expr:class='"loading" + data:blog.mobileClass'>
Mostrando entradas con la etiqueta Marguerite Duras. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Marguerite Duras. Mostrar todas las entradas

Eterna María Callas

Hay ocasiones en que un artista, un creador o cualquier otra persona rompen los límites de su ámbito y llevan sus obras y acciones más allá de los seguidores habituales de su especialidad. Así, podemos pensar en escritores, compositores, intérpretes, e incluso deportistas, por citar alguna disciplina distinta, que han abierto caminos a otros públicos, abriéndolos a un grupo distinto de seguidores.
Es el caso de una cantante como María Callas, de la que el 2 de diciembre de ha cumplido el centenario de su nacimiento, una voz que en unos pocos años revolucionó el mundo de la ópera con sus interpretaciones, su fuerte carácter y el rescate de obras que habían desaparecido del repertorio.
En varias ocasiones hemos tratado de ella en este blog, aunque merece recordar la publicación María Callas, mirada de diva donde nos centramos en el año 1959 en el que comenzó su conocida relación con Aristóteles Onassis.
Te propongo acercarte a la figura de María Callas, la gran cantante del siglo XX cuando se cumplen 100 años de su nacimiento, el 2 de diciembre de 1923. Nos acompañan obras de Cristina Morató, Andrés Amorós, Marguerite Duras, Puccini, Bellini y Verdi. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!

María Callas como Tosca
Ana María Cecilia Sofía Kalogeropoulos nació en Nueva York el 2 de diciembre de 1923, hija de un matrimonio de origen griego. Su padre George regentaba una farmacia en el barrio griego de Manhattan. La mala relación entre sus padres la condicionó desde pequeña, sintiendo el abandono de su padre y las malas relaciones con su madre Evangelia, lo que la llevó a buscar de forma incansable e infructuosa una felicidad que nunca tuvo.
En 1937 Evangelia dejó a su marido y se marchó a Grecia con María y su hermana Yakinthy (Jackie) donde volvieron a tomar el apellido que en Estados Unidos habían cambiado por Callas, más asequible a la pronunciación del país.
Allí, entró en el Conservatorio Nacional de Atenas, una ciudad que, al comenzar la II Guerra Mundial estaría ocupada por los alemanes. Mientras su madre la obligaba a alternar con los invasores, ella conseguía algo de dinero cantando para ellos.
En el conservatorio fue alumna de la prestigiosa profesora española Elvira de Hidalgo. Allí, la joven y regordeta muchacha era la primera que llegaba y la última que se iba cada día, quizás por no aparecer por casa sino lo estrictamente necesario. De todas formas, en una ocasión en que Elvira le preguntó la razón de su actitud, le confesó: «Siempre tengo algo que aprender, incluso de un mal alumno. Hasta los que tienen menos talento pueden tener una idea que nunca se le hubiera ocurrido al más capacitado. En nuestro arte nunca se deja de aprender».
Allí, en Atenas fueron sus primeras interpretaciones. En 1938 interpretó de forma amateur el rol de Santuzza de Cavalleria rusticana. Profesionalmente debutó cantando la opereta Boccaccio en el Teatro Lírico Nacional de Atenas en febrero de 1942, mientras su primer papel protagonista fue en agosto de ese año en la Ópera de Atenas donde interpretó nada menos que el papel de Tosca.
Tras la llegada de las topas británicas en 1944 María decide volver a Estados Unidos, regresar con su padre e intentar triunfar en el país de las oportunidades.
Pero antes hubo de ir a Italia, debutar en la Arena de Verona, conocer a quien sería su esposo de 1949 a 1959, el empresario Giovanni Battista Meneghini, un hombre que le llevaba casi treinta años de edad y que evocaba la ausente figura paterna,

María Callas como Violeta en La Traviata, 1952-53.
Formada académicamente en la Universidad de Ciencias de la Información de Bellaterra donde se licenció en Periodismo, Cristina Morató es miembro de la Royal Geographical Society de Londres, además de ser socia fundadora de la homónima Sociedad Geográfica Española. Hasta el año 2000 estuvo dirigiendo programas en Televisión Española para dedicarse a viajar y a escribir libros en los que dar a conocer y profundizar en las figuras de grandes exploradoras o mujeres que lucharon por su independencia y por conseguir sus propósitos.
Así, desde 2001 ha publicado Viajeras intrépidas y aventureras, Las Reinas de África, Las Damas de Oriente, Cautiva en Arabia, Divas rebeldes, Reinas malditas, Divina Lola o Diosas de Hollywood
En Divas rebeldes nos presenta las vidas de siete mujeres del pasado siglo que tuvieron que luchar para alcanzar sus objetivos frente a todo tipo de dificultades. Por el libro, Morató trata, además de María Callas, de Coco Chanel, Wallis Simpson, Barbara Hutton, Audrey Hepburn y Jackie Kennedy.
En el texto que nos acompaña, la escritora se centra en algunos detalles de sus comienzos: La figura del cineasta Luchino Visconti como director de escena, sus debuts consecutivos en los teatro La Scala de Milán y Covent Garden de Londres, su gran transformación física al pasar de los casi cien kilos que llegó a tener a los menos de sesenta. También trata de su regreso y triunfo en los Estados Unidos donde comenzó a dar más verosimilitud a los personajes y, por último, su debut en la sala más prestigiosa del país, el Metropolitan Opera House donde Evangelia, su madre, estuvo a punto de echar por tierra su nombre.


Tres figuras femeninas de la ópera alcanzaron la cumbre en la mitad del pasado siglo, cada una de ellas con un apelativo que iba más allá de su nombre: Si la australiana Johann Sutherland era conocida como La Stupenda y Montserrat Caballé como La Superba -la soberbia, en el sentido de excelente, no como el pecado capital-, María Callas era conocida antes de ellas como La Divina.
De nuevo unas palabras suyas nos acercan al sentido de una expresión utilizada en el mundo de la ópera: «Una vez terminada la formación, que es el primer paso de un largo proceso, el cantante debe convertirse en músico y pasar a ser el primer instrumento de la orquesta. Este es el significado del término Prima donna
Durante las dos décadas en las que brilló y deslumbró en los escenarios, María Callas adquirió su inigualable maestría profundizando más allá de las notas, buscando transmitir la emoción que el compositor debía sentir al escribirlas: «El único director de escena debe ser el compositor. Cuando escuchas la música, debes descubrir todo lo necesario para su interpretación escénica y vocal. A eso me dedico, a encontrar la verdad y a darla a conocer al público con toda la honestidad que pueda.» 
Lo que hizo grande en su momento a la Callas fue esa búsqueda consciente de la verdad en lo musical, lo dramático y lo emocional, creando unos personajes que se muestran vivos y apasionados. El secreto de su arte es «mucha verdad, mucha sinceridad, mucha ciencia y mucha improvisación. Hay que comenzar preparando mentalmente cada frase, buscar la expresión correcta en el rostro y transmitirla al público.» Sin embargo, esa búsqueda salía también del profundo dolor de su vida, de la constante búsqueda de la felicidad y del amor que le negó la ausencia de su padre, la difícil relación de una madre que la atacaba constantemente y a la que mantuvo durante toda su vida pese a lo que ella dijera; de las relaciones con Meneghini y Onassis que acabaron traicionándola.
Así, era, por un lado la María tímida y sencilla, la enamorada de la música; por otro, la Callas, la cantante elegante y temperamental, capaz de discutir con quien fuera necesario en cualquier momento. Una mujer fuerte y rota en pedazos a la vez, una mujer y un mito, una persona que acabaría siendo devorada por su personaje.


Pocas son las imágenes con cierta calidad que nos quedan de María Callas y sus actuaciones, aunque afortunadamente nos acompañarán siempre sus grabaciones de disco, en las que la calidad que alcanzan es difícilmente superable por otros cantantes.
Nos acompaña una grabación de una de las arias más famosas de Puccini, Vissi d'arte de Tosca, la primera ópera que protagonizó en 1942 en Atenas. Evidentemente no es aquella versión, sino la que protagonizó en 1964, ya en sus últimos años en activo en el Covent Garden londinense con Tito Gobbi en el papel de Scarpia
El enlace, en blanco y negro y con subtítulos en castellano muestra la interpretación sublime y única que era capaz de imprimir a sus personajes.


María Callas revolucionó el mundo de la ópera, dando mayor credibilidad a los personajes que interpretaba. La nueva apariencia de la soprano confirmaba su concepción que tenía de su arte, uniendo la unidad musical con la dramática en sus papeles. Sus colaboraciones con los directores musicales más conocidos y directores escénicos como el citado Visconti contribuyeron a dar a la ópera unos criterios de credibilidad dramática que se presentían indispensables con el desarrollo del cine y la televisión y en el que la música escénica se había quedado anquilosada.

Vestuario de María Callas para el acto II de Norma con dirección escénica de Zefirelli


Doctor en Filología Románica y catedrático de Literatura Española por la Universidad Complutense, Andrés Amorós desarrolla su vida como escritor, ensayista y crítico literario, además de ejercer como miembro del Consejo Asesor del Centro Dramático Nacional y otros organismos relacionados con el mundo del teatro. Su ámbito de trabajos abarcan también la crítica musical, la dirección de programas de radio o el comisariado de diversas exposiciones. También ha sido galardonado con los Premios Nacionales de Ensayo y Crítica Literaria, el Premio José María de Cossío -como comentarista taurino- o el Premio de las Letras Valencianas, entre otros.
Entre sus publicaciones encontramos Introducción a la novela contemporánea, Antología comentada de la literatura española, así como monografías sobre Ramón Pérez de Ayala o Leopoldo Alas Clarín.
En este recuerdo a María Callas nos acompaña con La vuelta al mundo en 80 músicas, un libro que nos acerca, desde el aficionado que es, tanto al mundo musical de Bach como a la música flamenca, las bandas sonoras de cine, a la zarzuela, el jazz o la ópera. Se trata, en esencia, de una excusa para leer y escuchar música para emocionar, acompañar, alegrar o consolar, en el fondo, para hacernos más humanos y felices.
En el extracto del capítulo que nos acompaña, La gran trágica (María Callas), nos habla de su carácter, de la opinión que tenían algunos de los que la conocieron, de su versatilidad para cantar personajes para voces tan dispares que otras cantantes no piensan siquiera en hacer, y de algunos de sus grandes papeles. 


La Callas fue como un cometa que deslumbró fugazmente en el mundo de la ópera. Por un lado, no le gustaba la música contemporánea; por otra parte, rescató, como hemos leído, obras que permanecían en el olvido. Así, Ana Bolena o Lucia de Lammermoor de Donizetti, El turco en Italia de Rossini o El Pirata, La sonambula o la Norma de Bellini volvieron a tener vida en los escenarios gracias a ella, que no se limitó a triunfar con las óperas que estaban en el repertorio de su época.
La versatilidad de su voz le permitía cantar roles que iban desde una soprano ligera a una dramática, e incluso papeles para mezzosoprano como Carmen, e incluso atreverse con heroínas de Wagner, en las antípodas del belcanto.
Con la confluencia de todos estos elementos, María Callas llegó a encarnar unos personajes inolvidables que quienes los presenciaron no podían pensar en otra cantante más que en ella para esos roles. Incluso cuando se escucha un disco suyo se puede sentir el personaje que está interpretando como si estuviera en nuestra presencia.

Como Medea, Covent Garden, 1959
Otro de los personajes fundamentales en su carrera fue la Norma de Bellini, la sacerdotisa gala que cuando la escuchamos no podemos ponerle otro rostro que el de la Callas, un personaje que interpretó en noventa ocasiones.
Escuchar los discos con este rol, inolvidable en la interpretación del Casta Diva, de forma especial en la versión que dirigió Tullio Serafin en La Escala en 1961 con Franco Corelli, Corista Ludwig y Nicola Zaccaria es una experiencia inolvidable.
El enlace que nos acompaña es también una grabación de vídeo en versión concierto de este Casta Diva realizada la noche de fin de año de 1957 por la televisión estatal italiana con la Orchestra della RAI de Roma. Es fascinante la atracción que la cantante ejerce y el recogimiento con que interpreta a Norma.


Así, con María Callas la ópera pasó de ser una representación artística basada casi exclusivamente en el aspecto vocal a mostrar unos personajes que se encarnaban en escena, identificándose los cantantes con ellos, dándoles la verosimilitud que los espectadores de cine y televisión estaban apreciando en estos medios. 
La soprano Ermolena Jaho, una de las grandes Butterfly o Violeta Valèry de la actualidad, habla de esta identificación que la Callas trajo con las heroínas que interpretaba: «Era la primera vez que oía una voz identificada con la profundidad de las notas y yendo más allá de lo que estaba escrito en la partitura.»

Vestuario para el acto I de Norma en la producción de Zefirelli. 
Nacida en Vietnam en 1914 y fallecida en París en 1995, Marguerite Duras tuvo una vida inseparable de su producción literaria. Desde su residencia en el país asiático hasta su vida en el París de la postguerra, pasando por su colaboración con la Resistencia francesa que la llevó a ser deportada a Alemania, Duras ejerció el periodismo, la novela, el teatro y el cine, donde realizó el guion de películas como Hiroshima, mon amour, pasando del neorrealismo al existencialismo de Sartre y Camus.
El amor, el sexo, la muerte y la soledad son los temas que atraviesan sus obras, entre las que destacan Destruir, dice, El amor, El amante, El dolor o Una lluvia de verano, su última novela.
Nos acompaña en este homenaje a la Callas con Outside, un libro que recoge medio centenar de artículos periodísticos escritos entre 1957 y 1959 sobre diversos personajes que llamaron su atención por su profesión, vida interior, marginación o cualquier otra razón.
En esta recopilación encontramos un artículo cuyo original se ha perdido y que muestra la traducción de Adrienne Foulke que se publicó el 1 de octubre de 1965 en la revista Vogue norteamericana, el único texto que nos acompaña que es contemporáneo de la cantante.


En el momento más álgido de la carrera operística de María Callas, ese tiempo en el que sus apariciones eran en los grandes templos de la ópera y en los periódicos de la prensa rosa, entró en escena el naviero griego Aristóteles Onassis, provocando la ruptura de un matrimonio que ya estaba roto con Meneghini. De ese sonado romance tratamos en María Callas, mirada de diva donde nos centramos en el año 1959 en el que comenzó su conocida relación que fue comentada en todo el planeta. También esos años supusieron el declive de su voz.
María Callas y Alfredo Kraus en La Traviata, Lisboa, 1958.

El final del romance supuso del final de La Divina Callas. El director de cine Franco Zefirelli, con quien también trabajó lo comentó: 
«Había perdido todo el interés por su carrera. Lo único que quería era que Onassis se casara con ella, y cuando él lo hizo con Jackie Kennedy, sintió que todo el mundo que había construido se venía abajo. Después se encerró durante nueve años en su apartamento de París
Allí veía la televisión y oía sus discos una y otra vez. Uno de los pocos amigos que la visitaban le comentó en una ocasión: «¡Qué canto tan maravilloso!», a lo que la diva respondió: «Es un auténtico milagro, y renuncié a él. Toda una carrera desperdiciada... ¡A cambio de nada!»
María Callas falleció en 1977 con sólo 53 años, sola en su casa parisina, oficialmente por un fallo cardiaco. Fue incinerada en el cementerio Père Lachaise, aunque su urna fue robada y se publicó que habían arrojado sus cenizas el mar Egeo, según su última voluntad.



Nos despedimos de María Callas y su legado con una de las interpretaciones que comenta Andrés Amorós en su libro, la mítica Traviata de 1958 con el joven debutante Alfredo Kraus. De estas representaciones quedan unas imágenes desdibujadas por la mala calidad de la grabación, aunque el disco se ha editado en mono, no en estéreo, suponiendo una de las grandes interpretaciones de La Divina y uno de los tesoros imprescindibles para los aficionados.
Nos despedimos con uno de los momentos más impactantes de La traviata, el aria Addio del passato bei sogni ridenti (Adiós, hermosos recuerdos del pasado), el verdadero testamento de Violeta cuando siente que su futuro está cerca y que impresionan más cantadas por la eterna soprano.
La acompaña la Orquesta Sinfónica del Teatro Nacional de San Carlos de Lisboa en un montaje en el que disco se acompaña de fotografías de esa producción y una pobre grabación que nos acercan a lo que fue aquella representación. 

María Callas caracterizada como Violeta Valèry en La Traviata

Unas palabras suyas nos sobrecogen a día de hoy: «La felicidad no es para mí, no debo hacerme ilusiones. Hay personas que han nacido para ser felices y otras para ser desgraciadas. No tengo suerte. A veces me pregunto. ¿Por qué debe ser así? ¿En qué me equivoco? ¿Es demasiado pedir a las personas que están a mi lado que me quieran?»

Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


La mayoría de fotografías de María Callas y sus vestuarios han sido tomadas en la exposición que el Teatro Maestranza de Sevilla ha realizado en noviembre de 2023 para celebrar el centenario de su nacimiento.

Bibliografía y webgrafía consultadas: