celayaperduran en la mente y el afecto más que las que podamos aprender después


La tradición oral de estas piezas refleja múltiples aspectos de las intenciones de las nanas. Por una parte, reflejan inequívocamente el amor de la madre -padre, abuela...- por el niño como en este caso muy conocido.


O esta segunda canción de cuna:


Con el paso del tiempo, este carácter tradicional asociado a la idiosincrasia de los grupos y culturas avivó el interés de escritores y músicos por este tema, llevando a sus textos y composiciones estos poemas cantados. Así, en algunas nanas como esta de Federico García Lorca encontramos un nuevo tema, el arrullo y el llanto, el cariño y la ausencia, el dulce sonido para dormir mezclado con el dolor convertido en sueño. En el fondo, es un poema-canción para proteger y arropar, pero sin intención de ocultar las condiciones que nos deparará la vida, que se muestra como un reflejo de los sentimientos de quienes las cantan.


Especialmente a partir de comienzos del XIX, algunos compositores alemanes se comenzaron a interesar por este tipo de obras, sobre todo a partir de Brentano, Beethoven y Brahms, como una manera de conectar con lo popular y el pasado. 
Precisamente de este último, Johannes Brahms es la que seguramente es la nana más conocida de la música clásica. Se trata de su Wiegenlied, literalmente Canción de cuna, su Op. 49, nº 4, un lied para piano y soprano publicado en 1868. La primera interpretación se llevó a cabo en Viena pocos días antes de Navidad, el 22 de diciembre de 1869 con Clara Schumann al piano y la voz de Louise Dustmann. Basada en versos populares y un poema de Georg Scherer, la letra ha sido traducida y adaptada a los distintos idiomas. 


Aún recuerdo la que tenía la versión que tuvimos que aprendernos en las primeras clases de música para interpretar con la flauta, una melodía y una letra fácil y simple, pero repleta del encanto de las nanas, con la habitual repetición de algunos versos:

Buenas noches, mi amor
duerme bajo el rosal
con los brazos en cruz
sobre tu corazón.
Que mañana con Dios 
tú te despertarás.

Para esta nana universal he elegido una versión para dúo en el que la voz está sustituida por el chelo de Yo-Yo-Ma, mientras el piano corre a cargo de Kathryn Stott en una grabación para Sonic Music Entertainment realizada en 2015. 
En la primera parte, el chelo toca en el registro grave, mientras que en la repetición lo hace en la zona aguda. ¿Te animas a cantar mientras la escuchas?


Encontramos varios tipos de estructuras en las nanas. Por una parte, están las que comienzan con un verbo en imperativo seguido de un vocativo a modo de ruego para que el niño se duerma, como en algunos de los casos anteriores:

Duerme, mi niño

O bien:

Duérmete, vida mía

También encontramos las que comienzan con una onomatopeya que favorece el arrullo, el movimiento de los brazos maternos para buscar el sueño del niño. Se acompañan de apelativos cariñosos que con el tono materno y la cadencia del movimiento serán recordados durante toda la vida.


El interés de los creadores por estas obras atemporales que pasaban de una generación a otra también llegó a los escritores que los incorporaron a sus obras, bien en poemarios, bien incluyéndolos en otros tipos de obras como novelas.
Son composiciones más elaboradas, con una estructura más compleja, pero que reflejan el sentido primigenio de las nanas, entre las que podemos encontrar las celebérrimas Nanas de la cebolla de Miguel Hernández que nos acompañaron en el blog en Verduras, hortalizas, versos y sentimientos.
En esta Nana de Sevilla, del incomparable Federico García Lorca donde se mezclan varias ideas: del abandono de los primeros versos a la alusión al padre carpintero en que lo compara con Jesús en un cuarteto de versos muy reconocible.


En esta de Rafael Alberti aparece otro de los elementos recurrentes de las nanas: los animales y la naturaleza en general. No en el estilo más habitual que es el de animales muy cercanos nombrados con diminutivos cariñosos, sino con una comparación sobre el lugar de donde procede el sonido que arrulla.


No sólo los escritores de nuestro país han mostrado su interés por estas composiciones, sino que también lo han tenido los compositores en varias vertientes, por un lado, buscando entre el folclore y las composiciones populares, registrando y grabando cancioneros, Por otra parte, creando composiciones, bien a partir de esas piezas enriquecidas con las estructuras y estilos de la música culta, bien obras totalmente nuevas. 


Durante su estancia en París, Manuel de Falla entró en contacto con un grupo de compositores entre los que estaba desarrollándose el gusto por lo español, creando obras en las que los temas, motivos y estilos de nuestro país tenían aceptación e interés. Después del éxito de la Symphonie espagnole de Lalo, era el momento en que se estaban fraguando la Ibéria de Debussy o la Rapsodie espagnole y L'heure espagnole de Ravel y el cuarto libro de la Iberia de Albéniz.
En París compuso sus Siete canciones en las que utilizó una mezcla de piezas folclóricas que retocó y convirtió en obras de un valor artístico y musical más elevado. La obra fue compuesta en 1914 y con el inicio de la I Guerra Mundial, Falla regresó a Madrid donde estrenó la obra en el año siguiente, alcanzando el éxito entre el público y la crítica y el reconocimiento internacional.
De las siete piezas nos acompaña la quinta, Nana, una breve canción de cuna en la que Falla reproduce las inflexiones modales orientales propias del flamenco en una partitura que oscila entre el mi mayor y el mi menor.
Para esta ocasión he elegido una versión particular interpretada por la mezzo-soprano letona Elina Garança en la que puedes apreciar el interés confeso que tiene por la cultura y la música española y la internacionalización de la obra de Falla. 
La pieza fue interpretada durante la final del Cardiff Singer of the World competition del año 2001. Es curioso observar los subtítulos en inglés para un texto tan simple y popular como el de esta Nana.


Con los cambios que se están produciendo en las últimas generaciones podemos plantearnos unas cuestiones: ¿Están las nanas en peligro de desaparecer? ¿Desaparecerá esa relación estrecha, íntima entre la madre y el recién nacido con los dispositivos electrónicos que les cantan o narran esas historias que han sido fuente de relaciones y lazos de unión de sentimientos? ¿Cómo crecerán las generaciones que no hayan tenido esos lazos afectivos? ¿Qué recordarán y sentirán hacia los dispositivos cuando se hagan mayores? Es cierto que no todos los adultos han escuchado las nanas de pequeños y no han debido tener lagunas afectivas. Además, la vida continúa adaptándose a los cambios que surgen continuamente.

El último texto que te muestro pertenece a una nana de tipo literario, una nana publicada por Carmen Conde en 1985. En ella, es quien arrulla la persona que llama al propio sueño para que acuda a acompañar a la niña y la adormezca.


Con la proliferación del interés de los artistas por acercarse a los cancioneros y el folclore para inspirarse y hacer suyas las nanas como una forma culta en lo literario y lo musical, hay artistas como el compositor estonio Arvo Pärt que han rastreado y compuesto algunas obras, o nuestro paisano Jordi Savall, incansable rastreador y divulgador. 


Publicado en 2002 para el sello Alia VoxNinna nanna es una recopilación de canciones de cuna de distintos países y épocas interpretadas por la soprano Montserrat Figueras, esposa de Savall hasta su fallecimiento. Acompañada por Arianna Savall también con su voz y al arpa triple y Paul Badura-Skoda al piano bajo la dirección de Savall y Hespèrion XXI, el disco muestra la enorme sensibilidad de los intérpretes.
Me despido de ti en esta publicación con una nana delicada y deliciosa interpretada a dos voces por la madre y la hija: Kuus, kuus Kallike de Arvo Pärt, una pieza de una belleza y dulzura intensa dentro de su simplicidad.

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Bibliografía y webgrafía consultadas: