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Cumplieron 150 años.


Hay obras que consolidan una estética o un estilo, que reflejan una época o que suponen un salto en la creación. Son obras que sirven de referencia para conocer más sobre épocas determinadas, entender la sociedad de su tiempo y los cambios que se estaban gestando. También los autores de esas obras -o los intérpretes en el caso de la música- nos sirven de referencia por esas obras y las decisiones de que fueran precisamente esas y de la forma en que fueron creadas.
Son obras que consideramos imprescindibles en algunos casos; en otros, encontramos que tratan de temas atemporales, inherentes a la naturaleza humana y siempre tienen qué comunicarnos en el momento en que nos acercamos a ellas; y otras, en fin, que forman parte o han contribuido a nuestros conocimientos.
Así, se han creado los homenajes, las recopilaciones y antologías y las efemérides en los que se hace memoria de obras, autores, hechos y celebraciones.
En muchas ocasiones nos dejamos guiar por los números redondos, esos dígitos que fijándose en fechas más o menos lejanas -50, 100, 150, 200... años- nos las acercan a nuestros días, como si fueran ellos los protagonistas de la mirada retrospectiva y no las obras o los autores.
En esta publicación te propongo acercarnos a algunas obras, autores o intérpretes que celebraron sus aniversarios musicales o literarios en 2023 cumpliendo los 150 años. Nos acompañan obras de Julio Verne, Rimbaud y música con Lalo Caruso. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


A lo largo de 2023 se han celebrado distintas efemérides relacionadas con la música y la literatura, algunas de las cuales han tenido reflejo en este blog. Son obras y autores de referencia en sus ámbitos y es importante considerar que, se lea cuando se lea esta publicación, la importancia está en ellos, no en la fecha más o menos redonda que se celebra en esta ocasión. Siempre podemos acercarnos a ellas.
En el apartado literario, hemos traído a este blog algunas efemérides celebradas en este tiempo. En La música y la muerte de Molière recordamos el 350 aniversario del fallecimiento del dramaturgo francés, centrándonos en su faceta de creador de las Comédie-ballets.
También nos acercamos a la figura de varios escritores del Siglo de Oro en Quevedo en nuestro tiempo al celebrar en septiembre los aniversarios de su nacimiento y muerte; también nos acercamos a Lope de Vega y el Siglo de Oro con motivo del aniversario de su fallecimiento a finales de octubre. La última de las publicaciones sobre este tipo de homenajes literarios fue 100 años de Ítalo Calvino con motivo del centenario de su nacimiento. 

Grabado de Alphonse de Neuville y Léon Bennet para La vuelta al mundo en 80 días
La primera mirada sobre aniversarios literarios hace referencia a una obra que muchos de nosotros habrá leído en su juventud, o al menos, otras del autor. 
Julio Verne (1828-1905) es el prototipo de escritor de novelas de aventuras, al tiempo que se le considera junto a H. G. Wells -el autor de La máquina del tiempo, El hombre invisible o La guerra de los mundos- uno de los padres de la ciencia ficción.
De esta manera, en algunas de sus obras, Julio Verne se anticipó a la aparición de algunos inventos tecnológicos como la televisión, los helicópteros, los submarinos e incluso las naves espaciales. 
Verne es el segundo autor más traducido de todos los tiempos detrás de Agatha Christie y antes que Shakespeare, según el Index Translationum de la Unesco.
Sus obras, que en las últimas décadas han pasado a quedar encasilladas dentro de  la literatura juvenil, han tenido desde su publicación un gran éxito de publico y de muchas de ellas se han realizado adaptaciones cinematográficas.
Esa fascinación juvenil por la que muchos hemos pasado - no sé cuántas veces habré leído Miguel Strogoff, el primer libro del autor que me regalaron para Reyes- la consolidamos con obras como Viaje al centro de la Tierra, De la Tierra a la Luna, Veinte mil leguas de viaje submarino, La vuelta al mundo en 80 días, Un capitán de quince años o Los piratas de Halifax, hasta superar la cincuentena de títulos de aventura y ciencia ficción que llegó a publicar en vida. Una lista a la que hay que añadir las obras que dejó escritas y editó su hijo póstumamente, unas publicaciones que mueven a los lectores por todo el planeta y más allá, impensables si tenemos en cuenta que el escritor no salió de viaje en su vida.
De sus obras, en 2023 se cumplen nada menos que 150 años de la publicación de Le Tour du monde en quatre-vingts jours (La vuelta al mundo en 80 días), una de las obras más conocidas del autor.
Por haberla leído o por referencias, todos conocemos la historia del flemático Phileas Fogg que deja su estricta rutina para cumplir una apuesta realizada con sus colegas del Reform Club en compañía de su recién contratado Picaporte (Jean Passepartout en el original).
El texto que nos acompaña recoge la escena en que se produce la apuesta entre el protagonista y sus compañeros del club. A partir de la lectura en la prensa de la noticia de un robo en el Banco de Inglaterra, que tendrá repercusiones argumentales, Phileas Fogg plantea la cuestión de que nuestro planeta ha encogido, no en el sentido literal del término, sino en el avance de los medios de transporte que lo hacen cada vez más cercano, lo que genera, de un modo particular, la conversación en la que se materializa la apuesta.
Siglo y medio después es interesante plantearnos la misma reflexión. En qué sentido se ha hecho la Tierra más pequeña no tiene duda alguna, pero... ciento cincuenta años después, ¿se puede viajar con seguridad  por todo nuestro planeta? ¿Existe un respeto en todos los lugares para poder moverse por ellos?


También pusimos en el blog la mirada en aniversarios relacionados con la música. Así, nos acercamos a La soledad de Dora Pejacevic al cumplirse el siglo del fallecimiento de la compositora croata. 
A finales de octubre nos centramos en La muerte de Tchaikovsky para homenajear a uno de los más grandes compositores rusos de todos los tiempos, para finalizar el año con el homenaje al centenario del nacimiento de la Eterna María Callas

El siglo XIX fue el tiempo de las sopranos, las primas donnas que dominaban los escenarios de ópera y los grandes salones de la sociedad, unas cantantes que eran las divas absolutas, algunas de las cuales llegaron a cosechar grandes fortunas.
Nacido en Nápoles en febrero de 1873, se cumplen también 150 años de su nacimiento, Enrico Caruso fue el primer gran tenor, el Tenor con mayúsculas, que desbancó a las sopranos del lugar que ocupaban. Se convirtió en un fenómeno que se fue gestando muy poco a poco, mientras dudaba entre el registro de barítono y el de tenor hasta que sus maestros lo llevaron por este último. Entonces comenzó a preparar y afianzar su repertorio por modestos teatros de provincias italianos hasta llegar a los sesenta roles.

Caruso en el rol del Duque de Mantua de Rigoletto
Su debut en el Metropolitan Opera House de Nueva York en la temporada 1903/1904 supuso el comienzo de su consagración, un teatro en el que actuó todas las temporadas hasta su fallecimiento. Ningún cantante tuvo tanto éxito ni ganó tanto dinero como él, especialmente por un motivo novedoso para la época: la aparición de la industria discográfica, a la que se sumó como uno de sus grandes estrellas. Se calcula que recaudó alrededor de dos millones de dólares con las ventas de sus discos, al cobrar una cantidad fija y además de un porcentaje sobre las recaudaciones en las cuarenta grabaciones que realizó.
Estos registros que comenzaron en un temprano 1902 le permitieron llegar a hogar de muchas personas que no podían escucharle en una ópera y les permitió apreciar su técnica que mostraba su frescura, naturalidad y expresividad, con la que alcanzaba a emitir unos colores delicados o fuertes, según lo requiriera la obra.
Fumador impenitente, Enrico Caruso murió con sólo 48 años de edad el 2 de agosto de 1921 después de alcanzar la gloria como el gran tenor de su época.

Nos acompaña uno de sus primeros registros del aria de Paggliacci de Leoncavallo, Vesti la giubba grabada en tres momentos diferentes que se han unido en esta grabación: La primera del 30 de noviembre de 1902, una posterior del primero de febrero de 1904 y una última del 17 de marzo de 1907, acompañadas por imágenes del cantante italiano.


En el año que nos ocupa se celebran distintas efemérides. A los ciento cincuenta años de la publicación de la obra de Julio Verne, podemos añadirle una obra de la misma fecha, Una temporada en el infierno de Rimbaud. También se cumple el siglo desde la publicación de dos obras tan distintas como Fervor de Buenos Aires de Borges y Elegías de Duino de Rilke. A estas publicaciones podemos agregar el centenario del nacimiento del citado ítalo Calvino y del fallecimiento de la narradora neozelandesa Katherine Mansfield, o el cincuentenario del fallecimiento de Pablo Neruda y los veinticinco años desde que Octavio Paz dejó este mundo. Todos cifras redondas que dejarán de serlo en poco tiempo pero que seguirán teniendo la misma importancia.

La única fotografía de Paul Verlaine y Arthur Rimbaud juntos, de 1873.
El caso de Arthur Rimbaud es uno de los más atípicos y particulares en la historia de la literatura. Cómo un joven de aspecto angelical llegó a convertirse en una persona depravada sin perder la inocencia, cómo un joven y prodigioso poeta que creó el simbolismo dejó la literatura con diecinueve años es una cuestión que aún intriga a sus estudiosos.
Hijo de un capitán condecorado con la Legión de Honor que conoció a una rica heredera en Charleville, una localidad en Las Ardenas con la que se casó y a la que abandonó tras tener con ella cinco hijos. La madre se convirtió en una figura autoritaria que dominó a cuatro de sus hijos. El joven Arthur se escapó en varias ocasiones, recibiendo las correspondientes reprimendas y palizas a su regreso, hasta que con dieciséis años se fugó a París, antes de que le cambiara la voz, aunque ya componía poemas violentos y obscenos, reflejando una lucha violenta entre su apariencia angelical y el demonio que tenía en su interior.
Tras escribir una carta a Paul Verlaine en la que adjuntó algunos de sus poemas, recibió en la respuesta un billete a París donde ambos se vieron. El encuentro entre ambos fue tremendo: Verlaine abandonó a su esposa y su hijo recién nacido para enredarse en una tempestuosa aventura con el joven de rostro angelical y alma negra, donde viajaron por varios países, viviendo como vagabundos, pelándose en las tabernas, amándose en sucios cuartos y escribiendo poemas visionarios. En una de sus peleas de celos en Bruselas, Verlaine disparó a Rimbaud quien avisó a la policía. Pese a que se trataba de una herida en la muñeca, Verlaine fue condenado a dos años de prisión. A la salida, siguieron juntos hasta que fue el joven quien hirió a su amante con una navaja. En este tiempo escribió Una temporada en el infierno e Iluminaciones, obras que llevaron la poesía a la modernidad. Fueron sus últimas obras.
Después, un Rimbaud de 19 años sentó la cabeza. Se convirtió al catolicismo, dejó la poesía, de la que renegó, tras varias peripecias acabó en Adén (Yemen) como empleado de la Agencia Bardey, donde convivió con varias amantes nativas, se convirtió después en mercader de camellos en Etiopía y, más adelante, en traficante de armas entre los distintos grupos rivales.
Al desarrollar un carcinoma en su pierna derecha regresó a Francia donde se la amputaron, falleciendo unos meses después en Marsella con tan solo treinta y siete años de edad.

Fotografía de Arthur Rimbaud, c. 1873. Autor Etienne Carjat
Publicado en 1873 igual que La vuelta al mundo en ochenta días, Une saison en enfer (Una temporada en el infierno) es una obra que no tiene nada con la de Verne ni con ninguna otra. Pocos autores se atreven a traspasar la frontera entre la cordura y el lado salvaje y oscuro de la creación. En esta obra la imagen del joven poeta se mezcla con el furioso transgresor, una suerte de ángel exterminador. Es una obra de ruptura total del adolescente incomprendido que se mueve entre la conciencia de su educación y su desmedida pasión, convirtiéndose en un marginal, un exiliado que sabe que ha llegado a un punto sin retorno.
Es la única obra que publicó personalmente. Con dinero que había obtenido de su madre mandó imprimir quinientos ejemplares de cincuenta páginas en la imprenta Jacques Poot de Bruselas. Al no tener más dinero sólo pudo retirar varios ejemplares que repartió entre sus conocidos, entre ellos Verlaine, que se fueron pasando de mano en mano hasta ser conocido por algunos lectores que lo difundieron. El resto de libros fueron encontrados apilados en el sótano de la editorial en 1901.
Dividido en ocho partes, Una temporada en el infierno está unido por el Yo poético de Rimbaud, a veces críptico, en otras luminoso que revela sus inquietudes y sus experiencias intelectuales y sensoriales en una posa poética. Nos quedamos con un texto que nos remite a la primera parte de la obra. 


En el apartado musical, además de las efemérides citadas, se celebran los aniversarios de Edouard Lalo, de quien se cumplen dos siglos de su nacimiento, el siglo y medio de Serguéi Rachmaninov o el siglo del nacimiento de György Ligeti. En nuestro país, se cumple el bicentenario del nacimiento del compositor e investigador Asenjo Barbieri, el centenario del fallecimiento de Tomás Bretón y los cien años del nacimiento de dos grandes intérpretes: la pianista Alicia de Larrocha y la soprano Victoria de los Ángeles.


Nacido en la ciudad francesa de Lille en enero de 1823, hace doscientos años, Edouard Lalo procedía de una familia de militares que tenía origen español. Estudió en el conservatorio de su ciudad natal donde obtuvo los premios de solfeo y violín, hasta que recaló en el Conservatorio de París en contra de los deseos familiares.
Dedicado a la composición de música de cámara, frente a la moda del momento, varias obras incumplen este gusto del autor: la ópera Le roi d'Ys (El rey de Ys), a partir de una sugerencia de su esposa, una antigua alumna suya, su Sinfonía en sol menor y, sobre todo, la obra que supuso su consagración, su Sinfonía Española para violín y orquesta, Opus 21, una obra que también fue compuesta en 1873, hace también ciento cincuenta años, y estrenada en febrero de 1875 en los Conciertos Populares de París por su dedicatario, el violinista Pablo Sarasate.
Dividida en cinco movimientos, el tercero de ellos, el Intermezzo, escrito en forma ternaria se inicia con la orquesta en ritmo de bolero, entrando a continuación el violín con una suerte de habanera que pasa a la orquesta. Una variación del violín da paso al tema central, para pasar de nuevo el inicial con distintas variaciones, mientras el violín se eleva a los sonidos agudos antes de finalizar.
La interpretación, impecable, sensible y de una emoción contenida, se debe a una de las jóvenes violinistas de nuestro panorama, la granadina María Dueñas que contaba con tan solo diecisiete años cuando tuvo lugar este concierto con la Estonian National Orchestra y la dirección de Mihhail Gerts en abril de 2020. Una figura emergente a seguir.
Aunque el enlace muestra la obra completa, que apenas dura unos veinte minutos, en el minuto 13'30'' comienza el citado tercer movimiento.

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Bibliografía y webgrafía consultadas:

6 comentarios:

  1. Hola Miguel, qué bueno Julio Verne, leído y vista la serie de dibujos animados en su tiempo. Me encantaba. Hoy, con tanta evolución, como tú dices, podríamos recorrer el mundo en muchísimo menos. Cómo hay tanto forofo de batir metas, debería alguien probarlo a ver cuánto tarda.
    Muy buena entrada, ya terminamos el año.
    Un abrazo..🤗

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  2. Hola, Merche.
    Pienso que somos muchos los que hemos disfrutado de las novelas de Julio Verne, un escritor al que tenemos mucho que agradecer.
    Un fuerte abrazo :-)

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  3. Hola Miguel, menudos referentes literarios además de Julio Verne, y H. G. Wells con su de La máquina del tiempo, El hombre invisible y La guerra de los mundos que me encantan además de Molière.
    Menuda información has desplegado...Un placer leerte. Abrazos

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    1. Gracias, Nuria.
      Qué manojo de cumpleaños más curioso.
      Un fuerte abrazo :-)

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  4. Conseguir que conozcamos más en profundidad una época concreta para entender mejor la sociedad de su tiempo y sobre todo los cambios que estaba experimentando es ya de por sí un logro fabuloso de la música y la literatura.
    La temática es muy diversa, pero, como bien apuntas, siempre íntimamente ligada a la naturaleza humana, lo que aporta un sentido a la conexión con el arte literario y el musical, aparte de esa contribución tan importante a nuestro conocimiento que mencionas.
    Me parece un merecido homenaje que hayan sido recopiladas en conmemoraciones y eventos las obras, los autores o las historias que hayan reflejado.
    Aportas una relación de genios indiscutible al hablar de Julio Verne, Rimbaud o Lalo y Caruso, nada menos.
    Me encanta que hayas mencionado las Comédie-ballets. Estos ballets consistían en una serie de entrées de baile, con escenografías y vestuario fastuosos, enlazadas por un argumento dramático. El propio rey Sol Luis XIV, el que decía aquello de “El estado, soy yo”, gran bailarín por cierto y para mi sorpresa (lo he leído por ahí), solía actuar en los ballets representando papeles simbólicos que lo representaban como gran soberano omnipotente.
    Por ejemplo, en el Ballet de la Nuit, con música de Jean Baptiste Lully, representado en la Salle du Petit Bourbon (París) el 23 de febrero de 1653, el monarca interpretó el papel de Apolo (cómo no).
    Tu aproximación al Siglo de Oro y a los 100 años de Ítalo Calvino me gustaron mucho.
    Me alegra saber que Julio Verne sea el segundo autor más traducido de todos los tiempos detrás de Agatha Christie (extraordinaria) y antes que Shakespeare, pues Verne es uno de mis autores favoritos de todos los tiempos.
    Respecto a "La vuelta al mundo en ochenta días", es muy bueno el texto que aportas sobre la escena de la apuesta entre el protagonista y sus compañeros del Reform Club de Phileas Fogg.
    Y me despido con la frase de Caruso que compartes:
    “Para alcanzar la grandeza es necesario sufrir”. Extraordinaria reflexión.
    Te invito como siempre a comentar cualquier post de mi blog. Tu opinión es siempre valiosa para mí.
    Muchas gracias.

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    Respuestas
    1. Muchas gracias por tu comentario a esta publicación, Marcos.
      Aunque lo nombro de forma tangencial, las Comedies-ballets tuvieron una gran importancia en la época de Luis XIV, un gran bailarín, un hecho que traté en “El baile del Rey Sol”.
      Me llamó la atención saber que estas obras y autores tienen como año de referencia el mismo, 1873.
      Un fuerte abrazo :-)

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