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Walkirias de hoy

A Mónica

Una graduación universitaria es un momento cargado de trascendencia. Para todos los que lo hacen o lo hicieron representa el final de una etapa que comenzó muchos años atrás y que se entrelaza con un futuro que, en el más común de los casos, es incierto, pero que viene cargado de dudas, ilusiones y sueños. Estos días, Mónica ha terminado sus estudios universitarios. A ella va dedicada esta entrada.

Vivimos en el mundo que nos ha tocado. No debemos fijarnos si es mejor o peor que otros, sino en el hecho de que es el que tenemos. Después de muchos años, toda una vida, de formación, es el momento de salir al mundo, a la realidad, a la vida. Es la ocasión de luchar, defender las cualidades y virtudes de esta sociedad a la que pertenecemos, la cercana y la lejana. De batallar por mejorar lo que encontramos, ser osados y valientes para soñar, pensar lo imposible, lo que aún no se ha conseguido para que la sociedad, adormecida en una vida que se nos ofrece plana y en la que es más fácil no pensar, pueda avanzar en la igualdad, la justicia y los derechos, y que todos puedan -podamos- vivir una vida más plena y mejor.
Los tiempos cambian y también algunos prototipos. Las walkirias del título eran luchadoras, aguerridas, decididas, fuertes, pero su función era acompañar a los guerreros caídos en la batalla hasta el Walhalla. Hoy se está, se debe estar, haciendo impensable esa función. La mujer está cambiando su rol en la sociedad y eso es irreversible como se ha puesto de manifiesto en la publicación de vuestra clase La pluma violeta
Es momento de soñar, de hacer que lo impensado y lo impensable se vuelva cierto y habitual.
En esta entrada te propongo dos acercamientos a la lucha por un nuevo papel en el mundo y por conseguir alcanzar los sueños en nuestra sociedad. La primera a una de las músicas más conocidas de Richard Wagner perteneciente a su ópera La Walkiria, mientras que la segunda nos acerca a un elogio de los sueños con la escritora polaca, Premio Nobel de Literatura Wislawa Szymborska.


Guste más o menos, nadie puede negar que Richard Wagner es uno de los grandes compositores que ha dado la música a lo largo de su historia, pese a la relación que se estableció en tiempos entre su obra y la propaganda nazi. Aunque no fue el primero en utilizarlo, desarrolló el leit-motiv, esa serie de sonidos que identifican, describen o evocan a personajes, ideas o situaciones a lo largo de las obras. Las bandas sonoras cinematográficas deben mucho a Wagner al aplicar esta técnica.
De su obra podemos destacar Tristán e Isolda o El holandés errante que hemos traído al blog, Los maestros cantores de Nuremberg, Lohengrin, Tanhauser o Parsifal.
Pero donde mejor se puede apreciar y disfrutar su obra es en la tetralogía El anillo de los Nibelungos basada en antiguas leyendas germánicas. Está formada por un prologo, El oro del Rin, y tres jornadas, La walkiria, Sigfrid y El ocaso de los dioses, una obra que Wagner tardó veintiséis años en componer en su totalidad.
La Walkiria (Die Walküre), la primera jornada es la más conocida de toda la obra. Se trata de una ópera romántica con amores épicos, violentas emociones, muertes trágicas en extremo y un final con un lirismo dramático de una gran intensidad. Wagner se ve reflejado en el personaje de Siegmund, un proscrito perseguido por la justicia como él mismo lo era tras participar en la Revolución de 1848 de Dresde y tener que exiliarse en Zurich.
Entre sus protagonistas aparecen Wotan, rey de los dioses, que se verá presa de su codicia y las contradicciones de sus acuerdos y pactos. Fricka, su esposa y Diosa del Matrimonio que consigue arrancarle la promesa de que Siegmund morirá en combate. Éste, junto con Siglinda, hermanos gemelos sin conocerlo y amantes que provocan la ira de la diosa con sus incestuosas relaciones. Brunilda, una de las nueve walkirias, la favorita de Wotan, quien primero le pide que proteja a Siegmund y luego le retira el compromiso. Brunilda se rebela contra su padre y se resiste a obedecerle porque sabe que Wotan ama a Siegmund. La cólera del dios caerá sobre su walkiria predilecta.



El tercer acto se inicia con una de las músicas más populares y conocidas de Wagner, la Cabalgata de las walkirias (Walkürenritt) que va acompañada del canto de guerra (¡Hojotoho!) de las ocho walkirias y que, aunque se conozca así, el compositor nunca reconoció este nombre ni vio bien que se sacara del contexto de su ópera. 
Es una escena complicada con relámpagos y truenos, con las guerreras cabalgando por el cielo con los héroes muertos sobre sus sillas de montar para llevarlos al Walhalla. Al entrar Brunilda sus hermanas se sorprenden al comprobar que no lleva a un héroe muerto, sino a una mujer, Sieglinde. Desesperada les pide un caballo para poder escapar, pero sus hermanas se niegan a actuar contra Wotan.
Además de haber sido utilizada, como la mayor parte de la música de Wagner como parte de la propaganda alemana durante la II Guerra Mundial, esta Cabalgata ha sido llevada al cine, con mayor o menor fortuna en múltiples ocasiones. Quizás la más conocida para nosotros sea en Apocalypse Now de Francis Ford Coppola, una escena en que se hace una apología brutal de la guerra.



El enlace que te propongo pertenece a una versión histórica de la Tetralogía que se llevó a cabo en el Bayreuther Festspiele (Festival de Bayreuth) en 1980 bajo la dirección de Pierre Boulez y que se editó en vídeo. Este festival, que se viene desarrollando desde 1879 en el teatro y con las condiciones que Wagner ideó fue inaugurado con la primera representación de la Tetralogía que, de forma ceremoniosa se lleva a cabo todos los veranos desde entonces. A esta inauguración asistieron personajes como Franz Liszt, Eduard Grieg, Anton Bruckner, Tchaikovsky, Saint-Saëns, Nietzsche, León Tolstoi, el kaiser Guillermo I y Luís II de Baviera, el llamado Rey Loco, que fue quien sufragó los gastos para construir el teatro.


Wislawa Szymborska comenzó escribiendo relatos cortos, pero su gusto por las palabras, sobre todo las palabras cotidianas, le hizo ir acortando sus relatos hasta quedarse con las palabras esenciales para terminar escribiendo poemas. La Szymborska amaba la poesía, aunque no le gustaba hablar sobre ella.
Le gustaba la pintura de Vermeer, detestaba el ruido, amaba los monos, no le hacía ascos a las películas de terror y le gustaban las de Woody Allen, disfrutaba con las visitas a museos arqueológicos y no se imaginaba que alguien no tuviera en la biblioteca de su casa un volumen de Los papeles póstumos del Club Pickwick.
Polaca, nació en 1923 en Bnin, aunque residió casi toda su vida en Cracovia. Perteneció al Partido Obrero Unificado Polaco, aunque devolvió su carnet y colaboró con la oposición democrática. Pese a que comenzó a escribir en su juventud, su timidez le impidió presentar sus trabajos, comenzando a publicar a partir de 1945. Desde su primer libro Por eso vivimos, aparecido en 1952, fue publicando obras como Preguntas a mí misma, Llamada al Yeti, Sal, Gente en el puente, De la muerte sin exagerar, Paisaje con grano de arena, Instante, Dos puntos hasta llegar a su última obra Hasta aquí en 2009. A esta mujer tímida y poco dada a los festejos y discursos se le concedió el Premio Nobel de Literatura en 1996 "por su poesía que con precisión irónica permite que los contextos histórico y biológico salgan a la luz en los fragmentos de la realidad humana".



A Paisaje con grano de arena pertenece este poema Alabanza a los sueños, en que la Szymborska nos invita a dejarnos seducir por esos sueños que rompen la realidad y quién sabe, a romper la realidad con nuestros sueños. No seamos conformistas.




Para finalizar el post te enlazo con los sonidos de una nueva versión, instrumental y sólo de audio, de la Cabalgata de las walkirias en una adaptación de jazz cargada de frescura y lirismo interpretada por Uri Caine con su agrupación Uri Caine Ensemble grabada en directo en Venecia en 1997.



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