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Asomados a la ventana

Las ventanas nos acompañan a lo largo de nuestra vida. Erigidas en los muros y paredes de nuestras casas, los lugares donde trabajamos o en cualquier tipo de edificio, sirven indistintamente como lazos de unión y fronteras entre un espacio y el exterior.
Pero las ventanas son elementos cargados de referencias comenzando por la metáfora infantil que nos remite a la curiosidad con la que cualquier niño se asoma al mundo. Poetas, músicos, pintores o escritores se han servido de las ventanas para ensoñar el mundo o imaginar viajes.
Carmen Martín Gaite reflexiona en Desde la ventana sobre la importancia que ha tenido a lo largo del tiempo en la consolidación de un rol femenino: "La ventana ha tenido siempre para la mujer recluida en el hogar una doble función de compañía y consuelo en sus tareas domésticas y de espoleta para echar a volar su fantasía." 
Aunque la ventana nos vuelva, aparentemente espectadores, asomarnos a ella nos hace desear participar en la vida más que el simple hecho de verla pasar.
Te propongo un paseo por y entre ventanas literarias, musicales y cinematográficas con obras de Shakespeare, Baudelaire, Jane Goodall, Rossini, Gounod y Mozart. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!



En este concepto de la ventana como lugar desde donde se mezclan el interior y el exterior, donde encuentran los antiguos roles tradicionales de mujer y hombre que luchamos porque vayan desapareciendo, nuestra primera mirada proviene de uno de los más antiguos libros de relatos. 
En Las mil y una noches las referencias a las ventanas son continuas en su diversidad: hay ventanas hacia el exterior: a la calle, a hermosos y cuidados jardines desde donde se observan y narran las historias que suceden en ellos. Pero también hay ventanas interiores, las que acercan las miradas discretas a estancias de los palacios, el serrayo y otras habitaciones protegidas por las celosías, esos entramados que protegen, más que las cortinas y visillos, a quienes miran, diríamos casi a quienes espían, de quienes son observados. No podemos olvidad que celosía proviene de la palabra celoso.
En ocasiones, la ventana sirve como simple pretexto de enamoramiento.



Este espacio sirvió durante mucho tiempo como lugar de encuentro y cortejo. A lo largo de varios siglos, la ventana era considerada un lugar donde enamorar a través de serenatas y encuentros más o menos furtivos o consentidos.



Mozart no podía dejar pasar la ocasión en su ópera Don Giovanni. En este caso, el protagonista hace vestirse a su criado Leporello con su ropaje y hace que éste saque a su seducida Doña Elvira y la tenga entretenida mientras él seduce a su doncella. Una vez despejado el camino, Don Giovanni, inicia su serenata con el aria Deh, vieni alla finestra (¡Ah!, ven a la ventana). No olvidemos que, tras sus dotes seductoras, el personaje es un consumado burlador que se erigió como uno de los estereotipos más conocidos a partir de la literatura en obras de Tirso de Molina o José de Zorrilla entre otros.
El enlace comienza con Amico, che ti par donde Leporello apenas puede mantener la risa mientras sigue las instrucciones de su patrón. Don Giovanni está interpretado por Cesare Siepi, uno de los grandes bajos líricos entre las décadas de los '50 y '80 del pasado siglo XX. 


Un poeta como Charles Baudelaire, bohemio, maldito y pleno de excesos y autor de Les fleurs du mal (Las flores del mal) o Les paradis artificiels (Los paraísos artificiales) también se asomó a las ventanas. En Petits poèmes en prose o Le Spleen de Paris (Pequeños poemas en prosa o El Esplín de Paris) se recoge una colección de poemas en prosa que fueron publicados en diversas revistas literarias y publicados bajo este título en sus obras completas tras la muerte del autor.
Se trata de cincuenta textos que muestran su pensamiento yendo desde la melancolía a su aversión por las convenciones sociales, la crítica a la moral imperante o a los ideales de quienes forman la sociedad o su terror al paso del tiempo. Entre los cincuenta textos que forman Petits poèmes en prose, Baudelaire nos dejó su mirada hacia las ventanas.



El balcón representa la aristocracia de las ventanas, su sublimación como elemento que refleja un grado de lujo y ostentación. Casi con seguridad, la ventana más literaria de todas es en realidad un balcón. Situado primero literaria y luego físicamente en Verona, el balcón de los Capuleto tiene importancia capital al servir de punto culminante en la relación que se establece entre Romeo y Julieta. William Shakespeare escribió Romeo Julieta en 1597 (The most excellent and lamentable tragedie of Romeo and Juliet) alcanzando una popularidad hasta extremos inimaginables, consolidándose como mito del amor romántico y trágico. El inicio de la escena en el jardín de los Capuleto frente al balcón recoge un monólogo de Romeo.



Llevada a los escenarios en múltiples versiones, la música clásica, el ballet y la ópera no han sido ajenos a este título y la historia que presenta. Por citar a algunos compositores Gounod la llevó a la ópera, Prokofiev al ballet y Tchaikovsky a la música instrumental



En su ópera, Charles Gounod presenta la historia de los enamorados de Verona en una versión que aún hoy en día se representa en los escenarios de todo el mundo. Al monólogo anterior le sigue la escena en que Romeo y Julieta tienen uno de los dúos más conocidos de la obra, aunque no el que supone el clímax del obra, que el compositor francés dejó para un momento más trágico hacia el final de la ópera.
El enlace recoge una interpretación de Roberto Alagna y Leontina Vaduva en una representación que se llevó a cabo en el Royal Opera House del Covent Garden londinense en 1994.


Las ventanas domésticas nos ofrecen la misma panorámica, una visión que va evolucionando con el transcurrir del tiempo y la vitalidad de quienes transitan frente a ellas. 
Pero en el viaje, la ventana adquiere una dimensión diferente. Encontrarnos con una ciudad desconocida, un paisaje natural insólito o un unas vistas inesperadas hacen que apreciemos de forma especial que en nuestro viaje contemos con una habitación que nos ofrezca una panorámica del lugar en que residimos de forma eventual.
Este es el inicio de la novela de Edward Morgan Forster Una habitación con vistas, quien utiliza como motivo inicial de su novela el hecho de que la protagonista reciba una habitación sin ventanas al Arno.
Una habitación con vistas es una deliciosa novela publicada en 1908 que narra el viaje de Lucy Honeychurch por Florencia en un tiempo en que las ciudades estaban libres de la invasión de turistas que nos invaden hoy. Un viaje por Italia para afianzar la personalidad de Lucy sirve de pretexto a E. M. Forster para crear una historia cargada de humor y sutil ironía con un conjunto de personajes perfectamente dibujados. El libro fue llevado al cine en una película con el mismo título dirigida por James Ivory.



La ventana adquiere una nueva dimensión en primer lugar con el invento del cine como un lugar en el que mirar y en el que aprehendemos de forma casi definitiva nuestro papel de espectador. Un papel que se intensificó con la entrada de la televisión en nuestras vidas, llevando a nuestros dominios domésticos la mirada del mundo exterior y, en los últimos años, la aparición de los ordenadores e Internet han magnificado el poder de estas ventanas sobre las reales, hasta el punto de hacer que se revierta el papel de espectador.
Cornell Woolrich, conocido también como William Irish, es un autor que mezcla relatos de la novela policiaca con el thriller, haciendo en muchas de sus obras que el punto de vista del narrador confluya con el de la víctima, en ocasiones un personaje corriente como cualquiera de nosotros, en los que influye de forma decisiva el azar. Entre sus relatos destaca Rear Window (La ventana indiscreta, aunque literalmente sea Ventana trasera) que fue popularizado por la versión cinematográfica que dirigió Alfred Hitchcock y protagonizaron James Stewart y Grace Kelly.
En ella un fotógrafo, que debe permanecer en casa por una fractura en la pierna, dedica sus momentos de descanso forzoso a seguir la vida de sus vecinos a lo que divisa tras sus ventanas, llegando a sospechar de la desaparición de la esposa de su vecino. El título original del relato It had to be murder pasó a llamarse para alcanzar mayores niveles de venta como la película.
Su inicio nos sitúa en lo que esperamos del relato.



El enlace nos muestra los primeros minutos de la aclamada versión cinematográfica de La ventana indiscreta con la dirección de Alfred Hitchcock y la presencia de James Stewart.



Las ventanas que nos acompañan no son sólo físicas, esos huecos en las paredes de los edificios que comunican el interior con el exterior y, por lo tanto, lo vivido y lo deseado, lo real y lo imaginado, lo activo y lo pasivo. Ni lo acompañan las cortinas, visillos, persianas o celosías que matizan, suavizan o impiden que la luz penetre de forma más o menos abrupta.


Jane Goodall, Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 2003, es conocida en el mundo científico como una investigadora, difusora y defensora de la vida en la naturaleza, en especial de los chimpancés. En A través de la ventana. Treinta años estudiando a los chimpancés, Goodall nos replantea cómo es nuestra sociedad a partir del estudio de las sociedades de estos primates, llevando su exposición lúcida a terrenos como hacia dónde nos lleva nuestra relación con la naturaleza, el trato a los animales en la investigación o la visión de futuro que debemos tener en el cuidado de la naturaleza y la creación de parques naturales.
Sus palabras nos acercan a las ventanas como esas posibilidades que podemos alcanzar desde nuestra posición para ver el mundo e investigarlo.


La última mirada a las ventanas nos devuelve al inicio, ese lugar en el que, durante muchos años, las relaciones se iniciaban con el acercamiento, la conversación o la serenata como medio de establecer relaciones amorosas.
Giacchino Rossini nos presenta una de las serenatas más conocidas del mundo de la ópera en El barbero de Sevilla. En ella, Fiorello prepara una pequeña orquesta para dar una serenata por indicación de su patrón el Conde de Almaviva bajo la ventana de su amada Rosina.
El enlace está interpretado por el tenor peruano Juan Diego Flórez que canta la cavatina Ecco tridente un cielo  perteneciente a una producción del Teatro Real de Madrid que se llevó a escena en 2005 con dirección escénica de Emilio Sagi y bajo la batuta de Gianluigi Gelmetti.


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