expr:class='"loading" + data:blog.mobileClass'>

Mozart y Jorge Manrique: Requiem y coplas

Todos tenemos marcados momentos de ausencias definitivas en nuestra vida. Familiares íntimamente cercanos -quizás primero abuelos, más adelante padres-, algún otro muy cercano a nosotros, amigos, parejas que han sido verdaderos compañeros de vida.
El dolor de la ausencia nos lleva a un duelo interior que debemos superar para seguir nuestro camino, aunque hay ocasiones en que esta ausencia marca definitivamente y no deja continuar.
La forma en que pasamos este duelo ha cambiado con el paso del tiempo, así como el concepto de la vida. Desde la edad media, por ejemplo, en que la vida era un "valle de lágrimas", hasta nuestros días en que todo se oculta como si haciendo desaparecer la ausencia, se llenase nuestro vacío.
En 1991 se conmemoraron los doscientos años del fallecimiento de Mozart con una interpretación de su Requiem en la catedral de Viena. Después de mucho tiempo disfrutando de su música, ese día me hice definitiva e irremisiblemente mozartiano. Fue para mí una afortunada celebración luctuosa. Desde entonces, nunca he faltado a la cita con el Requiem ese día. Sólo una vez falté. Quiso la vida, la casualidad que, después de varios años luchando contra su memoria, perdiéndose en los vericuetos de sus recuerdos, mi padre falleciera tal día como ese. El Requiem adquirió desde entonces otro significado más profundo, doloroso e intenso.
Te propongo un recorrido por dos obras dedicadas al dolor que produce la muerte como reflexión de los límites de la vida. Son dos obras históricamente reconocidas en sus artes: Las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique y el Requiem de Mozart. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Hans Holbein el joven. Danzas de la muerte
El fallecimiento de don Rodrigo Manrique en 1476 llevó a su hijo Jorge a componer una de las obras capitales del medievo español, Las coplas a la muerte de su padre. Se trata de una elegía funeraria, un tipo de obra en la que la muerte recibe el sentido que la sociedad medieval le otorgaba.
Está compuesta por 40 coplas en que se alternan dos versos octosílabos y uno tetrasílabo en dos estrofas de 6 versos con rima A-B-C, formando las Coplas manriqueñas o de pie quebrado.
Manrique trata en su poema temas como el paso del tiempo; la vida como metáfora de camino, de río; la vanidad que tenemos sobre las cosas; los tipos de vida -la terrenal, la de la fama o la eterna- o la muerte que iguala a todos sean de la condición que sean.
El comienzo del poema, uno de los más conocidos por quienes lo hemos visto, leído y trabajado, e incluso aprendido, en la época de estudiantes, nos sitúa de entrada en el tema principal.



El 5 de diciembre de 1991 se cumplieron 200 años del fallecimiento de Wolfgang Amadeus Mozart, uno de los compositores e intérpretes más grandes de la historia de la música. La ciudad de Viena organizó, con todos los fastos, la efemérides y se interpretó para tan especial ocasión su Requiem, una obra que el compositor dejó inconclusa.
Mucho se ha hablado del Requiem de Mozart: su misterioso encargo, la composición mientras el autor agonizaba, su fallecimiento, el trabajo para concluirla que hizo uno de sus discípulos, Süsmayr y el estreno, dos años más tarde a cargo del conde Walsegg.
Niemetschek, uno de los primeros biógrafos de Mozart y el primero que trata de la composición del Requiem fue también quien comenzó a fabricar el mito: "El día de su muerte, Mozart pidió que le acercaran las partituras a la cama. "¿No predije que estaba escribiendo este réquiem para mí?", dijo, y volvió a repasar la partitura con ojos lacrimosos. Fue la última y dolorosa mirada de despedida a su música, a su amado arte... ¡una premonición de su inmortalidad!". Aunque Mozart no finalizó la obra, había planteado la obra y la instrumentación y su discípulo Süsmayr la finalizó en un intento de que su aportación no se notara, añadiendo detalles de la instrumentación y la intervención de los solistas según el esquema mozartiano.



El siguiente enlace presenta una reconstrucción de la leyenda de la composición del Requiem de Mozart con el siguiente título: The (true) Story of the Mozart's Requiem, La (verdadera) historia del Requiem de Mozart. True está entre paréntesis, como advertencia de que, en realidad no se dice de forma escrita que es cierta. Como toda leyenda, es apetecible que así sea. El texto, aunque fácil de seguir, está en inglés.



Las Coplas a la muerte de su padre están divididas en tres partes. En la primera, Manrique reflexiona sobre la fugacidad de la vida y la muerte en unos versos cargados de metáforas. De todas ellas, la más conocida es la que recoge en el poema III (Nuestra vida son los ríos que van a dar a la mar...). En esta primera parte también refleja el autor el pensamiento cristiano y la idea de sacrificio, junto con la idea de que la muerte iguala a ricos y pobres. 



La popularidad de estos versos comenzó apenas se publicaron y tuvieron una gran difusión e influencia durante el Siglo de Oro de nuestras letras, llegando incluso a la pasada centuria, en la que llegaron a realizarse adaptaciones y grabaciones con músicos como Paco Ibáñez.
El enlace pertenece a un recital que el cantautor dio en Íllora (Granada) en agosto de 2008


Mozart hace que el Requiem comience con un tiempo de adagio, lento y solemne. A la cuerda se unen fagots y clarinetes que realizan una fuga a cuatro voces, llevando la melodía de unos a otros. Tras unos acordes de trombones se da paso al coro que canta, mezclando las voces en distintos contrapuntos hasta la entrada de la soprano solista que lo hace con el acompañamiento de la cuerda. Vuelve el coro y la música, que comenzó sosegadamente, va ganando en volumen y rapidez hasta casi desaparecer y dar paso al Kyrie, con su letra Kyrie eleison, Christe eleison, Kyrie eleison (Señor ten piedad, Cristo ten piedad, Señor ten piedad).



El enlace pertenece la histórica interpretación del Requiem ese histórico 5 de diciembre de 1991 en la catedral de Viena con motivo de la celebración del 200 aniversario del fallecimiento del compositor, bajo la dirección de Sir Georg Solti y muestra el comienzo del Requiem y el Kyrie.



En la segunda parte de Las coplas a la muerte de su padre, Jorge Manrique trata de la vida eterna, mencionando difuntos conocidos y personajes históricos y planteándose el tópico Ubi sunt (¿Dónde están?) interpelando directamente a la muerte.



La última parte es la elegía funeraria sobre su padre propiamente dicha, ya que las anteriores tienen un carácter más general. Manrique exalta las virtudes y gestas de su padre, lo compara con prohombres como César y acude a su noble comportamiento para justificar el merecimiento de la vida eterna. 



En las últimas estrofas cede la palabra a la muerte para que alabe a don Rodrigo, exhortándolo a que abandone la vida para entrar en la eternidad. Finalmente, éste responde a la muerte y acepta con estas palabras.








Según parece, la historia de la composición del Requiem es más prosaica. Poco después del fallecimiento del compositor algunos entendidos estaban al corriente del mecenas que en agosto de ese año había encargado la composición, aunque aún faltaban meses para que su anonimato fuese desenmascarado para el público. Se trataba del conde Walsegg, compañero masón de Mozart, quien había comenzado a tener una abundante obra musical al encargar a diversos compositores, siempre en secreto, obras que copiaba e interpretaba como suyas propias en conciertos privados. Este encargo fue el más atrevido de todos, ya que deseaba "componer" una misa de Réquiem a su recientemente fallecida esposa.
Tras la finalización de la obra por Süsmayr, se estrenaron algunas piezas en enero de 1793 a beneficio de la viuda de Mozart y en diciembre de ese mismo año, el Requiem completo en un concierto que dio en su palacio el conde Walsegg a la memoria de su esposa. 
El siguiente enlace muestra una de las piezas más conocidas de la obra, Dies Irae. Se trata de una composición dramática en la que el coro refleja la ira de Dios, mientras suenan las trompetas, reflejando Mozart la grandeza del creador ante la angustia de los mortales que se enfatiza con las cuerdas, trombones y el timbal. Tras un pequeño descanso vocal a cargo de los violines se vuelve a la atmósfera inicial reexponiéndose el tema.




La interpretación corresponde a un concierto en directo celebrado en la Concertebouw de Amsterdam bajo la dirección de Pieter Janleusink.



En otra ocasión se dedicó otra entrada a esta obra con más detalles de la composición y los últimos días de Mozart en Un réquiem para Mozart

Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!

2 comentarios:

  1. Excelente post Miguel. Contribuyo con Coplas para la muerte de Horacio Guarany. "La muerte es una sonrisa que termina en carcajada cuando uno se pone triste lo degüella a puñaladas lo degüella a puñaladas. Nada muere en esta vida todo se apaga solo mueren los mezquinos solitos se van matando solitos se van matando". Saludos

    ResponderEliminar
  2. Hola Marisa
    Contundentes las palabras de Horacio Guarany con unas imágenes muy potentes.
    Gracias por compartirlas.
    Un abrazo :-)

    ResponderEliminar