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Punto y seguido. Finales que continúan

La vida es una continua sucesión de inicios y finales a los que suceden otros comienzos y términos incesantemente. Si pensamos en nuestras historias personales desde su principio, hemos pasado por muchos comienzos y finales de relaciones, como las primeras personas que estaban junto a nosotros de las que muchas desaparecieron, aunque no las olvidemos. También nos ha ocurrido con aspectos tan distintos como el hogar donde nos criamos y las casas en que hemos habitado, los estudios, trabajos, las relaciones sentimentales que hemos vivido o las personas que han venido a formar parte de una nueva familia, en el caso de que la hayamos formado. Hemos tenido muchos inicios y diversos finales, pero, en muchas ocasiones, esos finales los hemos utilizado para comenzar un nuevo principio.
Las obras de arte -pintura, literatura, música, arquitectura o cine- parten de una idea de sus autores que comunican un pensamiento, una forma de ver y valorar el mundo para provocar reacciones o comunicar emociones y sentimientos. También buscan tratar y denunciar temas sociales, mostrar valores y conocimientos del tiempo en que se crean o, simplemente, buscar placer y felicidad en quienes las aprecian.
De la misma manera que sus autores idearon estas obras, en muchas ocasiones, llegaron más allá de ellas y buscaron continuarlas de distintas maneras. En unos casos, se hicieron obras arquitectónicas que tenían el mismo concepto y estilo de las que crearon. En otras, realizaron grupos de pinturas sobre un tema que poseían unos criterios comunes. En otros, escribieron libros que eran continuaciones de otros anteriores, igual que ocurrió con películas u óperas. A veces porque estaban pensadas y creadas como un grupo de ellas; en otras ocasiones surgieron a partir del éxito de las anteriores, como forma de rentabilizar el éxito obtenido.
Como el tiempo de verano marca en nuestra cultura un periodo de descanso y final de una temporada activa, igual ocurre con blogs como este, que toman un descanso en sus publicaciones, aunque seguirá activo en las redes sociales. No se trata de un final definitivo, sino de un final para continuar al comienzo de la nueva temporada, como esas obras que los autores terminan, pero que ya tienen en mente para su continuación con una nueva.
Te propongo finalizar esta temporada antes del descanso de verano con finales de obras a las que sus autores dieron continuación, en algunos casos con nuevas obras, en otros, con la continuación de las que habían terminado. Nos acompañan obras de Tolkien, Wagner, Proust, Puccini, Ruiz Zafón y Verdi. Si te gusta... ¡Comparte, comenta,


Si cada vez es más frecuente encontrar obras literarias que se desarrollan en varios libros, aprovechando la mayor parte de las veces el éxito de las precedentes, es menos habitual encontrar esta situación en obras musicales, especialmente en óperas, entre otras razones, por la escasa composición de obras nuevas. Aún así, hay varias que nos sirven de propósito para esta publicación.
No podemos negar que Richard Wagner es uno de los más grandes compositores de todos los tiempos, pese a que sus obras tengan no tengan la unánime aceptación que tienen las de otros autores. 
No podemos negar el valor artístico y musical de su Der Ring des Nibelungen (El anillo de los Nibelungos) como Gesamtkunswert (Obra de Arte total) en la que el compositor se encargó personalmente de todos los aspectos, desde la utilización de leyendas germanas, la elaboración de los libretos y la música, el diseño de Bayreuth, el teatro en el que iban a representar, los vestuarios y decorados. 


Formada por una tetralogía dividida en un prólogo y tres jornadas, El anillo de los Nibelungos está formado por El oro del Rin, La valquiria, Sigfrido y El ocaso de los dioses, su gestación le ocupó casi treinta años, comenzando el texto de la muerte de Sigfrido en El ocaso de los dioses en 1848 y estrenándose las obras entre 1869 y 1876 en el orden cronológico en que se desarrollan. En el ciclo se narran de forma épica las luchas entre dioses, héroes y otros seres mitológicos acerca del anillo que otorga el dominio del mundo entero. Aparecen algunos de los elementos que desarrolló Wagner como los leitmotiv de los personajes y un tipo de musicalidad que ha servido de modelo, entre otras, para la música cinematográfica de estos dos siglos.
El oro del Rin se estrenó en el Teatro de la Corte de Múnich en septiembre de 1869. Si bien puedes encontrar el argumento de esta ópera en diversos lugares, te invito a seguir el final de esta obra. En él, asistimos al momento en que Wotan y los demás dioses entran triunfantes en el Walhalla, su fortaleza mágica, mientras Lodge, que no puede entrar por ser un semidiós se burla de las ondinas que lamentan la pérdida del oro que custodiaban y maldice a los dioses anunciando su futura caída. Es el final de una obra que tendrá su continuación en La valquiria.
Esta entrada de los dioses al Walhalla pertenece a una producción del Metropolitan Opera House de New York, protagonizada por James Morris, Allan Held y Mark Baker y dirigida por James Levine en 1990 con subtítulos en castellano.


La primera obra literaria que nos acompaña en este final con continuación es uno de los libros de ficción más populares del siglo XX, con el que su autor creó un universo y una civilización nueva y que dio paso a un estilo del que se han nutrido infinidad de obras.
Publicada en 1954 por John Ronald Reuel Tolkien, The Lord of the Rings (El señor de los anillos) es una novela ambientada en la Tierra Media al final de su Tercera Edad, un mundo fantástico en el que los protagonistas deben luchar contra Sauron, el Señor Oscuro de Mordor, creador del Anillo único con el que controla los demás anillos que manejan el poder. La influencia de la obra de Wagner en esta novela es innegable.


Protagonizada por Frodo Bolsón, a lo largo de la historia aparecen personajes como elfos, hobbits, enanos y humanos que forman la Comunidad del Anillo con la que se enfrentan, desde la visión del héroe del pueblo llano al poder omnímodo del mal. 
Un libro tan voluminoso fue dividido en tres tomos por su autor. la citada La comunidad del Anillo, Las dos Torres y El retorno del Rey, actuando cada uno de ellos con cierta autonomía e independencia dentro de un argumento y tema comunes.
Te acompaña el final del primero de los libros, La Comunidad del Anillo, en el que Frodo Bolsón y su ayudante Sam terminan su aventura y se disponen a emprender una nueva. El final del libro muestra una advertencia de lo que el lector encontrará en el segundo volumen.


Como heredero de la tradición de la ópera italiana, Giacomo Puccini triunfó con unas obras en que mostraba la elegancia de su música y su capacidad de fusionar el recitativo dramático con cada matiz del texto para crear momentos de una melodía intensa con una personalidad muy característica.
Tras los cambios introducidos en la música de comienzos del siglo XX con obras como el Pelléas et Mélisande de DebussyLa consagración de la primavera, Petrushka o El pájaro de fuego de Stravinsky, Puccini asimila las nuevas tendencias en obras como La fanciulla del west o su inacabada Turandot
En este ámbito de obras también encontramos Il Trittico (El tríptico), un conjunto de tres óperas en un acto pensadas para representarse en una sesión y basadas en la Divina comedia: Il tabarro (El tabardo), relacionada con el infierno, Suor Angelica con el purgatoria y Gianni Schicchi con el paraíso, que es además la única relacionada directamente con la obra de Dante, al aparecer allí una mención a este personaje. Aunque los argumentos no tienen nada en común entre ellas, en las tres obras está presente la muerte: en la primera con un asesinato, en la segunda con un suicidio y en la tercera con una comedia satírica cargada de humor negro.


Estrenadas en el Metropolitan Opera House de New York en diciembre de 1918, nos quedamos en esta ocasión con la segunda ópera, Suor Angélica, una obra que se desarrolla en un ambiente místico-religioso a comienzos del siglo XVIII. En un convento de la Toscana, sor Angelica, una joven de la alta aristocracia es obligada a permanecer allí durante siete años por haber tenido un hijo natural. Sin noticias de su hijo, la visita de su tía la Principessa, un personaje orgulloso, le comunica de forma despiadada la muerte de su hijo. Desesperada y delirando, se envenena. Dándose cuenta de que ha pecado contra sí misma e implora a la Virgen que la salve. En ese delirio se produce la escena final en la que su hijo aparece de forma sobrenatural.
Nos quedamos en el momento en que casi finaliza una obra y comienza la siguiente, Gianni Schicchi, un final antes de un nuevo comienzo.
No es la última escena de esta ópera la que nos acompaña, sino la anterior, la que nos muestra el aria Senza mamma, donde lamenta con un dolor infinito la muerte de su hijo. El aria, pensada para una soprano lírico-spinto que se mueve bien en el registro grave con una potente franja aguda y el canto legato, posee una gran belleza y dificultad, mostrando la capacidad interpretativa de la cantante.
La interpretación de Senza mamma está a cargo de la soprano Barbara Frittoli en una producción del Teatro Alla Scala de Milán de 2008.


La siguiente obra es, quizás, la novela más larga de la historia de la literatura. Escrita por Marcel Proust entre 1908 y 1922 y publicada inicialmente a su costa a partir de 1913, su último volumen apareció en 1927, siendo los tres últimos publicados póstumamente. À la recherche du temps perdu, que se ha traducido como A la busca del tiempo perdido o En busca del tiempo perdido es un conjunto formado por siete novelas cuyos títulos en español son: Por la parte de Swann, A la sombra de las muchachas en flor, El mundo de Guermantes, Sodoma y Gomorra, La prisionera, Albertine desaparecida (en ocasiones traducida y publicada como La fugitiva) y El tiempo recobrado.


Novela extensa, con una forma de escritura a base de frases muy extensas, con un estilo refinado y culto de una gran belleza poética, en la que los diálogos abarcan una gran cantidad de matices, Proust abarca la realidad a través de distintas percepciones, desde el punto de vista de los distintos personajes, tratando la percepción del tiempo y sus efectos sobre la sociedad, las relaciones y, sobre todo, sobre la propia identidad del autor. Según quienes le trataron, este estilo es el que el asmático autor utilizaba en su forma de hablar habitual, con frases que evocaban, circunloquios que llevaban a otros razonamientos que se cruzaban y que, junto con James Joyce y Franz Kafka, marcaron la literatura de los primeros años del siglo XX.
En esta publicación en que se tratan finales que continúan, te propongo el final del primero de los libros, Du côté de chez Swann (Por el camino de Swann), en el que Proust finaliza con una mezcla entre los pensamientos que ha dejado en este libro, con los que continuarán en el siguiente. Un final que es parte de un camino que continúa más adelante.


La música siempre describe la condición humana. 
La última obra musical de esta publicación pertenece a un grupo de tres óperas muy particulares de Giuseppe Verdi compuestas y estrenadas entre 1851 y 1853. Son tres obras en las que Verdi se desliga de lo que llamó sus "años de galera", un tiempo en que no tenía más remedio que componer incansablemente para cumplir con unos contratos leoninos que no le dejaban tiempo para nada.
Una vez terminados esos contratos, el compositor se encontró con libertad para elegir el tema de sus obras, elegir sus libretistas y el momento y lugar donde estrenarlas. Primero fue el estreno de Rigoletto según una obra de Victor Hugo, más adelante Il trovatore, según la obra de teatro homónima del gaditano Antonio García Gutiérrez y, por último, La traviata, a partir de La dama de las camelias de Alexandre Dumas. Son tres obras que no tienen relación alguna entre ellas, más allá de esa sensación de libertad y de poder tomar las riendas de su obra y su destino.
El propio compositor dejó constancia de esta Trilogía de Verdi en su finca de Sant'Agata, donde plantó tres árboles: un plátano para Rigoletto, un roble para Il trovatore y un sauce en memoria de La traviata.


En esta ocasión no te acerco al final de una de esas obras, ya que no tendrá continuación en otra en el sentido estricto del término, sino que te muestro el final de un acto que tendrá continuación en el siguiente, apenas unos minutos después del descanso de los intérpretes y el público.
Se trata del final del segundo acto de La traviata en el momento en que la pareja formada por Alfredo y Violeta han roto sus relaciones, obligada ella por el padre de aquel y se encuentran en una reunión en la casa de Flora mientras juegan a las cartas. Es el momento dramático y violento en que Alfredo la acusa públicamente ante todos los invitados. 
La interpretación de esta escena final del Acto II corre a cargo del tenor Frank Lopardo como Alfredo, la soprano Angela Gheorghiu como Violeta y el barítono Leo Nucci como Germont en una producción de la Royal Opera House de Londres dirigida por Georg Solti en 1994.


La última obra literaria que te traigo es uno de los grandes éxitos editoriales de comienzos de este siglo y pertenece a un escritor de nuestro país. Se trata de la tetralogía El cementerio de los libros olvidados de Carlos Ruiz Zafón. Publicada entre 2002 y 2016 sus títulos nos evocan el amor por los libros, la ciudad de Barcelona en diversas épocas del siglo XX y una serie de personajes y argumentos narrativos que se entrecruzan en diversas historias que pueden leerse de modo independiente.
Formado por La sombra del viento (2002), que llegó a vender más de 10 millones de ejemplares, El juego del Ángel (2008), El prisionero del cielo (2011) y El laberinto de los espíritus (2016), forman uno de los universos literarios más inspirados de los últimos años gracias a la maestría del desaparecido Ruiz Zafón.

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Para finalizar esta publicación sobre obras que finalizan y tienen una continuación, a veces pensada de antemano, en otros casos a partir del éxito, te dejos con el final del primero de los libros, La sombra del viento, donde el escritor catalán nos evoca ese mundo del que trata la novela, marcado por el amor a los libros.

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Bibliografía y webgrafía consultadas:
  • Tolkien, J. R. R. El señor de los anillos, Editorial Minotauro, Colección: Biblioteca J. R. R. Tolkien (2025). ISBN. 9788445019580.
  • Proust, Marcel. A la busca del tiempo perdido, traducción de Mauro Armiño, Editorial Valdemar, Colección Clásicos (2008), ISBN: 9788477023203
  • Ruiz Zafón, Carlos. El cementerio de los libros olvidados, Editorial Booket, Colección: Biblioteca Carlos Ruiz Zafón (2024) ISBN: 9788408235309.
  • Batta, András. Ópera. Compositores, obras, intérpretes. Könemann Verlagsgesellschaft mbHl, 1999, Colonia (Alemania)

Cántame una nana

La tradición oral ha servido durante cientos de generaciones para transmitir una serie de valores, historias, costumbres y conocimientos. Así se han difundido la memoria colectiva y la identidad cultural a través de los años con diversas modificaciones para adaptarse, por una parte a los cambios sociales que se iban produciendo, y por otra, para acomodarse a las particularidades y singularidades de cada comunidad o grupo social (familia, localidad, región o país).
No debemos olvidad que, además en esa transmisión hay un factor particular y humano que desarrolla una interacción y conexión personal que, en muchos casos es determinante de por vida.
Las nanas forman parte de esa tradición oral que se remonta a los inicios de la humanidad y poseen una serie de patrones, claves y motivos propios que se han desarrollado en todas las culturas. Así nuestras canciones de cuna o nanas tienen su equivalencia en la ninna o nanna italiana, la lullaby anglófona, la Wiegenlied alemana o la berceuse de la cultura francesa.
Te propongo reflexionar sobre las nanas con algunas populares y otras de escritores consagrados y algunas versiones musicales clásicas. Nos acompañan obras de Federico García Lorca, Rafael Alberti, Rosa Conde, Manuel de Falla, Brahms y Arvo Pärt. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere! 


La finalidad primordial de la canción de cuna es ayudar a conciliar el sueño a los niños pequeños. La unión de la voz maternal -el primer vínculo entre el recién nacido y su madre- con el balanceo en los brazos o de la cuna, las primeras palabras que se le dicen al pequeño y el ritmo pausado y cadencioso favorecen la llegada del sueño a través de esa voz reconocible y protectora.
Las nanas se podrían agrupar a partir de varios criterios. Por una parte, las que se cantan a los niños recién nacidos o a los que son algo más mayores. Para los primeros, es más importante el sonido de la voz materna -o de un familiar directo como padre o abuelas- que el mensaje en sí, nada inteligible en el que se usan palabras con una carga afectiva o diminutivos.
En algunos casos se atemoriza a los niños para que se duerman, aunque éstos no sean conscientes del mensaje. Es el caso de esa nana que dice:

Duérmete, niño,
que ahí viene el coco,
y se lleva a los niños
que duermen poco.
 
El conocimiento del niño hacia la madre viene antes por el sonido de su voz que por su propio rostro, quizás oída desde el seno materno. Poco importan las palabras en estas nanas para los recién nacidos, sino el hecho de que la madre lo acuna, lo mece y le cante en un diálogo entrañable a la hora de dormir. Forman parte de la urdimbre primigenia, según Rof Carballo y, en palabras de Gabriel Celayaperduran en la mente y el afecto más que las que podamos aprender después


La tradición oral de estas piezas refleja múltiples aspectos de las intenciones de las nanas. Por una parte, reflejan inequívocamente el amor de la madre -padre, abuela...- por el niño como en este caso muy conocido.


O esta segunda canción de cuna:


Con el paso del tiempo, este carácter tradicional asociado a la idiosincrasia de los grupos y culturas avivó el interés de escritores y músicos por este tema, llevando a sus textos y composiciones estos poemas cantados. Así, en algunas nanas como esta de Federico García Lorca encontramos un nuevo tema, el arrullo y el llanto, el cariño y la ausencia, el dulce sonido para dormir mezclado con el dolor convertido en sueño. En el fondo, es un poema-canción para proteger y arropar, pero sin intención de ocultar las condiciones que nos deparará la vida, que se muestra como un reflejo de los sentimientos de quienes las cantan.


Especialmente a partir de comienzos del XIX, algunos compositores alemanes se comenzaron a interesar por este tipo de obras, sobre todo a partir de Brentano, Beethoven y Brahms, como una manera de conectar con lo popular y el pasado. 
Precisamente de este último, Johannes Brahms es la que seguramente es la nana más conocida de la música clásica. Se trata de su Wiegenlied, literalmente Canción de cuna, su Op. 49, nº 4, un lied para piano y soprano publicado en 1868. La primera interpretación se llevó a cabo en Viena pocos días antes de Navidad, el 22 de diciembre de 1869 con Clara Schumann al piano y la voz de Louise Dustmann. Basada en versos populares y un poema de Georg Scherer, la letra ha sido traducida y adaptada a los distintos idiomas. 


Aún recuerdo la que tenía la versión que tuvimos que aprendernos en las primeras clases de música para interpretar con la flauta, una melodía y una letra fácil y simple, pero repleta del encanto de las nanas, con la habitual repetición de algunos versos:

Buenas noches, mi amor
duerme bajo el rosal
con los brazos en cruz
sobre tu corazón.
Que mañana con Dios 
tú te despertarás.

Para esta nana universal he elegido una versión para dúo en el que la voz está sustituida por el chelo de Yo-Yo-Ma, mientras el piano corre a cargo de Kathryn Stott en una grabación para Sonic Music Entertainment realizada en 2015. 
En la primera parte, el chelo toca en el registro grave, mientras que en la repetición lo hace en la zona aguda. ¿Te animas a cantar mientras la escuchas?


Encontramos varios tipos de estructuras en las nanas. Por una parte, están las que comienzan con un verbo en imperativo seguido de un vocativo a modo de ruego para que el niño se duerma, como en algunos de los casos anteriores:

Duerme, mi niño

O bien:

Duérmete, vida mía

También encontramos las que comienzan con una onomatopeya que favorece el arrullo, el movimiento de los brazos maternos para buscar el sueño del niño. Se acompañan de apelativos cariñosos que con el tono materno y la cadencia del movimiento serán recordados durante toda la vida.


El interés de los creadores por estas obras atemporales que pasaban de una generación a otra también llegó a los escritores que los incorporaron a sus obras, bien en poemarios, bien incluyéndolos en otros tipos de obras como novelas.
Son composiciones más elaboradas, con una estructura más compleja, pero que reflejan el sentido primigenio de las nanas, entre las que podemos encontrar las celebérrimas Nanas de la cebolla de Miguel Hernández que nos acompañaron en el blog en Verduras, hortalizas, versos y sentimientos.
En esta Nana de Sevilla, del incomparable Federico García Lorca donde se mezclan varias ideas: del abandono de los primeros versos a la alusión al padre carpintero en que lo compara con Jesús en un cuarteto de versos muy reconocible.


En esta de Rafael Alberti aparece otro de los elementos recurrentes de las nanas: los animales y la naturaleza en general. No en el estilo más habitual que es el de animales muy cercanos nombrados con diminutivos cariñosos, sino con una comparación sobre el lugar de donde procede el sonido que arrulla.


No sólo los escritores de nuestro país han mostrado su interés por estas composiciones, sino que también lo han tenido los compositores en varias vertientes, por un lado, buscando entre el folclore y las composiciones populares, registrando y grabando cancioneros, Por otra parte, creando composiciones, bien a partir de esas piezas enriquecidas con las estructuras y estilos de la música culta, bien obras totalmente nuevas. 


Durante su estancia en París, Manuel de Falla entró en contacto con un grupo de compositores entre los que estaba desarrollándose el gusto por lo español, creando obras en las que los temas, motivos y estilos de nuestro país tenían aceptación e interés. Después del éxito de la Symphonie espagnole de Lalo, era el momento en que se estaban fraguando la Ibéria de Debussy o la Rapsodie espagnole y L'heure espagnole de Ravel y el cuarto libro de la Iberia de Albéniz.
En París compuso sus Siete canciones en las que utilizó una mezcla de piezas folclóricas que retocó y convirtió en obras de un valor artístico y musical más elevado. La obra fue compuesta en 1914 y con el inicio de la I Guerra Mundial, Falla regresó a Madrid donde estrenó la obra en el año siguiente, alcanzando el éxito entre el público y la crítica y el reconocimiento internacional.
De las siete piezas nos acompaña la quinta, Nana, una breve canción de cuna en la que Falla reproduce las inflexiones modales orientales propias del flamenco en una partitura que oscila entre el mi mayor y el mi menor.
Para esta ocasión he elegido una versión particular interpretada por la mezzo-soprano letona Elina Garança en la que puedes apreciar el interés confeso que tiene por la cultura y la música española y la internacionalización de la obra de Falla. 
La pieza fue interpretada durante la final del Cardiff Singer of the World competition del año 2001. Es curioso observar los subtítulos en inglés para un texto tan simple y popular como el de esta Nana.


Con los cambios que se están produciendo en las últimas generaciones podemos plantearnos unas cuestiones: ¿Están las nanas en peligro de desaparecer? ¿Desaparecerá esa relación estrecha, íntima entre la madre y el recién nacido con los dispositivos electrónicos que les cantan o narran esas historias que han sido fuente de relaciones y lazos de unión de sentimientos? ¿Cómo crecerán las generaciones que no hayan tenido esos lazos afectivos? ¿Qué recordarán y sentirán hacia los dispositivos cuando se hagan mayores? Es cierto que no todos los adultos han escuchado las nanas de pequeños y no han debido tener lagunas afectivas. Además, la vida continúa adaptándose a los cambios que surgen continuamente.

El último texto que te muestro pertenece a una nana de tipo literario, una nana publicada por Carmen Conde en 1985. En ella, es quien arrulla la persona que llama al propio sueño para que acuda a acompañar a la niña y la adormezca.


Con la proliferación del interés de los artistas por acercarse a los cancioneros y el folclore para inspirarse y hacer suyas las nanas como una forma culta en lo literario y lo musical, hay artistas como el compositor estonio Arvo Pärt que han rastreado y compuesto algunas obras, o nuestro paisano Jordi Savall, incansable rastreador y divulgador. 


Publicado en 2002 para el sello Alia VoxNinna nanna es una recopilación de canciones de cuna de distintos países y épocas interpretadas por la soprano Montserrat Figueras, esposa de Savall hasta su fallecimiento. Acompañada por Arianna Savall también con su voz y al arpa triple y Paul Badura-Skoda al piano bajo la dirección de Savall y Hespèrion XXI, el disco muestra la enorme sensibilidad de los intérpretes.
Me despido de ti en esta publicación con una nana delicada y deliciosa interpretada a dos voces por la madre y la hija: Kuus, kuus Kallike de Arvo Pärt, una pieza de una belleza y dulzura intensa dentro de su simplicidad.

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Bibliografía y webgrafía consultadas:

(Otros) cuadros de una exposición

Esta no es una publicación sin más de un blog, sino que te ofrezco una experiencia sensorial y emocional que espero que pueda llegar a ser inolvidable para ti.
Como parte de las Bellas Artes, la pintura nos ofrece una de las expresiones artísticas más antiguas y universales que existen. La plasmación de imágenes en un soporte con cualesquiera de los pigmentos que se han utilizado a lo largo del tiempo, ha dejado obras inolvidables que permanecen en nuestra memoria y en la historia artística de la humanidad. Desde las primeras siluetas paleolíticas, las pinturas del Renacimiento, las obras maestras de Velázquez o los pintores barrocos hasta los cuadros de Goya, las vanguardias y los -Ismos que se movieron entre el XIX y el XX con gigantes como Picasso hasta llegar a nuestros días, la pintura ha dejado una marca indeleble en la historia del arte y ha dejado su huella en cada uno de nosotros según nuestros gustos y aficiones.
Muchos cuadros no se quedan sólo en la pintura, sino que se interrelacionan con otras artes en función de quienes los inspiran, los observan, se emocionan o los interpretan, generando obras obras de arte en otras disciplinas.
Hay muchos libros que han sido inspirados por cuadros, indagando sus autores en pinturas que les han impactado, investigando o fantaseando sobre su génesis, sus protagonistas o el momento histórico en el que se crearon. También encontramos composiciones musicales que se inspiran en cuadros, como traté en Desde La isla de los muertos, con músicas creadas a partir del cuadro de Böcklin. En cuestión de retratos, no podemos olvidar la cantidad de pinturas que muestran a artistas de todo tipo de disciplinas, cuyas imágenes han llegado a nosotros gracias a los pintores.
Te propongo una experiencia única y confío que inolvidable: una interacción entre tú, los cuadros de un museo, la música, literatura inspirada en esos cuadros y el cine. Nos acompañan cuadros de Botticelli, Breughel el viejo, Fabritius, música de Mussorgski, Ravel, Respighi y Emerson, Lake & Palmer, textos de Donna Tartt, W. H. Auden y Marcel Proust y una película de Kurosawa. ¿No te parece una mezcla de artes magnífica para crear una experiencia única? Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!
¡Comienza la experiencia!


Entramos en un museo virtual y como en cualquiera de estos lugares damos un paseo para acercarnos al primero de los cuadros que están expuestos. Y la experiencia que te propongo comienza con música.
Quizás el menos técnico, pero posiblemente uno de los más expresivos y creativos de los compositores del Grupo de los Cinco (con Balàkirev, Cui, Borodin y Rimsky-Korsakov), Modest Mussorgsky nos ha dejado algunas obras maestras del movimiento nacionalista ruso que impulsó el grupo.
El repentino fallecimiento del arquitecto y pintor Viktor Hartmann en 1873 a los 39 años propició que sus amigos organizaran una exposición homenaje con alrededor de cuatrocientas obras suyas. A partir de esta exhibición , Mussorgsky compuso Cuadros de una exposición una obra para piano en la que describía algunos cuadros de su amigo al que le unían su amor por los relatos del folclore ruso y el interés por que el arte reflejara la vida real de los habitantes de su país.
Dividido en 15 movimientos, la obra muestra 11 cuadros en 10 movimientos -dos cuadros los une en una pieza- a los que añade cinco paseos entre los primeros cuadros. De todas las pinturas que aparecen en esta obra, actualmente quedan seis.
El paseo entre los cuadros lo denominó Promenade y es en realidad un motivo musical con cuatro variaciones en los casos siguientes. Este Promenade es un reflejo del propio compositor, una persona grande y voluminosa que avanza con ritmo irregular dando la sensación de pesadez. Está formado por una frase musical en 11 tiempos con una textura heterofónica en que se realizan diversas variaciones simultáneas, un tipo de composición habitual en la música folclórica y litúrgica rusa.
Acércate al primer cuadro paseando con el primer Promenade de Cuadros de una exposición con Byron Janis al piano en una versión con sonido, sin vídeo, que te permita oírla mientras te encaminas a la primera obra.
 

La primera pintura es una obra sencilla y desconcertante. Se trata de un cuadro al óleo sobre lienzo de dimensiones reducidas (33'5 x 22'8 cm.), Het puttertje (El jilguero) pintado por Carel Fabritius en 1654, posiblemente su última obra, ya que el artista falleció ese mismo año por una explosión que se produjo en Delft y que redujo a escombros su taller del  que se pudieron salvar unas pocas obras, esta entre ellas. Tras pasar por diversos propietarios, actualmente la podemos encontrar en el Museo Mauritshuis de La Haya (Países Bajos). 

Carel Fabritius, Het puttertje (El jilguero) (1654), Museo Mauritshuis, La Haya
A partir de este cuadro Donna Tartt publicó en 2013 la novela homónima The Goldfinch con la que ganó el Premio Pulitzer el año siguiente y que fue adaptada para el cine con el mismo título por John Crowley en 2019.


Te dejo con un extracto de la novela El jilguero en que el protagonista Theo Decker reflexiona sobre el cuadro a partir de un comentario de su amigo Boris.


El siguiente cuadro de esta exposición es una de las obras maestras del Renacimiento italiano. Se trata de una de las obras cumbres del Quattrocento y de la historia de la pintura creada por Alessandro di Mariano di Vanni Filiepi, más conocido como Sandro Botticelli. Pintada al temple sobre tabla, posiblemente en 1478, la Allegoria della Primavera la conocemos todos simplemente como La Primavera y se encuentra en la Galería Uffizzi de Florencia.
Botticelli nos muestra un grupo de figuras de la mitología griega y romana. El suave viento del oeste, Céfiro, aparece en la derecha con tonos azulados haciendo brotar las flores, soplando y con semblante serio que contrastan con la calidez de los demás personajes, mientras agarra agresivamente a una asustada ninfa Cloris. Más adelante convertirá a esta ninfa en Flora, la diosa de la primavera. 
En la parte central aparece Venus, casi saludando a los curiosos espectadores con un cupido sobrevolando su cabeza. A la izquierda hallamos a las Tres Gracias junto a Mercurio, el dios asociado al mes de mayo.

Sandro Botticelli, Allegoria della Primavera (1478), Galería Uffizzi, Florencia
A comienzos del siglo XX un músico italiano se instaló en San Petersburgo como viola de la Orquesta Imperial donde estudió composición con Nikolai Rimsky-Korsakov de quien aprendió el exquisito dominio de los colores orquestales y el gusto por las melodías orientales rusas que le animó a interesarse por la música medieval y renacentista italiana. 
Con el paso del tiempo, Ottorino Respighi fue centrándose en dos tipos de composiciones: Las creadas para grandes orquestas donde encontramos obras como la Trilogía Romana formada por Fuentes de Roma, Pinos de Roma y Festivales Romanos; por otra parte sus deliciosos arreglos para pequeñas orquestas inspirados en melodías del XVII y XVIII, mostrando en todas ellas su excepcional dominio de los colores orquestales.
Tras una gira por Estados Unidos en 1927 patrocinada en parte por Elizabeth Sprague Coolidge, Respighi prometió dedicarle su próxima obra. Varias semanas más tarde, tras una visita a la Galería Uffizzi encontró la inspiración para su obra Trittico Botticelliano formado por La Primavera, La adoración de los Magos y El nacimiento de Venus, una obra de arte en la que saca todo el partido a una pequeña orquesta. A finales de ese mismo año se estrenó en Viena patrocinado por la señora Coolidge y con la presencia del compositor.

Nos quedamos en el primer movimiento, La primavera, que Respighi la muestra en un despliegue de color y brillo con vertiginosas escalas a cargo de las flautas y los violines, con un protagonismo a cargo del piano, la celesta y el arpa, sobre los que resplandecen las trompas y trompetas, instrumentos asociados a la naturaleza, haciendo brillar a todo el conjunto. Este ambiente natural y bucólico se entremezcla con danzas campesinas del renacimiento. 
Continúa la obra con un amago de oscuridad que cambia rápidamente hacia una música alegre, de nuevo a cargo de piano, celesta y arpa, hasta que interviene el clarinete dejando en suspenso el motivo musical. El compositor acude a Monteverdi para citar uno de sus madrigales más conocidos, Zefiro torna que encaja tanto en el cuadro como en la composición tanto por su aire antiguo como por su motivo mitológico. Respighi finaliza la pieza con convirtiendo este motivo musical en una catarata de sonidos a la que incorpora la flauta, el flautín, la celesta y los violines para dar a esta obra el encanto y colorido que transmiten el cuadro de Botticelli.

La interpretación de La Primavera del Trittico Botticelliano corre a cargo de la Orchestra della Fundacion Prometheus de Argentina dirigida por Giovanni Panella y grabada en directo en diciembre de 2022 en el Teatro Avenida de Buenos Aires.


Los cuadros de una exposición de Mussorgsky han inspirado distintas obras, la mayor parte de las cuales han sido versiones para orquesta. De todas, la más conocida, quizás más incluso que la original para piano, es la orquestación que realizó otro de los grandes especialistas del siglo XX, Maurice Ravel.


Siguiendo con el paseo entre un cuadro y otro, nos acercamos al Promenade segundo, en este caso en la versión orquestal del elegante autor francés. El tema musical es el mismo que el primero aunque con unas variaciones.
Se trata de una grabación, también sólo de audio para permitirse seguir avanzando hacia el próximo cuadro a cargo de la Berliner Philharmoniker dirigida por Herbert von Karajan grabada en 1966 para Deutsche Grammophon GmbH.


El tercer cuadro de esta experiencia pertenece también al periodo renacentista, aunque en esta ocasión no es de la escuela italiana.
Pintado alrededor de 1560, se atribuye con dudas recientes a Peter Breughel el viejo y se encuentra en el Musée des Beaux-Arts de Bruselas
Paisaje con la caída de Ícaro es un óleo sobre lienzo que se basa en la versión que Ovidio muestra en Las metamorfosis cuando el hijo de Dédalo se construyó unas alas con plumas pegadas con cera que se derritió con el calor del sol precipitando su caída.

Peter Breughel el viejo, Paisaje con la caída de Ícaro (1554-1555), Museo de Bellas Artes, Bruselas
Obra inscrita también en ese regreso a las artes antiguas que es el Renacimiento, en este cuadro encontramos una serie de personajes que nos muestran su importancia según su cercanía. En primer término hallamos a un campesino que maneja su arado concentrado en su trabajo. En un segundo plano, un pastor observa el cielo mientras su ganado pace a su lado, mientras más allá un barco extiende sus velas para zarpar. Entre ellos, un pescador se concentra en conseguir su alimento, mientras unas piernas se agitan en el agua sin que nadie las advierta.
Brueghel elige el tema y muestra al protagonista que aparece en el título como el personaje menos trascendente. Ícaro escapó del laberinto de Minos y acabó cayendo al mar, mientras el pintor nos envía un mensaje que aún tiene cabida hoy en día: En nuestro tiempo, la sobresaturación de información, estímulos o exigencias nos puede llevara perder la atención de lo trascendente o importante y mirar hacia nosotros mismos sin advertir cuanto ocurre a nuestro alrededor cercano o lejano. 


Para este cuadro la experiencia que te propongo, además de la visualización y la reflexión anterior, nos llega de la mano -mejor, de la pluma- de Wystan Hugh Auden (1907-1973). El poeta y ensayista británico nacionalizado estadounidense tras la II Guerra Mundial publicó más de cuatrocientos poemas. En Another Time (1940) se recoge el poema que nos acompaña, surgido después de visitar en el Musée des Beaux-Arts el cuadro atribuido a Peter Breughel el viejo.
¿Qué nos ofrece texto después de la reflexión sobre la obra de Fabritius? Acércate a la experiencia de un poema inspirado por la visión de este cuadro.



En este museo virtual no abandonamos a los autores que nos acompañan. Botticelli  nos muestra otra de sus obras maestras, La Nascita di Venere (El Nacimiento de Venus) que podemos admirar también en la Galería Uffizzi florentina.
Pintada al óleo sobre lienzo entre 1482 y 1485, también con grandes dimensiones (278 x 172 cm), la obra fue también un encargo de la familia Medicci con la que pretendían mostrar su importancia e influencia: Gracias a ellos, a sus dotes diplomáticas, económicas y culturales, el reino del amor llega a la ciudad.
Dentro del Renacimiento, la obra se inscribe dentro del Neoplatonismo, la corriente filosófica que pugnaba por conciliar el legado greco romano con el cristiano, de forma que el nacimiento de Venus y la belleza espiritual se configuran como la fuerza que mueve la vida.
El tema surge también de Las Metamorfosis de Ovidio: Venus, símbolo del Amor, es retratada desnuda sobre una concha en la orilla del mar, mientras a la izquierda los vientos acarician su cabello y envían una lluvia de rosas, y a la derecha, Ora espera a la diosa para vestirla.
En uno de los primeros desnudos de la pintura renacentista encontramos a Venus con las caderas levemente giradas para reafirmar una feminidad casi de marfil, la soltura de sus cabellos dorados, casi encendidos, que contrastan con su expresión de una pasividad que desconcierta, con una sonrisa que apenas despunta y una mirada que no sabemos si se fija en el espectador o hace que el espectador se fije en ella.

Sandro Botticelli, La Nascita di Venere (1582-1585), Galería Uffizi, Florencia
Tampoco abandonamos a Ottorino Respighi y su Trittico Botticelliano. Salvando La adoración de los magos, nos acercamos al último movimiento dedicado a este cuadro. 
El compositor nos presenta la música más extraña de la obra: meditativa y estática, pero con una belleza que nos muestra a Venus acercándose a la orilla empujada por las suaves olas. La pieza comienza con un motivo oscilante en el que encontramos tres grupos de tres notas, dos ascendentes y uno descendente que no llegan a ser una frase melódica, al que sigue un adorno a cargo de la flauta y el clarinete y después un motivo que avanza casi como a saltos.
Con estos elementos forma la pieza, incrementando la intensidad y la riqueza orquestal en el clímax de la obra, cuando Venus pone los pies en la orilla: La música asciende con los mismos instrumentos que el primer movimiento: piano, celesta y arpa, para culminar con un acorde brillante, musicalmente puro. Tras un silencio comienza la música tranquila y reposada hasta perderse poco a poco.

La interpretación de La Nascita di Venere está a cargo de la Secession Orchestra dirigida por Clément Mao-Takacs en una sesión que se grabó en directo en el Auritorium du Louvre, dentro del museo parisino, en diciembre de 2020


El tercer y último paseo que nos acompaña pertenece a una versión muy particular y menos habitual. El grupo de rock progresivo Emerson, Lake & Palmer realizó una adaptación de Los cuadros de una exposición de Mussorgsky que tuvo cierto éxito en la década de los setenta del pasado siglo.
Cambiamos de registro para asistir al Promenade tercero recogido en un disco que se grabó en el Newcastle City Hall en marzo de 1971. Como es habitual, he buscado una versión de audio para que te puedas acercar al siguiente cuadro.


¿Qué tal la experiencia? Es una de esas preguntas retóricas que no esperan respuesta, sino que simplemente te la plantees.
Después de pasear hacia los cuadros, asistir a reflexiones sobre El jilguero en una novela, sobre la caída de Ícaro en un poema y dos descripciones y reflexiones musicales sobre sendos cuadros de Botticelli en el siguiente paso quiero acercarte a una nueva reflexión: Cuando has visitado un museo con obras que te gustan, ¿sales y lo echas en el olvido? ¿Cómo recuerdas, extraes vivencias o haces formar parte de ti las obras que has visto?

Sandro Botticelli, Prove di Mosé (Las pruebas de Moisés) (1481-1482), Capilla Sixtina, El Vaticano
El último texto nos da una respuesta que no tiene por qué coincidir con la tuya, pero seguro que a partir de ahora te puede influir. El cuadro con el que está relacionado, casualmente también es obra de Botticelli, aunque menos conocido. Se trata de Prove di Mosé (Las pruebas o tentaciones de Moisés) un fresco de la Capilla Sixtina de grandes dimensiones (558 x 348 cm).
Representa escenas de la juventud de Moisés según el relato del Éxodo en el que este personaje aparece con túnica amarilla y manto verde y se muestran desde la derecha del espectador. Pero lo que nos interesa de este fresco es uno de los personajes femeninos, Séfora, que se haya junto al pozo, la hija de Jetró con la que se casará Moisés.


En una de las novelas más extensas de la literatura, A la recherche du temps perdu, (En busca del tiempo perdido), escrita en siete partes entre 1908 y 1922, aunque las tres últimas se publicaron póstumamente, Marcel Proust utiliza un recurso particular con el personaje de Charles Swann.
En el segundo de los volúmenes, Por la parte de Swann, Proust utiliza y detalla un recurso que hemos utilizado en alguna ocasión: la comparación entre un personaje real de nuestra vida con el de un cuadro que nos haya impactado.
Es el caso de Swann con Odette, que le recuerda a la Séfora de Botticelli, además de otros personajes pictóricos a los que dedica su atención.



Para la última música de esta experiencia donde se mezclan diversas expresiones artísticas, regreso al origen, a Los cuadros de una exposición, en esta ocasión en la versión orquestada por Maurice Ravel. Y la mejor forma de terminar es hacerlo con la última pieza.
Se trata de La gran puerta de Kiev, inspirada en un diseño arquitectónico de Hartmann en el más puro estilo ruso, para honrar al zar Alexander II no llegó a realizarse. Ravel comienza con el sonido festivo de las campanas para ir subiendo en majestuosidad e intensidad hasta terminar en un clímax grandioso.

Viktor Artmann, proyecto para la Puerta de la ciudad de Kiev (1869)
La interpretación corre a cargo de The Chicago Symphony Orchestra dirigida por Riccardo Muti en una grabación que se levó a cabo en la ciudad americana en octubre de 2022


¿Qué mas te queda para que esta experiencia sea completa después de pasear por los textos, las músicas y las pinturas de un museo y quedarnos con aquello que más nos gusta? Si no lo has pensado, te propongo un último reto: entrar dentro de un cuadro, la forma más perfecta de apreciar el arte. No entrar de forma simbólica o artística, sino literalmente.
En 1990, ya octogenario, Akira Kurosawa estrenó una de sus últimas películas, Dreams, también conocida como Los sueños de Akira Kurosawa, una película coproducida entre Estados Unidos y Japón y dividida en ocho historias basadas en sueños del cineasta.

Vicent van Gogh, Campo de trigo con cuervos (1890), Museo van Gogh, Amsterdam
Termino con Cuervos, uno de esos sueños, en el que un estudiante de pintura se adentra tanto en un cuadro de Van Gogh que encuentra al propio pintor en el campo, conversa con él y viaja a través de sus obras. Aunque no se introduzca en este cuadro, el título se basa en la pintura Campos de trigo con cuervos. Kurosawa utilizó como música el Preludio nº 15 en Re bemol mayor de Chopin y contó con el director Martin Scorsese como el pintor Van Gogh.

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Bibliografía y webgrafía consultadas:
  • Tartt, Donna. El jilguero, traducción de Aurora Echevarría Pérez, Editorial Debolsillo, colección Best Seller, ISBN: 9788766338837.
  • Proust, Marcel, En busca del tiempo perdido, traducción de Mauro Armiño, Editorial Valdemar, colección Clásicos. ISBN: 9788777023203.