Si caminar por la vida, la nuestra, la de cada uno de nosotros, es una travesía difícil y complicada y nos supone un constante esfuerzo, una continua adaptación y una intensa dedicación, el hecho de no contar con las mismas oportunidades complica aún más las posibilidades de disfrutar de una existencia digna.
On ne nait pas femme, on le devient (No nacemos como mujer, sino que nos convertimos en una) es una afirmación de Simone de Beauvoir que refleja que el rol que asumen las mujeres deriva de un entorno cultural que se ha ido gestando y modificando a lo largo de cientos de años de historia. Afortunadamente, en nuestra sociedad poliédrica hay situaciones, momentos y oportunidades en que el hecho de ser mujer no es un handicap para el desarrollo profesional y personal, pero estos son casos que no podemos considerar como norma general. El hecho de tener que celebrar cada 8 de marzo el Día Internacional de la Mujer es síntoma de una desigualdad manifiesta, una inaceptable injusticia -una más en este mundo- que debe desaparecer de nuestras vidas, aunque el horizonte no es alentador.
En una sociedad que acumula varios milenios de poder por parte de los hombres en todas las áreas de la política, la economía o las artes, el mero hecho de ser mujer ha sido un determinante que ha supuesto tener que afrontar una serie de obstáculos en la participación activa en la vida social y personal.
En esta entrada te propongo un recorrido por algunas vidas, reales o imaginarias, en las que la presencia de la mujer se muestra con el valor y la capacidad de asumir las riendas de sus existencias y en las que ver como modelos que cada mujer es una mujer heroica en sus decisiones y sus trayectorias vitales. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!
Ser mujer ha significado durante mucho tiempo tener que convertirse en una persona épica o heroica para poder desenvolverse en la vida. Afortunadamente tengo, y pienso que tenemos, mujeres que forman parte de mi vida personal, laboral o social que tienen unas capacidades y aptitudes muy por encima de las mías y que han podido ejercerlas adecuadamente, aunque haya quienes, incluso en ámbitos conocidos, no hayan podido realizarlas.
La primera imagen que te traigo proviene de una de las mujeres que han pasado a la historia del sigo XX como luchadoras por ser, no algo, sino alguien, una incansable trabajadora que revolucionó el mundo en el que vivió, el mundo de la moda.
El texto pertenece a Divas rebeldes, un libro de Cristina Morató en el que glosa las vidas a contracorriente de una serie de mujeres del siglo XX. María Callas, Coco Chanel, Eva Perón, Wallis Simpson, Barbara Hutton, Audrey Hepburn y Jackie Kennedy pasean por el libro ayudando a dar una idea de sus luchas por conseguir sus propósitos, a la vez que Morató realiza un boceto del pasado siglo con las miradas que sus vidas nos transmiten.
Igual que en la historia y la vida real hay mujeres fuertes que han tomado las riendas de sus destino, la ficción nos ha mostrado un número inabarcable en distintas obras, tanto literarias como cinematográficas u operísticas: las griegas Electra, Antígona, Medea, Penélope o Helena de Troya; la inagotable narradora Scherezade; las Julieta, Ofelia o Desdémona de Sheakespeare; Jane Eyre, Emma Bovary, Anna Kareninna e incluso la gitana Esmeralda en el siglo XIX; en el cine Scarlet O'hara, Dorothy de El mago de Oz e incluso Hermione Granger de Harry Potter o la más actual Daenerys Targaryen de Juego de Tronos, muestran el arquetipo de la mujer que lucha por su destino.
La ópera del siglo XIX está llena de heroínas valerosas, mujeres luchadoras que tienen una personalidad arrolladora. Personajes como Norma, Violeta en La Traviata, Aida, Lucia di Lammermoor o Adina en L'elisir d'amore fueron también encarnadas por cantantes que reflejaban en sus personajes sus propias existencias, sus esfuerzos y sus personalidades.
Norma, la protagonista de la ópera de Bellini, la suma sacerdotisa de los druidas de la Galia, se debate entre su amor prohibido por el romano Pollione y su deber. Enterada de que éste ha buscado una nueva amante en su compañera Adalgisa, muestra toda su rabia y fortaleza, aunque la amistad de ambas acaba imponiéndose. En el segundo acto de la ópera se desarrolla esta escena en la que Norma intenta buscar una solución, ya que Pollione debe ser sacrificado, según la tradición. Intenta convencerlo de que vivirá si renuncia al amor de Adalgisa, pero éste se mantiene firme. Norma se ofrece a sí misma para el sacrificio, acusándose de haber traicionado a su pueblo. Ante esta acción de generosidad, el romano descubre de nuevo el valor de la sacerdotisa y juntos se dirigen al sacrificio final.
La escena, que comienza con un aria de Norma, se convierte en un dúo entre ambos al que van incorporándose Oroveso, jefe de los druidas y padre de Norma y el coro de sacerdotes.
Tras un diálogo de introducción, Norma comienza este Qual cor tradisti, qual cor perdesti interpretado por Mariela Devia como Norma, Stefan Pop en el rol de Pollione y Carlo Colombara como Oroveso en una representación grabada en el Teatro San Carlo di Napoli en 2016. Musicalmente, la melodía se va alargando desde la voz de Norma a la de Pollione y más adelante con Oroveso y el coro de druidas, elevándose hasta su final, que prepara la última escena de la obra.
Autora que se preciaba de ser autodidacta, pionera del feminismo, escritora modernista, inagotable y depresiva, Virginia Woolf fue una de las voces más personales del siglo XX. En su biografía Virgina Woolf. La vida por escrito, Irene Chikiar Bauer nos presenta un retrato que indaga la compleja vida y obra de una personalidad casi inabarcable que abrió caminos, escrutó posibilidades y desarrolló nuevos lenguajes expresivos. Una luchadora que eligió su destino luchando por su libertad e independencia.
La última mirada nos acerca de nuevo a una mujer fuerte, una heroína de ficción, un personaje sacado de un cuento chino. La última ópera de Giaccomo Puccini quedó inconclusa por el fallecimiento del compositor tras una operación en su lucha contra un cáncer de faringe. Turandot es una ópera basada en narraciones de origen oriental y que Carlo Gozzi llegó a situar con elementos de la tradición china.
La Turandot de Puccini se aleja de los dramas realistas anteriores del autor y se desarrolla en una China legendaria en la que se presenta un cuento al estilo de las leyendas populares repleto de símbolos. La protagonista no aparece hasta mediado el acto II donde, musicalmente, interpreta un do sobreagudo en tres ocasiones, con un cambio de tesitura y una intensidad que deben ser mantenidas exigiendo un esfuerzo vocal que hace que el rol sólo pueda ser interpretado por el registro vocal de una soprano dramática.
La obra se centra en la bella y cruel Turandot, hija del emperador, que ha decidido casarse con aquel que consiga averiguar los tres enigmas que ella propondría y, en caso contrario, el pretendiente morirá. Calaf, uno de los pretendientes se enamora de la princesa y decide afrontar las pruebas que supera una a una, pero al ver que no desea cumplir su palabra le plantea un reto a Turandot: si consigue averiguar su nombre antes del amanecer la librará de su promesa y él morirá, de lo contrario, deberán casarse.
La última mirada a esta mujer fuerte y fría como el hielo (Principesa di gelo) nos acerca a los motivos que le llevan a ser tal como es y el planteamiento de los enigmas.
El recuerdo de lo sucedido mantiene a Turandot en la decisión que Calaf va matizando en su intervención.
La interpretación corresponde a la ucraniana Maria Guleghina, una de las sopranos dramáticas más importantes de la actualidad a la que he tenido la suerte de escuchar en directo en varias ocasiones, la última con este papel. Está registrada en una actuación en el Palau de les Arts de Valencia en 2008 y en ella nos muestra su capacidad para los registros agudos, los cambios de tesitura y la potencia de su voz.
En cada mujer, en absolutamente todas las mujeres, hay una mujer heroica.
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On ne nait pas femme, on le devient (No nacemos como mujer, sino que nos convertimos en una) es una afirmación de Simone de Beauvoir que refleja que el rol que asumen las mujeres deriva de un entorno cultural que se ha ido gestando y modificando a lo largo de cientos de años de historia. Afortunadamente, en nuestra sociedad poliédrica hay situaciones, momentos y oportunidades en que el hecho de ser mujer no es un handicap para el desarrollo profesional y personal, pero estos son casos que no podemos considerar como norma general. El hecho de tener que celebrar cada 8 de marzo el Día Internacional de la Mujer es síntoma de una desigualdad manifiesta, una inaceptable injusticia -una más en este mundo- que debe desaparecer de nuestras vidas, aunque el horizonte no es alentador.
En una sociedad que acumula varios milenios de poder por parte de los hombres en todas las áreas de la política, la economía o las artes, el mero hecho de ser mujer ha sido un determinante que ha supuesto tener que afrontar una serie de obstáculos en la participación activa en la vida social y personal.
En esta entrada te propongo un recorrido por algunas vidas, reales o imaginarias, en las que la presencia de la mujer se muestra con el valor y la capacidad de asumir las riendas de sus existencias y en las que ver como modelos que cada mujer es una mujer heroica en sus decisiones y sus trayectorias vitales. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!
Ser mujer ha significado durante mucho tiempo tener que convertirse en una persona épica o heroica para poder desenvolverse en la vida. Afortunadamente tengo, y pienso que tenemos, mujeres que forman parte de mi vida personal, laboral o social que tienen unas capacidades y aptitudes muy por encima de las mías y que han podido ejercerlas adecuadamente, aunque haya quienes, incluso en ámbitos conocidos, no hayan podido realizarlas.
La primera imagen que te traigo proviene de una de las mujeres que han pasado a la historia del sigo XX como luchadoras por ser, no algo, sino alguien, una incansable trabajadora que revolucionó el mundo en el que vivió, el mundo de la moda.
El texto pertenece a Divas rebeldes, un libro de Cristina Morató en el que glosa las vidas a contracorriente de una serie de mujeres del siglo XX. María Callas, Coco Chanel, Eva Perón, Wallis Simpson, Barbara Hutton, Audrey Hepburn y Jackie Kennedy pasean por el libro ayudando a dar una idea de sus luchas por conseguir sus propósitos, a la vez que Morató realiza un boceto del pasado siglo con las miradas que sus vidas nos transmiten.
Igual que en la historia y la vida real hay mujeres fuertes que han tomado las riendas de sus destino, la ficción nos ha mostrado un número inabarcable en distintas obras, tanto literarias como cinematográficas u operísticas: las griegas Electra, Antígona, Medea, Penélope o Helena de Troya; la inagotable narradora Scherezade; las Julieta, Ofelia o Desdémona de Sheakespeare; Jane Eyre, Emma Bovary, Anna Kareninna e incluso la gitana Esmeralda en el siglo XIX; en el cine Scarlet O'hara, Dorothy de El mago de Oz e incluso Hermione Granger de Harry Potter o la más actual Daenerys Targaryen de Juego de Tronos, muestran el arquetipo de la mujer que lucha por su destino.
La ópera del siglo XIX está llena de heroínas valerosas, mujeres luchadoras que tienen una personalidad arrolladora. Personajes como Norma, Violeta en La Traviata, Aida, Lucia di Lammermoor o Adina en L'elisir d'amore fueron también encarnadas por cantantes que reflejaban en sus personajes sus propias existencias, sus esfuerzos y sus personalidades.
Norma, la protagonista de la ópera de Bellini, la suma sacerdotisa de los druidas de la Galia, se debate entre su amor prohibido por el romano Pollione y su deber. Enterada de que éste ha buscado una nueva amante en su compañera Adalgisa, muestra toda su rabia y fortaleza, aunque la amistad de ambas acaba imponiéndose. En el segundo acto de la ópera se desarrolla esta escena en la que Norma intenta buscar una solución, ya que Pollione debe ser sacrificado, según la tradición. Intenta convencerlo de que vivirá si renuncia al amor de Adalgisa, pero éste se mantiene firme. Norma se ofrece a sí misma para el sacrificio, acusándose de haber traicionado a su pueblo. Ante esta acción de generosidad, el romano descubre de nuevo el valor de la sacerdotisa y juntos se dirigen al sacrificio final.
La escena, que comienza con un aria de Norma, se convierte en un dúo entre ambos al que van incorporándose Oroveso, jefe de los druidas y padre de Norma y el coro de sacerdotes.
Tras un diálogo de introducción, Norma comienza este Qual cor tradisti, qual cor perdesti interpretado por Mariela Devia como Norma, Stefan Pop en el rol de Pollione y Carlo Colombara como Oroveso en una representación grabada en el Teatro San Carlo di Napoli en 2016. Musicalmente, la melodía se va alargando desde la voz de Norma a la de Pollione y más adelante con Oroveso y el coro de druidas, elevándose hasta su final, que prepara la última escena de la obra.
Autora que se preciaba de ser autodidacta, pionera del feminismo, escritora modernista, inagotable y depresiva, Virginia Woolf fue una de las voces más personales del siglo XX. En su biografía Virgina Woolf. La vida por escrito, Irene Chikiar Bauer nos presenta un retrato que indaga la compleja vida y obra de una personalidad casi inabarcable que abrió caminos, escrutó posibilidades y desarrolló nuevos lenguajes expresivos. Una luchadora que eligió su destino luchando por su libertad e independencia.
La última mirada nos acerca de nuevo a una mujer fuerte, una heroína de ficción, un personaje sacado de un cuento chino. La última ópera de Giaccomo Puccini quedó inconclusa por el fallecimiento del compositor tras una operación en su lucha contra un cáncer de faringe. Turandot es una ópera basada en narraciones de origen oriental y que Carlo Gozzi llegó a situar con elementos de la tradición china.
La Turandot de Puccini se aleja de los dramas realistas anteriores del autor y se desarrolla en una China legendaria en la que se presenta un cuento al estilo de las leyendas populares repleto de símbolos. La protagonista no aparece hasta mediado el acto II donde, musicalmente, interpreta un do sobreagudo en tres ocasiones, con un cambio de tesitura y una intensidad que deben ser mantenidas exigiendo un esfuerzo vocal que hace que el rol sólo pueda ser interpretado por el registro vocal de una soprano dramática.
La obra se centra en la bella y cruel Turandot, hija del emperador, que ha decidido casarse con aquel que consiga averiguar los tres enigmas que ella propondría y, en caso contrario, el pretendiente morirá. Calaf, uno de los pretendientes se enamora de la princesa y decide afrontar las pruebas que supera una a una, pero al ver que no desea cumplir su palabra le plantea un reto a Turandot: si consigue averiguar su nombre antes del amanecer la librará de su promesa y él morirá, de lo contrario, deberán casarse.
La última mirada a esta mujer fuerte y fría como el hielo (Principesa di gelo) nos acerca a los motivos que le llevan a ser tal como es y el planteamiento de los enigmas.
El recuerdo de lo sucedido mantiene a Turandot en la decisión que Calaf va matizando en su intervención.
La interpretación corresponde a la ucraniana Maria Guleghina, una de las sopranos dramáticas más importantes de la actualidad a la que he tenido la suerte de escuchar en directo en varias ocasiones, la última con este papel. Está registrada en una actuación en el Palau de les Arts de Valencia en 2008 y en ella nos muestra su capacidad para los registros agudos, los cambios de tesitura y la potencia de su voz.
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