Estancias

Sin un palmo de narices

Érase un hombre a una nariz pegado
Quevedo

Somos lo que somos y como somos. Vivimos entre nuestro cuerpo y nuestra mente y así, conjugando ambos, vamos avanzando en nuestra vida. Nuestro cuerpo es como es, lo aceptamos con sus virtudes y sus defectos, mientras vamos moldeando nuestra mente, adaptándonos a nuestras circunstancias y evolucionando según ellas.
Todos los miembros y órganos de nuestro cuerpo son importantes en cuanto que realizan funciones necesarias. Hay partes del cuerpo que consideramos más importantes y necesarias, mientras que otras van pasando más desapercibidas, aunque sean igualmente imprescindibles. Pero, ¿qué ocurre si perdemos alguno de nuestros miembros? ¿Qué traumas nos produciría? ¿Cómo lo afrontaríamos?
Es el caso de la nariz, una parte importante y fundamental en nuestro organismo, con una función sensorial a la que acompaña una capacidad estética que, aunque menos importante, personalmente se nos antoja más trascendente. ¿Qué sería -pensamos- de una cara con una nariz que no encajase estéticamente en ella?
A lo largo de la historia muchas páginas se han dedicado a reflexionar, analizar o, simplemente, presentar a la nariz como protagonista. Desde el soneto de Quevedo con cuyo primer verso comenzábamos, hasta el drama de la nariz de Cyrano de Bergerac, pasando por la acusadora nariz de Pinocho o el hiperespecializado apéndice del asesino Grenouille que Patrick Süskind nos retrata en El perfume.
Pero hay una obra que va más allá. ¿Qué nos ocurriría si un día al levantarnos descubrimos que nuestra nariz ha desaparecido? ¿Qué haríamos? ¿Cómo reaccionaríamos? ¿Cómo podría enfocar el autor tan extraña situación? Podríamos encontrarnos con un relato kafkiano, o surrealista, quizás un cuadro de costumbres con crítica social o un drama trascendental.
Te propongo un recorrido por un relato literario dedicado a la nariz y una ópera basada en esa obra en compañía de Gógol y Shostakóvich. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!



Quizás la obra más particular que se refiera a una nariz sera un relato corto de Gógol con un título y tema tan curioso: La nariz.
Nikolái Vasílievich Gógol fue uno de los primeros grandes escritores de la literatura rusa, desarrollando su vida durante la primera mitad del siglo XIX (1809-1852). Su obra, con clara influencia de su Ucrania natal, manifiesta la lucha entre la tendencia pro europea y eslava que se desarrolló durante décadas en la sociedad rusa. Sus historias se presentan con frecuencia como sátiras sobre los aspectos más negativos de la sociedad y la cultura rusa, evolucionando su pensamiento hacia la búsqueda de una reforma moral o política en su país.
Posiblemente su obra más conocida sea Almas Muertas, en la que ahonda en el pensamiento reformista que veía necesitaba la sociedad rusa y la posterior radicalización de su pensamiento, que le llevó a quemar el manuscrito de la segunda parte de la obra.
Gógol se fija como modelo en la obra de E.T.A. Hoffmann y sus cuentos cargados de temas fantásticos, con un particular sentido del humor y una cierta carga de crítica social, un estilo más que conveniente en una época con una fuerte censura política.
Entre 1835 y 1842 publicó una serie de cinco relatos que fueron unidos más adelante como Historias de San Petersburgo: La avenida Nevski, El retrato, Diario de un loco, La nariz y el Capote.
En 1836 publicó el cuarto de ellos, Nos (La nariz), un cuento donde se recogen las características reseñadas anteriormente. 
¿Cómo afrontó en ese momento Gógol el relato? Aún no existía el surrealismo, aunque esta obra bien podría pertenecer a este estilo. El humor, la crítica social, un giro hacia lo surrealista en un determinado momento, retratos desmesurados y ácidos de personajes típicos de la sociedad deambulan por esta particular narración.
La historia es simple. El barbero Iván Yakovlevich, bebedor empedernido, se dispone a desayunar con su esposa. Mientras manipula el pan que acaba de hacer esta, encuentra dentro... ¡una nariz! 



Dmitri Shostakovich creció en el ambiente que rodeó a la revolución rusa y las consiguientes luchas de poder. Natural de San Petersburgo, marcó una época en la música rusa y mundial del siglo XX, con un estilo muy personal, un lenguaje musical original y avanzado, una mezcla ecléctica de estilos, formatos y escuelas, situando su obra en los límites de lo permitido por las autoridades soviéticas, siendo obligado a retractarse en ocasiones por obras que no entraban dentro de lo que se consideraba en la época estalinista el Realismo socialista
La primera de sus óperas se basó precisamente en una obra de teatro que llevaba a la escena este relato de Gógol.
Compuesta entre 1926 y 1928 y estrenada en 1930, Nos (La nariz) se basó en la obra de Gógol con un libreto que él mismo escribió junto con Evgueni Samiatin, Gheorgi Jonin y Alexander Preiss. Tras un estreno con éxito, su estilo fue acusado por la Asociación Rusa de Músicos Proletarios de formalismo, un término que se aplicaba a cualquier estilo que pareciera excesivamente occidental y burgués. Pocos años después el compositor recibió el peligroso calificativo de Enemigo del pueblo, dejando de oírse sus obras, aunque poco tiempo después volvieran a los teatros y salas de concierto.
Ilustración de Igor Oleynikov para La nariz de Gógol
La nariz sigue fielmente el relato original gogoliano con una serie de números que se alternan con interludios entre los que se desarrollan ritmos de danza como el galop, la polca o el vals, que se van alternando con arias en las que surgen gritos de los sirvientes, fugas para percusión, episodios atonales mezclados con aires ingenuos y folclóricos, buscando un incesante efecto de burla de los valores burgueses, aunque equiparándolos por momentos por los mismos fines de la música occidental vanguardista.
El primero de los acercamientos a La nariz de Shostakóvich proviene de una carátula de presentación para una producción que se llevó a cabo en el Royal Opera House del Covent Garden de Londres.
El estilo musical de la obra queda claramente reflejado en el interludio que han utilizado para este trailer. 



También nos acompaña este otro trailer para la producción que el Metropolitan Opera House de Nueva York llevó a escena y que se basa en el galop del Interludio del Acto I. Aquí las referencias a las vanguardias y al cine soviético de los años '30 del pasado siglo son evidentes.




La nariz es una obra donde se condensa el excepcional talento de Gógol, su sentido del humor y de la comicidad, su concepto de la risa como elemento al alcance de todos, sea cual sea el origen y cultura de quien lo lee. El humor como elemento que rebaja lo grande y profundo y eleva lo pequeño e insulso para igualarlos parte de la melancolía y una visión crítica de la sociedad y la vida. Ahí Gógol lo adorna con sus características más notables y destacadas: ironía, sátira, parodia y sarcasmo van acompañadas de piedad y conmiseración; la broma y el chiste se unen a la crítica de los vicios y los defectos, pero tratando a los personajes, a los que zarandea, con simpatía y comprensión.
Ilustración de Igor Oleynikov para La nariz de Gógol
Una vez centrada la acción en la aparición del apéndice nasal en el interior del pan, Gógol nos hace fijar la atención en quien será el verdadero protagonista de tan singular historia. El filosófico nombre de pila nos hace llegar a Platón Kusmich Kovalev (o Kovaliov, según la traducción), un asesor de colegio de San Petesburgo que se hace llamar Mayor, ya que le da más prestancia, busca al despertarse un espejo para controlar cómo evoluciona un grano que tenía el día anterior en la nariz. Allí descubre que no tiene su apéndice del sentido del olfato. Un drama desesperante, inesperado y de todo punto inverosímil.


La traslación que Shostakóvich hace del texto de Gógol es, en muchos momentos, casi literal. La escena anterior con el despertar de Kovalev y su descubrimiento son llevados a la partitura de forma singular por el compositor soviético. El sentido del humor, la sátira y lo paródico que recorre la obra del escritor están reflejados aquí en la partitura. 
Aunque el humor de Gógol oscila entre la risa desenfadada y soez de Rabelais y la desengañada de El Quijote, en esta escena está mucho más cerca de la primera que de la segunda, donde la crueldad se asocia con lo ridículo.
Mientras el lacayo Iván se regocija con la vista de una botella de licor, Kovalev duerme. Tanto la orquesta como el intérprete conforman unos sonidos entre ronquidos y expectoraciones que describen el sueño y su despertar. Tras el descubrimiento de la falta de nariz, le pide al lacayo que le pellizque para comprobar que está despierto. A continuación se dispone a salir a buscar su apéndice nasal.
El enlace corresponde a una representación producida por el Teatro de la ópera de Cámara de Moscú, con Eduard Lomonosov como Kovalev y Boris Druzhinin como Iván, todos dirigidos por Gennady Rozhdestvensky en 1979.



Inmediatamente después de esta escena aparece el interludio entre los actos I y II, el galop que oíamos en el trailer del MET de Nueva York y que, en este mismo escenario se presentó de la siguiente y original forma.



Casi un siglo antes del propio Kafka, un drama al más puro estilo kafkiano está en marcha. Perder la nariz es un asunto de identidad personal. ¿Cómo ha podido desaparecer? ¿Dónde puede ir uno sin nariz? ¿Cómo continuar las relaciones sociales? ¿Cómo mantener el prestigio y el reconocimiento profesional si se carece de nariz?
Afortunadamente, Gógol no utiliza el cariz existencialista propio del escritor checo, sino el de la sátira humorística que citábamos anteriormente.
Una vez que Kovalev se reconoce sin nariz, sale a buscarla desesperadamente. Visita establecimientos, avisa a la policía o acude a la redacción de un periódico para poner un anuncio por palabras. Más adelante se encuentra a su propia nariz por la calle descubriendo que esta ha desarrollado una intensa vida social y aún más, ha alcanzado un estatus social más alto que el suyo propio... ¡como consejero de estado!
En su visita a la redacción de un periódico, Kovalev se acerca al funcionario encargado de los anuncios por palabras quien lo hace esperar, cómo no, hasta que llegue su turno para ser atendido.



Además de intentar encontrar su nariz con un anuncio por palabras, Kovalev busca y encuentra al oficial de policía, quien, seguido por su ayudantes arremeten contra él y lo amenazan, mientras buscan la independiente nariz, ahora consejero, por la ciudad. La producción que nos acompaña evoca el cine expresionista alemán de los años 20 y 30 del pasado siglo con películas como El gabinete del doctor Caligari.
Los ritmos sincopados, los timbres inusuales orquestales y los gritos mientras canta el comisario dan a la escena un carácter sórdido y extrañamente onírico.
La interpretación corresponde al tenor Alexander Graf (Kravets) que canta esta singular aria del comisario.

 

El relato, que comenzó con una historia secundaria, el drama de quien encuentra la nariz, desemboca en la segunda parte, la más extensa, en el drama de quien la perdió.
Gógol muestra su dominio de la narración explicando al lector que no se encuentra ante una historia normal y que en determinados momentos hay cosas inexplicables dentro de una historia inexplicable. El final de las dos primera partes del relato es de una factura similar: "Pero aquí una niebla impenetrable envuelve de repente nuestra historia, y no podemos relatar absolutamente nada sobre lo que sucedió después".
El relato cuenta con dos finales diferentes. En el primero, simplemente se narra la aparición de la nariz de la misma y súbita manera en que desapareció.


Entre los actos II y III, la producción del Royal Opera House montó este inusual y espectacular claqué interpretado por enormes narices al que llamaron The giant tap-dancing noses scene. Aunque no lo he encontrado en otras versiones, desconozco si es original de la obra de Shostakóvich o es un encantador guiño y homenaje a la obra. Sí es para disfrutarlo como un sueño surrealista, una obsesión redundante en la mente del protagonista.



En el definitivo final de La nariz, Gógol se permite ofrecernos una serie de reflexiones sobre la historia en sí y sobre los autores que las publican.
Durante una treintena de páginas ha ido mezclando los detalles realistas con las circunstancias más inverosímiles. Las angustias del barbero y de Kovalev son tan reales como los comentarios de la gente, las aglomeraciones en la calle para presenciar el paso de la nariz o las discusiones en las tertulias, ayudando a dar verosimilitud a tan portentoso relato. La maestría de Gógol es indiscutible.



De esta manera finaliza el relato de Nikolái Vasilevich Gógol en la que Dmitri Shostakóvich se basó para realizar su primer ópera.

Retrato de Nikolái Gógol
CONTENIDO EXTRA
En primer lugar, si deseas leer el cuento completo, puedes hacerlo en este enlace: La nariz de Nikolái Gógol

Si aún tienes tiempo o quieres volver a ella en otra ocasión, dejo aquí el enlace a la versión del Royal Opera House de Londres del que se han enlazado algunas escenas.
La obra está interpretada por Martin Winkler en el papel de Kovalev, John Tomunson en los roles del barbero Iván, el oficinista de la redacción del periódico y el doctor, Rose Aldrige como la esposa del barbero y una vendedora, Alexander Kravets como el inspector de policía y un eunuco en los papeles principales, todos bajo la dirección musical de Ingo Metzmacher.
Se trata del estreno absoluto en el teatro londinense en una versión traducida cantada en inglés y con los subtítulos en ese idioma y en la que todos los que aparecen en escena llevan una nariz postiza, salvo el protagonista que, lógicamente, carece de ella. 
Poder presenciar esta versión The Nose es toda una grata experiencia.



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Bibliografía consultada:
  • www.kareol.es: Letras y traducciones de óperas y música vocal.
  • Batta, András. Ópera. Compositores, obras, intérpretes. Könemann Verlagsgesellschaft mbHl, 1999, Colonia (Alemania)
  • La nariz. Nikolái Gógol. Cuento completo en castellano.

2 comentarios:

  1. Como siempre, tus revisiones de textos y elección de vídeos, me parecen excelentes, a la par que fascinantes.
    Gracias, Miguel Ángel.

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    1. Gracias a ti por tu comentario y apoyo constante, Urbano. Es un placer saber que siempre estás ahí.
      Un abrazo :-)

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