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¿Cómo utilizamos las ideas?

La evolución de los seres humanos a través de la historia viene marcada por la transmisión de las ideas, pensamientos y conocimientos que se han adquirido a lo largo de toda la existencia de la humanidad. Una transmisión que no ha sido lineal, con momentos de mayor avance y otros de retroceso y nos han llevado al momento en el que nos encontramos.
¿Te has llegado a plantear cómo evolucionamos y mejoramos a partir de la transmisión de los conocimientos? 
En muchas ocasiones hemos reconocido situaciones, ideas o imágenes que encajan en nuestra vida, en las necesidades que tenemos en ese preciso momento y las vemos como si hubieran surgido exclusivamente para nosotros. Así, van, vienen, las aceptamos como son o las cambiamos a nuestro gusto e interés y las hacemos nuestras. Y cuando son nuestras nos acompañan por siempre como si lo hubieran sido desde el principio.
A muchos autores les ha ocurrido lo mismo. Ideas propias o de otros que son aprovechadas, novedades en los conceptos artísticos que hacen evolucionar un estilo, ideas que, transformadas, se convierten en nuevas ideas. En esta entrada te propongo comprobar cómo algunas ideas, siempre brillantes, han ido evolucionando entre un autor y otro o bien por el mismo autor, siendo utilizadas en diversas obras. Nos acompañan obras de García Márquez, Hrabal y Häendel.



De El extranjero de Albert Camus tomó una idea Hrabal y escribió una narración, La leyenda de Caín, que publicó más de veinte años más tarde. A esa historia, que se inspiró en un fraticidio, le dio una vuelta para convertirlo en un homicidio contra sí mismo, quedó aparcada mientras contaba hilarantes historias en tabernas y estaciones de trenes checoslovacas sobre su otra gran pasión, los trenes. 
La idea de La leyenda de Caín le sirvió para narrar otra historia, Trenes rigurosamente vigilados, una novelita con el trasfondo de quien atenta contra su vida de forma fallida, lo que le hace ver la vida de otro modo, como un superviviente. Aquí, Bohumil Hrabal se presenta como el gran novelista que es, uniendo sus dos admirados autores: Por un lado Jaroslav Hasek, el irreverente autor de Las aventuras del valeroso soldado Schwejk, que apareció en este blog en A nadie le han importado los inocentes. Por otro, Kafka y su mundo hermético, con sus inalcanzables castillos, los callejones intrincados, el castigo inexplicable. Estos dos autores, enigmáticos, casi como jeroglíficos sin descifrar, confluyen en Hrabal; el escritor de las tabernas donde los bebedores de cerveza rodeados de humo cuentan delirantes historias, y el escritor del hominismo, concepto que contrapone al de humanismo, para mostrar su interés por el hombre corriente al que ve como un héroe por soportar una vida gris, monótona, rutinaria y despojada del pathos que acompaña a los grandes personajes.



Trenes rigurosamente vigilados es una pequeña novela que se desarrolla durante la II Guerra Mundial en una pequeña estación ferroviaria narrada en primera persona por Milos Hrma, que carga con el peso de un intento de suicidio, con un jefe de estación criador de palomas que lleva siempre posadas sobre su figura y un factor y una telegrafista que protagonizan la idea de esta entrada. La historia fue llevada al cine con el mismo título por Jiri Menzel un año después de la publicación del libro obteniendo el Oscar a la mejor película de habla no inglesa en 1967.

¿Conocía Gabriel García Márquez este libro? No lo sabemos o, mejor, no lo sé. Pero es una idea que bien podía conocer, porque hay una variante de la misma que aparece en El amor en los tiempos del cólera con unos datos que parecen indicar que el autor de Cien años de soledad conocía el texto de Hrabal. Evidentemente no hay asomo de plagio, sino creación literaria que puede surgir de una idea, con una elaboración distinta, un dramatismo y formas diferentes, pero donde podemos apreciar una historia diferente que surge de una misma imagen.
En este texto aparecen en él como homenaje o cita. En primer lugar la escritura íntima en lugar de los sellos, en segundo lugar, la mención a las palomas, de palomera alborotada y por último el final trágico, mucho más en el autor colombiano que en el checoslovaco, que concluye la anécdota con una investigación ante las autoridades mientras la telegrafista sueña con protagonizar su historia en el cine.






 
La idea musical que nos acompaña comenzó como una zarabanda, en el que este baile lento con posible origen en las colonias españolas de América, apareció en una de las primeras composiciones de Georg Friedrich Häendel en el cuarto movimiento de su Suite nº 4 para clavecín. Años más tarde aprovechó la música para su ópera Almira.


Una de las versiones de esta zarabanda se popularizó con la película Barry Lindon de Stanley Kubrick.
Häendel tiene fama de ser un ecléctico, un músico que aprovechaba todo lo que oía y supo sacar partido de ello. Aún sin ser un innovador en lo musical, todas las formas musicales que veía que tenían éxito fueron aprovechadas por él para sacar partido de ellas e incorporarlas a su amplio repertorio, en una vida musical donde un compositor necesitaba reinventarse, crear y atraer al público sin los derechos de autor que existen en la actualidad. Si el público pagaba por una serie de representaciones, todo iba bien; si no había público, eran malos tiempos en lo económico.
De esta forma, Häendel no dudaba en dar nueva vida a sus propias melodías para presentarlas en otras composiciones. Así, volvemos a encontrar de nuevo esta música en el aria Lascia la spina de Il trionfo del tempo e del disinganno (El triunfo del tiempo y del desengaño), una obra de la que hemos tratado en este blog en Sí. Coge la rosa, deja la espina. Esta nueva versión mejora la zarabanda inicial de Häendel cargándola de sentimiento y sensibilidad y despojándola del marcado ritmo de la danza original.



La mezzo soprano romana Cecilia Bartoli interpreta con su estilo inconfundible, lleno de pasión y agilidades vocales Lascia la spina en una grabación que se realizó en el Teatro Olímpico de Vicenza en junio de 1998.



Pero no termina aquí la vida que Häendel dio a la idea musical concebida en sus primeros años aún en Alemania y antes de instalarse definitivamente en Inglaterra. La última versión, de una emoción incontenible, pertenece a su Rinaldo, la primera ópera que el compositor de Halle escribió expresamente para los escenarios ingleses y que de aportó un éxito inmediato.



Con libreto de Giacomo Rossi, en el acto II Almirena canta esta desgarradora aria para soprano en la que el recuerdo de la melodía original de zarabanda de la Suite para clavecín o de Almira dan paso a una intensa emoción en una de las arias más logradas del repertorio del músico sajón.


En la interpretación se aprecian las extraordinarias dotes vocales y el conmovedor dominio de la emisión del sonido de uno de los habituales de este blog, el contratenor Philippe Jaroussky en una grabación de 2016 en la gala de los Premios Echo Kassic realizada en Berlín.


¿Cuántas ideas, frases o sentencias hemos hecho nuestros en la vida? ¿Cuántas podremos decir que han servido a nuestros semejantes?

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2 comentarios:

  1. Hola Miguel:

    Interesante post sobre el empleo y modificación de las ideas, propias o de otros, para la creación artística. Me ha traído a la cabeza una acusación de plagio al gran Pablo Neruda por su poema nº 16 del poemario "20 poemas de amos y una canción desesperada", que es muy similar en fondo y forma al poema 30 de "El jardinero" de Rabindranath Tagore.

    ¿Hasta que punto el empleo de ideas de otros autores constituye un plagio? ¿Es el tratamiento y presentación diferente de la misma idea, en un contexto distinto una obra de arte diferente? Pienso que a veces si y a veces no.

    Un abrazo Miguel :-)

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    1. Hola Javier
      No conocía la historia de la acusación de plagio a Herida. De todas formas es complicado determinar cuándo hay plagio y en qué situación, a partir de una idea, una imagen o unas palabras se genera una nueva obra.
      Un abrazo :-)

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