expr:class='"loading" + data:blog.mobileClass'>

Palabras congeladas

En tiempos convulsos, de crisis existencial y continua agitación todo se vuelve frágil y delicado, desde las situaciones a las que la sociedad se enfrenta hasta las respuestas a las percepciones vitales y los cambios en usos y costumbres que se cuestionan y generan.
En estas ocasiones, hay obras que identifican, sacuden y reflejan ese tiempo, en ocasiones desde la crítica más dura, otras desde la creación de obras que lo reflejan y en otras ocasiones desde la sátira y el humor más corrosivo.
En este último caso, nos encontramos con autores y obras que han logrado unir el humor con la ironía, la sátira y un vértigo que representan, critican y contribuyen a reflejar el mundo, el tiempo y la sociedad sobre los que trabajan.
En ocasiones hay, incluso, momentos o detalles de esas obras que alcanzan tal punto de originalidad, brillantez o repercusión que llegan a destacar sobre las obras a las que pertenecen.
Es el caso de una serie de libros, hoy poco leídos, que fueron muy populares en su tiempo, cuyos desmedidos protagonistas llenaron con sus alocadas aventuras, repletas de un sentido del humor y bromas de grueso calibre, las lecturas de la primera mitad del siglo XVI. 
De sus libros de aventuras nos quedamos hoy con una imagen muy original que nos subyuga y hace pensar en inventos ulteriores. Se trata de las palabras congeladas con que los protagonistas se encuentran en una de sus aventuras por el mar helado y que nos puede evocar inventos tan habituales en nuestra vida como los discos o los vídeos, sean en el formato que sean, e incluso el lenguaje escrito, aunque la imagen creada tenga connotaciones distintas.
Te propongo acercarnos a una de las imágenes más bellas y poderosas salidas de la mente de Rabelais: las palabras congeladas. Nos acompañan músicas gélidas de Purcell, Händel y Vivaldi. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere! 

Caspar David Friedrich. Das Eismeer (El mar de hielo) (1823-1824) Hunsthalle de Hamburgo 
La primera imagen que nos acompaña es musical y proviene de una de las obras escénicas más celebradas de Henry Purcell: King Arthur of The British Worthy, conocida simplemente como El rey Arturo. Se trata de una de esas obras de teatro con música que denominaron Semióperas y de las que llegó a componer varias. 
Se trata de una obra que recrea de forma mítica la creación de Gran Bretaña desde las luchas entre sajones y británicos centrados en la figura del rey Arturo, con personajes que oscilan entre quienes no tienen una entidad definida y los espíritus del aire, Philidel y de la tierra, Grimbald.
Dividida en seis escenas, King Arthur sigue todos los requisitos de las semióperas que Betterton ideó para el Duke's Theatre: una puesta en escena espectacular, con personajes que encarnan a seres sobrenaturales, criados o admiradores y una acción dramática que se recitaba y que iba salpicada con números musicales grandiosos que no hacían avanzar la acción. Una adaptación al carácter y los escenarios ingleses de la ópera italiana y la Gran Ópera francesa de Lully.
Nos acercamos a esa imagen en la que el frío congela hasta las palabras con una de las escenas más conocidas de esta obra de Purcell que se representó, casi sin interrupciones entre su estreno en 1691 hasta mediados del XIX. En el acto VI, el compositor hace aparecer al Cold Genius, el Espíritu del Frío, que se queja de que la han hecho despertar de su letargo en el fondo de la tierra y suplica que lo dejen volver al lugar y estado en que se encontraba. Para ello, Purcell utiliza la repetición de acordes con trémolos como efecto para representar ese frío que hace anhelar al Cold Genius su regreso al estado de hibernación en que se encuentra: «Dejadme, dejadme morir de frío».
Así, con esta conocida aria, en que el propio genio no es capaz de pronunciar las palabras seguidas y tartamudea aterido, nos adentramos en esa imagen que nos acompaña en esta publicación.
El contratenor Andreas Scholl interpreta el aria Wath power art thou (¿Qué poder tienes?) acompañado por la Accademia Bizantina dirigidos por Stefano Montanari en una actuación de 2010 y con subtítulos en el inglés original y castellano.


Las palabras congeladas que centran esta publicación provienen de uno de los autores más particulares del siglo XVI, un humanista francés que une la sátira con la erudición y la broma de grueso calibre con la erudición de los autores clásicos.
François Rabelais (1494-1553) fue una persona de una vitalidad, inteligencia y talentos propios de la época renacentista. Por indicación familiar cursó estudios eclesiásticos y se ordenó sacerdote, aprendió a leer griego a partir de los libros de medicina que tenía a su disposición en los monasterios en que residió, antes de que la universidad de la Sorbona prohibiera el estudio de este idioma hereje. Estudió en Mazellais Botánica, Literatura griega, Filosofía y Poesía, mientras fue nombrado secretario del abad. Más adelante, abandonó el sacerdocio sin permiso de sus superiores para estudiar Medicina, una ciencia que ejerció en diversos hospitales, de forma crítica respecto a los usos de la época. 
Nombrado años más tarde médico personal del obispo en París, un antiguo amigos y compañero de estudios, viajó a Roma para desempeñar funciones diplomáticas, abandonando la práctica médica.
Persona de fuertes contrastes y crítico con cuanto observaba y veía, Rabelais fue eclesiástico y anticlerical, un librepensador sensible a las cuestiones del tiempo en que vivió, con fama de vividor cuyo abandono de las órdenes le convertía en apóstata, fue padre de dos hijos y un escritor inquieto que publicó algunos de los libros más originales y extraordinarios de su tiempo.
Inspirado en el gigante Gargalatúa creado por Jean Thenau y La nave de los necios de Sebastian Brand, un libro ilustrado por Alberto Durero que describe cómo se comportan en un barco una serie de individuos locos, realizando una sátira de diversos personajes, Rabelais dejó de lado sus primera publicaciones eruditas como Epistolarum medicinalium(Carta médicas) para publicar en 1532 su primer gran éxito: Los horribles y espantosos hechos y proezas del famoso Pantagruel, Rey de los Dsipsodas, hijo del gran gigante Gargantúa, un título al estilo de los libros populares y conocido simplemente como Pantagruel. El éxito hizo que escribiera dos años más tarde una continuación que en realidad era un precedente, La muy horrífica vida del gran Gargantúa, padre de Pantagruel. Diez años más tardó en volver a publicar libros de la serie, saliendo a la imprenta el Tercer y Cuarto libros de los hechos y dichos heroicos de Pantagruel, finalizando de forma póstuma con un Quinto libro de Pantagruel, un intento editorial de finalizar la saga con un final basado en borradores del autor y, posiblemente, algunos textos apócrifos. 
De esta forma se cerraba editorialmente un ciclo de obras que suponen las más desconcertantes, enigmáticas y complejas de leer de toda la literatura francesa e incluso mundial. 


El Cuarto libro de los hehos y dichos heroicos de Pantagruel nos ofrece en su Capitulo LV un encuentro en el que el protagonista descubre mientras navegan por los confines del mar glacial unos extraños sonidos en el aire, voces de hombres y mujeres a los que no se divisan por ninguna parte. Uno de sus acompañantes, Panurgo, prototipo del hombre común se asusta ante el hecho, mientras alude y cita a personajes como el emperador Antonino, Bruto, Demóstenes, el filósofo Petro, Antífanes y su idea de las palabras congeladas en el invierno, Aristófanes, Orfeo o Platón.

Del mismo modo que el Cold Genius se lamentaba por perturbarlo y sacarle de su estado de hibernación, nos acercamos en la búsqueda de las palabras heladas que nos acompañan a una de las óperas inglesas en italiano de Händel.

Gustave Doré. Ilustración de Pantagruel luchando contra el monstruo marino (1873)
Compuesta en 1728, Georg Friedrich Händel estrenó en el King's Theatre de Londres su ópera Siroe, rey de Persia (HWV 24) a partir de un libreto de Nicola Francesco Haym, a partir de una ópera homónima anterior con libreto de Pietro Metastasio.
El argumento se desarrolla en Clesifonte, capital del Imperio Sasánida. El rey Cosroes y su primogénito Siroe sufren una serie de intrigas que, tras el desarrollo de la obra, finalizan de modo feliz, siendo el trasfondo real histórico irrelevante. En el estreno, el papel de Siroe lo interpretó el más afamado cantante de la época, el castrato Francesco Berdardi, Il Senesino, llamado así por ser originario de Siena.
El aria Gelido in ogni vena está interpretada en el Acto II por Cosroe en el momento en que el anciano rey, que ha ordenado matar a su hijo pequeño, se da cuenta de que este era inocente. El horror de este pensamiento le hace quedar sobrecogido y helado en su cruel remordimiento.


La interpretación corresponde al bajo italiano Ildebrando D'Arcangelo acompañado de Modo Auntiquo y dirigido por Federico Maria Sardelli incluido en el disco Händel Arias de la Deutsche Grammophon de 2009.


El ciclo de Gargantúa y Pantagruel forma una serie de obras que se mueven entre lo grotesco y lo tierno, lo desmesurado y las referencias cultas; entre los golpes, mandobles y excesos con la comida y la bebida y la sátira a la sociedad de su tiempo. Los personajes protagonistas no fueron creados de la nada por Rabelais, sino que eran personajes reconocibles cuando el escritor francés los hizo padre e hijo en sus historias. Así, Gargantúa provenía de la degeneración de la tradición artúrica, mientras su hijo era el demonio de la sed para los numerosos borrachos, un personaje de un gaznate siempre ansioso de atiborrarse.
En la literatura popular eran frecuentes las historias de aventuras de héroes desmesurados, inscritas en tierras y acontecimientos maravillosos que salían triunfantes de forma inverosímil de conflictos extraordinarios. Rabelais escribe en esa misma senda, pero se distingue de ella, pese a su procacidad, gusto por lo escatológico y las bromas de sal gruesa, en su interés por la humanidad y su profunda intención intelectual. 
Estas obras admiten varios niveles de lectura: Por un lado, el entretenimiento y la diversión con unos personajes y situaciones excesivos y delirantes; por otro, la temática intelectual y filosófica que surge al final del medievo y comienzo del tiempo moderno, con una crisis existencial que trastornaba todo, desde la política a la religión y la ciencia, pasando por el auge del comercio, las comunicaciones o la aparición de nuevas costumbres y usos en la vida cotidiana. Esta multiplicidad de niveles en la obra de Rabelais es imposible disociarla y las historias se suceden unas a otras, casi se superponen a una velocidad que refleja el desorden que acarrea la vida y que impide cualquier intento de entendimiento.
Su primer libro fue publicado con el pseudónimo de Alcofribas Nasier, formado por un anagrama de su nombre. Aunque consiguió un considerable éxito de público, la propia Universidad de la Sorbonne no llegó a condenarlo, pero sí lo desacreditó. 


Tras la intriga que Rabelais deja en el capítulo precedente con los extraños sonidos de voces que alcanzan a oír los navegantes, el capítulo LVI alcanza una de las imágenes literarias más originales y bellas surgidas de la pluma del escritor. Es aquí donde debemos detenernos y recrearnos en tal descubrimiento, intentando disociar, ahora sí, los detalles y adornos de la imagen creada.


Quizás nos puedan recordar estas palabras congeladas las que atesoramos en nuestras vidas: aquellas que aparecen para siempre en los libros que podemos leer tanto nosotros como otras generaciones, o las músicas que quedan grabadas para siempre en los discos y podemos retomar cuando deseemos, e incluso las historias que se inmortalizan en cualquiera de los formatos de vídeos que perpetúan películas o recuerdos de amigos y familiares. 
Sea cual sea el estilo o el formato, van más allá que las efímeras palabras descongeladas que un día imaginó y con las que deleitó a sus lectores ese enigmático, misterioso y desbordante escritor.

Gustave Doré. Ilustración para Pantagruel (1854)
Nos despedimos con una música que surge como las anteriores del frío, interior o exterior y el sobrecogimiento y que tiene, curiosamente, el mismo título que el aria de Händel.
Estrenada en 1727, un año antes de Siroe, el Teatro Sant' Angelo de VeneciaIl Farnace (RV711) se basa en la vida de Pharnaces II, rey del Ponto, un monarca derrotado que ordena a su esposa que mate a su hijo y se suicide para no caer en manos enemigas. Se trata de un argumento que, como en aquellos años, no tenía intención de mostrar verosimilitud, sino crear historias que pudieran llenar los teatros de ópera que se iban construyendo por diversas ciudades.
Gelido in ogni vena (Frío en cada vena) es un aria del Acto II de Il Farnace perturbadora y dolorosa. El terror, ese dolor en su límite extremo, se mezcla con el delirio e incluso el éxtasis alcanzando una belleza sobrecogedora al transformarlo Vivaldi en música.


La interpretación corresponde a una de las grandes mezzosopranos de nuestro tiempo, Cecilia Bartoli, en una interpretación dentro de su producción Viva Vivaldi con Il Giardino Armonico y la dirección de Giovanni Antonini en un recital celebrado en el Théâtre 
des Champs Elysées de Paris en 2000.
La calidez y matización de la personalísima voz de la Bartoli y su exquisita expresividad, nos transmiten la intensidad de una música fascinante y un texto en que cada verso se repite en varias ocasiones, generando una pieza de un innegable valor.

Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Bibliografía y webgrafía consultadas:

Todas las voces, todas

Durante siglos, y aún hoy, más de la mitad de la humanidad ha estado silenciada. 

El poder, la fuerza y la opresión acabaron modelando las ideas, las costumbres o los pensamientos de quienes lo ejercían, dejando de lado que aparecieran nuevas opiniones, sensibilidades o puntos de vista diferentes a los que conformaron las distintas civilizaciones y culturas que se han ido desarrollando desde tiempos remotos.
Así, las mujeres, junto a aquellos que no formaban parte de los entornos del poder o las minorías han quedado silenciados. De esta forma, durante mucho tiempo se han desarrollado situaciones que no contribuyen a ofrecer una mirada amplia y enriquecedora al no contar con una gran parte de la humanidad.
Ha habido casos en que desde el poder, la ciencia, la literatura, la música o cualquier otro tipo de manifestación se han oído voces, se han expuesto sensibilidades o se han formulado ideas provenientes de estos entornos, especialmente el femenino. Se han tratado de casos que se manifestaban de forma aislada, gracias a un esfuerzo y empeño desarrollado contra la corriente de las fuerzas establecidas, y que han ido abriendo el camino para que otras voces pudieran escucharse.
Todos tenemos en la mente a muchas de estas personas que desgraciadamente no han tenido más remedio que ser pioneras al estar velados y vetados sus derechos. Desde reinas a escritoras, pasando por intérpretes o compositoras, pintoras, científicas, escultoras o pensadoras que hubieron de sacar sus lados rebeldes para alzar sus voces y dejar sentir sus sensibilidades hacia un mundo más completo y complejo.
En 1969, los argentinos César Isella y Armando Tejada Gómez compusieron Canción con todos, una obra que popularizó la cantante Mercedes Sosa y que algunos consideran una suerte de himno no oficial sudamericano y de cuyo estribillo he extraído el título de esta publicación y algunas que la sigan:

Todas las voces todas, todas la manos, todas.
Toda la sangre puede ser canción en el viento.
Canta conmigo, canta, hermano americano.
Libera tu esperanza con un grito en la voz.

Con esta publicación se intenta contribuir a cerrar una fisura que aún persiste y que incluye a todas las personas citadas y a aquellas que, simplemente, luchan por un trabajo y unas aspiraciones a desarrollarlo en las mismas condiciones y que eviten ese techo de cristal que las acompaña.

Te propongo conocer la lucha y las renuncias que algunas mujeres realizaron para que sus voces se escucharan. Nos acompañan tres mujeres, la escritora Jane Austen, la compositora Marianne von Martínez y la pintora Marie-Guillermine Benoist. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Unas creadoras que vivieron en tres de los grandes países de Europa entre el final del siglo XVIII y el comienzo del XIX son las protagonistas de esta publicación: La compositora austriaca de origen español Marianne von Martínez (1744-1812), la escritora inglesa Jane Austen (1775-1817) y la francesa Marie-Guillermine Benoist (1768-1826). Unas artistas que debieron luchar contra todas las trabas y dificultades por el simple hecho de ser mujeres y no querer aceptar el papel que debían desempeñar en sus vidas.  

Hija de Nicolo Martínez, un napolitano hijo de un soldado español que marchó con el séquito del Archiduque de Austria cuando fue nombrado emperador del Sacro Imperio Romano-Germánioo y de Maria Theresia de origen alemán, Marianne von Martínez nació en Viena en 1744, cuando su padre trabajaba como maestro de cámara para el nuncio papal en la ciudad austriaca. Pasó su juventud en el el mismo edificio en que vivían en la planta baja la familia Esterhàzy, que sería la gran mecenas de un joven Haydn que vivía en el piso superior, el poeta Metastasio, uno de los grandes libretistas de la época y el compositor Nicola Porpora
Con estos vecinos, la joven Anne Caterina, como fue bautizada y conocida hasta que de mayor decidió utilizar el nombre de Marianne, vivió la música desde pequeña y fue iniciada y educada por ellos en las técnicas de interpretación al teclado, canto y composición. Muy joven comenzó a interpretar y cantar para los componentes de la corte y sintió la admiración de la propia emperatriz Maria Teresa.

Nos acompaña el aria Se ti basta ch'io t'ammiri de la cantata Il nido degli amori de Marianne von Martinez, interpretada por la mezzosoprano Anna Bonitatibus y La Floridiana bajo la dirección de Nicoleta Paraschivescu grabada para el disco Marianna Martines. La tempesta de Sony Music Entertainment Germany de 2015.


Pocas escritoras que vivieron entre los últimos años del siglo XVIII y las primeras décadas del XIX tienen una importancia tan capital como Jane Austen
En una época en que había quienes defendían que las mujeres no deberían aprender a leer y que dedicarse a escribir libros iba contra la naturaleza de tener hijos, quedando en todo subordinadas al hombre en su rol social, establecidas en el ámbito doméstico y el cuidado tanto de los hijos como del esposo, Jane Austen rompió con su vida y su dedicación literaria esos esquemas. Sus obras, que no tuvieron en su vida el éxito del que han gozado más tarde, nos ofrecen una simbiosis entre la ironía, la comicidad y la construcción psicológica de sus personajes, unidos a una sensibilidad y una compleja visión de las relaciones sociales y personales.
En la última de sus novelas, Persuasión, la protagonista, Anne Elliot, expresa al capitán Harville -y a todos quienes la leemos- que los hombres siempre han gozado de todo tipo de ventajas ante las mujeres para poder narrar sus historias y sus vidas, para acceder a la educación y que siempre «han tenido la pluma en sus manos», siendo, por tanto, quienes han ofrecido a los demás su visión.
Persuasión, su última novela, es una historia de madurez que narra el romance entre Anne y el capitán Wenworth que, en un primer momento ella rechaza porque su educación y gratitud la hacen seguir el consejo de no comprometerse con el hombre al que ama, un oficial de marina. Así, Anne se enfrenta a años de soledad mientras su juventud va dando paso a una madurez que conlleva la pérdida de la belleza y el resplandor que poseía, aunque acrecienta su carácter cariñoso y dulce que le lleva a aceptar una segunda oportunidad en su relación.
Después de una conversación entre Anne y el capitán Harville sobre las diferencias entre la forma de ser y el comportamiento de hombres y mujeres, Austen centra al escena en el ruido producido por una pluma que se le cae al capitán Wenworth que se encuentra en la misma habitación. 


Nacida en París en 1768 en una familia económicamente acomodada con el nombre de Marie-Guillermine de Laville-Leroux, mostró desde pequeña grandes dotes para la pintura, por lo que recibió junto con su hermana clases de Elisabeth Vigée-Lebrun, pintora de cámara de la reina Maria Antonieta y más adelante de uno de los grandes pintores franceses, Jacques-Louis David.
En aquellos años había un grupo de mujeres pintoras que habían logrado hacer realidad su afición por la pintura, aunque hubieron de seguir las rígidas normas sociales que las relegaba a un determinado tipo de pintura.
Tras casarse con el abogado Pierre-Vincent Benoist, adoptó el apellido de su esposo. En sus primeros años de matrimonio Marie-Guillermine Benoist compaginó su vida doméstica y la educación de sus tres hijos con su carrera profesional, llegando a colaborar en la ilustración de algunos libros.
Su presentación artística en sociedad se había realizado en 1791, un par de años antes de su matrimonio, con la presentación en el Salón de París de su cuadro Psique despidiéndose de su familia. Más adelante presentaría un cuadro que mostraría su lado más personal, La inocencia entre la virtud y el vicio.
Se trataba de una obra en la que la Benoist comenzó a mostrar su visión más personal del mundo, al representar el vicio con una figura masculina en lugar de hacerlo con la esperada figura femenina.

Marie-Guillermine Benoist. La inocencia entre la virtud y el vicio (1791).

La amistad entre Marianne von Martínez y Metastasio se fue acrecentando con el paso del tiempo, hasta el punto de creerse que llegaron a ser amantes pese a la enorme diferencia de edad entre ambos. Algunas de las obras de la Kleine Spanierin (La pequeña española), como la llamaba Haydn, se basaron en libretos que Metastasio componía expresamente para ella.
Acogida bajo la protección de Metastasio y  Porpora, fue admitida en instituciones como la Academia Filarmónica de Bolonia y nombrada Doctora Honoris Causa por la Universidad de Pavía, componiendo sonatas, sinfonías, conciertos, algunas cantatas, piezas religiosas y oratorios como Santa Elena al Calvario o Isacco figura del Redentore, algunas de las cuales parece a sus biógrafos que fueron pensadas para ser interpretadas por ella misma.
Sus obras poseen toda la fuerza, equilibrio y elegancia de las obras del clasicismo vienés que tanto llegarían a desarrollar compositores como Haydn o Mozart y que, dentro del panorama vienés llegaron a eclipsar la obra de la Pequeña española
Como muestra de su obra instrumental nos acompaña su Sinfonía en do mayor, una obra compuesta en 1770 y que se estrenó nada menos que doscientos años después, en Valladolid en junio de 1978.
Se trata de una obra deliciosa y galante, digna del propio Haydn y en el más puro estilo vienés de la época escrita en tan solo tres movimientos: Allego con spirito, Andante ma non troppo y Allegro spiritoso.
El enlace nos muestra el primero de los movimientos Allegro con spirito de esta Sinfonía en Do mayor (Ouverture in C Mayor),en la interpretación, de nuevo por la agrupación La Floridiana recogida en el álbum Marianna Martines: Il Primo Amore dirigido de nuevo por Nicoleta Paraschivescu grabado en 2012.


Jane Austen dedicó su vida a la literatura, a la creación de unos personajes, especialmente los femeninos, y unos ambientes que conocía de sus relaciones sociales. Sus protagonistas, Elizabeth, Emma, Fanny o Anne, auténticas heroínas, precisan de una estructuración de sus talantes personales y poseen una enriquecedora libertad interior mientras buscan, y consiguen, amables esposos en obras cuyos protagonistas cada vez se tornan más ricos e interesantes en lo más íntimo de su personalidad. Austen acepta que el orden social establecido no lo puede cambiar con su pluma, pero sí puede conseguir que estos personajes crezcan y se transformen conforme avanzan las historias.
Pese a que sus primeras obras fueron publicadas con el pseudónimo By a Lady  (Por una mujer) que daba a entender sus intenciones, sus novelas comenzaron a gozar del éxito en su vida, aunque no han dejado de aumentar con el paso del tiempo. Desde su primera novela, Sentido y sensibilidad, publicada en 1811, seguida de Orgullo y prejuicio, Mansfield Park o Emma, hasta las dos últimas, La abadía de Northanger y Persuasión, publicadas póstumamente, la obra de la escritora inglesa muestra de forma clara y contundente la idea de entregar su modo de vida a la literatura.

James Edward Austen-Leigh, su sobrino, hijo de James, el hermano mayor de Jane, publicó en 1870, más de cincuenta años después de su fallecimiento, Recuerdos de Jane Austen, una obra biográfica sobre la escritora inglesa en la que los datos estrictamente biográficos se hayan salpicados con anécdotas y memorias familiares. El éxito del libro le hizo sacar una nueva edición el año siguiente a la que añadió algunos texto inéditos de su tía entre los que se encontraba un capítulo suprimido de Persuasión.
El Capítulo VI lo dedica James a los hábitos de escritura después de un largo paréntesis desde que la familia cambió de residencia, las primeras publicaciones y el interés que Jane Austen mostraba por el éxito de sus obras.
Nos acercamos al inicio de este capítulo de los Recuerdos de Jane Austen en que el autor nos muestra cómo escribía de forma discreta y solitaria rodeada de tantas personas como había en la casa y nos remite a tres cartas en las que la escritora nos desvela el interés con que seguía el resultado que tenían sus novelas una vez que salían a la luz. De las tres cartas citadas, el texto que nos acompaña finaliza con la primera de ellas.

Retrato de Jane Austen para la portada del libro de James Edward Austen Leigh



Marie-Guillermine Benoist continuó mostrando en sus obras un lado menos convencional del que se adjudicaba a las mujeres en la pintura. En 1800 presentó en el Salón de París una obra que mostraba su personalidad y sus intenciones: Retrato de una negra.
En esta pintura, Benoist retrataba a una antigua esclava, criada de su cuñado, dando visibilidad simultáneamente a dos colectivos, las mujeres y las personas de color, en un momento en que la esclavitud había sido abolida legalmente, pero aún no habían mejorado las condiciones de los antiguos esclavos. En esta obra la pintora decidió que la protagonista de la obra apareciera siguiendo la convención tradicional que se reservaba a las mujeres blancas de las clases burguesas y nobles, convirtiéndose en una suerte de manifiesto a favor de la emancipación de la mujer y de las personas de color.
Pese a que las reacciones a esta pintura fueron variadas, abundaron las negativas, con muchos críticos que desprestigiaron la obra por haber infringido las normas estéticas y artísticas, además de haber sido realzadas por una mujer. En 1818 este Retrato de una negra fue adquirido por Luis XVIII para el estado francés, pudiéndose admirar en la actualidad en el Museo del Louvre parisino.
Unos años más tarde, en 1803, recibiría el respaldo de Napoleón Bonaparte que le encargó un retrato suyo para la ciudad de Gante. Creció su prestigio como autora de retratos, recibió la medalla de Oro del Salón y una pensión oficial para que pudiera desarrollar sus dotes pictóricas, además de abrir una escuela de pintura exclusivamente para mujeres.
Pero su carrera se truncó cuando su esposo fue nombrado miembro del Consejo de Estado tras la restauración borbónica en 1814. Era inconcebible que un alto cargo del gobierno tuviera una esposa que pudiera hacerle sombra, por lo que Marie-Guillermine fue sutilmente invitada a abandonar su carrera y dedicarse de forma exclusiva a su familia. 
Desde ese momento, Marie-Gullermine Benoist apenas si llegó a pintar algún cuadro para ella misma o su familia, hasta su fallecimiento dos décadas después en octubre de 1826.

Marie-Guillermine Benoist. Retrato de una negra (1800). Museo del Louvre.

Cuando fallecieron Metastasio y el padre de Marianne Martines, como también se la conoce, tanto ella como su hermana recibieron una sustanciosa herencia de más de 20.000 florines con la que pudieron dedicarse a realizar veladas musicales semanales en su casa en las que ella y músicos de la talla de HaydnMozart o un joven y recién llegado Beethoven interpretaban piezas para deleite de los asistentes y que llegaron a ser muy famosas en toda la ciudad. Lo que habría sido para los presentas haber podido asistir a una de estas veladas y poder presenciar a Marianne Mozart tocando juntos una pieza a cuatro manos.
En 1790 se decidió a abrir una escuela de canto en la que se formaron algunas de las voces que llenaron los primeros años del siglo en la capital vienesa.
Así, una de las personas más dotadas para la música de finales del XVIII y comienzos del XIX no pudo dedicarse de forma profesional a la música, salvo para impartir clases. Dedicó su vida a la música componiendo más de doscientas obras, de las cuales algunas no se han llegado a estrenar o, si lo han sido, no existen grabaciones de ellas. Afortunadamente hay un proceso de investigación y redescubrimiento de la figura y la obra de una virtuosa de la música que hubo que dedicarse a ella como divertimento de salón más que como modo de vida.

Anton von Maron. Retrato de Marianne von Martínez (c. 1780). Haydn Haus, Viena. El texto al pie del retrato indica: “Maria anna Martines. Pupila de Pietro Metastasio, nacida en Viena, el cuatro día antes de las nonas de mayo, 1744, [miembro] de la Sociedad Académica Filarmónica.”

Siguiendo la vocación por la música vocal que tenemos en el blog, nos despedimos por esta ocasión de Marianne von Martínez con una de sus cantatas, Dixit Dominus con la interpretación del Salmo 110 a cargo de la orquesta y coro Salzburger Hormusik con Wolfgang Brunner al clavicémbalo y la dirección en una grabación de estudio de febrero de 2020.


Jane Austen siguió viviendo con su padres y su hermana Cassandra desde su hogar inicial en Steventon hasta el de Bath, una vez que se retiró su padre como reverendo en aquel lugar. Una vez fallecido este, se mudaron a Southampton y más tarde a Hampshire, donde comenzó a tener más tiempo para revisar sus primera novelas y escribir las tres últimas.
Tras una vida en que renunció al matrimonio, al contrario que las protagonistas de sus libros, Jane Austen enfermó en 1816, en el verano del año siguiente la llevaron a Winchester para un nuevo tratamiento médico, falleciendo el 18 junio de 1817. Fue enterrada en la Catedral de Winchester y en 1967, ciento cincuenta años después de su fallecimiento, se colocó una placa conmemorativa en la Poet's Corner (Rincón de los poetas) de la Abadía de Westminster.




El cierre de esta página sobre estas tres mujeres que lucharon contra la corriente de su época queda bajo la pluma de la escritora inglesa, de la que han quedado las dos últimas cartas a la que hacía referencia su sobrino James  Edward Austen-Leigh en su capítulo sobre los Recuerdos de Jane Austen.




Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!

Bibliografía y webgrafía consultadas:
  • Austen, Jane. Persuasión, traducción de Manuel Ortega y Gasset. Penguin Clásico, 2015.
  • Austen-Leigh, James Edward. Recuerdos de Jane Austen,  traducción de Marta Salís. Alba Editorial, 2012.

De arácnidos, arañas y telas

Tenemos la facultad de poder sentir y emocionarnos ante las maravillas que nos rodean, sean naturales o creaciones de los seres humanos. Contemplar un amanecer o una puesta de sol, admirar un paisaje en plena naturaleza o la vida y el movimiento de cualquier animal o planta pueden producirnos tanta emoción como adentrarnos en la lectura de un libro, escuchar una música que nos atraiga o pasear por entre las calles y los monumentos de una ciudad.
Abrir nuestros sentidos a cuanto nos rodea es una forma de sentir que estamos vivos, abiertos a la contemplación de lo conocido y lo desconocido, lo novedoso y lo habitual, observando con nuevos ojos cuanto miramos sin ver. Caminando o circulando por nuestro lugar de residencia en nuestros desplazamientos habituales hacia el lugar de trabajo, el mercado o donde vayamos, la rutina nos hace perder esa mirada, dejar de apreciar cuanto nos rodea: las personas con las que nos cruzamos, los cambios que se producen en las plantas que encontramos en nuestro camino, los animales que viven en nuestro entorno y no advertimos, los detalles de los edificios que nos rodean... 
No podemos perder la capacidad de sentir admiración.
Los seres vivos que nos acompañan en nuestro transitar por la vida pueden atraernos con su aspecto, su desarrollo y crecimiento, sus costumbres o la afinidad con que los percibamos, de la misma manera que otros pueden producirnos el efecto y las sensaciones contrarias. 
Entre estos últimos podemos encontrar algunos tipos de animales como algunos carnívoros y determinados reptiles, algunos insectos o las arañas.
Te propongo un paseo, totalmente inocuo e inofensivo, alrededor de las arañas, con su mitológico origen y algunos textos y músicas que nos hablan de ellos. Estaremos en la compañía de Tolkein, Ovidio, Gippius, Rossini y Giménez. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Las arañas, esos inquietantes invertebrados artrópodos, pertenecen al tipo de animales que despiertan en nosotros cierta aversión mezclada con un hálito de fascinación por sus complejas telas. Así, desde los inofensivos y hogareños arácnidos que molestan más por la sensación de abandono que sugiere la presencia de sus construcciones en nuestras casas, hasta los más ponzoñosos ejemplares, pasando por aquellos que nos muestran diseños delicados y elegantes, las arañas comparten con nosotros un rincón de nuestras vidas.

Como todo tiene su inicio y en muchas ocasiones este es legendario, no hay más que hurgar en la literatura clásica de la que bebe nuestra cultura para encontrar una de estas historias que entroncan la existencia de las arañas con las deidades del Olimpo griego y su tamiz romano.
Publio Ovidio Nasón nos ha dejado algunos de los escritos más interesantes de la literatura latina con obras como Ars Amatoria (El arte de amar), Las Metamorfosis, Heroidas (Las heroínas) o sus obras desde el destierro Tristias (Tristes) y Epistulae ex Ponto (Cartas del Ponto o Pónticas), de cuyas obras primera y últimas de las citadas tratamos en este blog en El amor en tiempos de Roma: Ovidio y Catulo y Elegía desde el destierro: De Ovidio a Siberia.
Editado antes de su destierro por parte de Augusto, Ovidio escribió, posiblemente antes del año 9 de nuestra era la que posiblemente es su obra capital Metamorphoseon (Las metamorfosis), un escrito que se divulgó sin su consentimiento y autorización cuando marchó a su lejana condena. 
Considerada por algunos estudiosos como la más prolífica obra de la antigüedad y una de las mayores fuentes de inspiración de los escritores y artistas en general, Las metamorfosis beben de las fuentes griegas, esencialmente de los poetas cíclicos que recogían las leyendas y poemas épicos que quedaron fuera de la Ilíada y la Odisea, además de los hesíodas que se centraron en determinar las cronologías de los dioses y los héroes, precedentes de los logógrafos que se propusieron dar vida a los poemas didácticos.
Dividida en quince libros, Las metamorfosis es un libro singular, una suerte de poema épico formado por la selección de leyendas que Ovidio realizó a partir de lo maravilloso y lo extraordinario, a partir de nuevas historias que se basaban en otras anteriores con cambios en los nombres o en la introducción de nuevos aspectos de la narración.
El Libro VI de Las metamorfosis de Ovidio se inicia con la historia de Aracne de Meonia, la más hábil tejedora de lana, a quien Palas Atenea, hija de Poseidón y la ninfa Tritonis reta a tejer una urdimbre mejor que la suya, cuyas consecuencias generará la estirpe de los arácnidos. 


Diego Velázquez da Silva. La fábula de Aracne o Las Hilanderas. Museo del Prado


Cazadoras incansables, las arañas poseen escasa capacidad de visión que compensan con la creación de vastas extensiones de tejido con la finalidad de cazar sus presas. Construidas con un tipo de seda producido a partir de proteínas en unos órganos denominados hileras, las arañas son muy sensibles al tacto y a las vibraciones, por lo que son capaces de distinguir las diversas vibraciones que hacen mover sus telas, diferenciando si se trata de una presa, otra araña o, simplemente, el movimiento del aire. De esta singular manera las arañas son capaces de orientarse a través de las frecuencias de los movimientos que se producen en su telas.

La fábula de Aracne de Velázquez (detalle) con el lienzo El rapto de Europa de Rubens
Esto ha servido para que un equipo de científicos del MIT (Massachusetts Institute of Technololy) a cargo de Markus Buehler se haya unido con el artista Tomás Sarraceno para crear una experiencia musical interactiva al convertir los nodos, estructuras de las telas y las densidades de los hijos en notas que sonaban asociadas a sus vibraciones. El resultado es esta Spider web sonification que el propio Buehler publica en su página de YouTube.


Esa sensación que perciben muchas personas sobre las arañas y que les impulsan a alejarse de ellas, huyendo de su presencia viene determinada por el conocimiento de que algunas de sus especies son venenosas y sus picaduras pueden llegar incluso a causar la muerte, además del hecho de envolver a sus víctimas hasta el momento de su muerte para luego ser devoradas.
Estas sensaciones mezcladas con su capacidad para tejer las trampas con que cazar su presas ha hecho que en la cultura popular las arañas tengan un lugar destacado. Desde ser utilizadas como símbolo de la paciencia por esa capacidad de creación y espera a sus víctimas, hasta ser señaladas como ejemplos de la maldad por su veneno y la muerte que causa en sus presas, señalando a este líquido que inocula como símbolo de la maldición. Paralelamente, las arañas figuran en muchas culturas, como hemos podido comprobar en la fábula de Aracne, como inspiradora y origen de labores como el hilado, el tejido e incluso la cestería.
Desde sus historias en los antiguos Egipto o Grecia pasando por el genial tamiz de Ovidio, su presencia en el cómic y el cine como Peter Parker que se convierte en Spiderman, el dios embustero Anansi del folclore africano, J. K. Rowling también utilizó a un personaje antagonista, la araña Aragog en Harry Potter y la Cámara de los secretos.

Louise Bourgeois, Spider. Tate Modern Gallery, Londres (1994) 

Nacido en Sudáfrica, John Ronald Reuel Tolkien es conocido por todos nosotros por ser el creador de universos ficticios con sus obras El señor de los anillos o El hobbit, entre otras varias.
Educado en el Exeter College de Inglaterra y la Universidad de Oxford, Tolkien se dedicó a la enseñanza de las lenguas en el Pembroke College y más adelante en la Universidad de Merton mientras escribía esos relatos con que logró el beneplácito del público y la crítica.
Una anécdota de su infancia en Sudáfrica refiere que, cuando apenas comenzaba a caminar fue picado por una tarántula en el jardín de su casa, pese a que el mismo autor admitió en algunas ocasiones no tener ningún recuerdo del incidente ni ningún tipo de miedo o fobia hacia las arañas.
De hecho, en varios de sus libros, como El hobbit, El Silmarillion y El señor de los anillos utiliza a las arañas como personajes a los que se deben enfrentar los protagonistas, en la primera de ellas de modo más ligero y desenfadado, en la segunda como Ungoliant, la primera de las arañas gigantes, y en la última de forma más oscura y siniestra, aunque en ninguna de ellas sea el veneno el peligro que representen estos personajes.
En El señor de los anillos, Tolkien crea el personaje de Ella-Laraña, un ser que vive en una oscura cueva y al que los protagonistas son llevados por Golum, creando un espacio inquietante en el que es el fulgor de sus ojos compuestos el que utiliza para paralizar a sus víctimas en lugar del veneno.


Compuesta por Gerónimo Giménez con libreto de Julián Romero, La tempranica es una zarzuela en un acto con tres cuadros que se estrenó en 1900 con un considerable éxito de público y crítica, aunque se la considera una obra breve y simple en su argumento.
De esta zarzuela nos ha quedado un número que se ha emancipado de esta obra, apareciendo en recitales como pieza para el lucimiento de intérpretes solistas y, en numerosas ocasiones, como propina al final de un concierto o recital. Se trata de La tarántula e un bicho mu malo, un zapateado que interpreta Gabrié, el hermano de Maria la Tempranica, un personaje interpretado en los escenarios por una tiple cómica, aunque fuera de ellos lo haya sido por grandes voces tanto de nuestro país como de otras intérpretes. Qué mejor que un zapateado para librarse de las tarántulas.


En el enlace que nos acompaña es la gran Montserrat Caballé quien interpreta, con todo el gracejo y la pronunciación que indica el autor, La tarántula e un bicho mu malo al final de un recital que realizó en con la Sofia Phillharmonic dirigida por José Collado en la capital búlgara en 2000.


Poeta rusa, Zinaída Gippius (1869-1945) es una de las figuras clave del simbolismo ruso y la denominada Edad de Plata de la literatura de su país. Casada con el escritor Konstantin Merezhkovsky, sus salones acogían animadas tertulias hasta que al finalizar la Revolución Rusa se exilió en París hasta su muerte. La «Musa del cambio de siglo», como se la llamaba, fue una escritora prolífica cuyos versos reflejan la eterna batalla que todos entablamos para encontrar nuestro lugar, así como las incertidumbres con que nos encontramos en nuestra existencia. En las novelas Hombres nuevos, El fantoche del diablo o El zarevich Roman, Gippius deja ver su maestría con las letras, mientras una abundante colección de artículos se recogieron en Rostros vivos. Su gran valor, la poesía, se sitúa entre lo rutinario de lo cotidiano y el misterio del más allá con poemas recogidos en Poemas como rezos, Recopilación de Versos y Recopilación de versos, libro II.
Nos acerca a la visión entre la experiencia entre las cuatro paredes y un delirio controlado sobre las arañas en su poema del mismo nombre.

Nos despedimos de este paseo entre arácnidos con una música popular típica del sur de Italia, la tarantella, un baile de origen napolitano con un movimiento muy vivo, como el zapateado de La tempranica, y acompañado de canto. Pese a que, posiblemente, su nombre derive de la ciudad de Tarento en la Apulia, se tiene la creencia de que durante la Edad Media se pensaba en aquella zona de la península italiana que bailar la tarantella, imitando el movimiento de espantar una trarántula, curaba su mordedura al expulsar el veneno por el movimiento y la sudoración. Sea o no cierto, la cultura popular asocia este baile a este tipo de situaciones.


Compuesta por Gioacchino Rossini en 1835, La Danza es una tarantella napolitana incluida en Les soirées musicales, esas composiciones que incluyó en sus veladas una vez retirado de la composición, a partir de un texto del conde Carlo Pepoli, aunque sin relación directa con ningún tipo de tarántula o arácnido.
La interpretación de La danza, la tarantella napolitana de Rossini corresponde al tenor mexicano Rolando Villazón acompañado por la Radio-Sinfonieorchester Stuttgart dirigidos por el colombiano Andrés Orozco-Estrada.

Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Bibliografía y webgrafía consultadas:
  • Publio Ovidio Nasón. Las metamorfosis. Traducción de Fernando Anonio Navarro y Antolín Ramírez de Verger. Alianza Editorial, 2015.
  • Tolkien, J. R. R. El señor de los anillos. Traducción de Rubén Luís Masera y Matilde Doménech Horne. Editorial Booket, 2016.
  • Gippius, Zinaida. Poemas como rezos. Traducción de Natalia Litvinova. Ril Editores, 2018.