Estancias

Avrom Sutzkever y la poesía del gueto

La vida -nuestra vida- se desenvuelve entre la felicidad y el dolor, entre la ilusión y el desencanto, entre los sueños y los desengaños. Desde que nacemos, transitamos por circunstancias que son diferentes para cada uno de nosotros. Así, pese a la igualdad de derechos que preconizan las instituciones y las legislaciones de la mayoría de países, muchas circunstancias hacen que millones de personas no tengan las posibilidades y oportunidades para desarrollar una existencia digna en las mismas condiciones que nosotros.
En un mismo lugar, con similares condiciones de vida, es habitual encontrar a personas cuyas circunstancias vitales son lastradas por problemas familiares, económicos o sentimentales.
Durante siglos, gran parte de la población ha vivido dominada, agredida, sometida e incluso esclavizada por otra facción que ostentaba el poder. Los grandes imperios de la antigüedad e incluso los reinos del medievo generaron situaciones que, contra toda idea y razón, se continuaron de distinta forma, pero con idénticos resultados, en el siglo XX y en el actual. 
La centuria de 1900 vio nacer y crecer las situaciones globalmente más violentas de la historia. Las dos guerras mundiales, con la enorme cantidad de personas inocentes que murieron en los conflictos, mostraron unas situaciones tan límites que la humanidad llegó a pensar que nunca más se volverían a dar.
La llegada del nazismo al poder generó un conflicto mundial en el que se dieron circunstancias como la creación de los campos de concentración que acabaron con la vida de miles de personas pertenecientes a diversas minorías étnicas, personas de ideología opuesta al régimen y, de modo especial, con el intento de exterminación de miles de judíos.
Las atrocidades cometidas con estos grupos desde su desarraigo de la sociedad en la que vivían, su internamiento en los campos, la deshumanización que sufrieron en ellos hasta acabar en la mayoría de los casos en su exterminio suponen uno de los momentos más atroces y denigrantes de la historia de la humanidad. 
Entre estos millares de personas, algunos pudieron sobrevivir al planificado exterminio, llevando una vida marcada por estos hechos. Avrom Sutzkever fue uno de ellos, un escritor que dejó su huella y su testimonio sobre sus vivencias, su cultura, su idioma y sus pensamientos hasta su fallecimiento en este siglo.
Te propongo un paseo por algunas obras de Avrom Sutzkever el poeta del holocausto, con músicas de Avrom Brudno a partir de uno de sus poemas, de Ligeti y Messiaen. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere! 


Estrenado en Estocolmo en marzo de 1965, el Requiem de György Ligeti (1923-2006) muestra el inconformismo que el compositor tuvo toda su vida, dejando patente su curiosidad y esa búsqueda incansable para reinventar.
Ligeti sustituye la melodía por unas texturas sonoras que llegan a hipnotizar al oyente provocando una expansión del tiempo y el espacio a medida que se va desarrollando la música.
Aunque se trate de un formato musical habitualmente estandarizado, su Requiem no recoge los textos completos habituales de estas misas de difuntos, limitándose a algunos de los temas. En el Kyrie que nos acompaña, Ligeti teje con las voces una suerte de micropolifonía que apenas permite distinguirlas, creando una atmósfera que lleva la marca del compositor. Una fuga a cinco voces (soprano, mezzosoprano, contralto, tenor y bajo) crea un conjunto sonoro que parece extenderse como si fuera líquido.


La interpretación corre a cargo del Choeur y Orchestre Philharmonique de Radio France bajo la dirección de Esa-Pekka Salonen en una grabación de 2001.


Avrom (Habraham) Sútzkever nació en 1913 en Smorgón, una pequeña aldea de Lituania cercana a Vilna, aunque sus padres se refugiaron en Omsk, en Siberia, al inicio de la I Guerra Mundial. Tras la muerte de su padre regresaron a Vilna en 1921 donde Avrom recibió clases en los heders locales y en la escuela judía de secundaria Herzliah, para continuar estudiando literatura polaca, época en la que un amigo le inició en la poesía rusa al tiempo que comenzó a escribir sus primeros poemas en Yiddish.
Sus primeras publicaciones aparecieron en la revista judía Bin (La abeja), pasando a formar parte desde 1933 del grupo de escritores Iung-Vilne (Joven Vilna) y trasladándose a vivir a Varsovia. Lider (Poemas, 1937) y Valdiks (Del bosque, 1940) fueros sus primeros poemarios.
Con la ocupación nazi en 1941, el poeta y su esposa fueron enviados al gueto de Vilna

Ilustración de Marc Chagall para Siberia de Sutzkever
Nos acompaña uno de los poemas escritos durante este tiempo y reformado tres décadas después, La primera noche en el gueto, una desoladora reflexión que el escritor nos deja hasta concluir con la llegada de la lluvia y la visión de las estrellas.


Conocido especialmente por su música relacionada con los pájaros y su intensa religiosida, Olivier Messiaen (1908-1992) es quizás el compositor francés más importante de la mitad central del pasado siglo.
En este recorrido con obras del Poeta del holocausto, nos acompaña una de sus obras emblemáticas, su Quartuor pour la fin du temps (Cuarteto para el fin de los tiempos), una pieza compuesta en unas circunstancias muy particulares.
Messiaen fue hecho prisionero en 1940 y enviado al campo de prisioneros de guerra de Görlitz, en Silesia. Allí escribió la obra para los instrumentos con los que contaba: violín, clarinete, violoncello y un piano que tocaría él mismo. Dividido en ocho movimientos, se inspiró en un texto del Apocalipsis, aunque el compositor afirmó que no trataba de la visión bíblica, ni de su situación como prisionero, sino de la idea del fin del tiempo, sin pasado ni futuro, el comienzo de la eternidad. 

Portada de Siberia con ilustraciones de Marck Chagall
Como acompañante del siguiente poema de Sutzkever nos quedamos con el primero de los movimientos, Liturgia de cristal, interpretado por Sarah Johnson al violín, Richard von Foerster en el cello, Brian Ebert en el clarinete y Heidi Leathwood en el piano.


Como muchos otros judíos, Avrom Sutzkever y su esposa Freydke -que se habían casado un día antes del comienzo de la guerra- se quedaron confinados en el gueto de Vilna. Allí les adjudicaron el trabajo de catalogar documentación y obras de arte para enviarlos a un organismo de Frankfurt en el que se pretendían guardar obras del futuro extinto pueblo judío. Arriesgando la vida entre todos, llegaron a esconder diversos documentos como un diario de Theodor Herzl, algunos dibujos de Marc Chagall y Alexander Bogen tras los muros del gueto.
Tras el asesinato de su madre y su hijo pequeño, el 12 de septiembre de 1943 varios de los componentes del grupo huyeron a los bosques más allá del gueto, luchando como partisanos contra el ejército alemán.
Al llegar uno de sus poemas a miembros del Comité Antifacista Judío de Moscú como Boris Pasternak, lograron que desde el Kremlin enviaran un avión a rescatarlos. De esta forma, el matrimonio llegó a Moscú en marzo de 1944 donde nació su hija.


Aunque la obra de Avrom Sutzkever es extensa, hasta el punto de llamársele el Poeta del Holocausto, no hay traducciones de su obra en nuestro idioma, pudiéndose encontrar algunos de sus poemas subidos a Internet por Eliahu Toker.
Nos acompaña otro de los poemas escritos durante su estancia en el gueto de Vilna, Ejecución, un desconsolado texto que parte de nítidas reflexiones sobre experiencias sufridas en esos duros y complejos momentos le ocurrieron a él y a tantos miles de judíos.


Una vez finalizada la contienda mundial, Sutzkever fue llamado para testificar en los juicios de Nuremberg, donde declaró contra Franz Murer, el asesino de su madre y de su hijo.
Después de unos años en Polonia y París, se instaló en 1947 en Tel Aviv, aún perteneciente a Palestina, bajo el mandato británico, puesto que hasta el año siguiente no se fundó el estado de Israel.
Allí comenzó a editar la revista Di Goldene Keit (La cadena dorada), la mayor y prestigiosa publicación literaria en Yiddish.
Entre sus libros de poemas, escritos en ese idioma, se encuentran Di Festiung (La fortaleza), Yidishe Gas (Calle Judía), Siberia, En midber Sinai (En el desierto del Sinaí), Di fidroyz (La rosa del violín), Griner akvaryium (Acuario verde) o Fun alte un yunge ksav-vadn (Risas bajo el bosque. Poemas de manuscritos Viejos y Nuevos), prácticamente ninguno traducido a nuestro idioma.
Todas estas obras contribuyen a formar un impresionante testimonio poético del último siglo de historia de los judíos de Europa e Israel, expresándose con imágenes de una rica belleza.
Avrom Sutzkever falleció, casi centenario, en Tel Aviv en 2010.

Marc Chagall, Promenade (El paseo), Museo Ruso de Málaga
Nos acompaña un último poema suyo, Unter dayne vayse shtern (Bajo la blancura de tus estrellas), un texto en el que vuelve a derramar todo los sentimientos que le provocan la estancia en el gueto de Vilna.


Tocayo de Sutzkever, Avrom Brudno coincidió con él en el gueto de Vilna donde compuso algunas de las canciones que más éxito tuvieron, algunas de las cuales fueron publicadas en una de las revistas musicales del gueto. Su vida se cortó abruptamente, falleciendo en el campo de concentración de Klooga (Estonia).
Es precisamente su versión musical del poema Bajo la blancura de tus estrellas la que nos acompaña para despedirnos de la poesía de Sutzkever.

La interpretación, a cargo de una soprano de la que desconocemos su nombre está subtitulada en alemán, inglés, ruso, yiddish y hebreo y muestra la enorme sensibilidad del poeta y del compositor.


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Bibliografía y webgrafía consultadas:

Paseando por lugares ficticios

En las narraciones, las historias poseen un tema y un argumento que se desarrollan a través de unos personajes y transcurren en un lugar y un tiempo determinados. En la decisión del autor nos encontramos toda una gama de posibilidades que va desde el realismo a la fantasía, de la fiel representación de la realidad a la ensoñación, de la recreación de caracteres, personajes y lugares a la creación de los mismos.
El paisaje, el lugar y el ámbito donde se desarrollan estas obras también siguen estas fluctuaciones, decidiendo el autor qué características tiene el lugar en el que se desarrolla la obra. Así, nos encontramos obras que transcurren en lugares reconocibles por los lectores, otras en los que nos evocan a una mezcolanza de diversos lugares que el autor considera relevantes para su historia, y otras en las que el autor crea un lugar único, inexistente que sirve para dad entidad a la narración, creando en su imaginación y en la de los lectores y espectadores un universo nuevo.
Toda esta gama de lugares ha sufrido una evolución en el desarrollo narrativo en los últimos siglos. Si en el XIX, el desconocimiento de horizontes ajenos lo utilizaba el autor para detallar las características del lugar donde desarrollaba su historia, de forma que los lectores lo fueran conociendo, con el transcurso del tiempo, y dado el hecho de que la globalización, las imágenes y los viajes hacen que reconozcamos cada vez más lugares, esta descripción cada vez es menos necesaria y, por lo tanto, utilizada.
En esta publicación te propongo realizar un paseo por algunos lugares ficticios procedentes de obras literarias y musicales. Nos acompañan obras de García Márquez, Sánchez Ferlosio, Tolkien, Rimsky-Korsakov y Mozart. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!

Konstantin Ivanovich Gorbatov, Una ciudad hundida La ciudad invisible de Kitezh (1933)
Si en la literatura es un recurso utilizado con cierta frecuencia la creación de lugares ficticios, en la música, su consideración es diversa. Las obras musicales tienen distintos tipos de intenciones y formulaciones. Por un lado, pueden seguir un esquema a base de distintos temas musicales y sus desarrollos; por otra parte, pueden reflejar con una gran riqueza las impresiones y sentimientos que tanto un paisaje, como un lugar o un hecho producen en el compositor. Así, se crean paisajes sonoros que hacen referencia a los mencionados anteriormente, como las impresiones que nos dejan una ciudad, un país, un hecho o sentimiento.

Basada en dos leyendas populares, la salvación mágica de una ciudad y la historia de una joven que posee dones celestiales como la fe, la esperanza y la humildad, que le permite, dentro de la simpleza del «pobre tonto», en este caso de la joven Fewronija, salvar y redimir a toda una ciudad, Nikolai Rimsky-Korsakof compuso Skasanija o newidinom grade Kiteshe i dewe Fewronije (La leyenda de la ciudad invisible de Kitezh y la joven Fewronija).
Con libreto de Vladimir Belski, la obra fue estrenada en el Teatro Mariinski de San Petersburgo en febrero de 1907. La historia se desarrolla en tres lugares, dos  terrenos y uno místico, la ciudad invisible o la celestial Gran Kitezh. La acción transcurre en el bosque, en la ciudad denominada Pequeña Kitezh y en la residencia del príncipe Kitezh el Grande. El primero, el bosque, representa la naturaleza, el lugar donde vive Fewronija, puro, libre y lleno de armonía; el segundo, la Pequeña Kitezh, muestra el escenario de la vida cotidiana, el lugar donde reside la gente normal, incluido Grishka Kuterma, el vagabundo que sirve al mal; mientras el tercer escenario, la Gran Kitezh es la residencia del bien, el símbolo de la patria ideal. Así, en esta ópera, Rimsky-Korsakov nos plantea un debate entre el bien y el mal en un múltiple y ficticio escenario, en el que se plantea esta lucha entre unos principios que están presentes en la condición humana, sin que ninguno de ellos finalice ni vencedor ni vencido.
Nos acercamos a la Pequeña Kitezh en el Acto II, en cuyo inicio Rimsky-Korsakov nos describe la abigarrada vida de la ciudad. Los habitantes se agrupan en la plaza a la espera del vehículo nupcial que acerca a la joven Fewronija desde el bosque hasta la lujosa mansión donde vivirá. Aparecen personajes populares como el adiestrador de osos, tañedores de gusli, mendigos y prestidigitadores.
Aquí, el compositor ruso crea una ciudad a semejanza de muchas de las que forman su Rusia natal en la que la acción dramática se enriquece con la presentación de tipos y personajes populares reconocibles para el público.


La música que nos acompaña pertenece al disco The legend of the invisible City of Kitezh de la orquesta Mariinsky Orchestra de San Petersburgo y el Kirov Chorus editado en 1999 bajo la dirección de Valery Gergiev para el sello discográfico Philips.


El primer tipo de lugar ficticio literario que nos acompaña parte de la realidad del entorno que lo rodea, un lugar que surge en la mente del autor como un espacio que toma partes y características de lugares próximos al escritor -como el que acabamos de apreciar- y que lo utiliza para tratar y exponer la historia que desea contar. Un elemento surge de un lugar determinado, otro de otro distinto, hasta configurar un nuevo espacio que sirve al autor para sus fines.
Estos lugares participan simultáneamente del poder del anonimato que le resguarda de otros lugares de los que pretende contar la historia y de la creación de un entorno único y novedoso, un modelo que sirva al autor para moverse a su discreción para narrar cuanto desea al lector.

Casa familiar de Gabriel García Márquez en Aracataca en la década de 1970
En este sentido nos acercamos a uno de los más (re)conocidos lugares de la literatura del siglo XX, Macondo, la genial creación de Gabriel García Márquez en Cien años de soledad.
Basada en sus recuerdos de infancia donde vivió con sus abuelos en su Aracataca natal, García Márquez configura con ellos el mítico poblado de Macondo sino también la casa de los Buendía, inspirada en la propia vivienda familiar.
A esta última recurrió en varias ocasiones al recordar un lugar enorme desde su visión infantil, un lugar lleno de memorias y de rincones prohibidos. Llegó a escribir sobre ella en varias ocasiones. En Historia de un deicidio, Mario Vargas Llosa reproduce estas palabras tomadas de distintas conversaciones con el autor de Cien años de soledad:

En cada rincón había muertos y memorias, y después de las seis de la tarde, la casa era intransitable. Era un mundo prodigioso de terror. Había conversaciones en clave (...). En esa casa había un cuarto desocupado en donde había muerto la tía Petra. Había un cuarto desocupado donde había muerto el tío Lázaro. Entonces, de noche, no se podía caminar en esa casa porque había más muertos que vivos. A mí me sentaban, a las seis de la tarde, en un rincón y me decían: «No te muevas de aquí porque se te mueves va a venir la tía Petra que está en su cuarto, o el tío Lázaro, que está en otro.» Yo me quedaba siempre sentado.

Esta relación, que finalizó con el fallecimiento del abuelo, sirvió al escritor colombiano para mostrarlo como héroe en diversos momentos de su más aclamada novela y para crear, tanto el mítico Macondo como las viviendas de sus protagonistas.
¿A quién de nosotros no nos evoca ese mundo estas letras que nos acompañan?


En las obras musicales escénicas como las óperas es poco frecuente el hecho de crear un lugar imaginario en el que desarrollar la obra, limitándose en la mayor parte de los casos, a situar el desarrollo de la acción en un país, ciudad o territorio indeterminados.
Así, nos acompaña una obra que crea un extraño y singular espacio ficticio a partir de un cuento con tintes masónicos, unas procedencias diversas de protagonistas y espacios y unos personajes populares que acercan al espectador a la obra. 

Ilustración de Lucía Rivera
Estrenada en 1791, pocos meses antes de fallecer, Die Zauberflöte (La flauta mágica) es la obra más representada de Wolfgang Amadeus Mozart, y la segunda que más veces se ha llevado a los escenarios de todo el mundo tras La traviata en la última década.
Según indica el compositor en el libreto, Tamino es un príncipe japonés, mientras Pamina habita en el palacio de Sarastro en una lujosa habitación egipcia, mientras la reunión que celebran los sacerdotes en el Acto II se desarrolla en un bosque de palmeras. En resumidas cuentas, Mozart opta por confluir en su singspield en uno sólo distintos y exóticos lugares para un cuento que es una parábola relacionada con el movimiento masón.
Nos acompaña la obertura de La flauta mágica en una versión grabada en el Festival de Salzburgo de 2006 con la Wiener Philharmoniker Orchestra con la dirección de Ricardo Mutti.


En otras ocasiones, el autor no se circunscribe a un lugar que tenga las características de varios otros para su obra, sino que su intención es la de crear un mundo y una civilizaciones nuevos, un sistema y un modo de vida, de pensamiento que se aleje, desde su origen hasta su desarrollo, de la forma en que se ha gestado y es nuestra sociedad.
Son narraciones más complicadas que suponen para el autor una creación más compleja, con la generación de toda una filosofía vital que va desde la misma forma de vida hasta la denominación de los personajes, la toponimia de los lugares en los que se desarrolla la historia, o cualesquiera de los detalles que conforman la historia.
En este ámbito creativo nos acercamos a una obra de Rafael Sánchez Ferlosio. Tras ganar el Premio Nadal en 1955 y el año siguiente con El Jarama, el escritor nacido en Roma, donde su padre ejercía de corresponsal periodístico, dedicó su vida a las letras con obras como cuentos y ensayos de diversa índole. Fue tres décadas más tarde cuando salió a la luz la obra que nos acompaña a continuación.

Ilustración de Rafael Sánchez Ferlosio
En 1986, Sánchez Ferlosio publicó El testimonio de Yarfoz, una obra en la que creaba un mundo a partir del relato del protagonista. El escritor ahondaba en su creación al inscribir este texto biográfico del hidráulico Yarfoz sobre su admirado príncipe Nébride como un añadido incluido por Ogai el Viejo, relator de las guerras de los territorios ribereños del río Barcial, como un Apéndice del Libro II por el interés encontrado en el relato y por el futuro destino que algunos de sus protagonistas tendrá en la mencionada obra La Historia de las guerras barcialeas.
Así, Sánchez Ferlosio nos presenta este texto como una pequeña parte de una obra de un alcance y una ambición mayores. Allí, además de una filosofía, una ciencia y una sociedad, el escritor se detiene en mostrarnos algunas de las ciudades y sus disposiciones como Esteverna, Escescésina y las cercanas Gromba Feceria y Gromba Salamnea. Pero el accidente geográfico que marca la diferencia entre pueblos vecinos como Grágidos, Atánidas, Iscobascos, Fecerios y Salamneos es el Meseged, un término que aludía tanto a una catarata como a una sierra, una escarpadura, una pared en la roca, como a un escalón. En resumidas palabas, el Meseged nombraba a todas esas estructuras que se refería a una enorme falla que al citar, aludía a todos esos accidentes simultáneamente.
Este enorme escalón se separaba los territorios y a los habitantes de distintos grupos nos muestra en El testimonio de Yarfoz una descomunal obra de ingeniería que une a estos pueblos de la separación que el medio físico les ha causado.
Dejemos que Yarfoz en compañía del príncipe Nébride nos adentre, a la par que ellos, en el intrincado camino que une la parte alta y la baja del Meseged creado por la mente de Rafael Sánchez Ferlosio.


Finalizamos la parte musical de este paseo por lugares imaginados con un regreso a La leyenda de la ciudad invisible de Kitezh
Tras un ataque de los tártaros se rompe la idílica vida en la ciudad. Este asalto representa el origen de la maldad, el castigo de los dioses que muestra el sentimiento de catástrofe universal que dominaba a los intelectuales europeos y, especialmente, a los rusos, aunque también aparecían rasgos religiosos o las ideas de Tolstói sobre la tolerancia y la generosidad en la ciudad de Kitezh.
El hecho que da nombre a la ópera se produce al final del Acto III, antes del desenlace que se producirá en el siguiente.

Boceto escenográfico de Viktor Vasnetsov para la ópera de Rimsky-Korsakov (1907)
Tras vencer los tártaros -ese enemigo, símbolo de la maldad, que siempre aparece en los cuentos populares rusos-, acampan a orillas del lago frente a la ciudad. Tras una lucha por el botín entre algunos, y mientras duermen, la joven inocente y pura Fewronija desata en un gesto de piedad al traidor Kuterma. Ambos huyen hacia el bosque y, al amanecer comienzan a repicar las campanas. En las aguas del lago se reflejan las cúpulas de la Gran Kitezh, pero en la orilla no se ve la ciudad. Ante tal hecho, los tártaros huyen presas del terror


La grabación pertenece al mismo disco con la orquesta Mariinsky Orchestra de San Petersburgo y el Kirov Chorus bajo la dirección de Valery Gergiev para el sello discográfico Philips.


Si nos hemos acercado a distintos tipos de obras que afrontan la creación desde diversos puntos de vista, la última nos acerca al tema fantástico, un universo plagado de seres que viven y habitan un mundo diferente al que vivimos, con sus características y peculiaridades. Son personajes que se acercan más a la literatura de evasión que a la de tipo social, pero que tiene multitud de seguidores, máxime cuando estas obras trascienden a la gran pantalla.
En este grupo de obras encontramos a uno de los más grandes escritores de este género, John Ronald Reuel Tollien.

Ilustración de Jemima Catlin
Conocido como J. R. R. Tolkien, sus obras más conocidas son El Hobbit y El señor de los anillos, obras que han alcanzado fama mundial. Escrita durante la década de los años '20 del pasado siglo, The Hobbit, or there and back again, conocido simplemente como El Hobbit es una obra que Tolkien escribió para leer a sus hijos pequeños, aunque el manuscrito fue pasando de mano en mano hasta llegar a una editorial que propuso al escritor su publicación. La obra, que transcurre durante la Tercera Edad del Sol de la Tierra Media, tuvo durante las siguientes décadas la continuación en El señor de los anillos, una obra que continuaba el universo creado con humanos a los que acompañan seres antropomorfos como los hobbits, enanos y elfos que las habitan y que el propio autor definía como legendarium.
Este lugar ficticio literario está presente en muchos de nosotros gracias a la adaptación al cine, pero no deja de llamarnos la atención cuando nos acercamos a él a través de la pluma de J. R. R. Tolkien.

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Bibliografía y webgrafía consultadas:
  • García Márquez, Gabriel. Cien años de soledad, edición ilustrada por Lucía Rivera, Literatura Random House, 2017.
  • Sánchez Ferlosio, Rafael. El testimonio de Yarfoz, Editorial DeBolsillo, 2015. 
  • Tolkien, J. R. R. El Hobbit, ilustraciones de Jemima Catlin, Editorial Minotauro, 2020. 
  • Rimsky-Korsakov, Nikolai. The legend of the invisible City of Kitezh, Philips, ASIN: b00002df33.
  • www.kareol.es: Letras y traducciones de óperas y música vocal.
  • Batta, András. Ópera. Compositores, obras, intérpretes. Könemann Verlagsgesellschaft mbHl, 1999, Colonia (Alemania)

¡¡Malditas guerras!!

Durante más de medio siglo hemos vivido un periodo de relativa paz en nuestro planeta. Ha habido conflictos bélicos, muchos, pero lejos de las horrendas confrontaciones que supusieron las dos guerras mundiales que marcaron la primera mitad del siglo XX.
La Segunda Guerra Mundial supuso el comienzo del fin de los imperialismos y colonialismos clásicos tal como se entendían hasta ese momento.
Aquel tiempo mostró a la humanidad como nunca las atrocidades de la guerra, la denigración a la que el ser humano puede llegar a llevar a sus congéneres, las cada vez más terribles armas de destrucción o el terrible hecho de tener que considerar enemigos a destruir a quienes no se ha visto jamás.
A este turbulento y horrendo periodo siguió el de la guerra fría, unas décadas de confrontación latente al que siguió un tiempo de paz entre las grandes potencias, que nos llevaron a pensar que la humanidad había entrado en un nuevo horizonte ausente de conflictos bélicos.
A esta idea contribuyó la creación de instituciones supranacionales que tenían -y tienen- entre sus finalidades luchar por la paz, crear modelos políticos y sociales que ayuden al entendimiento entre naciones o tratar temas importantes y fundamentales mediante el diálogo. Ahí están, con sus más y sus menos, la ONU, la UNESCO o UNICEF entre otros muchos organismos, además de distintos foros y organizaciones que velan por tomar decisiones de carácter universal relativas al medio ambiente, la lucha contra las desigualdades o el desarrollo armamentístico.
En Europa se vio clara la necesidad de cambiar la rivalidad -y guerra- entre las naciones para sustituirla por una estructura supranacional que aprovechara la economía común, una cultura plural que bebía de las mismas raíces y orígenes para crear una unión que se basara en códigos de debate, entendimiento y pautas comunes para seguir avanzando en una dirección inédita en siglos.
Desgraciadamente, estos pasos que comenzaron a desarrollarse hace más de medio siglo y que nos parecían inmutables, innegociables e irreversibles nos están llevando a una situación más que preocupante.
Por una parte, las instituciones supranacionales no avanzan debido a intereses nacionales y derechos de veto de los poderosos. La democracia como la mejor opción de gobierno muestra en determinados países su lado menos virtuoso con gobiernos que pierden credibilidad y partidos populistas que surgen por la falta de respuestas que ven los ciudadanos.
Además, la democracia se ve en determinados lugares equiparada a gobiernos totalitarios que la igualan a ellos mismos. El poder económico de países que no respetan los derechos humanos compite por lograr el predominio sobre otros sistemas políticos y económicos. Por último, los conflictos bélicos se están acercando y enquistando en lugares donde nos parecían impensables o, al menos, controladas las confrontaciones. 
Todo esto nos lleva a pensar que la memoria de todo cuanto ocurrió en el pasado siglo nos está fallando y que nos estamos permitiendo acercarnos peligrosamente, en un tiempo tan convulso, a unas líneas rojas que nos parecían bien marcadas y definidas para no traspasarlas.
Te propongo unas reflexiones sobre la paz frente a la guerra con obras de Gandhi, Zweig, Morley y música de Händel, Bach y Schubert. Si te gusta… ¡Comparte, comenta, sugiere!


Christopher Morley estudió Historia Moderna en Oxford y ejerció como periodista, trabajo que compaginó con su carrera literaria donde publicó diversos ensayos, obras teatrales y algunas novelas, alcanzando el centenar de publicaciones. Ya nos acompañó en El libro como protagonista con su novela La librería ambulante. En esta ocasión nos acercamos a la continuación de esta novela, La librería encantada, una novela corta que tiene a los mismos protagonistas, Roger y Helen Mifflin regentando una librería en el Bronx neoyorkino. 
La obra, ambientada al final de la I Guerra Mundial, se centra en el ambiente de una librería de libros usados en la que concurren, además del matrimonio que la regente, un joven publicista, la hija y heredera de un rico empresario y un farmacéutico. En un tiempo convulso, lleno de nuevos aparatos y referencias a la guerra, la tranquila y monótona vida de ellos se verá agitada por un folletinesco relato que va de un evidente romance al suspense que se genera alrededor de un libro desaparecido que regresa a su estantería inesperadamente.


El texto que nos acompaña reproduce una conversación entre el librero Roger Mifflin y la joven heredera Titania en el que el primero realiza un alegato contra las guerras en general, y la que se estaba desarrollando, en particular. Tras algunos juegos de palabras intraducibles y poco entendibles hoy como «verdá y verdalemán» que se refiere a los distintos puntos de vista que se arguyen, Morley desarrolla algunos argumentos esclarecedores en favor de la paz en la conversación entre estos dos personajes.


Conocida de modo especial por su famoso Hallellujah, una de las piezas icónicas y más conocidas del repertorio barroco, Messiah (El Mesías) es una de las obras corales más escuchadas de Georg Friedrich Händel. Dentro de esta obra que continúa interpretándose cada año en multitud de escenarios nos encontramos con una pieza que nos sirve de reflexión al tema que estamos tratando.
Basado en textos bíblicos recopilados por Charles Jennens, la música que nos acompaña, Why do the nations so furiosuly rage together? (¿Por qué las naciones luchan furiosamente entre sí?) está sacado del Libro de los Salmos 2, 1-2.
Se trata un aria para bajo que mantiene en todo momento el equilibrio entre el texto y la música, que se manifiesta en un tono furioso en el estilo de las arias de bravura.


La interpretación corre a cargo del bajo-barítono Jonathan Woody acompañado por el Spire Chamber Ensemble en una grabación que se realizó en el Helzberg Hall de Kansas City en diciembre de 2016.


La guerra no sólo es un elemento consecuente de una determinada lucha por el poder, sino que tiene un origen intrínseco en la naturaleza humana a través de la violencia. En muchas ocasiones, esta violencia proviene del interior de nosotros por diversos factores que oscilan entre los individuales, los provenientes del entorno familiar, de la comunidad o incluso de la propia sociedad.
En determinados casos, podemos buscar la eliminación de la violencia a través de la búsqueda personal del equilibrio, la no cooperación con actitudes de ese tipo que se producen tanto en nuestro entorno cercano como lejano.
La música de Johann Sebastian Bach posee una elevación en sus temas y letras, un desarrollo formal en sus estructuras y un equilibrio que la hacen ideal para conseguir en los oyentes un estado de calma, paz y sosiego que nos aleja de cualquier acto relacionado con la guerra o la violencia interior.
Nos acompaña el Segundo movimiento, el Aria de la Suite para Orquesta en Re Mayor BWV 1068 de Bach en una interpretación del Ensemble Voices of Music con instrumentos de la época, en lo que se llama una versión historicista en la que se han especializado un considerable número de agrupaciones.
Una música que te propongo escuchar mientras meditas con el grupo de textos que siguen a continuación y con el que forma un todo bien compacto y coherente.


Si pensamos en la superación de los conflictos bélicos y el uso de la no violencia con toda seguridad será Gandhi el personaje que primero se nos vendrá a nuestra mente.
Mohandas Karamchand Gandhi desarrolló el concepto hindú de la Ahimsa (no violencia) hasta su activismo tanto político como moral y espiritual hasta convertirlo en una fuerza de un poder inusitado hasta entonces.
Las reflexiones que desarrolló a través de sus discursos, sus escritos e incluso sus plegarias tienen un poder que bebe de este concepto hindú, así como las influencias de la obra literaria y pacifista de Tolstói y de los principios básicos del cristianismo, hasta conformar una extensa visión transformadora de la realidad tanto individual como social.
Extraídos de Reflexiones sobre la No violencia, y escritas también a comienzos del pasado siglo nos acercan al concepto de la Ahimsa que tanto preconizó y desarrolló Mahatma Gandhi, un conjunto de pensamientos que nos acercan al concepto de no violencia.







Si la música de Bach que nos ha acompañado posee y transmite equilibrio y sosiego, la obra siguiente parte de los mismos presupuestos. 
Se trata del Trío mº 2 para piano, violín y violonchelo, D. 929 que fue publicado a finales de 1828 como su Op. 100 poco antes de su muerte y un año después de haber sido escrito en noviembre de 1827.
Se estrenó en una fiesta privada en enero de 1828 para celebrar el compromiso de uno de sus amigos, Josef von Spaun.
El segundo movimiento, que es el que nos acompaña posee una estructura ternaria que se repite doblemente de forma asimétrica, cuyo tema principal se basa en una canción popular sueca que Schubert había escuchado en casa de unas amigas.
Este tema principal se inicia con un periodo binario de ocho compases (4 + 4)con una cadencia diferente en cada uno de ellos. Todo el movimiento, un Andante con moto está impregnado de una inspiración y un estilo inequívocamente schubertianos.
La interpretación corre a cargo de Julien Hanck al piano, Ambroise Aubrun en el violín y Maelle Vilbert en el cello y fue grabada en la Cathédrale Sainte-Croix des Arméniens de París en diciembre de 2016.
La calma y sosiego con que comienza y finaliza el movimiento se ven alteradas por una parte central más apasionada e intensa, que facilita que pueda servir de compañía al texto con el que finalizamos estas reflexiones.


Uno de los escritores que más han aparecido en este blog y que aún está olvidado después de la influencia que tuvo durante su vida es Stefan Zweig, un escritor al que nunca dejamos de reivindicar tanto por su obra de carácter pedagógico, como por sus novelas y relatos menos extensos y por su destacado perfil europeísta y pacifista.
Se trata de nuevo de una reflexión escrita en la primera parte del siglo XX, concretamente en 1919, justo después de finalizar la Gran Guerra


En El legado de Europa, el editor Richard Friedenthal reunió una serie de ensayos de Zweig en los que el escritor austriaco hace memoria de los artistas que plasmaron lo fundamental de la conciencia y cultura europeas. Una vez fragmentado ese entorno común con la I Guerra Mundial, Zweig colaboró en la reconstrucción de la idea europea con estos artículos sobre pensadores, escritores y amigos, a los que unió otra serie  de reflexiones como la que nos acompaña.
Escrita, pues, en 1919 justo tras la finalización del conflicto bélico, La tragedia de la falta de memoria alude a ese olvido de lo trágico que observaba en el entorno social inmediato meses después de finalizar la guerra y que podemos aplicar en nuestro tiempo. Un peligro que se cierne sobre todo cuanto, al parecer teníamos conseguido, veíamos como irrenunciable y que corremos el peligro de olvidar.




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Bibliografía y webgrafía consultadas: