Durante siglos, el ejercicio del poder y la construcción de los grandes imperios venía asociado a la guerra y al sometimiento de los pueblos vencidos. En esos mismos imperios y estados, pocos eran los que podían sentir que tenían una vida justa y desahogada.
La guerra y el sometimiento de los vencidos se convirtió durante una gran parte de la historia de la humanidad en parte consustancial de la existencia humana. El florecimiento de un impero o un estado se basaba en muchas ocasiones en el dominio y conquista de otros vecinos o rivales, la mayoría de las veces por la guerra, ya tuviera esta un cariz económico, religioso o ideológico. Para la población, la guerra se asumía como un mal necesario e inevitable.
Apenas si había voces que discreparan públicamente de semejantes situaciones, salvo algunas que se erigían como fuerza moral arriesgándose a cargar con las consecuencias de su acción.
Las dos grandes guerras que asolaron Europa y el mondo en la primera mitad del pasado siglo fueron la culminación de las luchas de poder que habían comenzado en las centurias anteriores. En el XIX, que comenzó con la Revolución Francesa unos años antes de comenzar el siglo, se asentó la figura de Napoleón Bonaparte, quien se quiso erigir en uno de los grandes militares y estadistas como los antiguos Alejandro Magno, Julio César o Carlomagno que llevara los frutos de la revolución a todo un continente, una vez más por la conquista y el sometimiento de los estados.
Dos obras nos acercan a este tiempo que se desenvuelve entre el conflicto bélico y la concordia, ambas de creadores rusos. Por un lado, nos acercaremos a una colosal novela de Tolstói, una obra en la que el escritor ruso vuelve a mostrar su pacifismo. Junto a ella, nos acompañará una pieza de Tchaikovsky, una obra de encargo que ha pasado a formar parte del repertorio de las grandes orquestas. Juntas forman un conjunto unido por dos visiones distintas y divergentes sobre el intento de Napoleón de conquistar Rusia.
Te propongo reflexionar sobre las guerras y sus consecuencias con dos obras imprescindibles: Guerra y paz de Tolstói y la Obertura 1812 de Tchaikovsky Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!
Franz Roubaud, Batalla de Borodinó, Museo Panorama de la batalla de Borodinó. |
Cuando Lev Nicoláievix Tolstói comenzó a escribir Voiná i mir (Guerra y paz) había transcurrido casi medio siglo de los hechos que se narran en la novela y el escritor tardó siete años más en completarla. La primera parte se publicó por entregas, una práctica habitual en la época, en la revista El heraldo ruso en 1865.
Hasta entonces los libros, que tenían un público eminentemente nacional, exaltaban y ensalzaban las guerras, pero Tolstói introdujo dos grandes novedades en la historia que narraba. Por una parte, incluyó una gran cantidad de personajes, algunos reales, otros ficticios, mostrando el punto de vista de su realidad social y personal, frente a unos libros anteriores que centraban todo el foco de atención en los grandes personajes.
Por otra parte, el escritor decidió mostrar el horror y el dolor que experimentan las personas durante la guerra y después de ella, incluyendo los traumas y secuelas que las guerras dejan en los protagonistas, tanto militares como civiles, y sus familiares y allegados. También protagonismo, además de militares, príncipes y nobles, soldados, siervos y personajes de toda condición social, con los que nos muestra diversos puntos de vista sobre lo que todos ellos experimentan con los conflictos.
Fotografía de Tolstói de 1868 cuando está terminando de escribir Guerra y paz, realizada en un estudio en Moscú. |
Escrita en cuatro volúmenes, cada uno de ellos dividido en varias partes con sus capítulos correspondientes, Guerra y paz muestra un vasto mosaico que abarca desde 1805 hasta 1820, aunque se centra de modo especial en los meses alrededor de la batalla de Borodinó.
El primero de los textos que nos acompaña se halla en la segunda parte del volumen tercero y muestra una conversación entre dos de los principales protagonistas de la novela, Pierre Bezújov y el príncipe Andréi Bolinski, aunque en el extracto sólo se muestra el razonamiento de este último.
Basada también en la invasión de Napoleón en Rusia y en la batalla de Borodinó, nos encontramos con una obra maestra de Peter Illych Tchaikovsky, su Obertura 1812.
La génesis de esta obra se gestó en 1880 cuando el zar Alejandro II preparaba a su país para celebrar el septuagésimo aniversario de los acontecimientos. Para ello mandó construir la Catedral de Cristo Salvador en Moscú, mientras el director del Conservatorio de la capital rusa, Nikolai Rubinstein, sugirió la composición de una pieza musical que se estrenara en la inauguración de la catedral. La obra se le encargó a Tchaikovsky que la comenzó a componer en octubre de 1880, finalizando la misma en seis semanas.
Se trata de una composición escrita para ser interpretada en el exterior de esta iglesia con un grupo de instrumentos particular, ya que está escrita para orquesta sinfónica, campanas de iglesia y cañones de salvas, aunque estos últimos suelen sustituirse, por razones obvias, por carillones o campanas tubulares y percusión. En algunas versiones, se incorporan también los coros que interpretan las melodías incluidas por el compositor.
La idea original de interpretar la obra en la plaza de la catedral con una banda de viento metal reforzando la orquesta, con las campanas de la iglesia repicando y los cañones de artillería disparando salvas fue desechada debido al asesinato del zar Alejandro II en marzo de 1881.
Así, el 20 de agosto de 1882 se estrenó esta obra con la dirección de Ippolit Altani, catalogada como el Op. 49 de Tchaikovsky y que tenía el extenso título de El año 1812, obertura festiva para conmemorar la consagración de la catedral de Cristo el Salvador, aunque se la conoce como Obertura 1812. En el estreno se interpretó con una orquestación convencional, sin campanas, artillería ni coros y bajo una carpa, debido a que la catedral aún no estaba finalizada.
Nos acompaña el comienzo de esta Obertura 1812 en la versión instrumental sin coro en el que la orquesta reproduce la melodía de un coro religioso ruso, Dios, protege a su pueblo.
Tolstói se tomó muy en serio creación de su monumental novela. Para ello investigó con detenimiento el contexto en el que se desarrolla la historia leyendo relatos sobre las campañas napoleónicas procedentes de fuentes rusas y europeas y visitó el lugar donde se desarrolló la batalla crucial de la misma, Borodinó, a poco más de cien kilómetros de Moscú.
No sólo buscaba conocer el ámbito en que se desarrollaron los hechos y su exactitud histórica, sino que pretendía mostrar los defectos de las narraciones al uso, en la que los historiadores centraban los acontecimientos en la fuerza e importancia de los grandes personajes, los monarcas, políticos y militares, dejando de lado las historias de las personas que sufren las consecuencias de las decisiones que se toman en esos ámbitos.
De esta forma, León Tolstói desarrolla en su obra el hecho de que por órdenes de los altos mandatarios cientos de miles o incluso millones de personas han debido de salir de sus hogares y matarse entre sí, pese a conocer todos ellos que matar a un ser humano es un hecho moralmente incorrecto y reprobable que en condiciones normales jamás harían.
Con esta obra, además, Tolstói realiza un cuadro que refleja la sociedad de su tiempo, una sociedad que es a la vez fascinante y decadente.
En el siguiente texto nos acerca a un detalle ocurrido durante la batalla de Borodinó, en la que, según se relata, Napoleón estaba resfriado. El razonamiento que acompaña la narración, de tintes filosóficos, incide en que la responsabilidad de quienes se adentran en una guerra no está sólo en los que incitan a ella, sino en todos los participantes en la misma. El argumento principal que utiliza es que en esa batalla Napoleón no disparó ni mató a nadie, pero fallecieron más de ochenta mil combatientes.
Cuando en 1891 Tchaikovsky viajó a Estados Unidos dirigió su Obertura 1812 en la gala de inauguración del Carnegie Hall en Nueva York. Desde entonces, una obra como esta que no tiene relación alguna con el país americano, suele estar en los festejos con que se suele celebrar la independencia el 4 de julio.
Con el paso del tiempo, una obra que celebraba el fracaso de la invasión napoleónica se ha convertido en un símbolo de la libertad, de la resistencia frente al poder opresor y conquistador.
Pese a todo, Tchaikovsky nunca se quedó satisfecho con esta composición hasta el punto que escribió a su mecenas Nadezhda von Meck que la obra era «fuerte y ruidosa, pero carente de cualquier mérito artístico, porque la escribí sin calidez ni cariño».
En varias ocasiones se ha utilizado en el cine, la última de ellas en V de Vendetta dirigida en 2005 por James McTeigue, en la que se utilizaba como parte de la banda sonora. También aparece en El club de los Poetas Muertos de Peter Weir en la que el profesor Keating -inolvidable papel de Robin Williams- solía silbar melodías de la obertura.
Nos acompaña el Allegro vivace con que finaliza la Obertura 1812 en una interpretación del concierto Voces para la paz celebrado en el Auditorio Nacional de Música el 13 de junio de 2010 bajo la dirección de Miguel Roa.
Comienza con melodías del himno francés, imitación de sonidos de la batalla, un cambio hacia melodías rusas que indican la retirada del ejército napoleónico, un canto coral del pueblo ruso y el apoteósico final con las campanas y cañones.
En nuestros días se muestra una opción difícil y complicada embarcarse en la lectura de una obra de tan descomunal extensión por la falta de tiempo del que disponemos. Sí puede afrontarse leyendo los libros que la componen de forma independiente, pasando a otras lecturas y volviendo en un tiempo prudencial de nuevo a ellos.
Más complicado lo tuvo la esposa de León, Sofía, quien trabajó en sus obras como copista, entre otros motivos, porque era la única persona capaz de entender su casi ilegible letra, quien además de escribir en las hojas y aprovechaba verticalmente los márgenes cuando estas estaban completas. Con los cambios que fue introduciendo y hasta llegar a la versión definitiva, hubo de copiarla nada menos que en veintiuna ocasiones.
La obra, que comenzó llamándose Año 1805, el momento en el que comienza la narración, finaliza quince años después, cuando Tolstói nos relata cómo continúan su vida algunos de los personajes principales, años después de la batalla de Borodinó en 1812, alrededor de la cual se sitúa el momento álgido de la obra.
Los acontecimientos, en los que mezcla personajes históricos reales con otros ficticios, son narrados con la perspectiva que da el paso de casi medio siglo, lo suficiente para conocer las secuelas que un conflicto deja en quienes lo viven en primera persona o a través de familiares vivos o desaparecidos.
El propio título sugiere esa dualidad entre el caos y la destrucción que provoca la guerra y la tranquilidad, el sosiego, incluso la monotonía y el tedio de la paz. Pero Tolstói no sería él mismo si su obra no fuera también una suerte de tratado filosófico en el que desarrollar sus ideas sobre las guerras y sus horrores y consecuencias, el amor y el matrimonio o el derecho a la propiedad y, de modo particular, cómo los estudiosos transmiten la historia en sus tratados y estudios.
Guerra y paz es una obra que nos sumerge en la Rusia de comienzos del XIX, un tiempo lejano y desaparecido, pero que nos muestra un mosaico colosal, como nadie ha hecho nunca sobre un tiempo y una sociedad.
Tras el cuarto libro, el escritor ruso coloca un epílogo dividido en dos partes. En la primera muestra cómo se desarrolla la vida de los personajes principales en 1820, años después de finalizar la narración allá por 1812. La segunda parte, así como algunos momentos de la primera, es una disertación casi filosófica, en la que Tolstói reitera algunas de las ideas que ha ido desarrollando a lo largo de la obra.
Nos quedamos con el capítulo segundo de esta última parte de la novela en la que vuelve a desarrollar la idea de que el desarrollo de la historia de las sociedades y los pueblos no es cuestión de políticos, zares, reyes o gobernantes, sino que es producto de todas las fuerzas que participan en los hechos de una u otra forma.
Finalizamos esta publicación sobre los acontecimientos que generaron dos obras tan importantes como Guerra y paz y la Obertura 1812 con la audición de esta última en su versión completa.
El comienzo viene marcado por la melodía religiosa de la Iglesia Ortodoxa Dios proteja a su pueblo que evoca la convocatoria para rezar por la paz que preconizó el Patriarca de la iglesia rusa, sabedor que el ejército de Napoleón era prácticamente invencible.
Le sigue una mezcla basada en la descripción del conflicto y los sentimientos de desesperación y euforia de los participantes, unido a los lejanos sones de La Marsellesa que representa el avance de los franceses. Los ejércitos se encuentran en Borodinó donde los franceses se imponen en una victoria pírrica.
La tercera parte comienza con otra melodía tradicional rusa que refleja el llamamiento del zar Alejandro I para que el pueblo defendiera a la Madre Rusia, aunque el himno francés vuelve a prevalecer.
Los rusos abandonan el camino hacia Moscú dejando la tierra arrasada para dificultar el avance y abastecimiento francés. La prevalencia de la música tradicional rusa que lucha contra la francesa inicia un crescendo que culmina con la victoria local, al tiempo que Moscú está asolada por los incendios. Al entrar en la ciudad arrasada un nuevo himno religioso ortodoxo que representa al famoso General Invierno para el que los franceses no están preparados, decide la confrontación.
Los invasores se retiran sin fuerza, sus atascados cañones con capturados y disparados por los rusos en señal de victoria, mientras de mezclan con el repicar de las campanas de las iglesias.
Nos acompañan dos versiones de esta Obertura 1812. Elige la que prefieras.
La primera, con coros, está interpretada por la Russian Bolshoi Symphony Orchestra, el Yuriov Chapel Choir of Russia dirigidos todos por Tomomi Nishimoto en una grabación que se realizó el 2 de enero de 2004 en el Conservatorio de Moscú.
La siguiente versión es más clásica, sin coro, pero con el acompañamiento de las campanas y las salvas de artillería en el exterior, con la dificultad que supone coordinarlas con la música. Es una grabación histórica que se interpretó en 1990 en una gala que celebraba el ciento cincuenta aniversario del nacimiento de Tchaikovsky con la Orquesta Filarmónica de Leningrado y la dirección de Yuri Temirkanov. Al finalizar en la que aparecen algunos de los intérpretes invitados a la gala de la que esta obra formaba parte del programa: El violinista Itzhak Perlman o la soprano Jessie Norman, entre otros.
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Bibliografía y webgrafía consultadas:
- Tolstói, León. Guerra y paz, Editorial El Aleph, traducción de Lydia Kúper Fridman, 2010.
Hola Miguel, yo soy una de esas que no puede leer Guerra y paz, por falta de tiempo y porque me echan para atrás los libros tan extensos, estos suelen tener mucho "rollo" y me crispa que se meta tanto rollo... Que no digo que sea el caso de Guerra y paz, pero...
ResponderEliminarLa música estupenda.
Un abrazo. :)
Es el mayor problema de obras como esta, Merche: su extensión. Tolstói muestra un mosaico muy completo de la sociedad de su época. Pero nuestra época utiliza el tiempo de otra forma.
EliminarUn fuerte abrazo :-)
Querido Miguel, en dos palabras: IM - PRESIONANTE. La Obertura 1812 la conozco desde hace años y cada vez que me aparece por algún sitio, vuelvo a escucharla. Los 4 vídeos que incluyes, maravillosos. Especialmente el último, por ser versión completa y clásico. En cuanto a la obra de Tolstoi, siempre he pensado que la tenía en una edición del Círculo de Lectores, pero ... acabo de comprobar que no, que el libro es Anna Karenina. Así que me conformaré con tu resumen. Enhorabuena por esta nueva entrega. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Joaquín.
EliminarLas dos me parecen obras maestras, aunque el tiempo que precisamos para acercarnos a ellas varía diametralmente.
A mi también me gusta especialmente la versión de la Obertura que dirige Yuri Temirkanov, aunque echo de menos la parte coral de la obra. Entiendo que al interpretarse en el sesquicentenario del nacimiento de Tchaikovsky optaron por la versión del estreno.
Un fuerte abrazo :-)
Creo que no me hubiera gustado nacer en aquellos tiempos tan terribles de guerras y conquistas. Los vídeos que compartes son una muy buena elección. Gracias por compartirlo. Un abrazo
ResponderEliminarGracias a ti, Nuria.
EliminarNo eran buenos tiempos para nacer y vivir con esa dinámica de confrontación.
Un fuerte abrazo :-)
Genial entrada. Una maravilla tanto Guerra y Paz de Tolstoi (una personalidad excéntrica y muy interesante, a quien me encantaría acabar leyendo en ruso) como la Obertura 1812 de Tchaikovsky (un genio de la música).
ResponderEliminarEn cuanto a las guerras napoleónicas y el pensamiento de Tolstoi sobre las guerras, fue por eso me pareció insultante determinadas frases que se pusieron en la tumba de Napoleón en París tal y como puse en dos entradas en Fotograrte. Son de esas cosas que no sabes si reír o cabrearte, absolutamente vergonzosas. Que me parece genial que le quieran mucho pero poner, por ejemplo, "Por todos los sitios por donde mi reino ha pasado, ha dejado huellas duraderas de su beneficio", es no tener mucha vergüenza y mentir descaradamente. Ya no sólo por los muertos y la destrucción, sino porque además el expolio de obras de arte y la destrucción (hasta casi se cargan la Alhambra...) fue de proporciones gigantescas. Después encima hubo que aguantar que los hijos del mariscal Soult (uno de los que más robó) dijeran que los españoles tenían que estar agradecidos porque gracias a ellos se había conocido la pintura española en el mundo. LO dijeron cuando subastaron bastantes de esos cuadros a la muerte de su padre.
Un abrazo.
Gracias, Mercedes.
EliminarTostói y Tchaikovsky son dos grandes creadores que muestran su creatividad en estas y otra obras. En cuanto a Napoleón, ya sabemos lo que supuso para la historia. También conocemos la reacción de Beethoven cuando le retiró la dedicatoria de su Tercera Sinfonía al ver que traicionaba sus principios.
Un fuerte abrazo :-)