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Balada para el apocalipsis

Desde hace décadas sabemos que estamos provocando la destrucción de nuestro planeta, el hogar en el que vivimos. Pero aún no somos capaces de tener, como especie humana, una respuesta conjunta, responsable y eficaz. Los problemas los dejamos de lado cuando buscamos nuestro interés particular, en el momento que pensamos que evadirnos ante un mundo tan complicado es una solución momentánea a nuestros problemas personales, o cuando nuestros intereses económicos están afectados.
Así, la desaparición de ecosistemas, la sostenibilidad de nuestro planeta, desde lo más cercano a lo más alejado de nosotros, la pérdida de la biodiversidad con la desaparición de especies tanto animales como vegetales, la deforestación, la pérdida de espacios verdes o la emisión de gases están provocando un verdadero cambio climático que, sabemos que está ocurriendo, pero al que nos es más fácil mirar para otro lado. Vivimos sin memoria.
Los seres humanos somos depredadores por naturaleza y, poco a poco hemos ido creyendo que todos los recursos naturales que existen en el planeta son inacabables y están a nuestra disposición. Cuando vamos comprendiendo que no es así, no somos capaces de reaccionar y tomar decisiones conjuntas que hagan que tras nosotros, el mundo siga, al menos como estaba cuando llegamos a él.
Cuando surgen brotes que nos asustan como la pandemia de Covid-19 vislumbramos un escenario apocalíptico, mas apenas lo vamos quitando de nuestra mente, la reacción es simplemente cambiar el miedo inicial por una diversión sin fin, olvidarnos del desastre final mostrándonos ebrios de emociones, como veremos más adelante.
Los escenarios apocalípticos aparecieron en el arte en obras de pintores como El Bosco o Pieter Brueghel, el viejo, quienes con sus cuadros representaron escenas en las que personajes simbólicos, grotescos en ocasiones, mostraban la cara más macabra, cruel y sarcástica de la sociedad con la presencia de personajes alegóricos y arquetípicos y tonos en los que predominan las sombras sobre las luces.
Te propongo un paseo por unas obras que muestran una balada que nos acercan a un grotesco apocalipsis en que se relacionan la pintura, el teatro y la ópera. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!
Pieter Brueghel, el viejo. Detalle de El triunfo de la muerte. Museo del Prado.
Durante la primera parte del siglo XX surgieron los movimientos de vanguardia en la mayoría de disciplinas artísticas. En un primer momento su función fue romper con los estilos, esquemas y métodos con que el arte mostraba una realidad social que estaba sufriendo una profunda transformación incompatible con los modos tradicionales.
Así, las vanguardias aportaron una nueva mirada sobre la realidad permitiendo indagar sobre lo absurdo, lo irracional, trayendo unos planteamientos formales y estéticos nuevos y un interés continuo por la experimentación, de forma que apuntaron una interpretación simbólica de la historia y la sociedad. 
Así fueron surgiendo los -ismos, movimientos de vanguardia que se iban sucediendo unos a otros con veloz voracidad: impresionismo, expresionismo, fauvismo, futurismo, dadaísmo, cubismo, surrealismo, estridentismo, cosmopolitismo, serialismo, docecafonismo, neoclacisismo, postromanticismo, neorrealismo, existencialismo, experimentalismo y tantos otros que, de forma sucesiva han influido en ofrecer una visión social para después algunos de ellos caer en un mayor o menor olvido.
Escenografía de Georges Tsypin para El gran Macabro para el reestreno de Salzburgo (1997)
Nacido en 1998 en Ixelles (Bélgica) como Adhémar Adolphe Louis Martens, escribió todas sus obras como Michel de Ghelderode, formando la triada de grandes autores de teatro belgas junto con Maeterlinck y Crommelynck. De rígida formación católica, amó el teatro de marionetas, lo gigantes y los clowns que vio en su infancia y adolescencia, además del expresionismo alemán. Pero quizás su mayor influencia es el conocimiento de la historia medieval y la pintura de autores como El Bosco, Brueghel el viejo e incluso Valdés Leal, Velázquez y Goya que aparecen omnipresentes en su obra.
Sus primeras obras para teatro de marionetas se basaban, según confesaba el propio autor en las obras que veía de pequeño, aunque los estudiosos muestran más un interés por crear una autobiografía interesante en la anodina vida del autor. Así, Ghelderode comenzó su obra con La mort regarde à la fenêtre (La muerte ve en la ventana) en 1918 a la que siguieron Le repas des fauves (Comida de las bestias) o La farse de la Mort qui faillit trépasser (La farsa de la muerte que casi se muere) de 1925.
En La proyección mundial del teatro de Michel de Ghelderode, Roland Bayen nos ofrece unas pinceladas sobre el autor y esta última obra para marionetas. La traducción corresponde a Agustín del Moral Tejeda.




Autor de más de sesenta obras teatrales, más de cien cuentos, algunos artículos sobre arte y folclore, Ghelderode es el creador de un universo inquietante, fantástico en el que se funden lo macabro con lo grotesco y lo cruel. Por sus escenarios deambulan muñecos, diablos, maniquíes, máscaras y esqueletos acompañados por elementos y objetos religiosos y decrépitas ancianas misteriosas. 
Acompañado de estos elementos, las obras de Ghelderode muestran una sensualidad en figuras y personajes poco atractivos, con presencia de la gula y un consumo desmesurado de alcohol, la lujuria representada en personajes femeninos. Los personajes que pueblan sus obras se muestran atormentados y complicados, buscando bien su propia destrucción, bien la destrucción de los demás. Con estos mimbres crea un teatro que pretende reflejar el mundo pictórico de Brueghel y El Bosco con obras que muestran la violencia, la locura y la avaricia, la vejez y la muerte con elementos macabros y grotescos, todo ello en un formato que se alimenta de lo vanguardista y lo experimental.
Años más tarde, Ghelderode se basa en La farsa de la muerte que casi se muere para crear una de sus obras más conocidas: La balade du Grand Macabre (La balada del Gran Macabro), una comedia sobre el fin del mundo que se decanta definitivamente por los personajes y la estética de los cuadros de Pieter Brueghel el viejo hasta el punto de situar la trama en un lugar imaginario: Brueghelland
Imagen de una representación de La ballada de el Gran Macabro de Michel de Ghelderode.
Los personajes aparecen encabezados por Nekrozotar, la muerte como un vampiro que busca la destrucción de la humanidad. Proprenaz, que representa al buen vividor, al hedonista y sibarita que sólo se preocupa por su propio placer. Videbolle, un hombre castigado y golpeado que busca su libertad, junto con su esposa, la furiosa golpeadora que acaba muriendo por los ataques de los macabros. Sire Goulave es el príncipe de Brueghelland, el gobernante narcisista torpe, mal aconsejado por sus dos ministros, pero que, a la vez, es la esperanza y el futuro de su país.
Con este grupo de personajes, La balada del Gran Macabro fue estrenada en 1934 con un éxito que acabó llevando la obra a diversos países europeos y que, aunque no nos encontremos en el periodo de entre guerras en que se creó, nos habla hoy de valores por la tierra donde vivimos, de unidad, ministros corruptos y con la presencia de una muerte que aparece con su guadaña para poner a todos en su sitio y mostrarnos que no sólo Brueghelland, sino todos estamos en peligro de autodesaparición.
Nos acompaña un trailer de La balade du Gran Macabre donde podemos apreciar la presencia de estos personajes y reconocerlos y donde el idioma no es óbice para hacernos una idea de la obra de Ghelderode en una versión que se llevó a los escenarios del Théâtre Royal du Parc de Bruselas en 1992.



Quizás lo primero que nos venga a la mente cuando hablamos de Ligeti sea su música que Kubrick incluyó en 2001, Una odisea del espacio. En esta obra maestra el realizador incluyó sin permiso del compositor partes de su Réquiem, Atmóspheres y Lux Aeterna, quien acabó llevando la producción a juicio.
La peripecia vital de György Ligeti es difícil de creer en nuestros días, aunque se enmarca dentro de los momentos en que se desarrolló en el periodo de entre guerras y la posterior conflagración mundial.
En ese inmenso retablo de la música del siglo XX que es El ruido eterno, Alex Ross va desentrañando, exponiendo, significando y acercando a los lectores los movimientos que se produjeron en la música del siglo, las personalidades que los llevaron a cabo y su importancia e influencia. Sobre Ligeti, Ross comienza a hablar de su figura y su obra sintetizando su inexplicable vida hasta la huida en el exilio hacia Austria.



Cuando la Ópera de Estocolmo encargó a Ligeti una obra, este tardó una década en darle forma y estrenarla. La expectación era tal, que diversos escenarios de ópera europeos se habían asegurado el estreno en alemán, francés e inglés o en sus respectivos países antes de saber si la obra triunfaría o sería un fracaso.
Ligeti escogió para su ópera La balada del Gran Macabro de Ghelderode en un libreto elaborado ente el propio compositor y Michael Meschke. Los personajes alegóricos de la obra teatral fueron transformados en figuras más cercanas al cómic, a los personajes de ferias y cuento y al cine. 
Nekrotzar (una suerte de Drácula, Ubú Rey o incluso un Don Juan) ha salido de su tumba y se dirige a Breughelland para anunciar el Apocalipsis, la extinción de los humanos, a través de un cometa de Dios enviará a la medianoche. Llega a la ciudad que dirige el príncipe Go-Go acompañado por su ayudante Piet vom Fass, un inepto bebedor, donde se relacionará con todos los personajes: El adivino Astradamors y su ninfómana esposa Mescalina, Go-Go y sus ministros Blanco y Negro o el jefe de la policía secreta Gepopo, dos amantes enamorados o la diosa Venus.
Finalmente Nekrotzar acaba emborrachándose en el palacio de Go-Go y la noche finaliza sin mayores contratiempos.
En una entrevista que realizaron a Ligeti en 1984 para la revista Neue Zeitscrift, el compositor afirmó que "la música de Macabre no es atonal, pero tampoco es una vuelta a la tonalidad. Se aproxima al pop-art, es figurativa en cierto modo con líneas y asociaciones melódicas que se manipulan como objetos. La obra está llena de citas a la tradición, también de pseudocitas, sí, a menudo de citas falsas."
Bajo estas premisas, Ligeti otorga a cada uno de los personajes una inconfundible personalidad vocal desde el tenor bufo del ebrio Piet hasta la pareja de sadomasoquistas o los enamorados Spermando y Clitoria. Nekrotzar es un bajo barítono, mientras Go-Go, un contratenor y los ministros Blanco y Negro son personajes hablados. La diosa Venus es una soprano, igual que Gepopo, el jefe de la policía, que luce una coloratura por momentos deslumbrante.  
La orquesta que propone Ligeti suma a la percusión timbres de puerta, sirenas, un despertador, una máquina de viento o un metrónomo, comenzando la obra con un preludio para doce bocinas de coches. Quizás el autor pretendía mostrarnos un mundo decrépito con estos instrumentos no convencionales.
Tras el éxito que siguió al estreno en abril de 1978 en Estocolmo, Ligeti revisó la ópera para una nueva versión que se estrenó en el Grosses Festspielhaus de Salzburgo en 1997.
Años antes, a comienzo de la década de los noventa, Ligeti adaptó la intervención de Gepopo y otros personajes del cuadro 3 en el comienzo del Acto II en una reducción para voz de soprano y orquesta.
El texto, casi a base de palabras sueltas con que Gepopo alerta en la ópera del peligro que se avecina, pasa a tener una importancia muy secundaria. Pero visualmente es un espectáculo poder apreciar la intervención de la orquesta fuera del foso operístico. La manipulación de instrumentos, alejada de la interpretación clásica a la que estamos acostumbrados, el uso de materiales extramusicales como el papel de periódico rasgado, timbres, cláxones e incluso las voces y gritos de los músicos hacen de esta obra a la que Ligeti llamó Mysteries of the Macabre, una pieza de repertorio representativa de la música de vanguardia de la segunda mitad del siglo XX.
La soprano Barbara Hannigan, junto con la Gothenburg Symphony, protagoniza esta Misterios del Macabro en una grabación realizada en la ciudad sueca en 2013 y filmada por Màs Pär Flogelberg. Hannigan es la auténtica protagonista que canta en una tesitura alta con una coloratura difícil, mientras interpreta, gesticula para la dirección con una orquesta que la acompaña de forma espectacular. 


Si aún tienes tiempo e interés por continuar con El Gran Macabro, o si deseas volver en otro momento, incluyo una representación de la ópera con subtítulos en castellano. La grabación está dividida en dos partes, de las que te ofrezco algunas indicaciones de visualización en caso de no disponer de tiempo.
Pieter Brueghel, el viejo. El triunfo de la muerte. Museo del Prado.
El primer acto está dividido en dos cuadros. Es interesante presenciar los primeros momentos de la representación con el preludio de claxons y cómo el personaje que aparece en pantalla en la escena en primer lugar se convierte en el decorado que va a presidir el escenario a lo largo de toda la obra. 
La producción corresponde a un montaje de La fura dels Baus para El Gran Teatre del Liceu de Barcelona con Chris Merritt como Piet the Pot, Inés Moraleda y Ana Puche como los amantes Spermando y Clitoria (en algunas versiones se llaman Amando y Amanda), Wemer van Mechelen como Nekrotzar (La Muerte, el Gran Macabro), Frode Olsen como Astradamors y Ning Liang como Mescalina. La propia Barbara Hannigan que acabamos de escuchar dobla el papel de la diosa Venus y el jefe de la policía secreta Gepopo. Brian Asawa interpreta al príncipe Go-Go y Francisco Vas y Simon Butteriss son los ministros Blanco y Negro respectivamente. La Orquesta Sinfónica y Coros del Gran Teatre del Liceu están dirigidos por Michael Boder.

  
El segundo acto tiene la particularidad de que en él se encuentra la escena que Ligeti convirtió en El misterio del Macabro. A partir del minuto 15, aparece un personaje escondido en una red de camuflaje. Al descubrirse vemos que es el jefe de la policía Gepopo interpretado, como decimos, por Barbara Hannigan que interpreta, como decíamos, con subtítulos la parte que el compositor adaptó para soprano y orquesta. 
A partir de 1h 02 minutos los personajes se despiden con un passacaglia en la misma línea con que Verdi finaliza su Falstaff, el conocido Tutto nel mondo è burla (Todo en el mundo es burla) que sintetiza la moral de la obra: no hay que temer a la muerte, ya que de todas formas es inevitable. Mientras, lo único soportable es que reine siempre el bueno humor. Ligeti, y también Ghelderode, nos muestra con esta farsa que la humanidad no solo es risible y vana en sus intereses, sino que también es burda y grotesca.


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Bibliografía y webgrafía consultadas:

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