Pensamos que pensamos libremente, que cuando lo hacemos no estamos condicionados en nuestro pensamiento y en la forma de hacerlo. Sabemos que podemos actuar de diferentes formas ante un hecho o acontecimiento, pero, ¿lo hacemos siempre de la forma que creemos más justa o nos dejamos llevar por lo que nos apetece en ese momento?
Plantearnos estas y otras cuestiones es parte fundamental de nuestra vida, supone tener una conciencia crítica que nos ayude a afrontar nuestra existencia y nos permita avanzar hacia un grado de juicio más experimentado.
Hay intelectuales que han contribuido a ayudarnos a mejorar nuestra conciencia y forma de razonar, a mejorar las instituciones que nos gobiernan o a colaborar para que nuestros juicios aprecien mejor lo que nos ofrecen las obras de arte.
Uno de estos pensadores es Kant, un filósofo del que se cumplen tres siglos de su nacimiento y que, aunque sólo lo lean estudiantes y otros filósofos le debemos mucho en nuestras vidas.
La figura y la obra de Kant están ahí, pero, ¿quién lo lee? Posiblemente sólo los que nos acercamos a sus ideas en nuestro tiempo de estudiantes y los interesados en la filosofía, aunque su pensamiento ha influido en nosotros y nuestras vidas sin saberlo y tiene mucho que decirnos en la actualidad. En cierto sentido, Kant ayudó a cambiar la forma de pensar, propiciando que cada persona pueda rechazar los dogmas establecidos y cuestionar todo y se proponga reflexionar por sí misma. Propuso la libertad responsable y una idea tan revolucionaria y novedosa como la de la ciudadanía común. Además, con las crisis de valores, los miedos de nuestro tiempo, las derivas populistas y autoritarias o las amenazas latentes de conflictos bélicos generalizados, su obra tiene más vigencia y actualidad, aunque no la leamos.
Te propongo acercarte a la figura de Inmanuel Kant, el filósofo que tanto ha influido en nuestras vidas aunque no lo sepamos, cuando se cumplen trescientos años de su nacimiento. Nos acompañan textos suyos y música de Haydn, Mozart y Beethoven. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!
Inmanuel Kant nació el 22 de abril de 1724 en la ciudad alemana de Königsberg, la que fuera capital de Prusia Oriental hasta el final de la II Guerra Mundial, hoy Kaliningrado en territorio ruso. Procedente de una humilde familia, su padre era talabartero, fue el sexto de los nueve hijos del matrimonio de Johann Georg Kant y Anna Regina Reuter.
Estudiante constante, aunque no brillante, entró en la universidad de su ciudad natal con dieciséis años, aunque tuvo que dejar los estudios tras el fallecimiento primero de su madre y después de su padre para impartir clases a familias nobles para mantener a su familia.
Pese a ser un pensador revolucionario, su vida fue de lo más anodina e intrascendente, rutinaria como ninguna otra. Kant estuvo impartiendo esas clases particulares mientras seguía investigando y publicaba algunos estudios, sin dejar la universidad, esta vez como profesor, cargo en el que permaneció durante cuarenta años, en la mayoría de los cuales impartió metafísica.
Metódico en sus pensamientos, Inmanuel Kant tomaba notas sobre las reflexiones que se le venían a la cabeza, anotaba en los márgenes de sus escritos para matizar o aclarar reflexiones o trabajaba sobre algunas obras que dejó inconclusas o no llegó a tomar forma. Algunas de estas ideas más o menos sueltas se recogen en obras compilatorias como Kants Reflexionen zur Moralphilosophie (Reflexiones sobre filosofía moral de Kant). Estas circunstancias hacen que su obra tenga tanta amplitud al tratar tan diversos y variados temas.
Destacada entre sus obras principales, una respuesta a su tercera pregunta, que veremos más adelante, en Critik der Urtheilskraft (Crítica del juicio, 1790), Kant indaga sobre los juicios que provienen del ámbito de los sentimientos, que se originan desde la libertad y la utilidad, una continuación de sus Crítica de la Razón Pura y Crítica de la Razón Práctica. Una constante en esta obra es el hecho de poder confrontar el propio juicio con el de los demás, abriendo la posibilidad de ponernos en el lugar de los otros, no sólo por lo que enjuician, sino por lo que pueden llegar a enjuiciar.
Así, en el Libro Segundo, Analítica de lo sublime encontramos en el capítulo Deducción de los juicios estéticos puros este razonamiento en el que trata de la unión de distintos aspectos de las bellas artes. La forma de la obra de arte nos lleva a su contemplación y al juicio que nos acerca al placer y a la cultura. Si las obras llevan al mero entretenimiento tienen un fin en sí mismas; si, en cambio, tienen ideas morales nos elevan el espíritu.
Las costumbres estrictamente rutinarias de Kant eran conocidas y célebres: No se alejó jamás más de unos cuantos kilómetros de su lugar de nacimiento y residencia y no tuvo ninguna relación amorosa. Sus costumbres eran tan metódicas, rígidas y ordenadas que daba paseos con una puntualidad tal que sus conciudadanos bromeaban con que podían poner su reloj en hora cuando lo veían pasar por sus calles. Era, en resumen, una persona dedicada plenamente a su oficio, un investigador y profesor universitario que centró toda su vida en esa única faceta. Y lo hizo de forma totalmente revolucionaria.
Sin tener datos concretos de la música que pudiera oír en Köningsberg, podemos imaginar que escuchó la de los grandes compositores de su tiempo. Uniendo el texto anterior, sus rutinarias costumbres y un compositor como Haydn encaja la música que nos acompaña.
Estrenada en su segunda estancia en Londres en marzo de 1794, cuatro años después de la publicación del texto anterior, la Sinfonía 101 de Joseph Haydn es conocida como Sinfonía del Reloj por su ritmo de tic-tac del segundo movimiento.
Este segundo movimiento, Andante, comienza con el tema principal con un acompañamiento en forma de vaivén a modo del citado tic-tac de reloj en el que destaca el protagonismo de la flauta y el oboe. A mitad del movimiento hay un tiempo contrastante con la calma del mismo que crece en intensidad contenida. Vuelve la calma inicial con el protagonismo de la flauta. Haydn introduce un inesperado silencio -¿quizás una broma para dar cuerda al reloj?- tras la que sigue una variación sobre el tema principal con la que concluye este Andante.
No hay música que se identifique más con las rutinarias costumbres kantianas.
La interpretación corre a cargo de la Geneva Camerata con Roy Amotz en el solo de flauta y la dirección de David Greilsammer en un concierto celebrado en Bâtiment des Forces Motrices en la ciudad italiana a finales de enero de 2020.
La realización en vídeo nos lleva a disfruar todo el sonido de los instrumentos de la orquesta con una claridad que nos permite apreciar todos los engranajes de ese reloj de Haydn y que podemos catalogar como sublime, una palabra que aparecerá más adelante.
Tras estudiar en la Universidad de Köningsberg lógica, metafísica, ciencias naturales, geografía y teología, y emplearse como perceptor con varias familias nobles, ocupó el cargo de ayudante de bibliotecario. Durante ese tiempo publicó algunos textos que le dieron prestigio en la universidad, hasta que ocupó su plaza como profesor ordinario de lógica y metafísica. Allí impartiría sus clases exponiendo las ideas de su tiempo, hasta que fue elaborando su propio sistema filosófico, que calculó que le llevaría unos tres meses en redactar, aunque le llevó once años hasta que salió a la luz su Crítica de la razón pura en 1781, una obra que marca el inicio de unas ideas totalmente revolucionarias que señalan un antes y un después alrededor de Kant.
En su obra aparecen ideas novedosas hoy totalmente -o no- consolidadas: La educación universal y gratuita, el derecho internacional, el concepto de gobierno organizado como federación de estados como son la ONU o la Unión Europea o el principio de autonomía moral y personal son algunas nociones que surgen de la metafísica de Kant y que influyen en nosotros aunque no las conozcamos.
En su tratado Sobre la paz perpetua (1795) reflexiona sobre la regulación de los conflictos bélicos, indicando que ningún estado debe entrar por la fuerza en el gobierno de otro o que, en caso de guerra no se lleven a cabo acciones que pongan en peligro una futura paz.
Siguiendo con su obra Crítica del juicio, Kant reflexiona sobre el valor estético que tienen las artes entre sí, comparando su importancia. Tras indicar y desglosar su opinión de por qué la poesía ocupa el primer lugar, centramos el texto en el valor y la importancia de la música en la segunda posición según su valoración. La música habla con sensaciones y no con conceptos, pero mueve con mayor facilidad al espíritu, le llega más directa y rápidamente y, aunque es pasajera, tiene más poder para interiorizarla.
Kant vivió la mayor parte de su existencia en el llamado Siglo de las Luces, un tiempo que buscaba el conocimiento, acuñando una de las frases que han pasado a la historia de la filosofía y que tomó de unos versos de Horacio: Sapere aude!, que se traduce como «atrévete a pensar», «atrévete a saber», «ten el valor de usar tu razón» o «¡Ten valor para servirte de tu propio entendimiento!».
Otro compositor del que con seguridad escuchó música fue Mozart, que había fallecido en 1791. Los ideales de la Ilustración, muchos de los que coincidían con la masonería, aparecen en su última ópera, La flauta mágica, esa mezcla de cuento oriental con los ideales ilustrados. La oscuridad de la Reina de la Noche frente a la fuerza de la razón de Sarastro, unido a los personajes como Tamino y Pamina en busca de la luz del razonamiento y un personaje tan arraigado en lo popular como Papageno, tan alejado del sueño de la Ilustración, engarzan con el pensamiento de Kant.
Nos acompaña el dúo del primer acto entre Tamina y Papageno Bei Männern, welche Liebe fühlen (A los hombres que sienten el amor) en el que hablan de este noble sentimiento. La soprano Dorothea Röschmann como Tamina y el barítono Simon Keenlyside como el pajarero son los intérpretes de este duetto con subtítulos en castellano.
El filósofo prusiano no es un optimista inconsciente en su pensamiento, es conocedor de la pasión por el poder, de la existencia del conflicto, la ambición y la maldad en el ser humano o de las razones de estado. A pesar de estos problemas, de las guerras o los actos de violencia, Kant ve posible que la humanidad progrese y avance hasta lograr la paz entre los estados, sabiendo que hay muchos argumentos para trabajar por un mundo mejor, a través de la fuerza del conocimiento y la conciencia ética.
En su obra, Kant reflexiona sobre la relación que existe entre o que aportamos desde la organización de nuestras capacidades de comprensión y lo que recibimos gracias a los sentidos, que tienen que configurarse según nuestra forma de conocer. Sin los sentidos no tendríamos conocimientos, puesto que éstos nos proporcionan datos experimentales, pero esta información la recibimos y configuramos a partir de la organización de nuestra propia forma de conocer, que no es igual a las de otros ni la única posible.
Así, Kant defiende que quizás no conozcamos la realidad tal como es, la cosa en sí, a la que él denomina noúmeno. Sabemos lo que nos dan las cosas para influir en nosotros gracias a los sentidos y cómo organizamos esa información con el conocimiento.
En su obra, Kant distingue tres preguntas fundamentales cuya respuesta le lleva a la misma disciplina:
-¿Qué puedo conocer? La filosofía trata de los principios y los límites que propician el conocimiento científico de cuanto existe, de los seres físicos y de la naturaleza.
-¿Qué debo hacer? También la filosofía determina los principios de las acciones y las condiciones de la libertad del ser humano.
¿Qué puedo esperar? La filosofía, de nuevo, esboza el destino de los hombres y valora las condiciones y posibilidades de su realización.
A cada una de estas tres cuestiones capitales dedicó una de sus obras fundamentales: A la primera, la Crítica de la razón pura, a la segunda la Crítica de la razón práctica y a la última, la Crítica del juicio.
Con el título de Beoachtungen über das Gefühl des Schönen und Erhabenen (Observaciones acerca del sentimiento de lo bello y lo sublime), Kant publicó en 1765 uno de sus primeros ensayos, una suerte de tratado con reflexiones sobre temas variados como moral, descripción de algunos caracteres personales o nacionales, psicología o arte con un lenguaje fácil, ingenioso y delicioso, algo poco habitual en el pensador alemán.
En esta obra Kant trata el problema de la estética antes que en la Crítica del juicio, donde lo hará de manera más sistemática, con observaciones interesantes, ocurrencias geniales y algunas críticas.
Nos acompaña el primer capítulo de este tratado en el que centra en definir, distinguir y delimitar los sentimientos ante lo bello y lo sublime. Un texto para corroborar nuestra experiencia de lo que expone, a la par que podemos aportar algunos ejemplos por nuestra parte.
Poco pudo escuchar Kant de la música de Beethoven, si llegó a escuchar alguna, puesto que el compositor de Bonn apenas si comenzaba a ser conocido cuando falleció el filósofo. Pero sí hay una mención en el sentido contrario.
En el diario de Beethoven una anotación de 1820 hace referencia a la Crítica de la razón práctica: «La ley moral en nosotros y el cielo estrellado sobre nosotros. ¡Kant!». La mención nos lleva a pensar que el compositor conocía su obra y que podía haber influido en su forma de pensar y componer.
La expresión anterior de Kant «Lo sublime conmueve, lo bello, encanta», se puede aplicar con total rotundidad a la obra de Beethoven. ¿No son sublimes sus sinfonías, especialmente la Quinta y la Novena? ¿No es sublime su planteamiento de la libertad en Fidelio?
E. T. A. Hoffmann, en su faceta de crítico llegó a escribir. «La música de Beethoven nos acerca a sentimientos de temor, de horror, de sufrimiento, despertando el infinito anhelo que mueve el romanticismo». Lo sublime se manifiesta como el deseo de abrirse a lo ilimitado, a los grandes conceptos, a lo infinito, rompiendo los límites de las normas.
Si el último movimiento de su Novena Sinfonía es un canto a la libertad que se mueve en la idea de lo sublime, el tercer movimiento se mueve entre los conceptos de bello y sublime. Está la belleza contenida que, cuando conocemos la obra completa, sabemos que va encaminándose hacia esa sublime explosión coral última.
Nos acompaña este tercer movimiento, Adagio molto e cantabile de la Novena Sinfonía en una interpretación de la Deutsche Kammerphilharmonie Bremen dirigida por el estonio Paavo Jarvi en la Beethovenhalle de Bonn en 2009.
Una preocupación fundamental de las ideas de Kant es la ética que diferencia entre la ética material, empírica puesto que sus contenidos proceden de la experiencia, con preceptos condicionales encaminados a conseguir fines y son heterónomas, determinando al sujeto a través de leyes ajenas a su razón o a sí mismo. Kant la rechaza propugnando una ética formal que no tiene fines y ni determina qué debemos hacer, centrándose en cómo debemos actuar, que es por el deber, ya que una acción hecha por deber tiene un valor moral, no en el propósito por el que se hizo, sino en la máxima por la cual ha sido resuelta.
Surge así el imperativo categórico que el filósofo formula de distintas maneras en Grundlegung zur Metaphysik der Sitten (Fundamentación de la metafísica de las costumbres). Nos quedamos con una de ellas en este último texto en el que Kant reflexiona sobre este imperativo.
Finaliza esta publicación sobre Kant en el tricentésimo aniversario del nacimiento del filósofo alemán con un enlace atípico, fuera del estilo del blog. Se trata de un anuncio dentro de la campaña de civismo de TRAM, la compañía de Tramvia Metropolità de Barcelona en el que se interpreta un Trap con la figura de Kant y su imperativo categórico.
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- Kant, Inmanuel. Crítica del juicio, traducción de Manuel García Morente, Editorial Austral, colección Clásica, 2013.
- Kant, Inmanuel. Observaciones acerca del sentimiento de lo bello y lo sublime, traducción de Luis Jiménez Moreno, Alianza Editorial, 2008.
- Kant, Inmanuel. Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Editorial Austral, colección Clásica, 2016.