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El esquema romántico

Hay obras que mantienen un esquema argumental que se repite una y otra vez basado en el éxito y la fidelidad del público al mismo. En la literatura y la ópera románticas este esquema se retoma una y otra vez con variaciones en los personajes y la situación histórica en que se desarrolla. Aún en nuestros días es el más utilizado en literatura, cine, ballet, ópera o música.
Te propongo un paseo por el esquema romántico que desarrollan algunas obras desde el siglo XVI hasta hasta las óperas belcantistas y que aún continúa desarrollándose, con obras de Shakespeare y Bellini y la voz excepcional de Cecilia Bartoli. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Romeo y Julieta, de Théodore Chasseriau

Vincenzo Bellini es uno de esos músicos que nos dejaron pronto, muy pronto. Como Mozart o Schubert, Bellini murió con poco más de treinta años, en un momento en que había alcanzado su madurez como compositor y que su fulminante fallecimiento dejó en el inicio una carrera que tenía que haber llegado más lejos.
Nacido en Catania (Sicilia) en 1805 falleció en las afueras de París en 1835 tras una rápida enfermedad intestinal que terminó con su vida en menos de una semana.
Bellini se formó en el conservatorio de Nápoles, poseía un gran conocimiento de la cultura operística italiana y de la obra sinfónica de Haydn y Mozart. Pero su forma de componer no era fácil. Escribía poco a poco, volvía a reescribir lo que había compuesto, dejaba las partituras un tiempo y se dedicaba al descanso y el ocio. En pocos años compuso once óperas, a veces reutilizando material de alguna de las anteriores. 
Pero estaba dotado por esa capacidad, al alcance de pocos, de crear obras imperecederas. De sus últimas óperas nos quedan tres grandísimas obras que aún se siguen llevando a escena regularmente en la actualidad y que representan lo mejor del período belcantista: La Sonnambula, Norma e I Puritani. Tres obras maestras.
Estas óperas representan como pocas el estilo y el esquema que predominaba entre 1820 y 1840: Aquellos argumentos presentan un amor cargado de pasión pero infeliz, unas relaciones entre las familias llenas de viejos odios y rencores que se sitúan en un marcho histórico reconocible. Todo crea un caldo de cultivo para que el final se desarrolle en un doble camino: un amor infortunado o un final feliz. Todo muy en el marco del amor romántico, como si la historia de Romeo y Julieta se variase y derivase en muchas otras similares.
Pero este argumento se repite con éxito una y otra vez y avanza hacia personajes femeninos, maravillosas heroínas románticas locas de amor que han proporcionado las más grandes páginas del Bel canto. El dramatismo exigía escenas de locura para que la protagonista, la prima donna, la diva (la divina) diera rienda suelta a lo inhabitual: el virtuosismo, las exhibiciones y acrobacias vocales, la espectacularidad de la coloratura. Todo servía para que los espectadores admitieran estas expresiones musicales como parte de la liberación de los atormentados sentimientos de las protagonistas.


Romeo y Julieta, de Marc Chagall


La grandeza de William Shakespeare radica en su capacidad para observar y reflejar en la escena gran parte del espectro de lo más genuinamente humano que hay en todos nosotros. 
Uno de sus mayores logros consiste en describir los distintos grados del amor. Gracias a Romeo y Julieta se incorporó al vocabulario habitual de su idioma la expresión to fall in love (enamorarse), en una de las primeras obras en que profundizó sobre este tema. Otelo ahonda en el infierno mental que puede llegar a ser una relación por culpa de los celos. Macbeth refleja un matrimonio devorado por un amor destructivo. Antonio y Cleopatra le sirve para estudiar la destrucción y la ceguera que la pasión desatada provoca.
El argumento de Romeo y Julieta es de sobra conocido, un amor trágico e imposible por la enemistad de sus familias, Montescos y Capuletos. Desde hace más de cuatrocientos años, la historia de los amantes de Verona ha fascinado a los espectadores y ha servido como fuente de inspiración para numerosas películas, óperas y composiciones musicales de todo tipo, además de proporcionar un esquema argumentístico que ha sido variado con los más inimaginables personajes y situaciones.


Francis Sydney Muschamp, Romeo and Juliet


El desgarro de los sentimientos de sus personajes se presenta como una de las características más habituales de las obras románticas, siendo escrita la obra original algo más de dos siglos antes de desarrollarse este periodo artístico.
Pese a ser universalmente conocidos sus protagonistas, no es una obra que se suela leer directamente en el original del dramaturgo inglés. Se trata, pues, de una historia tan conocida como tan poco leída. El lado trágico de la historia, con el consabido final se puede apreciar en multitud de escenas de la obra, como en estos versos recitados entre Romeo y Fray Lorenzo, un personaje que hace de puente entre los amantes, una vez que éste le comunica que ha sido condenado al destierro por el Príncipe.



La Sonnambula es una adorable opera semiseria en dos actos con libreto de Felice Romani que se basa en un argumento de Eugène Scribe para un ballet-pantomima llamado La Somnanbule ou l'Arrivée d'un nouveau seigneur. Romani, el libretista que acompañó a Bellini en la mayoría de sus óperas crea un argumento en que la protagonista Amina sufre una de esas que podríamos llamar patologías románticas, el sonambulismo, que hace que el amor de la heroína se mueva entre el sueño y la realidad, un tema realmente atractivo en la ópera belcantista
El final de la ópera nos presenta un contraste muy del gusto romántico en dos intervenciones de Amina. Mientras todos sospechan de su infidelidad, en pleno episodio de sonambulismo la protagonista camina sobre las alturas de un edificio. Habla en sueños sobre su amor por Elvino mientras canta desgarrada, desesperada, el aria Ah! non credea mirarti. Una vez finalizado el recorrido y fuera del peligro de caer, interpreta en uno de esos finales felices sublimes la cabaletta final Ah! non giunge. Entre una y otra hay diversas intervenciones de Elvino y los coros de campesinos.



Incansable, inquieta, una auténtica diva de las pocas que quedan en la actualidad, la romana Cecilia Bartoli es una de las voces más personales y carismáticas de la actualidad. Esa personalidad en la Bartoli es arrolladora y contagiosa, mostrando un sensibilidad absoluta y una delicadeza en el canto que no deja a nadie indiferente. Su forma de cantar, muy fiel a su estilo, presenta una agilidad vocal extraordinaria con tesituras que van desde mezzosoprano a soprano y una facilidad asombrosa para la coloratura.


La Sonnambula


Cecilia Bartoli ha encontrado su lugar en la música actual. Su talento, sus conocimientos musicales, su trabajo para rescatar músicas olvidadas o poco conocidas son incuestionables. Con una voz que suele cantar en pocas ocasiones óperas completas, sus recitales son los momentos en los que desarrolla sobre el escenario su expresiva personalidad, su inquieta musicalidad. Cada trabajo de investigación, cada publicación que realiza atraen la atención que queda colmada con las expectativas. Su Vivaldi operístico de 1999 llegó a vender varios millones de copias. Mozart Arias, Sospiri, Opera Proibita, María (dedicado a la cantante María Malibrán) o Sacrificium son algunos de sus trabajos donde se aúnan la investigación, el gusto por la elección del repertorio y el trabajo meticuloso. 
En el enlace interpreta, con ese estilo a lo Bartoli, muy personal y más cercano al estilo barroco que belcantista, el aria Ah! non credea mirarti seguida, como si fuera una sola pieza por la cabaletta final Ah! non giunge



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Danzad, danzad, benditos. El ballet dentro de la ópera


La danza es casi tan antigua como la música. "Desde que existe la vida hay sonido, por lo tanto algún tipo de música", dirá John Cage pionero de la música electrónica y aleatoria y del uso no convencional de los instrumentos como el piano. En nosotros habitan continuamente dos sonidos: el más agudo producido por el sistema nervioso en funcionamiento; el más grave y sordo generado por el discurrir de la sangre por venas y arterias. Aprovechar esos ritmos y sus aceleraciones nos llevó a dominarlos, domesticarlos y producirlos a nuestro antojo, en muchas ocasiones acompañados por el baile. Desde los ritmos tribales de caza o guerra a los frenéticos de las celebraciones, pasando por los cadenciosos rituales de cortejo hasta los amorosos, el baile siempre nos acompaña.
Parafraseando la película They Shoot Bordes, Don't They? de Sydney Pollack, que se tituló entre nosotros Danzad, danzad, malditos, te propongo unas reflexiones sobre la danza y algunos momentos en los que el ballet se desarrolla dentro de las óperas. Nos acompañan textos de Homero y Nietzsche entre otros y música de Rameau, Gluck y Ponchielli. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


La danse de Henri Matisse

Íntima y esencialmente unido a la música, el baile es motivo de práctica desde la más remota antigüedad, además de ser motivo de reflexión filosófica.
La primera parada en la danza proviene de uno de los relatos épicos más fundamentales de nuestra civilización. En La Odisea Homero relata el primer gran viaje de retorno de la historia de la humanidad. En su canto VIII, el ingenioso Ulises, tras la descripción de unos juegos en el país de los feacios asiste a la representación de una danza.



Una vez asentada la ópera en Italia con su fogosidad mediterránea y el uso de aquellas arias que emocionaban desde un virtuosismo sobrecogedor, el acercamiento a este arte en Francia fue cuestionado. Surgieron adeptos a este tipo de música frente a los que abogaron por la creación de una ópera francesa más cercana a la sonoridad del idioma galo y unos textos donde fueran más trascendentes la historia y la profundidad de música que la explosión de fuegos artificiales vocales. A la sazón surgió una ópera auspiciada por la figura regia. Con Luis XIV se empieza a dar forma y se incorporan a las óperas además del texto y la música el ballet. Lo que se llamó la Grand Òpera comienza a reinar en Francia con sus partes cantadas y la inclusión de partes bailadas.
En su ópera-ballet Les Indes galantes (Las Indias Galantes) Jean-Philippe Rameau narra cuatro historias de amor al estilo galante en lugares lejanos a la realidad francesa, exóticos por tanto y recogidos bajo la denominación genérica de Las Indias: Turquía, Perú, Persia y Norteamérica. El enlace nos presenta una de los clásicos bailes barrocos recogidos en esta ópera-ballet con un muy reconocible estilo francés.


En Historia de la danza desde sus orígenes Artemis Markessinis relata que en su obra Simposium o Banquete, Jenofonte detalla una serie de conversaciones de Sócrates con otros contertulios, de algunas de las cuales se duda su autenticidad histórica. Con independencia de si el relato es histórico o no, sirve de muestra para volvernos hacer que caigamos en la cuenta de la importancia que los griegos daban a la danza.
En uno de estos relatos de conversaciones el filósofo asiste a una comida y una vez finalizada indica que entró un músico con una hija tocando la flauta, otra que bailaba y un hijo que bailaba y tañía un instrumento. La bailarina sale tras un primer baile y vuelve con unos platillos en las manos. 


En Orpheus and Eurydice (Orfeo y Eurídice) Christoph Willibard Gluck, introduce algunas escenas de baile en la obra. En la Danza de los espíritus benditos, en el acto segundo, Orfeo llega al Hades, el infierno de los griegos, en busca de su amada Eurídice. En sus profundidades, en una de sus estancias, contempla las almas de los espíritus bienaventurados o benditos.
El enlace nos muestra esta Danza de los espíritus benditos de Orfeo y Eurídice en una producción que se llevó a cabo en el Palais Garnier parisino en 2008. La música es indiscutiblemente del período clásico, con esas estructuras melódicas y finales de frase tan típicos de este estilo musical.



Tras el sorprendente descubrimiento de la pasión que Sócrates mostraba por la danza al advertir que un cuerpo en movimiento se vuelve más hermoso y bello que en reposo, otro filósofo se nos muestra también como un apasionado de la expresión a través de la danza. Friedrich Nietchze utiliza la danza como un recurso estético en su obra, como resultado de su gran afición a este arte. Lo dionisíaco, la ligereza que otorga al cuerpo, la libertad que le imprime sirven al filósofo alemán para dar pie a reflexiones sobre la danza en la que participan sátiros danzantes, hombres y mujeres que bailan sin pausa o personajes que serían impensables como el propio Zaratustra sin la connotación del baile.

Trois danseuses de Pablo Picasso

La danza para Nietchze es signo de libertad, es la capacidad de poder fluir fundiéndose con el movimiento del mundo y al hacerlo entrar en el ritmo de la vida, de la naturaleza o del viento, luchando contra la fuerza de la gravedad. Ahí radica su belleza, en la elección del ritmo al acercarnos al flujo de la naturaleza, al unir la participación del cuerpo con la conciencia del ego.
Tema recurrente a lo largo de su obra, en Ditirambos dionisíacos Nietzsche plasma esta visión del baile.



Gibrán Jalil Gibrán (o Khalil en la transcripción fonética inglesa) fue un poeta, pintor y novelista libanés que vivió entre 1883 y 1931. Emigrado a Estados Unidos, su huella ha traspasado la frontera de la cultura de Oriente Próximo llegando a traducirse su producción literaria a más de una veintena de idiomas y sus pinturas expuestas en diversas ciudades.
En su libro El vagabundo Jalil Gibrán se sirve de la figura de un hombre "con apenas un bastón, que cubría sus ropajes con una capa y su rostro con un velo de tristeza" encontrado por el narrador en una encrucijada de caminos para transcribir una treintena de historias narradas por él y que, según sus palabras, "son fruto de la amargura de sus días, aunque él nunca se mostró amargado." 
De estas historias "escritas con el polvo del camino" nos servimos de La bailarina para incidir en la continua emoción que nos transmite la danza.




De cuantas óperas han utilizado el ballet como una forma más de narración musical, posiblemente la que más pronto se nos acerque a la memoria se una de las danzas incluidas en la ópera La Gioconda de Amilcare Ponchielli. Estrenada en abril de 1876 en el Teatro Alla Scala de Milán con el tenor español Julián Gayarre en el elenco, hubo de competir con las obras de un Verdi que se encontraba en su momento más creativo. Basado en el drama Ángelo tirano de Padua de Víctor Hugo y con libreto de Arrigo Boito, aunque utilizando como pseudónimo el anagrama Tobia Gorrio, Ponchielli acometió la composición honrado a la vez que perplejo al no confiar en estar a la altura de la situación. 

Ensayo de ballet, de Edgar Degas
El príncipe Enzo hubo de renunciar a su amor por Laura por razones políticas y ahora está prometido con la cantante Gioconda, aunque aún quiere a Laura que va a casarse con Alvise. La fuga que ambos traman fracasa y Gioconda, celosa reconoce en Laura a quien salvó a su madre. En este entramado de pasiones se desarrolla la obra cumbre de Ponchielli una de las obras post-verdianas que aún siguen teniendo hueco en el repertorio operístico.
En la segunda escena del tercer acto los invitados celebran en la Ca' d'oro un baile de máscaras en el que se inserta la famosa Danza de las horas. Aquí el ballet no es un fragmento suelto añadido a la acción, sino que constituye una acción bailable inserta dentro del drama escénico. El enlace pertenece a una representación llevada a cabo en el Teatro dell'Opera di Roma en 1992 en la que actuaron Plácido Domingo y Violeta Urmana entre otros con la dirección musical de Marcello Viotti.
Los distintos temas que forman esta Danza delle ore y sus coreografías se van sucediendo finalizando con el más majestuoso de todos y en el que la prima ballerina llega a realizar nada menos que 27 giros sobre sí misma. Todo un regalo apreciar la belleza que el movimiento otorga a los cuerpos.



Y lo que son las cosas, nuestros esquemas mentales y recuerdos. Viendo esta danza no dejamos de tener en la imaginación gráciles hipopótamos y cocodrilos con tutús.


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El curruchá

Hay canciones que las disfrutas en cada ocasión que las oyes. En muchas ocasiones por la calidad de la música, en otras por la letra. En determinados casos porque te evoca la situación o el momento en que la escuchaste por primera vez. En otras situaciones porque transmiten una sensación de buen ambiente entre quienes la interpretan. En cualquiera de estos casos, sabes que escucharla va a volver a ser un placer.
En esta entrada te sugiero una versión de El curruchá, una canción folclórica sudamericana en la adaptación que L'arpeggiata grabó para su disco Los pájaros perdidos. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!



La obra de Juan Bautista Plaza se dirige de forma principal a la música religiosa, ya que fue durante 25 años Maestro de capilla de la Catedral de Caracas. Además, compaginó esta tarea con su Cátedra de Armonía de la Escuela de Música y Declamación de Caracas a la que accedió en 1924 y donde fundó sus cátedras de Historia de la Música y Estética de la Música a partir de 1931.
Destacó su labor pedagógica y compositiva con más de 300 obras, la mayor parte de tipo religioso, aunque también realizó obras didácticas, zarzuelas, obras para canto a capella, piano u órgano, partituras para orquesta y agrupaciones de cámara, así como algunas piezas relacionadas con el folclore venezolano. De estas piezas relacionadas con la música popular, Juan Bautista Plaza compuso El curruchá (aquí puedes oír la versión original), una pieza con ritmo de joropo. 




El Curruchá de Juan Bautista Plaza, en su ir y venir, ha sido adaptado en distintas ocasiones. En este caso te ofrezco una versión de L'arpeggiata, la agrupación que dirige la arpista e instrumentista austriaca Christina Pluhar. En su continuo investigar en las músicas barrocas de la que es especialista, Pluhar ha ido configurando una agrupación que busca, profundiza, rescata e interpreta composiciones del periodo barroco, sin dejar de lado incursiones por los terrenos de la música folclórica. En Los pájaros perdidos la agrupación se adentra en el folclore sudamericano con adaptaciones de distintas piezas conocidas internacionalmente.
La versión de El curruchá está interpretada por L'arpeggiata con la dirección y la presencia de Christina Pluhar con la tiorba (esa especie de guitarra con el mástil grande tan habitual para el acompañamiento vocal en el barroco) y las voces del bailarín y tenor napolitano Vincenzo Capezzuto (aunque canta con registro de contratenor) y la mezzosoprano chileno-sueca Luciana Mancini, voces que colaboran con frecuenta con esta agrupación.


Proveniente de las fiestas populares venezolanas allá por el siglo XVII, los nativos preferían evitar el nombre de fandango que los españoles daban a sus fiestas y en las que predominaban la música y el baile inspirados en el flamenco. Por diferenciarse de estas fiestas comenzaron a adoptar el nombre de joropo, aunque con un significado parecido por ser fiestas amenizadas por la música, la canción y el baile. Con el paso del tiempo llegó a nombre un tipo de canción que tomó su forma del mestizaje, aunando parte de la instrumentación europea (como el arpa) y americana (maracas). 
El baile que acompaña al joropo es festivo y jocoso, con intención de divertir a quien lo baila y quien lo observa, con una serie de pasos singulares: valsiao (en que se dan vueltas sobre la pista), escobillao (un paso en que se simula cepillar el suelo), zapatiao (donde los hombres taconean imitando el galope del caballo).




En Los pájaros perdidos se recrean canciones tan conocidas como Duerme negrito, Alfonsina y el mar o Bésame mucho y colaboran con L'arpeggiata cantantes de la talla del contratenor Philippe Jaroussky, la soprano pamplonesa Raquel Andueza y la italiana Lucilla Galeazzi, además de los mencionados Luciana Mancini y Vincenzo Capezzuto. Todo un lujo. 
En este nuevo enlace vuelven a interpretar El Curruchá con la participación de los cantantes mencionados quienes muestran el buen ambiente de colaboración y participación para cantar una canción tan difícil por el tempo tan rápido que lleva. Es un placer verlos en escena.


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El regalo de cumpleaños de Robert L. Stevenson

El 13 de noviembre de 1850 nacía en Edimburgo, la capital escocesa, Robert Louis Bartfour Stevenson, uno de los grandes escritores en lengua inglesa. Ese día de noviembre, como es lógico, celebraba su cumpleaños. Pero hay una historia relacionada con esta celebración de aniversario que nos puede dar motivos para la reflexión y la emoción gracias a la carga de humanidad que desprende.
Para ello te propongo situarte frente a tu equipo (ordenador, tablet, smartphone...) con una manta sobre las piernas, como el húmedo clima escocés que vivió Stevenson en su infancia y juventud, o libre de ropa de abrigo, como en los últimos años de su vida, en medio de las islas del océano Pacífico. Lo importante es sentir, vivir, recrearnos en esta historia.
En esta ocasión te propongo recordar una situación relacionada con un regalo de cumpleaños del escritor Robert L. Stevenson acompañada de música escrita para poemas suyos por Giedrius Alkauskas. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Doodle para celebrar el 160 aniversario de Stevenson el 13/11/ 2010

Robert L. Stevenson tuvo una salud frágil. En su corta vida no cesó de padecer dolencias y enfermedades, especialmente una tuberculosis que marcó su errática búsqueda de la salud viajando a lugares más sanos y soleados. Desde su Edimburgo natal a Londres, después al sur de Francia, de allí a California, pasando por Davos en Suiza, Nueva York o el lejano oeste de California, para acabar sus días en Samoa apenas con cuarenta y seis años. 
Stevenson era un escritor vocacional, pese a haber comenzado los estudios propuestos por su padre, un abogado y fabricante de faros. Comenzó ingeniería naval, con toda seguridad por seguir los consejos paternos, pero termino estudiando derecho y ejerciendo durante un tiempo la abogacía, aunque su afición era desde su infancia la escritura.
En A Child's Garden of Verses (Jardín de versos para niños), una de sus primera publicaciones líricas,  Stevenson escribe una serie de poemas en los que evoca su infancia qué dedicó a su niñera Cummy. Aún hoy tienen el suficiente encanto para seguir vendiéndose y leyéndose en Inglaterra.



Giedrius Alkauskas es ciertamente un fascinante personaje polifacético. A sus 40 años es profesor de matemáticas en el Institute of Computer Science de la Facultad de Matemáticas e Informática en la Universidad de Vilnius en Lituania, después de obtener la medalla de plata en las Olimpiadas Matemáticas celebradas en Bucarest en 1999. Esta actividad la compagina con la de compositor publicando, al menos, una decena de discos, algunos trabajos relacionados con la mitología y varios libros de poesía.
Entre sus obras musicales destaca una serie de 6 poemas de A Child's Garden of Verses de Robert L. Stevenson compuestos para mezzosoprano, piano y trompeta. Publicados junto con otras canciones como Enchanted Time, está interpretado por la cantante Nora Petrocenko, Kristina Ivanauskaité-Juciene al piano y Linas Rupslaukis con la trompeta, fue grabado en mayo de 2013 en Lituania En el vídeo está acompañado por ilustraciones de Eve Garnett.


Para los amantes de las narraciones en el amplio sentido que tenían estas en el siglo XIX, Stevenson representa uno de los autores emblemáticos dentro de la literatura inglesa y universal que nos ha legado un puñado de obras que han pasado a formar parte de nuestra cultura.
En La isla del tesoro nos presenta la mirada inquieta de Jim Hawkins que, en la búsqueda del tesoro del Capitán Flint, se enfrenta a una serie de personajes en los que descubre la ambigüedad que se despierta en la adolescencia entre quienes parecen ser de una forma y son de otra en realidad, mezclando hacia ellos admiración y repulsa, estima y desprecio. Los ojos con que Jim observa lo que le rodea, los afectos que se le presentan completan uno de los grandes hallazgos de esta novela juvenil que encandila a quienes se adentran a ella, con admiradores como el mismo Borges.



El extraño caso del doctor Jekill y el señor Hyde es una pequeña novela en la que se presenta un extraño caso de trastorno de personalidad entre los protagonistas en una obra que también ha pasado a formar parte de nuestro mundo, en el que no podemos olvidarnos de novelas como La flecha negra, Secuestrado o El señor de Ballantrae.

Stevenson en Samoa

Tras casarse con Fanny Osbourne, una americana divorciada, emprendió el camino hacia América donde, tras probar el clima de distintos lugares acabaron estableciéndose en Samoa. Allí comienza nuestra historia.
Una de las hijas de Henry Clay Ide, el comisionado de Estados Unidos en la isla, Annie entabló amistad con el escritor, su esposa y Belle, la hija de ésta. A sus trece años, Annie se sentía triste porque su cumpleaños se celebraba el 25 de diciembre, el día de Navidad, por lo que nunca tenía una verdadera fiesta para ella y no tenía regalos de cumpleaños, salvo los propios de esa festividad. 
Stevenson tramó una estrategia para alegrar a la joven y remitió una carta a su padre comunicándole su idea y que años más tarde fue publicada por los afectados en la prensa estadounidense.



Entre las composiciones de Giedrius Alkauskas que conforman el disco Enchanted Time, otro de los poemas de Stevenson recogidos en A Child's Garden of Verses es Rain (Lluvia), un pequeño, delicioso y simple cuarteto en el que el compositor lituano refleja con el piano la lluvia que nos transmite la emoción infantil, en un crescendo que va desde las primeras gotas a la evocación que rememora el protagonista hasta terminar en decrescendo con el fin de la lluvia. 



La pieza, compuesta también para mezzosoprano, piano y trompeta está grabada por los mismos intérpretes de la pieza anterior.


El documento que Stevenson adjunta a la carta pretende reflejar, en un genial y original guiño cómico la oficialidad de los textos legales, mezclando expresiones del derecho romano, escocés o inglés para darle una pomposa consistencia.



En él hace donación de su cumpleaños a Annie Ide para que lo utilice a su gusto con dos condiciones: Que añada a su nombre Louise (segundo nombre del escritor) aunque sea en privado, y que utilice la celebración del cumpleaños con humildad y moderación. En caso de no cumplirse estas condiciones, revocará este derecho que pasará a manos... ¡del presidente de Estados Unidos!



En A Child's Garden of Verses, Stevenson nos acerca a las emociones que se viven en la niñez donde se mezclan los descubrimientos con las dudas, las fantasías con los miedos o los tesoros con las alegrías.



Más en la línea de evocación que nos pueden recordar las Escenas de niños de Robert Schumann, Giedrius Alkauskas recrea la sonoridad de At the sea-side, otro de los poemas de A Child's Garden of Verses de Robert L. Stevenson para la misma agrupación de mezzosoprano, piano y trompeta. De nuevo está interpretado en el álbum Enchanted Time, está interpretado por la cantante Nora PetrocenkoKristina Ivanauskaité-Juciene al piano y Linas Rupslaukis con la trompeta. En esta ocasión el vídeo está acompañado por una de las ilustraciones originales de la edición impresa de Jessie Willcox Smith.



Como nos podemos imaginar Annie recibió entusiasmada este regalo de Stevenson y el 13 de noviembre de 1891 celebró una fiesta de cumpleaños en la que se culminaron las expectativas "de acuerdo con las maneras de nuestros antepasados" y la tradicional tarta con la vela. Sí, la vela, ya que en esta ocasión la tarta de aniversario sólo tenía una vela. Annie Louise Ide contestó al escritor con una carta días después.



Annie Louise Ide de Cockran en 1908




Annie Louise Ide celebró su cumpleaños cada 13 de noviembre hasta su fallecimiento. Al morir sin descendencia, legó la celebración a su sobrina Anita Leslie-King quien lo transfirió a su hija Leonie Finn, la actual propietaria del cumpleaños de Stevenson. En alguna ocasión ha declarado que el hecho de tener un cumpleaños añadido es inusual y complejo de explicar, pero que a sus amistades le resulta divertido y recibe tarjetas de felicitación cada 13 de noviembre.

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Páginas web interesantes:

  • https://www.abc.es/cultura/libros/abci-robert-louis-stevenson-mas-alla-isla-tesoro-201512261911_noticia.html
  • https://www.poetryloverspage.com/poets/stevenson/collections/childs_garden_of_verses.html

Los colores del otoño

Formamos parte de la Tierra. Somos parte de ella. En nuestra idea de seres inteligentes nos presentamos como los dueños y poseedores de nuestro planeta, con la facultad de hacer con él lo que deseemos.
Como consecuencia de la evolución que hemos experimentado a lo largo de los siglos de civilización, no ha sido hasta hace recientemente unas décadas que hemos alcanzado el conocimiento de nuestro planeta con la globalidad con que lo hacemos ahora. Cada cultura, cada pueblo, cada sociedad pensaba y comprendía lo que tenía a su alcance con un respeto y cuidado que nacía de siglos de uso y costumbres. El paso a una sociedad más alejada de la tierra, de lo tangible, aquello que le daba sustento, junto con el conocimiento de otros lugares donde conseguir lo que no disponíamos en nuestros espacios, dio paso a procesos en los que las sociedades se "civilizaban", a la par que se alejaban del entorno que les rodeaba, desligándose de la naturaleza en la que estaban inmersas.
En nuestros pueblos y ciudades está desapareciendo el entorno natural que nos rodea o, cuando menos, pasando cada vez más desapercibido. No podemos observar el cielo nocturno del que han desaparecido las estrellas, el transcurso de las estaciones lo advertimos principalmente por el cambio de ropa que conlleva la nueva temporada, la duración de los días lo apreciamos por el cambio de hora en los relojes, sin el cual casi no nos daríamos cuenta de los acortamientos y alargamientos de los amaneceres y atardeceres.
Mirar al cielo, observar el desarrollo de la naturaleza que ha acompañado a todos los seres vivos que formamos parte del planeta, pasear observando y sintiendo los cambios que se producen con la llegada del otoño, sentir el paso de las aves que emigran buscando zonas más cálidas al sur, son experiencias que debemos seguir sintiendo para recordar que formamos parte de la naturaleza.

Te propongo un acercamiento a la naturaleza con la mirada puesta en los colores del otoño, la contemplación del cielo o los ciclos migratorios de los animales con obras de Thoreau, Mendelsshon y Schubert y las reflexiones que éstos nos pueden traer. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!
Otoño en Estados Unidos. Imagen tomada de Internet
El escritor y ensayista americano Henry David Thoreau decidió en pleno siglo XIX que necesitaba un alejamiento de la sociedad americana consumista y competitiva en la que vivía. Tomó la decisión de vivir unos años en el bosque junto a su Concord natal, en el estado americano de Massachusetts, donde se construyó una cabaña y subsistió de la pesca y la caza. Sus experiencias las llevó a distintos libros en los que desarrolló su contacto con la naturaleza y las sensaciones que ésta le producían, tanto las agradables como pasear, sentir el paso del tiempo y el cambio de las estaciones, como las menos placenteras como luchar contra las inclemencias del tiempo o convivir con animales menos agradables como avispas.
Rebelde e inconformista, desglosó sus experiencias en libros como Paraíso (a ser) recuperado, Una semana en los ríos Concord y Merrimac, Esclavitud en Massachusetts, Caminar, Colores de otoño o Winter, entre otros, algunos de ellos publicados póstumamente.



La desobediencia civil es un libro escrito a partir de una de sus conferencias en la que justificaba esta postura a partir de una experiencia personal. Durante la estancia en su cabaña en pleno bosque fue requerido por un recaudador de impuestos para que pagara el correspondiente por esa construcción. Al negarse a hacerlo fue encarcelado en las celdas de la localidad y liberado cuando sus tías pagaron el impuesto en contra de su voluntad. Thoreau se negó a contribuir a este impuesto al considerar que aún había esclavitud en su país y que se sufragaban guerras, en esta ocasión contra México.
En Autumnal Tints (Colores de Otoño) reflexiona sobre los cambios que se producen en los bosques y la naturaleza en el nordeste de Estados Unidos, unos cambios que manifiestan una gama de colores muy superiores a los que podemos encontrar en el continente europeo.




Hijo de una adinerada familia de banqueros judíos convertidos al cristianismo Félix Menselssohn es uno de esos seres humanos favorecidos por el destino con el don de la música. Recuperó parte de la música del renacimiento y la casi olvidada producción de Bach, de quien rescató La pasión según san Mateo, la música del Barroco y fue un apasionado de sus contemporáneos músicos del romanticismo. 



Poseedor de una sensibilidad especial, obras como El sueño de una noche de verano forman parte de nuestra cultura, siendo reconocidas algunas de sus piezas por todos, como la famosa Marcha nupcial. 
En su producción, el Opus 63 está formado por seis lieder para piano y dos voces. El tercero de ellos Herbstlied (Canción del otoño) se basa en un texto de Karl Klingemann y refleja los sentimientos que el paso de las estaciones produce en el protagonista, señalando el transcurso de la alegre primavera al otoño que presagia la llegada del invierno.



La interpretación corre a cargo de las sopranos Nicola Proksch y Simona Mrázová acompañadas al piano por Alexandr Srarý


Bohemio incorregible, Henry Thoreau vivió a costa de pequeños trabajos -llegó a ser fabricante de lápices- y donativos esporádicos de sus tías. El convencimiento de que el acercamiento a la naturaleza y la vida simple sin adornos ni necesidades creados eran el mejor camino para alcanzar la felicidad en la vida.
En Walden, llamado en su primera publicación Walden, la vida en los bosques, Thoreau narra su experiencia en la cabaña que se construyó junto al lago homónimo con varias pretensiones: Vivir en la naturaleza era una forma de demostrar que ese tipo de vida es la apropiada para quien desee liberarse de las imposiciones de la sociedad consumista e industrial. Además de que como sociedad e individuos no debemos olvidar los recursos que la naturaleza nos ofrece, sus reglas y los beneficios que nos otorga.


Réplica de la cabaña de Thoreau junto al lago Walden. Imagen tomada de Internet.
Este ensayo de Thoreau marcó el inicio de una corriente que llega hasta hoy en la que se busca este acercamiento a lo natural, con numerosas publicaciones y seguidores.
En Colores de otoño volvemos, con una fecha precisa que no siempre ocurrirá a sentir la caída de las hojas



Los lieder de Schubert nos acercan a sentimientos íntimos, en la mayoría de las ocasiones con tonos sombríos y un abandono del sentido del optimismo. En Der Wanderer an den Mond (El caminante a la luna), basado en un poema de Johann Gabriel Seidl, es el protagonista quien en su deambular interroga a una luna sin fronteras, sin barreras que la limiten en su caminar por el cielo. Esa mirada al cielo, esa contemplación de lo natural que no debemos perder nos acompaña con su música.



El lied está interpretado por el barítono Benjamin Appl acompañado al piano por James Bailleu perteneciente a su álbum Heimat.



La mirada de Thoreau no deja de acercarse a cuantos acontecimientos se producen en la naturaleza y las sensaciones que provocan en quienes los contemplan. El caminar por senderos, las tonalidades de las hojas caídas o aún en los árboles, un manantial que ha sido tapado por una alfombra de hojas o el remar por la corriente cubierta de una flota de barcas caídas de las ramas de los árboles cercanos tienen reflejos en las páginas de Colores de otoño.



Seguir los pasos anuales de la naturaleza también abarca la contemplación de los cambios que se producen en la fauna que acompaña nuestros espacios urbanos y naturales. Aves que van y vienen en sus ciclos migratorios como cigüeñas, ánades, patos o golondrinas nos reafirman en los momentos en los que nos encontramos.
La sensibilidad de Mendelsshon no podía dejar escapar esta oportunidad al poner música al poema de Hoffmann von Fallerslebenied llamado Canción de las aves migratorias incluido en su Opus 63 como la segunda de las seis canciones para soprano y piano.



De nuevo las sopranos 
Nicola Proksch y Simona Mrázová acompañadas al piano por Alexandr Srarý son las intérpretes de este lied con la que concluimos esta reflexión sobre el acercamiento a la naturaleza y los colores del otoño.


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