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El lenguaje de los pájaros

La naturaleza posee de la capacidad de sorprendernos con sus poderosas imágenes, sus inigualables juegos de luces y colores, los solemnes, sutiles o potentes contrastes o los sonidos de todo tipo de fenómenos, desde la sobrecogedora tormenta al sutil susurro de las hojas de los árboles en una tranquila noche de verano. 
El sonido de los animales siempre ha producido sensaciones en nosotros. Desde la ancestral necesidad de conocer la posición de los animales para cazarlos como fuente de alimentos, pasando por el estremecedor rugido de animales que podían ponernos en peligro, hasta el placer que supone escuchar el canto de los pájaros o el singular cortejo de algunas especies en los periodos de celo.
Te propongo un paseo por las sensaciones que el canto de los pájaros y el deseo de conocer su lenguaje ha llevado a distintos autores a escribir, componer o crear obras en las que alcanzan un protagonismo que surge de nuestra curiosidad. Por el camino, desde tu misma casa, podrás sentir, oír y disfrutar de un viaje alrededor del mismo lenguaje de los pájaros. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


En una sociedad en la que cada vez estamos más aislados de la naturaleza y ésta la estamos limitando cada vez más, reduciendo sus espacios, haciendo que decrezca el número de especies o disminuyendo su capacidad de reproducción, poder tener la ocasión de escuchar el canto de los pájaros, ha pasado de ser algo frecuente a convertirse en una experiencia excepcional. 
Te propongo escuchar el sonido que produce un grupo de pájaros en una obra que Camille Saint-Saëns compuso en febrero de 1886 mientras descansaba en Austria. El Carnaval de los animales es una composición para un grupo de cámara formado por once instrumentos para un día de carnaval, cargada de buen humor, con músicas prestadas de otros compositores y deliberadamente trastocadas y que Saint-Saëns decidió que sólo se interpretaría en reuniones de amigos entre los que se encontraba Franz Liszt. Sólo en su testamento consintió que podría interpretarse tras su fallecimiento.
La pieza que abre nuestro paseo hacia el lenguaje de los pájaros es La pajarera o El aviario de este Carnaval de los animales. Observa la flauta y el grupo de cámara, oye y siente los pájaros que pueblan esta pajarera o, si te apetece más, cierra los ojos y trata de notar cuántos pájaros se mueven, revolotean o cantan por allí.
Se trata de una interpretación de la Gyegonggi Philharmonic Orchestra con Jae Lyoung a la flauta.


Catedrático de derecho civil y canónico, crítico literario y, más adelante, escritor, Leopoldo Alas, conocido como Clarín, zamorano de nacimiento, sentó su cátedra en Oviedo, de donde era oriunda su familia, para influir con enérgica disposición en el mundo literario de España e incluso la América hispánica y Europa. De su poco amplia producción destaca una de las novelas más importantes del siglo XIX español, La Regenta, una obra centrada en la imaginaria Vetusta por la que desfilan personajes retratados con una cierta hondura psicológica, en la que se critican los convencionalismos provincianos y donde se puede observar un remoto paralelismo entre las vidas del magistral de la catedral Fermín de Pas y Julien Sorel, el protagonista de Rojo y negro de Stendhal.
La curiosidad nos acerca a la segunda mirada al mundo de los pájaros como si de la misma pajarera de Saint-Saëns se tratara. La naturaleza, las luces, el rumor del arroyo acercan a Ana Ozores, la Regenta, a la quieta observación bajo los árboles en un inicial intento por captar el sentido y el pensamiento de los pájaros.



El universo creado por Richard Wagner bebe en muchos casos de las leyendas medievales germánicas a las que supo imprimirles su personal estilo para un conjunto de obras que avanzaron como nunca en el campo de la música. Wagner se cargó sobre sus espaldas una responsabilidad colosal: crear un arte total que aunara todas las artes desde la música a la poesía, de las artes plásticas a la danza, un arte que sustituyera a los poderes que veía decadentes de la política y en el que el artista, el creador, fuera el nuevo eje del poder que hiciera que la intrascendencia que el capitalismo generaba, el desencanto que se había instalado en las conciencias, se viera relanzado a través de las nuevas obras que aunaban todas estas dimensiones, frente a las óperas belcantistas que se centraban, en su opinión, en su propio exceso. 
Él mismo se convirtió en el alma mater de tan ingente tarea. El nuevo arte debía aunar todos los demás sin prevalencia de ninguno, para tener la misión de acercar a la humanidad a la verdad y a los valores inmutables, en el que él mismo escribía los libretos, componía la música, dirigía a los cantantes, sugería decorados y vestuarios, incluso reinventaba el teatro en Bayreuth, instalaba a los músicos en un inédito foso y marcaba hasta el detalle más nimio cómo debían ser las representaciones e incluso los descansos en sus óperas.



En su tetralogía El anillo de los Nibelungos crea una de las obras más ambiciosas que ningún autor haya realizado jamás. Basada en leyendas germánicas y escandinavas medievales, traza un retrato donde deambulan la avaricia, las ansias de poder y la soledad en cuatro obras: El oro del Ring, La Walquiria, Siegfried y El ocaso de los dioses que abarcan en su conjunto más de dieciséis horas de música y a los que dedicó más de veinticinco años de su vida en su composición. 
La tercera de las obras tiene a Siegfried por protagonista, el personaje central en una primera idea. Un aguerrido huérfano recogido por Mime que no conoce el miedo, un héroe valiente que representa el ideal del superhombre con la misión de redimir a la walquiria Brunilda de su castigo y devolver el anillo a las sirenas del Rhin.
Cuando en el segundo acto, Siegfried se queda sólo ante la cueva de Fafner, la música de odio se transforma en una melodía serena. En la escena llamada Wladweben (Murmullos del bosque), el protagonista medita bajo un tilo sobre su origen y piensa que las voces del bosque le están hablando e intenta entender qué le cuenta un pájaro cercano. Construye una rústica flauta para hacerse entender, pero sin resultado. No encuentra el sentido del lenguaje del pájaro.




La escena pertenece a una grabación del Festival de Bayreuth de 1976 interpretada por Manfred Jung bajo la dirección de Pierre Boulez.


El cine también ha tratado el acercamiento al mundo de las aves desde múltiples ópticas. En ocasiones como forma de producir estados de ánimo próximos al miedo como en Los pájaros, la novela de Daphne du Maurier (la autora de la inolvidable Rebeca) que Alfred Hitchcock llevó al cine en 1963
Pero en esta ocasión buscamos a los pájaros, no como fuente de temor, sino como acercamiento, de conocimiento, de búsqueda de cuanto podamos saber de ellos. Otra película de los años sesenta trata el tema del conocimiento que hacemos sobre las aves desde una óptica totalmente diferente. En Birdman of Alcatraz (El hombre de Alcatraz) de 1962, John Frankerheimer narra la historia real de Robert F. Stroud condenado a cadena perpetua en la conocida prisión estadounidense interpretada por Burt Lancaster, basado en una novela y guión de Thomas E. Gaddis. El protagonista, un asesino convicto cambia su vida cuando un gorrión entra por la ventana de su celda y entablan una singular amistad. Al caer enferma el ave, se preocupa en buscar libros donde conocer cómo cuidarlo, lo que origina un cambio en su vida, convirtiéndose en un estudioso del mundo de las aves que entabla correspondencia con autores de distintos países y llega a convertirse en una eminencia mundial, siempre desde la prisión, en la que fallece por causas naturales. La redención personal a través del conocimiento de las aves.


En la obra de Haruki Murakami, el autor japonés más occidental se conjugan las características del mundo actual con las tramas de sus obras. La soledad de quienes forman parte de las grandes urbes o el sentido iniciático y trascendente de la búsqueda de sí mismo conforman el universo del autor. En Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, el protagonista Toru Okada se fija e identifica con un ave vecina a su residencia y que se convierte en uno de los elementos que conforman la novela.




Pero el hombre que más se identifica con los pájaros en la historia de la ópera e incluso de la música es el singular pajarero, Papageno, el personaje de La flauta mágica de Mozart que acompaña a Tamino, como un singular escudero con las cualidades antagónicas del protagonista: mentiroso, cobarde y simple y llano. Su mente está puesta en la comida y la bebida y, sobre todo, en encontrar su alma gemela, una Papagena que le acompañe en su vida y con la que llenar el mundo de pequeños Papagenos.
Su aria de entrada, Der vogelfänger bin ich ja, stets lustig, heisa hopsasa! (Yo soy el pajarero y siempre estoy alegre, ¡viva!) es toda una declaración de intenciones que le hacen tener las simpatías de los amantes de la música de Mozart.


Pablo Neruda, el gran poeta chileno se fija en el vuelo de las aves. Más entiende y conoce de los pájaros por su vuelo que por su habla, posee más comunicación para él el desplazamiento aéreo que el canto de las aves. En ellos descubre viajeros errantes que disfrutan del momento vagando de un lugar a otro, libres de preocupaciones y también de compromisos. Este particular acercamiento al lenguaje de los pájaros como es el poema El vuelo pertenece a su libro Arte de pájaros, una sugerencia de Hugo Repetto para este blog.










Pero si hay quien llega a realmente a comprender el lenguaje de los pájaros y dialogar con ellos es Siegfried. Cuando Fafner, el dragón, oye la flauta y luego el cuerno de Siegfried se despierta y es abatido por la espada del joven. La sangre del muerto le quema como fuego y cuando se humedece con ella la lengua es capaz, de repente, de comprender la lengua del Pájaro del bosque, que le aconseja sacar de la cueva los tesoros que posee. 




La grabación está interpretada por Lance Ryan como Siegfried y Marina Zyatkova como el Pájaro del bosque en una producción del Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia de 2008.


Muchas referencias a textos y músicas quedan aún en nuestra cultura y nuestro imaginario colectivo. Ahí estarán para otra ocasión. ¿Cuáles recuerdas? ¿Propones alguna?

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4 comentarios:

  1. Hola Miguel:

    Este post me ha retrotraido a mi infancia, cuando los pájaros se veían por todas partes y me despertaban por las mañanas y me ha hacho preguntarme: ¿Donde están hoy los pájaros?.

    Yn abarazo :-)

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    1. Hola Javier
      Inquietante pregunta la que te haces y nos hacemos. Cada vez vivimos más alejados de la naturaleza. Aparte de los virtuales y estos culturales, llegará un momento en que sólo podrán verse y oírse en espacios reservados.
      Gracias por la reflexión.
      Un abrazo :-)

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  2. Hola Miguel, el lenguaje de los pájaros y de las aves en general en muy hermoso. Tengo el placer de escucharlos cuando pasan volando por la terraza de mi piso como locos, para ir no sé adonde. Por breves segundos Julio (mi gato) y yo levantamos la mirada y los vemos perderse. Esos momentos son mágicos. Excelente artículo, me trajo muy bellos recuerdos. Un abrazo 🐾

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    1. Tú lo has dicho, Rosa. Hay unos instantes mágicos cuando nuestra atención se puede fijar en los pájaros, su vuelo y sus cantos. Después, nos queda evocarlos.
      Un fuerte abrazo :-)

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