Estancias

Paseando entre jardines

Si quieres ser feliz una hora,
bebe un vaso de vino:
si quieres ser feliz un día, cásate;
si quieres ser feliz toda tu vida,
hazte jardinero.
Proverbio chino.

Pasear por un jardín es un placer que nos acerca a la naturaleza y nos hace sentirnos bien con nosotros mismos. Disfrutar con nuestros sentidos cada uno de los aspectos que nos ofrece con el colorido de las plantas o la diversidad de sus aromas; sentir con el tacto el césped o la tierra que pisamos o acercar nuestras manos a los elementos que lo forman; oír el rumor del aire moviendo ramas y hojas, o el aleteo y el cantar de los pájaros que lo pueblan, junto con el sonido del agua que corre por canales y fuentes es un auténtico deleite que nos hace acercarnos a lo natural.
Si a estas sensaciones añadimos la posibilidad que tienen algunas personas de poder tener un jardín que cuidar con sus propias manos o, en su defecto, mantener algunas plantas, estas sensaciones se acrecientan.
Te propongo un paseo a través de libros y músicas que nos acercan al placer de disfrutar paseando por un jardín. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Jardines de Sanssouci en Postdam (Alemania)


El jardín es una representación humanizada de la naturaleza. Si de forma natural crecen plantas con la sola fuerza de la tierra, el agua, el sol y determinados condicionantes, los seres humanos hemos deseado siempre recrear ese mundo natural adaptándolo a nuestro pensamiento.
Los jardines se nos muestran así de muy distinta forma a lo largo del tiempo, la cultura y la intención, adaptándose a la voluntad de quienes lo conciben.
Desde el Edén bíblico, ese paraíso anhelado que sentimos como algo irremediablemente perdido y a la par deseado, pasando por los jardines colgantes de Babilonia de la mítica reina Semiramis, los deslumbrantes y geométricos jardines palaciegos de la nobleza y realeza europea, hasta los modernos jardines y los huertos urbanos de la actualidad, este espacio singular ha ocupado su lugar ente la humanidad.


Parque Manuel Díaz García, La Palma del Condado
Licenciado en Antropología y doctor en Filosofía, Santiago Beruete es profesor de Filosofía y Sociología, además de haber publicado Jardinosofía. Una historia filosófica de los jardines o Verdolatría. La naturaleza nos enseña a ser humanos.
En Jardinosofía. Una historia filosófica de los jardines, Beruete traza un recorrido por la historia de los jardines como forma de entenderlos a través del paso del tiempo y las distintas concepciones filosóficas. Según él, "todo jardín formula una teoría estética de la belleza y una visión ética de la felicidad."
En el inicio del libro, Beruete nos acerca a la idea que va a desarrollar a lo largo de su trabajo estudiando el jardín desde los puntos de vista histórico y filosófico y como producto tanto cultural como intelectual.




Quizás de las primeras imágenes que nos vengan a la mente cuando evocamos los jardines provengan de las narraciones de Las mil y una noches, ese compendio de cuentos orientalistas medievales que llegaron a Europa alrededor del siglo XVIII.
Nicolai Rimsky-Korsakov es uno de los compositores que han popularizado ese acercamiento a la cultura oriental con Scheherazada, una Suite sinfónica en cuatro movimientos. Nos acompaña en el acercamiento a las visiones sobre los jardines el segundo de ellos, La leyenda del príncipe Kalendar, un movimiento que se desarrolla con las indicaciones Lento - Andantino - Allegro molto - Con moto. Inolvidable la voz de la narradora protagonista en el violín solista y el acompañamiento del arpa.
La grabación pertenece a la All-Stars Orchestra dirigida en 2014 por Gerard Schawrtz y es admirable la capacidad del realizador para mostrarnos todas las intervenciones de los instrumentos solistas que colaboran en desarrollar las diversas historias y sensaciones que Rimsky-Korsakov enlaza. 



Esta concepción del jardín como vergel que se puede crear contra la propia naturaleza del desierto surge en muchas de las historia que Scheherazada cuenta al sultán durante tantas noches. Apenas si hay narraciones en esta colección de relatos en que no aparezcan los jardines como escenarios protagonistas de historias. En ocasiones surgen como paraísos inesperados, casi secretos e impensables; en otras como lugar de frescor y exuberante vegetación por el cual el ruido del agua adormece los sentidos; en determinadas situaciones se presenta como escenario del amor; incluso en algunas historias, los jardines son puertas que conducen a mundos recónditos e inesperados.
En la historia de Anis, el jardín surge como un inesperado y misterioso lugar señalado por una voz seductora. Adentrémonos en él.



Léo Delibes es uno de los compositores franceses del XIX que son recordados por algunas obras que siguen vigentes en nuestros días. Sus óperas Lakmé y Le roi l'a dit (El rey lo dijo) y sus ballets Sylvia y Coppélia siguen aún presentes en el repertorio de los grandes escenarios.
Lakmé es una ópera que desarrolla la corriente del exotismo colonialista tan de moda en la segunda mitad del XIX. En este tipo de obras no se pretendía que los autores conocieran y desarrollaran en profundidad la música de los lugares que representaban, sino que bastaba con algunas alusiones a historias variopintas, exóticas o extraordinarias y alguna armonía, temas o uso de escalas locales.


Ilustración de Las mil y una noches



Así, Lakmé se centra en los conflictos culturales y religiosos que aparecían en el mundo que desarrollaba el colonialismo, sin buscar en ningún momento la autenticidad de los lugares y personajes que presenta. La sacerdotisa brahamana Lakmé se enamora, de forma sacrílega, del oficial inglés Gérald, presentando así Delibes el conflicto entre ambas culturas.
Sin duda, la pieza más conocida de esta ópera es el dueto entre Lakmé y Mallika, un delicioso número que posee una delicadeza y serenidad que enlaza con el respeto y la cercanía de la cultura hindú hacia los jardines y la naturaleza en general.
La interpretación de este dúo es un lujo, ya que está cantado por una de las más grandes voces del siglo XX, una cantante con una vocalidad muy particular y una técnica insuperable que la hizo estar entre las más grandes. Si la Callas era La Diva y la Caballé La Superba, la soprano australiana Joan Sutherland era La Stupenda, una voz que brilló de modo especial en la ópera belcantista.
Aquí la tenemos, en pleno jardín, en compañía de la mezzosoprano Huguette Torurangeau en la interpretación de este Dúo de las Flores de Lakmé de Delibes.




Si el jardín invita al contacto con la naturaleza, a su recreación humanizada, también nos acerca a la nocturnidad y, con ella, a la llamada del amor. Así, pocos jardines de la literatura, el teatro y la ópera son tan conocidos como el jardín de los Capuleto con el balcón que se asoma al mismo y que da a la habitación de Julieta.
La obra de Shakespeare The most excellent and lamentable tragedy or Fomeo and Juliet (La más excelente y lamentable tragedia de Romeo y Julieta) es la que ha dado pie a tantas interpretaciones de esta historia de amor.
Llevada a la música clásica por Tchaikowsky como obertura con los nombres de los protagonistas, hay al menos veintiocho óperas entre las que destacan las de Gounod y Bellini, esta última con el título de Montescos y Capuletos, un par de ballets como el de Prokofiev y una veintena de películas, entre otras obras.
Así, la representación del jardín se vislumbra en el Acto II de la obra teatral de Shakespeare en que Romeo y Julieta se encuentran, él entre las plantas, ella en el balcón.



En este ámbito se inscribe también una de las escenas finales de Don Pasquale de Donizetti, la que Norina y Ernesto se encuentran en el Acto III para declararse su amor ante la presencia del protagonista y el doctor Malatesta que
asisten escondidos al encuentro, el primero para cobrarse venganza y desembarazarse de la que cree su esposa y el segundo para favorecer a la pareja de enamorados.
Así, también en la nocturnidad del jardín se desarrolla este dúo Tornami a dir che m'ami (Vuelve a decir que me amas) entre el tenor peruano Juan Diego Flórez y la soprano moldava Valentina Nafornita del último acto de Don Pasquale.




Ese equilibrio entre lo natural y lo artificial, entre el trabajo físico y el intelectual que caracteriza la entidad y la presencia de los jardines se transforma en la obra de un literato como Jorge Luis Borges.
El autor argentino, uno de los más prolíficos y geniales escritores del siglo XX posee la capacidad de crear en sus obras espacios inimaginados, infinitos en ocasiones, misteriosos en otras, relacionados con los libros y las bibliotecas en la mayoría de los casos.



También trató Borges el tema de los jardines como en El jardín de los senderos que se bifurcan, un relato que escribió en 1941 y que recopiló junto a otros seis más en su libro Ficciones que publicó tres años más tarde.
Aunque se trata de un relato que el autor califica de policíaco realmente es una metáfora sobre el tiempo, El jardín de los senderos que se bifurcan alude al título de una novela que representa a la vez un libro y un laberinto. Aquí, el jardín y su laberinto no conforman un espacio físico, sino que se representan en el tiempo.
Así, con las palabras y las ideas de Borges nos encaminamos, no a un jardín donde recrear nuestros sentidos, sino a un laberinto en un jardín para recrearlo solo con nuestra mente.



En La nozze di Figaro (Las bodas de Fígaro), Mozart crea una de sus obras maestras a partir de la obra teatral de Beaumarchais y el libreto de Lorenzo da Ponte. El cuarto y último acto se desarrolla, cómo no, en un jardín.
Es de noche. En el jardín hay dos pabellones, uno a cada lado del escenario. Las tramas que se han idos tejiendo confluyen en él, en uno de los varios enredos que pueblan esta obra. La doncella Barbarina ha perdido el broche que debe devolver a Susana. Fígaro se entera así de que su novia va a tener una cita con el Conde, aunque no sabe que las mujeres traman un plan. Así, indignado con su esposa, sale a llamar a Bartolo y Basilio para que sean testigos del encuentro.
Entonces la Condesa y Susana, cada una disfrazada con las ropas de la otra, entran en escena. Tras el recitativo Susana canta su aria Deh viene, non tradar (Oh, ven, no tardes) mientras advierte que Fígaro la está viendo.



La pieza que nos acompaña pertenece a una versión fílmica de 1976 con la interpretación de Mirella Freni como Susana y Hermann Prey como Fígaro y la Wiener Philharmoniker Orchestra, todos bajo la dirección de Karl Böhn.
Comienza con la entrada de las dos mujeres, mientras Susana se queda sola e interpreta el recitativo seguido del aria citados.




Finalizamos este paseo -incompleto por todos los que podemos transitar- acercándonos, como si se tratara de un relato de Borges en los que busca el infinito, hasta el inicio, al libro Jardinosofía.
En su última parte, una suerte de epílogo titulada Floración y despedida - El jardín como terapia filosófica, Beruete centra su atención y la nuestra en las vivencias que nos aportan los jardines y, de modo general, los espacios verdes. Así, podemos estar de acuerdo con el autor en que estos espacios tienen propiedades para convertirse en lugares de terapia filosófica para quienes los crean o frecuentan.



Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!
Bibliografía y webgrafía consultadas:

No hay comentarios:

Publicar un comentario