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Sinfonía de flores

Cada año, la primavera muestra el renacer de la naturaleza con todas sus características, intensidad y manifestaciones. El periodo anual, con algunas variantes según las condiciones meteorológicas o ambientales, se repite en un constante y continuo ciclo de vida y renovación en los seres vivos.
El despertar a la actividad vital de los animales, el nacimiento y el crecimiento de las crías, unido a la renovación de las hojas y flores en la primavera, marcan el surgimiento de un nuevo periodo anual que acabará cerrando el ciclo cuando llegue el invierno con sus rigores.
Una de las manifestaciones que más nos llaman la atención por su belleza, su utilidad para las plantas e incluso su utilización es el florecimiento de las plantas. La naturaleza silvestre, los parques y jardines de los pueblos y ciudades, incluso los modestos parterres y macetas caseros se llenan de flores que alegran y cautivan con sus vistosos colores y aromas.
Con la función inicial de atraer a los insectos para su polinización, los seres humanos hemos sabido aprovechar sus características para generar un arte como la floricultura con el fin de sacar el máximo provecho a las características de cada una de las variedades de plantas y flores.
Aprovechando que estamos en plena primavera, te propongo acercarte a las flores que nos acompañan en esta estación, tanto las silvestres como las cultivadas, para sentir cómo la sinfonía de las flores está junto a nosotros. Nos acompañan obras de Luis Palés Matos, Tagore, Calderón de la Barca, Tchaikovsky, Delibes y Schubert. Si te gusta… ¡Comparte, comenta, sugiere!

Fotografía de Tere Guerra.
Si la primavera es la época donde se manifiesta el resurgir de las plantas, es en mayo donde con mayor esplendor se desarrollan las flores, hasta el punto de que muchas localidades centran en ellas sus fiestas.

Luis Palés Matos (1898-1959) fue un escritor, poeta, periodista y actor portorriqueño que publicó con dieciséis años su primer libro de poemas, Azaleas con clara influencia de escritores como Rubén Darío e inscrito dentro del Modernismo Latinoamericano. Tras trabajar como oficinista, cartero, editor o maestro, llegó a ser secretario del presidente del Senado de Puerto Rico.
Su vida en Guayana, un pueblo tranquilo y solitario influyó en su obra al mezclar una vida totalmente tediosa y aburrida con la entrada en el mundo intenso y extraordinario que le proporcionaba la lectura de los grandes autores de su época y los clásicos.

Pierre-Auguste Renoir, Mujer con sombrilla en un jardín (1875) Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid
Fundador del Diepalismo, movimiento de vanguardia basado en la sonoridad y musicalidad de los versos, Luis Palés es uno de los grandes representantes de la poesía afroantillana. Entre sus obras destacan Versos para Natividad y Cuadernos del BebéTuntún de pasa y grifería, la novela Litoral y diversas antologías con los poemas publicados en periódicos y revistas.
Nos acompaña El lenguaje de las flores, un soneto inscrito dentro del estilo del modernismo con inspiración del Parnasianismo francés en el que la rima clásica se ha sustituido por la atípica ABAB, CDCD, EEF y GGF.


La sinfonía que crean las flores se puede experimentar de distintas formas: con la mezcla de sus diversos coloridos y tonalidades, con el aroma que desprenden y que embriaga nuestro olfato, con el ornamento que crean en los lugares en que las colocamos o con el movimiento que la brisa o el aire coordina de forma acompasada.
Esta mezcla de sensaciones las transmiten algunas obras musicales. En el ballet El Cascanueces, el tercero de los que compuso tras El lago de los cisnes y La bella durmiente, Peter Illich Tchaikovsky nos muestra su habilidad para transmitir la emoción con una gran maestría. 
Basada en una adaptación que Alejandro Dumas realizó sobre el cuento El cascanueces y el príncipe de los ratones de E. T. A. Hoffmann, este cuento infantil que transcurre el día de Navidad es el ballet más popular y representado en esas fechas y ha aparecido en diversas ocasiones en este blog. En el Acto II, se representa una de las piezas más conocidas de este ballet, el Vals de las flores, una pieza que representa a las flores que se aproximan a rendir homenaje a los protagonistas Clara y el Cascanueces, ya convertido en príncipe.
Introducido por los vientos -que menos para las flores- y las brillantes florituras -nunca mejor dichas- del arpa, Tchaikovsky transmite el acompasado movimiento de las flores, el colorido de su vestuario y la gracia y brillantez de las bailarinas en este vals tan famoso. 
La versión que nos acompaña pertenece a una versión de George Balanchine del Vals de las Flores con una gama de tonos sonrosados de interpretada por el New York City Ballet.


Miembro de una familia de clase alta hindú dedicada a la renovación espiritual de Bengalea, Rabindranath Tagore (1861-1941) se educó junto a su padre en Santiniketan hasta que fue enviado a Gran Bretaña donde estudió música y literatura.
Autor de obras como Cantos de la aurora, colecciones poéticas como Citra y El libro de cumpleaños, La luna nueva o El jardinero, obras de teatro como Kacha y Devayani, El cartero del rey o La máquina o novelas como Gora o La casa y el mundo, Tagore recibió el Premio Nobel de Literatura en 1913. 

Claude Monet, Camino del jardín de Giberny
Compaginó su labor literaria con su trabajo en la escuela Hogar de la Paz que fundó en Santiniketan en la que puso en marcha una metodología pedagógica que buscaba la libertad intelectual, además de posicionarse a favor de la independencia de su país, hasta que durante la I Guerra Mundial se inclinó por tomar una postura pacifista, dejando de lado el nacionalismo.
Nos acompaña un relato perteneciente a su libro La luna nueva (Poemas de niños), un poemario que dedicó a I. Sturge Moore, y que muestra la inocencia y el lirismo que Tagore imprime a su obra.


La ópera también muestra en diversos momentos esta relación con las flores que estamos tratando en esta publicación.
Obra de las denominadas de ambiente exótico, Lakmé es una ópera en tres actos con música de Léo Delibes con libreto de Edmond Gondinet y Philippe Gille basado en la novela Rarahu ou Le mariage de Loti de Pierre Loti, estrenada en la Opéra-Comique de París en 1883.
Enlazando con el país de Tagore, Lakmé se desarrolla en la India durante la conquista colonial inglesa a finales del XIX y, aunque con un argumento con ciertos tópicos, posee unos momentos musicales de gran intensidad y belleza.
El Acto I se desarrolla en un jardín de exuberante vegetación con un río al fondo. Después de una ceremonia, Nilakantha, sacerdote de Brahma, deja a su hija Lakmé al cuidado de sus sirvientes Hadji y Mallika. La joven se quita sus joyas y las deja sobre un banco, mientras se prepara con Mallika para el baño, interpretando el dúo más famoso de la ópera y uno de esos que en muchas ocasiones conocemos sin reconocer de dónde proceden. El dúo comienza con Viens, Mallika (Vienes, Mallika) y continua con Dôme épais (Espesa cúpula), mientras se disponen a recoger flores de loto azul como ofrendas, finalizando mientras cogen una barca y desaparecen por las aguas del río. Es el famoso Dúo de las flores de Lakmé.

Vicent van Gogh, Amandelbloesem (Almendro en flor), 1890, Museo Van Gogh, Amsterdam
Aunque las traducciones no llegan a reflejar en su totalidad el sentido original de la obra, los subtítulos que acompañan la interpretación nos sitúan en el argumento con cierta fidelidad. La versión que nos acompaña es una grabación de la SWR Sinfonieorchester Baden-Baden con la soprano Anna Netrebko como Lakmé y la mezzo Elina Garança como Mallika.


Procedente de una familia hidalga de clase media, Pedro Calderón de la Barca es uno de los grandes escritores del Siglo de Oro, llevando a sus obras de teatro la vida tanto del pueblo como de la nobleza, a las que retrató y de las que se mostró como conciencia crítica. Calderón se muestra en estas obras un humanista del siglo XVII y un precursor de la ilustración que llegará el siglo siguiente.
Basta recordar obras como La dama duende, Casa con dos puertas mala es de guardar, El médico de su honra, El príncipe constante, El alcalde de Zalamea o La vida es sueño para comprobar la excelencia y fecundidad de su obra.

Juan de Arellano, Canastilla de flores (1671), Museo de Bellas Artes de Bilbao
Nos acompaña un texto que nos recuerda que las flores tienen su belleza y hermosura de forma efímera puesto que esta desaparece pronto. 
Estrenada en 1629, El príncipe constante es una comedia en la que Calderón sitúa la historia en el Portugal del siglo XV con los príncipes Enrique y Fernando como protagonistas.
En la escena XIV de la Jornada II, Fernando con una flores, habla con Fénix, Zara y Rosa diciendo estas palabras a los presentes:

No lo jures, bien lo creo.
Yo pues Fénix, que deseo
servirte humilde, traía
flores, de la suerte mía
jeroglíficos, señora,
pues nacieron con la aurora
y murieron con el día.

Poco más adelante, y siguiendo con la idea de la fugacidad de las flores, recita este soneto que nos acompaña, comparando las flores con la vida de los hombres.


Aprovechemos mientras podamos el placer de disfrutar de las flores, de sus colores, aromas e incluso movimientos acompasados, sabiendo que, como la vida, tienen un tiempo y que, aunque acaban por marchitarse, volverán a florecer con la nueva primavera. Es el caso de las palabras de Violeta Valèry y Alfredo en La traviata, cuando reflexionando sobre la enfermedad cantan a dúo La mia/tua salute rifiorirá (Mi/tu salud florecerá).

Jan Brueghel el Viejo (círculo de), Florero (entre 1600-1625), Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid
En este tono de melancólica reflexión finaliza esta publicación sobre las flores con uno de los poemas que Franz Peter Schubert incluyó en el ciclo Die schöne Müllerin (La bella molinera) a partir de los poemas de Wilhelm Müller.
Los versos finales nos llenan de esperanza al recordar que, muerto el invierno, surgirán de nuevo las flores de mayo. Compuesta por veinte poemas, Trockne Blumen (Flores secas) es el antepenúltimo de ellos y mantiene el mismo aire melancólico de toda la obra.


La interpretación de estas Flores secas corre a cargo de uno de los tenores más importantes de este momento, el alemán Jonas Kaufmann, acompañado al piano por Helmut Deutsch dentro de la grabación de La bella molinera realizada en 2009 para Decca Music Group Limited.

Dejémonos seducir por las flores.

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Bibliografía y webgrafía consultadas:
  • Palés Mato, Luis. Poemas. ISBN: 9788499538327
  • Tagore, Rabindranath. La luna nueva, Editorial AMA, ISBN: 97838988659583.
  • Calderón de la Barca, Pedro. El príncipe constante, Editorial Good Press, ebook, ISBN: 8596547820598.
  • Kaufmann, Jonas. Die scönen Müllerin (La bella molinera), Decca Mussic Group Limited, 2009

La Navidad, Vanka y el abuelo

Ni en la más pesimista de nuestras pesadillas habíamos imaginado que el año 2020 se desarrollaría de esta manera.
No pensábamos que una epidemia de dimensiones bíblicas azotara a todo el planeta. No pasaba por nuestra mente que estaríamos semanas sin poder salir de casa. Nunca creíamos que se necesitarían salvoconductos como los que leíamos en las novelas decimonónicas para desplazarnos de un lugar a otro. Nunca llegamos a pensar que tantas, demasiadas personas, fallecieran o sufrieran las consecuencias de un nuevo virus. Aún no logramos comprender cómo una globalización que ya está presente en una gran cantidad de ámbitos de nuestra vida ha sorprendido a la comunidad científica y, de un modo muy especial, a los gobernantes para implementar una respuesta rápida y común a tan gran desafío. 
En un año tan difícil y trágico como ninguno otro no podemos pretender que la Navidad tenga las mismas circunstancias que la acompañan habitualmente: grandes celebraciones, reuniones familiares con muchas personas o la unión de varias generaciones con la presencia de abuelos y mayores. 
El respeto debe comenzar por no poner en riesgo y cuidar la salud de aquellos a quienes queremos, de manera especial a los mayores. 
En esta publicación nos acercamos a ellos en la figura de los abuelos, unas personas que aúnan la sabiduría de la experiencia con el cariño y la ternura que aportan los años, la esperanza frente a situaciones complicadas, ofrecen apoyo y generosidad sin pedir nada a cambio y se muestran cercanos desde cualquier distancia y situación.
Un annus horribilis como este no podría finalizar sino con un paseo literario y musical que abarca uno de los cuentos de Navidad ruso más triste y desesperanzado y una danza popular con la entrañable figura del abuelo en ambos. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Antón Pávlovich Chéjov tuvo una infancia dura. Su abuelo fue un siervo que ahorró cada cópec para poder comprar su libertad y la de sus cuatro hijos. Su padre abrió un pequeño comercio, fue director del coro parroquial, y terminó alcoholizado, maltratando a sus hijos, mientras de su madre los entretenía narrándoles historias de los viajes que hacía con su padre, un vendedor de telas. Tercero de seis hermanos, mientras fue estudiante de medicina en Moscú, compaginó sus estudios con la literatura, comenzando a escribir lo que llamó "cuadros humorísticos" en algunas revistas para mantener a su familia que se había trasladado a la capital.
Una vez terminada la carrera, continuó compaginando ambas actividades. "La medicina es mi esposa legal; la literatura, sólo mi amante", solía decir. 
Liberal, pragmático, altruista y agnóstico, Chéjov quizás sea el más occidental de los escritores rusos de su época, un partidario del progreso frente a las ideas del omnipresente Tolstoi. Dos frases suyas lo muestran: "Pienso que hay más amor a la humanidad en la máquina de vapor y la electricidad que en la castidad o el ser vegetariano." y "Comencé a creer en el progreso cuando era pequeño; no podía dejar de creer en él, porque la diferencia entre el tiempo en que me daban palizas y el momento en que dejaron de hacerlo era enorme".
En un tiempo de Navidad tan extraño como el de 2020, el más distinto de cuantos podemos recordar, nos acompaña uno de los relatos de Chéjov, Vanka, centrado en un niño de apenas 9 años y la carta que escribe a su abuelo en la Nochebuena.


Esa evocación que Vanka tiene nos acerca a la figura del abuelo. 
Desde el siglo XVII existe en Alemania una melodía folclórica llamada Grossvatertanz (Danza de abuelo), un baile que ha sufrido todos los cambios propios de este tipo de tradición, con la incorporación de textos que han ido cambiando con el transcurrir de los años.
La música se presenta en un modo tripartito con
-8 compases en tiempo de Andante.
-4 compases con otro tema en compás de 2/4 en Allegro con repetición.
-4 compases con un nuevo tema también en compás de 2/4 en Allegro con su repetición.
La más popular y tradicional de las letras fue escrita por Klamer Schmidt en 1794 y se imprimió en el Musenalmanach de Berlín de 1802, comenzando con estos versos:
Und als der Grosswater die Grossmutter nahm,
Da war der Grosswater ein Bräutigam
und die Grossmutter war die Braut
da wurden sie beide zusammen getraut
Wer weiss, wie das noch werden mag
wer weiss wie das noch kommt

(Y cuando el abuelo se llevó a la abuela, 
el abuelo era el novio
y la abuela era la novia
pues ya ambos estaban casados.
Quién sabe cómo puede ser esto todavía,
quien sabe cómo llegará)


Desde su creación en el XVII, tanto la melodía como la letra sufrieron los cambios propios de este tipo de canciones y bailes populares, siendo incorporados a algunas obras musicales. Robert Schumann la incorporó a su obra Papillons, Op. 2 en el último de los números que la forman, el nº 12, Finale.
En el enlace podemos seguir esta versión del pianista y compositor alemán en una versión que incluye la partitura.


Chéjov se abrió un nombre en la literatura con sus relatos cortos y algunas obras de teatro que triunfaron en los escenarios. A su primer gran éxito, Ivanov, le siguieron obras como La gaviota (que fracasó en su estreno, pero triunfó años más tarde), Tío Vania, Las tres hermanas o El jardín de los cerezos.
Pero donde realmente Chéjov desarrolla su creatividad de forma más contundente es en los relatos cortos, en los que introduce el monólogo de los personajes principales, una técnica que desarrollaría más adelante Joyce con el uso del monólogo interior en obras como Ulysses.
El final de la década de 1880 fue crucial en su vida. Además de su éxito con Ivanov en 1887, recibió el premio Pushkin con el que se consagraba en la literatura rusa. Su labor en favor de los necesitados no era solo una pose literaria. Durante una epidemia de cólera demostró su lucha a favor de los más desfavorecidos y miserables. Instalado en su dasha en las afueras de Moscú atendió a una veintena de aldeas próximas y, al llegar a casa, izaba una bandera roja para que los necesitados de cuidados supieran que había regresado y estaba disponible para atenderlos. En ese tiempo se contagió de tuberculosis, una enfermedad que padeció durante dos décadas y que provocó su fallecimiento a los cuarenta y cuatro años de edad.
Quizás evocando su propia infancia en el relato de Vanka, éste continúa su carta hacia su figura de referencia, su abuelo.


Una música popular como la Grosswatertanz, esta Danza del abuelo se llegó a cantar con sus varias letras y bailar al final de las celebraciones de bodas, llegando a conocerse como Kehraus o Barrido.
Además de Schumann en su Papillons, el violinista y compositor Louis Spohr llegó a utilizarla en una marcha para la boda de su mecenas el Duque de Sajonia-Meinningen
Al comienzo de este siglo, en 2003, el clarinetista y compositor Jörg Widmann la citó al comienzo de su Cuarteto de cuerda nº 3, Jagdquartett (Cuarteto de caza), en esta ocasión trastocando su sentido original y evocando la cacería que indica el título.
El enlace nos muestra este cuarteto de Widmann interpretado por The Hieronymus Quartet formado por Clémence de Forceville y Matia Gotman como violines I y II, Jenny Lewisohn con la viola y Vladimir Waltham al cello en una grabación que se realizó en febrero de 2017 en la Barenboim Said Academy de Berlín.


La obra de Chéjov no busca el fondo moral que preconizaba Tolstoi en sus obras ni la angustia que recorre cada libro de Dostoievski. No pretendía se un moralista ni el narrador se se haya por encima de su relato. "Un artista no debe ser un juez de sus personajes, sino que debe ser un testigo imparcial".
Pese al valor de sus relatos cortos, no les dedicaba mucho tiempo, a lo sumo un día, trabajando de forma más cercana a la crónica periodística que a la literatura, aunque su obra no está exenta de una carga lírica. Sus relatos, distintos y dispersos, son como teselas de un enorme mosaico que nos permiten vislumbrar la época y la sociedad en que vivió, con sus cambios, sus injusticias, sus incoherencias y sus frustraciones, situaciones que desembocarán en un siglo XX que, en cierto modo, aparecía ya en la obra de Chéjov mirándolas desde una óptica tolerante, humorística y tierna.


La tuberculosis que le acompañó durante dos décadas le ofreció la perspectiva de la muerte como un tema recurrente, no de manera trágica y cruel, sino con la visión de quien ha meditado sobre ella y la comprende, aprendiendo del valor de cada día y cada momento, sin recurrir a algo tan habitual como el "carpe diem", ese vivir el momento, sin pensar en el mañana en la búsqueda del placer momentáneo. Con serenidad Chéjov afrontaba cada momento, buscando el sentido de cada uno de ellos.



No sólo utilizó Schumann la melodía de Der Grossvatertanz en el número final de Papillons, sino que también la citó en otra de sus obras, Carnaval, Op. 9, una obra para piano en que se representaba a sí mismo, algunos amigos y compositores y a algunos personajes de la Commedia dell'arte como Arlequín o Colombina.
La última de las piezas, Marche dels Davidsbündler contre les Philistins (Marcha de la liga de David contra los filisteos) recoge algunas de las melodías previas de la obra junto con lo que él llama en su partitura un "tema del siglo XVII" que es de nuevo la Grossvatertanz con que representa a aquellos que apoyan las ideas antiguas que han quedado caducas, denominados por el autor como filisteos.
La gran pianista japonesa especializada en Mozart, Mitsuko Uchida interpreta esta marcha final del Carnaval recogida en su disco Schumann: Carnival/Kreisleriana de 1995.

 
Vanka se publicó en La Gaceta de San Petersburgo el día de Navidad de 1886 y quizás sea el cuento de esta época más triste y doloroso que exista. En primer lugar por la dureza del relato, pero de modo especial, por el mensaje que transmite y que va contra la tradición de tratar situaciones que se resuelven con una gran dosis de ternura y un final que se desencadena milagrosamente feliz.
Hay en Vanka una mezcla de la inocencia con la esperanza que se tropieza con lo imposible, mientras el espíritu navideño que suele animar estos relatos se encuentra aquí con una sutil crítica a su razón de ser.


Duele leer la historia de Vanka, aunque nos transmite un indudable deseo de ayudarlo. 
Su carta no tiene nada que ver con las miles que se envían en estas fechas, pero la mayor de las enseñanzas que podemos obtener de este particular relato navideño es la esperanza que se tiene con los abuelos, una relación distinta a la que se desarrolla con los padres, más alejada del día a día, propiciada desde la distancia y a la vez la cercanía que dan la experiencia, con más sabiduría y de una riqueza especial.


Pero la más conocida de cuantas versiones se han realizado de la Grossvatertanz pertenece a Peter Ilich Tchaikovsky que la introduce en el más famoso de sus ballets que transcurre precisamente durante una celebración de la Nochebuena. En su ballet El cascanueces, estrenado en 1892, el compositor ruso transcribe esta danza tras la cena familiar.
El enlace nos muestra una versión de El cascanueces perteneciente a una de las versiones que The New York City Ballet llevó al escenario hace unos años con la estética de la época en que se estrenó, llevada al territorio americano del fin del siglo XIX.

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Tres pinceladas sobre la Navidad

No sólo tienen un componente social y religioso las celebraciones navideñas. Desde hace mucho tiempo la literatura y la música se han acercado de muy diversas maneras a estas fechas, mostrándonos costumbres y argumentos que se desarrollan en el día de Navidad o su víspera. 
Te propongo un paseo con tres pinceladas que nos acercan a las celebraciones de la Navidad desde el punto de vista de la literatura y el ballet. Nos acompañan los autores más clásicos de estas fechas, Dickens, E. T. A. Hoffmann y Tchaikovsky. Si te gusta... ¡Comparte, sugiere, comenta!



Gran parte de la culpa de la imagen que tenemos de las celebraciones de Navidad viene de la mano de uno de los escritores ingleses más conocidos.
Charles Dickens llenó con sus relatos una etapa de la vida inglesa con una presencia que nunca ha decaído desde mediados del siglo XIX hasta nuestros días.
Hace unos años, la BBC recogió las influencias que el escritor dejó al mundo en un artículo que tituló Charles Dickens: Six things he gave the modern world (Charles Dickens: Seis cosas que dio al mundo moderno). En él presentaba, en este orden, las siguientes aportaciones: La celebración de las navidades, especialmente por el éxito de Canción de Navidad; la denuncia de la pobreza; la creación de los personajes tal como se entienden en la comedia moderna; el cine, en el sentido de que uno de sus pioneros, D. W. Griffith planteó las primeras ideas del séptimo arte a partir de algunas ideas de Dickens como los primeros planos o el montaje paralelo; los nombres de los personajes, siempre cargados de simbolismo, y, para finalizar la lista, la visión de la ley y el derecho.
Imagen a partir de las ilustraciones originales de B.Seymour and Phiz
La Navidad y sus celebraciones aparecen en un gran número de obras de Dickens, aunque la más popular es, sin lugar a dudas, Canción de Navidad, esa obra en que el desagradable prestamista Scrooge se enfrenta a los tres espíritus de las navidades pasadas, presentes y futuras.
En el primer gran éxito de Dickens, la novela por entregas Los papeles póstumos del Club Pickwick (del que hemos tomado parte del título para este blog) hay capítulos dedicados a las celebraciones navideñas. 
Nos acercamos a uno de estos capítulos que el escritor nos presenta con esos títulos descriptivos que tanto le gustaban.


Capítulo XXVIII
Un bienhumorado capítulo navideño, conteniendo el relato de una boda, además de algunas otras diversiones, que aún siendo, a su manera, tan buenas costumbres como el mismo matrimonio, no se observan tan religiosamente en estos tiempos degenerados

Aunque lo que más nos ha llamado la atención de la obra de Dickens han sido siempre los relatos con fondo social, en obras como esta crea las ocasiones para presentar de cuando en cuando algún relato extraño, misterioso o de fantasmas o algún poema que suele poner en boca de los protagonistas en tertulias alrededor del fuego o de una mesa. En esta ocasión, uno de los personajes recrea a los invitados con una poesía sobre la Navidad.



En El Cascanueces, el ballet de Tchaikosvky los niños invitados a la fiesta de Nochebuena observan admirados los muñecos bailarines que el padrino Drosselmeyer les ha traído.
Nos acompaña una producción del Staatsballett Berlin con coreografía de Yuri Burlaka y Vasily Medvedev y Alexander Shpak, Iana Balova y Arshak Ghalumyan como los muñecos y Michael Banzhaf en el rol de Drosselmeyer


Ernst Theodor Wilhem Hoffmann era tan aficionado a la música, a la que quiso desearse profesionalmente, que cambió su tercer nombre por el de Amadeus en honor de Mozart, siendo conocido entre nosotros como E. T. A. Hoffmann. Siendo una persona polifacética que alternó su profesión de con sus trabajos como escritor, dibujante, caricaturista, pintor, compositor y cantante con su voz de tenor, su producción creativa es más conocida por ser el autor de un significativo número de cuentos y relatos cortos más que por sus obras musicales, de las que el mismo Beethoven era admirador.
Imagen a partir de una ilustración de Los cuentos de los mejores ballets, Ed. Susaeta
Nussknacker und Mausekönig (El cascanueces y el rey de los ratones) es un relato publicado en 1816 que transcurre en la Nochebuena en la casa de los Stahlbaum protagonizado por sus hijos Fritz, Louise y, sobre todo, Marie. En este cuento infantil y navideño, tras recibir los regalos colocados bajo un enorme árbol de Navidad, Marie advierte un presente que el padrino Drosselmeyer ha dejado sobre la mesa, un cascanueces con forma de muñeco. A media noche, éste toma vida, lucha contra el rey de los ratones y lleva a Marie en un maravilloso viaje por un reino poblado de juguetes.
El texto que nos acompaña nos muestra el momento en que Marie descubre tan particular regalo.




Uno de los momentos más particulares de El Cascanueces es la danza del Hada de Azúcar (Sugar Plum Fairy) en la que Tchaikovsky introdujo como instrumento principal la celesta, un tipo de armonio con parecido a un piano vertical en el que los martillos golpean unas placas metálicas emitiendo un sonido particular. Fue en esta obra donde se hizo popular. 
La grabación corresponde a una interpretación de Lauren Cuthbertson para el Royal Opera House subida a la red en 2017.


El que posiblemente sea el ballet más conocido y representado de toda la historia, El Cascanueces, se basa indirectamente en el relato anterior. Una adaptación que Alexandre Dumas hizo sobre el cuento de Hoffmann sirvió de base para que Vsévolozhsky y Petipa lo transformaran en un libreto en dos actos al que le puso música Peter Ilich Tchaikovsky.
Marius Petipa, coreógrafo francés que pasó los últimos sesenta años de su longeva vida en San Petersburgo y revolucionó el ballet romántico para crear lo que se llamó el gran ballet ruso, fue el encargado de la coreografía, aunque por su delicado estado de salud fue completado en parte por su ayudante Lev Ivanov, sin que aún quede claro a quien de los dos le corresponde la coreografía, aunque habitualmente se atribuye a ambos.
Imagen a partir de las ilustraciones originales de B.Seymour and Phiz
En el paso del cuento al ballet se produjeron varios cambios. En lugar de tres hermanos solo son dos: Friedrick y Clara. El primer acto se dedica completamente a la fiesta familiar de Nochebuena desde la entrada de los familiares e invitados, los juegos de los niños, los bailes de los padres, la irrupción del padrino Drosselmeyer y sus regalos, hasta la despedida de todos y la aparición de Clara a media noche, momento en que el Cascanueces lucha contra el, ahora, Príncipe de los ratones. 
El segundo acto muestra el viaje que el Cascanueces hace con Clara hasta el País de los Dulces donde son recibidos por The Sugar Plum Fairy (El Hada de Azúcar), su caballero y otros dulces. Aquí aparecen los momentos más espectaculares del ballet: las danzas española, china, árabe, rusa y francesa, el conocidísimo Vals de las flores. Finalmente, Clara despierta bajo el árbol navideño con su cascanueces de madera mientras cae el telón.
En definitiva, se trata de un ballet donde los ensueños infantiles se desarrollan la víspera de Navidad, con un componente que hace que sea una de las primeras aventuras relacionadas con la música clásica que pueden apreciar y disfrutar los más jóvenes y que siempre nos seduce a los mayores.

Dentro de las danzas que se desarrollan en el segundo acto, Tchaikovsky y Petipa encadenan una serie basada en cinco, aunque en ocasiones se amplía alguna más y en las que el orden no suele ser fijo, alternando una más lenta con otra más rápida. Dentro de las danzas más lentas destaca la Danza Árabe, todo un prodigio de contención y dominio del cuerpo rozando más la parte gimnasta y acrobática, por decirlo de una manera fácil de entender, que la danzada.
Sergey Chumakov y Elena Petrichenko realizan una variación de la Danza Árabe en una producción del Moscow Ballet.



En los momentos que se escribe esta publicación la Compañía Nacional de Danza está llevando a cabo diversas representaciones de El Cascanueces con coreografía y dirección escénica de José Carlos Martínez y con la dirección artística de Joaquín de Luz. Realizarán representaciones en el Teatro de la Zarzuela de Madrid durante el mes de diciembre y en el Teatro Maestranza de Sevilla del 9 al 12 de enero. Aquí tendremos la oportunidad de disfrutar de esta obra maestra.
Imagen a partir de una ilustración de Los cuentos de los mejores ballets, Ed. Susaeta
Finalizamos con una versión completa de El Cascanueces para aquellos que tengáis tiempo y queráis disfrutarla. Se trata de una versión del New York City Ballet de 2011 con Ashley Bouder como Drosselmeyer, Megan Fairchild como Sugarplum Fairy y Joaquín de Luz, el actual director artístico de la Compañía Nacional de Danza como el Caballero que acompaña a Clara durante su viaje. La dirección musical está a cargo de Clotilde Otranto y la coreografía corresponde a la versión de George Balanchine.

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