Estancias

Más que paisajes

En el paisaje del antiguo maestro
los árboles tienen raíces bajo el óleo,
el sendero conduce de verdad a su final.
Wislawa Szymborska

¿Tenemos la posibilidad de captar la realidad? ¿Somos capaces de aprehenderla? ¿Quizás nos acercamos a ella pero no lo suficiente para pensar que la apreciamos en su totalidad?
En Opiniones Contundentes, el escritor Vladimir Nabokov recoge, entre otras, una entrevista que le realizaron para la BBC en 1962 en la que le preguntaron qué es para él la realidad. En su respuesta la define como un asunto muy subjetivo, una suerte de acumulación gradual de información, añadiendo:

Se puede ir un acercando más y más a la realidad, pero nunca puede uno acercarse lo suficiente porque la realidad es una sucesión infinita de pasos, de niveles de percepción, de falsos sondeos, y por tanto, inextinguible, inalcanzable.

Ante una situación tan complicada y compleja, pensemos en algo más asequible. Situémonos ante un paisaje, bien en plena naturaleza, bien en uno que haya sido creado por el ser humano. Al contemplarlo, ¿logramos captarlo en toda su esencia? ¿Estamos en condiciones de discernir todos los elementos que lo forman, de hacernos cargo de todos sus detalles, de apreciarlos con nuestros sentidos?
Si lo captamos y capturamos con algún medio como una fotografía, ¿se aproxima a esa realidad? ¿La refleja tal como la apreciamos? Posiblemente no, quizás llegue a evocarla y nos recuerde la experiencia de verla, pero sin llegar a captarla tal como la percibimos.
¿Y el arte? Un cuadro, una pieza musical o una descripción literaria, ¿reflejan la realidad? ¿Deben reflejarla? Quizás la función del arte no sea reflejar la realidad, sino crear una realidad propia que nos la devuelva, como en un espejo, tal como la percibimos, o como el autor piensa que debe ser percibida.
Desde las primeras pinturas rupestres se ha representado en infinidad de ocasiones la idea y la visión que tenemos de la realidad en los anhelos, los deseos o la emoción que nos ofrece.
Te propongo acercarnos a unos paisajes literarios y musicales que intentan, y lo consiguen, superar la realidad en que se encuentran inmersos. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!

Vincent van Gogh. La cosecha (1888). Museo van Gogh, Amsterdam

Nacida como Marguerite Cleenewerck de Crayencour en Bruselas a comienzos del siglo XX y conocida como Marguerite Yourcenar, sus obras nos han acompañado durante medio siglo de producción que se ha movido entre la poesía, la novela y obras teatrales, además de acercarnos con sus traducciones a la obra de otros autores. 
Conocida por obras como Memorias de Adriano, donde retrata al emperador romano nacido en nuestras tierras; Opus Nigurm, que trata sobre el alquimista y filósofo Zenón y cómo afrontó los problemas del conocimiento, o Mishima o la visión del vacío, una de sus últimas obras sobre el escritor japonés, la obra de Yourcenar nos acerca a un humanismo cargado de reflexiones profundas y bien documentadas.
Incansable viajera, fue publicando una serie de relatos, fábulas y leyendas que fueron como atrapadas al vuelo en diversas revistas y que recopiló en 1938 en Cuentos orientales y revisó en 1963, conformando una suerte de paréntesis dentro de su obra, un oasis de prosa poética en su universo literario. La mirada a la realidad desde el filtro de lo mítico y la ensoñación están presentes en la amalgama de relatos que aparecen en esta colección que se mueve, como su título indica, en ámbitos y culturas que van desde los próximos Balcanes hasta el más Lejano Oriente.
Para escribir Cómo se salvó Wang-Fô, el primero de los relatos, Yourcenar se inspiró en un apólogo taoísta de la China milenaria y fue publicado por vez primera en la Revue de Paris en 1936.
En él se narra la asombrosa capacidad del anciano Wang-Fô para la pintura y el hecho de que amara la imagen de las cosas o las personas más que a ellas mismas. Ayudado por su fiel y devoto Ling, el viejo maestro es apresado y condenado por el Hijo del Cielo, el Emperador del Reino de Han, quien le explica los motivos por los que le condena.


Yourcenar concluye este relato sobre cómo alcanzó la salvación el anciano maestro Wang-Fô gracias a su habilidad con la pintura.

Wang Jian. Paisaje en el estilo de los antiguos maestros (siglo XVII)
La relación entre música y pintura es innegable, y de modo especial con el universo de la ópera, en el momento en que para sus representaciones se utilizan decorados que han sido realizados en multitud de ocasiones por pintores de reconocido prestigio. Aún así, hay algunas óperas en las que, dentro de sus argumentos aparecen pintores o pinturas. 
En la producción de Giacomo Puccini podemos encontrar, en el comienzo de La Bohème cómo el pintor Marcello está terminando su cuadro El paso del Mar Rojo y, en su desesperación, con las manos ateridas de frío en la helada buhardilla exclama:

Questo Mar Rosso mi ammollisce
e assidera come se addoso
mi  piovesse in still.
'er vendicami, affoun un Faraon!

(Este Mar Rojo me empapa
y me deja aterido de frío como si
me cayese encima, de un golpe.
Para vengarme, ahogaré al Faraón.)

Pero quizás el personaje relacionado con la pintura más conocido de la obra de Puccini es Mario Cavaradossi, el pintor enamorado de Tosca de la ópera homónima. 
En el primer acto, Cavaradossi está terminando un cuadro sobre María Magdalena para la iglesia de Sant'Andrea delle Valle. El sacristán que lo acompaña cae en la cuenta de que el retrato es la viva imagen de una de las personas que iban a rezar en los últimos días, mientras el pintor nota cómo, aún con distintas facciones y color de pelo, guarda un parecido con su amada. Así, surge una de las arias de esta ópera, Recóndita armonía
Es el tenor Plácido Domingo quien nos acompaña interpretando este aria en una producción del Metropolitan Opera House de Nueva York con dirección escénica de Franco Zefirelli y unos decorados que reproducen con gran verosimilitud la iglesia original en que se desarrolla este primer acto de la ópera.


Si el texto de Marguerite Yourcenar nos sumergía con su prosa poética en el mundo de Wang-Fô, damos un giro para contemplar un nuevo paisaje, en este caso literario.

Alfred Sisley. Claro de un bosque (1895). Museo Thyssen-Bornemisza

Galardonada con el Premio Nobel de Literatura en 1996, Wisława Szymborska (1923-2012) desarrolló su vida y su pasión literaria en Cracovia, ciudad a la que se trasladó su familia en plena infancia.  
Comenzó su carrera literaria publicando poemas en diversas revistas, en algunas de las que llegó a trabajar como secretaria, ilustradora y donde llegó a publicar una columna de crítica. Compaginó su labor literaria con su filiación al Partido Obrero Unificado Polaco, del que se acabaría distanciándose mientras establecía contactos con disidentes e iniciaba su colaboración con revistas como Kultura, que se publicaba en París.
Entre sus obras podemos destacar los poemarios Por eso vivimos, su primera obra que hubo de adaptar a los dictados de la censura y de la que renegaría más tarde, Preguntas a mí misma, Llamando al Yeti, Sal, Si acaso, Gente en el puente o la última de ellas, Aquí , publicada en 2009.
Ya nos acompañó en este blog en Aquel viaje que (no) hicimos, donde compartía publicación con obras de Cortázar y músicas de Rossini, Sánchez-Verdú y Fernández Caballero.


En Paisaje con grano de arena se recoge una selección de poemas de algunos de sus libros que pasean su mirada inquieta, novedosa y aparentemente ingenua con palabras que se refieren a la realidad, evitando la escritura lírica propia del estilo en verso. Así las poesías de Szymbroska son como pequeños tratados filosóficos que parten de una reducción del universo a lo que podemos apreciar en nuestra experiencia cotidiana.
Si en Cómo se salvó Wang-Fô, Marguerite Yourcenar nos habla con una elevada prosa poética, Szymbroska nos habla de la profunda transformación de lo que se representa en lo representado, la insospechada idea de que lo observamos tiene una vida más allá de lo que vemos. Así, la escritora polaca logra que la poesía se convierta en algo más que un poema.


Además de las obras de Puccini, otras óperas nos presentan como protagonistas a diversos pintores. En 1938, Paul Hindemith estrenó en Zurich Mathis der Maler (Matías el pintor), una obra cuyo protagonista era el pintor renacentista alemán Mathias Grünewald y de cuya obra realizó una sinfonía antes de terminar la composición.
También Vincent van Gogh ha sido protagonista de varias óperas entre las que podemos destacar la del compositor finlandés Einojuhani Rautavaara y de la que tratamos en Homenaje a van Gogh.  También el compositor finés reutilizó parte de la música de su ópera Vincent (1990) para convertirla en su 6ª sinfonía, Vincentiana dos años después.

Paisaje. Fotografía. La Palma del Condado, abril de 2021

De esta obra sinfónica nos acompaña, para despedir esta reflexión sobre el paisaje y la pintura, su 4º y último movimiento, Apotheosis, en un enlace en el que podemos apreciar algunos de los cuadros de paisajes realizados por el pintor holandés. 

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Si te apetece leer el cuento completo de Marguerite Yourcenar, puedes hacerlo clicando en el enlace Cómo se salvó Wang-Fô

Bibliografía y webgrafía consultadas:
  • Yourcenar, Marguerite. Cuentos orientales. Ed. DEBOLSILLO (Punto de Lectura), 2008.
  • Szymborska, Wisława. Paisaje con grano de arena. Ed. LUMEN, traducción de Ana María Moix, Wojciech Slawomirski y Jerzey Slawonmirski, 2008.

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