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Novelas epistolares

Vivimos en la era de la comunicación. Nunca a lo largo de toda la historia hemos estado mejor y más rápidamente comunicados que en la actualidad.
Cualquier hecho que acontezca en no importa qué rincón de nuestro planeta llega a nosotros en un tiempo récord, en ocasiones en el mismo instante en que sucede. Los medios de comunicación han ido mejorando su presencia, su eficacia y rapidez sustituyendo a lo que venían utilizándose desde siglos o años antes. Así, la prensa escrita ha ido cediendo su presencia predominante y fundamental frente a la radio, la televisión y, en los últimos años, internet, debiendo reinventarse en su labor tanto informativa como de creación de opinión. Pero no es este el tema de esta publicación.
De la misma forma que han cambiado los medios de comunicación masivos, sus formas y medios, también ha cambiado sustancialmente la forma de comunicación entre personas de forma individual. En un tiempo en que las distancias tardaban más en cubrirse, la comunicación personal no se podía realizar de forma directa y presencial en determinados momentos, una situación que comenzó a solventarse con la escritura de notas y cartas. Las primeras consistían en mensajes breves, en ocasiones para citarse de forma presencial en momentos determinados o en indicaciones, comentarios o avisos, mientras que las segundas intentaban solventar la distancia física que separaba a los interlocutores con una comunicación más personal y profunda.
En El arte de escribir cartas tratamos este tema con unas reflexiones en las que se nos acercábamos a libros que consistían en la publicación de intercambios epistolares entre grandes escritores y algunas de sus amistades. Así, nos acompañaron cartas de Cortázar, Rilke o Kafka, junto a escenas de óperas en las que las cartas entre los personajes tenían protagonismo.
En esta ocasión nos acercamos a libros y novelas epistolares, aquellos en los que la presencia de las cartas tiene un protagonismo fundamental en el desarrollo de la trama, algunos de ellos simplemente están escritos a base de cartas que desvelan los pensamientos y los acontecimientos por los que atraviesan los protagonistas, mientras en otras ocasiones, el narrador convencional ha sido sustituido por el autor por distintos recursos y elementos: diarios, cartas, noticias o anuncios de periódicos.
Te propongo un paseo por algunas novelas en las que la acción dramática está narrada a base de cartas que los protagonistas se envían y reciben, acompañados con algunas reflexiones sobre la escritura de cartas y música en la que estas forman parte esencial de la acción. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


La comunicación interpersonal mediante carta, posiblemente el tipo de comunicación más intensa durante mucho tiempo, se ha visto mejorada por la tecnología en distintos ámbitos. Por una parte, los medios de transporte han acercado las distancias mejorando los encuentros personales. Por otra parte, los avances en la comunicación que comenzaron con la generalización del uso del teléfono fijo en un primer momento, pasando a los móviles en las últimas décadas hasta llegar a las videollamadas actuales, han ido mejorando la facilidad en la comunicación y el acercamiento en las relaciones personales. También algunas aplicaciones de las que utilizamos de forma generalizada han contribuido a la cercanía en las relaciones con el uso de mensajes de texto o de voz.
De esta forma, nos encontramos en un tiempo en el que escribir cartas es una actividad que ha perdido su vigencia, una situación en la que podemos afirmar que tenemos las herramientas y la posibilidad de entablar unas comunicaciones más fluidas e intensas. Pero no siempre es así.
El hecho de escribir cartas, especialmente esas cartas personales que se escriben a mano, tiene una serie de características y ventajas. Por una parte, muestra la importancia que esa persona tiene para nosotros al dedicarle nuestro tiempo, interés y esfuerzo. También nos sirve para desarrollar nuestra motricidad fina y el área visual de nuestro cerebro. Además, nos ayuda en nuestra concentración y memoria al estar un tiempo concreto con el pensamiento en las ideas que queremos transmitir, nos ayuda a estructurar nuestras ideas y a gestionar nuestras emociones. En un tiempo en el que no disponemos, precisamente, de tiempo, el hecho de escribir cartas nos aporta una serie de ventajas. 


Considerado un autor tan escandaloso como el Marqués de Sade durante mucho tiempo, Pierre Ambroise Choderlos de Laclos (1741-1803) fue un militar francés y escritor aficionado cuya idea consistía en escribir una obra fuera de lo normal, que hiciera mucho ruido y que siguiera haciéndolo una vez que él hubiera muerto. Es lo que ocurrió con su obra más conocidas que podríamos catalogar dentro de la llamada Literatura galante del XVIII, Les liasons dangereuses (Las relaciones peligrosas o, como es más conocidas, Las amistades peligrosas), una obra publicada en 1782, pocos años antes de la Revolución Francesa y la caída del Antiguo Régimen, y de la que posiblemente recordemos la versión cinematográfica que dirigiera en 1988 Stephen Frears con Glenn Close, John Malkovick, Michelle Pfeiffer, Keanu Reeves y Uma Thurman en sus papeles principales.
Escrita estrictamente en modo epistolar, esta novela reúne el afán por las relaciones carnales y una meticulosa, perversa, libertina y refinada crueldad entre dos antiguos amantes, el Vizconde de Valmont y la Marquesa de Merteuil, que se muestran como amigos, aliados o rivales según las circunstancias. 
Estos depravados personajes entablan una relación epistolar a modo de partida de ajedrez en la que aprovechan todas las ventajas que pueden de la sociedad en la que viven. Pese a su estrecha relación, no se hallan en igualdad, puesto que Valmont, en su condición de hombre puede alardear de su libertinaje para acrecentar su reputación, mientras que la Marquesa de Merteuil ha de ocultar sus relaciones en su triple condición de marquesa, viuda y mujer, lo que la obliga a actuar de un modo más discreto y maquiavélico.
Escrita a través de ciento setenta y cinco cartas, el propio Choderlos de Laclos justifica la inclusión de estas misivas como una selección de las cartas entre estos dos y otros personajes con estas palabras escritas en la introducción:

Esta colección que el público hallará quizás aún demasiado voluminosa, no contiene, sin embarco, sino el más pequeño número de las cartas que componían la totalidad de la correspondencia de que está sacada. Encargado de ponerla en orden por las personas que la habían adquirido, y que sabía yo tenían intención de publicarla, no he pedido por recompensa de mi trabajo sino permiso de separar lo que me pareciese inútil, y he cuidado conservar efectivamente solo aquellas que he considerado necesario para mostrar los caracteres y hacer más comprensibles los sucesos.

Nos quedamos con las primeras cartas que conforman Las amistades peligrosas, la primera de ellas de Cecila Volanges a Sofía Garnay, la segunda de la Marquesa de Merteuil al Vizconde de Valmont y la tercera, como respuesta a la primera. 




De todos los tipos de correspondencia, sin duda las cartas de amor son las más conocidas y deseadas. Ya sean de amor intenso, apasionado y correspondido, ya sean de amor contrariado y no correspondido, este tipo de cartas tienen un poder y una fascinación que, en muchos casos van más allá de los remitentes y destinatarios, para formar parte de obras literarias y musicales.  
En la ópera Eugene Onegin Piotr Ilich Tchaikovsky nos cuenta la historia de este personaje y su relación con la soñadora Tatjiana. Esta última, distinta de su alegre y exultante hermana Olga reciben la visita en su finca de su vecino Lensk, un poeta que ama apasionadamente a esta última y que viene acompañado de Onegin, un aristócrata racionalista. Tras salir a pasear juntos Tatjana y Onegin, ella se siente extrañamente atraída por su frío y distante acompañante.
Al no poder conciliar el sueño se da cuenta de que se ha enamorado de Onegin, se sienta en su escritorio y le escribe una apasionada carta de amor que le hace enviar esa misma noche.
Esta escena de la carta supone uno de los grandes monólogos de la ópera en la que Tatjana atraviesa por una serie de emociones, desde la euforia a la desesperación, en una escena que podría dividirse en cuatro apartados, y que comienza con un trémolo vibrante en las cuerdas que muestran la inquietud y encuentro de emociones que siente la joven protagonista.
Al avanzar la ópera comprobaremos que la carta no tendrá efecto y Onegin le agradecerá la misiva, pero la rechazará, pues en lugar del esperado amor, sólo le podrá ofrecer su amistad.

La soprano Anna Netrebko se introduce en el rol de Tatjana para interpretar el aria-monólogo Puskai pogibnu ya, no preezhde (Que perezca, pero antes, con ciega esperanza) acompañada por The Metropolitan Opera Orchestra dirigida por Valery Gergiev en una producción del teatro neoyorkino de 2013 en la que el texto aparece con subtítulos en español.


Pese a la cada vez más escasa costumbre de escribir cartas, su consideración como una actividad útil y necesaria en las relaciones ha hecho que cada día 7 de febrero se celebre el Día de mandar una carta a un amigo
Así, se lleva a cabo una efeméride que nos ayuda a revisar y reconocer el valor de entablar un diálogo asincrónico con otra persona que contribuye a afianzar, mantener y consolidad la relación que tenemos con ella desde la distancia, ya se trate de recordar algún acontecimiento o experiencia juntos, contar una (buena) noticia o expresar sentimientos profundos, entre otras muchas posibilidades.


Otra de las novelas en las que el autor prescinde del omnipresente narrador para dar agilidad, verosimilitud y ofrecer diversos puntos de vista es la obra más conocida de Bram Stoker, Drácula. Bebiendo en las fuentes de las leyendas centroeuropeas, Stoker crea uno de esos personajes que han pasado a formar parte del imaginario popular con variantes, adaptaciones y secuelas que se basan tanto en el personaje como en el mito del vampiro que éste representa.
Aquí Stoker confiere ese grado de nerviosismo, miedo o inquietud al lector con la utilización de diarios, cartas, recortes, anuncios y noticias de periódicos, diarios de navegación o telegramas que ofrecen distintos puntos de vista para crear una novela original con un personaje del que se ha adueñado la gran pantalla en sus mil variantes, eclipsando la calidad y originalidad de novela de Bram Stoker.
El propio autor justifica también la forma de narrar la historia.

El modo en que estos papeles han sido ordenados en secuencia se pondrá de manifiesto durante su lectura. Se han eliminado todos los elementos superfluos de manera que una historia prácticamente en desacuerdo con todas las creencias recientes pueda sostenerse por sí misa como un hecho factual. No hay en ella referencias al pasado en los que la memoria pudiera equivocarse, ya que todos los documentos seleccionados son estrictamente contemporáneos, y reflejan el punto de vista y el grado de conocimiento de aquellos que los redactaron.

El viaje que Jonathan Harker realiza a Transilvania para cerrar la compra de unas posesiones en Londres del misterioso conde Drácula y que conocemos a partir de su diario, crea uno de los más inquietantes inicios de novela.
Buscando la correspondencia, obviamos los cuatro primeros capítulos para acercarnos a las primeras cartas que aparecen en la novela, la que Mina Murray, novia de Jonathan Harker escribe a su íntima amiga Lucy y la respuesta de esta. En ambas cartas se dejan ver algunos de los detalles que servirán para dar entidad a la novela: el deseo de iniciar un diario, los estudios de mecanografía y taquigrafía/estenografía, el conocimiento del director de un manicomio o la insistencia en mirarse al espejo, algo que no pueden realizar los vampiros.



En ocasiones las cartas de amor suponen una ruptura, no por falta de amor, cansancio o aburrimiento vital, sino por simples razones de supervivencia.
Basada en un personaje real, Micaela Villegas, conocida como La Perricholi, una actriz que fue amante de Manuel de Amat y Juniet, virrey de Perú entre 1761 y 1776, Jacques Offenbach estrenó su opereta Le Périchole en 1868 con gran éxito.
La acción se inicia en un cabaret de Lima el día del cumpleaños del virrey don Andrés de Ribiera, que suele salir ese día a la calle disfrazado para conocer qué piensa el pueblo de su gobierno. Allí descubre a dos pobres artistas ambulantes, La Périchole y Piquillo que interpretan una canción a la que el público apenas presta atención, salvo el virrey que se enamora de la cantante. Tras desvelar su deseo de que se convierta en su amante, La Périchole escribe una carta a su amante Piquillo, Ô mon cher amant (Oh, amado mío) en que desvela su renuncia a él por motivos de supervivencia.

Oh, amado mío, te lo juro,
te amo con todo mi corazón,
pero la miseria es ciertamente demasiado dura...

Nos quedamos con este Aria de la Carta de la opereta La Périchole de Offenbach con la interpretación de la soprano Maria Ewing en una producción del Gran Teatro de Ginebra de un ya lejano 1982 y subtítulos en español.


Escribir una carta nos aporta unos beneficios puesto que nos ayuda a estructurar nuestras ideas, dándoles forma, organizándolas y exponiéndolas mucho más allá de lo que supone un simple intercambio de frases e ideas como los que se producen en los cotidianos mensajes de texto. Esta profundización de nuestro pensamiento conlleva un reconocimiento y gestión de nuestras emociones que tiene una doble vertiente, hacia el destinatario, que percibirá de forma clara y nítida nuestros sentimientos, y hacia nosotros mismos, aportando un rol terapéutico, puesto que nos ayudará a reconocer y liberar unas emociones que pueden encontrarse latentes o reprimidas y nos ayudará a liberar y aliviar las posibles tensiones que nos acompañan.


A caballo entre el siglo XVIII y XIX, Jane Austen es una de las grandes escritoras inglesas que retrató como nadie el ambiente social de la burguesía acomodada de la época georgiana, a la que describe con ironía y cierta dosis de comicidad, mostrando los distintos matices psicológicos de sus personajes a la par que una crítica de sus hábitos.
Novelas como Orgullo y Prejucicio, Sentido y Sensibilidad, Mansfield Park, Emma o Persuasión han traspasado la barrera del tiempo para formar parte de las lecturas actuales, además de servir para distintas adaptaciones cinematográficas.
La obra que nos acompaña es otra novela exclusivamente epistolar que no fue publicada en vida de la autora.
Escrita posiblemente entre 1793 y 1794, Lady Susan pertenece a sus obras de juventud y se publicó póstumamente en 1871, décadas después del fallecimiento de su autora.
Conformada por algo más de una cuarentena de cartas escritas o dirigidas a los protagonistas, narra los planes de la protagonista, Lady Susan Vernon, una reciente viuda en busca de marido que pretende casar también a su hija. Aquí la protagonista, una anti-heroína egoísta que mantiene relaciones con un hombre casado mientras busca esposo, hace que Austen revierta las claves de la novela romántica con este personaje joven, de apenas treinta años, inteligente e ingeniosa cuyos pretendientes son siempre más jóvenes que ella, cuya historia concluye con un final indulgente por parte de la autora.
Nos acompaña una sucesión de cartas en la parte cumbre de la novela en la que Reginal de Courcy escribe a la viuda para romper las relaciones que habían comenzado, las misivas que se intercambian sobre este tema y que concluye con la que la señora Johnson escribe para intentar aclarar qué intervención tiene su esposo en todo el asunto.




Tras el entuerto que los personajes de Lady Susan intentan solventar en sus cartas, nos despedimos de esta publicación sobre las novelas epistolares con un nuevo equívoco, en este caso extraído de la última ópera de Giuseppe Verdi.
Con Falstaff Verdi decide volver a la ópera con ochenta años para estrenar en 1893 en el Teatro Alla Scala de Milán la que sería su segunda comedia y su última obra, a partir del personaje creado por Shakespeare en Las Alegres comadres de Windsor y algunas escenas de Enrique IV.
En esta obra, el personaje de Falstaff escribe cartas de amor idénticas a Meg y Alice quienes descubren lo ocurrido y se burlan del anciano proponiéndose gastarle una broma. Así, Verdi crea el Cuarteto de las cartas, en el que en los jardines de los Ford, Meg, Alice, su hija Nannetta y Mrs. Quickly descubren y comentan la situación y deciden que esta última irá a la taberna para fijar una cita de Alice con el anciano pretendiente. El compositor italiano utiliza unos pasajes orquestales y vocales muy ágiles y vivos que concluyen con un cuarteto de voces femeninas. A este, le sigue otro de los hombres que aparecen por el jardín, entre ellos el esposo de Alice y el Dr. Cajus, quienes avisados por los criados de las intenciones de Falstaff, preparan otro plan para evitarlo, que incluye una broma que desconocen las mujeres.
La interpretación corresponde a la grabación de una producción desde el Teatro Pérez Galdós de Las Palmas de Gran Canaria con Cristina del Barrio Isabel Rey, Ana Ibarra y Sofía Esparza con la dirección musical de Roberto Gianola.

No dejemos de escribir cartas.

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Bibliografía y webgrafía consultadas:

Los Triunfos: De Händel a Byung-Chul Han y a ti

Somos hijos de nuestro tiempo.
Nos encontramos en un momento en que percibimos nuestra existencia cada vez menos clara, con menos perspectiva y nitidez, dejándonos llevar por la búsqueda del placer más inmediato en detrimento de lo que consideramos importante o profundo.
La belleza natural a la que hemos perseguido durante siglos la estamos sustituyendo por la belleza digital, los abrazos por «me gusta», lo esencial por lo inmediato, efímero y virtual.
Esta belleza natural que se origina desde el orden de nuestra tierra, de lo que surge de ella, que adquiere una existencia y una belleza temporal, se encuentra inmersa en una crisis en la que viene a ser sustituida por la belleza digital, un conglomerado de números, cifras e informaciones que va sustituyendo a lo natural, para transformarlo en simple objeto de consumo y placer inmediato, el destino de los omnipresentes «me gusta».
Hace unas semanas publicamos Los Triunfos: De Petrarca a Händel al que puedes acercarte antes de adentrarte en esta publicación que sirve como continuación y culminación del mismo. En él nos acercamos al oratorio El triunfo del Tiempo y del Desengaño de Händel y su inspiración en Los Triunfos de Petrarca, pudiendo advertir que ambas obras tienen qué decirnos en nuestro tiempo, en el sentido que hablan de temas que forman parte de nuestra condición humana.
En esta publicación continuamos con el oratorio de Händel, de manera especial con su segunda parte, en la que encontramos una de las piezas más conocidas del compositor y las versiones que llegó a realizar sobre esta obra, además de buscar en textos recientes cómo afrontamos algunos de los temas que plantean las obras citadas. Se trata de una forma de cerrar el círculo.
Te propongo pasearte entre músicas y letras que nos ayuden a reflexionar sobre nuestra visión de la belleza, el tiempo, el desengaño y el placer con obras de Händel y el escritor y filósofo Byung-Chul Han. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


En el final de la primera parte de Il Trionfo del Tempo e del Disinganno, antes del cuarteto que cerraba la publicación a la que hacíamos referencia, nos encontramos con el aria del Desengaño Crede l'uom (Cree el hombre), una aria más meditativa y con un ritmo más reposado, también tripartita, en la que solo seis versos dan para que la maestría de un joven Händel cree una composición repleta de sensibilidad musical. En esta ocasión son los versos centrales los que conforman la segunda parte del aria, más animada que las que abren y cierran la pieza.


La mezzo-soprano Romina Basso interpreta este aria Crede l'uom del Desengaño acompañada por The Gabrieli Consort & Players y dirigida por Paul McCreesh, en una grabación realizada en el Festival de Beaune de 2010. 


Esta creencia del hombre al que hace referencia el texto anterior se nos presenta aparentemente inmutable en su esencia, aunque esa búsqueda y apego hacia la belleza sufre transformaciones en su condición accidental a lo largo del tiempo, además de su transformación desde lo natural hacia lo virtual.
Byung-Chul Han (Seúl, 1959) se ha convertido en los últimos años en toda una estrella del pensamiento filosófico. Tras estudiar metalurgia en su Corea natal, emigró a Alemania en la década de los 80 del pasado siglo para estudiar literatura alemana. Desconocedor del idioma, se lentitud al procesar los textos literarios acabó decantando sus estudios hacia la filosofía y teología católica en las universidades de Friburgo y Múnich.
En 1994 se doctoró en Friburgo con un estudio sobre Heidegger, incorporándose en el último año del siglo al Departamento de Filosofía de la Universidad de Basilea. Una década después entró en la Staatliche Hochschule fur Gestaltung (Universidad Estatal de Diseño) de Karlsruhe donde se centró en la filosofía de los siglos XVIII a XX, la fenomenología, la antropología cultural, la estética, la teoría de medios, la religión y la filosofía intercultural. Desde 2012 es profesor de filosofía y estudios culturales en la Universidad de las Artes de Berlín donde dirige el Studium Generale.
Pero su conocimiento más allá de las aulas proviene de ser autor de casi dos docenas de libros donde desarrolla su pensamiento, todos ellos publicados en alemán. Desde su primera publicación, Filosofía del budismo Zen (2002) que le entronca con sus orígenes orientales, Hegel y el poder, Hiperculturalidad (ambos de 2005), hasta los libros que reflejan más y mejor su pensamiento: La sociedad del cansancio (2010), La sociedad de la transparencia  (2013), La expulsión de lo distinto  (2016), La agonía de eros (2012), El aroma del tiempo (2009), La salvación de lo bello (2015), hasta los recientes No cosas- e Infocracia (ambos de 2021).


En La salvación de lo belloByung-Chul Han reflexiona sobre la belleza natural que ha estado presente en las ideas estéticas de la humanidad, un concepto, el de lo bello natural que se ha ido transformando en las últimas décadas en lo bello digital, creando una crisis sin precedentes en los conceptos de valores de la humanidad. 
El texto que nos acompaña parte del concepto que Martin Heidegger tiene de la belleza, una relación que le da entidad en cuanto que se conforma a partir de su relación con la verdad.


Con libreto del cardenal Benedetto Pamphili, e inspirado en Los Tirunfos de Petrarca, como pudimos conocer en la publicación a la que nos referíamos anteriormente, Georg Friedrich Händel estrenó a los veintidós años en Roma en el verano de 1707 su oratorio con el título original de La bellezza ravveduta nel trionfo del Tempo e del Disinganno (La Belleza reformada en el triunfo del Tiempo y del Desengaño), que luego pasaría a conocerse simplemente como El triunfo del Tiempo y del Desengaño.
Benedetto Pamphili compaginaba su cargo de cardenal con el gusto por las letras, siendo un renombrado poeta de la Academia dell'Arcadia, una institución creada a finales del siglo XVII para luchar contra los excesos del Barroco mediante las nuevas ideas que traía el Clasicismo. Entre sus miembros se contaban los compositores Alessandro y Arcangelo Corelli y Alessandro y Benedetto Marcello, además de varios centenares de escritores, algunos de ellos españoles, como Ramón de la Cruz o Nicolás y Leandro Fernández de MoratínDentro de la costumbre de utilizar pseudónimos con el que se trataban entre sí sus miembros, Pamphilli era conocido como Fenicio Larisseo.
El argumento presenta a estos personajes alegóricos entre los que Belleza se deja seducir por el Placer, como una suerte de espejo que le hace pensar en la larga duración de sus encantos, hasta tomar conciencia, merced a los argumentos de el Tiempo y el Desengaño de que esa belleza externa es fugaz y vana.


Contrastando con el aria anterior, nos acercamos ahora a la de el Tiempo, È ben folle quel nocchier (Es un gran demente el timonel), una aria de bravura en la que el tempo y el uso de la instrumentación sirven a Händel como motivo para centrarnos en la comparación con el inexperto timonel que pone su nave en peligro.

La interpretación corre a cargo del tenor Nicholas Sears como el Tiempo para el disco Il trionfo del tempo e del disinganno del sello Naive publicado en 2007 con Concerto Italiano y la dirección de Rinaldo Alessandrini.


Para Byung-Chul Han lo bello natural ha comenzado a desaparecer tras lo que considera el predominio de lo liso y pulido como centro de lo bello digital en cuanto que se convierte en algo arbitrario y objeto de placer inmediato, en el cada vez más asfixiante imperio del 
«me gusta» como medida de valor y consumo. En este sentido el mundo digital se entrecruza con el mundo real llevando la existencia hacia algo fugaz e incorpóreo. 
Esta situación nos aboca a lo que Byung-Chul Han denomina la Müdigkeitsgesellschaft (Sociedad del cansancio), un lugar en el que vivimos zarandeados, cansados y deprimidos por las exigencias de nuestra vida, mezclado con la consolidación del narcisismo y del exhibicionismo que generan las redes sociales, que provocan que aumente la obsesión por uno mismo, la desaparición del interés por los otros y la equívoca sensación de que el mundo sea un mero reflejo de nosotros mismos.
En el siguiente texto, el filósofo germano-coreano se adentra en la importancia de lo bello en cuanto que es vinculante, lo que le otorga trascendencia frente a la crisis en la que lo bello se encuentra inmerso, una crisis que la aboca a la vacuidad de los omnipresentes «me gusta».


En tiempos de Händel y más adelante incluso, no existían los reparos que tenemos en la actualidad para reutilizar obras, tanto propias como ajenas. Y precisamente el propio Händel no era una excepción, sino uno de los compositores que en más ocasiones lo llevó a cabo, tanto en el uso de formas o piezas de otros autores, como con sus propias obras.
El éxito de El triunfo del Tiempo y del Desengaño lo llevó a reutilizar la obra en dos ocasiones más cuando se instaló en Londres. No era ya lo que en nuestro tiempo consideraríamos plagiarse a sí mismo, sino volver a utilizar, acomodándolo al gusto de un nuevo público, una obra que, con más o menos cambios, encajaría en el repertorio.
Así, tras El Triunfo... original de 1707 (HWV 46A en el opus de Händel), el propio compositor, prácticamente ciego en aquellos años revisó, aumentó, dictó a uno de sus discípulos, John Christopher Smith, y estrenó el oratorio que pasó de dos a tres partes, esta vez bajo el título de El trionfo del Tempo e della Veritá (HWV 46b) para ser estrenado en marzo de 1937, prácticamente treinta años más tarde, en una época en que el compositor alternaba en cada temporada obras tanto en inglés como en italiano. El éxito fue escaso, puesto que solo hubo varias representaciones y una reposición dos años más tarde.
Justo veinte años después y cincuenta después de la original, en marzo de 1757, un Händel con una salud ya precaria y un libreto reelaborado y traducido al inglés -posiblemente con la autoría de Thomas Morell- quizás con poca participación del propio compositor, se estrenó la nueva versión The Triumph of Time and Truth (El Triunfo del Tiempo y la Verdad) (HWV 71) con la mezzo-soprano Isabella Young (o Scott) en el rol del Consejo o la Verdad.


En la segunda parte de El Triunfo... original de Händel nos encontramos con el cuarteto Voglio tempo per risolvere... (Quiero tiempo para decidir...), un diálogo breve aunque intenso entre los cuatro personajes, también en el estilo de los Da capo en el que se vuelven a quedar de manifiesto tanto la maestría del compositor sajón como la vigencia de los argumentos que se ponen en boca de los alegóricos personajes.


La interpretación corre a cargo de Natallie Dessay como Belleza, Ann Hallenberg como Placer, Sonia Prina como Desengaño y Pavol Breslik en el rol de Tiempo con Le Concert d'Astrée y la dirección de Emmanuelle Haïm, pertenecientes a la grabación de estudio para el disco Händel: Il trionfo del Tempo de 2007.


Frente al predominio de lo bello digital en nuestras sociedades neoliberales en las que predomina el incansable anhelo hacia la divulgación voluntaria de todo tipo de información personal, Byung-Chul Han reivindica el contacto íntimo con lo cotidiano -él mismo cultiva lentamente y parsimoniosamente su jardín-, el hecho de hacer cosas con las manos, el control del tiempo y el silencio frente al ruido mediático que nos acompaña. También se rebela frente a la desaparición de los rituales, ese conjunto de prácticas que se llevan a cabo y que nos acerca a la desaparición del concepto de comunicad, llevándonos a sentirnos seres individuales perdidos en sociedades que no encuentran sentido.


Esta premura que la Belleza busca en el Tiempo para decidir que refleja el cuarteto precedente se muestra en el pensamiento de Byung-Chul Han como una de las cualidades que caracterizan a lo bello, la demora. Es la ausencia de la voluntad, del querer y del poseer lo que hace que el tiempo se detenga y esta quietud es fundamental para el acercamiento al otro, al conocimiento de lo distinto. También hace referencia el pensador al origen del arte original según Nietzsche.


Hándel no sólo reutilizaba sus obras, sino que también hacía lo propio con piezas sueltas. El uso de ideas, tanto propias como de otros autores lo tratamos en este blog en ¿Cómo utilizamos las ideas? donde vimos cómo el aria más conocida de El triunfo... tuvo cuatro versiones.
Se trata de Lascia la spina (Deja la espina), el aria del Placer que aparece en la segunda parte del oratorio.
Previamente Händel la había creado como una zarabanda -Sarabande en el original- en el cuarto movimiento de su Suite nº 4 para clavecín. En 1705 la arregló para su ópera Almira y dos años después la introdujo en este oratorio adaptándola a la letra que le había entregado el cardenal Pamphili.
Más adelante, volvió a utilizarla en la que fue su primera ópera inglesa, Rinaldo. En ella, en el acto II, Almirena canta Lascia ch'io pianga (Deja que llore), alcanzando un grado de emoción pocas veces superadas.


Para seguir la interpretación de este Aria da capo nos acercamos de nuevo a la versión de la Gabrielli Consort & Players que Paul MacCreesh dirigió en 2010 en el Festival de Beaune con la mezzo-soprano Renata Pokupic en el rol del Placer


Frente a este consejo händeliano de tomar la rosa y dejar la espina, ¿cuál es cada una de ellas? ¿Es la rosa lo bello y efímero, aquello que tiene un valor por sus cualidades relacionadas con el color, el tacto o el olor, o es la búsqueda profunda de su esencia lo que la hace bella? ¿Es la espina aquello que evitamos sólo porque produce dolor o porque hiere nuestra piel o es aquello que nos priva de llegar a la esencia, a lo fundamental?
Byung-Chul Han defiende que la belleza digital se caracteriza por lo pulido, lo liso y lo impecable como señas de identidad de nuestro tiempo, unas cualidades que marcan lo que denomina el «exceso de positividad» en el que vivimos y cuyo pensamiento desarrolla en La salvación de lo bello en el arte y la estética en general.


Además, vivimos inmersos en una sobreabundancia de objetos que contribuyen a que nos encontremos desbordados, pero que son caducos y desechables por lo que no llegamos a establecer lazos afectivos con ellos, las no-cosas, otro de su conceptos. Con frecuencia, además, nos saturamos con cantidades ingentes de información, somos «infómanos», pero, en el fondo, necesitamos silenciar esta sobreinformación que nos hace perder la vivencia de lo presencial, lo concreto y sustancial, haciéndonos perder la visión general que tenemos del mundo. Las pantallas quedan como una pobre y simplificada representación de este mundo. 
Así, el concepto de lo bello natural queda relegado por lo bello digital que elimina lo distinto, sin desgarraduras, centrándose en el placer de sí mismo, en la autocomplacencia del «me gusta», una subjetividad en que solo nos encontramos con nosotros mismos.


En este diálogo entre las obras de Händel y Byung-Chul Han, dejamos la última palabra al compositor sajón, que nos deja un aria que parece escrita para dar la réplica al filósofo coreano-alemán.
Nos despedimos de este oratorio surgido de la genialidad de Händel con una de las arias que nos llevan hacia el final de la obra. Dentro de la sucesión de recitativos, arias y dúos y cuartetos, Como nembo che fugge col vento (Como nube que el viento arrastra) es la penúltima aria de la obra y la última que canta el Placer.
En ese juego de intenciones, deseos y frustraciones en que se ve inmersa la Belleza, subyugada por el hipnotismo del Placer, con su invitación a entrar en un mundo de sueños, promesas y sensaciones, este personaje interviene por última vez en una suerte de renuncia a influir más sobre la protagonista de la obra.
Se trata de nuevo de un aria de bravura, Aria da capo que el propio compositor volvió a reutilizar dos años más tarde, en esta ocasión para una de las óperas que compuso durante su estancia en Italia, Agrippina (1709), con la madre del emperador Nerón como protagonista. 


La interpretación nos lleva de nuevo a la grabación que se realizó en el Festival de Aix-en-Provence en 2016 con el contratenor Franco Fagioli como el Placer con Le Concert d'Astrée y la dirección musical de Enmanuelle Haïm.

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Bibliografía y webgrafía consultadas:

La música y la muerte de Molière

El 17 de febrero de 1673 fallecía de forma inesperada Molière, uno de los más grandes dramaturgos franceses y universales.
Heredero de los grandes del teatro francés, Molière comenzó interpretando obras de autores como Racine o Corneille, aunque muestra un parecido mayor con Shakespeare, en el sentido de que representa lo que podríamos denominar un hombre de teatro, puesto que no sólo es autor, sino también actor y empresario de sus propias obras, además de un creador que se movió entre el mundo de la música para desarrollar y consolidar un nuevo estilo: la Comédie-ballet, un tipo de obra que unía comedia y ballet, con algunas incursiones de la música cantada y que triunfó en la corte francesa del XVII.
Su labor interpretativa es conocida con cierto detalle, pues nos ha quedado constancia de los papeles que interpretó en sus obras, así como de sus compañeros de elenco, además de disponer de información precisa de cómo se desenvolvía en la escena, siendo considerado durante un tiempo más un cómico que un autor.
Al contrario que Shakespeare o dramaturgos españoles como Lope de Vega o Calderón y compatriotas suyos como Corneille o Racine, Molière apenas tocó el drama o la tragedia, salvo en su Don Juan, sino que se dedicó a la comedia, en la que llegó a mostrar una maestría sin igual. 
También ha formado parte de su leyenda su repentina muerte en el escenario cuando contaba apenas con cincuenta y un años.
Cuando se cumplen los doscientos cincuenta años del fallecimiento de Molière, te propongo recordar algunas de sus obras relacionadas con la música y, de forma especial, su fallecimiento. Nos acompaña música de Lully y Charpentier. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!

Muerte de Molière, grabado de autor desconocido.
Perteneciente a la acomodada burguesía, pues su padre Jean era tapicero real, Jean-Baptiste Poquelin (1622-1673) perdió a su madre cuando contaba con diez años de edad, volviéndose a casar su progenitor poco tiempo después. Tras formarse en el colegio jesuita de Clermont, continuó estudios de derecho hasta que se licenció con veinte años de edad. 
Se supone que fueron unos tíos suyos quienes le llevaban asiduamente al teatro los que despertaron la afición por las artes escénicas, hasta el punto que, una vez licenciado, en lugar de ejercer el empleo de tapicero real que se suponía debía seguir, fundó en 1643 una compañía teatral, L'Illustre Théâtre, ya con el nombre artístico de Molière, junto a la actriz Madeleine Béjart, quien la comenzó a dirigir, hasta que él mismo se hizo cargo de la empresa. 
Tras los primeros fracasos, en 1645 abandonaron París tras ser arrestado unos días por deudas. Así, estuvieron recorriendo el sur de Francia bajo la dirección de Dufresne durante más de una década interpretando dramas y tragedias de autores contemporáneos como Racine o Corneille, junto con las primeras obras del joven autor.
Estas obras iniciales, divertidas y llenas de vitalidad, son aún farsas toscas, con un característico sentido del lenguaje y la teatralidad, construidas a partir de guiones esquemáticos sobre los que los actores improvisaban en el estilo de la Commedia dell'arte italiana.
De regreso a París en 1658, ya bajo su dirección y con el nombre de Troupe de Monsieur, consiguió al año siguiente su primer éxito con Las preciosas ridículas, una sátira en prosa con unos diálogos salpicados de ingeniosos juegos de palabras. Al poco tiempo creó a Sganarelle, un personaje emblemático al que recurrió en varias obras, siempre interpretado por él mismo.

Jean-Leon Gerome. Luis XIV invita a Molière a compartir su mesa (1862). Colección privada
Con el paso de los años acabó creando las Comédie-ballets con Les Fâcheux, una obra que unía acción dramática, música y coreografía y que, a diferencia de la Ópera-ballet, se centraba en personajes comunes que sucedían en el tiempo presente, con situaciones de enredo y centrado frecuentemente en asuntos matrimoniales. 
Para esta obra contó con la música de Jean-Baptiste Lully y la coreografía de Pierre Beauchamp, con quienes colaboró en la creación de otras Comedias-ballets como Le mariage forcé, L'Amour médecin, George Dandin, Monsierur Pourceaugnac, Les amants magnifiques y la que fue la última colaboración con Lully, El burgués gentilhombre.
Nos acercamos a esta última, una de las obras maestras del trío. Dividida en cinco actos, Monsieur Jourdain -interpretado por el propio Molière- es un ingenuo y ridículo cuarentón cuyo padre hizo fortuna como zapatero, por lo que pudo dar a su hijo la condición de burgués. Jourdain pretende adquirir modales aristocráticos para alcanzar la nobleza y distinción que admira, por lo que invita a esos personajes a su casa para obsequiarlos, imitarlos y recibir honores, mientras los maestros que contrata para su enseñanza en todo tipo de artes se burlan de un petimetre ignorante que, al menos, les paga generosamente.
El quinto acto nos presenta un retrato vivo dentro del estilo de Molière con hasta seis salidas de distintos personajes que van apareciendo en escena.
La primera salida es la de un hombre con un libreto sobre el baile que entabla un diálogo con el personajes que representan al público. La segunda salida corresponde a tres importunos que salen a bailar tras irse el personaje anterior. La tercera salida corresponde a seis españoles, mientras la cuarta a unos italianos y la quinta, a un grupo de franceses. La sexta y última con los personajes de estos tres países en la que finalizan la obra cantando únicamente dos versos:
¡Qué espectáculo más encantador!
No se puede encontrar nada mejor.

Como muestra de este estilo fresco y vivo de Molière nos acercamos al texto de la primera salida, con ese personaje que entra en escena libreto en mano.


En la corte de Luis XIV era otro Jean-Baptiste quien tenía los favores reales sobre la música, especialmente gracias a sus aptitudes para el baile que compartía con el monarca. Lully, de quien tratamos la relación con el rey francés en El baile del Rey Sol, comenzó a colaborar con Molière, llegando su relación hasta esta comedia-ballet El burgués gentilhombre, la última de sus colaboraciones. 
En el fondo, la relación se rompió cuando Molière propuso al compositor solicitar al monarca algún tipo de privilegio sobre las obras escénicas. Lully se fijó en Pierre Perrin quien había recibido un privilegio del rey por doce años para crear y administrar la Académe d'Opera. Ante la mala gestión realizada, que supusieron su encarcelamiento por deudas, Lully intrigó para quedarse con el privilegio. Así, la sustituyó por la Académe Royale de Musigue, cuyo privilegio alcanzaba toda su vida y que podía heredar su hijo, y que, de modo práctico, suponía que recibiría derechos por cualquier obra escénica con música que se presentara en Francia. La concesión de este privilegio, en el que Moliére quedaba excluido supuso el fin de la colaboración y la relación entre ambos creadores.

Nicolás Mignard. Molière en el papel de César en "La muerte de Pompeyo" de Corneille. Museo Carnavalet (París)
Antes de la ruptura continuamos con El burgués gentilhombre. El excelente bailarín que es Luis XIV ha dejado de bailar en público, después de comprobar que sus facultades están mermando, por lo que consiente en acercarse a las nuevas comedias-ballets. Molière escribe la obra citada a la que Lully le pone música creando una sonoridad y declamación francesas que se opone a las acrobacias vocales de la ópera italiana. Además de colaborar junto al coreógrafo Pierre Beauchamp en la creación de la obra, Molière y Lully participaron en las representaciones, el primero  como Jourdan, el segundo bailando. El éxito fue grandioso y el monarca concede todo el mérito al dramaturgo, quedando el compositor relegado a un simple bufón, como el personaje que interpreta, lo que origina unos celos que iniciarán la ruptura que hemos mencionado.
Continuando con las salidas del quinto acto de El burgués gentilhombre, nos acercamos en la siguiente música a la tercera de las salidas, en la que aparecen los seis españoles. Estos cantan y bailan en distintas agrupaciones, muy en el estilo de farsa y de la Commedia dell'Arte y en el original en nuestro idioma, de la misma forma que en la siguiente salida lo harán los  italianos en su propio idioma.
Esta Entrée des Espagnoles pertenece a una producción de Le bourgeois gentilhomme de 2005 de Le Poéme Harmonique dirigida por Vincent Dumestre.


En un momento en que la música y las obras, en general, se centraban en dioses y héroes que reflejaban el poder y la grandiosidad del Rey Sol, Molière se adelanta a su tiempo. Mediante farsas, comedias y enredos, critica la hipocresía de la sociedad y la religión, ridiculiza los matrimonios de conveniencia o aboga por la dignidad femenina, no con un tono moralizante, sino con una apabullante sensatez. 
Evidentemente, esto supuso que tuviera numerosos detractores. En El tartufo, por ejemplo, la propia reina madre quedó escandalizada por el sentido irreverente y sacrílego que veía en la obra, organizando un rezo del rosario durante una representación que concluyó con los espectadores abandonando la  sala y la prohibición de representarla por parte del monarca.
Después de mucho tiempo trabajando con Madeleine Béjart, de quien se llegó a rumorear que fue amante, contrajo nupcias con su hija Armande Béjart, veinte años más joven que él, corriéndose la especie de que era un matrimonio incestuoso. El propio Luis XIV tuvo que salir en su defensa apadrinando a su primer hijo, François, que murió poco después.

La última de las comedias-ballets de Molière fue Le malade imaginaire (El enfermo imaginario) con música de Marc-Antoine Charpentier -a quien conocemos de modo especial por ser parte de su Te Deum la melodía de la red de Eurovisión- y la coreografía del habitual Pierre Beauchamp.
Dividida en tres actos, cuenta la historia de Argan, un hipocondriaco rodeado continuamente de médicos y medicamentos, aunque también pretende casar a su hija Angélica con el hijo del doctor Diaforus, uno de los médicos que le atienden, pese a que ella está enamorada de Cleonte. También aparece el personaje de Bélisa, la segunda esposa de Argan, a quien no ama y que se mantiene junto a él buscando su herencia.
Todo esto provoca distintos enredos de los que es testigo Argan cuando finge que está enfermo. En la parte final de la obra aparece Antoinette, una sirvienta que se hace pasar por médico que se gana la confianza del enfermo. 
Cuando Argan finge su muerte, Bélisa intensa apoderarse del dinero que le corresponde en la herencia, mientras Angélica se muestra afectada por la pérdida de su padre. De esta forma, el protagonista descubre los verdaderos sentimientos de su familia. Tras este desenlace, en el tercer intermedio, se presenta una escena burlesca en la que los personajes hacen creer al enfermo que van a nombrarlo, a base de latinajos y expresiones inventadas, médico, ya que se ha vuelto experto en enfermedades. 

El texto que nos acompaña corresponde a la decimocuarta escena del tercer acto, en que los enamorados Angélica y Cleonte se encuentran junto al que creen fallecido Argan. Más adelante entran Antoinette -aquí denominada Antonia- y Beraldo quienes lo incitarán a la ceremonia de nombramiento de doctor. 


El enfermo imaginario se concibió entre Molière y Charpentier como una comedia con intermedios musicales que se intercalarían al final de cada acto, incluida la citada ceremonia de doctorado de Argan, además de un pequeño dúo entre Angélica y Cleonte.
La partitura ha estado desaparecida hasta hace unas décadas, cuando William Christie, director y alma mater de Les Arts Florissants la encontró entre los archivos de la Comédie Française y la estrenó en el Téâtre du Châtelet de París el 16 de marzo de 1990.

Portada de Le malade imaginaire de 1673, el año de su estreno
Podemos escuchar a continuación el Prologue - Overture de Le malade imaginaire en la versión que el propio William Christie realizó con su grupo Les Arts Florissants con la música de Marc-Antonine Charpentier en la grabación de 1990 para el sello Harmonia Mundi. Un documento sonoro histórico.


La alargada mano de Lully no se conformó con recibir los ingresos que le correspondían por la obra, sino que intrigó para que el estreno no se realizara en Versalles, sino en el Théâtre du Palais Real. Molière escribió un prólogo para leer él mismo ante el rey en la primera representación, que no llegó a pronunciar.
Estrenada el 10 de febrero de 1673, en la cuarta de las representaciones de El enfermo imaginario, Molière, que arrastraba una tuberculosis, se sintió mal, insistió en terminar su actuación y fue trasladado a su domicilio donde falleció al cabo de unas horas.
En tan grave situación, es especialmente significativo que, después del traslado se buscara con ahínco la presencia de un sacerdote más que la de un médico. El caso es que los cómicos, en general, estaban mal vistos por el estamento eclesiástico y Molière, en particular, tenía dos condicionantes que agravaban su caso: los rumores de incesto sobre su matrimonio y el hecho de haber llevado a escena algunas obras que criticaban a la Iglesia. El caso es que dos sacerdotes se negaron a dar la extremaunción al enfermo y un tercero llegó cuando este ya había fallecido. Más adelante, el propio rey hubo de intervenir ante el Arzobispo de París para que se concediera al difunto el derecho de reposar en tierra santa, si bien fue enterrado en una fosa común de noche y sin ceremonias.

Honoré Daumier. Le malade imaginaire (1863). Museo de Arte de Filadelfia
Escritor y guionista de cine, Rubem Fonseca fue comisario de policía en Río de Janeiro antes de dedicarse a la literatura, en la que debutó con un libro de relatos, Los prisioneros (1963), que creó una gran expectación debido a su crudeza. En 2003 obtuvo el Premio Camôes, el más prestigioso de las letras portuguesas, entre otras distinciones.
En 2000 publicó El enfermo Molière en el recrea las últimas horas del comediante francés en la que todos los personajes son reales, salvo el anónimo marqués que narra esta historia. En esta obra, Fonseca crea la intriga de una sospecha de envenenamiento que le sirve de excusa para mostrar cómo era la corte de Luis XIV, algunos de los personajes que transitaban por ella y que tenían pública enemistad con el escritor.
Lo que nos interesa de la obra en este momento es cómo el marqué describe el momento en que Molière se siente mal en escena, comparando la actuación de esta cuarta representación con las anteriores y cómo los espectadores no notaron que quien fingía estar enfermo y muriéndose no estaba interpretando. Ficción y realidad se funden y desdibujan en la escena.
El texto que nos acompaña se inicia justo cuando se desarrolla el anterior, en el inicio de la Escena XIV del Acto III, el 17 de febrero de 1673, en su última representación, quien estaba acompañado de su esposa Armande Molière en el papel de su hija Angélica.


A comienzos del siglo XIX los restos de Molière fueron trasladados del cementerio de Saint Joseph al de Pére-Lachaise donde sirvió de reclamo para que dejara de utilizarse el antiguo camposanto en la ciudad por este que se encontraba en las afueras y no era apenas utilizado. Aún hay voces que piden que se vuelva a trasladar, esta vez al Panteón de Ilustres de París, aunque la respuesta siempre ha sido negativa, con el razonamiento de que está reservado para personajes notables fallecidos a partir del siglo XVIII.
Así, de un modo tan melodramático, terminó la vida del mayor comediante francés, un autor que revolucionó el teatro, sus temas y personajes, el trabajo de los actores y la forma de dirigirlos, además de reinventar el idioma francés al hacer que el habla de la calle entrara en el teatro clásico.
La influencia de Molière hizo que Luis XIV creara siete años después de su muerte, la Comédie Française, una institución que ha llegado hasta nuestros días y se centra en el repertorio clásico francés, con obras de nuestro protagonista, Racine o Corneille, entre otros, y que tantos grandes actores ha dado a nuestro país vecino.

Hay un superstición sobre Moliére en lo referente al color de la indumentaria que llevaba puesta en su última representación. que invita a no salir al escenario con ropas de color amarillo en nuestro país. No es cierta. En la representación del 17 de febrero de 1673, Molière iba vestido de rojo amaranto, mientras que cada país tiene su propia superstición referida al color. En Italia indican que iba de morado, mientras en Inglaterra creen que de azul.

Charles-Antoine Coypel. Jean-Baptiste Poquelin, Molière.
Finalizamos este homenaje a Jean-Baptiste Poquelin, Molière alrededor del 17 de febrero de 1673, fecha de su fallecimiento, con una escena de la película Le roi danse, estrenada en España como La pasión del rey, que relata la relación entre Luis XIV y Jean-Baptiste Lully, con algunas referencias también a Molière. Basada en Lully ou le musicien du soleil de Philippe Beaussant, fue dirigida en 2000 por Gérard Corbiau.
La escena muestra una recreación de esta última representación del comediante, interpretado por Tchéky Karyo, mientras que Boris Terral realiza el rol de Lully. La comicidad de la escena, una farsa típica del autor, se va transmutando en tragedia, mientras los espectadores creen que están asistiendo a una sobreactuada interpretación. La improbable presencia de Lully en aquel momento, sirve de contrapunto cinematográfico a una relación que se había roto tiempo atrás.
Nos despedimos con una de sus frases que se refieren a su visión de la función de las obras escénicas:

El deber de la comedia es corregir a los hombres divirtiéndolos.

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Bibliografía y webgrafía consultadas: