Como todos los años, la fecha del fallecimiento de Cervantes y Shakespeare nos sirve de recordatorio sobre la importancia de los libros. Celebrar el Día del Libro es, por un lado, una necesidad desde el momento que no todos tienen acceso a su uso o no los consideran necesarios en sus vidas. Por otro lado, una fiesta gozosa para aquellos que los amamos y los consideramos necesarios en nuestras vidas.
Nadie puede negar la importancia que los libros han tenido y tienen en la transmisión del saber a lo largo de toda la historia de la humanidad. Desde la invención de la escritura, con fines eminentemente prácticos para el comercio, los libros han servido para transmitir el conocimiento de unas generaciones a otras, aunque no siempre avanzando de forma lineal.
Es posible que precisamente ese uso sistemático como elemento que ayuda al aprendizaje, el libro de texto, sea el que haya hecho que, en determinadas personas, se haya producido un rechazo o indiferencia al uso de los libros en su vida diaria.
Quien no lee habitualmente pierde una oportunidad de conocer otras vidas, ponerse en el lugar de otras personas o culturas y entenderlas, abrir su mentalidad y, en definitiva, tener una opinión propia.
Otra cosas es el formato del libro. Ante las nuevas tecnologías hay opiniones a favor y en contra, defensores y detractores de las mismas. ¿Libro tradicional o libro electrónico? Sería interesante ponernos en el lugar de aquellos monjes que, en sus scriptoriums oyeron hablar del invento de Gutenberg. ¿La imprenta iba a acabar con tantos siglos de cultura? ¿Cualquiera que no estuviera iniciado podría dedicarse a leer o, incluso, a escribir? Los libros, los conocimientos, el saber ¿debían estar al alcance de todos?
Nadie puede negar la importancia que los libros han tenido y tienen en la transmisión del saber a lo largo de toda la historia de la humanidad. Desde la invención de la escritura, con fines eminentemente prácticos para el comercio, los libros han servido para transmitir el conocimiento de unas generaciones a otras, aunque no siempre avanzando de forma lineal.
Es posible que precisamente ese uso sistemático como elemento que ayuda al aprendizaje, el libro de texto, sea el que haya hecho que, en determinadas personas, se haya producido un rechazo o indiferencia al uso de los libros en su vida diaria.
Quien no lee habitualmente pierde una oportunidad de conocer otras vidas, ponerse en el lugar de otras personas o culturas y entenderlas, abrir su mentalidad y, en definitiva, tener una opinión propia.
Otra cosas es el formato del libro. Ante las nuevas tecnologías hay opiniones a favor y en contra, defensores y detractores de las mismas. ¿Libro tradicional o libro electrónico? Sería interesante ponernos en el lugar de aquellos monjes que, en sus scriptoriums oyeron hablar del invento de Gutenberg. ¿La imprenta iba a acabar con tantos siglos de cultura? ¿Cualquiera que no estuviera iniciado podría dedicarse a leer o, incluso, a escribir? Los libros, los conocimientos, el saber ¿debían estar al alcance de todos?
Para celebrar el Día del Libro te propongo un doble acercamiento a los libros. En primer lugar a las sensaciones que nos producen, nuestra primera biblioteca y la amistad que nos proporcionan de la mano del autor israelí Amos Oz. Una obra de Donizetti utiliza la excusa de los libros para desarrollar la historia de amor entre sus protagonistas.
Nacido pocos meses antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, Amos Klausner firma sus libros como Amos Oz. Novelista, periodista, profesor de literatura en la Universidad Ben-Gurión, co-fundador del movimiento pacifista Shalom Aishav (Paz Ahora) y miembro de la Academia Europea de las Ciencias y las Artes, Oz es una de las personalidades que luchan por desarrollar sus ideas en favor del pacifismo, el diálogo y la búsqueda de soluciones a los conflictos que tienen enquistada su tierra natal, ya que nació en Jerusalem antes de que existiera el estado de Israel moderno.
Crítico con quienes no buscan soluciones dialogadas a los conflictos, Amos Oz ha visto cómo su vida ha sido amenazada por los sectores más conservadores y radicales de su país: "Es un orgullo que algunos israelíes me llamen traidor por oponerme a la ocupación", lo que le ha hecho pertenecer al grupo de los que él llama con orgullo "traidores" junto con Lincoln, Gorbachov, De Gaulle, Sadat, Isaac Rabin o Simon Peres.
Recibió el Premio Goethe de Literatura por Una historia de amor y oscuridad, el Príncipe de Asturias de las Letras en 2007, además de haber sido candidato al Nobel de Literatura durante varios años consecutivos. Entre sus obras destacan, además de la citada, La caja negra, Hasta la muerte, Conocer a una mujer o Judas, publicada hace un par de años.
Pero lo que nos trae en esta ocasión al escritor israelí es su amor por los libros, algo que comenzó como afición y continúa como necesidad. Dos extractos de este amor por los libros nos acompañan. Por un lado, una anécdota que relata de su primera infancia.
Apasionado de los libros, Amos Oz cuenta que con seis años su padre le dejó un hueco en su estantería y le dejó poner allí sus libros. "Fue un gran día para mí. Para ser exactos me cedió unos treinta centímetros, más o menos un cuarto de la superficie del estante de abajo. Abracé todos mis libros, que hasta ese día habían estado tendidos en una banqueta junto a mi cama, los llevé en brazos hasta la vitrina de mi padre y los puse de pie, como es debido, de espaldas al mundo exterior y de cara a la pared". Puedes leer la entrevista completa en el enlace (en verde como siempre en el blog): Amos Oz, el siglo de Israel.
Mucho tiempo tardó Oz en decidirse a escribir un libro como Una historia de amor y de oscuridad, en el que sacó a la luz a sus padres, emigrantes judíos de orígenes rusos y polacos que llegaron al Mandato Británico de Palestina. Él, un aficionado a lo sublime, erudito filólogo que no pudo acceder a la docencia universitaria; ella, amante de la literatura, que improvisaba historias al acostar a su hijo y que se suicidó cuando éste contaba con doce años. Su tío Yosef, incansable lector y polemista en eternas discusiones con su vecino Agnón (un futuro Premio Nobel), quien le enseñó que no había nada más asombroso como crear una nueva palabra que se mezcle con las de un idioma y se vuelva eterna por su uso, ya que los libros se hunden poco a poco en el olvido. Su huida a los quince años a un kibbutz donde lee y relee a Hemingway y que acabará forjando su vida.
A este libro, al que da forma de novela para mostrarse ante los lectores, pertenece el texto que nos acompaña en esta entrada dedicada a los libros.
La relación entre literatura y ópera es enorme. Muchas son las óperas que han surgido de libros (novelas u obras de teatro, sobre todo) a los que se han adaptado para ser llevadas a la escena. En otras ocasiones, el libro del que partía la obra musical apenas ha tenido trascendencia y apenas es conocido. Entre los primeros podemos destacar algunas óperas de Verdi como Macbeth, Otello o Falstaff, basadas en obras de Shakespeare; La Traviata, sobre La dama de las camelias de Alexandre Dumas hijo; La forza del destino, a partir de Don Álvaro o la fuerza del sino de Ángel Saavedra Duque de Rivas o Rigoletto adaptada de El rey se divierte de Victor Hugo.
Gaetano Donizetti es uno de los grandes compositores de la primera parte del siglo XIX, junto con Rossini, Bellini y el joven Verdi, uno de los máximos exponentes del periodo belcantista, donde la melodía y el protagonismo de los intérpretes llegan a los momentos más sublimes de la historia de la ópera, muy por encima de la consistencia de algunos argumentos, que quedaban relegados a un lugar menor relevante.
Autor de más de setenta óperas, la mayoría serias entre las que destacan Ana Bolena, Lucrecia Borgia, La Favorita o Lucia di Lammermoor, también hay entre su producción obras cómicas como L'Elisir d'amore (El elixir de amor) o Don Pasquale.
L'Elisir d'amore es una obra deliciosa, una irónica parodia sobre la leyenda de Tristán e Isolda y el filtro de amor que los unió; una comedia sin pretensiones, pero que tiene la virtud de encantar al público, con unos personajes extraídos de los tipos de la ópera bufa y unas melodías pegadizas que se te quedan metidas en el oído y no dejas de tararear entre sonrisas de complicidad.
Un libro. Esta es la razón que une esta obra con el texto, aunque en este caso, el uso del libro tenga un sentido irónico. Nemorino, ingenuo campesino nos confiesa que está enamorado de la bella y rica Adina. Ella cuenta a los pueblerinos la historia de amor de Tristán e Isolda y se burla del filtro con que Tristán conquistó el corazón de su amada. Esta escena es de la que Donizetti se sirve como pretexto para iniciar su obra y que hará que el embaucador Dulcamara, curandero y charlatán ambulante proporcione a Nemorino ese elixir milagroso (una botella de Borgoña, en realidad) que le dé el amor de la esquiva Adina.
Crítico con quienes no buscan soluciones dialogadas a los conflictos, Amos Oz ha visto cómo su vida ha sido amenazada por los sectores más conservadores y radicales de su país: "Es un orgullo que algunos israelíes me llamen traidor por oponerme a la ocupación", lo que le ha hecho pertenecer al grupo de los que él llama con orgullo "traidores" junto con Lincoln, Gorbachov, De Gaulle, Sadat, Isaac Rabin o Simon Peres.
Recibió el Premio Goethe de Literatura por Una historia de amor y oscuridad, el Príncipe de Asturias de las Letras en 2007, además de haber sido candidato al Nobel de Literatura durante varios años consecutivos. Entre sus obras destacan, además de la citada, La caja negra, Hasta la muerte, Conocer a una mujer o Judas, publicada hace un par de años.
Pero lo que nos trae en esta ocasión al escritor israelí es su amor por los libros, algo que comenzó como afición y continúa como necesidad. Dos extractos de este amor por los libros nos acompañan. Por un lado, una anécdota que relata de su primera infancia.
Apasionado de los libros, Amos Oz cuenta que con seis años su padre le dejó un hueco en su estantería y le dejó poner allí sus libros. "Fue un gran día para mí. Para ser exactos me cedió unos treinta centímetros, más o menos un cuarto de la superficie del estante de abajo. Abracé todos mis libros, que hasta ese día habían estado tendidos en una banqueta junto a mi cama, los llevé en brazos hasta la vitrina de mi padre y los puse de pie, como es debido, de espaldas al mundo exterior y de cara a la pared". Puedes leer la entrevista completa en el enlace (en verde como siempre en el blog): Amos Oz, el siglo de Israel.
Mucho tiempo tardó Oz en decidirse a escribir un libro como Una historia de amor y de oscuridad, en el que sacó a la luz a sus padres, emigrantes judíos de orígenes rusos y polacos que llegaron al Mandato Británico de Palestina. Él, un aficionado a lo sublime, erudito filólogo que no pudo acceder a la docencia universitaria; ella, amante de la literatura, que improvisaba historias al acostar a su hijo y que se suicidó cuando éste contaba con doce años. Su tío Yosef, incansable lector y polemista en eternas discusiones con su vecino Agnón (un futuro Premio Nobel), quien le enseñó que no había nada más asombroso como crear una nueva palabra que se mezcle con las de un idioma y se vuelva eterna por su uso, ya que los libros se hunden poco a poco en el olvido. Su huida a los quince años a un kibbutz donde lee y relee a Hemingway y que acabará forjando su vida.
A este libro, al que da forma de novela para mostrarse ante los lectores, pertenece el texto que nos acompaña en esta entrada dedicada a los libros.
La relación entre literatura y ópera es enorme. Muchas son las óperas que han surgido de libros (novelas u obras de teatro, sobre todo) a los que se han adaptado para ser llevadas a la escena. En otras ocasiones, el libro del que partía la obra musical apenas ha tenido trascendencia y apenas es conocido. Entre los primeros podemos destacar algunas óperas de Verdi como Macbeth, Otello o Falstaff, basadas en obras de Shakespeare; La Traviata, sobre La dama de las camelias de Alexandre Dumas hijo; La forza del destino, a partir de Don Álvaro o la fuerza del sino de Ángel Saavedra Duque de Rivas o Rigoletto adaptada de El rey se divierte de Victor Hugo.
Gaetano Donizetti es uno de los grandes compositores de la primera parte del siglo XIX, junto con Rossini, Bellini y el joven Verdi, uno de los máximos exponentes del periodo belcantista, donde la melodía y el protagonismo de los intérpretes llegan a los momentos más sublimes de la historia de la ópera, muy por encima de la consistencia de algunos argumentos, que quedaban relegados a un lugar menor relevante.
Autor de más de setenta óperas, la mayoría serias entre las que destacan Ana Bolena, Lucrecia Borgia, La Favorita o Lucia di Lammermoor, también hay entre su producción obras cómicas como L'Elisir d'amore (El elixir de amor) o Don Pasquale.
L'Elisir d'amore es una obra deliciosa, una irónica parodia sobre la leyenda de Tristán e Isolda y el filtro de amor que los unió; una comedia sin pretensiones, pero que tiene la virtud de encantar al público, con unos personajes extraídos de los tipos de la ópera bufa y unas melodías pegadizas que se te quedan metidas en el oído y no dejas de tararear entre sonrisas de complicidad.
Un libro. Esta es la razón que une esta obra con el texto, aunque en este caso, el uso del libro tenga un sentido irónico. Nemorino, ingenuo campesino nos confiesa que está enamorado de la bella y rica Adina. Ella cuenta a los pueblerinos la historia de amor de Tristán e Isolda y se burla del filtro con que Tristán conquistó el corazón de su amada. Esta escena es de la que Donizetti se sirve como pretexto para iniciar su obra y que hará que el embaucador Dulcamara, curandero y charlatán ambulante proporcione a Nemorino ese elixir milagroso (una botella de Borgoña, en realidad) que le dé el amor de la esquiva Adina.
L'Elisir d'amore es una obra ideal para quienes quieren escuchar una ópera por primera vez. La versión que enlazo pertenece a una producción de la Stattsoper de Viena de 2005 que reunió un elenco encabezado por el tenor mexicano Rolando Villazón como Nemorino, la soprano Anna Netrebko como Adina acompañados por Leo Nucci como Belcore e Ildebrando d'Arcangelo en el rol de Dulcamara, una producción que hizo época y que está en Youtube subtitulado en castellano en varios vídeos consecutivos. Una obra y en una versión para disfrutarla.
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Gracias por tomarte el tiempo en regalarnos estas propuestas, definitivamente leer libros nos lleva a lugares sorprendentes y ponen a volar nuestra imaginación
ResponderEliminarHola Jonathan.
EliminarLeer nos lleva a muchos lugares, desde los mas lejanos a los que están más en nuestro interior.
Gracias por tu comentario.
Un abrazo :-)
Coincido contigo Miguel en que los libros de texto, sobre todo hoy en día, no son los más adecuados para introducir a los niños en la lectura, pero Amos Oz tiene razón cuando dice que n libro nunca te traiciona. Los libros siempre estarán a tu disposición cuando los necesites, aunque creas que nunca los necesitarás y piense que todo se encuentra en internet, pero internet es la transcripción en soporte digital de los libros que tanto despreciamos.
ResponderEliminarUn abrazo :-)
Hola Javier.
EliminarAunque todos sean libros, no es lo mismo leer por obligación que tener la necesidad y el gusto por hacerlo.
Gracias por tu comentario.
Un abrazo :-)