Estancias

Cosas de niños

Con frecuencia adjudicamos a los niños el papel de que aún no son personas capaces de razonar o captar la dimensión de lo que ocurre a su alrededor. Cierto es que, en muchas ocasiones, tampoco nosotros somos capaces de hacerlo y nos movemos alrededor de mensajes o ideas estereotipados que recibimos a través de distintos grupos de opinión.
Pensamos también que los más jóvenes sólo poseen virtudes como la inocencia, una visión del mundo no matizada por la visión más completa y perfecta de los adultos y una enorme capacidad lúdica para enfrentarse a su existencia. Todas estas capacidades, que en ocasiones cuestionan el mundo de los adultos, las van perdiendo con el paso del tiempo, en parte por la comprensión de un mundo más razonado y global; por otra, por imposiciones conscientes o no de los adultos.
Esa frescura en las ideas, la inocencia en los argumentos y pensamientos, la originalidad con que plantear visiones ante situaciones que les rodean, la forma de percibir el mundo de manera diversa y original con el pensamiento lateral o la creatividad cuando se enfrentan a la resolución de situaciones tienen una importancia vital en el desarrollo personal de los niños.
Todos estos casos vienen avalados por estudios y descubrimientos recientes como en el caso de las inteligencias múltiples de Howard Gardner o en el campo de disciplinas como la Neurociencia, por citar algunos ejemplos.
No hace falta siquiera mirar atrás para descubrir con qué razón, con qué capacidad de comprensión y asimilación se han enfrentado los más pequeños a las situaciones extremas que se están viviendo en este tiempo. La misma situación extraordinaria la están viviendo personas ancianas, jóvenes, maduras y niños, con la misma novedad para todos y sin que se haya dejado ver que los más pequeños no han sido capaces de adaptarse a ella, en líneas generales, como los demás.
Pero esta inocencia y forma de estar en el mundo se pierde y, con el paso del tiempo, se añora. En muchas ocasiones los autores han echado la vista atrás para recordar con una mezcla de rabia, desilusión o ternura los momentos en que dejaron de ser niños para situarse en el mundo de los adultos, este mundo tan incomprensible e indescifrable que, apenas intuimos entender, se torna más complejo aún.
Te propongo una mirada a algunas obras en que sus autores volvieron la vista hacia la infancia para recordar o intentar recuperar lo que fue y significó para ellos. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


  
La primera mirada nos sitúa de lleno en la situación de partida. Pocos libros hay en los que esa visión de la infancia sea tan potente y fundamental como en Le Petit Prince (El Principito). Antoine de Saint-Exupéry nos ofrece una obra donde la inocencia es el centro, el punto de vista fundamental para seguir la historia. Gracias a este inolvidable Principito sabemos que sólo con el corazón se puede ver bien, que lo esencial es invisible para los ojos, y que nos descubre cosas tan importantes como que "únicamente los niños aplastan su nariz contra los vidrios." Es un libro fundamental, no para leer, sino para degustar y acercarlo al corazón. 
Mas la presencia en esta reflexión viene por sus primera palabras. La dedicatoria de El Principito nos acerca a ese momento en que no pensamos en lo que somos, sino en lo que fuimos.



Natural de Vitoria, Jesús Guridi es uno de los grandes autores vascos y españoles de la primera parte del siglo XX. Procedente de una familia con antecesores musicales, sus padres buscaron que se centrara en los estudios, aunque permitieron que desarrollara su afición tras cumplir con sus obligaciones académicas. Tras varios cambios de residencia por motivos económicos, fue en su estancia en Bilbao cuando comenzó a dedicarse de modo más serio a sus estudios musicales, que continuaron en París.
Autor de una gran cantidad de obras relacionados con el folclore se su tierra natal, entre sus obras destacan las óperas Mirentxu y Amaya y zarzuelas como La meiga y, sobre todo, El caserío, la más popular de todas.
La obra que nos acompaña es Seis canciones infantiles, publicadas en 1946 con letras de Jesús María de Arozamena. En ellas los autores centran su atención en la miradas con que los niños se acercan a diversos acontecimientos o circunstancias, pero siempre bajo la visión y reflexión de un adulto.
Cazando mariposas, Otra vez la primavera, La princesa cautiva, Cuando sea abuelo, La vacación y El idioma extranjero son las canciones que forman esta obra.
Con la interpretación, solo de audio, de la Escolanía Samaniego de Vitoria bajo la dirección de Antton Lete, escuchamos Cazando mariposas, una canción que nos sirve para enlazar con la publicación anterior de este blog.



Uno de los grandes escritores y experimentadores del lenguaje literario del siglo XX fue el irlandés James Joyce. Autor de Dublineses, una colección de cuentos con temática relacionada con su país de origen publicado en 1914 y del que John Huston adaptó el relato Los muertos para realizar su última película con el título de la colección, Joyce publicó Retrato del artista adolescente dos años más tarde. Su libro más conocido es Ulises (1922), un homenaje a la Odisea de Homero en el que narra la vida de su protagonista Leopold Bloom durante las veinticuatro horas de un día, el 16 de junio de 1904.
En Retrato del artista adolescente, Joyce crea un relato con tintes autobiográficos alrededor de su alter ego Stephen Dedalus y su paso por la infancia y adolescencia hasta llegar a ser quien es. En esta novela, el escritor irlandés comienza a utilizar algunos de los recursos que llevará más adelante su obra, el monólogo interior, un acercamiento al fluir de los pensamientos tal como surgen en nosotros, a base de imágenes que aparecen, se desarrollan, cambian por nuevos intereses o distracciones y desaparecen conformando una amalgama que le lleva a escribir páginas completas sin ningún tipo de puntuación ni reglas gramaticales. 
Tras el apogeo del desarrollo de esta temática en el Ulises, Joyce siguió investigando y experimentando por caminos que le llevaron cada vez más hacia una escritura menos inteligible y, por supuesto, casi intraducible fuera del inglés con obras con Finnegans Wake (1939). 
El lenguaje de Retrato del artista adolescente va evolucionando a la vez que lo hace su protagonista Stephen Dedalus, tanto en la construcción de frases como en la generación de imágenes y pensamientos cada vez más complejos conforme lo hace la mentalidad de su protagonista.
Así, con este lenguaje como de relato infantil comienza la obra.



El gran pianista y compositor Robert Schumann compuso su ciclo de canciones Kinderszenen (Escenas de niños, Opus 15) cuando contaba veintiocho años. En aquel momento estaba ya enamorado de Clara Wieck una virtuosa del piano de 16 años e hija de su profesor Friedrick Wieck, quien, al saberlo la envió de gira para alejarla del compositor. Como sabemos, la relación entre ambos finalizó con un enlace que Clara supo hacer llegar más allá de la enfermedad mental que acabó con el compositor.
A ella y no a ningún niño está dedicada esta obra que representa una mirada hacia la infancia desde la óptica de un adulto, un poeta y compositor capaz de entrar en el mundo fantasioso e inocente de los niños.
La obra original estaba formada por treinta pequeñas piezas que el propio autor dejó finalmente en trece. Todas ellas tienen un título que la identifican con algún momento o detalle de la infancia y conllevan una dificultad interpretativa que deja claro en todo momento que esta obra supone una mirada o interpretación de los adultos hacia el mundo de los niños.



Las piezas, que se siguen ininterrumpidamente, y el momento aproximado en que comienzan son:
  1. Extraños países y personas, 00:00. 
  2. Un cuento divertido, 01:39.
  3. El hombre del saco, 02:43.
  4. El niño mimado, 03:58.
  5. Bastante feliz, 03:58.
  6. Un acontecimiento importante, 05:09.
  7. Ensueño, 05:59.
  8. En la chimenea, 08:59.
  9. Caballero en caballo de madera, 09:51.
  10. Un poco serio, 10:27.
  11. Espantoso, 12:03.
  12. Niño adormecido, 13:36.
  13. El poeta habla, 15:29.
Esta última forma una suerte de epílogo donde podemos intuir la mirada hacia el mundo de los niños del propio compositor.
Carlo Balzaretti interpreta al piano esta Kinderszenen de Robert Schumann.




En multitud de ocasiones Antonio Machado dirigió también su mirada al mundo de la infancia. Para él, era un mundo perdido con la madurez, irrecuperable y, en cierto modo, una imagen de la situación en que se encontraba la sociedad de nuestro país. Así, su mirada es severa, agria, desencantada y tremenda en muchas ocasiones. Es difícil encontrar cierta mirada libre de desengaño en que sólo aparezca la  evocación del pasado perdido.



Quizás sea en Pegasos, lindos pegasos donde su mirada se acerque más a esa evocación a la infancia por sí misma.



También George Bizet, el autor de Carmen, dedicó un álbum a la evocación de los recuerdos infantiles. La obra, con clara influencia de la obra de Schumann la tituló Jeux d'enfants y fue compuesta originalmente para piano a cuatro manos en 1871, el año en que supo que iba a ser padre. Más adelante realizó una orquestación de cinco de los doce números que la forman para realizar una Petite Suite y, una vez fallecido el autor, fueron orquestadas el resto de piezas.
La última de estas composiciones, Le bal (La pelota) es un galop que quizás sea la pieza más conocida de esta obra.
La interpretación corresponde a una actuación que se llevó a cabo en el Seoul Arts Center de la capital surcoreana en febrero de 2015 con la interpretación de Sun-Young y Minna Han


Richmal Crompton moldeó uno de esos personajes que reflejan la infancia con la creación de William Brown, un personaje que, entre nosotros se conoció con su nombre vertido al castellano, Guillermo Brown. Publicado por primera vez en la década de 1920 cuando su autora se dedicó a escribir tras perder el uso de una pierna por una poliomielitis en su edad adulta, las aventuras de Guillermo Brown y su grupo Los proscritos llenaron de imaginación y rebeldía a varias generaciones, alcanzando éxito en la España de los años cincuenta, sesenta y setenta del siglo pasado. 



Estas aventuras de Guillermo Brown rezumaban una ironía, provocaban unas situaciones caóticas y divertidas que acababan poniendo patas arriba las estructuras de la sociedad en que vivían. Acompañados siempre con las ilustraciones de Thomas Henry, los casi cuarenta libros de la saga nos impresionaron e hicieron leer muchas horas, vivir las aventuras de sus protagonistas, sentir su rebeldía a muchos, entre los que se encuentran escritores como Fernando Savater y Javier Marías.
Aquí no es tanto la mirada del adulto hacia el niño, sino la recreación de su mundo y su personalidad la que Crompton nos ofrece. Estas son las líneas iniciales que aparecieron publicadas en el primero de los libros Just William (Travesuras de Guillermo)  y en las que la escritora inglesa refleja el carácter del protagonista y revela el tono irónico que va a mantener durante todas las historias del personaje.
¿Hay algo más atractivo para un niño que las golosinas y caramelos?



Finalizamos con la última de las piezas que forman las Seis canciones infantiles de Jesús Guridi
No hay tema más recurrente para algunos niños que la poca funcionalidad que le ven a estudiar y conocer un idioma extranjero. Con esta idea y una serie de tópicos e incluso chistes infantiles, Guridi y Arozamena montan esta satírica, socarrona y divertida pieza final: El idioma extranjero. ¡Atentos a la letra!
La interpretación vuelve a corresponder a la Escolanía Samaniego de Vitoria con la dirección de Antton Lette.



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Bibliografía y páginas web consulatadas:

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