"La rivalidad es una cosa buena para los mortales" es una afirmación que se atribuye al poeta griego Hesíodo. Si entendemos la rivalidad como la oposición o el enfrentamiento entre quienes aspiran a conseguir la misma cosa, es uno de los mecanismos básicos que tienen los seres vivos para adaptarse al entorno en el que viven y superar las dificultades que les plantea. Se trata de uno de los mecanismos que aparecen en la teoría de la selección de natural de Darwin como preservadora de las especies.
La rivalidad ha existido siempre en la vida, en primer lugar como modo de supervivencia ante dificultades del entorno. Es una de las características que favorecen el crecimiento y la mejora de los seres humanos, entendiendo esta rivalidad como motivo de superación personal, una reflexión sobre conductas, procesos o técnicas que nos hacen avanzar en nuestro desarrollo.
Hay incluso una serie de actividades, especialmente las deportivas, donde la rivalidad, llevada a un punto determinado, favorece el crecimiento, la superación y la competitividad, aunque en determinados momentos se llegue a desbordar esta faceta con extremismos violentos.
En la historia del arte y la cultura también ha existido rivalidad entre quienes participan de ella o sus seguidores. Escritores que defienden distintos estilos literarios, arquitectos que llevan las técnicas constructivas por distintos derroteros, compositores que defienden cómo desarrollar formas musicales según sus pensamientos, o pintores que preconizan con sus obras hacia dónde se deben encaminar los estilos, temas y técnicas según los momentos y épocas históricas.
Hasta nosotros han llegado rivalidades históricas entre artistas, cada cual defendiendo unas veces sus ideas, otras atacando las de otros. En esta entrada del blog comenzaremos a tratar algunas de las rivalidades artísticas que han pasado a formar parte de la historia de la cultura.
En esta ocasión te propongo un acercamiento a una de las rivalidades entre compositores que más ha dado que hablar en las últimas décadas. Una situación que se hizo popular a raíz de la película Amadeus, entre Mozart, uno de los más grandes compositores de la historia y Salieri, un músico que, hoy en día, el gran público lo recuerda única y exclusivamente por esta película. El texto que nos acompaña pertenece al poeta ruso Alexandr Pushkin.
La rivalidad ha existido siempre en la vida, en primer lugar como modo de supervivencia ante dificultades del entorno. Es una de las características que favorecen el crecimiento y la mejora de los seres humanos, entendiendo esta rivalidad como motivo de superación personal, una reflexión sobre conductas, procesos o técnicas que nos hacen avanzar en nuestro desarrollo.
Hay incluso una serie de actividades, especialmente las deportivas, donde la rivalidad, llevada a un punto determinado, favorece el crecimiento, la superación y la competitividad, aunque en determinados momentos se llegue a desbordar esta faceta con extremismos violentos.
En la historia del arte y la cultura también ha existido rivalidad entre quienes participan de ella o sus seguidores. Escritores que defienden distintos estilos literarios, arquitectos que llevan las técnicas constructivas por distintos derroteros, compositores que defienden cómo desarrollar formas musicales según sus pensamientos, o pintores que preconizan con sus obras hacia dónde se deben encaminar los estilos, temas y técnicas según los momentos y épocas históricas.
Hasta nosotros han llegado rivalidades históricas entre artistas, cada cual defendiendo unas veces sus ideas, otras atacando las de otros. En esta entrada del blog comenzaremos a tratar algunas de las rivalidades artísticas que han pasado a formar parte de la historia de la cultura.
En esta ocasión te propongo un acercamiento a una de las rivalidades entre compositores que más ha dado que hablar en las últimas décadas. Una situación que se hizo popular a raíz de la película Amadeus, entre Mozart, uno de los más grandes compositores de la historia y Salieri, un músico que, hoy en día, el gran público lo recuerda única y exclusivamente por esta película. El texto que nos acompaña pertenece al poeta ruso Alexandr Pushkin.
Antonio Salieri nació en Legnano, Italia en 1750, se educó musicalmente en Venecia y desarrolló su vida artística Viena, donde falleció con setenta y cinco años. De familia pobre, su capacidad musical lo llevó a ocupar el cargo de Kapellmeister (Maestro de capilla) y director de orquesta de la ópera italiana en la corte vienesa de José II, fue discípulo de Gluck y seguidor de la reforma operística que éste inició y uno de los compositores más populares de su época. Una de sus óperas, L'Europa riconosciutta inauguró el Teatro Alla Scala de Milán. Dedicado por entero a la música, viajó por toda Europa donde compartió ideas y amistad con los músicos más importantes de su tiempo, escuchó las novedades musicales y las distintas innovaciones que se iban produciendo en el mundo de la música y desarrolló su influencia en la música de la corte vienesa. Fue discípulo de Metastasio y Haydn y dedicó parte de sus conocimientos a la enseñanza de la música con algunos alumnos entre los que se encuentran Beethoven, Schubert o Liszt, además de uno de los hijos de Mozart. Fue uno de los compositores más representados e influyentes de la Viena de finales del XVIII y comienzos del XIX. Su filosofía musical se refleja en el título de una de sus óperas: Prima la musica, poi le parole (Primero la música y luego las palabras).
Pero si Salieri ha pasado a la historia de la música entre el gran público no es por sus obras, sino por la historia, al parecer sin ningún fundamento, de haber envenenado a Mozart. Es una historia sobre la que se ha escrito mucho y de la que existen informaciones, algunas de las cuales están sin contrastar.
Frente a la corta vida de Mozart, Salieri tuvo una larga existencia, pasando los últimos años de su vida en un hospital con una salud delicada, quedando ciego y con momentos de poca lucidez, de donde surge la idea de una autoacusación de envenenamiento del músico de Salzburgo.
Independientemente de que sea o no cierto, aunque no lo parece, la rivalidad de ambos autores estaba en el ambiente vienés. Leopold Mozart acusó al italiano de intrigar para evitar el éxito de la ópera de su hijo Las bodas de Fígaro, escribiendo que "Salieri y sus acólitos moverían cielo y tierra con tal de hacerlo caer". La ópera no triunfó en su estreno ni entre el público ni entre el propio emperador y su corte, pero lo cierto es que Salieri no estaba en esa época en Viena, sino en París, por lo que no tiene mucho crédito la acusación.
Pocos años después de la muerte de Salieri, el poeta ruso Alexandr Pushkin publicó un libro con varios dramas titulado Las pequeñas tragedias entre el que se encuentra un pequeño relato dramático en verso titulado Mozart y Salieri. Entre los papeles del escritor se encontró una nota escrita en 1832 que utilizó como idea de la que nació esta obra:
"Durante la primera representación de Don Giovanni, en el momento en que el teatro gozaba en silencio de las armonías de Mozart, se oyó un silbido. Todos se dieron vuelta con asombro e indignación y el famoso Salieri abandonó la sala, furioso, consumidos por los celos.
Salieri murió hace cosa de ocho años. Algunas revistas alemanas dijeron que en su lecho de muerte confesó un horrible crimen, el de haber envenenado al gran Mozart. Un envidioso capaz de silbar Don Giovanni, debía ser capaz de envenenar a su creador."
A partir de esta nota, Pushkin crea un drama en dos escenas con los dos personajes. La primera comienza con un monólogo de Salieri en el que rememora su esfuerzo y la dedicación de toda su vida a la música con toda su energía. Aparece en escena un Mozart frívolo e intrascendente en contraste con las ideas expuestas por Salieri, que se reafirma en sus razones contra él. La segunda escena transcurre mientras ambos comen en el reservado de la taberna "El León de Oro". Mozart cuenta la misteriosa visita de un desconocido que le encargó la composición de un Requiem, que sabemos no pudo terminar por su fallecimiento. La imagen del desconocido lo intranquiliza y obsesiona al considerarlo un mensajero de la muerte. La conversación se dirige hacia Beaumarchais, el autor de la obra en la que se basa Las bodas de Fígaro. Mozart pregunta si es cierto el rumor de que envenenó a alguien, pero él mismo se responde que el francés es un genio como ellos dos y el genio siempre ha sido incompatible con el crimen. En ese momento, Salieri termina envenenando la copa de su invitado.
La obra de Pushkin plantea en pocas páginas varios temas de cierta trascendencia. En primer lugar la envidia que llega hasta la realización de un crimen. También aparece el problema de la creación en el arte contrastando el trabajo sistemático, incansable, casi artesanal pero que no alienta ni anima lo creado, frente a la inspiración genial, casi divina que da alma a la obra. En las vidas de los dos personajes se enfrentan también la tragedia de la muerte, la rápida de Mozart; la lenta, atormentada, muerte en vida de Salieri con sus remordimientos.
A esta obra, Mozart y Salieri de Las pequeñas tragedias de Alexandr Pushkin pertenece el texto que sigue. Comienza con la parte final del monólogo con que comienza la primera escena de la obra y la entrada de Mozart hasta el final de la misma.
Pero si Salieri ha pasado a la historia de la música entre el gran público no es por sus obras, sino por la historia, al parecer sin ningún fundamento, de haber envenenado a Mozart. Es una historia sobre la que se ha escrito mucho y de la que existen informaciones, algunas de las cuales están sin contrastar.
Frente a la corta vida de Mozart, Salieri tuvo una larga existencia, pasando los últimos años de su vida en un hospital con una salud delicada, quedando ciego y con momentos de poca lucidez, de donde surge la idea de una autoacusación de envenenamiento del músico de Salzburgo.
Independientemente de que sea o no cierto, aunque no lo parece, la rivalidad de ambos autores estaba en el ambiente vienés. Leopold Mozart acusó al italiano de intrigar para evitar el éxito de la ópera de su hijo Las bodas de Fígaro, escribiendo que "Salieri y sus acólitos moverían cielo y tierra con tal de hacerlo caer". La ópera no triunfó en su estreno ni entre el público ni entre el propio emperador y su corte, pero lo cierto es que Salieri no estaba en esa época en Viena, sino en París, por lo que no tiene mucho crédito la acusación.
Pocos años después de la muerte de Salieri, el poeta ruso Alexandr Pushkin publicó un libro con varios dramas titulado Las pequeñas tragedias entre el que se encuentra un pequeño relato dramático en verso titulado Mozart y Salieri. Entre los papeles del escritor se encontró una nota escrita en 1832 que utilizó como idea de la que nació esta obra:
"Durante la primera representación de Don Giovanni, en el momento en que el teatro gozaba en silencio de las armonías de Mozart, se oyó un silbido. Todos se dieron vuelta con asombro e indignación y el famoso Salieri abandonó la sala, furioso, consumidos por los celos.
Salieri murió hace cosa de ocho años. Algunas revistas alemanas dijeron que en su lecho de muerte confesó un horrible crimen, el de haber envenenado al gran Mozart. Un envidioso capaz de silbar Don Giovanni, debía ser capaz de envenenar a su creador."
A partir de esta nota, Pushkin crea un drama en dos escenas con los dos personajes. La primera comienza con un monólogo de Salieri en el que rememora su esfuerzo y la dedicación de toda su vida a la música con toda su energía. Aparece en escena un Mozart frívolo e intrascendente en contraste con las ideas expuestas por Salieri, que se reafirma en sus razones contra él. La segunda escena transcurre mientras ambos comen en el reservado de la taberna "El León de Oro". Mozart cuenta la misteriosa visita de un desconocido que le encargó la composición de un Requiem, que sabemos no pudo terminar por su fallecimiento. La imagen del desconocido lo intranquiliza y obsesiona al considerarlo un mensajero de la muerte. La conversación se dirige hacia Beaumarchais, el autor de la obra en la que se basa Las bodas de Fígaro. Mozart pregunta si es cierto el rumor de que envenenó a alguien, pero él mismo se responde que el francés es un genio como ellos dos y el genio siempre ha sido incompatible con el crimen. En ese momento, Salieri termina envenenando la copa de su invitado.
La obra de Pushkin plantea en pocas páginas varios temas de cierta trascendencia. En primer lugar la envidia que llega hasta la realización de un crimen. También aparece el problema de la creación en el arte contrastando el trabajo sistemático, incansable, casi artesanal pero que no alienta ni anima lo creado, frente a la inspiración genial, casi divina que da alma a la obra. En las vidas de los dos personajes se enfrentan también la tragedia de la muerte, la rápida de Mozart; la lenta, atormentada, muerte en vida de Salieri con sus remordimientos.
A esta obra, Mozart y Salieri de Las pequeñas tragedias de Alexandr Pushkin pertenece el texto que sigue. Comienza con la parte final del monólogo con que comienza la primera escena de la obra y la entrada de Mozart hasta el final de la misma.
En esta obra, Rimsky-Korsakov adapta el idioma ruso y su fonética a los sonidos de la obra, con alguna licencia en el uso de temas musicales de Mozart. Salieri está retratado con una música antigua y meditabunda que surge como con dificultad, mientras que su oponente lo es con una música ágil, alegre, como tomándose a sí mismo con poca seriedad, lo que enfurece al primero.
Años más tarde Peter Shaffer se basó en estas dos obras para componer su obra teatral Amadeus, que llevó por distintos escenarios y elaboró el guión cinematográfico de la versión que Milos Forman dirigió en 1984 y que tanto éxito tuvo, haciendo aún más popular el nombre de Mozart y el tópico del genial creador que, casi sin trabajar, logra obras maestras de una rara perfección, mientras que dio a conocer el nombre de Salieri, que ha pasado a ser, injustamente, el paradigma de la envidia llevada al extremo del crimen.
Lo que ha llegado al imaginario colectivo es una relación históricamente falsa, dentro de una película que se califica como histórica en la que toda la trama se basa en hechos reales con una interpretación basada en el tema de la envidia. En realidad, el personaje conocido, respetado e influyente en aquella época era Salieri, mientras Mozart era un músico al que no se le daba la importancia que le damos ahora.
De la película Amadeus rescato una escena que describe el momento en que Salieri conoce a Mozart en una recepción del emperador y en la que se plantean los temas que hemos venido comentando a lo largo de este post de la envidia y la creación laboriosa o genial, junto con las relaciones en la corte junto al emperador. Las interpretaciones corresponden a F. Murray Abraham, que obtuvo el Oscar por el papel de Salieri y Tom Hulce como Mozart.
Para esta escena no tomaron un tema de Salieri, sino uno del propio Mozart que fue desfigurado en forma de marcha para aparecer, finalmente en todo su esplendor. Se trata del tema con que finaliza el primer acto de La nozze di Figaro (Las bodas de Fígaro), un tema juguetón e irónico, Non piu andrai farfalone amoroso (No irás más, mariposón amoroso), con el que Fígaro se burla, en un tono muy mozartiano del destino de Cherubino que ha sido enviado contra su voluntad al ejército por el Conde de Almaviva.
Si aún tienes unos minutos y, volviendo a la obra de Rimsky-Korsakov, en abril de 2017 se ha representado Mozart y Salieri dentro de la programación de la Fundación March. El siguiente enlace es un vídeo, una especie de making-off sobre la producción que se llevó a cabo para la ocasión.
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