La expresión vivir sin existir nos acerca a un razonamiento entre lo filosófico y lo vital, al hecho de no apreciar, sentir y disfrutar (y padecer) lo que la vida nos ofrece o llegamos a buscar en ella.
No se trata en esta publicación de reflexionar sobre el hecho de pasar por la vida sin que ésta deje huellas en nosotros, sin que nos haga palpitar el corazón aceleradamente por las oportunidades, decisiones, problemas o cualesquiera otras circunstancias. Se trata de acercarnos a un personaje ficticio que desarrolló su vida y su carrera sin haber siquiera existido.
A lo largo de la historia, especialmente la relacionada con el espionaje y los conflictos bélicos e incluso el cine. Son los casos del misterioso Señor Kaplan de Con la muerte en los talones de Alfred Hitchcock y del inexistente espía William Martin, con que el servicio de espionaje alemán fue engañado por el servicio de inteligencia inglés en la Operación Mincemeat (Carne Picada) sobre la intención de que las tropas aliadas desembarcaran en Sicilia mientras hacían creer a los alemanes que lo harían por Cerdeña y Grecia.
En el caso que nos trae a esta publicación se mezclan la inexistencia del personaje protagonista con la imposibilidad de encontrar y seguir uno de sus tres rastros. el literario.
Podemos pensar que, en el fondo, la mayoría de personajes tanto literarios como dramáticos o cinematográficos no han existido como personas reales, sino que han sido creados por la mente de su autor y no han tenido entidad real, pero el caso que nos ocupa en esta publicación nos muestra a un personaje que no llegó a existir como tal, pero que saca a relucir los problemas de la burocracia llevada al extremo y lo absurdo del absolutismo, llegando a crear una situación que podríamos denominar como kafkiana.
Te propongo acercarte a un personaje que no llegó a existir, el Teniente Kijé, pero que fue condenado, ascendido, se casó y murió, dejando rastro de su inexistente vida en las obras de Yuri Tyniánov, Aleksandr Faintsimmer y Serguéi Prokófiev. Si te gusta... ¡Compara, comenta, sugiere!
Versión manuscrita de El teniente Kizhé por Vladimir Vagin en la que algunos textos se sustituyen por ilustraciones (1985) |
La primera referencia a nuestro personaje inexistente proviene de una pequeña novela satírica de 1927, Podporuchik Kizhe (El teniente Kizhé).
Su autor, Yuri Nsónovich Tyniánov (1894-1943), fue un poeta, traductor, biógrafo, escritor y guionista de origen letón, profesor de Historia de la Literatura en Leningrado. Biógrafo de escritores como Pushkin, Dostoievski o Gógol, publicó novelas históricas en las que siguió los principios del formalismo como una recurrente crítica a la sociedad zarista que había sido derrocada con la revolución soviética. Junto con Roman Jakobson y Víktor Shklovski se convirtió en uno de los principales teóricos de ese formalismo ruso.
Pero entre novelas como La muerte del vazir-mujtar (1928), El intervalo y otros relatos, Dostoievsky y Gógol (1921), ensayos teóricos como El problema del lenguaje poético (1924) o Arcaizantes e innovadores (1929), es su novela El teniente Kizhé la que nos ocupa en esta publicación.
El libro apenas si ha tenido traducción en nuestro idioma, y cuando lo ha sido hecho, ha tenidos diversas versiones, provenientes todas de la complicada confusión que da origen al irónico relato y la creación del personaje. El primero de los textos que nos acompañan es parte de una reseña sobre la edición publicada en Argentina de El teniente Kizhé escrita por Fernando D'Addario en la sección Cultura y Espectáculo de Página 12 hace unos años.
Antes de continuar con el desarrollo del argumento nos acercamos a la segunda de las obras que nos acompañan. Pocos años después, en 1934, Aleksandr Faintsimmer llevó al incipiente cine sonoro ruso esta novela crítica con la burocracia zarista con el mismo título, aunque con la traslación del alfabeto cirílico al latino llegó a conocerse como El teniente Kijé, aunque en Estados Unidos se estrenó como The Czar wants to sleep (El zar quiere dormir). De ella haremos referencia más adelante.
Para que la película tuviera mayor empaque y solidez, se encargó la banda sonora a uno de los principales compositores rusos del momento, Serguéi Prokófiev, recién regresado a la Unión Soviética y a quien el régimen quería legitimar a la vez que legitimarse ante el mundo con su presencia y colaboración.
Portada de El teniente Kizhé de la Editorial Leteo |
Así, Prokófiev manifestó que su intención era crear una música a la vez sencilla y seria para llegar a la masa de público que el nuevo compositor soviético debía de atraer. De esta forma, tras el estreno de la película, Prokófiev sacó los temas musicales del film para crear la Suite del Teniente Kijé, su Opus 60, un encargo de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Moscú en la que reorganizó el material sonoro de la película sin desdeñar el sentido del humor que marca la obra. Creó una orquestación colorida en la que incluía en la orquesta sinfónica habitual instrumentos como el saxofón tenor, el piano y una sección de percusión con cascabeles, pandereta, triángulos y celesta.
Dividida en cinco movimientos, nos quedamos con el segundo de ellos, Romance, basado en una canción rusa que podríamos traducir como Gime la paloma gris que pasa de un instrumento a otro con un colorido alegre y optimista.
La interpretación corre a cargo de la Chicago Symphony Orchestra dirigida por Claudio Abbado en una grabación de 1978 para la Deutsche Grammophon GmbH.
La historia de El teniente Kizhé es simple: El zar Pablo I es despertado por un grito en el palacio. Ante su enfado, nadie se atreve a decir quién ha sido temiendo las represalias. Aprovechando la citada confusión en el orden del día, a uno de sus ayudantes se le ocurre la idea de culpar al inexistente teniente del desliz, siendo condenado a ser azotado y posteriormente al destierro en Siberia. Para seguir en la dinámica que han entrado el primero de los castigos es infligido ante toda la tropa... ¡a nadie!
Cuando una de las parientes del zar le explica que el grito fue proferido para salvaguardar el honor de una dama, éste decide indultarlo, pedir su regreso a la corte y ascenderlo, situación que los cortesanos intentan solventar como pueden. La situación se complica cuando el zar decide casarlo con una de las princesas de la corte en una boda que se celebra, como es de suponer, sin la presencia del novio, aunque danto por hecho que está presente. Los equívocos en situaciones como la noche de bodas o las riquezas que recibe del zar aceleran la situación hasta que ven, como única salida, que lo mejor es que el general, otrora teniente fallezca, no sin antes indicar al Padrecito de las Rusias que ha dilapidado toda la fortuna, siendo de nuevo degradado al rango de teniente y desposeído después de este cargo hasta ser enterrado como un vulgar y simple soldado.
Tyniánov lleva hasta el extremo la crítica al poder absoluto y la burocracia que conlleva, puesto que un documento firmado por el zar es imposible que posea ningún error. Así, aunque nadie conoce a Kijé -nos quedamos con la grafía fílmica-, todos aceptan como verdadera esta realidad oficial, llegando el inexistente personaje a ascender a los ojos de Pablo I como un auténtico patriota discreto y responsable. Como contrapartida, el militar declarado muerto va perdiendo entidad, llegando a ser rechazado incluso en su propia casa. Absolutamente a nadie se le ocurre cuestionar la realidad.
Portada de El sostinent Susdit, traducción al catalán |
Encontrar la obra escrita es complicado, pues aparte de la edición argentina a la que hacíamos referencia apenas si hay alguna publicación más, al menos con ese título.
Prácticamente inexistente la edición de El teniente Kizhé de la argentina Editorial Leteo, hay una versión en catalán con el título de El Sotstinent Susdit (El subteniente Susodicho) que cambia el título al modificar el malentendido, tomando por el nombre real la expresión «el teniente susodicho».
Aunque la que se presenta más accesible en castellano es la que se recoge con el título El teniente Talfin, en el que la traductora Xènia Dyakonova lleva al límite el error burocrático hasta el punto de traducir y modificar el título en nuestro idioma.
Continuamos con el artículo de Fernando D'Addario en el que desarrolla estos aspectos.
La relación de Serguéi Prokófiev con el cine se inicia con El teniente Kijé y llega a su máximo esplendor con las dos películas en las que colaboró con Eisenstein, Alexander Nevsky e Iván el Terrible. También hubo otras obras menores como La dama de picas, basada en el cuento de Pushkin, además de otras cintas propagandísticas como Tonya, Kotovsky y Guerrilleros en la estepa ucraniana a las que el compositor no dio demasiada importancia, además de un documental que quedó inacabado sobre la figura del escritor Mijaíl Lermontov.
El encargo de la primera colaboración cinematográfica fue realizado en 1932 para El teniente Kijé, con guion a partir de un argumento cuya ironía y sarcasmo se adaptaban perfectamente a su personalidad y estilo musical. Prokófiev se adaptó a esta forma de trabajar que le permitía crear pequeños números y le facilitaba trabajar en varias obras simultáneamente. Para la película de Faintsimmer creó dieciséis números que transformó después del estreno en la Suite que estamos comentando y que acabó dividiendo en cinco movimientos: El nacimiento de Kijé, Romance, La boda de Kijé, Troika y El funeral de Kijé y de la que creó dos versiones, una meramente instrumental y otra con algunos números cantados.
Como referencias a esta obra, en su película Love and Death (La última noche de Boris Gruchenko), Woody Allen utilizó músicas pertenecientes a esta obra. También el cantante Sting se basó en la suite de Prokófiev para componer Russians uno de los temas que incluyó en su disco The Dream of the Blue Turtles.
Uno de los carteles para la película en la versión americana El zar quiere dormir |
La siguiente música que nos acompaña es la quinta y última parte, El entierro de Kijé una pieza que comienza con un solo de trompeta y en la que Prokófiev yuxtapone la tristeza del zar Pablo I a la sátira e ironía de los cortesanos ante el entierro del inexistente militar, unas características que, como hemos comentado, son muy propias la música de Prokófiev.
La novela publicada a finales de los años veinte, así como la película y la música de 1934 no tuvieron continuidad en el tiempo en ninguna de sus vertientes artísticas, no por que no tuvieran éxito, sino por el hecho de entrar en una dinámica en la que influyeron dos circunstancias determinantes. Por un lado, la gran presión que la censura soviética comenzó a desarrollar en estos años con el asentamiento de Stalin en el poder y las grandes purgas que hacían inviable crear más obras en las que la sátira hacia la burocracia pudiera interpretarse como crítica hacia el régimen. Por otro lado, la Segunda Guerra Mundial que dejaba en un lugar muy secundario las producciones cinematográficas al margen de las propagandísticas.
Portada de la versión manuscrita de El teniente Kijé de Vladimir Vagin |
Una nueva aproximación tanto Yuri Tyniánov como a su creación del inexistente teniente proviene de otro artículo publicado por Ariel Dilon en la versión digital del Diario Clarín con motivo de la edición de la citada traducción de El teniente Kizhé.
En esta ocasión, Dilon comienza centrándose en la figura del escritor y en su doble vertiente de teórico e historiador de la literatura y de caricato sarcástico con la burocracia irracional y la deshumanización de las instituciones y relaciones.
Más adelante se centra en el intríngulis del relato y la doble confusión quien está vivo sin existir frente al que es declarado fallecido que está vivo.
Aunque la historia de El teniente Kijé comienza con la novela de Tyniánov, parece que el escritor se basó en el relato Rasskazy o vremenakh Pavla I (Historias de la época de Pablo I) que publicó como supuestamente verdadero Vladimir Dahl en 1870 en la revista Russkava starina. Así, surgió el trío de obras formado en primer lugar por la novela a la que siguió la película para finalizar con la Suite sinfónica de Prokófiev.
De este trípode de obras hemos tratado hasta ahora de la novela y la suite, dejando para el final la película, sin la cual no existiría la obra musical.
Aleksandr Mikáilovich Faintsimmer (1905-1982) se graduó en el departamento de Dirección cinematográfica en 1928, fue asistente de dirección hasta que en 1934 debutó como director precisamente con esta película. Su filmografía va desde películas relacionadas con la marina soviética como Gente del Báltico o Para los que están en el mar, sobre la Revolución rusa y la Gran Guerra Patria con obras como Kokovskii o Konstantin Zaslonov, adaptaciones de novelas como El tábano y La taberna en Pyatnitskaha, además de obras musicales como Una chica con guitarra o El león dormido. En sus películas, alentadas y producidas por el gobierno soviético, Fainstsimmer colaboró con músicos de la talla del propio Prokófiev, Khachaturian o Shostakovich. Como es de suponer, fue galardonado con diversos premios y reconocimientos como el Premio Estatal de la URSS (1950 y 1951) o la Orden de la Insignia de Honor, además de otras medallas y condecoraciones del régimen.
Esta, su primera película como director, tiene el sabor y el estilo del cine de la época, con un tratamiento estático de la imagen en la que se alternan en algunos momentos imágenes de estudio con maquetas que representan, sobre todo, el palacio real.
Como comentábamos, la colaboración con Prokófiev fue fluida y el compositor preparó una serie de números musicales, según las indicaciones que recibía de las escenas filmadas mientras vivía en París antes de regresar a la Unión Soviética, que se podían intercalar durante el montaje en diversas escenas de la película.
Así, la película comienza sin sonido durante los títulos de créditos hasta que una trompeta anuncia el inicio de la trama, se muestra una estatua ecuestre ala que siguen soldados y criados que se mueven como autómatas en forma de espejos al militar grito de ¡Un, dos! Una maqueta nos indica que la acción se sitúa en el palacio imperial donde transcurre la mayor parte de la historia.
Cartel original de la película de Faintsimmer, con la construcción del personaje sin entidad carnal |
Durante años no ha sido posible visionar esta película, pues quedaban copias en mal estado e incompletas, hasta que se realizó una restauración en 2010 a partir de diversos fragmentos grabados a partir de grabaciones de televisión que circulaban por la web. Así, se consiguió una copia restaurada en la que se intentó unificar el brillo y la nitidez, así como la estabilidad de las imágenes, resultando una copia bastante aceptable para ver.
El enlace que nos acompaña pertenece a esta restauración en la que se pueden activar los subtítulos que, según el navegador o el dispositivo pueden llegar a ser bastante aceptables. La forma de verlos simplemente consiste en activar los subtítulos que salen por defecto en ruso o en inglés y optar en Ajustes (rueda dentada) por la opción de traducir automáticamente al español.
La duración de la película es de alrededor de 1 hora y 23 minutos, por lo que quizás sea interesante volver a ella o al enlace que aparece en la Addenda de debajo en otro momento.
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ADDENDA: Merece la pena. Si tienes tiempo ahora o en otro momento y deseas escuchar la Suite del Teniente Kijé completa te propongo el siguiente enlace en una interpretación de la Orquesta del Teatro de Ópera y Ballet de la ciudad rusa de Perm dirigida por Valery Platonov en la que se interpreta la menos usual versión de la Suite para orquesta en sus cinco movimientos, el segundo y cuarto de los cuales se interpreta en su versión vocal:
El nacimiento de Kijé.
Romance.
La boda de Kijé.
Troika.
El funeral de Kijé.
Bibliografía y webgrafía consultadas:
- D'Addario, Fernando. El hombre que vivió sin existir, sección Cultura y Espectáculos, https://www.pagina12.com.ar/162656-el-hombre-que-vivio-sin-existir, 18 de diciembre de 2018.
- Dilon, Ariel. Iuri Tinianov, un genio dolorosamente cómico. https://www.clarin.com/revista-enie/literatura/iuri-tinianov-genio-dolorosamente-comico_0_eqeKKmLly.html, 3 de julio de 2019.
- Tyniánov, Yuri. El subteniente Talfin, traducción de Xènia Dyakonova, Fuga Ediciones, 2017.
- Vega Toscano, Ana María, La música cinematográfica de Prokófiev, https://scherzo.es/wp-content/uploads/2020/06/Scherzo_052-Marzo91.pdf , Año VI, nº 52, marzo de 1991, págs. 100-101.