Estancias

En la orilla del mar. 9 interludios marinos

Las playas se han convertido en un destino y un refugio en los meses más calurosos del año.
Temperaturas más suaves que en el interior, el hecho de poder alternar los baños de sol con los del agua del mar, los aspectos lúdicos, recreativos y sociales que nos aportan, hacen que las playas se hayan popularizado hasta erigirse en puntos de destino, descanso y encuentro.
Pero las playas y el mar del que forman parte han sido desde hace milenios un punto de encuentro entre civilizaciones. El Mediterráneo, los mares que comunican los innumerables archipiélagos del sudeste asiático o los atolones del pacífico han sido lugares donde el comercio o la pesca han propiciado el intercambio entre civilizaciones.
Más adelante, los pueblos costeros se dedicaron casi en exclusividad a las labores de pesca, siendo el turismo de playa un descubrimiento relativamente reciente.
Pero... ¿Quién conoce todos los secretos del mar? ¿Hay alguien a quién se les haya desvelado? El continuo movimiento, el ir y venir de las olas, las desconocidas profundidades, los cambios de humor que lo llevan de una placidez exquisita a los más violentos y repentinos movimientos
Te propongo un paseo por la orilla del mar en compañía de nueve interludios marinos, unos musicales y otros literarios. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Joaquín Sorolla. El balandrito (1909)
¿Quién conoce los secretos del mar? Muchos autores han dedicado libros y composiciones a mostrarnos qué recuerdos les evoca, qué experiencias sacaron, qué les transmite el mar.
En una carta dirigida a su editor y amigo Jacques Durand, Debussy le confesaba poco antes del estreno de La mer (El mar): "El mar ha sido muy bueno para mí. Me ha desvelado todos sus caprichos".
Compuesta entre lugares costeros como Bechain, Jersey y Dieppe, Claude Debussy estrenó en 1905 La mer, una obra que tuvo críticas adversas, y que el paso del tiempo ha colocado en su lugar como una de las obras fundamentales del autor y de los primeros años del siglo XX. 
La mer es subtitulada por su autor como Tres bosquejos sinfónicos para orquesta y su estructura continúa en la línea de Debussy y sus innovaciones compositivas sobre la armonía frente al sistema tonal que aún predominaba, el uso de escalas poco habituales, la mayoría de ellas provenientes de culturas orientales y el tratamiento de la textura o la dinámica, buscando distintas atmósferas y sensaciones. Así, su obra fue catalogada en su tiempo como impresionista, un adjetivo que el compositor negó en diversas ocasiones.


Claude Debussy en la playa
La mer se divide en tres movimientos: De l'aube à midi sur la mer (Del alba al mediodía sobre el mar), Jeux de vagues (juego de olas) y Dialogue du vent et de la mer (Diálgos del viento y el mar).
Juego de olas posee una sonoridad de fondo inamovible que se desarrolla en una superficie dinámica. El acorde inicial se va desarrollado con sutilidad con efectos tímbricos y gradaciones dinámicas (intervalos de quintas ascendentes y descendentes, arpegios de arpa y carillón) de la misma forma que el mar, continuamente cambiando, pero siempre el mismo. No hay melodías, sino pequeñas partículas que se yuxtaponen y generan esa sensación de movimiento continuo de las ondas del mar.
Nos acompaña en este Jeux de vagues de La mer de Debussy una interpretación del Ensemble Lucerne Festival Orchestra grabada durante el festival de verano de la citada ciudad suiza en 2003 a las órdenes de uno de los grandes directores de la última mitad del XX, Claudio Abbado. Las olas van, vienen, se cruzan hasta casi desaparecer.

¿Qué es el mar? 
Bajo las palabras Qual è lincarnato dell'onda? de Valerio Magrelli, Mario Benedetti se pregunta qué es el mar, buscando no sólo su presencia, sino también su esencia.
El escritor uruguayo no sólo se siente atraído como tantos otros por el mar, sino que es consciente de que poco conocemos de él. Nos atrae hasta su orilla, lo sentimos por su olor, nos salpica la piel y entramos en su juego refrescante, mientras pensamos qué podríamos encontrar en la orilla que se opone a la que estamos. Pero a la vez llega a ser terrible y destructor, oculta secretos y misterios. Cuando creemos que lo vamos conociendo nos hacemos conscientes de que más lo desconocemos, más nos atrae desentrañarlo y desvelarlo.


Muy alejado de la estética de Debussy, Benjamin Britten se acercó en diversas ocasiones al mar que tan cerca tuvo desde su infancia.
Su ópera Peter Grimes, que nos ha visitado en el blog en Manipulación e incomprensión con Eco y Britten presenta una dura historia dentro de un ambiente marino. Basada en el poema The borough (La aldea) de George Crabbe, la ópera se centra en Peter Grimes, un pescador solitario repudiado por sus convecinos sufre por ser como es, consciente de que ama y lastima a la vez.
En esta ópera el mar se presenta como un protagonista de fondo. No es el mar de Debussy, sino un elemento amenazante, cargado de bruma con el que los habitantes de Aldeburgh, en la costa del este de Inglaterra de alrededor de 1880, no quieren tener nada que ver. Lo rechazan en su violencia, en su dureza que se ha llevado a tantos marineros, en lo sórdido, las mismas cualidades por la que repudian al protagonista.
Dentro de esta obra Britten incluyó seis interludios que logran transmitir sólo con la música de la orquesta el desarrollo de la trama y la caracterización de los personajes de una manera inquietante. Posteriormente los convirtió en Cuatro Interludios Marinos y Pasacalles para llevarlos a las salas de conciertos. Estos interludios son: Dawn (Amanecer), Sunday morning (Mañana de domingo), Moonlight (Claro de luna) y Strom (Tormenta) a los que se une Passacaglia.
Con el primero de los interludios, Dawn, Britten abre la ópera. En escena, una calle de Aldeburgh, la aldea de pescadores, que da al mar. Una suave melodía en los violines es contestada por el arpa que se mueve sobre las cuerdas y el metal. Britten evoca la quietud del mar en una mañana de niebla con dos temas que serán los que utilice en la escena que le sigue. Comienza un nuevo día de pesca. 
La interpretación corresponde a la Boston Symphony Orchestra dirigida por otro de los grandes del siglo XX, Leonard Berstein en una grabación de 1989 recogida en el álbum The final concert.



La llamada del mar es tan antigua como las primeras civilizaciones que lo cruzaban para las relaciones comerciales. Pueblos que atravesaban los mares como el Mediterráneo o los del sudeste asiático, que necesitaron aprender los rudimentos de la navegación marítima para comerciar y que fueron realizando los primeros intercambios culturales forman parte de la historia.
Más durante siglos, las pequeñas localidades costeras dedicaron sus esfuerzos y sus trabajos a los relacionados con lo que el mar les podían ofrecer: la pesca. Desde las que se dedicaban a la pesca de bajura, con pequeñas embarcaciones que iban y venían con una pesca diaria que respetaba la continuidad de la profesión, hasta la de aquellas que se especializaron en la captura de peces o cetáceos en lugares lejanos.
Este trabajo originó una profesión de hombres duros, aguerridos y valerosos que dedicaron su vida y, en algunos casos la perdieron, a su medio de trabajo.


Joaquín Sorolla. Cap Martí (1905)
Amante de la aventura, la caza, la pesca y los toros, Ernest Hemingway se presentó como un gran narrador con algunos libros de relatos cortos como Men without women (Hombres sin mujeres, 1927), The fifth column and the first forty-nine stories (La quinta columna y los primeros cuarenta y nueve cuentos) en el que se incluye Las nieves del Kilimanjaro. Con For whom the bell tolls (Por quien doblan las campanas), ambientada durante la guerra civil española entra en la novela con gran éxito, a la que siguió años más tarde The old man and the sea (El viejo y el mar), que terminó de consolidar su fama hasta conseguir el Premio Nobel de Literatura. A moveable Feast (París era una fiesta) o To have and have not (Tener o no tener) son otras de sus novelas más conocidas.
El viejo y el mar es una narración épica, la historia de un anciano pescador, Santiago, que lleva 84 días sin pescar nada, a quien los padres han retirado a su ayudante y que se enfrenta solo a una jornada de pesca en los mares de Cuba.
Hemingway describe el momento en que Santiago se echa solo a la mar, la oscuridad que aún le acompaña, las sensaciones que le transmiten los peces voladores y las aves, su medido esfuerzo de avezado pescador y, sobre todo, el nombre que le da. La mar en lugar de el mar, una expresión tan de nuestro idioma que acerca afectivamente a quien la utiliza. Son pueblos de pescadores.




Basada en la novela corta de Thomas Mann, Tod in Venedig (Muerte en Venecia), de la que Lucino Visconti realizó una inolvidable versión cinematográfica (Morte a Venezia, 1971), también Benjamin Britten la adoptó para convertirla en una ópera que se estrenó en 1973.
Tratando el tema de una historia en que el escritor Gustav von Aschenbach, que presiente su propia muerte, se enamora del joven Tadzio, Britten desarrolla un significado más profundo: el conflicto entre la belleza y la pasión, entre Apolo y Dionisio. Para ello, Britten muestra toda la obra desde el punto de vista de Aschenbach, el papel de Tadzio lo encarna un bailarín para aludir al poder de atracción dionisíaco, mientras varias figuras se interpretan por el mismo cantante e intérprete en una muestra de los diversos pensamientos que se cruzan en el protagonista.
Aquí, la ciudad de Venecia y sus playas alrededor de 1910 muestran los inicios de esos veraneos que llevaban a la orilla del mar a personas de una determinada clase social. Ese encuentro de cuerpos en la orilla, recordemos la mirada de Aschenbach, el diálogo que se produce entre Apolo y Dionisio, los coros de personajes que deambulan por la playa, los aprovecha Britten para entablar un diálogo en la Escena Séptima que titula The feasts of the sun. The games of Apollo (Las fiestas del sol. Los juegos de Apolo). Aquí los cuerpos de los mortales se transmutan en los cuerpos de los dioses.
En la playa de El Lido, con un Aschenbach durmiente, la ensoñación se apodera de él. Tadzio se mueve sobre la melodía que canta el coro.
Voces de hombres y mujeres entonan prácticamente un verso cada voz, hasta detenerse y recrearse en la palabra inicial del último verso, Reflections, que se convierte en un motivo repetitivo, una suerte de arabesco. Merece la pena seguir la letra.


El enlace de Death in Venice de Britten pertenece a una producción de Deborah Warner con la Orquesta y Coros de la English National Opera llevada a cabo en The London Coliseum en junio de 2013 con John Graham-Hall como Aschenbach y Sam Zaldivar como Tadzio, todos dirigidos por Edward Gardner.



Apenas termina este coro, la voz de Apolo lo reafirma:


En las fiestas del sol,
los cuerpos de mis devotos
compiten en fuerza,
agilidad y habilidad.

Es el momento en que esos jóvenes de la playa, interpretados por bailarines, comienzan bajo las palabras del coro a realizar las pruebas de los deportes clásicos griegos: carrera, salto de longitud, lanzamiento primero de disco, después de jabalina y, por último, lucha. Lo cotidiano se ha transmutado en clásico, los juegos juveniles en ejercicios olímpicos. 


Katsushika Hokusai. La gran ola (1830-1833)
Con el paso del tiempo, la estancia en la playa, el hecho de pasar el verano o unos días de él, se ha convertido en una costumbre. Se huye de la residencia habitual, se buscan temperaturas más agradables junto a la costa, se establecen nuevas relaciones o se retoman las de años anteriores.
La playa se ha convertido en un destino deseado y las zonas antaño despobladas se encuentran atestadas de turistas y veraneantes.
Pero hubo un tiempo en que los primeros que se acercaron, como decíamos antes, eran familias provenientes de un determinado estatus social que, con el paso del tiempo, se ha ido generalizando a prácticamente todas las capas sociales, frente a aquellas que comenzaron a pasar la época estival en ellas.
John Banville supo que quería ser escritor desde pequeño. Tras sus estudios secundarios comenzó a trabajar en una compañía aérea con el fin de viajar por todo el mundo. Años mas tarde, regresó a su Irlanda natal donde trabajó como periodista en The Irish Press hasta que publicó su primer libro, Long Lankin. Con El mar, que recibió el Iris Book Awards como mejor novela del año, Banville narra una historia en la costa irlandesa en la que un hombre se refugia tras perder a su esposa víctima de un cáncer, regresando al pueblo donde pasaba los veranos en su infancia. Esta huida se vuelve en evocación del pasado, trayendo a su memoria un misterio que le hace volver a recordar qué ocurrió en aquel verano.
Esta evocación lo lleva, en un primer momento, a recordar cómo era la vivienda, los baños en la playa y sus padres en aquellos años en que aún había pocas familias que fueran, no a veranear, sino a pasar los veranos.



Y una vez en la playa, la música nos atrae.
Original de Cuba, datada la primera de ellas a mitad del XIX, la habanera es un tipo de canción de tempo lento en compás binario, con un ritmo a base de corcheas con puntillo y semicorcheas que suele ser interpretada de forma individual o por agrupaciones vocales, aunque no dejan de existir versiones puramente instrumentales.
Considerada un cante de ida y vuelta, las habaneras se han popularizado a lo largo del siglo XX especialmente por la zona de Cataluña y Levante para grupos corales o bandas de música, aunque tuvieron un reflejo en la música francesa, como la famosa L'amour est un oiseau rebelle de la Carmen de Bizet o composiciones instrumentales de Debussy o Ravel.
Ese origen en la otra orilla del Atlántico y su sentido como cante de ida y vuelta se manifiesta en una composición como Habanera salada de Ricardo Lafuente Aguado, una obra en la que muestra un contraste entre el salobre sabor de las salinas de su Torrevieja natal y el dulzor de la caña de azúcar cubana. 
La agrupación vocal Kromatika de Guadalajara nos acompaña con su interpretación de Habanera salada en el 33º Certamen Coral Fira de Tots Sants de Cocentaina en Alicante.

También la playa, su estancia en ella durante el verano, es una época diferente de la habitual. El encuentro con otras personas distintas de las que solemos tratar, la vida al aire libre en que se conjugan el agua, el sol y la refrescante vida nocturna, hacen que la playa sea en ocasiones un momento que marca el paso de la infancia a la adolescencia, un momento de iniciación donde se rompe, se difumina una edad, una experiencia, mientras surge otra diferente.


Boceto escenográfico de Ruodi Barth para Peter Grimes. Ópera Municipal de Wiesbaden (1959)

Ese paso de la niñez a la vida adulta lo refleja Erri de Luca en Los peces no cierran los ojos, una novela poco extensa en la que el protagonista recuerda uno de sus veranos, el de sus diez años, en una playa cercana a Nápoles donde se enamora por primera vez, en esa lucha que se mueve entre querer seguir siendo un niño y desear ser un adulto. 
En compañía de un pescador poco comunicador y escueto en palabras, el chico va observando el mundo junto a los libros de su padre, cruzando su historia con una muchacha también lectora con la que traba amistad. Los recuerdos,  las heridas que dejan los desafíos y las cicatrices que quedan se muestran en Los peces no cierran los ojos.




El último interludio marino nos lleva de regreso a la música de Britten para su Peter Grimes
El comienzo del acto III viene marcado por un nuevo interludio, Moonlight (Claro de luna) que evoca el escenario de la noche de verano en que se va a desarrollar la primera escena. Las cuerdas evocan la calidez y serenidad de la noche, los reflejos de la luna en el agua, añadiéndose más adelante las trompetas y un xilófono, creciendo la atmósfera musical en intensidad y sugiriendo una violencia que sólo aparecerá a lo largo de la escena siguiente. Poco a poco, la música va desapareciendo.
De nuevo, la interpretación corresponde a la Boston Symphony Orchestra bajo la dirección de Leonard Berstein en la grabación en directo que se recogió en el álbum The final concert.



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Bibliografía y webgrafía consultadas:
  • www.kareol.es: Letras y traducciones de óperas y música vocal.
  • Batta, András. Ópera. Compositores, obras, intérpretes. Könemann Verlagsgesellschaft mbHl, 1999, Colonia (Alemania).
  • Hemingway, Ernes, El viejo y el mar. Ed. Debolsillo (Punto de lectura), 2018.
  • Banville, John, El mar. Ed. Alfaguara, 2019.
  • De Luca, Erri, Los peces no cierran los ojos. Ed. Seix Barral. Barcelona 2012. 

2 comentarios:

  1. Un gran paseo por las profundidades del inmenso mar... gran post Miguel 💖🐾

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    1. Mucha literatura y música, además de otras representaciones artísticas nos ha dejado el mar y la fuerza con que nos atraen sus orillas.
      Un abrazo :-)

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