La muerte es consustancial a los seres vivos. Vida y muerte son realidades y conceptos antagónicos que en ningún caso se excluyen. El concepto de vida no se entiende sin el de muerte desde los primeros albores de la humanidad.
Entendiendo que la vida transcurre entre el nacimiento hasta la muerte, se han elaborado diversos razonamientos entre los que la situación ideal es una vida larga, completa en el sentido de que la persona desarrolle sus capacidades, propósitos y posibilidades de forma completa para llegar a una feliz ancianidad en el que su vida finalice sin mayores sufrimientos. Todo lo demás, son alteraciones y variantes sobre esta idea utópica.
Pocas palabras tienen un sentido más apropiado y a la vez más particular que el término accidente. Proveniente del latín accidens, accidentis, es el presente participio de accedere (suceder) y ad + cadere (caerse).
El Diccionario de la R.A.E. lo define en su primera acepción como:
Accidente: 1. m. Suceso eventual que altera el orden regular de las cosas.
A partir de esta acepción se derivan todas las demás en los términos que solemos darle a esta palabra.
No todo el mundo tiene la posibilidad de desarrollar y tener una larga existencia en el sentido mencionado anteriormente y son muchas las personas que han encontrado la muerte antes, en ocasiones por alguna enfermedad, en otros casos a través de lo que podemos denominar de forma accidental.
Se da el caso de muchos creadores que han acabado su vida dejándola doblemente inacabada, por una parte, su existencia vital, más allá de las creencias de cada persona; por otra, una obra inconclusa que podría haber tenido una continuación en unos momentos de mayor madurez creativa.
Algunos de estos artistas fallecieron de forma totalmente accidental, en algunos casos de forma extraña, finalizando inesperadamente sus vidas de manera real e inmerecidamente absurda y grotesca, si no fuera por la carga de tragedia que esta supone. Una vida marcada por el pensamiento y su difusión puede acabar en algunas ocasiones de forma ciertamente ridícula e inverosímil como colofón a una existencia que se podría denominar como ilustre y escelsa.
Te invito a conocer de qué forma tan peculiar, absurda e inesperada fallecieron algunos grandes creadores, dejando su vida y su obra inacabadas. Nos acompañan Esquilo, Lully, Bacon, Chausson, Camus e Isadora Duncan. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!
Gustav Klimt, La muerte y la vida (detalle) |
Predecesor de Sófocles y Eurípides, Esquilo forma con ellos la trilogía de los creadores del teatro griego, siendo él el primero en darle la forma definitiva que adquirió.
Tanto el teatro como la poesía y la filosofía griegos surgieron a partir de la vida diaria. La poesía como forma de relatar acontecimientos vividos siguiendo hechos reales más o menos idealizados, sin acercarse a la interiorización lírica con que la conocemos desde más adelante. La filosofía surgió como forma de entender y afrontar la vida, más allá de razonamientos metafísicos posteriores. El teatro, que cristalizó a partir de Esquilo partía también de la realidad cercana, mostrando la relación entre la vida y la muerte, el individuo y la comunidad. Las artes no eran para estetas o coleccionistas, sino que estaba integrada en la vida diaria de los griegos.
Guerrero además de escritor, Esquilo se preciaba de haber participado, entre otras, en las batallas de Maratón y Salamina, viviendo uno de los períodos de grandeza de Atenas.
Tras su primer éxito en el teatro con Los persas (472 a.C.), realizó un viaje a Sicilia donde acabaría instalándose años más tarde. Llegó a escribir alrededor de noventa obras de las que tan sólo se han conservado completas siete. Se le considera el fundador de la tragedia griega al introducir un segundo actor, que le permitía independizar el diálogo del coro.
Esquilo puso en escena los grandes mitos de la Grecia antigua mostrando en sus obras la dependencia del hombre de un destino superior, incluso a la voluntad de los dioses, la fatalidad que ordena la naturaleza y ante la que los actos individuales no tienen poder. Su teatro muestra las diferencias culturales entre las creencias religiosas ancestrales y las nuevas ideas del pensamiento filosófico y democrático.
Entre sus obras que nos han llegado se encuentran la citada Los persas, Orestiada (o Agamenón), Las céforas, Las euménides, Las suplicantes, Los siete contra Tebas y Prometeo encadenado, aunque de esta última se tienen dudas de su autoría.
Recogida en diversas publicaciones, las Tragedias de Esquilo, nos acompaña un texto de la primera tragedia que hizo que su nombre fuera conocido, Los persas. En él aparece el espectro de un personaje, la sombra del fallecido rey persa Darío que dialoga con el Corifeo, el personaje que se situaba en el escenario y que dirigía al coro, lo interpelaba o hablaba en su nombre al protagonista con el que actuaba. También se dirige a la reina, su viuda y madre de Jerjes y a los ancianos a quienes aconseja sobre la vida.
A Esquilo, según cuenta Valerio Máximo en sus nueve volúmenes de los Hechos y dichos memorables, le vaticinó el Oráculo de Apolo en Delfos que tendría una muerte horrible al caérsele una casa encima. Creyente en el oráculo como sus contemporáneos, decidió abandonar su vivienda y vivir a la intemperie para evitar que le cayeran los muros o el techo en el momento más inesperado.
Gela (Sicilia), 456 a. C. Mientras paseaba por el campo un águila que había cazado una tortuga la dejó caer contra el suelo para romper el caparazón y poder comérsela. La mala suerte hizo que cayera sobre la cabeza de Esquilo provocándole una fractura del cráneo que acabó con su vida.
La realidad fue más tozuda que la prudencia y, para un escritor como Esquilo, la muerte, improbable, absurda y ridícula, vino travestida de imagen literaria, como él había hecho con sus tragedias. Y el oráculo tuvo razón, fue una casa, la de la desgraciada tortuga la que le provocó la muerte.
Quizás una de las muertes más genuinamente estúpidas, absurdas y conocida sea la del compositor, director y bailarín Jean-Baptiste Lully.
De modesto origen italiano, Lully llegó a ser el músico más importante de la Francia de Luis XIV, tratando de su persona y la del monarca en El baile del Rey Sol, además de colaborar en las comedies-ballets con Molière. Durante el tiempo en que tuvo los favores del monarca más bailarín de la historia, el compositor llegó a acaparar un poder inmenso como director de la Académie Royale de Musique y logrando que por cada obra musical que se imprimiera en el reino, recibiría una parte de los beneficios.
Su figura cayó en desgracia tras el fallecimiento de la reina Marie Thérèse y la llegada de la nueva amante del monarca, Madame Maintenon que alertó a Luis XIV de la vida disoluta del músico y sus encuentros homosexuales, mal visto que se conocieran de forma pública en la época.
Para congraciarse con el monarca, Lully compuso su última ópera, Roland, a cuyo estreno no acudió el rey, enviando a su hijo el Delfín a la misma.
Tras una enfermedad del rey, Lully vio el momento de celebrar la recuperación de su salud arreglando el Te Deum que había estrenado en 1678 e interpretarlo para el monarca con los 300 músicos de la corte.
Así, el 8 de enero de 1687, en la iglesia Des Pères Fauillants dirigió el Te Deum de la misma forma en que lo hacía habitualmente: dirigiendo la orquesta, no con una batuta, sino con un largo bastón ricamente ornamentado con el que golpeaba el suelo para indicar el compás.
No se conoce en qué momento del Te Deum ocurrió, pero dirigir a tantos músicos en una iglesia barroca con la reverberación y ampliación de sonido que suelen tener estos templos hubo de hacer que sus movimientos para llamar la atención de los músico fueran enérgicos en exceso. El caso es que se golpeó en el empeine con el extremo del bastón, haciéndose una herida.
Para ponernos en situación, nos acompaña el inicio de este Te Deum (LWV 55) en su primer número, la introducción seguida de Te Deum Laudamos con le Choeur de Chambre de Namur, el tenor Thibaut Lenaerts, las sopranos Sophie Junker y Judith van Wanroij, los contratenores Mathias Vidal y Cyril Auvity y el bajo Alain Buet, la Millenium Orchestra y la Capella Mediterranea al continuo, todos dirigidos por el español Leonardo García Alarcón, en un concierto que se llevó a cabo en el Château de Versailles en 2018.
París, 22 de marzo de 1687: falleció por las complicaciones de la herida, en lo que se puede denominar un accidente laboral, el primero y, seguramente único, caso en que un director de orquesta fallece a causa del objeto con el que está dirigiendo.
La situación no habría llegado a mayores si, a sus cincuenta y cuatro años, no se hubiera infestado al no querer que lo atendiera un médico en un primer momento. Más adelante, la infección acabó en gangrena y se habría solucionado con la amputación del dedo afectado, pero Lully era bailarín y no consintió en tal medida, menos aún cuando debió amputarse la pierna entera por el avance de la gangrena.
Uno de los hombres más destacados de su tiempo, Francis Bacon (Strand, cerca de Londres, 1561) fue abogado, historiador, escritor, político, científico y filósofo. Junto con Descartes ha sido considerado uno de los iniciadores de la filosofía moderna.
Tras asistir unos años al Trinity College, estuvo en Francia bajo la protección del embajador inglés, hasta que volvió para estudiar jurisprudencia. Al finalizar comenzó su carrera política como miembro de la Cámara de los Comunes, aunque sin ocupar cargos importantes al adoptar posiciones independientes y críticas con la corte. Con Jacobo I, sucesor de la reina Isabel, ejerció como Fiscal del reino y consejero privado del rey quien le confió el cargo más alto en la corte, Canciller del reino.
Las envidias que levantaron su rápida trayectoria acabaron en un juicio por soborno y abuso de autoridad que concluyó despojándole de todos los cargos y encarcelado en la Torre de Londres.
A partir de este momento comenzó sus estudios filosóficos y científicos, retirándose a sus posesiones en Highgate cuando quedó libre para dedicarse a sus trabajos intelectuales.
Su pensamiento filosófico se centra en desarrollar el método deductivo enfatizando la importancia de la comprobación experimental sobre la teoría. En Novu Organum expuso una lógica que se oponía ala aristotélica, rechazando el método deductivo frente a la citada experimentación. Bacon defendía que la ciencia podía acabar con las supersticiones y las falsas creencias.
De entre sus obras, escritas en latín e inglés, dos se publicaron de forma póstuma. La Nueva Atlántida, en la que muestra su faceta humanista y Selva de selvas, un tratado científico.
Publicados por primera vez en 1597, Essays or Counsels Civil and Moral (Ensayos o consejos políticos y morales) con diez reflexiones, ampliándose más adelante a 28 y posteriormente con 58 ensayos en la edición londinense de 1625.
Nos acompaña uno de estos ensayos relacionado con el tema de la muerte. Escrito en 1616, una década antes de su fallecimiento, con multitud de referencias en latín que he anotado entre paréntesis, Bacon nos acerca desde distintos puntos de vista a ese tema con sus reflexiones a partir de las ideas que se mantenían en la época.
Highgate, 9 de abril de 1626. Su fallecimiento le vino a causa de sus reflexiones sobre la congelación de los alimentos como forma de conservación de los mismos.
A mediados de marzo, Sir Francis Bacon se dirigía a sus posesiones cuando, observando la nieve acumulada, pidió a sus compañeros de carruaje que le consiguieran un animal de una granja cercana. Cuando llegaron con un pollo, pidió que lo sacrificaran y desplumaran y estuvo toda la tarde excavando un agujero en la nieve para comprobar la conservación de la carne entre el frío, bien en el suelo, bien en un saco al que echó nieve en el fondo, puso después el animal y terminó cubriéndolo con más nieve.
Al finalizar pidió ayuda para levantarse alegando que había cogido frío. El enfriamiento se agravó al cabo de unos días y acabó complicándose en una pulmonía. No volvió a levantarse de la cama, falleciendo el 9 de abril, según comentaron sus conocidos en esas simplificaciones que se suelen realizar -una suerte de falacia- a causa de un pollo.
La palabra accidente la tenemos asociada desgraciadamente a los que suelen ocurrir relacionados con los automóviles y el tráfico, algo cada vez más común desde la aparición de los vehículos a motor a comienzos del siglo XX y que, en nuestros días, es fuente de preocupación para las autoridades de tráfico y en los diseños de dispositivos de seguridad en los fabricantes. Pero es más extraño encontrar este tipo de accidentes en el siglo XIX.
Nacido en París en 1855, Ernest Chausson fue un compositor seguidor de las ideas musicales de Wagner y Richard Franck. Su interesante obra, no muy amplia, es fiel reflejo de la producción del romanticismo francés de su tiempo, destacando entre ellas el Poème para violín y orquesta, su Sinfonía y la ópera El rey Arturo.
Sobre su producción llegó a manifestar: «Hay momentos en los que me siento impulsado por una especie de instinto febril, como si tuviera el presentimiento de ser incapaz de alcanzar mi objetivo, o de conseguirlo demasiado tarde».
Nos acompaña una de sus últimas obras, Chanson perpétuelle, Op. 37, una composición de 1898 para soprano y quinteto con piano, con versión para orquesta basada en un poema de Charles Cros.
La interpretación corre a cargo de la mezzo-soprano Victoire Bunel, la pianista Sarah Ristorcelli y el Quator Elmire en el concierto Generatios France Musique realizado en abril de 2019
Limary, 10 de junio de 1899. Yendo a su casa en una de esas bicicletas de finales del XIX, Chausson perdió el control de su vehículo y chocó contra el muro de su posesión rompiéndose el cráneo y falleciendo al instante con tan solo 44 años. Sin duda se trata del primer -¿y único?- compositor fallecido en accidente de bicicleta.
Renovadora del ballet clásico, Isadora Duncan (San Francisco, 1877) luchó contra la falta de naturalidad y el encorsetamiento del ballet clásico, con sus tutús y las puntas. Así se inspiró en las ménades griegas y sus movimientos arqueando el cuerpo o las pinturas renacentistas como La primavera de Boticcelli.
Estrenada en 1968, Isadora es una película dirigida por Karel Reisz que recrea la vida de esta bailarina interpretada por Vanessa Redgrave. El enlace que nos acompaña muestra un repertorio de algunas de las danzas que se incluyen en el film y que, a partir de músicas de las más clásicas de compositores como Beethoven, Schubert, Chopin, Borodin o Tchaikovsky muestran sus revolucionarias formas de interpretar.
Con cincuenta años, sus revolucionarios triunfos habían quedado atrás y llamaba más la atención por su tumultuosa vida social.
Niza, 14 de septiembre de 1927. El pequeño y lujoso Almircar CGSS conducido por Benoit Falchetto paró en el Paseo de los Ingleses donde un grupo de amigos bailaban. Se subió Isadora con su vestido rojo y un larguísimo foulard de seda rodeando su cuello que oscilaba al ritmo de sus movimientos Al despedirse de sus amigos exclamó: «Au revoir, mes amis, je vais à l'amour?» (¡Adiós, amigos, voy al amor!).
El coche recorrió unos metros hasta que el conductor frenó a oír los gritos de los espectadores que presenciaron el breve trayecto. El foulard que había ido ondeando se había enganchado en la rueda trasera oprimiendo el cuello de Isadora hasta estrangularla y arrojando su cuerpo contra la calzada. Falleció al instante.
Nos acompaña la breve escena de la película Isadora en que se recrea este fatal acontecimiento en el que Reisz mezcla la tragedia con la alegría desenfrenada de los compañeros de baile, incapaces de pensar que no asisten a una representación.
Se calcula que cada año fallecen aproximadamente 1.350.000 personas en accidentes de tráfico en todo el mundo, una cifra que crece por el aumento exponencial del parque móvil y disminuye lentamente por las campañas de concienciación, las mejoras en las vías de circulación y la cada vez mayor seguridad en los vehículos. Aún así, un sólo accidente ya es más de lo que deberíamos permitir.
Isadora Dundan |
Albert Camus (Mondovi, Argelia, 1913), nació en una modesta familia de emigrantes franceses en Argelia y comenzó a ser conocido en Francia con su novela El extranjero y el ensayo El mito de Sísifo en las que muestra su influencia del existencialismo. Durante la Segunda Guerra Mundial militó en la Resistencia y fue uno de los fundadores del periódico clandestino Combat que llegó a dirigir. Además de estrenar El malentendido y Calígula en el teatro, publicó La peste, la novela que supuso un giro en su pensamiento al plantear que la solidaridad y la resistencia ante la tragedia supera a la idea de lo absurdo de la existencia.
En sus obras aparecen con frecuencia reflexiones sobre la muerte que reflejan con fuerza su sentido trágico como la única fuerza con poder para destruir la vida de cualquier persona en el momento más inesperado, como filosofía del Absurdo. «Lo absurdo impone a la muerte, es necesario dar a ese problema prioridad sobre los otros, al margen de todos los métodos de pensamiento».
Nos acompaña el inicio de El extranjero en el que se narra con una escueta frialdad el conocimiento de la muerte de su madre y los pasos que lo siguieron.
Con una enfermedad respiratoria incurable, la muerte de Albert Camus entra dentro de la categoría de accidente con las nefastas connotaciones a las que nos estamos acostumbrando: el dramatismo de la escena, la tragedia de la vida segada antes de tiempo y la pérdida de la obra que queda sin finalizar. A su fallecimiento se suele añadir un comentario que acrecienta el halo trágico aún más si cabe.
El tres de enero de 1960 los periódicos franceses publicaban la muerte de Fausto Coppi, el ciclista que había ganado en cinco ediciones del Giro de Italia. Erróneamente atribuían su fallecimiento a un accidente de auto, cuando en realidad había sido a causa de la malaria. Desconociendo esta circunstancia, Camus comentó a sus allegados: «No conozco nada más idiota que morir en un accidente de auto».
Carretera en la Borgoña cerca de Villeblevin, 4 de enero de 1960. Michel Gallimard, su esposa, su hija y Albert Camus tienen un accidente de coche al reventar una rueda en una recta y chocar consecutivamente con dos árboles. El choque con uno de los árboles fue tan violento que el vehículo se partió en tres pedazos. El cuerpo de Camus fue a parar a los asientos posteriores falleciendo en el acto. El editor Galimar estuvo ingresado de gravedad un tiempo, mientras su esposa e hija apenas si tuvieron unas contusiones. El absurdo de la muerte se unió al comentario de la víspera.
Finaliza esta publicación sobre la muerte absurda de algunos escritores y músicos con un documento gráfico histórico: un reportaje sobre el accidente en el original francés donde se muestra brevemente cómo sucedió.
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- Esquilo. Tragedias, Editorial Gredos, Ebook. ISBN: 9787424998356.
- Bacon, Sir Francis. Ensayos, tracuddión de Gonzalo Torné de la Guardia. Galaxia Gutenberg S. L. (2023). ISBN: 9788419738493.
- Camus, Albert. El extranjero, Editorial DeBolsillo. ISBN: 978846635138.
Hola, Miguel, ¡cuánta curiosidad! Me ha sorprendido la de Esquilo, no recordaba ese dato, el pobre, ya es mala suerte...
ResponderEliminarMuy buen artículo, como siempre.
Un abrazo. :)
Gracias, Merche.
EliminarTuvieron mala suerte cuando murieron y la de Esquilo es el colmo. A nadie se le ocurriría imaginarlo siquiera.
Un fuerte abrazo :-)
Qué Esquilo muriese por culpa del caparazón de una tortuga que le fracturó el cráneo es como poco para pensar en el oráculo. El resto de muertes ya es mala suerte, lo que pasa es que la de Esquino es la que menos probable parecía y al final le cae la casa encima, aunque es la casa de una tortuga. ¡Qué cosas pasan! Gracias por compartirlo. Un abrazo
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Nuria.
EliminarLo de Esquilo es un caso único. A nadie le gustaría estar en su lugar y pasar a la historia por esa razón. Seguro que ha habido muchos accidentes fatales tan extraños como éste.
Un fuerte abrazo :-)