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¡Feliz año nuevo!

En cada cambio de año se nos unen una mezcla de sensaciones, muchas de las cuales están marcadas por nuestro interior y otras por las convenciones sociales que nos rodean. Es casi obligatorio tener que divertirse, pasarlo bien, con una alegría que proviene más de nuestro entorno que de nuestro propio ser.
Son momentos de recapitulación, de marcar unos deseos, unos propósitos y unas metas que, en la mayoría de los casos, se quedan en buenas intenciones y se diluyen con el paso de los días.
En estos días en que pasamos de un año a otro, desde este blog te deseo un Feliz Año Nuevo y te propongo dos miradas al año que comienza. La primera con un acercamiento a tu interior, a esas cosas pequeñas, sencillas, que hacen la vida más placentera y agradable, salida de la pluma de Bertolt Brecht. La segunda mirada nos acerca a la celebración con los convencionalismos que nuestra sociedad nos ofrece: alegría externa, música, bebida y bailes con una opereta de Johann Strauss hijo.



El texto que acompaña esta entrada pertenece al dramaturgo, director de teatro y poeta alemán Bertolt Brecht, de quien ya se publicó un texto en este blog: Un viaje en una mirada al Berlín de entreguerras
Citar a Brecht es hablar de una personalidad reconocida en el mundo de la cultura de la primera mitad del siglo XX, un autor comprometido con su época, preocupado por la justicia y las clases populares. Iniciado en el teatro expresionista, evolucionó con la creación de algunos dramas didáctico musicales en los que se hacía una ácida crítica del capitalismo, en colaboración con el compositor Kurt Weill como la Ópera de los tres centavos que apareció en el post citado anteriormente, o Ascensión y caída de la ciudad de Mahagonny
Después de exiliarse en Escandinavia con el ascenso de Hitler al poder, se asentó en California donde llegó a componer algunas de sus obras de teatro más importantes, como La vida de Galileo Galilei, Madre Coraje y sus hijos o El círculo de tiza caucasiano. Terminó de abandonar las técnicas del teatro tradicional consolidando una forma narrativa libre con el uso de técnicas de distanciamiento como las máscaras para evitar que el espectador o los apartes, para evitar que el público se identificara con los personajes y se obligara a pensar. 
Su estilo como escritor era una inteligente mezcla de lenguaje clásico con el habla de la calle, de la gente común, con versos libres e irregulares que acabaron por llevar al público a la reflexión y a sacudir su conciencia.



Su periplo americano finalizó con la persecución por parte del FBI y el controvertido Comité de Actividades Antiamericanas. Intentó instalarse en Zurich y Viena, pero finalmente Brecht volvió al Berlín oriental donde fundó la compañía Berliner Ensemble. Su fuerte personalidad tampoco encajó en este lugar, ya que el ideal soviético del socialismo realista chocaba con el pesimismo moral que flotaba en su obra. 
Controvertido, polémico, acusado de usar el talento de sus compañeros en obras colectivas en beneficio propio, la influencia de Brecht y su legado a favor de la reflexión sobre las relaciones del poder y la lucha de clases influyeron en la mirada con que se desarrolló el teatro, especialmente el inglés, en la segunda mitad del siglo XX.
Más conocido por su obra teatral, el texto que nos acompaña en este post pertenece a su libro Poemas y canciones. Su mirada se torna menuda, tierna y delicada cuando se carga con sus sensaciones. Seguro que tú y yo tenemos otras tantas. ¿Te animas a escribirlas?


Johann Strauss hijo es el compositor más conocido de una familia con tradición musical que comenzó con su padre, quien fijó la tradición del vals vienés; siguió con él mismo y sus hermanos Josef y Eduard. Llegó a tener una popularidad internacional tan grande que, para poder descansar, era sustituido ocasionalmente por alguno de sus hermanos.
Su padre se negó rotundamente a que cualquiera de sus hijos se dedicara a la música, lo que dificultó el inicio de Johann, que comenzó su carrera musical con la oposición de los empresarios austriacos, quienes se negaban a contratarlo para no contrariar la voluntad del patriarca de la familia. Finalmente, la fuerte convicción del hijo hizo cambiar las ideas del padre y, a la muerte de éste, unificó las orquestas de ambos.
Su música es el signo de una época, tachada con frecuencia de intrascendente o frívola y ha alcanzado una popularidad inmensa. ¿Quién no conoce El Danubio azul o alguno de sus valses? ¿Quién no los ha oído en los Conciertos de Año Nuevo que se celebran en la capital austriaca?
Entre su producción se encuentran operetas como Die Fledermaus (El Murciélago), Der Zigeunerbaron (El barón gitano). La primera de ellas es la que traigo a esta entrada. Se trata de una frívola comedia llena de infidelidades y equivocaciones.  Todo lo que ocurre en El Murciélago proviene de la decisión del Dr. Falke, que pretende avergonzar y escarmentar a su amigo Einsenstein por haberle dejado vagar por las calles de Viena borracho y disfrazado de murciélago tras una fiesta. Desarrolla un plan para mostrar las relaciones extramatrimoniales de su amigo y la esposa de éste, Rosalinda, haciéndoles asistir a un baile al que ésta acude disfrazada, mientras Einsenstein desconoce que la dama de la máscara es su esposa, a la vez que el amante de ésta pasa la noche en prisión. 
Se trata de una intrascendente, deliciosa y típica comedia vienesa en la que los personajes no conocen las buenas intenciones, estando corroídos por la malicia y el regocijo en el mal ajeno. La fiesta que da el príncipe Orlovski está sobre un volcán, el volcán que era la Viena de finales del XIX. Fue estrenada en el Theatre an der Wien, el mismo en que lo hicieron La Flauta Mágica de Mozart y varias de las sinfonías de Beethoven, en abril de 1874.



Brüderlein und Schwesterlein (Hermanitos y hermanitas) es un brindis del segundo acto en el que el Dr. Falke, al comprobar que todos los invitados están en parejas y que "muchos corazones arden de amor" ofrece que todos sean una gran cofradía de hermanos y hermanas. Sus palabras son repetidas por los invitados, tras las cuales el príncipe Orlovski, interpretado por una mezzosoprano, propone un baile que, en esta grabación, es la polka Unter Donner und Blitz (Entre rayos y truenos), que acaba... como podrás observar. 


El enlace nos muestra una parte de las celebraciones de la fiesta que Orlovski ofrece en su palacio, con festejos que, salvando las distancias, no están lejos de las que aún se desean en algunos lugares, aunque en menor escala, en las últimas horas del año. Todo proviene de los convencionalismos sociales y las ganas impuestas de tener que festejar cada comienzo de año.
Impagable la elegancia con que Carlos Kleiber dirige la producción que se puede comprobar a lo largo de toda la ejecución y en el último plano con que el realizador nos muestra al director.


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