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Entre Mis mejores deseos y Va pensiero

Dos textos de signo muy distinto nos acompañan. 
Por un lado, uno de una la poetisa Amalia Bautista, por cuyos versos transitan el amor y el desamor, los objetos y seres queridos, la tristeza de la desazón y los sueños inciertos e imprevistos.



El segundo de los textos pertenece a Nabucco, una de las primeras óperas de Giuseppe Verdi, con la que consiguió uno de los mayores entusiasmos que jamás haya demostrado el público de ópera. 
Viudo reciente, con sus dos hijos fallecidos, desanimado por el fracaso de sus primeras obras, recibió el encargo sin ningún interés del empresario de La Scala de Milán. En sus Esbozos biográficos narra cómo recibió el libreto y el encargo de Nabuccocómo el texto de Temistocle Solera se le convertía en música:
“De camino sentí una especie de desazón inexplicable, una tristeza intensa, un dolor que casi me hacía estallar el corazón. Una vez llegué a casa, lancé el manuscrito a la mesa con un movimiento brusco y me quedé ahí, delante de él, hundido en pensamientos. Al chocar con la mesa, el libro se había abierto; mis ojos fueron a parar, no sé bien cómo, a una página abierta ante mí. Y leí:  
“Va, pensiero sull'ali dorate(...)”. Sobrevolé también los siguientes versos y me quedé impresionado, sobro todo al comprobar que éstos procedían casi literalmente de la Biblia, libro que siempre leía gustoso. Leo un párrafo, leo dos. Pero entonces, con el renovado propósito de no componer más, cierro el texto y me voy a la cama. 
¡Pero Nabucco no para de darme vueltas en la cabeza! El sueño no quiere acudir, me levanto, leo el libreto no sólo una vez, sino dos, tres, muchas veces; a la mañana siguiente puedo decir que me lo sé de memoria”.
Un coro de esclavos hebreos, a orillas del Eúfrates llora su perdida libertad y su añorada patria. Se trata de uno de los coros más conocidos, todo majestuoso, del que la Italia del Risorgimiento hizo su himno de libertad y que llevó el nombre de Verdi a la inmortalidad.


En 2002 se interpretó en el Metropolitan de New York, en una versión memorable, protagonizada por María Guleghina y el español Joan Pons y al que pertenecen estas imágenes, con una enorme y admirable concentración por parte de los cantantes del coro.




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