expr:class='"loading" + data:blog.mobileClass'>

Sobre la estupidez humana

Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos.
Rafael Alberti

Los seres humanos nos hemos considerado durante siglos el centro de cuanto existe y las criaturas más inteligentes del universo conocido. Hemos mejorado mucho en cuanto a avances científicos, descubrimientos e inventos que nos han ayudado a mejorar nuestras condiciones de vida y entrar en una nueva forma de vivir muy alejada de nuestros primitivos ancestros.
Pero esta visión no quita que haya problemas enormes a los que nos enfrentamos y a los que no somos capaces de dar soluciones. El estado de nuestro planeta es cada vez más desastroso en cuanto a contaminación o desforestación que nos acerca cada vez más a un escenario que se antoja apocalíptico. Aunque en determinados lugares se viva en unas condiciones dignas, hay aún muchas personas que no tienen las mismas condiciones de vida, por no hablar de países en los que sus condiciones vitales se semejan, como mucho, a las del medievo europeo. Nuestra acción ante problemas globales es ineficaz por la cantidad de intereses particulares o nacionales que están en juego y que no permiten que se desarrollen acciones conjuntas. Por último, cada vez es mayor la sensación de que las clases políticas que gobiernan en determinados lugares no están a la altura de las circunstancias y la acción política es un mercadeo incesante, cortoplacista e ineficaz ante grandes cambios y problemas que nos afectan a nivel global.
En estas circunstancias podemos mantener que hay mucho de estúpido en el ser humano, tanto individual como colectivamente.
Te propongo un acercamiento a las leyes básicas de la estupidez humana, un conjunto de axiomas que estudian por qué razón esta estupidez humana nos lleva a más problemas que soluciones. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!  
Antes de comenzar esta publicación debe quedar claro que las músicas que lo acompañan presentan personajes que pueden parecer estúpidos, pero que son admirados y tratado con un especial cariño y reconocimiento. Además, quien lee esto debe saber -indudablemente- que no se encuentra en el grupo de las personas que podemos considerar estúpidas. 



Escrito más como pasatiempo para distribuir y comentar entre amigos, Las leyes básicas de la estupidez humana tuvieron su primer recorrido por la Universidad de Berkeley en California, mientras su autor impartía clases de Historia de la Economía allá por 1977. Este estado de la costa oeste americana con su fábricas de sueños y sus industrias del ocio y la banalidad están con seguridad tras la inspiración que la originó.
Así, el texto, que no llega a la veintena de paginas, circulaba entre profesores y estudiantes hasta que fue impreso en 1988 junto con Allegro ma non troppo, otra obra de pequeñas dimensiones, una especie de divertimento que se mueve entre el absurdo, la paradoja y el humor para crear un monumento a lo ridículo en que la línea que separa lo serio y profundo de lo sarcástico e irónico son difíciles de separar.
Este sarcástico y bienhumorado estudio contenido en Las leyes básicas de la estupidez humana desarrolla un pensamiento sobre este aspecto que, como veremos, no deja libre a ningún estamento social, ni ambiente, ni cultura, ni lugar de origen.



Una vez que la ópera comenzó su vida tras la consolidación de su estructura con las primeras obras de Monteverdi, pasó de representarse en los palacios de la nobleza para crearse los primeros teatros de ópera. Este cambio significativo abría el espectáculo a cualquier tipo de público frente a los invitados de la nobleza en la etapa anterior y el consiguiente pago de sus entradas por parte de los espectadores. 
Con la construcción de estos primeros teatros, de forma especial en Venecia, se creó una nueva escuela operística, la Escuela Veneciana, con algunas características fundamentales: Se redujo la orquesta debido al menor interés del público por la parte instrumental. Se dio cada vez menos importancia al coro, lo que suponía para el empresario un ahorro en costes de producción. Se potenciaron las melodías de las voces agudas, especialmente los castrati, seguidos por sopranos, mezzosopranos y tenores en un papel más modesto, con poca importancia para barítonos y bajos. 
En lo que nos atañe en esta publicación, se mantienen los argumentos de tipo clásico grecolatinos, aunque cada vez aparecen más personajes cómicos ajenos al argumento principal. Se trata de una clara concesión a las exigencias de un nuevo tipo de público más modesto que ocupaba los pisos altos de los teatros, más baratos, y que demandaban que los argumentos se animaran con la presencia de personajes divertidos. Así aparecen los criados astutos, las criadas ambiciosas y lascivas que gobiernan las casas y las voluntades de los amos, los médicos estúpidos o los soldados fanfarrones que pueblan las óperas durante varios siglos. 
Así, la ópera buffa o cómica que surge como un subgénero se puebla de estos personajes. Quizás uno de los más simples de todos los protagonistas, un estúpido que llega directo al corazón de todos los espectadores sea Nemorino, el campesino enamorado de Adina en L'elisir d'amore de Donizetti.
Si ya en la obra hay personajes de este tipo como el militar fanfarrón Belcore o el Dottore Dulcamara, un charlatán de feria que se gana la vida embaucando a los habitantes de los pueblos que visita con su caravana médica, el pobre Nemorino, no es que se deje engañar por él. Su caso es lamentablemente peor, él mismo intenta lo que ni se la ha ocurrido a Dulcamara: Embaucar al embaucador para tomar un elixir de amor que haga que bebiéndolo él, quien él mismo desee, caiga enamorada de su persona. Un caso de estupidez manifiesta, pero que a todos nos gana el corazón, especialmente cuando más adelante entona Una furtiva lacrima.
La interpretación corresponde al tenor Rolando Villazón como Nemorino y el barítono Ildebrando D'Arcangelo como Dulcamara, en una extraordinaria producción de la StaatsOper de Viena que hemos traído a este blog en diversas ocasiones.




Las Leyes Fundamentales de la estupidez humana fue escrita por Carlo Maria Cipolla, uno de los grandes historiadores de la economía que ha dado el siglo XX. Tras estudiar en La Sorbona y la London School of Economics, trabajó en las universidades de Catania, Venecia, Turín, Florencia y Pisa, hasta ser Catedrático de Historia de la Economía en las universidades de su Pavía natal y de Berkeley, esta última desde 1959 hasta 1991.
En su campo de estudios publicó Entre la historia y la economía. Introducción a la historia económica, La odisea de la plata española, Las máquinas del tiempo y de la guerra o Historia económica de la población mundial, obras de una indudable solidez y profundidad que contrastan con la obra que nos ocupa.
Como podemos leer a continuación en la primera de sus leyes, siempre estamos dispuestos a subestimar el número de estúpidos que habitan en nuestro mundo.



También el mismo Donizetti llevó a cabo la que se puede considerar la última gran ópera cómica del repertorio, Don Pasquale, otra obra de la que hemos tratado en alguna ocasión. 
El argumento muestra a un anciano protagonista que cae en la trama que organizan la joven Norina y su amado Ernesto, sobrino de Don Pasquale, para que este abandone su sueño de casarse. Entre Norina y el doctor Malatesta lograrán el objetivo. 
El papel del anciano es doloroso, rozando el algunos momentos lo ridículo, en una época en que se mantenía que en ciertas edades no se podía disfrutar del amor. 



El ensayo A la italiana es uno de los ensayos que se realizan para coordinar las voces con la orquesta, en el que se prescinde de decorados, vestuario o movimientos por la escena. En ellos, lo importante es la coordinación de las voces y la orquesta, las réplicas entre los cantantes, la sonoridad del conjunto y el equilibrio de las voces.
La música que nos acompaña corresponde a un ensayo A la italiana del dúo del Acto III de Don Pasquale Cheti, cheti (calladitos, calladitos) entre Malatesta y Don Pasquale interpretados por Javier Franco y Carlos Chausson perteneciente a la temporada 2017 de la ABAO, la Ópera de Bilbao con la dirección musical de Roberto Abbado.
En él, Don Pasquale intenta convencer a Malatesta para vengarse de su esposa que ha concertado una cita en el jardín con Ernesto, aunque lo que desea en el fondo es desembarazarse de la que cree que es su esposa.
Aunque sea un ensayo, en el que se escuchan comentarios o se ve a los músicos realizando anotaciones en la partitura, en el momento en que los cantantes realizan el canto silabato, esa modalidad propia de las voces graves en que se acelera hasta límites inverosímiles la vocalización de la frase, es curioso observar a los miembros del coro y su admiración por lo que realizan los solistas.



La intención de la obra sobre la estupidez de Cipolla tiene probablemente sus orígenes en la Filosofía utilitarista de Jeremy Bentham y su axioma "Todo acto humano, normas o institución han de ser juzgados a partir de la utilizad que tienen, es decir, según el placer o sufrimiento que producen entre las personas".
Este indicio original lo desarrolla Cipolla con un tono desenfadado, pretendidamente cientifista, pleno de razonamientos generalizadores.
En la Segunda Ley Fundamental de la estupidez humana defiende que se es estúpido independientemente del origen o cualquier otra característica de la persona.



Si hay una ópera que trate sobre la estupidez de los gobernantes, esta es sin lugar a dudas Zolotói Petushok (El gallo de oro) de Nikolai Rimsky-Korsakof, una obra que el autor no pudo ver en escena por la censura, ya que criticaba claramente al zar Nicolás II y el desastre estratégico y militar que supuso para el país la guerra entre Rusia y Japón, además de la Revolución de 1905 para erradicar las condiciones quasi feudales en que vivía el pueblo ruso y que fueron seguidas por una inmensa mayoría de la población, incluidos los estudiantes del conservatorio de San Petersburgo y el propio compositor. La obra fue estrenada varios años después del fallecimiento del compositor.
Basada en un poema de Aleksandr Pushkin, El gallo de oro comienza con un astrólogo que se presenta como director de escena y actor que adelanta la historia que va a narrar. 
Boceto escenográfico para El Gallo de Oro para el Teatro Alemán de Riga (1928)

El Zar Dodon (Pushkin lo llamó Dadon buscando mayor sonoridad), un anciano que fue pendenciero solo desea ya la tranquilidad y ni la Duma ni sus dos hijos saben cómo proteger el país de los enemigos. El astrólogo le regala un gallo de oro que cantará para avisarle cuando haya peligro. 
La música que representa al Zar es deliberadamente simple e ingenua, mientras que el personaje del Astrólogo es representado como un sabio oriental y misterioso con una tesitura vocal de eunuco, un tenor de los denominados altino por lo agudo de los registros en los que canta, además de ser acompañado por instrumentos como la celesta.
El enlace pertenece a una producción de la New Opera NYC de New York City de 2017 con Dmitry Gishpling como el Astrólogo y Mikhail Svetlov como el Zar Dodon con la presencia del Gallo de Oro y la zarina Shemacha.




El hecho de que Carlo Maria Cipolla escribiera este opúsculo sin intereses económicos surge del hecho de que siempre permitió la reproducción gratuita de esta publicación y que se ha enlazado al final de esta publicación.
En otros libros Cipolla fue un autor creativo, bastante prolífico y, aunque centrado en la historia de la economía, mostraba diversos intereses que giraban alrededor del estudio de la historia del dinero o de la población, aunque sin dejar de tratar temas como la historia de los sistemas sanitarios en las diversas sociedades, de la tecnología o de la alfabetización.
Su tercer postulado nos acerca a la naturaleza de las actuaciones de las personas estúpidas como aquellas que causan daño a otras sin obtener un beneficio propio y, lo que es peor, obteniendo en ocasiones un perjuicio con la inclusión de formulaciones y gráficos relacionadas con la sociología.


Ya en el inicio del siglo XX, Giacomo Puccini volvió a recurrir al tipo de personajes ridículos o estúpidos que surgieron con la Escuela de Venecia. En ópera póstuma Turandot son tres en uno, tres personajes que se mueven y desarrollan como uno solo, que se solapan, hablan a la vez y completan las frases de sus compañeros. Puccini los utiliza como contrapunto humorístico de la acción dramática que se desarrolla entre los personajes principales de la obra para descargar la tensión argumental.



Sus sonoros nombres indican este estado. Ping es el Gran Canciller, Pang el Mariscal y Pong el Cocinero Mayor del Emperador y siempre aparecen en escena juntos, en la primera ocasión para advertir, en otra para añorar los tiempos anteriores a la búsqueda de pretendientes para Turandot.
La interpretación corresponde a una producción de la Opera de Pensacola, en el estado norteamericano de Florida. Ping está interpretado por el barítono Dennis Jess, mientras los tenores Thomas Rowell realiza el rol de Pang y Eric Bowden el de Pong. Se trata de la primera de sus apariciones en la que los tres personajes intentan persuadir a Calaf de la inutilidad de su esfuerzo por conquistar la mano y el corazón de la fría Turandot.



Con todo su prestigio como historiador de la economía, Cipolla pasó copias de las dos obras citadas entre sus conocidos que fueron pasando fotocopiadas hasta que decidió su publicación con el título Allegro ma non troppo, un libro que incluía dos escritos: El papel de las especias (y de la pimienta en particular) en el desarrollo económico de la Edad Media -que con el tiempo quedaría titulado como el libro- y Las Leyes Fundamentales de la estupidez humana.
Cipolla utiliza en este último un lenguaje matemático con gráficos como el de la Tercera Ley que se sirven como argumento para enunciar sus razonamientos. Así, su argumento le hace llegar a la Cuarta Ley en que demuestra con el uso de estos gráficos y formulaciones que las personas no estúpidas -como tú, que lees este escrito- subestiman la fuerza destructiva que desarrollan las personas estúpidas.


Siguiendo con la ópera El gallo de oro, cuanto este cante, el Zar Dodon enviará  tras los avisos de este animal a cada uno de sus hijos a repeler al enemigo logrando, sin pretenderlo, que se maten el uno al otro. Después él mismo se encamina hacia el frente donde conocerá a la bella Zarina Shemacha, hija de la Reina del Aire que lo seducirá. Así, la voluntad de este inepto zar quedará entregada al astrólogo y la zarina. Finalmente, el zar muere tras un picotazo del Gallo de Oro.
El astrólogo volverá al final de la obra a aparecer como maestro de ceremonias y se erige junto con Shemacha como los dos únicos personajes reales de la historia. Al resto, los destierra al reino de las sombras.
El personaje de esta Zarina Shemacha está representado como una especie de mujer fatal rusa, mostrando una seducción y una voluptuosidad que lleva a quienes la siguen hasta la muerte, siendo el personaje más interesante de la obra. El propio libretista, Belski la describió "como la tentación diabólica de la belleza carnal." Su papel está cargado de poesía y una música que mezcla elementos orientales y rusos, exigiendo la voz de soprano de coloratura. por momentos dramática, en otros lírica. 
La siguiente escena muestra el momento en que Shemacha intenta enseñar a un ridículo Zar a bailar.
La grabación pertenece a una producción de 2014 de la Bergen National Opera con Laura Claycomb como la Zarina y Andrew Shoe como Dodon.



Saber reírse de uno mismo y de quienes le acompañan de una forma sana es una actividad inteligente que hace que el humor se tome, tal como hace Cipolla, como un deber para la sociedad: "El humor es el mejor remedio para disipar tensiones, resolver situaciones difíciles y facilitar el trato y las relaciones entre personas."
Así, con el talante con que Cipolla escribió, para sí y para sus amigos, y luego nos regaló a quienes deseemos leerlo, nos acercamos a la quinta y más conocida de sus Leyes Fundamentales, reconociendo que la persona estúpida -esa que no somos nosotros, ¿o sí?- es la más peligrosa que existe.



Quizás en estos momentos tengamos despejadas las dudas y hayamos comprobado que somos estúpidos y que el número de personas estúpidas es aún mayor del que el propio Carlo Maria Cipolla había calculado. Nuestra acción como conjunto de seres humanos frente a pandemias deja mucho que desear y problemas mayores como el de la conservación del planeta que es nuestra casa, no son capaces de hacernos que demos una respuesta conjunta; así como la desigualdad que existe entre grupos sociales o entre distintos países hace que una serie de problemas que podrían haber tenido solución hace tiempo sean cada vez más complicados de solucionar por nuestra propia acción.
Nos ocurre como a la última de las músicas que nos acompañan. En su Carmina Burana, la cantata basada en poemas medievales goliardos, Karl Orff agrupó algunos de ellos bajo el epígrafe In taberna. En Olim lacus colueram (En otro tiempo yo vivía en el lago), uno de los bebidos participantes se mete en el papel de un cisne asado que canta su propia desdicha, como si beber lo llevara a tan ilusionante y esperanzador final. Una lúcida metáfora de lo que somos.



El tenor ruso Anton Kuzenok interpreta Olim lacus colueram dentro de la Gran Final de la 51st International Vocal Competition celebrada en el Muziekgebouw Firts Philips de Eindhoven en septiembre de 2017 con Kenneth Montgomery dirigiendo la South Nehterlands Philharmonic. Los aplausos finales son, sin ninguna duda, para nosotros.


Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!

Bibliografía y webgrafía consultadas:
  • Cipolla, Carlo Maria, Las leyes fundamentales de la estupidez humana. Texto íntegro.
  • www.kareoo.es. Letras y traducciones de óperas y música vocal.
  • Batta, András. Ópera. Compositores, obras, intérpretes. Könemann Verlagsgesellschaft mbHl, 1999, Colonia (Alemania)
  • Alier, Roger. Guía universal de la Ópera. Ediciones Robinbook, S. L. 2007, Barcelona. Ma non troppo.

3 comentarios:

  1. Gracias por la parte que nos toca como lectores jejeje "Además, quien lee esto debe saber -indudablemente- que no se encuentra en el grupo ..." Bromas aparte, curioso que la diversión y los personajes fuera del argumento están dirigidos a la clase más baja. Una genialidad del marketing de la época que sin duda se ha afinado con el tiempo. Me fascina como puedes mezclar libros y ópera de argumentos diferentes, coger ese único hilo que los une, en este caso los idiotas y pasearnos con fluidez por tus argumentos 💖

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A estas alturas no sabe uno en qué grupo se encuentra, lo cual es una clara señal de en cuál está.
      Fue leyendo sobre las óperas de la Escuela de Venecia como se encendió la chispa y vinieron de golpe todas las músicas, salvo El gallo de oro que ha sido un descubrimiento, una maravillosa desconocida.
      Gracias por comentar, Rosa.
      Un abrazo :-)

      Eliminar
  2. Tal cual! No saber es una clara señal! Todo un viaje es el que has hecho, gracias por compartirlo 🐾

    ResponderEliminar