Hay ocasiones en que un destello del pasado se cruza por nuestra vida y convoca los recuerdos y las dudas.
Cuando menos te lo esperas, en un momento determinado, te cruzas con una situación, un acontecimiento o una persona que te hacen recordar una decisión que tomaste, una acción que llevaste a cabo, una amistad o una relación que se rompió.
Si tus razones fueron consistentes, tus argumentos serenos y meditados, si superaste con determinación la situación, este momento es algo fugaz que te recuerda lo sucedido sin un poso de amargura, con la conciencia tranquila y serena y regresas luego a tu normalidad decidida.
Pero no siempre nuestras decisiones, nuestros actos y nuestras amistades o relaciones se tomaron con esa determinación, sino que hubo otros factores que actuaron: la inexperiencia de la juventud, la presión a la que estamos sometidos, otras personas o condicionantes que nos empujaron en esa dirección precisamente sin tener claros ni nuestros sentimientos, ni las razones, ni las últimas decisiones.
Con el tiempo, casi sin darnos cuenta, vamos adquiriendo una mayor capacidad para tomar las riendas de nuestro destino, aunque nunca las tendremos ciertamente controladas.
Cuando te reencuentras con tu pasado te reencuentras contigo mismo.
Te propongo dos miradas a situaciones que nos vienen como destello de nuestro pasado y lo iluminan momentáneamente, aunque en ambas no se quedan en el recuerdo, sino que toman una nueva presencia. Dos grandes autores son responsables de las mismas. Gabriel García Márquez con unos fragmentos de El amor en los tiempos del cólera y Giacomo Puccini con una de las arias más conocidas de La Bohème.
Gabriel García Márquez es uno de estos escritores que han traspasado su obra para convertirse ellos mismos en personajes. Autor de una larga lista de narraciones entre las que destaca Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera, Crónica de una muerte anunciada, El otoño del patriarca o Vivir para contarla, Gabo trajo con su obra el Realismo mágico y comenzó el Boom de la literatura iberoamericana que, junto con Julio Cortázar, Carlos Fuentes o Vargas Llosa, llevó a estos autores a lograr el mayor reconocimiento y máximo esplendor a partir de los años 60 del pasado siglo.
En El amor en los tiempos del cólera, Gabo narra una historia de amor que transcurre durante más de medio siglo, desde que comienza con los jóvenes Florentino Ariza y Fermina Daza en su juventud, pasando por unos años de matrimonio de ella, enmarcados en la felicidad con su esposo Juvenal Urbino y, que una vez viuda, vuelve a surgir entre ambos gracias a la persistencia de Florentino. En este caso, los destellos del pasado que recibe Fermina no quedan como fugaz recuerdo, sino que forjan una nueva historia de amor entre ambos en la que García Márquez trata de temas como la familia, el amor en la diferentes etapas de la vida, la fidelidad, la muerte o la familia.
Dos fragmentos, separados ambos por un lapso de más de medio siglo, nos acompañan. Desde el incipiente y febril amor epistolar de la juventud al sereno de la avanzada madurez.
En varias ocasiones he traído al blog obras de Giacomo Pucini, el último gran compositor del siglo XIX, pues aunque estrenó y publicó gran parte de su obra en el siglo XX, su música bebe en los estilos de las últimas décadas del siglo anterior. Con un gran sentido de lo teatral, sus descubrimientos melódicos y la facilidad con que su música caracterizaba y describía los ambientes, Puccini es el último heredero del bel canto italiano. Óperas como La Bohème, Tosca, Madama Butterfly o Turandot le han hecho tener un lugar importante entre los compositores operísticos y ser el autor del siglo XX más representado.
En Escenas de bohemios en París hacía referencias al primer acto de la obra con las arias de Rodolfo (Che gelida manina!) y Mimí (Si, mi chiamano Mimí).
En esta ocasión traigo otra de las piezas más conocidas de la obra, el aria para soprano Quando me'n vo' soletta per la via (Cuando voy solita por la calle), el llamado Vals de Musetta. El segundo acto se desarrolla en el Barrio Latino en plenas celebraciones navideñas creando Puccini un ambiente festivo, abigarrado, lleno de cantos y sonoridades. Allí, entre las mesas del Café Momús los protagonistas están de fiesta. Entra en escena una dama elegante, Musetta, acompañada de su actual amante Alcindoro. Igual que ocurriera e el primer acto en la escena entre Rodolfo y Mimí, con la entrada de Musetta parece que el tiempo se detiene. Musetta y su antiguo amante Marcello se ven y toda la escena es un alarde de seducción en la que ella provoca una escena de celos para llamar la atención del pintor, logrando que éste vuelva con ella.
Además del protagonismo que la cantante tiene en esta pieza, la melodía que Puccini compone a ritmo de un vals lento con protagonismo del arpa y los violines, junto con la flauta y el clarinete. Toda la orquesta se pone al servicio de la creación de una atmósfera con los varios personajes que intervienen en la escena, aunque el protagonismo final pertenezca a Musetta.
En los próximos días podremos disfrutar de esta ópera en el Teatro Maestranza de Sevilla.
El enlace pertenece a una representación del Teatro Alla Scala de Milán de 2003 con la interpretación en el personaje de Musetta de la cantante Hei-Kyung Hong.
Cuando menos te lo esperas, en un momento determinado, te cruzas con una situación, un acontecimiento o una persona que te hacen recordar una decisión que tomaste, una acción que llevaste a cabo, una amistad o una relación que se rompió.
Si tus razones fueron consistentes, tus argumentos serenos y meditados, si superaste con determinación la situación, este momento es algo fugaz que te recuerda lo sucedido sin un poso de amargura, con la conciencia tranquila y serena y regresas luego a tu normalidad decidida.
Pero no siempre nuestras decisiones, nuestros actos y nuestras amistades o relaciones se tomaron con esa determinación, sino que hubo otros factores que actuaron: la inexperiencia de la juventud, la presión a la que estamos sometidos, otras personas o condicionantes que nos empujaron en esa dirección precisamente sin tener claros ni nuestros sentimientos, ni las razones, ni las últimas decisiones.
Con el tiempo, casi sin darnos cuenta, vamos adquiriendo una mayor capacidad para tomar las riendas de nuestro destino, aunque nunca las tendremos ciertamente controladas.
Cuando te reencuentras con tu pasado te reencuentras contigo mismo.
Te propongo dos miradas a situaciones que nos vienen como destello de nuestro pasado y lo iluminan momentáneamente, aunque en ambas no se quedan en el recuerdo, sino que toman una nueva presencia. Dos grandes autores son responsables de las mismas. Gabriel García Márquez con unos fragmentos de El amor en los tiempos del cólera y Giacomo Puccini con una de las arias más conocidas de La Bohème.
Gabriel García Márquez es uno de estos escritores que han traspasado su obra para convertirse ellos mismos en personajes. Autor de una larga lista de narraciones entre las que destaca Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera, Crónica de una muerte anunciada, El otoño del patriarca o Vivir para contarla, Gabo trajo con su obra el Realismo mágico y comenzó el Boom de la literatura iberoamericana que, junto con Julio Cortázar, Carlos Fuentes o Vargas Llosa, llevó a estos autores a lograr el mayor reconocimiento y máximo esplendor a partir de los años 60 del pasado siglo.
En El amor en los tiempos del cólera, Gabo narra una historia de amor que transcurre durante más de medio siglo, desde que comienza con los jóvenes Florentino Ariza y Fermina Daza en su juventud, pasando por unos años de matrimonio de ella, enmarcados en la felicidad con su esposo Juvenal Urbino y, que una vez viuda, vuelve a surgir entre ambos gracias a la persistencia de Florentino. En este caso, los destellos del pasado que recibe Fermina no quedan como fugaz recuerdo, sino que forjan una nueva historia de amor entre ambos en la que García Márquez trata de temas como la familia, el amor en la diferentes etapas de la vida, la fidelidad, la muerte o la familia.
Dos fragmentos, separados ambos por un lapso de más de medio siglo, nos acompañan. Desde el incipiente y febril amor epistolar de la juventud al sereno de la avanzada madurez.
En Escenas de bohemios en París hacía referencias al primer acto de la obra con las arias de Rodolfo (Che gelida manina!) y Mimí (Si, mi chiamano Mimí).
En esta ocasión traigo otra de las piezas más conocidas de la obra, el aria para soprano Quando me'n vo' soletta per la via (Cuando voy solita por la calle), el llamado Vals de Musetta. El segundo acto se desarrolla en el Barrio Latino en plenas celebraciones navideñas creando Puccini un ambiente festivo, abigarrado, lleno de cantos y sonoridades. Allí, entre las mesas del Café Momús los protagonistas están de fiesta. Entra en escena una dama elegante, Musetta, acompañada de su actual amante Alcindoro. Igual que ocurriera e el primer acto en la escena entre Rodolfo y Mimí, con la entrada de Musetta parece que el tiempo se detiene. Musetta y su antiguo amante Marcello se ven y toda la escena es un alarde de seducción en la que ella provoca una escena de celos para llamar la atención del pintor, logrando que éste vuelva con ella.
Además del protagonismo que la cantante tiene en esta pieza, la melodía que Puccini compone a ritmo de un vals lento con protagonismo del arpa y los violines, junto con la flauta y el clarinete. Toda la orquesta se pone al servicio de la creación de una atmósfera con los varios personajes que intervienen en la escena, aunque el protagonismo final pertenezca a Musetta.
En los próximos días podremos disfrutar de esta ópera en el Teatro Maestranza de Sevilla.
El enlace pertenece a una representación del Teatro Alla Scala de Milán de 2003 con la interpretación en el personaje de Musetta de la cantante Hei-Kyung Hong.
La segunda es una interpretación de Kiri te Kanawa con el acompañamiento de la London Philharmonic Orchestra dirigida por Sir John Pritchard. Se trata de una grabación de audio en estudio sin acompañamiento de más cantantes en la que la soprano neozelandesa muestra su elegancia, la versatilidad de su voz y la dicción clara que siempre la han caracterizado.
Para terminar, enlazo con toda la escena, la primera parte del segundo acto en la versión que se representó en el Teatro La Fenice de Venecia en la temporada 2010-2011 con Juraj Valcuha dirigiendo a la orquesta y coro del citado teatro.
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