Estancias

Un Concierto Barroco con Vivaldi

Hay obras que pertenecen a nuestra cultura colectiva y son conocidas en mayor o menor grado por todos. De alguna forma pasan a formar parte de cada uno de nosotros.
La Quinta o la Novena Sinfonía, El Mesías, Las Cuatro estaciones, La Pasión según San Mateo, La traviata, El barbero de Sevilla, La valquiria o Las bodas de Fígaro , por citar algunas, son obras musicales de las que casi no es necesario nombrar a su autor, que prácticamente todos hemos oído en parte y somos capaces de reconocer e incluso tararear alguno de sus pasajes.
A este grupo podemos añadir piezas extraídas de otras obras y que, podríamos decir, se han independizado de aquellas a las que pertenecen originalmente: El brindis de La traviata, La donna é mobile, Una furtiva lagrima, Nessum dorma, O mio babbino caro o la Habanera de Carmen pertenecientes al mundo de la ópera, o El vals de las flores o la Danza del Hada de Azúcar de El Cascanueces de Tchaikovsky o algunas momentos de La consagración de la primavera que surgen de los ballets.
Entre estos compositores cuyas obras han pasado a formar parte de nuestra cultura de encuentra Vivaldi, un compositor veneciano del que cada verano se recuerda el día de su fallecimiento el 28 de julio de 1741, fecha que se va aproximando ya a casi tres siglos. El paso del tiempo no ha hecho olvidar obras como la citada Las cuatro estaciones, una de las composiciones más grabadas en toda la historia de la música. ¿Qué hace que un compositor fallecido hace casi tres siglos tenga una de las obras musicales más escuchadas a lo largo de los siglos XX y XXI?.
Te propongo recordar la figura de Vivaldi al cumplirse el aniversario de su fallecimiento con una intersección a tres bandas: El escritor Alejo Carpentier, el propio compositor veneciano y el emperador mexicano Moctezuma, todos unidos por la obra Concierto barroco. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Nacido en la suiza Lausanna y fallecido en París, hijo de un arquitecto francés y una profesora rusa, Alejo Carpentier y Valmont vivió desde su infancia en Cuba, donde comenzó a trabajar como periodista para pasar más adelante al mundo de la creación literaria y contribuir con sus obras a la renovación del lenguaje literario hispanoamericano. Su vida se desarrolló entre Cuba, Francia y Venezuela, aunque con estancias esporádicas en Haití, México o España.
Fruto de estos viajes tuvo experiencias con el movimiento surrealista francés que acababa de comenzar y conoció el mestizaje americano, que desembocaron en un estilo que el propio Carpentier bautizó como Lo real maravilloso que, en el fondo, es radicalmente diferente de lo que se llamó el Realismo mágico durante el boom de la literatura latinoamericana.
Su primera obra, publicada en 1933, fue ¡Ecué-yamba-ó! un relato en que ya se aprecia su estilo alternando las descripciones naturalistas con metáforas del Futurismo más vanguardista. 
En El reino de este mundo Carpentier se centró en el tema de la revolución de Haití, aunque describiendo en su prólogo el concepto de Lo real maravilloso, un recurso híbrido entre su fascinación por el barroco, sus relaciones con el surrealismo y sus experiencias con lo más profundo de la cultura americana. Así, Lo real maravilloso supone para Carpentier una sensación de sorpresa frente a lo inesperado, lo inusual o, incluso, lo improbable, situaciones que surgen con una manipulación consciente de la realidad, la propia percepción del escritor o por intenciones sobrenaturales que provocan el surgimiento de situaciones diferentes a lo que podríamos denominar lo normal.
La obra que nos acerca hoy a Vivaldi es Concierto barroco, un novela publicada en 1974 y que bebe de Lo real maravilloso de una forma magistralmente inigualable.
Un indiano mexicano de pleno siglo XVIII, a quien se llama el Amo, y su negro criado Filomeno emprenden viaje a la austera España para luego dirigirse a Venecia en busca de los carnavales. Allí coinciden con el mismísimo Antonio Vivaldi a quien acompañan en un primer momento Jorge Federico (Händel) y Scarlatti siendo testigos y partícipes de uno de los más singulares, delirantes y rocambolescos conciertos barrocos de la historia de la ciudad italiana, y al que pudimos asistir sobrecogidos en este blog en Una góndola en Venecia.
Una vez finalizado tan singular concierto, los protagonistas acaban, entre etílicas libaciones, tratando sobre el personaje del que el indiano está disfrazado para el carnaval: Moctezuma, el gobernante de los mexicas cuando llegó Hernán Cortés al país.
Allí se plantea el pelirrojo Vivaldi llevar el personaje a la escena operística, introduciendo un cambio en los temas y protagonistas habituales, mientras el sajón Händel o Filomeno meten baza en la conversación.


Antonio Lucio Vivaldi nació y vivió en Venecia, posiblemente el 4 de marzo de 1678. Estudió con su padre que era violinista de la catedral. En 1703 se ordenó sacerdote, lo que hizo que, siendo pelirrojo, lo llamaran Il petre rosso (el cura pelirrojo).
Llegó a componer alrededor de ochocientas obras entre las que destacan más de cuatrocientos conciertos, entre los que se encuentra su celebérrima Las cuatro estaciones y medio centenar de óperas.
Pese a ser ordenado sacerdote, Vivaldi apenas si ofició misas. En ocasiones hubo de abandonarlas debido a problemas de asma, por lo que hubo de justificar su actitud, llegando a escribir en una carta dirigida a Bentivoglio tras ser acusado de no oficiarlas siendo sacerdote: 
«No he dicho misa por espacio de veinticinco años y no tengo intención de volver a hacerlo, no por causa de prohibición u ordenanza alguna, sino por mi propia voluntad, a causa de una enfermedad que he sufrido desde la infancia y que todavía me atormenta.
Después de haber sido ordenado sacerdote, dije misa durante un año, pero posteriormente decidí no volver a decirla por haber tenido en tres ocasiones que abandonar el altar antes de concluir el sacrificio a causa de mi enfermedad.»


Siguiendo el relato de CarpentierVivaldi compuso la ópera Motezuma como un Dramma per musica in tre atti (Drama para música en tres actos) que se estrenó en el Teatro Sant'Angelo de Venecia en noviembre de 1773, perdiéndose las partituras y quedando solo el texto poético. 
Fue en 2002 cuando se descubrieron más de cincuenta y cinco mil páginas de partituras inéditas que formaban parte de los archivos que Adolf Hitler atesoraba en la Sing-Akademie zu Berlin y que fueron saqueados por el Ejército Rojo y trasladados a la biblioteca del Conservatorio de Kiev, donde fueron sacados a la luz. Allí se encontraron más de quinientas partituras de la familia Bach y obras e Telemann, Händel y Vivaldi entre otros compositores, además de otras obras literarias de Schiller o Goethe, según recoge Laura Elizabeth Espíndola Mata en  Motezuma, la ópera mexica de Antonio Vivaldi y Girolamo Giusti. Entre esas obras se encontraron las partituras perdidas de esta ópera.
El estilo de Motezuma es habitual en la época, combinando de forma principal cierto gusto por lo histórico con el tema heroico, aunque sin buscar un realismo histórico y presentando en un segundo plano el desarrollo de un relato amoroso entre los protagonistas.
Nos acercamos a la ópera Motezuma de Vivaldi con su Sinfonía de inicio -aún no la llamaba el compositor obertura-, dividida en tres partes:
Sinfonía I: Allegro.
Sinfonía II: Andante molto.
Sinfonía III: Allegro.
Se trata de una grabación de Il Complesso Barocco dirigido por Alan Curtis y la imagen que la acompaña es Asia, un detalle de Apolo y los Continentes de Giovanni Battista Tiepolo.


Alejo Carpentier se inculcó de un mestizaje complejo que se deja traslucir en su obra. En América Latina se relacionó con los campesinos, blancos y negros, recogiendo algunas costumbres y modos de vida de sus habitantes, además de participar en grupos relacionados con actividades artísticas que tenían algunos fines políticos por lo que estuvo en prisión por oponerse al gobierno cubano y hubo de exiliarse a Venezuela.
Su estancia en Francia le llevó a relacionarse con los surrealistas, entablando amistad con los escritores Louis Aragon, Tristan Tzara o Paul Eluard, los pintores Picasso, Chirico o Tanguy o los músicos Darius Milhaud o el brasileño Heitor de Villa-Lobos. Así, Carpentier llegó a escribir tanto en español como en francés, además de realizar trabajos relacionados con la crítica musical. 
En Concierto barroco, Carpentier lleva a un grado de virtuosismo su estilo de Lo real maravilloso. Las exuberantes y recargadamente barrocas descripciones de ambientes, sensaciones, alimentos o aromas del caribe mexicano o la carnavalesca Venecia frente al austero y castellano Madrid; las prolijas descripciones relacionadas con la música, los saltos adelante y atrás en un tiempo tan maleable como el autor desee a la vez que anacrónico en el que aparecen los personajes reseñados que se acercan, por ejemplo a las tumbas de dos enterrados en Venecia como Wagner y Stravinsky para comentar sus obras y sus opiniones sobre la música en general y la de Vivaldi en particular.


Tras la conversación anterior el tiempo se comprime y desaparece. Al despertarse, el indiano, ya sin su disfraz de Montezuma, y arreglarse se dirige al Teatro de Sant'Angelo donde asiste a un ensayo de la ópera ya finalizada. Aquí Carpentier imagina y describe el ensayo de una ópera que estaba desaparecida en el momento de escribir la novela y de la que sólo se conocía el libreto con el texto. La presencia de Vivaldi dirigiendo e interpretando el violín, el decorado de un teatro veneciano que pretende representar una obra desarrollada en México, algunas incongruencias históricas que el crítico ojo del indiano observa o el aria con que el jefe de los mexicanos entra en escena tras la sinfonía inicial, centran el texto que nos acompaña.


Una vez que el cardenal veneciano lo excusó de oficiar misas, Vivaldi se centró en su trabajo como director musical del Ospedale della Pietá de Venecia, un convento, hospicio y orfanato donde enseñó a las huérfanas y compuso conciertos y oratorios para los conciertos semanales que le dieron notabilidad durante los más de treinta años que colaboró con la institución. Allí Vivaldi componía sus obras en función de los instrumentos que tocaban las alumnas, cuyas aptitudes las llevaron a ganarse la vida como intérpretes en distintos lugares gracias a la experiencia adquirida.
A partir de 1713 comenzó a alternar este trabajo con el de empresario y compositor de óperas desplazándose de Venecia a Roma, Mantua y otras ciudades para supervisar sus obras.
Al parecer tuvo algunos amoríos, especialmente con la contralto Anna Giraud o Giró que solía protagonizar sus obras. 
Entre conciertos y óperas, su fama fue creciendo hasta llegar a oídos del Emperador Carlos VI de Austria o el Papa Benedicto XIII para quien actuó en Roma y que lo elogió personalmente, quizás desconociendo la relación con la cantante.


Su primera ópera, Ottone in villa la estrenó en 1713 en un teatro de Vicenza para evitar que un fracaso le perjudicara. Sin embargo la obra alcanzó un gran éxito que hizo que llegara a componer casi medio centenar de óperas.
Sus obras se asemejaban en gran medida a sus conciertos, por lo que sus esquemas eran similares: una sinfonía a modo de obertura y una sucesión de recitativos y arias que recordaban sus conciertos y en la que la voz era el instrumento solista que establece el juego musical con la orquesta.
Sus óperas fueron apreciadas en su tiempo, con personalidades que la apreciaban como el rey Carlos VI de Austria, aunque no dejó de tener voces críticas que se oponían a su forma de plantear estas obras.

El enlace nos ofrece una muestra de algunas arias de Motezuma en una producción de Stefano Vizioli para Il Complesso Barocco  bajo la dirección musical de Alan Curtis y que fue representada en el Teatro Comunale di Ferrara en enero de 2008.


En el epílogo de Concierto barroco, Carpentier agradece a Roland de Candé, musicólogo y admirador de la obra de Vivaldi su colaboración para conocer detalles del compositor y de la ópera en unos años en que aún estaba desaparecida la partitura. Aún se pensaba que el libreto era de Alvise Giusti y no de su tío Girolamo y se sabía que el éxito de la ópera la obra serviría de inspiración para que Rameau compusiera en Francia dos años más tarde Las Indias galantes en la que reflejaría un ambiente exótico americano, en este caso sobre los incas.
Centrándonos en el libro, Alejo Carpentier concluye el relato del ensayo de Motezuma con el tercer acto que transcurre de nuevo en Tenochtitlitán, una ciudad con puentes y canales que se asemejan en el decorado a Venecia, y el final de la ópera que molesta al indiano al comprobar que falta al rigor histórico. La ocasión sirve para tratar este tema y el de algunos personajes como La Malinche, la mexicana amante de Hernán Cortés, cuyo papel ha ido cambiando a lo largo del tiempo, siendo considerada en la actualidad el prototipo de traidora por sus paisanos, y la difícil incorporación a una ópera de un personaje con tal perfil, difícil de aceptar por parte de los cantantes. También el rigor histórico de obras como las óperas, que son aplicables a otras artes como la literatura o, de manera especial, el cine y las series de televisión, donde es más importante lo que, en palabras del Vivaldi de Concierto barroco, llama la Ilusión poética.


La admiración del emperador Carlos VI por la música de Vivaldi hizo que el compositor abandonara  Venecia para entrar a su servicio en Viena, pero con la mala fortuna que el emperador falleció ese mismo año y fue dejado de lado. Falleció el 28 de julio de 1741 en plena pobreza, asistiendo a su funeral en la catedral vienesa pocas personas -seis según algunas crónicas- y cantó el coro de la catedral en el que se encontraba un joven Haydn de nueve años.
Compositores contemporáneos aunque algo más jóvenes como Händel o Bach estudiaron sus obras, realizando este último algunas transcripciones para clavecín, aunque con el paso del tiempo su producción cayó en el olvido del que fue rescatado por los estudiosos a mitad del siglo XIX cuando comenzaron a sacar a la luz la obra de Bach.


Como muchas óperas de Vivaldi y algunos de sus contemporáneos, Motezuma dejó de representarse tras los años de su estreno veneciano. En esta ocasión, además del cambio del gusto de los espectadores, por la desaparición de las partituras. 
Pocos años antes del estreno, Vivaldi había regresado al Ospedale della Pietà, dejando de lado su obra operística y centrándose de nuevo en sus conciertos, quedando sus obras escénicas como simples menciones en los diccionarios especializados, hasta que en 1939 comenzaron a reponerse algunas de ellas gracias al impulso del musicólogo vivaldiano Marc Pincherle que inició la reposición de sus óperas en el siglo XX.
A partir del descubrimiento de la partitura incompleta, Alessandro Cicccolini completó los recitativos que faltaban y volvió a estrenarse de nuevo en diciembre de 2006 en el Castillo Schwetzingen de Heidelberg (Alemania), llevándose a los escenarios con cierta regularidad desde entonces, tanto en la versión de concierto como en la escenificada. 

Para Motezuma Vivaldi siguió con sus estilos operísticos habituales, aplicando los esquemas de sus conciertos a las arias, que semejan este tipo de obras, en los que la voz aparece como un instrumento solita. 
La última de las piezas que enlazamos es el aria de Asprano D'ira e furor armato (Lleno de orgullo y rabia) en que el la voz de soprano actúa junto al metal de la trompeta como en un concierto para estos dos instrumentos, representando esta unión el violento alegato del aria que es introducido por el recitativo Mi deride, mi sprezza.


La soprano Gemma Bertagnolli en el papel del general azteca Asprano en la citada producción de Il Complesso Barocco para el Teatro Comunale di Ferrara dirigido por Alan Curtis interpreta este aria acompañada del solo de trompeta, cuyo intérprete se haya situado en uno de los palcos situados sobre el escenario. 

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CONTENIDO EXTRA
Si deseas seguir en otro momento la ópera completa con subtítulos en castellano, enlazo con la misma producción de Il Complesso Barroco y la dirección de Alan Curtis para el Teatro Comunale di Ferrara de 2008.
En este primer vídeo se desarrollan el Acto I y parte del II.


El segundo enlace recoge la conclusión del Acto II y el III y último de Motezuma.


Bibliografía y webgrafía consultadas:

De turistas y viajeros

Los viajeros ven lo que quieren ver. Los turistas ven lo que han venido a ver.
G. K. Chesterton

Viajar nos acerca a nuestras raíces nómadas, a aquellos tiempos que se remontan al comienzo de la humanidad, una condición que hizo que los seres humanos evolucionáramos hasta llegar a ser lo que somos y como somos en la actualidad.
El viaje, y todo lo que supone, forma parte de nuestra forma de ser al propiciar el descubrimiento de lugares lejanos y distintos, el conocimiento de costumbres ajenas, el acercamiento a culturas diversas, tan similares o diferentes de la nuestra.
También supone un tiempo de desconexión de nuestra realidad cotidiana en la que nos hacemos a la idea de romper con ella, aunque sólo sea un tiempo.
Mas nuestra disposición al viaje nos acerca a este periplo de formas diversas, pudiendo actuar como simples turistas o como auténticos viajeros.
En un periodo en que proliferan los viajes, tras la pausa que supuso en las vidas de todos la llegada de Covid-19 a partir de 2020, las distintas modalidades de turismo están volviendo a retomar sus rutinas, desde el turismo de sol y playa al cultural, pasando por el de eventos deportivos o los destinos naturales, sin olvidar aspectos tan comunes a todos ellos como el gastronómico o el ocio.
El viajero, en cambio, busca más la oportunidad de mimetizarse con el paisaje y las condiciones de quienes lo habitan, aprehender su esencia, llevándose para el regreso a casa una piel con la que enriquecer la propia esencia y condición.
Te propongo una reflexión entre libros y músicas sobre turistas y viajeros y la forma en que se afrontan los viajes. Nos acompañan la Premio Nobel Olga Tokarczuk, Robert L. Stevenson y la música de Vaughan Williams. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


El hecho de viajar no nos convierte en viajeros. Para el polifacético Hugo Claus«los auténticos viajeros se sumergen en el extranjero, se hunden en ello, se igualan a ellos, adquieren el color de lo extranjero», sin importar que se refiera a distintas regiones o a países con este término.
 
Autor de El extraño caso del doctor Jekyll y Mister Hyde, La flecha negra o El señor de Ballantree, la fama le había llegado a Robert Louis Stevenson antes, cuando publicó por entregas su novela La isla del tesoro (1882), una obra que le dio fama universal.
Nacido justo en la mitad del siglo en la escocesa Edimburgo, sus continuas enfermedades, especialmente la tuberculosis, le hicieron abandonar junto a su familia la húmeda Gran Bretaña en busca de lugares con un clima más benigno y saludable.
Además de sus novelas, Stevenson escribió poemas que fueron recopilados en algunos volúmenes como Song of travel (Cantos de viaje), una selección de su faceta poética que recoge una de sus características, el hecho de ser un impenitente e incansable viajero en busca de lugares exóticos.
El poema El vagabundo representa ese espíritu indómito y viajero de quien abandona el hogar de su infancia para adentrarse en un recorrido sin retorno al mismo. En la publicación original de Stevenson aparece bajo la anotación «Para una melodía de Schubert», porque el autor la escribió pensando en algunos de los lieder del compositor austriaco, con certeza, sobre alguna de las melodías de La bella molinera o El viaje de invierno.


Hablar de Ralph Vaughan Williams es hacerlo de uno de los más grandes compositores nacionalistas ingleses, si no el más grande de ellos. Sucesor de Edward Elgar, amigo personal de Bertrand Russell desde que estudiaron en el Trinity College de Cambridge y discípulo de Charles Stanford, Hubert Parry, el alemán Max Bruch o Maurice Ravel, entre otros, creó un lenguaje musical muy personal que se separó del modelo alemán imperante.
Basado en Songs of travel, de Robert L. Stevenson, Vaughan Williams compuso un ciclo de canciones bajo el mismo título que publicó en 1905 y 1907 y recogía en su momento siete de los poemas del escritor de Edimburgo.
El primero de ellos, The vagabond (El vagabundo) aparece bajo la anotación «Para una melodía de Schubert», porque el escritor la escribió pensando en algunos de los lieder del compositor austriaco, con certeza, sobre alguna de las melodías de La bella molinera o El viaje de invierno.
En él se nos presenta el personaje del auténtico viajero, aquel que no tiene en su periplo la intención de regresar a un hogar. Este primer poema está compuesto por Vaughan William como una declaración de intenciones, presentando el constante ritmo del caminar de quien presume de su abandono y soledad, de quien se conforma con buscar «el cielo sobre mi cabeza y un camino para mis pies». Sólo en los últimos versos una cierta melancolía vence al vagabundo que intercala la nostalgia entre su resolutiva arrogancia. 
El barítono John Tomlison es quien interpreta The vagabond en una versión orquestal acompañado por la orquesta de la BBC dirigida por Barry Wordsworth en la tradicional The last night of the Proms que cerró el ciclo anual de 1993. El aspecto físico tan particular del cantante nos ayuda a evocar al vagabundo del poema, al darnos la impresión de que él mismo lo es, acaba de arreglarse para cantarnos y ha recogido de uno de los caminos por los que transita un adorno para su atuendo.


En el fondo, todos somos, en mayor o menor grado, turistas más que viajeros. Visitamos lugares con la intención de encontrar algo distinto a nuestro paisaje exterior e interior cotidianos, algo digno de ser recordado por nosotros. Volviendo al razonamiento de Hugo Claus, en El deseo se refiere también a los turistas en oposición a los viajeros: «Nosotros somos turistas, como máximo buscamos algo raro, algo picante que podamos contar después.»


Premio Nobel de Literatura en 2018, aunque otorgado al año siguiente, Olga Tokarczuk ha ejercido como una auténtica viajera durante su vida. En Los errantes, un libro que nos acompañó en Caminantes y viajeros: Los errantes, la escritora polaca construye un singular retablo de personas, personajes y situaciones que trasladan el sentido del tránsito y del auténtico viajero a los lectores.
Pero antes de sumergirnos en este mundo del continuo movimiento, del renunciar a echar raíces en ningún lugar, Tokarczuk nos presta la imagen de su familia, sus padres, unos auténticos turistas que pasaban cada año un tiempo de movimiento para regresar de nuevo a sus hogares en un tiempo en que se iba convirtiendo en popular moverse en caravanas.


Compositor de música sinfónica, de cámara y vocal, coreógrafo de algunos de sus ballets, organista, director de orquesta, musicólogo o compositor de bandas sonoras para el cine, tanto de ficción como documental, Vaughan Williams mostró su faceta más personal al acercarse, por una parte, al folclore de su patria y coleccionar obras que llevó a sus composiciones instrumentales y, por otro lado, a leer diversos poetas y poner música a algunas de sus obras. Entre ellos, Vaughan Williams admiraba y llevó al pentagrama a partir de obras de Barnes, Tennyson, los hermanos Dante Gabriel y Christina Rossetti, además del citado Stevenson. Años más tarde, gracias a su amistad con Russell descubriría la obra de Walt Whitman, un poeta que le marcaría profundamente y cuyos versos de medida libre, llevaría también al pentagrama.
El sexto de los nueve poemas que configuran Songs of travel, es The infinite shining heavens, en la que escritor y compositor nos muestran su admiración por la serena contemplación del cielo, una mirada que, enfocada hacia las alturas, permite albergar el consuelo de aquello que sirve para relativizar cuanto nos acontece a diario.


El bajo-barítono galés Bryn Terfel, uno de los cantantes triunfadores en los escenarios operísticos de nuestros días, nos acerca a esta contemplación del cielo estrellado en una grabación de audio perteneciente a su disco de 1995 The vagabond para la Deutsche Grammophon de 1995 con la dirección musical de Malcolm Martineau.


La infancia de Robert L. Stevenson en Edimburgo estuvo marcada por las enfermedades, especialmente la tuberculosis, lo que le alejó de cualquier actividad física y propició su afición por la lectura que acrecentó con los largos periodos de convalecencia. Esta afición desembocó en su inclinación por la literatura que, en los primeros años se compaginó con el estudio de Ingeniería Náutica, más por influencia de su padre, que por interés personal. Tras abandonar estos estudios se dedicó al de leyes, comenzando a practicar la abogacía al tiempo que la alternaba con sus primeros escritos más o menos profesionales a partir de los veinticinco años.
Mas su salud exigía un cambio de aires, los síntomas de la tuberculosis se acrecentaron y se dirigió a Francia. Allí conoció a la que sería su esposa, Fanny Osbourne. Ambos se enamoraron y ella, una norteamericana separada, partió para California para tramitar su divorcio. Un año después se casaron, viviendo un tiempo en Calistoga, una ciudad del Lejano Oeste americano.
Tanto las narraciones como los poemas de Stevenson muestran una equilibrada simbiosis entre la vida aventurera y unos personajes cargados de una dualidad moral, como podemos observar en Jekyll y Hide o Long John Silver, el inolvidable John Silver el Largo de La isla del tesoro.
No todos los poemas que Stevenson presenta en Cantos de viaje aluden de forma directa a este tema. En Bright is the ring of words, el escritor escocés evoca el sonido de las palabras, en general, cercándonos no sólo a sus sonidos, sino a las evocaciones que sugieren en tanto poemas y canciones. Algo tan efímero i volátil como la palabra, que finaliza cuando se pronuncia, se escucha y desaparece su sonido, tiene la propiedad de permanecer entre quienes la anhelan y desean incluso cuando el autor o quienes las pronuncian han desaparecido.


Incansable recopilador de canciones del folclore inglés -llegó a transcribir más de ochocientas melodías que fue publicando-, Vaughan Williams participó de ese interés etnográfico que llevó a Leos Jannacek a hacer lo propio con la música popular checa o a Béla Bártok y Zoltan Kodaly con la húngara. Este esfuerzo e interés propició que la música instrumental del compositor inglés se enriqueciera con la inclusión de algunas de estas melodías populares en ellas.


No podía dejar pasar Vaughan Williams un poema como este dedicado al luminoso sonido de las palabras para ponerle música, llegando a ocupar el nº 7 de su ciclo de poemas sobre la obra de Stevenson.
En esta ocasión es el barítono Samuel Kidd quien interpreta el poema de Vaughan Williams acompañado al piano por Michael Delfin en el Junior Recital celebrado en abril de 2017.


Experimentar que cuando viajamos somos más viajeros que turistas es un camino complejo que nos aparta de tópicos y comparaciones a la búsqueda del sentido, el color, la cultura o lo singular del lugar al que nos desplazamos. En tiempos pasados era poco frecuente este deambular de un lugar a otro, al no encontrarse al alcance de muchos económicamente.
Además, los vehículos ayudaban, en cierto modo, a intentar acercarse a los modos de vida, las costumbres y usos de los lugares visitados, en cuanto que los medios de transporte tardaban un tiempo en llegar a su destino, tiempo que el viajero disponía para acercarse mentalmente y asimilar el lugar de visita. Actualmente, primero con los trenes y barcos, más adelante con los aviones, el paso del lugar de residencia al de destino tiene una inmediatez que, por un lado facilita el rápido acercamiento mental, por otro, lo dificulta al pasar, en un mismo día, de un lugar a otro.

 
Buscando climas más sanos, el matrimonio se estableció en Suiza, regresando a Edimburgo, más adelante se instalaron en Nueva York, trasladándose a la costa oeste hasta San Francisco. Tras la estancia en los Estados Unidos, Stevenson y su familia acabaron visitando las islas del Pacífico Sur y estableciéndose en Samoa. Allí se implicó en la vida local estableciendo una relación cordial con los aborígenes que llegaron a bautizarlo como Tusitala (El que cuenta historias). 
De su estancia en las islas publicamos en este blog El regalo de cumpleaños de Robert L. Stevenson, una singular historia entre el escritor y la hija del comisionado de los Estados Unidos en la isla.
Ese amante de los viajes y las aventuras, Robert Louis Stevenson falleció de una hemorragia cerebral en 1894 cuando apenas contaba con cuarenta y cuatro años de edad y se encontraba escribiendo su novela más ambiciosa, Weir of Hermiston.

Nos quedará siempre ese errante deambular de Stevenson y su familia que le llevó a recorrer, amar y transmitirnos las sensaciones y los viajes, ese desplazarse de un lugar a otro, sin intención de retorno, aunque sin abandonar los recuerdos y sentimientos del hogar de los primeros años.
Estas sensaciones las recogió en Whither must I wander?, quizás en los momentos que dejó atrás su hogar en Edimburgo para buscar otros destinos, en el tono evocador y nostálgico de quien emprende un viaje que no tendrá regreso.


De entre los poemas que Vaughan Williams incluyó en su ciclo Songs of travel, originalmente eran siete composiciones las que se publicaron en 1905 y 1907. Más adelante aparecieron dos nuevas. Esta Whither must I wander, que apareció publicada en una revista en 1902, y I have trod the upward and the downward slope que fue encontrado entre sus papeles tras su fallecimiento, una canción cargada de referencias musicales al resto de canciones del ciclo. Así, hasta el 21 de mayo de 1960 no fue interpretado por primera vez el ciclo completo.

Es inevitable que el compositor inglés no evocara el Viaje de invierno de Schubert en su ciclo. En Whither must I Wander?, Vaughan Williams utiliza una de las tonalidades más utilizadas por Schubert en su obra, Do menor, para otorgarle el aire triste y de añoranza que el poema exige, además del uso de una melodía simple pero eficaz, el uso libre de la forma estrófica, el uso del tono declamado y un acompañamiento parco y rico a la vez.
De nuevo es el barítono Bryn Terfel quien interpreta Whither must I Wander? en el disco The vagabond para la Deutsche Grammophon de 1995 con la dirección musical de Malcolm Martineau.

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Bibliografía y webgrafía consultadas: 
  • Stevenson, Robert Louis. Cantos de viaje. Trivillus. Selección de Jacobo Satrústegui y traducción de Txaro Santoro y José María Álvarez. 2017
  • Tokarczuk, Olga. Los errantes, Editorial Anagrama, 2019. 

El baile del Rey Sol

El sol es el centro de nuestro sistema planetario, el eje alrededor del cual planetas y otros astros giran.
Gracias a su presencia y a la distancia a la que se encuentra nuestro planeta de él es posible nuestra existencia en particular y cualquier tipo de vida, en términos generales.
El sol es fundamental en nuestra concepción de la vida y los ritmos que la determinan al originar los días y las noches, las estaciones y la generación de sus ciclos vitales, además de producir con la atmósfera que nos rodea el efecto invernadero que propicia la continuidad de la vida tal como la conocemos. 
Esta omnipresente dependencia ha propiciado que el sol y su necesaria influencia sea sujeto de estudio que nos ayude a conocer y afrontar el cuidado de nuestro pequeño planeta, pese a que en muchas ocasiones nuestra actitud como especie no sea la más adecuada a estos fines.
También el papel del sol en nuestro sistema planetario ha llegado a servir como elemento de referencia en la mitología, la poesía, la música o la arquitectura, además de ser utilizado con el fin de obtener un beneficio por parte del poder del estado y quien lo representa.
Aparte de casos como los faraones del antiguo Egipto o edificios y soberanos americanos precolombinos, la primera imagen que se nos viene a la mente es la de Luis XIV de Francia.
Te invito a conocer por qué a Luis XIV se le llamó El Rey Sol, un apelativo que se le adjudicó gracias a su afición por la danza y que supo aprovechar para sus propios intereses y los de su país. Nos acompañan textos de Alex Ross y Laia Falcón y música de Lully. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Nacido en 1638 como hijo del rey de Francia Luis XIII y Ana de Austria -hija de Felipe III de España-, Luis XIV heredó el trono tras el fallecimiento de su padre con apenas cuatro años de edad, siendo regentes hasta su mayoría de edad su madre y el Cardenal Mazarino. Su reinado es el más largo de la historia, permaneciendo en el trono durante más de setenta y dos años.
Una de sus grandes pasiones fue la danza, siendo un gran bailarín que subió al escenario en multitud de ocasiones en las representaciones palaciegas. 
En el año 2000 se estrenó la película Le roi danse (El rey baila), una producción belga dirigida por Gérard Corbiau e interpretada por Benoît Magimel, Boris Terral, Tchéky Karyo y Colette EmmnuelleEl film se centra en la relación que se estableció entre Luis XIV y su compositor de corte Jean-Baptiste Lully.
El enlace que nos acompaña recoge una escena de esta película en la que un joven Luis XIV, rey aunque con el poder en manos de los regentes, se apresta a interpretar el papel de Apolo en la obra Le ballet royal de la nuit (El ballet real de la noche). Antes de subir a un escenario rodeado de los artificios y aparatos escénicos que se utilizaba en la corte real el monarca recibe un regalo del joven Lulli, recién llegado a la corte y que aspira a pertenecer a su grupo de músicos y ser tratado como un francés más. El regalo, un calzado con alzas, debido a la escasa altura del rey, la conversación en la que éste se afirma que de momento sólo puede reinar en los escenarios y algunas pinceladas de las relaciones cortesanas y de la animadversión que el joven músico despertaba por su procedencia italiana nos sitúan en la acción 


Nos acercamos a la figura de Luis XIV desde el punto de vista musical y su importancia en el desarrollo de la ópera y la danza en la Francia del XVII de la mano de la soprano, doctora en Sociología del Arte y en Comunicación Audiovisual Laia Falcón y su libro La ópera. Voz, emoción y personaje, un estudio fundamental en la narración de la historia de este arte.
Falcón nos habla de los inicios de la ópera francesa a partir de la que había surgido en Italia, con su enraizamiento en la cultura autóctona teatral y los intrincados usos cortesanos, el gusto por las representaciones en que las artes se fundían de modo fastuoso con el teatro y la danza, para terminar haciendo referencia a la personalidad musical más importante e influyente de su reinado: el joven italiano aún llamado Giovanni Battista Lulli.


Estrenado en la Salle du Petit-Bourbon del Louvre en febrero de 1653 para divertimento de un joven Luis XIV que contaba con catorce años, Le ballet royal de la nuit es una obra que utiliza músicas de Jean de Cambefort, Antoine Boësset, Louis Constantin, Michel Lambert, Francesco Cavalli y Luigi Rossi enlazadas y amalgamadas con textos de Isaac de Benserade.
En esta obra el joven representaba al dios Apolo que vencía a las tinieblas de la noche para dar paso al amanecer, una alegoría cargada de intención en que la aristocracia, la burguesía parisina y los embajadores de toda Europa lograron imponer respeto por el nuevo monarca, promocionaron el poder real e impresionaron al público de la capital del reino, enviando su mensaje de poder, cultura, autoridad y refinamiento a todo el continente y el mundo, en general. Así, del papel de Apolo en este Ballet royal de la nuit proviene el apelativo de El Rey Sol que el aparato estatal y el monarca supieron llevar al ámbito universal y del que, una vez consolidado su poder absoluto, le hizo utilizar la máxima L'état cèst moi (El estado soy yo).
La partitura estuvo extraviada durante siglos y siendo descubierta en 2004 y reconstruida como al estilo de las semióperas, representándose en ocasiones desde entonces, consolidando la figura de Luis XIV como el rey que dio al ballet el carácter de arte profesional.


El enlace anterior nos mostraba los momentos previos a la entrada escena de Luis XIV como Apollo y su ascenso con todo el aparato utilizado para deslumbrar a los espectadores. Nos quedamos ahora con una versión de L'Eventail con la compañía teatral Les Malins Plaisirs y el Concert Spirituel con la dirección de Hervé Niquet en una producción del teatro de Rennes de 2017, en la que se recoge la entrada de Apollo, interpretado por Arthur Zakrov, con el recibimiento por parte de un coro que se presenta con vestimentas contemporáneas en contraste con el baile del Rey Sol que se interpreta con una fidelidad a la original de la época del estreno.


Con Listen to this (Escucha esto), el crítico del New Yorker Alex Ross nos acerca a la música, su historia, su evolución y las características que hacen que sea una de las artes más completas (y necesarias a todas luces).
En uno de los artículos o estudios que conforman el volumen, Ross analiza una danza de origen español y procedente de los estratos populares, la chacona, y su evolución hasta forma parte de la música culta con las aportaciones de músicos como Bach y Lully.
En el texto que nos acompaña se centra en la figura de quien ya se conoce con su nombre afrancesado, Jean-Baptiste Lully, su unión artística indisoluble del rey francés y su uso de chaconas y pasacalles, obras de origen español e italiano, adaptadas a la moda y los gustos franceses y que forman invariablemente parte d sus óperas ballets.


Estrenada en la Sala del Juego de Pelota de París en 1673, Cadmus et Hermione (Cadmo y Harmonía) es una ópera-ballet de Jean-Baptiste Lully con libreto del habitual Philippe Quinault dividida en un prólogo y cinco actos, a mayor gloria de Luis XIV, ya que en el prólogo se representa a Apolo (el Rey Sol) matando al monstruoso Pitón.
Cadmo y Harmonía es una de las obras con que Lully se aleja de la ópera italiana, alejada del carácter y el idioma francés para centrarse en lo que se llamó Tragédie lyrique o Tragédie en musique que combinaba los dos elementos eminentemente franceses mencionados, el teatro y el ballet. Además, incorporaban divertimientos y una gran maquinaria escénica, mientras se utilizaban temas basados en la mitología clásica, alegorías sobre un soberano por encima de la humanidad y escenas bucólicas con referencias al amor, la pasión, la juventud, la venganza o la muerte.
La ópera narra la complicada historia de amor entre el legendario fundador de la ciudad griega de Tebas y Harmonía, hija de Venus y Marte. La historia se centra más en la lucha con los padres de ella y Cadmo debe realizar algunas hazañas como matar a un dragón y un ejército nacido de sus dientes para liberar a su amada del matrimonio que sus padres han pactado con un gigante.


El enlace nos muestra la chacona de la Escena 4 del primer acto a la que hacía referencia Alex Ross, la Chaconne des africains, aquella que interpretó Luis XIV en su estreno. 
En la versión de Le Poème Harmonique dirigida por Vincent Dumestre se nos ofrece una versión de la época, reconocible por el escenario y la caracterización de los africanos como se tenía en la época, más como indígenas guaraníes que como africanos, con las plumas y colores tal como el imaginario del XVII los representaba. La mezcla entre música, canto y baile en esta chacona es emblemática del repertorio francés de la época.


Volviendo a Laia Falcón y su libro La ópera. Voz, emoción y personaje, nos acerca al momento en que el monarca francés decide crear una academia que se dedicara a la consolidación de un estilo y repertorio eminentemente francés, no solo como forma de cultura, sino también como medio de llevar a todos los rincones la grandeza del Rey Sol y la importancia de su estado y su país. Es el momento en que Lully se erige en encargado de tan titánica tarea, empresa que consigue llevar a buen término y en pocos años logra que las óperas francesas, tanto las tragedias-ballet como las comedias-ballet dispongan de un repertorio propio, relegando la ópera italiana y sus adornos vocales lejos de los escenarios franceses por unas décadas.


Una vez establecido Lully en la corte de Luis XIV, su capacidad de trabajo y su influencia fueron haciéndole alcanzar objetivos. Tras dirigir durante años L'Académie de la Danse, se asoció con el mayor de los dramaturgos de su época, otro Jean Baptiste como él, Moliére llegando a producir numerosas «comedias-ballets» en una década. 
Una vez consolidado su estilo de composición francés tanto en lo instrumental como en lo vocal, se involucró en la creación de la Ópera Francesa, proporcionándole una superioridad poética frente a la italiana, tanto gracias a sus obras como a las de sus muchos discípulos y seguidores. Desde 1672 hasta su fallecimiento en 1687 estrenó anualmente una obra para la escena, ya fueran óperas, ballets o pastorales. 
Su fallecimiento con apenas cincuenta y cinco años fue fruto de un desgraciado accidente. Tenía la costumbre de dirigir sus obras con un pesado bastón de hierro con el que golpeaba el suelo para marcar el compás. En una ocasión se golpeó el pie que se le infectó. Al no prestar atención a tan nimio accidente, se le infectó y gangrenó, no permitiendo que le cortaran la pierna por ser bailarín. Al extenderse la gangrena, esta acabó lentamente con la vida de uno de los más grandes e influyentes creadores y compositores franceses de todos los tiempos.


Nos despedimos de esta publicación en la que hemos girado alrededor del Rey Sol y su compositor más influyente con otra chacona de Lully, en este caso de El burgués gentilhombre, una «Comedia-ballet» creada en colaboración con el gran Moliére. Se estrenó en octubre de 1670 en el Castillo de Chambor por la compañía del dramaturgo. 
En 2005, Le Poème Harmonique con la dirección artística de Benjamin Lazar y coreografía de Cecile Roussat representaron Le Bourgeois Gentilohmme en el Festival Barroco de Utrech con un evidente homenaje tanto a la caracterización de la época como a la Commedia dell'Arte.

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Bibliografía y webgrafía consultadas: